Capítulo 12
Los suspiros eran extrañamente acentuados cuando todo parecía en calma total, ella sabía que esas voces que se repetían continuamente en su cabeza tenían que ver con las mujeres que se le aparecían, ambas, una parecía sacada de una película de terror y otra de una novela medieval, una ninfa de los bosques que la amparaba en la dulzura y el cariño, y una bruja que la instaba a descuartizar.
Los sueños, otro estrago que se le atragantaban muchas noches se estaban convirtiendo en una parte de la vida que se parecía tanto a la realidad que Valentina temía que se trataran de premoniciones ya que, en cada una de sus imágenes, su hermano era brutalmente asesinado a manos de una bestia que no pertenecía a este mundo.
Y después estaba el anhelo profundo que sentía por un hombre que se había mostrado cada día estúpido, hasta la noche en el bosque donde por primera vez, él se había lanzado a ella como si fuera un animal hambriento, para luego, contestarle por teléfono con una antipatía que rayaba el insulto.
– ¿Estás lista?
Al otro lado de la puerta, Cat daba toquecitos en la madera con los dedos. Valentina, mirándose en el espejo, se tragó cada una de sus preguntas diciéndose que al menos, una de ellas sería respondida hoy y se giró para contestar a su amiga.
–Sí.
–Mat ya está aquí... ¿no te importará que nos veamos en el restaurante?
El corazón de Valentina le dio un vuelco.
Cada vez que pensaba en esta noche pasaba de estar ilusionada al compartir, por fin, una velada con Orión, a romper en el nerviosismo loco por creer que estaba cometiendo un gran error. Pero ahora, su amiga le presentaba la oportunidad de ir a solas con él, durante unos minutos en los cuales podía aprovechar para hablar de lo que sucedía entre los dos.
–No, no me importa. Anda y corre a los brazos de Mat. Nos veremos luego.
–Una cosa– añadió, picarona su amiga, pegando la cabeza a la puerta–, nada de manitas, ni paradas inesperadas– Valentina sonrió y bajo su vista a las manos. Los dedos le temblaban–. No lleguéis tarde. Es una orden.
–Tranquila, mi señora. Seremos puntuales.
–Das por sentado que Orión será rápido...
–Lárgate, Cat.
Escuchó el tono que dio a la puerta, un golpe con los nudillo y después el suave golpe que profirieron sus tacones por el pasillo. Valentina soltó la respiración y tras mirar esa puerta unos segundos se miró de nuevo en el reflejo del espejo.
¿Se había pasado con la ropa? ¿Era un color demasiado escandaloso? ¿Demasiado infantil?
Cat le había traído mucha ropa de su piso, pero la mitad de eso trajes de fiesta, le recordaban a Drake, y aunque ese hombre ya pertenecía al pasado, creía que al volver a ponerse una prenda con un hombre diferente, marcaria la mala suerte de que le saliera igual de rana que en la anterior relación, así que, había optado por un vestido de estilo romántico en color azul cielo que no marcaba una fecha ni un recuerdo malo que tenía que borrar.
No.
Este tendría sus propios recuerdos nuevos con otro hombre nuevo.
La puerta principal de casa sonó. Como todo un hombre elegante, Orión decidió llamar guiándose por el soporte en forma de ancla que por el timbre. El cuerpo de ella fue sacudido por un violento latigazo que le revolvió las tripas. Tomó la cazadora del respaldo de la silla y bajó las escaleras con rapidez. Al llegar a la entrada principal se quedó paralizada al encontrarse en la misma puerta, con las manos en el bolsillo a Ben.
–Hola– consiguió pronunciar.
Él le dedicó una preciosa sonrisa de oreja a oreja después de hacer una buena revisión a su aspecto.
–Hola– contestó él con esa voz seductora.
– ¿Qué haces aquí?
Ben sacó las mano del bolsillo y se acercó un poco a ella, lentamente, como pidiendo permiso y actuando con una cordialidad absoluta.
–Mi primo me ha dicho que me encargara de ti –susurró, levemente.
– ¿Cómo?
Toda la ilusión que había crecido desde que había quedado con Orión se esfumó. No se lo podía creer.
