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Capítulo 26


DE LA NOTICIA QUE DIFAMA...

"Las limitaciones de la fotografía están en uno mismo, pues lo que vemos es lo que somos. Si la belleza no estuviera en nosotros, ¿cómo podríamos reconocerla?"

—Ernst Haas.


JUNE

—¡Ah, Duncan! —Arrojo el vaso de café vacío al tacho de basura cuando lo veo pasar a toda prisa por el pasillo del hospital. Lo estaba esperando. Ya no viste la bata blanca que lo hace ver como una persona para nada violenta y razonable, ahora más bien luce un buzo negro manga larga con el que llegó esta mañana, algo que le otorga una pinta de ninja loco asesino—. Voy contigo. Y ni se te ocurra negarte, sé bien lo que planeas hacer —advierto.

—Ese Jake boca floja... —musita entre dientes cuando me aferro a su brazo.

Su mejor amigo es la misma razón que lo llevó a enterarse de lo ocurrido entre nosotros, pues resulta ser que no puede mantener un secreto, así como tampoco la boca cerrada. Jake habla hasta por los codos. Pero se lo paso por alto ya que tiene unos labios exquisitamente carnosos y me gusta ver como se mueven, sobre todo en ese lugar. Sí, ahí.

Esta mañana, después de haberle mostrado a Violet la noticia de empapelamiento colgada en el portal de la universidad, a lo largo del día se regó por las redes sociales, después de todo, era el trasero del nadador nacional lo que se podía admirar.

¡Una gran polémica!, sobre todo cuando, gracias a la difamadora Cailin, se descubrió que Violet había sacado la fotografía. La rubia plástica se las arregló para convencer al decano y dejar mal parada a mi amiga.

Hace un par de horas, preocupada por cómo podría sentirse Violet debido a todo ese gran problema, cuando salí de clases y me dirigía al hospital, recibí un mensaje de Jake que me advertía.

Duncan le pidió acompañarlo a buscar las cosas de Violet a casa de Anton, pero Jake se negó porque tenía exámenes ya que en su universidad empiezan una semana antes que nosotros. Y bueno, a Duncan eso no le importa en lo absoluto, es más, puedo asegurarles que lo único que desea es cortarle los huevos al nadador.

El teorema es demasiado fácil: si te metes con la adorable Violet, Duncan te parte la cara en forma de advertencia. Si la haces llorar, él te hará sangrar. Si la lastimas, entonces date por muerto.

Con Anton, estoy segura que se aplicará el teorema Duncan en orden y hasta el final.

Gracias a Jake ya supe de varios casos en los que, sus compañeros, por tan solo verla con ojos libidinosos o haberle preguntado en broma si alguna vez la tocó como a las muchas otras que visitan su apartamento, literalmente terminaron con una visita al médico de gratis.

Son cosas de las que me encargaré de que Violet se entere cuando todo este problema de Anton se haya solucionado.

—No, amigo. Resulta que exhalas terrorismo por cada uno de tus poros —le indico y él de inmediato se encoge de hombros.

Aunque no parezca por culpa de sus rasgos asiáticos, en realidad Duncan es la clase de chico que alerta a todos y, por otro lado, embelesa a las mujeres.

Es exótico.

Cuando se molesta tiene una pinta de chico malo que te hace cagar en los pantalones, principalmente porque no tiene que esforzarse para mirarte con los ojos entrecerrados en forma de advertencia. Es una cosa natural. Aunque en realidad creo que todo el tiempo está molesto. Solamente con Violet se muestra como un chico "medianamente normal".

¿No dice nada el hecho de que pase yendo y viniendo con un sinnúmero de mujeres en su apartamento? Creo que tiene alguna clase de trauma por vivir lejos de sus padres o semejante. Sinceramente prefiero no indagar más profundo. Este muchachote no es mi problema, tan solo por esta vez me siento un poco responsable ya que no quiero preocupar más a mi amiga.

Cuando apenas conocí a Violet y me llevó a su apartamento por primera vez, debo admitir que Duncan me atrajo, es apuesto con todo su cabello negro, piel clara fibrosa, y ojos marrones oscuros hasta el punto en el que casi parecen negros a plenitud, pero pronto me di cuenta que tiene un humor del infierno y de inmediato se me pasó el flechazo. No tengo lo que se requiere para tolerar a chicos como él. De hecho, me sorprende que Jake y él sean tan buenos amigos.

Gracias al tráfico de la noche, nos toma aproximadamente una hora llegar al apartamento que Anton y Violet comparten, o, mejor dicho, compartían.

