Capítulo 4
Orión la observó detenidamente. La calidez de su cuerpo, el brillo en esa mirada tan radiante como fija y constante en él. Valentina escondía algo, y no solo era ese poder que dormía en su interior, sino la delicadeza en una mujer que a simple vista parecía una amazona legendaria, similar a una Valquiria de remotos lares en plena guerra, pero que a la hora de la verdad, era tierna, dulce y delicada.
Sentía su poder, su magia dormida dentro de ella, como descansando en lo más profundo de su ser a través de una llama de pequeña vela que serpenteaba y bailaba de un lado a otro con una pequeña luz.
Y sin embargo, aun sabiendo aquello que ella escondía en su interior, ese enemigo íntimo de su raza, todo lo contrario a lo que él era, no podía dejar de mirarla, de analizar su cuerpo con fervor, de ver como ese vestido blanco, aun la hacía parecer más un hada perdida en la noche, que una mujer dormida en una cama esperando el beso de ese compañero que haría despertar a la bestia que había en ella; una mortal para toda su raza o una alianza para ambas razas.
Y de eso se tenía que encargar Ben...
Orión rugió sin darse cuenta, sin saber que ese sonido casi animal había salido de su lado enfermo, casi diabólico, de esa parte mala y peligrosa que no debía mostrar. ¿Pero cómo no mostrarla? La mujer era perfecta en todos los sentidos, su aroma, sus ojos como unas preciosas gemas brillantes, y esa cascada de cabellos negros como la noche a sus espaldas, o su voz, como un canto de sirena.
– ¿Te lo pasas bien, Valentina? –preguntó para dejar de pensar en el magnífico cuerpo que tenía delante.
–Sí. –Una pequeña sonrisa danzó en sus labios, y ese gesto, tan solo pudo más que añadirlo a otra tortura más que se apegaba a su cuerpo como una sanguijuela.
Él sabía que no era el momento de comportarse como un idiota si no quería que la dama en cuestión, saliera corriendo, tampoco sabía con qué motivo deseaba que ella se quedara, hablara con él, y sin embargo, el ver ese rostro tan iluminado por una simple sonrisa, fue como recibir un disparo en toda su espalda, ya que, no se lo esperaba y...
Mal asunto, ese gesto natural rozó su entre pierna como si de una descarga mágica se hubiese tratado.
–Tú familia es muy...
– ¿Artista? –preguntó Orión, cortando su opinión.
Su tío todavía conservaba muchos ritos familiares, hasta en la indumentario de cama. Con todos los siglos que tenía, era difícil deshacerse de muchas tradiciones, incluso a veces, en la forma de hablar.
Sus primos al nacer prácticamente en esta época, sus palabras, como sus frases eran las correctas, su tío, parecía vivir en una época medieval, más exactamente. Todavía se consideraba el Lord del clan, un clan escocés que había perdido la mitad de sus hombres y de sus familias. Y simplemente porque la vida había pasado para todos, menos para Guideon, ya que la inmortalidad era lo que tenía. Nacías para vivir eternamente rodeado de todo lo que querías pero en el fondo, tan solo veías como lo que te rodeaba cambiaba, envejecía o simplemente moría.
–No, peculiar –contestó ella mirándole con intensidad.
Y ahí estaban esos ojos, esa mirada penetrante, turba que quería estudiar el interior de una persona.
–Nos han calificado de muchas cosas, pero jamás de peculiares.
–Pues tendrás que anotar una palabra más a esa lista de adjetivos –comentó medio en broma medio seductora con esa sonrisa en los labios, una más ancha que la anterior y tan despampanante que causó el mismo efecto en él. Un pequeño y molesto dolor en sus partes.
Orión sacudió la cabeza y miró hacia otro lado. El salón era una escena más de lo que su tío le gustaba aparentar, no solo por la extravagancia que se anunciaba en ese lugar, sino por la decoración, bañada en otros tiempos como salón de baile de reyes. Cada rincón era alumbrado como una joya dentro de otra.
Miró solo por perder un poco la visión de esa mujer, pero difícil, si no la miraba, su cabeza se encargaba de mostrársela y ese hecho, lo enfureció, porque de pronto recordó que esa mujer, que esa deliciosa mujer, ni seria para él, ni podía tocarla jamás.
Se giró nuevamente y la miró, ya que no encontraba sentido, tener tan cerca a la mujer de su ilusión, y no darse el gusto de verla en directo.
– ¿Tiendes a mirar a las mujeres con tanto desprecio?
Y esa fue la pregunta que desorientó tanto a Orión como a Valentina, que tras formularla, solo, aunque un poco rápido, pudo ver un reflejó de diversión en los ojos de él.
– ¿Crees que mi forma de observarte es por desprecio, niña?
–Deja de llamarme niña, y sí, aparte de que estás tan tenso como un hombre a punto de saltar encima de una liebre, tus ojos no miran, simplemente acribillan.
La voz de ella había cambiado, y su sonrisa, ahora era solo una mueca de disgusto o un ligero rubor de rabia.
–Eres una niña atrevida –replicó él con una voz cargada de autoridad amenazante.
Valentina soltó un bufido, y quiso darse la vuelta, pero era como si necesitara el permiso de él para hacerlo. Se sentía tan atemorizada de estar a solas con él, como confundida de estar presa y fresca y viva por él.
Sentimientos encontrados, perturbados, dominantes y deliciosos, como un torbellino a su alrededor, lleno de nervios o plumas que acariciaban su piel, cuya textura se había erizado y eso que él no la había tocado.
–De todas formas te equivocas... No te miraba con desprecio...
– ¿De qué querías hablar conmigo? –Valentina cortó su expresión, y la ceja de Orión se alzó un tanto inquisitiva, y no fue claramente por la pregunta, si no por la voz nerviosa de ella.
De pronto, todo había cambiado, y ella, se había convertido en esa liebre que antes había mencionado porque por un momento, se sintió turbado de lanzarse encima de ella.
– ¿No tienes interés en saber cómo te miraba?
Ella negó con la cabeza, porque justo en ese momento, un soplo de viento rodeó a Orión y llegó hasta ella, y todo su mundo comenzó a dar vueltas al sentir en esa leve corriente de aire el aroma de él. Una mezcla totalmente diferente bajo un perfume, igualmente esa mezcla, como a océano limpio, fresco y extrañamente peculiar ya que jamás en su vida pudo diferenciar un aroma así, fue el que más penetró en sus fosas nasales y el que provocó que todo su cuerpo no solo se tensara, sino que sus pupilas se dilataron y toda su piel de pronto, fuera acaricida por una delicada mano provocándole un débil estremecimiento.
Y todo sucedió ante él y como sumamente perturbador. Todos esos síntomas se reflejaron contra su cuerpo que reaccionó imprudente.
Había sido increíble, observarla, ver cada cambio de ella, era como una invitación y a la vez la declaración de una guerra.
Fuera lo que fuese, fue un error. En ese momento perdió un poco el control.
La tomó del brazo asaltado por un impulso, y nada más tocar su piel, sintió que esa ardía a fuego lento, quemándolo desde las puntas de los dedos, la muñeca hasta el brazo. Y lo peor no fueron sus síntomas, más bien los de ella. Valentina había temblado como una delicada flor sacudida por una violenta ráfaga de aire.
Orión presionó ese agarre sin darse cuenta para controlarse él, pero fue a peor, porque sintió algo dentro de su cuerpo removerse, comérselo por dentro, como si fuera una serpiente subiendo del suelo a su cuerpo y enrollándose en su brazo. Dio un pequeño tirón y Valentina salió propulsada contra su cuerpo.
Ella soltó un grito, y no fue de miedo, más bien de sorpresa, ya que, un delicioso y, a la vez aterrador estremecimiento traspasó su cuerpo al notar el cuerpo de él, cálido contra su mano, esa mano que había posado en su pecho para frenar el choque.
–Deberías de dejar de hacer eso –pronunció él entre dientes.
– ¿El qué? –preguntó ella sin voz.
La mano de Valentina, la misma que había apoyada en su pecho, ya no ejercía fuerza por retirarlo, aunque en ningún momento esa había sido su intención, esa mano se deslizaba, lentamente y apenas visible para un humano pero sí para un demonio, por el pecho de Orión, tratando de buscar un punto que ardiera más que otro. Orión lo sintió, sintió ese leve roce y su cuerpo, ya perdido, se dio la vuelta y arrastrando a Valentina con él, se introdujo en el pequeño laberinto de musgo verde húmedo, que había en una parte del gran jardín.
No le pidió permiso, solo necesitaba alejarla de cualquier ojo, de cualquier ser que pudiera estorbar o molestarlos, y ella no se quejó, ella se dejó llevar, y esa plena confianza por parte de ella, aun lo motivó más para introducirse en la boca oscura del perdido laberinto.
Que más le daba, ya estaba perdido.
Todo lo sucedido había sido rápido, veloz. Valentina parecía embrujada, porque a eso había llegado para dar crédito al motivo de estar siguiendo a un hombre, a un ser desconocido que temía y a la vez la intrigaba como ningún otro.
Pero de la nada su mente le gritó que no lo seguía, él la obliga a seguirlo, igualmente su cuerpo no hacía caso y siguió hasta que sintió un pequeño tirón en la pierna.
–Basta... Para –pidió Valentina sin respiración...
¿En qué momento había dejado de caminar para comenzar a correr?
No lo sabía y tampoco pensó mucho, porque de pronto esa mano la soltó y se alejó de ella varios metros.
Valentina lo miró aturdida, con una mano en el pecho tratando de tranquilizar ese corazón que parecía pedir a gritos ayuda bajo su pecho.
– ¿A qué estás jugando? –exigió.
El cuerpo del hombre se tensó, y aunque no pudo ver bien sus ojos porque las sombras de la noche se cobijaban en cada extenso manto de hojas que los rodeaban, supo que su rostro se escondía bajo la oscuridad de una sombra a un peor.
– ¿Crees que esto es un juego, Valentina? –La voz de él se había vuelto oscura y peligrosa, no obstante, no fue motivo para hacerla retroceder.
–No –dijo suavemente–. Y si lo es, solo estás jugando tú. Yo... simplemente estoy esperando a saber qué demonios querías hablar conmigo...
–Entonces, niña, deja de perturbarme con tus...
Orión tan pronto como lo había pensado se silenció. Y ese silencio fue la excusa más apremiante que encontró Valentina para dar un paso hacia delante.
–Dime una cosa, ¿cómo te perturbo?
Y tan rápido como había formulado la pregunta, Orión había desaparecido de su vista. Valentina abrió la boca, creyendo que estaba alucinando, o que la bebida que había ingerido debía estar edulcorada con algo, ya que no comprendía como un hombre podía desaparecer del mismo modo que un borrón en el cielo.
Soltó la respiración, un acto que casi la ahoga, ya que ni siquiera se había dado cuenta en qué momento había dejado de respirar, y se llevó de nuevo las manos al pecho.
– ¿Orión? –susurró ya que la noche de pronto se había sumido en un silencio total.
La casa estaba realmente lejos, y ni siquiera recordaba el camino que había tomado, prácticamente no recordaba ni por donde había girado cuando él, la había tocado. Y ahora estaba sola en medio de a saber dónde y perdida en un laberinto de miles de direcciones.
–Sera cabrón –susurró un poco más fuerte.
–Cómo puede una mujer tan hermosa pronunciar un insulto y resultar ser tentador.
Una voz nueva, completamente ronca acarició su cuello como si hablara encima de su hombro, pero cuando Valentina se giró, ese extraño hombre estaba a dos o tal vez tres metros de distancia de ella.
Un hombre apuesto, vestido completamente de negro con un traje pulcramente diseñado para él por su tamaño, moreno, de ojos negros y con una barba de chivo que le daba un toque diferente a unos rasgos afilados. El desconocido la miró de arriba abajo sin medir siquiera su compostura por lo indecente de esa mirada.
–Mi nombre es Lenoth, y... ¿El tuyo?
–Valentina –pronunció ella un poco temerosa.
Ese mismo hombre le recordaba al misterioso hombre que había estallado en silencio el salón con su presencia. E igualmente como el anterior, este le provocó un penetrante escalofrió helado por toda la espalda.
Lenoth dio unos pasos para acortar la distancia y con lentos movimientos, muy precavidos, tomó la mano de Valentina y depositó un beso en ella.
– ¿Estáis perdida? –preguntó sin soltar esa mano.
La distancia se había acortado un poco más, o tal vez era la imaginación de Valentina, quien al intentar pronunciar una palabra mientras pensaba en desaparecer sin aumentar la intriga del desconocido, retrocedió unos pasos hasta chocar contra un cuerpo duro y tenso, a su espalda.
–Orión –saludó Lenoth mirando por encima del hombro de ella.
Repentinamente el cuerpo de Valentina se relajó completamente, hasta se permitió el lujo de descargar los hombros, pero entonces, Orión eligió ese momento para apoyar sus manos, un poco posesivas, en los hombros de ella, y con ello, Valentina volvió a la carga. Tanto la tensión, como el corazón, como el cuerpo se revolucionaron y por un momento se olvidó de Lenoth, quien a su vez miró la escena con ceño.
El cuerpo de Orión no solo parecía marcar un territorio privado alrededor de la ella, también parecía marcarla como suya por la posesiva forma de cogerla, como por la rabia que le descargaba a Lenoth.
–Oh –exclamó Lenoth un poco decepcionado–. No pensaba que este bello ángel fuera un...
–Nadie te invitó a la fiesta. ¿Qué estás haciendo aquí? –graznó Orión.
La rabia se palpaba en el ambiente. Tanto Orión como Lenoth se controlaban, pero el efecto rebuscado y un poco descontrolado pertenecía más al demonio que amparaba a la mujer que al desconcertado hombre que los observaba.
Aunque en la cabeza de Valentina solo había una cosa y no era precisamente la escena, era el tacto del increíble hombre que tenía detrás y lo mucho que se había apegado a ella, la tenía completamente confundida y hecha una bola de nervios.
–Tú padre estaba muy interesado en que asistiera, y ya entiendo el motivo –dijo Lenoth señalando a Valentina con la cabeza.
Las manos de Orión bajaron con firmeza por los brazos de Valentina hasta tomarla de la mano y colocarla a su lado, retirándola de ese modo, de cualquier gesto abrupto de Lenoth.
–No te acerques, Lenoth, o juro que...
–Sshuu –silenció con tono burlón la amenaza de Orión–. Recuerda las reglas, son primordiales y estamos en territorio amigo...
–Estas en mi casa –le recordó Orión con rabia.
–Pero todos tenemos las mismas normas. Y ella no tiene pareja...
–No –rugió Orión con ferocidad.
–Veamos que dice ella ¿No crees? –El duelo no solo estaba echado, sino puesto en marcha.
De pronto, una niebla blanca se precipitó por el bosque, una niebla espesa y cargada de pequeñas bolitas de colores, esa misma niebla envolvió a Valentina, quien de pronto, tubo que apoyarse a Orión por el efecto que esas esencias le causó cuando las respiró.
–Lenoth...
Mareo, cansancio y la voz de Orión distorsionada de fondo... entonces, un muro delante de ella donde programaban una película, una tan real que superaba los cines de 3D.
Unas manos deshaciendo su cabello, quitando esas horquillas que enganchaban sus mechas... Esas manos acariciando su espalda, desabrochando los botones del delicado vestido blanco y dejando completamente desnuda esa parte de su cuerpo... Los dedos no tardaron en tocar su piel, ardiendo en contraste con el frío que la rozó...
– ¡Basta! –gritó Orión al mismo tiempo que la imagen se disipó de la mente de Valentina como un truco más del demonio.
Un don que odiaba personalmente, consistía en que te incrustara imágenes en la cabeza para poder manipularte a través de la imaginación.
La obnubilada Valentina tuvo que apoyarse al hombro de Orión a causa de perder no solo el equilibrio, sino la fuerza de su cuerpo. Orión tomó su cuerpo antes que dejarla caer, y cuando alzó la cabeza Lenoth se había ido, pero unas últimas palabras resonaron a su alrededor como una amenaza viviente.
–No soy el único que la sigue, ni el único que la reclama... Orión, decídete pronto.
La advertencia no era para él, pero se lo llevó a terreno personal y aunque deseó ir tras él y degollar a ese bastardo, la mujer que tenía entre sus brazos, comenzaba a recuperar la conciencia...
Y mierda... ¿Cómo demonios iba a explicarle lo sucedido? Pensó amargamente.
Valentina estaba un poco aturdida, había alucinado colores, y no sabía por dónde empezar, sentía todavía esa mano fría tocándola, sin embargo, la realidad era otra. Unas manos cálidas eran quien la tocaban, y unos labios delicados quien le hablaban. Alzó la mirada, tal vez un poco bizca ya que se cruzó con unos ojos verdes perfilados en un negro brillante, se incorporó de inmediato y parpadeó...
Había bebido demasiado. Pensó llegando a una conclusión para entender esos colores que chispeaban delante de sus narices.
– ¿Qué ha pasado? –preguntó más aturdida que nunca. Después miró a su derecha buscando a Lenoth, pero ese hombre ya no estaba, una parte de ella se sintió tranquila, la otra preocupada de que dos hombres esta misma noche, hubiesen desaparecido tan fácilmente–. ¿Dónde está...?
Valentina se calló cuando Orión apoyó sus dedos bajo su barbilla y la tomó para girarla y que lo mirara.
–Te has mareado. Deberías dejar el alcohol, niña.
Ese apelativo la puso tensa y en guardia. Y repentinamente recordó como Orión la había dejado abandonada en medio de ese lugar.
– ¿Dónde estabas?
– ¿Te preocupa? –preguntó él curioso pero sin dejar ese tono altivo que comenzaba a caracterizarlo.
Valentina alzó el mentón desafiante, le dedicó una mirada petulante y de un brusco manotazo, se quitó esos dedos de su barbilla.
–No –contestó y se dio media vuelta para salir de ahí, o al menos intentarlo.
–Valentina –llamó Orión, pero ella continuó sin hacerle caso caminando hacia delante. –Valentina–. Lo intentó de nuevo–, te equivocas de camino.
Pero las últimas palabras se quedaron en el aire ya que Valentina torció la esquina y desapareció de su vista.
Bufó mientras lanzaba una mirada al cielo, y fue tras ella.
La alcanzó unos segundos después, más perdida que antes. Se había infiltrado más en el interior y aunque le encantaba tenerla perdida, tenía que acompañarla fuera, porque si no, vendrían a buscarla tarde o temprano y que pensaran que él mismo había provocado esa situación no le gustaba mucho.
Lo que menos necesitaba en ese momento era una discusión con su tío o con Ben.
Aunque ganas no le faltaban de machacar a Ben por tocarla...
Sacudió la cabeza y llegó hasta ella. Valentina se encontraba aún más nerviosa que antes y cuando notó su existencia se giró y lo miró con ceño.
– ¿Qué demonios pasa con esto? ¿Cómo es de grande? –preguntó mirando de un lado a otro mientras trataba lo máximo posible no acercarse a él demasiado.
–Lo suficiente –contestó Orión, pero Valentina continuaba sin mirarlo, y ese pasotismo comenzó a animarlo–. Pero yo sé la salida–. Concluyo, burlándose de ella. Le parecía más encantadora cuando estaba enfadada.
La digna y orgullosa joven al fin lo miró, pero no con la sonrisa que él esperaba, más bien con desconfianza.
–Pero...
– ¿Pero...? –repitió Orión con las cejas alzadas.
Valentina bufó y se dio cuenta que con ese hombre no se podía llegar a nada por las malas, así que, muy a su pesar, se tragó su orgullo, y le pidió ayuda, solo que a su manera.
– ¿Me vas a ayudar?
Orión se atrevió no solo a sonreír, si no a imitarla en el gesto de las cejas, y por mucho que Valentina deseara pegarle un golpe para quitarle la tontería, tenía que reconocer que ese gesto lo convirtió en un hombre juguetón y más atractivo, mucho más de lo que podía ver.
–Sí. Solo sígueme –pidió Orión, por primera vez con amabilidad.
Orión se dio la vuelta y caminó en dirección contraria de donde ella había venido, traspasando todo el camino ya recorrido hasta alcanzar otro nuevo camino y toparse con el último pasillo que daba a la salida, pero entonces se frenó haciendo que el cuerpo de ella chocara con su espalda.
– ¿Qué pasa? –preguntó Valentina, dudosa mientras miraba por encima de su hombro colocándose de puntillas.
Ese hombre no solo era alto, sino que era un cuerpo de un metro noventa lleno de musculo, carne dura, hecha de hierro, que olía terriblemente bien, que era no solo guapo, sino un guerrero legendario muy, muy, muy atractivo y a la vez maquiavélico, y que como antes se había mencionado, todo músculos.
Se apoyó en su hombro con una mano para no perder el equilibrio y ese cuerpo se tensó. Ella miró la mano, la mano que lo tocaba ya que comenzó arderle de una forma siniestra hasta incluso le parecía que verdaderamente ardía, se le quemaba, pero la mano estaba bien, era simplemente el contacto con él. Después alzó su mirada y se cruzó con los ojos de él, de nuevo verdes brillantes.
– ¿Pa-sa-al-go? –preguntó otra vez Valentina, con voz trémula y cortada.
Orión se giró, tan lentamente como la mano de Valentina bajó por su brazo al ritmo que se daba la vuelta.
Se encontraron de frente, muy cerca el uno del otro, con las respiraciones cortadas, los corazones subiendo de ritmo con cada segundo que marcaba el reloj de la muñeca de Orión, y la tensión casi rota, porque ninguno de los dos podía romper la mirada del otro.
Y de pronto, tan sumamente rápido como era su naturaleza. Orión abarcó la cintura de Valentina y la empujó contra uno de los matorrales con su cuerpo encima del de ella, presionando levemente, tentando a intentar conectar a un nivel increíble, tanto que, ese control se perdió y antes de que pudiese remediarlo, sus manos se apoderaban del rostro de ella, encajando sus manos y ladeando la cabeza de ella a su nivel, a una buena posición para acceder a ella sin barreras, pero antes, tubo la necesidad de tocarla, y de la nada se encontró rozando sus labios con los dedos. La suavidad en ellos era excelente y solo deseaba probarlos.
La respiración de Valentina no solo era incontrolada, iba más allá de todo, se revolucionaba y se frenaba al mismo tiempo que él la tocaba, como si estuviera sincronizada con esos roces; cuando tocaba un punto la loca que había en su interior se estremecía y entonces pasaba a otro punto y esa misma loca, perdió la autoridad y se desmayaba.
Así iba, despertando a base de sacudidas y muriendo a base de golpes, y todavía no la había besado, pero le faltaba poco.
Los momentos se hicieron.
El silencio llenó de nuevo la atmósfera que los rodeaba.
Los cuerpos se reclamaron en silencio.
Los labios se llamaron y...
Orión por fin la besó.
Tocar sus labios fue aun peor de lo que había imaginado, tanto que se descontroló de una forma que perdió toda la habilidad de su demonio interno y el poder de proyección se escapó de su cuerpo sin darse cuanto para abofetear a Valentina...
Besarla es tocar el cielo, tan dulce, tan sueva, tan tierna. Se derrite en mis manos, en mis labios. Es crema, es algo loco y algo que no puedo controlar... Ya no puedo controlar, su cuerpo lo anhelo con devoción. Ella es aquello que siempre he buscado, ella es definitiva, ella es...
Y de pronto, tras escuchar su voz en eco y como Valentina gemía cada vez que se le escapaban sus sentimientos, cortó el beso.
¿Qué había hecho? Se criticó duramente sintiendo el aliento de ella contra sus labios.
El sonido de un nombre a gritos lo alertó y se retiró por completo de ella. Había caído a la tierra, y no solo eso, se había estampado contra el suelo dejando dibujada sus entrañas en el suelo. Había cometido el error de dejarse llevar, tanto como dejar que ella lo notase, lo sintiese y lo viese desde dentro de su cabeza. Le había proyectado sus propios sentimientos sin darse cuenta.
Ella había sentido todo lo que él había sentido en ese beso, ella lo había visto desde sus ojos, desde su tacto, desde su olfato y hasta desde su cabeza.
La había cagado.
Escuchó de nuevo a Lucas llamándolo, y abrió los ojos para encontrarse con los ojos cerrados de Valentina y los labios hinchados de ella, esperando otro beso. La soltó de repente sintiendo como su ira aumentaba.
Lucas volvió a gritar a carne viva en su cabeza.
Tras no sentir el calor de sus manos sobre ella Valentina abrió los ojos para darse de golpe con una mirada completamente negra, oscura y aterradora. Sintió que algo dentro de ella se removía e intentó levantar la mano para atraer a Orión, pero él rechazó esa mano echándose hacia atrás.
– ¿Qué te sucede? –preguntó mientras se lamió los labios.
–Esto no es una buena idea. –Orión continuaba ronco y se aclaró la voz.
– ¿Qué? ¿Por qué? –Valentina lo intentó y se acercó un poco más a él.
Para sorpresa de ella, Orión no solo se retiró de ella otro paso más, sino que la miró con una rabia incontrolable.
–Para... PARA –rugió él con la respiración agitada.
Valentina se quedó quieta y un poco aterrada de ese cambió de humor, había pasado de la broma a la pasión, luego a la preocupación y finalmente a la ira...
¿Cuántas caras tenía ese hombre? Se preguntó mientras se apretaba una mano contra el pecho y agachaba la cabeza.
–No vuelvas acercarte a mí. Evítame niña, y jamás permitas quedarte a solas conmigo, o sino... obtendras las consecuencias de lo que pase la próxima vez, porque juro que... Nadie vendrá en tu ayuda, nada me detendrá la próxima vez...
Las palabras salieron de sus labios con ira sangrante, sin embargo, su cuerpo ya no estaba, él ya no estaba, se había esfumado de la misma forma que antes, delante de ella como si fuera humo. Por un momento pensó que se trataba de magia, como el mago que saca un conejo de su visera o una serie de pañuelos de su boca.
Igualmente, le pareció una fantasía de lo más surrealista.
Tan solo pudo abrazarse el cuerpo y mirar hacia el lugar por donde había desaparecido hasta que otro cuerpo, tan grande como el anterior y con el mismo delicioso aroma que el rastro que había dejado Orión, apareció delante de ella y sin preguntar, la tomó del brazo, le dio un tirón y terminó abrazándola.
–Lo siento mucho, Valentina –susurró Lucas, acariciándole el cabello entendiendo el pesar de ella.
Lucas no solo lo había sentido, ya que la energía que había despedido Orión había resultado a gran escala y se había desparramado por todo el jardín, también lo había visto y en ese momento, aunque no le pareció bien, ambas reacciones de Orión; Tanto besarla como rechazarla. Lo comprendió.