–Al principio no comprendía muy bien a que se refería –continuó, Ben, con una nota incrédula–, pero después de que me explicara vuestra cena, pues... Acepté–. Sonrió ampliamente y terminó acortando la separación que les quedaba para arropar sus brazos con las manos–. Espero que no te importe. Orión tenía cosas que hacer y yo... Bueno, realmente he anulado todo para pasar un momento contigo.
¿Cómo había sido capaz de despacharla de esa manera?
Valentina dejó de mirar el vacío de sus pensamientos y se tragó su rabia. Por lo visto para Orión no había significado nada, la había utilizado.
Cerró los ojos, tomó una intensa respiración y cuando le devolvió la vista a Ben, se transformó en otra mujer. La chica educada y de dulce mirada que siempre le había funcionado cuando todo a su alrededor se derrumbaba.
Ella también era buena poniendo caras en momentos excepcionales.
–No me importa, gracias, pero no tenías por qué dar la cara por él –dijo, y se alegró de que su voz sonara con tanta fuerza.
–Es un placer, Valentina. –Ben subió el tacto de sus manos hasta los hombros, y los presionó con compasión–. Sinceramente, cuando me lo ha pedido... No me he podido negar. Tendría que ser muy tonto para rechazar esa oferta.
Halagada, pero sin contestar su comentario ya que comenzaba con el mismo sermón romántico que la noche anterior, la misma donde había terminado con otra mujer, se dio la vuelta, quitándose de encima esas manos y se dirigió la salón.
Tanto su hermano como Ramses estaban sentados en el suelo jugando con un nuevo y salvaje juego de asesinos que Noel había comprado con su última contribución extra en la librería. Valentina se adelantó y llamó a su hermano.
–Ser buenos está noche, y pasa si algo, llevo el móvil –señaló con intención mientras le dirigía una mirada directa a su hermano.
–Tranquila, Val, yo estoy aquí, cuidaré de él –dijo Ramses dándole un golpe en la espalda a Noel. Después se giró cara ella y con una precavida mirada, le echó un vistazo a Ben–. Ten cuidado tú también.
Valentina le sonrió y luego le guiñó un ojo a Ramses.
–No tardaré, –después se giró hacia Ben, quien había vuelto a meter las manos en el bolsillo y, tenso observaba a su primo–, ¿nos vamos?–. Él parpadeó y mirándola a ella, asintió.
El restaurante no es que fuera un extravagante lugar, pero sin duda era lo mejor de todo el pueblo. Cuando Valentina y Ben entraron, el lugar estaba lleno de gente, unos esperando mesa en la barra y otros discutiendo con un camarero que esperaba al lado de un pedestal y no dejaba de mirar la nota de clientes que tenían mesa mientras discutía con una pareja por no haber reservado con anterioridad.
Valentina pasó de largo, evitando la mano que no dejaba de tomar la suya y se acercó a la barra. Cat nada la más la vio le dio un abrazo y después miró con ceño a Ben. Se acercó a su amiga.
– ¿Qué hace él aquí? ¿Es que no recuerdas lo que te dije? –le susurró en la oreja.
–Sí, pero Orión me ha dado plantón, es más, él mismo ha enviado a su primo para ocupar su puesto.
Cat se retiró y abrió la boca alucinada, después, sin que su voz soltara un sonido, deletreó meneando la boca en un perfecto:
–Será cabrón.
Ella simplemente se encogió de hombros y dejando atrás todas esas miradas se acercó a la barra para pedir algo fuerte mientras su amiga le presentaba su conquista a Ben. Entonces y con las manos ocupadas por el cristal, Valentina se obligó a centrarse en la conversación que mantenían esos dos.
Mat era un chico carismático, con una preciosa sonrisa donde mostraba unos graciosos hoyuelos que lo hacían mucho más atractivo. Un hombre que se cuidaba con un cuerpo no musculado, pero si fortalecido, no era Denon, ni ningún Hamlet, pero no se quedaba atrás.
Con el pelo cortado al uno y unos grandes ojos miel, no sabía cómo un chico tan común y dulce, había podido conquistar a su amiga, pero después de la segunda broma, Valentina comprendió cual fue el rasgo bueno de Mat a la hora de que a ella se le cayera la baba. Su forma respetuosa y muy amistosa de tratar a las personas que no conocía, sabía como congeniar y cómo hacer que otro se sintiera bien.
