Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 16


MICROONDAS

"Quiero hacer retratos tan intensos como las personas".

—Richard Avedon.


VIOLET

Antes de salir de la fiesta no pude encontrar a June. Me contuve de escribirle un mensaje al recordar que su madre le había confiscado el teléfono, así que, después de haber sido descubiertos por Cailin, Anton y yo volvimos juntos al apartamento en completo silencio.

Si no hablé, fue porque en realidad me sentía encolerizada, no porque estuviera incómoda.

¡Cailin no me dirá lo que debo hacer!

Eso es lo que pensaba hasta el momento en el que cruzo la puerta del apartamento, entonces las piernas me empiezan a flaquear y a duras penas consigo llegar hasta el sofá, lugar en el cual me acomodo pesadamente.

—¿Te sientes bien? —pregunta Anton, situándose de cuclillas en frente de mí.

A ver si consigo analizar lo que pasó... Cedí ante su beso y dejé que me agarrara el trasero.

¡Dios mío, Violet!, ¿qué tienes en la cabeza? Ni siquiera pensé en rechazarlo. Es más, en medio de ese beso candente Cailin nos descubrió, y de no haber sido que Anton impidió su proximidad, seguramente habría metido mi cabeza en el inodoro hasta que dejara de respirar. O bueno, en realidad pensaba aplicarlo contra ella si acaso pasaba por encima de él.

Está bien, no habría podido. A veces aspiro demasiado alto. No obstante, ¿quién dijo que no se vale soñar?

Y poco después, como cereza del pastel, ella sacó mi sobre de su horrible bolso de marca.

—Si lleva esas fotos con el decano...

¿Por qué se empeña en hacerme la vida imposible?

—No lo hará —asegura Anton con sorprendente calma mientras captura una de mis manos, obligándome a mirarlo. Sus ojazos azules de pronto me parecen un completo enigma. Son hermosos.

—¿Cómo estás tan seguro? —le pregunto en un hilo de voz. Él sonríe con ternura por el tono de confusión que empleo al hablar.

En verdad, no lo entiendo. Minutos atrás se había visto sorprendido por la amenaza de Cailin, porque evidentemente la creía incapaz de hacer algo así, pero en este preciso instante, en cambio, nada parece afectarle.

—Pues... —Empieza a acariciar mis nudillos con su pulgar, calentando mis dedos mientras concentra su atención en ese preciso lugar—. Si fuimos capaces de fingir que éramos pareja ante el hombre más colérico del planeta, no será un problema continuar como hasta ahora en la universidad. —Hace una corta pausa, suficiente como para agitar la oleada de calor que ha empezado a trepar por mi extremidad.

—¿Estás pensando en huir de mí otra vez? —Acerca mi mano a sus labios, levanta la mirada y, contemplándome, se detiene a escasos centímetros de rozar mi piel, dejándome con las ganas de más—. Porque, al menos yo, he decidido no dejarte escapar.

Carraspeo ante su confesión.

¡Está coqueteando conmigo! Y es encantador.

Él y yo, este asunto todavía me resulta difícil de digerir. Jamás me imaginé en esta situación. Desde el comienzo mi fin era simplemente sacarle fotografías y ganar dinero. Nunca me vi tan cerca de él, porque viera por donde lo viera, ¡era un imposible!

El calor llega a mi rostro y se concentra en mis mejillas, ardiendo sin piedad, funcionando de calefactor para el resto de mi cuerpo.

—¿Por qué sería un problema continuar como hasta ahora en la universidad? —Quiero saber. Apenas consigo escuchar mi propia voz. Soy un manojo de nervios solo cuando estoy tan cerca de él como en este preciso instante.

Detiene sus caricias y puedo jurar que el siguiente gesto en manifestarse en su rostro no es precisamente una sonrisa de felicidad, sino más bien, se inclina un poco hacia un lado oscuro y voluptuoso.

—Por las tantas cosas que me haces imaginar con tan solo verte mover los labios. —Besa el dorso de mi mano y una corriente eléctrica estalla sobre mi piel, encendiéndolo todo, derritiendo cada uno de mis músculos, dejándome expuesta de algún modo—. Es... irresistible. Eres irresistible.

¡Jesús!

Besa mi muñeca, mi piel hormiguea, un gran vacío hace acto de presencia en mi estómago e inevitablemente aprieto los labios, enderezándome en el sofá.

Me sonríe por segunda vez, y en el momento en el que, creo, empieza a levantarse, intento soltar todo el aire que mis pulmones han retenido a la fuerza, pero mi exhalación es interrumpida cuando de repente se inclina sobre mí, obligándome a retroceder hasta que me veo imposibilitada por el espaldar.

Su rostro se acerca al mío, empiezo a respirar agitadamente y froto mis rodillas cuando pasa de mis labios y se precipita a tomar el lóbulo de mi ojera con su boca, haciéndome soltar el resto del aire en forma de gemido mientras las yemas de sus dedos ascienden sobre mi muslo, arrastrando la tela de mi vestido a medida que avanza.