Todo terminó demasiado pronto, y sé lo terrible que Violet debe sentirse en este momento. Yo también acabo de pasar por una ruptura, pero estoy dispuesta a apoyarla en lo que sea necesario.

Duncan está tan apresurado que le permite conservar el cambio al chofer del taxi. De inmediato salta fuera del auto tan precipitadamente, que a penas se salva de que lo atropelle una motocicleta.

Bajo del coche, y aunque corro detrás suyo, no consigo alcanzarlo. Él ya ha cruzado la puerta cuando yo apenas estoy en plena calle.

Avanza más rápido que yo el atlético cretino.

Lo que hace tener sexo regularmente. Pienso que todos deberíamos aplicarlo más a menudo, ¿o no?

—Me cago en todo... —Me detengo en las escaleras durante un segundo y a mitad del camino porque no puedo subir más. Necesito tomar aire—. ¿Por qué carajos vive en el último piso y no hay un puto ascensor?

Miro hacia arriba y no lo encuentro, aunque las luces de los pasillos se encienden cada que él alcanza un piso nuevo, delatando su tan avanzada posición.

—Perdóname Vi...

Continúo subiendo, saltando dos gradas o hasta tres cuando mis patéticas piernas me lo permiten.

Debo impedir que se masacren.

Cuando por fin llego al último piso, encuentro la puerta del apartamento abierta.

Respirando como un maldito perro cruzo el umbral, y en pleno hall advierto que Duncan ya se encuentra sobre Anton, golpeándolo como si no existiera un mañana.

Al ver los sofás movidos puedo intuir qué clase de pelea empezó Duncan, arrojándose como enloquecido para golpearlo sin dudar.

—¡Basta! —le grito.

Si no se detiene lo va a matar.

—¡Defiéndete maldita sea! —ordena Duncan, arrematando golpe tras golpe en el rostro de Anton. Pero él, como un cadáver, no mueve un solo músculo y tan solo se limita a recibir sus embestidas. Hasta llega un momento en el que solo se agita para escupir sangre y creo que sonríe.

¿Nació tonto?

—¿Ya terminaste? —Las palabras de Anton, por suerte, le hacen darse cuenta de que, por más que lo golpee, no va a defenderse.

Cada una de las venas de Duncan palpita, remarcándose sobre su pálida piel cuando se levanta, y respirando como un toro endemoniado se dirige a la puerta de la habitación de Violet, sin decir una sola palabra.

Y aquí tienes al primo caliente y gigoló cual boxeador profesional. ¡Está loco!

—Anton —lo llamo, sin embargo, no voltea para mirarme. Mientras se levanta no hace más que limpiarse la boca con el dorso de la mano—. Violet...

—Vete —ordena con fiereza, como si me estuviera advirtiendo que no diga una sola palabra más.

Oh, discúlpame tú, pero no soy la dulce Violet y tampoco será la única advertida.

Me acerco y aparta la vista, evitando mirarme.

—Qué pena me das —le digo, propinándole un golpe en su virilidad.

¡Eso es por ti amiga!

Anton cae de rodillas sosteniéndose la entrepierna. Ya está lo bastante mal como para escucharme decir:

—Violet es fuerte, y gracias a lo que ocurrió hoy, llegará lejos haciendo lo que ama. Qué mala suerte por ti ya que no podrás formar parte de ello.

Le toma tiempo recomponerse, pero al final, aunque no del todo, lo consigue.

—El decano la expulsó, no podrá hacerlo... —dice todavía contemplando hacia el suelo, así que no puedo vislumbrar del todo bien su expresión, pero parece un tanto molesto.

—¿Y eso qué importa? Ganó el concurso gracias a quien sea que empapeló la universidad, pues su noticia llegó hasta oídos de ese fotógrafo que arregló el concurso y quedó encantado con la osadía del fotógrafo.

Bien dicen que de la noticia que difama, nace la fama. Y quería contárselo a Violet apenas como la viera al volver de clases, pero gracias a la impulsividad de Duncan, tendré que esperar hasta verla mañana.

—¿Ganó? —pregunta con ironía.

Rio por lo punzante que eso me resulta.

—¡June! —me llama Duncan desde la habitación.

Me cruzo de brazos, luchando para no volver a golpearlo esta vez en la cara. Es decir, ya la tiene bastante mal.

—Estás tan estúpidamente enamorado, pero por equivocarte en la que probablemente es la más importante decisión, ¡por la razón que sea!, la acabas de perder.


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