Disimuladamente, Ben aprovechó que la pareja se había centrado en ellos mismos y se acercó a Valentina por detrás. Ella notando la presión que ejercía ese cuerpo sobre el suyo, se colocó cara la barra y notó como él, se pegó a su espalda.
– ¿He hecho algo que te ha molestado?
Tú no, pero tú primo sí. Fastidiar mi noche.
–Porque si es así, puedo irme –añadió.
El cuerpo de ella se tensó tras escuchar el detonante dolido que es hombre había utilizado. Sin más, se giró hacia él y con una sonrisa en los labios negó con la cabeza, aun así, Ben no pudo evitar mirar esos ojos decepcionados.
–Estoy algo cansada –argumentó ella con dulzura.
– ¿Seguro?
Él no la creía, sabía cuál era el motivo principal de esa mujer al encontrarse de esa manera y su preocupación no disipó todo lo que se concentraba en su cabeza. Por un momento se sintió hervir al notar la melancolía que habitaba en ella al estar pensando en ese momento, seguramente en su primo, igualmente y haciendo que la rabia no quedara plasmada en su rostro, acarició su mejilla.
–Estás preciosa esta noche –anunció, bajando su tacto hasta la barbilla y deslizando un dedo por su labio. Valentina se tensó y en sus ojos, él pudo apreciar un brillo que le encantó–. Me gustas, y no me costaría mucho enamorarme de una mujer como tú.
El labio que él acariciaba tembló ligeramente y el brillo se hizo mucho más intenso, más llamativo.
–B–Ben –tartamudeó, ella, buscando la forma de mandar una orden a su cerebro para que su mano se moviera y retirara ese tacto–. Lo nuestro no...
–Sshuu –la enmudeció él, acercándose un poco más–, cuando termine la velada, hablaremos de nosotros, me parece que hay un tema pendiente.
Ella quiso abrir la boca, negar lo que esa mente retorcida había planeado, decirle que no estaba interesada de la forma que a él le gustaría, pero el metre, un hombre bajo y con bigote, carraspeó para llamar la atención de ambas parejas, y les informó de que su mesa ya estaba lista.
Fuera, en una pequeña caseta cubierta, Lucas y Denon vigilaban desde una distancia prudente el interior del restaurante. Denon, quien emocionado había decidido acompañar a su primo para proteger a Valentina, se encontraba bufando, farfullando y soltando mil maldiciones mientras, de reojo no dejaba de dedicarle miradas furiosas a una de las parejas.
–Puedes hacer el favor de callarte –se quejó Lucas, mirándolo por encima del hombro–. Me estás poniendo de los nervios.
–Que te den por el culo –le contestó crispado, Denon.
El rostro confundido de Lucas se giró rotundamente con un aspecto incrédulo. Denon tenía la vista completamente salida de sus cuencas y puesta en un punto certero del restaurante, la mesa que estaban ocupando esas dos parejas.
– ¿Se puede saber que te sucede?
–Nada –farfulló entre dientes.
–Pues céntrate en el maldito trabajo.
Lentamente, y más abiertos que antes, Denon se giró cara su primo con la boca abierta.
–Es lo que hago. No pierdo de vista a esos cuatro.
–Más te vale –escupió, Lucas, con la voz firme–. No quiero errores...
–Deberías de haber avisado a Orión. Ya no estaríamos aquí –se quejó Denon.
Realmente estaba molesto con la situación, no es que deseara estar en otro lugar... Sí, mierda, lo deseaba, pero la primeras vistas de Cat, entrando de la mano de ese mamarracho había propulsado a su cuerpo a quedarse un rato más, ahora se arrepentía.
Esa mujer lo afectaba, lo ponía de muy mala leche, porque, sinceramente no era por otra cosa. Denon era muy selectivo a la hora de elegir conquista. Todas eran mujeres que tanto en apariencia como en soltura, expulsaban elegancia y un porte de soberbia muy femenina, eran como un diamante en una fiesta, cada hombre se fascinaba de la joya que él llevaba colgando del brazo. Cat era todo lo contrario, es más, la palabra que la calificaba era; demasiado salvaje, tanto por su forma descarada de hablar como por su forma descarada de mostrar carne.
Desde luego que no era su tipo... Entonces... ¿Porque mierda se sentía tan cabreado consigo mismo por procesar esas imágenes de ella en un color rojo saltón?
–O la cosa sería peor –murmuró, Lucas, devolviendo la vista a la mesa.
– ¿Por qué?
–Porque ella está cenando con Ben, en vez de con él.
Ambos se giraron hacia la preciada estampa del restaurante. Las luces de ese lugar destacaban en un amarillo chillón que reflejaba cada rostro, gesto y cubierto dorado que había sobre la mesa. Por el momento no había nada sospechoso, exceptuando la forma íntima con que Ben trataba a Valentina, o la forma obscena con que Cat y Mat se trataban. Ella le había dado de comer, hasta en una de sus excéntricas formas de provocar, cuan Mat le había devuelta el gesto de darle de comer, ella en un descaro se había metido el dedo dentro y lo había lamido.
–A la mierda –se quejó Denon, levantándose y arreglándose la ropa–, ya no aguanto más. Esto es una mierda. Estamos perdiendo el tiempo...
– ¿Dónde te crees que vas? –exigió saber Lucas, deteniendo a su primo.
Denon bufó y miró la mano que había apoyada en su pecho. Por mucho que hubiera deseado retirarla y estampar a Lucas contra el cristal para romper la unión de esos cuatro, seguramente hubiera terminado comiéndose el suelo con los brazos partidos, y todo, con un simple movimiento de su primo, así pues, decidió no provocar a esa bestia.
–A casa –murmuró mirándolo a los ojos.
–No. –Lucas fue rotundo y autoritario.
Denon bufó y dejó que su cabeza cayera. Miró de nuevo a las mujeres y la sangre volvió a circular a toda velocidad por su cuerpo.
No lo soportaba más.
– ¿Qué puede pasar? ¿Que Valentina se atragante con una galleta? ¿O que su amiga se ahogue con el dedo del payaso ese?
–Den, Ramses nunca se equivoca...
–Porque nosotros impedimos que las cosas sucedan –interrumpió exasperado, pensando que en el momento que Lucas dejara de tocarlo desaparecería cagando leches–. ¿Quién te dice a ti que el horror al que se enfrentara haya salido por patas al vernos a nosotros al acecho?
–Me da igual. –Lucas lo soltó y se pasó las manos por el pelo–. Hasta que ella no entre en casa, sana y salva, no pienso menearme...
–Pues ahí te quedas.
Y antes de que Lucas pudiera detener a su primo, Denon desapreció.
La velada, que se encontraba en todo su auge, se había convertido en una diversión constante, exceptuando por el incómodo comportamiento obsceno de Cat, algo que le encanta a Mat, pero que al resto los dejaba en un aprieto. Valentina decidida que necesitaba un descanso de tal arrollador exceso de preliminares y de las manos de Ben, que por un momento se entrometieron en partes de su cuerpo a los que ella deseaba mantener lejos, se fue al baño.
La melodía que sonaba en el hilo musical de los aseos la sorprendió. Se miró en el espejo y cerró los ojos. Bufó alguna que otra maldición y deseó que la noche pasara volando, por un momento se vio tirada en el sofá de su casa y suspiró. Abrió los ojos y se deslizó a uno de los cubiletes que había en línea de un color rojo pasión. Un gesto que también le hizo gracia.
En el momento que decidió salir escuchó que le entorno estaba demasiado silencioso, demasiado quieto, era como si todo, hasta el más puro aliento que salía de su boca se silenciera de alguna manera terrorífica. Su corazón se aceleró, el pitido de su sonido se intensificó en sus tímpanos y la sensación de ansiedad se arremolinó a su alrededor como una capa de aire.
Con el pulso temblando descorrió el pestillo y tiró de la manivela para salir, de pronto, cuanto antes.
Y hubiera salido con rapidez sino fuera porque un enorme brazo de hierro rodeó su cintura y una mano aprisionó su boca para tapar el feroz grito que salió de su garganta. Antes de que pudiera identificar el hombre que arremetía contra ella, se vio estampada contra una pared y un cuerpo fuerte y caliente pegado a su espalda.
Todo a su alrededor, el temor, la angustia y el proceso de sus cuerpo en volverse loco por salir de ahí la atrapó en una espiral de miedo que la inmovilizó. Su secuestrador se ajustó mucho mejor a ella y colocó su nariz en la curvatura de su cuello, después aspiró como si ella fuera un delicioso vino que estuviera catando.
Y entonces, al tener ese cuerpo tan cerca, Valentina reconoció el aroma del océano venir a ella, y supo, con seguridad quien era el secuestrador.
–Orión –murmuró contra los dedos que aun arropaban su boca.
El aludido tembló ligeramente, pero inmediatamente expulsó esa sensación de vértigo, al sentir el ligero escalofrío de ella, y se centró en aquello que lo había impulsado a encerrarla en el baño, y principalmente en su rabia personal.
– ¿Me estás retando? –preguntó entre dientes.
El escalofrío de Valentina se hizo mucho más que evidente y aunque provocó del mismo a modo a Orión, se mantuvo firme, quería una respuesta y si comenzaba a dejar que el lado que perturbaba esa mujer ganara terreno, no con seguiría ni una mierda.
–Dime, Valentina, ¿estás jugando conmigo a ver cuánto aguanto?
Se escuchó un murmullo distorsionado que venía de la voz de ella pero que los dedos de él habían apagado al tenerlos tan tensos y fuertemente presionados a sus labios. Orión, le dejó la boca libre para escuchar la defensa de ella y rodeó su cara para terminar cogiendo el cabello de la joven, para tener al alcance de sus manos un ataque por si no le gustaba la respuesta que ella le daba.
–No –consiguió decir ella con la garganta seca.
–Si esto es una prueba de las tuyas o un juego infantil para darme celos... Lo has conseguido niña –amenazó Orión, tirando delicadamente de su cabello–. Pero has metido la pata. Que yo esté celoso solo significa que tú, estás hasta el cuello de problemas conmigo.
La cabeza de Valentina se venció siguiendo ese tirón y de pronto, se quedó mirando los dibujos artísticos del techo. Tomó una intensa bocanada de aire y tragándose el temblor que había de sus piernas al sentir ese gesto de lo más erótico. Lo empujó un poco para retirarlo de su espalda. Él, completamente cabreado, la empotró con más fuerza, llegando a lastimarla.
– ¿Qué demonios te sucede? –espetó ella con la respiración acelerada.
–Te prohibí a Ben –tiró más del pelo, haciendo que ella soltara un grito y bajó su mano a la cadera para dejarla completamente inmovilizada–. Me has desobedecido y encima te lo traes a un restaurante como si fuerais una maldita pareja... Eres una...
– ¡Tú lo enviaste! –gritó incrédula ante sus palabras.
No entendía nada. Después de darle plantón, tratarla fatal por teléfono, ahora le pedía explicaciones de algo que había organizado él.
– ¿Qué yo lo envié? –espetó enfurecido, después la giró con la misma violencia que la había vuelto a meter en el baño. Valentina dio otro grito cuando su espalda chocó contra la madera del baño.
Estaban encerrados, con el pestillo echado y una de las bombillas que alumbraba cada cubilete por encima de sus cabezas, mostrando, perversamente la expresión del demonio sobre ella.
Valentina contuvo la respiración, y no supo si ese rostro le excitaba o la mandaba directamente al infierno.
–Te quiero para mí, Valentina. No soy un hombre de compartir la comida –añadió salvajemente.
El delicioso aroma de almizcle, mezclado con su aroma de océano, se envolvió en ella como si de alguna manera, él estuviera marcando su piel con su olor.
Valentina parpadeó por ese comentario, tanto por lo posesivo que había sonado como por compararla a ella con comida. Se enfureció.
–Tienes una idea equivocada de conceptos –explicó ella y Orión, hubiera intentado poner cara de póquer, pero con la rabia que sentía, su rostro se desencajó al mostrarse incrédulo, igualmente, ella continuó–; que cuando te tranquilices, tal vez, algún día podamos aclarar tus desvaríos mentales...
–No estoy desvariando, tú estás aquí con ese cerdo burlándote de mí.
Su rabia era contaminante, Valentina sintió un latigazo detrás de otro. La furia se convirtió de nuevo en temor.
–Y–yo...no, –Valentina se interrumpió e intentó tomar el aire, sólo que, el aire que entró fue tan ardiente que le quemó la garganta–. Tú eres el que se burla de mí. Me tratas fatal por teléfono mientras yo te hablaba bien, y después... es Ben a quien mandas en tú lugar.
Orión bufó y cuando volvió a tomar otra bocanada de aire, las fosas nasales se le abrieron, algo completamente perturbado.
–Explícate mejor porque, estoy deseando darte el peor escarmiento que has recibido en tu vida.
Ella, con la boca medio abierta, se quedó perpleja al escuchar el tono agresivo y ronco de su voz. Orión tenía una vena loca que exhibía como una camisa nueva; muy orgulloso y despreocupado, para la gente pensara que ese hombre no pertenecía a su mundo, hasta sus ojos, esos verdes globos ahora eran un manto negro y de lo más brillante.
–No tienes derecho a exigirme nada, eres un desgraciado...
La palabra murió cuando la frente de él cayó sobre la de ella. Un gesto de lo más amenazante y preocupante. Esa parte de Orión, aquella que temía que pudiese gobernar su vida completamente, su otro yo, el demonio loco y descontrolado que despertaba en el momento más inoportuno, arrasando con todo aquello que se interponía en su camino, comenzó a rondarle por las venas, a quemarle desde el interior por salir.
Con todo y sintiendo como estaba perdiendo el control, intentó serenarse, si la bestia despertaba, Valentina estaría en serios problemas, porque cuando su lado oscuro controlaba su cuerpo, no existía amigo o mujer o niño, todos eran enemigos y no podía despertarse en un charco de sangre, al lado del descuartizado cuerpo de ella muerto.
–Esa respuesta es incorrecta –su voz sonaba de lo más aterradora, hasta su cuerpo, ese músculo forjado en hierro estaba duro, tenso y tembloroso–. Me estoy jugando el cuello por ti, y tú me lo agradeces cenando con él.
–Eres tú el que ha organizado esa cita...
– ¡Yo no he organizado una mierda! –rugió con la respiración muy alterada.
El cuerpo de Valentina le dio una tremenda sacudida por el poder que él estaba desprendiendo, era una fuerza brutal que no entendía, como no comprendía que demonios le estaba sucediendo.
–Orión –lo llamó dulcemente, buscando la forma de tranquilizarlo–, quedé contigo para cenar, estaba ilusionada –comenzó explicar, manteniendo una cordura total, un nivel tranquilo para moderar a ese hombre. Orión levantó la vista y la fijó en ella de una forma que parecía que se burlara de él–, aun después de cómo me trataste por teléfono, continué ilusionada, pero... Ben dijo que estabas ocupado, que le pediste que se hiciera cargo de mí.
–Yo nunca le pediría eso, mentirosa. Y deja de hablarme de esa forma como si fuera un niño pequeño, aquí la infantil eres tú al creerse que podías jugar...
– ¡Te digo la verdad! –gritó, Valentina tras sentirse ofendida por el insulto.
–Y yo te digo que no quedé contigo –las últimas palabras de Orión fueron meros susurros, pero era un viento fuerte en el horizonte, el agujero de una tormenta, una calma que predecía una gran y más fuerte tempestad.
–Te llamé por teléfono, hablé contigo y me dijiste que sí.
Los temblores de él aumentaron, su cuerpo ya no despedía movimientos leves, se sacudía como un poseído. Agachó de nuevo la vista y descargó su puño contra la pared, justo al lado de la cabeza de ella.
–Por supuesto, y luego te despertaste. –Eso ya no era su voz. Ese ya no era Orión, era la bestia.
De pronto, todo el ambiente que los rodeaba se enfrió, se heló y se concentró todo en el cuerpo que él mantenía contra la pared y su cuerpo. Valentina estaba aterrada, jamás había visto un comportamiento tan singular y tan extraño. Quería salir corriendo, huir, pero a la vez se sentía obligada a estar cerca de él, como si de algún modo ella pudiera ayudarlo. Levantó una mano y la apoyó en su pecho. Ese musculo dejó de temblar y el suéter de cashmere desprendió una dosis de calor que calentó su mano.
–Orión, no sé qué está sucediendo, no tengo ni idea; si es que no recuerdas nada, pero, yo no lo he soñado, –la cosa estaba funcionando, o eso se creía ella, aun así, apoyó la otra mano en la otra parte del pecho de él y ajustó los dedos para que sintiera la calma que quería despertar Valentina–, Cat es mi testigo, te llamé delante de ella, es más, hablé delante de ella –habló con una completa sinceridad y con un nivel de voz que se mezclaba entre el pánico y la dulzura. Por un momento, Orión comenzó a creer en ella–, me dijiste que vendrías, que cenarías conmigo y después, fue Ben el que vino en tú lugar... Él dijo que tú le pediste que me acompañara.
Levantó la mirada de nuevo y la clavó en ella, el susurrador de su dolor interno estaba aún presente, no había mejorado, pero al menos se mantenía quieto, por el momento.
– ¿Y porque no recuerdo tu llamada? –Por muy parado que estuviera su demonio, no se callaba, ya que el volumen que había adoptado era el mismo de la bestia.
En el mismo momento que él se hacía esa pregunta, una vocecilla interna le daba la respuesta; Ben, él era el culpable.
–No tengo ni idea –contestó Valentina.
Pero Orión ya no escuchó su voz, ni su respuesta, la alarma penetrante e insistente de la bestia estaba sonando tan estridente como un bafle a todo volumen contra su oreja. Se retiró de ella bruscamente con la cabeza gacha hasta apoyarse en la pared de enfrente.
–Y aun así, has venido con él.
–Estaba cabreada.
–Una venganza –farfulló entre dientes sintiendo como la bestia, poco a poco se iba apoderando de él–. Le has dado a mi primo algo que me pertenecía a mí –sentenció con una voz completamente ida.
Orión hizo un sonido de arcadas, como si alguien le hubiera dado una patada en el estómago, y todo porque se controlaba para dominar la transformación.
–No es...
–Vete –ordenó completamente desquiciado–. Que Cat te lleva a casa. ¡Ya!
Sin más explicación y completamente aterrada salió del baño y acudió, con el rostro descompuesto a la mesa. Se sentó con tranquilidad e inmediatamente fue abordada por Ben, que pasó su brazo por sus hombros.
Entonces, sin explicación, el restaurante comenzó a temblar, todo lo que había encima de las mesas se volcó y repentinamente, las luces que habían parpadeado como unos flases en una discoteca, se apagaron.
Los sonidos de pánico llenaron el lugar y la alarma se agitó entre los presentes como una mala señal. Una masculina voz con un acento marcado, trató de apaciguar a la multitud que comenzó a levantarse de sus asientos. Mat y Ben comenzaron a mirar de un lado a otro, Cat, atentamente solo se fijó en Valentina y en el rasgo de terror que se garbaba en su rostro. Se acercó a ella y se sentó en el sitio libre que había dejado Ben.
– ¿Qué te sucede?
–Quiero irme a casa –suplicó Valentina, sin dejar de mirar el vino rosado que había en el mantel blanco derramado.
Cat se levantó y cogió a Ben, sin quitarle el ojo de encima a su amiga, esté accedió aquello que le dijo y cinco minutos más tarde él la estaba llevando a casa. Cat y Mat decidieron continuar con la noche por su cuenta.
No sabía si hablar, si preguntarle por lo sucedido con Orión o simplemente desaparecer y no volver a ver a Ben. No sabía muy bien lo que hacer, sin embargo, nada más llegaron a casa, saltó del coche, deseando entrar en la protección de su hogar, no obstante, y para su sorpresa, antes de que pudiera sacar su cuerpo completamente del vehículo, Ben ya estaba delante de ella, con una expresión de confusión total.
Ella, mucho más aturdida que él, miró a su espalda, revisando el coche y después a Ben. Se preguntó cómo era posible que se moviera con esa rapidez, pero como se sentía completamente aturdida después de todo lo sucedido, achacó esa falta de reflejos a la situación.
– ¿Qué te sucede? –preguntó él, acercándose a ella–. Has estado muy callada. ¿Te has asustado del terremoto en el restaurante?
Ella se arropó los brazos como si sintiera frío y lo miró. Negó con la cabeza.
–No ha sido el terremoto. Eres tú.
Ben levantó una ceja.
– ¿Qué quieres decir?
– ¿Cómo sabias que esta noche tenía una cena con Orión?
El ceño desapareció y un atisbo de ira se reflejó en su rostro. Ben ya no parecía tan tierno.
–Ya te lo he dicho. Él me lo dijo. No quería venir, había quedado con su amiga y no...
