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Capítulo 14


CÓDIGO: ENSALADA

"Si pudiera decirlo con palabras, no iría todos los días cargado con mi cámara".

—Lewis Hine.


VIOLET

—¡Hice una estupidez! —susurro contra la bocina del teléfono.

—¿De qué hablas? —Me pregunta June del otro lado de la línea. Parece cansada.

—Te estoy diciendo que... Tal vez estoy embarazada. —Intento levantar el tono de mi voz un poco más.

Son las cuatro de la mañana y no he podido conciliar el sueño desde que me acosté.

—Sí, claro. Bueno, ya. Dime, ¿qué hiciste en realidad? —insiste mientras bosteza.

Estúpida.

—Él me preguntó si podía besarme —digo bajito.

—¿Él?, ¿de quién estás hablando? —Su voz todavía suena adormilada.

Hago una corta pausa para mirar hacia la puerta de mi habitación cerrada a plenitud.

A pesar de que Anthony se encuentra al frente, en su cuarto, siento miedo de que me escuche hablar por teléfono o, que, sin esperarlo, de pronto entre a mi pieza y me sorprenda hablando de esto. A lo mejor exagero ya esté durmiendo, pero...

Tiro de las sábanas y me cubro completamente.

—De Anthony Greece. Hace un par de horas lo rechacé.

—¡Serás imbécil! —grita. Creo que por fin se ha despertado.

—Lo sé, entré en pánico. Es decir, nos encontrábamos junto a un basurero, lo tenía demasiado cerca y... —De repente me encontré recordando su cuerpo desnudo, sus caricias, su voz, y me excité. Es normal que a las mujeres también se les levante el imaginario, ¿está bien?, y por eso precisamente me asusté, porque fue inesperado, como si, sin siquiera tocarme, hubiera encendido un interruptor que me hizo agua. Pero tengo demasiada vergüenza de contarle a June toda la verdad.

—¿Cómo se te ocurre? ¡Eso no es un pretexto! Debes haberlo cabreado. Si hubiera sido yo, ahí mismo se la habría puesto tan dura como la verdura.

—¿A quién se la pondrás dura?, ¿eh?, muchachita. —Consigo reconocer la voz de su madre. Los gritos de June debieron despertarla—. Yo te pondré dura, pero la nalga y de tanto manotazo si no te duermes ahora mismo.

Cubro mi boca, porque una carcajada estuvo a punto de manifestarse.

—Mamá... —Empieza a decir June—. Ya estoy grande para esto.

—El trasero es lo único que tienes grande, y eso es gracias a mí. ¿Dura como la verdura? ¡Ja! ¡Pero ni siquiera te sabes limpiar bien la mierdecilla que evacúas! Estas son horas de dormir, ¡así que corta esa llamada inmediatamente!

Me asfixio de la risa.

—¡Estoy hablando con Vi, mamá! —Le dice June desesperada.

—A ver, pásamela... ¿Bueno? —pregunta su madre.

—Hola, señora O'Connor. —Entre risas la saludo.

—¡Belleza! —exclama aliviada—, puedes venir mañana y hablar con esta roñosa. Últimamente se la pasa platicando sobre verduras con su novio durante altas horas de la noche, y entenderás, no es precisamente ensalada lo que preparan.

Me muerdo los labios. ¿June practicando sexo telefónico con su novio? Eso no me sorprende.

—Sí, señora. —Consigo contestar y de inmediato la llamada se corta.

Muerdo la almohada mientras intento no reír tan fuerte.

¡Cuánto adoro a esa mujer!


Es viernes por la tarde y me encuentro en casa de June.

Horas atrás vendí la nueva colección semanal de Anthony que, en realidad, capturé la noche pasada. Obtuve una buena suma, sobre todo con esa fotografía en la que luce tierno, mirando hacia sus pies. La gran mayoría de mis compradoras adquirió esa, más otra que saqué de su sonrisa. Las hipnotizó por completo, y para ser sincera, yo también guardé mi par. Pero no por nada especial, de hecho, jamás había sacado unas así de buenas.

Además, después de tanto esfuerzo, fueron esas capturas las que me dejaron alcanzar uno de mis más valiosos sueños, pues ahora ya cuento con el dinero que necesitaba para comprarme un nuevo objetivo. Así que las conservo cual recuerdo de mi gran logro y tan solo por eso.

Lo que me lleva a pensar qué ocurrió con Anthony después de mi rechazo. No lo sé bien, pero eso sí, regresó a casa un par de minutos más tarde que yo. No sucedió nada más. Incluso esta mañana lo escuché salir temprano, y desde entonces no he dejado de preguntarme si acaso está molesto.

Nuevamente intento convencerme de que volví a escapar porque me puse muy nerviosa. Sí. Me traumó con su tal mordida de lobo y cosas extrañas. ¡Él es extraño! ¿Por qué luce interesado en mí en primer lugar? Porque lo está, ¿cierto?

Diablos. Nada tiene ninguna lógica para mí.

—Esta noche por primera vez iremos a la fiesta que dará la facultad de artes visuales, así que póntelo —ordena June, arrojando un vestido negro semi-formal sobre la cama, devolviéndose hacia su inmenso armario.

Ya está enterada de todo lo que ocurrió con Anthony, a excepción de mi encuentro con Brent. No sé cómo decírselo sin alarmarla. Y sé que yo también debería estarlo, pero desde la conversación que tuve con Anthony, todavía no he tomado una decisión acerca de lo que haré.

—¿Tu madre no estaba enfadada? —pregunto, clavando el tenedor en mi pastelillo de chocolate. Sé que este delicioso ingrediente me despierta todavía más que tres tazas de café, pero esta vez necesito algo dulce de urgencia. Me siento extraña. Desde esta mañana, después de acudir al inodoro, me di cuenta de que estoy en "esos" horribles días de surf en el mar rojo, precisamente esos en los que las mujeres deseamos arrojarnos desde un puente, o que nos ponemos nostálgicas sin razón aparente. Y justamente eso: requiero de un chute que me active.

—Ahora sé que, si ella odia las ensaladas, es por obra tuya —le digo.

Pruebo un bocado de mi postre y me delito con su sabor hasta el punto en que me duele la mandíbula. Poco después creo que empiezo a babear como un sabueso. Es delicioso.

—¡Cállate y vístete! —me regaña.

—Ya, ya, relaja la raja, buen culo. Sabes que jamás me expondré ante la universidad —le indico, señalando el vestido con el tenedor, capturando otro suculento bocado de mi postre.

June y yo jamás estuvimos en una fiesta como tal. Íbamos juntas, sí, pero hasta la puerta del sitio en el cual se iba a llevar acabo, entonces corría a esconderme, obteniendo, de este modo, el asiento de primera fila para sacarle fotografías al nadador. Es mi trabajo.

—Me lo debes, después de todo, por tu culpa mamá me confiscó el celular. —La veo elegir un vestido colo turquesa que, asumo, es para ella. Está hecho de alguna clase de tela brillante y un escote muy exagerado.

—Ni siquiera me gustan las ensaladas —suspiro y June me arroja una mirada asesina—. No tendrás piedad, ¿cierto?

—No, y también dejarás que te maquille.

—La pintura de cara no me sienta. Sudo como un puerco, no serviría de nada.

—Deja el drama, no estaremos por mucho tiempo, he quedado en pasar la noche con... otra amiga.

—¿Otra amiga? —La contemplo con la mano en el pecho, sintiéndome traicionada—. ¿Quién si no soy yo? —pregunto y June expone una sonrisa libidinosa mientras abraza su vestido—. Ah, ya entiendo... —Miro hacia la puerta rosa de su habitación y susurro—: ¿qué será esta vez?, ¿pepino o berenjena?

—Cierra la boca, tú no estás invitada al buffet. —Arroja su vestido sobre mi cabeza, riendo.

—¡OMG, qué perra! —Grito mientras parto la prenda. June se lanza sobre mí y empieza a picar mis costillas con sus finos dedos—. ¡Es broma! —Le grito.

Mi amiga puede ser todo, excepto una zorra.


—Te odio —me dice June al contemplarme de pies a cabeza—. Mataste el look.

—¿Qué?, dijiste que era una fiesta en la piscina. —Me encojo de hombros.

—Lo de las Converse es comprensible, pero sombrero por la noche, ¿hablas en serio? —me reprocha mientras entramos a una casa de tres plantas llena de estudiantes universitarios que apenas han empezado a beber. Después de unas horas, esto seguramente será un caos.

—Es justo y necesario —le digo.

—Nadie jamás sabrá quién eres, a menos que saques a Nik. ¡Ah, pero claro! Lo trajiste contigo, ¿cierto? —Me contempla con los ojos entrecerrados, acusándome.

—Puedo olvidar la ropa interior, ¿pero a Nik? No señor, jamás en la vida. —Doy brinquitos estimulados, intentando seguir el ritmo de la música que de repente empiezo a escuchar, meneando el trasero directamente hacia ella y dándole mientras tanto una palmadita a mi morral.

—A este paso jamás tendrás novio —indica riendo mientras llegamos al patio posterior, lugar de donde proviene la música y también algunos gritos excitados.

—Nik es mi único y verdadero amor. Además, ya te conté sobre La Zorra. —Evito pronunciar su nombre entre tanta gente.

—Sí, y también mencionaste que El Susodicho habría de recuperar las capturas —detalla en código—. Pero algo me dice que ya lo hizo.

Levanto una ceja.

—¿Por qué? —Volteo a mirarla y la encuentro con la vista detenida en el frente. Persigo ese mismo recorrido, y cuando llego al destino abro mucho los ojos.

Mayday, mayday. A las dos en punto. Date por ensalada de frutas que la palabra "vegetariano" no aplica en este caso. Con esa vista, dice a gritos que desea comerte la mandarina.

Trauma.

Eso es desagradable, pero al mismo tiempo no sé si reír, llorar, o arrojarme de cabeza a la piscina.

Como June mencionó, Anthony se acerca. Pero al mismo tiempo en el que evidencia una ligera curvatura de labios, me examina de pies a cabeza. ¿Por qué me está mirando de esa forma?

—Tú le es-pera con la papaya diluida. —June sigue esforzándose en originarme todo tipo de traumas con la comida.

Se expande un vacío en mi estómago.

—¡Carajo! —suelto, agarrando el filo de mi sombrero, tirando de él con desesperación, ansiando que se estire cual goma de mascar y de ese modo logre cubrirme por completo.

Sabía que Anthony estaría presente, pero también estaba segura de que lograría pasar por desapercibida. Últimamente, no sé cómo le hace para encontrarme, es como si estuviera al pendiente, esperándome, asechando como si de repente se hubieran intercambiado los papeles.

—Toma. —June me acerca un vaso plástico rojo cuyo contenido desconozco. Ni siquiera sé de dónde demonios lo sacó—. ¿Qué cenicienta ni que tarada? Bebe hasta el fondo y te convertirás en una apetecible sangría.

Y también sabe que estoy menstruando.

—¡Deja de ser tan sucia! —le pido en voz baja, ignorando su ofrecimiento. Asimismo, ella sabe bien que no bebo.

—¿Qué? —Se encoje de hombros—. En primer lugar, no estarías tan nerviosa si le hubieras besado —me dice, dejando el vaso sobre una mesa.

—¿De qué hablas? Yo no quería besarle —aseguro entre dientes.

—Si lo que dices es cierto, en este momento estarías siguiéndome la corriente, como es lo normal en ti.

Abro la boca y me sorprende no tener nada para decir en mi defensa.

—¡Eh, Moja bragas! —Volteo a verlo. Alguien lo ha frenado a mitad camino. Siento que le debo la vida a uno de sus amigos.

Aprovecho el momento y huyo como alma que lleva el diablo, adentrándome en la casa, ignorando por completo el llamado de June.

Cuando empiezo a creer que estoy a salvo, me detengo en un pasillo libre de gente y, como si no fuera suficiente, me escondo en un baño. Cierro la puerta, le echo el pestillo, y al final permito que mi espalda descanse contra la pared.

Mi corazón va a un ritmo acelerado. Me duele el pecho y me tiembla todo.

June y sus códigos de ensalada insertaron gran cantidad de virus en mi cabeza. No dejo de imaginar cosas impúdicas. Es una ensalada de frutas surtida y muy sucia la condenada.

Jamás me sentí así. O bueno, tan solo una vez, en el colegio, cuando estuve a punto de perder la virginidad con el primer y único novio que tuve. Sí, me desfloraron hace tiempo, o, dicho de otra forma: ya no soy virgen.

Suelto aire por la boca.

Esto está mal. No debió preguntarme eso del beso. No debí mudarme. Yo... ¡No debí aceptar venir con la lujuriosa de June!

Alguien llama a la puerta, tocando con los nudillos suavemente y mi corazón por poco estalla.

Respiro hondo ya que no puede ser él. No tendría lógica que supiera acerca de mi ridículo escondite.

Aún así, ¿es que acaso no se percatan que el baño está cerrado? ¿Por qué insisten tanto?

Cuando no contesto, tocan con mayor fuerza.

—¡Está ocupado! —grito esta vez.

Empiezan a patear, por lo que consiguen sacarme de mis casillas.

Le quito el seguro y salgo con el insulto establecido en la punta de mi lengua, pero en cuanto lo veo me atraganto con mis palabras.

De inmediato doy un salto hacia atrás al tiempo en el Anthony que se abalanza sobre mí y consigue cerrar la puerta del baño a sus espaldas, encerrándonos.

—¿Cómo demonios sabes en dónde encontrarme? —pregunto confusa.

—Tu amiga June me dijo en dónde podrías estar. —La mataré—. Además, todavía me debes una respuesta —demanda.

Este no es un buen momento.

—¿Yo? No... —tartamudeo mientras intento pasar por su lado, pero está atravesado justo en la mitad. Es imposible escapar.

¿Qué tiene con los baños?

Por mi parte creo que empiezo a sentir claustrofobia.

—Sí, anoche tan solo saliste corriendo. —La verdad me golpea con fuerza, por lo que permanezco durante unos segundos con la boca abierta y ligeramente mareada, sin saber qué responder.

Está bien, fui una cobarde y sin decirle nada escapé segundos después de que me preguntara si podía besarme. Huir es lo mío, lo hago con frecuencia porque se volvió mi rutina fotográfica por él.

—¿Esa era una mandarina? —cuestiono. Me mira confundido—. Era un basurero... Es decir... Que yo sepa, jamás me preguntaste algo así y tan solo...

—Tienes razón —interviene.

—Ah, ¿sí? —Ni siquiera yo entiendo lo que pretendo decir.

De improviso, un paso seguro lo acerca a mí. Sus cálidas manos toman mis mejillas y sin permitir siquiera el acceso del aire a mis pulmones, sus labios terminan por sellar los míos.

Oh, Señor, él sabe como a menta.

—Maldición, Violet —susurra con voz ronca, echándole más leña a la hoguera en mi interior—. Te vez hermosa con este vestido.

Su mano traza una línea sobre mi espina dorsal, pegándome todavía más a su cálido cuerpo. Suelto un suspiro al ser consciente del cosquilleo que, aún sobre la fina tela de mi prenda, las yemas de sus dedos provocan en mi piel.

La vergüenza me invade, pero con tal de no ser la única abochornada, digo lo primero que a mi cabeza llega.

—Greece, ¿acaso es esta otra de tus mordidas?

—Esta es la marca, Reed —dice mientras vuelve a besarme, exhibiendo su bulto duro al pegarse más contra mí.

¡Oh, guau!

El sombrero que llevaba puesto cae a nuestros pies, y me alegra tener un morral en vez de bolso, o habría sido el fin para Nik si también se desplomaba.

Empiezo a respirar agitadamente. Una ola de deseo me inunda y me aferro a sus fuertes brazos, de repente oscilando cual hoja a la deriva.

Me tiembla todo. No debí comer ese pastelillo de chocolate, pues ahora quizá sufra un paro cardiaco.

Sus manos empiezan a vagar de arriba hacia abajo de mi espalda, jalándome lo más cerca posible. Soy consciente de su ansia, porque de repente yo también me siento igual.

June tenía razón después de todo. Creo que sí quería besarlo, pues ahora que lo estoy haciendo no quiero parar, no soportaría que se detenga.

—¿Qué es lo que me haces? —gruñe, rompiendo el contacto con mi boca, dejándome fatal—. Tus labios me han vuelto completamente loco, y esta noche, además, te presentas con ese vestido... —No lo soporta y por fortuna regresa en busca de más, introduciendo su lengua en mi boca, empezando un duelo con increíble fogosidad.

Esto está mal, pero me encanta.

—Anton —gimo y él se precipita a estrujar mi trasero, llevándome a morderlo ante la sorpresa y por error.

Se echa para atrás, me mira mientras me sonrojo y luego me dedica una sonrisa de voltios.

Aparentemente acabo de provocarlo todavía más, porque su mirada se ha tornado feroz.

En respuesta, mi corazón da un vuelco alocado.

—Has despertado al lobo —me dice.

De nuevo se acerca y pega sus labios contra mi cuello.

Siento que me derrito, pero de pronto la puerta del baño se abre con violencia, sobresaltándome.

—¿Anton? —pregunta una Cailin pasmada, y poco después, la cólera puede con ella...


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