Valentina era especial. Y sintió tan sobrecogedora lastima por ella que inmediatamente la quiso consolar.
No sabía cómo animar a una mujer, nunca le había hecho falta, la única mujer que había consolado había sido Kasandra y con ella utilizaba otra clase de manipulación que con Valentina no podía usar, con ella tan solo podía utilizar su don, y sus palabras. Pero por la forma en que Valentina dejó caer sus hombros contra él, sintió gran alivio al sentir que la cosa no se le daba tan mal.
–Tú hermano te estaba buscando. –La retiró un poco de su cercanía y la miró–. Hay un pequeño problema con Cat.
–No me digas... –Valentina bufó sabiendo de sobra cual sería le problema–. ¿Es uno de los tuyos o, tendré que pedir perdón a una familia...?
–No tienes que pedir perdón a nadie –cortó Lucas con una sonría que inevitablemente Valentina no pudo negar.
Pero la tragedia era otra. Un episodio de lo más cómico para la gente que la conocía, pero no para el hombre que su amiga perseguía como una loca.
Cat estaba unos cuantos grados de más perdida en sus descaros no solo de embriaguez, sino de encaprichada de otro querubín, como los llamaba ella y aunque Ramses había controlado a su propio hermano Denon, para que no echara a la muchacha de la fiesta a patadas, la cosa se estaba complicando bastante.
Noel tampoco podía soportar una mirada más de toda esa gente, más aun cuando, en ese grupo de etiqueta, se encontraba una joven que le gustaba y que en ese momento sonreía a Noel, mientras este se encargaba de sacar a Cat de la sala.
–Esto es patético –dijo Noel a su hermana nada más llegó a su lado y tomó el brazo de Cat.
–Se ha enamorado ¿Qué quieres? –contestó ella dándole un toquecito a su amiga en la mejilla. Cat la miró y le sonrió.
–Me encanta...es-mu-zuapo –balbuceó Cat y Valentina le sonrió.
– ¿Es siempre así? –preguntó Noel ayudándola para salir de la casa mientras soltaba una carcajada.
–No. Normalmente este es el lado bueno.
– ¿En serio? Pues me parece que esto se va a poner emocionante.
Tras rechazar la oferta de Guideon en acompañarlos a casa. Valentina se tropezó con Ben justo en la entrada.
– ¿Estás segura que no deseas que te acompañemos a casa? –insistió interponiéndose en su camino para acaparar toda su atención.
–No gracias, de verdad, creo que ya hemos causado demasiadas molestias...
–No, jamás causarías una molestia en esta casa –ronroneó Ben de forma seductora.
Ben tomó su mano y le dio un beso, después le guiñó un ojo y soltó esa mano con una perpetua caricia que quería decir mil cosas para terminar arrimándose a ella, acercarse a su oído y dedicarle un último comentario perturbador:
–Esta noche soñaré contigo, mi precioso ángel.
Valentina perturbada se estremeció pero inmediatamente se retiró de ese contacto disimulando para no ofender a Ben y al detalle de despedirse de ella.
Antes de salir dio un pequeño vistazo al salón buscando a una figura, pero por lo visto, Orión había desaparecido.
Montaron a Cat en el coche en la parte trasera, después se montó Noel delante y antes de que Valentina se montara, una extraña sensación, como si se sintiera observada la animó a mirar hacia atrás, más exactamente a una de las esquinas de ese impresionante castillo, justo a una de la pequeñas torres que gobernaba ese edificio.
Una sombra se movía como una bandera en el viento, y ese soplo de aire le trajo el recuerdo del aroma de Orión, un olor que nunca olvidaría.
Sin darse cuenta se tocó los labios, y sintió otra marca más que nunca olvidaría, su sabor.
–Valentina, venga –gritó Noel desde el interior.
Orión, desde la cornisa se levantó todo lo grande era y miró, durante unos segundos ese coche desaparecer.
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