–Mentiroso –cortó ella, de una forma mordaz.
–No miento, pero no deseaba decirte la verdad porque sé que... Mi primo te gusta, no quería amargarte la noche.
La voz profunda de él se desvaneció y se atrevió asentirse dolido, realmente afectado. Para Valentina fue toda una actuación que no creyó, y tenía motivos para no creerle, después de lo sucedido con Orión y de todo lo que él le había dicho.
No comprendía que había visto en Ben. Por lo visto, las apariencias engañaban muchísimo.
–Pues te ha salido de pena. Lo has fastidiado completamente mintiéndome.
Valentina avanzó, pasando por su lado para poder llegar a casa, pero Ben se interpuso en su camino y la tomó de los brazos para frenarla.
–Vale, te he mentido. Pero era la única forma de estar contigo, de hablar contigo y de poder conocerte mejor –la súplica de Ben consiguió doblegar a Valentina, que dejó que el peso de sus hombros se hundieran hacia abajo.
–Ben, –soltó un suspiro y deseó no pronunciar las siguientes palabras, pero fue inevitable, tenía que cortar esto de raíz–, esto...
–Tú me gustas. Mucho. Haría cualquier cosa por disfrutar de ti.
–Lo siento, pero, aunque me duela decirlo, yo no puedo darte lo que me pides. No siento lo mismo por ti.
–No puedes negar que hay algo entre los dos –insistió con ojos, de pronto, oscuros.
–Puede, pero ese algo no es lo que imaginas.
La presión de esos brazos aumentó, el gesto de Ben cambió y el hombre entrañable, dulce y cariñoso que momentos antes le estaba implorando, había cambiado.
–Yo no estoy conforme con eso.
El mínimo rasgo de peligro, aunque en lo más infinito era mucho más que audible, se presentó contra ella y la alarma saltó precipitadamente cuando esos labios se estamparon contra ella violentamente.
Eso no era un beso, eso era una lucha, una violenta pelea de conquista para desear sangre caliente y abundante derramarse por su boca. Valentina peleó, si a eso se le podía llamar una lucha insistente y preparada, pero luchó con todas sus fuerzas contra algo que era imposible quitarse de encima. La fuerza de Ben, en ese momento era brutal y descontrolada.
En un último esfuerzo, ya fuese para recuperar aliento o soltar un grito al cielo, Valentina lo mordió. Ben, maullando de dolor se echó para atrás, se tocó el labio herido y después, al ver su sangre manchando sus propios dedos le dedicó una mirada de lo más amenazante a ella. Valentina, asustada, retrocedió y, la alarma taponó sus oídos.
–Mal hecho, ¿tú no eres un angelito? –Su voz, un canto de horror y espanto se cernió sobre ella de una forma escalofriante. Ese hombre, ese guerrero estaba poseído–. Te gusta la sangre... Pues vas a sangrar y...
Las amenazas de Ben se terminaron en el mismo momento que un extraño y espeluznante sonido salió del bosque. Mucho más espantoso que lo que ella tenía delante, mucho más terrorífico y completamente desconocido, el grito de no solo un animal, varios acercándose a ellos, trotando y meneando la tierra que había bajo sus pies cortó de forma radical todo a su alrededor.
Valentina se giró y pudo ver con sus propios ojos como el bosque, una naturaleza tranquila y que siempre le había parecido hermosa se meneaba violentamente cómo si una familia entera de caballos, aplastasen esa tierra, directos a por ellos.
–Entra en casa –ordenó Ben, rugiendo como un animal.
Ella, que atenta no podía dejar de observar escuchó esa orden en un eco, en un susurro silencioso que se escapó por el viento.
–Valentina. ¡Entra en casa! ¡AHORA...!
El feroz grito que soltó Ben, se apagó tras un golpe seco. Valentina solo pudo ver su cuerpo salir disparado, como si una mano de humo negro, enorme, lo hubiera golpeado hasta esconderlo en el interior del bosque.
No pudo gritar, no pudo pronunciar ni un sonido. Simplemente, se giró e intentó correr hacia su casa...
Demasiado tarde. La misma mano que había abofeteado a Ben, también se propulsó contra ella y la lanzó a las infinidades oscuras del mismo bosque que nacía justo enfrente de su casa.
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