—Es algo parecido a esto —susurra y su aliento actúa cual morfina, adormeciendo el lado derecho de mi cuerpo junto al resto de mis sentidos—. ¿Ahora lo entiendes?

Asiento con frenesí.

De a poco suelta mi mano, y entonces me doy cuenta de la fuerza con la que había estado sujetando la suya. Pero poco me importa, no creo haberle hecho ningún daño ya que no suelo lucir uñas largas.

Su hermoso cabello oscuro roza mi mejilla cuando se echa un poco hacia atrás. Examina mi rostro durante un momento, detiene la mirada en mis labios, y entonces yo contemplo los suyos, abriendo la boca con anticipación, encontrándome desesperadamente a la espera.

—Maldición... —susurra sobre mis labios y empiezo a entrar en pánico cuando la duda se siembra en su hermoso semblante.

No, no y ¡no! ¡Exijo un beso!, porque eso precisamente estaba por hacer, ¿cierto?¡Quiero mi beso!

—¿Qué? —musito en un hilo de voz.

—Quiero quitarte ese vestido —confiesa.

De inmediato tropiezo con un enredo mental que dura tan solo un par segundos, pues cuando menos me doy cuenta estoy poniéndome de pie.

Me contempla aún más inseguro que antes, porque quizá piensa que ha logrado asustarme, y en efecto, siento miedo, pero del problema existente en mi cabeza que me impulsa a enredar mis brazos en su cuello y reclamar ese maldito beso.

¿No dicen que lo prohibido se vuelve tentador?

La situación con Anton, para mí y gracias a Cailin, se tornó en cierto modo emocionante y muy excitante.

Además, me resultó fácil empujar las dudas, porque Anton tomó la decisión de quedarse conmigo cuando bien podría haber tenido motivos para ir tras Cailin, y no solo por lo que hizo para ayudarle a encontrar trabajo, sino también porque, si se lo propone, con esas fotografías ella tiene el poder para acabarlo. ¡A los dos!

Sus labios reciben los míos con cierta conmoción, pero no tardan en contagiarse de apetito, volviéndose todavía más ansiosos y un momento después superándome en avidez.

—¿Seguirás pidiendo permiso para hacer algo? Porque justo en este momento siento ganas de huir —admito. ¡Y es que siento una vergüenza del infierno!

Se inclina ligeramente y de pronto me levanta del suelo, ocasionando que enrede mis piernas alrededor de su cintura por miedo a caer, haciéndome consciente de su erección.

Vaya, vaya, Anthony Greece, siempre tan dispuesto...

—Tú no vas a ningún sitio —me dice y su boca se apresura a entrar en contacto con la piel en mi cuello, mordisqueando suavemente.

Suelto un suspiro, lo tomo de las mejillas y busco sus labios. Anton profundiza el beso mientras empieza a caminar. No sé hacia dónde me lleva, hasta que de pronto tropieza con algo y arroja un improperio en voz baja.

Me rio y de pronto me deja caer sobre una base acolchonada.

Apenas me estoy percatando de que me encuentro en su habitación, sobre su cama y con tan solo la luz del pasillo colándose por la puerta, cuando de pronto lo tengo encima de mí, reclamando su espacio. Un vacío se origina en la boca de mi estómago y los nervios brotan cuales flores en primavera, evidenciándose en mis manos temblorosas.

Empieza a depositar besos febriles en mi cuello mientras remueve la tela de mi vestido, avanzando con sus labios hacia mi pecho. Su mano recorre mi muslo y de inmediato algo en mi interior hace click, haciéndome levantar tan abruptamente que le doy un cabezazo sin querer.

Voltea a mirarme con el ojo entrecerrado y, sintiendo mi cara hervir de vergüenza, es que recurro a disculparme.

—Yo... Estoy indispuesta. Es decir... Lo lamento, olvidé que tenía el periodo. —Se sujeta la frente, suelta una queja de dolor, y de espaldas se deja caer por completo sobre la cama—. ¡Oh Dios mío!, ¿te hice mucho daño?

Me acerco apresurada, y cuando intento quitar las manos de su rostro para comprobar la gravedad del asunto me jala, damos una vuelta un poco extraña y se engancha a mí, presionando mi espalda contra su cálido pecho.

—¿Anton...? Lo siento, yo...

—Me vuelves loco, Violet. No obtendrás ni siquiera el perdón de Dios por eso. —Besa mi nuca y me estremezco.

—¿Insinúas que me iré al infierno?

No es noticia nueva, eso ya lo sabía.

—Iremos al infierno, microondas —susurra.

—¿Microondas? —cuestiono confundida.

—Porque calientas, pero no cocinas.

Abro la boca como un pez, y a poco tardar empiezo a reír como tarada al entender su referencia.

—¡Lo lamento!

—Ya, ya. Tan solo quédate quieta.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro