Capítulo 11
La sangre se repartía bañando el suelo, las partes humanas se escampaban por todas partes como si fueran trozos de un árbol derribado, y al fondo, entre las ramas, la escena de un monstruo enloquecido. Sus dientes, dagas pequeñas y alargadas, formando una serie repetitiva de amenaza, se asemejaba a una sierra. Su cuerpo, en un color marrón y negro, brillaba bajo la luz de la luna dando una imagen semejante a la de un manto húmedo por una pequeña llovizna de madrugada, y sus ojos, dos bolas doradas resplandecían cual sol en el cielo.
Mis pasos se dieron, se adentraron más en esa carnicería porque en toda la noche, había un sonido que reconocía, unos gritos que me eran familiares.
Di un paso detrás de otro, y otro, y otro, me acercaba a la bestia, pero ese ser, demonio o animal, no contaba con mi compañía, se encontraba ocupado con el cuerpo que tenía debajo, gritando y removiéndose inquieto mientras maullaba de dolor cada vez que una de esas largas zarpas afiladas que daban final a su extraña mano lo rajaba una y otra vez.
Terminé casi a los pies de la escena y abrí la boca al reconocer a la persona que la bestia estaba matando...
Noel...
Grité y grité, pero de mi boca no salió ni un solo sonido. Ansiosa por salvar a mi hermano me tiré encima del animal...
Caí en un vacío rojo lleno de gritos pidiendo ayuda y lo único que pude hacer fue llorar...
Valentina se despertó sobresaltada, con el grito silencioso en su garganta y el cuerpo temblando, se secó el sudor de su frente y tocó el frío de las lágrimas en sus mejillas. Cerró los ojos recordándose que había sido un sueño, una pesadilla horrible, nada más. Comenzó acariciarse los hombros para retirar la sensación de temblor de cada una de sus células.
Había sido tan real, cada escena, cada descripción de su imagen sobre esa bestia, incluso el aroma nauseabundo que desprendía ese ser, aún estaba presente a su alrededor.
Se retiró las sabanas de su cuerpo de una patada y salió de la cama para ir al baño. Dejándose llevar únicamente por la luz exterior, enchufó el agua y metió sus manos, cortando el chorro para después arrojar cada gota a su rostro.
El agua no ayudó, pero si debilitó el temblor.
Bufó y se miró en el espejo, pero de pronto, su imagen se disipó hasta desaparecer completamente y ser sustituida por la mujer del bosque, la misma alma dulce que la había conducido a sus profundices. Valentina se quedó observando esa imagen vestida de blanco, el alma al otro lado sonrió y alzó su mano, una mano translucida que salió del espejo para poder tocar a la muchacha. Ella, con los ojos abiertos y asustada, retrocedió y le dio a la luz inmediatamente.
La imagen desapareció y de nuevo, los ojos verdes de Valentina se quedaban clavados en ella misma.
–Me estoy volviendo loca– gimoteó dejando caer la cabeza.
El silencio de la noche se rompió con un fuerte estruendo que vino del exterior, justo la zona delantera de la casa.
Valentina levantó la cabeza justo en el instante que se escuchaba, de nuevo, el mismo sonido, mucho más fuerte. Con el corazón latiendo bajo su pecho a toda velocidad, salió de su cuarto para dirigirse a las escaleras y comprobar que tan sólo había sido su imaginación, pero en su camino, la puerta de Cat se abrió de golpe y ella apareció, con un rostro asustado delante de su amiga.
– ¿Tú también lo has escuchado?– preguntó Valentina en meros susurros.
–Joder, para no escucharlo, si parece que han destrozado una vajilla entera– contestó Cat, con los ojos abiertos.
–Creo que son las macetas de mi tía.
Valentina, con pies de plomo para no hacer más ruido que la voz de Cat ya había hecho, pasó por su lado.
– ¿Las del jardín?– preguntó Cat a su espalda saliendo de la habitación y colocando las manos encima de sus caderas.
–Sí– contestó Valentina a la vez que continuaba y se dirigía a las escaleras.
– ¿Piensas salir?– preguntó incrédula.
Valentina se giró y la miró con una ceja alzada.
–No te pido que me acompañes, necesito saber si hay alguien ahí fuera...
–Pues llama a la policía, que lo comprueben ellos, para eso están– se quejó dando un paso y alargando el brazo para detenerla.
–Para cuando ellos vengan–, Valentina retrocedió y evitó esa mano–, nosotras ya estaremos... muertas o algo peor.
–Espera– dijo Cat soltando un bufido–. Voy a por algo para defendernos.
Dos minutos más tarde Cat apareció con un váter de béisbol por la cocina, Valentina la esperaba con un cuchillo en la mano.
–Muy eficaz– se mofó Cat al ver el filo de ese cuchillo de carne–. ¿Qué quieres, desmenuzar el pavo?
Su amiga miró su cuchillo y después la madera que sostenía Cat en las manos, después con gesto crítico la miró a ella.
– ¿Y tú?
Cat se encogió de hombros.
–Vaya mierda de armas.
–Es lo que hay– respondió Valentina.
Ambas, con los cuerpos encorvados y a base de pasos lentos llegaron hasta la salida, se dirigieron una mirada de aviso y finalmente fue Valentina la que salió primero. Observó el terreno y lo vio tan sumamente tranquilo que salió fuera con mucha más valentía. Con Cat, pisándole los talones llegaron al centro del jardín delantero, las luces al encenderse fueron los únicos ataques que sufrieron y de lo único que se asustaron, después, ambas comenzaron a mirar sus alrededores. No había nadie.
– ¿Ves algo?– murmuró Cat.
–Nada.
– ¿Y ese sonido?–insistió Cat.
Valentina perfiló con la mirada todo el bosque asegurándose de que no hubiera nada sospechoso. Dirigió su vista a la carretera y la soledad estaba tan cerca como el mismo bosque.
–No lo sé, tal vez pasara un coche armando jaleo– explicó Valentina tan confundida como su amiga–, o unos jóvenes que se habían pasado con la bebida o...
– ¡Cabrones!–interrumpió Cat–. Iros haced ruido a vuestra casa y tocarles las pelotas a vuestros padres.
El grito resonó por cada zona que las rodeaba, se trasmitió en ecos por cada rincón en la noche y se ocultó en la lejanía. Muchos de los animales nocturnos, espantados rumiaron a la luna esperando ser amparados por el sonido gutural que había salido de una mujer menuda, cuya dueña, se pavoneaba como una defensora en medio del jardín.
– ¿Estás loca? Deja de bocear– criticó severamente su amiga mirando como dos inofensivos animalillos correteaban por la carretera espantados.
– ¿Tienes miedo de que vuelvan?– preguntó Cat.
–Y me lo pregunta la persona que momentos antes me cogía del brazo para que no saliera –afirmó Valentina, incrédula.
–Sí, pero ya estamos fuera, qué más da tener un poco de acción– se defendió Cat moviendo el váter como si fuera un paraguas.
–El simple hecho de que, yo no quiero una acción que atraiga problemas.
–La remilgada habla– bufó Cat–. ¿Te recuerdo lo mucho que te gusta meterte en problemas?
Valentina se giró y miró a su amiga a los ojos.
– ¿A qué te refieres?
–A Orión.
Tras escuchar ese nombre se ruborizó y sintió un extraño cosquilleo por el cuerpo, como si las hormigas se le subieran desde los pies hasta el estómago.
–Que te den, Cat.
Con la cabeza alta, Valentina se adelantó a su amiga y pasó de largo con toda la intención de entrar en casa y dejarla sola. Cat, apresurada la tomó de la mano para frenarla.
–Venga, es una broma.
Valentina la miró desde su sonrisa en los labios hasta su delicado picardías. Abrió la boca alucinada.
– ¿Qué demonios llevas puesto?
– ¿No te gusta?– Valentina no supo que contestar a eso, simplemente se encogió de hombros–. Es mi pijama–, Cat se dio una vuelta para mostrar cada encaje que cubría su cuerpo–. ¿A que es sexy?
La contestación de Valentina se vio interrumpida por una carcajada. Ambas se giraron hacia a la casa. Noel, exageradamente se partía por la mitad, mientras se reía a pierna suelta.
– ¿De qué te ríes, niñato?– preguntó Cat ofendida.
– ¿Pero tú te has visto?– Noel se relajó, conteniendo la risa para continuar con su comentario–. Pareces una bailarina de Striptis. Sólo te faltan las medias de red y lo tacones de plataforma.
–Eres demasiado niño para saber de qué estás hablando, sé que de las pajillas aun no has pasado– se mofó Cat con intención.
Noel se tensó y su risa se cortó.
–Existe internet, Cat, y deberías echar un vistazo a la moda interior que le gusta a los hombres. Aunque con lo facilona que eres, me parece que no te hace mucha falta.
–Puede, pero al menos, la facilona está aquí, enfrentándose a unos rateros, y tú, un cobarde de mierda, te escondes detrás de la puerta a esperar el momento en que las mujeres ya lo tienen todo controlado.
–Bueno, seguro que al ver tus pintas se han acojonado.
Noel volvió a retorcerse de risa.
–Serás...– Cat se interrumpió porque Valentina ya no pudo contener la risa y tanto ella como su hermano soltaron una escandalosa carcajada.
Cat, cabreada los miró, primero a uno y luego a otro con los ojos rojos de rabia. Su amiga y el descerebrado de Noel se estaban burlando a su costa y eso no le gustó mucho. Soltó un gruñido y se dio media vuelta para volver a casa, al pasar por el lado de Noel esté soltó otro de sus ofensivos comentarios describiendo el atuendo de Cat, ella simplemente, le respondió con un fuerte golpe en el hombro que provocó más risas entre los hermanos.
– ¿Todo bien? –preguntó Noel ya recuperado.
Valentina miró de nuevo a su alrededor. Algo extraño se metió en su cuerpo, una rara e indescriptible ansiedad y la causa era que la noche estaba demasiado silenciosa, demasiado tranquila.
–Eso parece– contestó ella finalmente arropándose los brazos.
Noel le dirigió una mirada curiosa a su hermana con una ceja alzada.
–Te has reído de Cat, mientras que tú, ¡sales a la calle en bragas!– apuntó con la voz más alta–, al menos ella llevaba una bata, trasparente, pero un poco de tela, y tú...
–No son bragas. Son pantalones cortos.
– ¿Qué?– Noel la miró con los ojos abiertos–. Se diferenciar que son pantalones cortos y unas bragas, y tú, llevas unas bragas.
–Que no...
–Que sí...
–Noel– lo cortó con voz furiosa–. Como no te calles y entres en casa te clavo el cuchillo entre ceja y ceja– amenazó.
Finalmente, su hermano se giró y entró en casa, pero desde su interior se escuchó un grito con una risita donde marcó de nuevo el comentario que exasperó a su hermana.
– ¡Son bragas!
Ella negó con la cabeza y fijó su vista en el vacío que dejó su hermano, las luces de la entrada iluminaban la escalera al fondo, y los murmullos de Noel se convirtieron en simples ecos que desaparecieron con la silenciosa noche.
Aspiró el aroma, un olor familiar del mar y la naturaleza. Se arropó los brazos y pensó en su niñez, en el pasado y en lo mucho que adoraba su casa. Sabía que tenía que tomar una decisión, si venderla y volver a Londres o quedarse y... conocer a sus nuevos vecinos.
Recordó a Orión y todo lo sucedido. Sólo esparvaba que las cosas entre los dos cambiaran.
Sonrió y comenzó a caminar para entrar en casa, pero un murmullo en el viento frenó su paso completamente.
El susurró del viento, un sonido que la rodeó la motivó a girarse y mirar hacia el bosque, pero una mujer, de pie en medio de la carretera frenó su vista. Todo su cuerpo se tensó, sus pupilas se dilataron anunciando el terror de lo que tenía ante sí y el cuchillo en su mano se presionó con fuerza.
El espectro de la mujer vestida de rojo temblaba ligeramente como si tuviera frío, su cabeza caída hacia abajo hacia que su cabello, como una cortina, tapara completamente su cara. Valentina quiso huir pero algo, algo dentro de ella se lo impidió. Entonces, el espectro comenzó a levantar un brazo hasta dejarlo suspendido en el aire completamente recto con un dedo señalando el interior del bosque, justo un lugar en concreto. Valentina siguió esa dirección y le pareció ver un delatante movimiento ajeno al poco viento que se levantaba.
Se le cortó el aire y un débil temor cubrió su cuerpo. Sin mirar al espectro, para poder dejarlo atrás, corrió hasta su casa, entró y cerró la puerta junto con los tres pestillos.
Mientras, escondidos en el bosque, en mitad de unas enormes ramas de flores silvestres y casi sin respirar se encontraban, agazapados en el suelo con la ira anterior completamente relajada; Lucas y Ramses sujetando a Orión, y Denon sujetando a Ben.
Cada uno de sus cuerpos se encontraba paralizado, silenciado como si sus propias voces hubieran desaparecido a causa de la escena que se había desarrollado en sus narices.
Lucas, Denon y Ramses, habían llegado justo a tiempo, antes de que Orión matara a su primo, pero en el mismo momento que habían conseguido separarlos y mantener un poco bajo control, el sonido en el interior de la casa los había obligado a esconderse como animales en la oscuridad.
– ¿Por qué coño nos escondemos?– preguntó Ben, y una mirada de Lucas le cerró el pico de inmediato.
– ¿Pero... qué demonios llevan puesto?– preguntó Ramses, opinando lo mismo que todos sólo que en voz alta.
–Cierra los ojos, Ramses, eres muy joven para ver esto– bromeó Denon mientras le daba una patada.
–La verdad es que... Cat no está mal– murmuró Ramses que recibió otra patada de su hermano, no obstante y muy a su pesar, Denon no pudo evitar pensar igual que Ramses, es más sintió un golpe de deseo por todo su cuerpo, pero lo sacudió del mimo modo que te quitas un bicho del pie; a patadas.
–Muy bien, chicas listas. Salir en plena noche, solas y quedaros en mitad de la calle en pelotas, es lo mejor para vuestra protección.
La voz de Lucas se quedó en el vacío de sus pensamientos ya que ninguno de ellos ni opinó ni dejó de mirar lo que tenían delante.
Y el más atento fue Orión, que no pudo dejar de mirar a Valentina y a su primo. Ben la devoraba, el deseo por poseerla estaba escrito en su mirada y en ese labio que se mordía con fuerza. Sintió la necesidad de partirlo en dos, de arrancárselo por atreverse a mirar con tal descaro a su hembra, pero Lucas, al notar la tensión y ver en quien se posaba esa mirada con tanta rabia, aprisionó su cuerpo colocándose mejor encima de él.
– ¿No es peligroso?– preguntó Denon que comenzó a sentir un primario estado enfermizo de protección–, están muy a la vista y...
Se silenció al darse cuenta del sonido de su voz, había salido ronco y perturbado, y lo que menos necesitaba ahora es que sus hermano lo miraron con las cejas alzadas, por suerte el siguiente comentario que lanzó Ben, cortó esas caras y cualquier mofa que se atrevieran a soltar.
–Sí, deberíamos salir y decirles algo...
–Cállate, Ben, o juro que aquí comenzaran a volar hostias como mosquitos– amenazó Orión con la voz cargada de odio.
Estaba al rojo vivo, sentía el peso de Lucas y Ramses aumentar, hasta las manos que lo tomaban del brazo lo estrangulaban como si sus dedos fueran serpientes. Pero de pronto, escuchó su nombre en la conversación y a diferencia de sus hermanos o sus primos que lo miraron directamente a él, Orión sólo pudo mirarla a ella y a ese precioso rubor que comenzó a teñir sus mejillas, era el mismo color que desprendió segundos antes de que él se marchara y la dejara en el bosque.
Algo de lo que se arrepentía y que le había traído ciertas complicaciones.
En esos momentos no lo había pensado mucho, bastante tenía con pensar en no hacerle daño, en no arrancarle la ropa y penetrarla salvajemente, pero ahora, el dolor era más penetrante que antes.
Después de que la dejara en el bosque se había ido a darse un baño en el primer lago que se había encontrado a kilómetros de distancia del pueblo. El frío no había funcionado, así que optó por caminar, pero al darse cuenta de a donde le habían llevado el desliz de frenesí de cada uno de sus pensamientos, se chocó, frente a frente, con la casa de la mujer culpable de cada dolor por el que estaba pasando.
Miró esa ventana, ese lugar donde sabía que ella descansaba y la sintió dormir, la sintió descansar tranquilamente y no pudo evitar sonreír, imaginársela en sus brazos mientras, tranquila, respirando con normalidad se acurrucaba más en el hueco que él, encantado le ofrecería para pegarla mucho más a su cuerpo, pegarla tanto que no hubiera forma de ver donde comenzaba ella o donde terminaba él.
Sí, la quería bien pegada, desnuda y frotándose contra él.
Sabía que ya no podía alejarse de esa mujer, que jamás tendría suficiente de ella.
Cerró los ojos recordando como lo había besado, como se había entregado a él, como ese cuerpo se había retorcido, le había pedido más, lo había tomado sin miedo, aun llevaba grabado su aroma en su piel, su sabor en sus labios y su mirada llena de deseo loco en sus retinas.
Miró de nuevo la ventana decidiendo si entrar dentro o no, si hacerle una visita para desearle dulces sueños o...
De pronto, una sombra rápida trepó por la pared hasta terminar, dando un salto a una repisa que daba a un balcón. Orión agudizó su vista y antes de que ese ser abriera la cristalera que daba a la habitación de Valentina, cayó encima de él. Lo cogió con violencia de la chaqueta y le dio la vuelta.
El rostro de su primo Ben apareció ante él. La ira lo consumió con gran facilidad y tomó ese enorme cuerpo con las manos, apresando tela y carne, y de un único movimiento lo tiró al suelo para estamparlo contra el jardín principal, después, de un ágil salto, cayó encima de su primo y lo mantuvo, clavándole las rodillas en su espina dorsal, boca abajo besando el suelo.
– ¿Qué estás haciendo en casa de...?– Orión se interrumpió y abrió los ojos al descubrir una sorpresa más. Ben olía descaradamente a Beth.
Vaya, esa guarra no había estado perdiendo el tiempo. Pensó con asco.
–Suéltame...Orión...
– ¿Qué haces aquí?– repitió antes de estamparlo de nuevo contra el suelo.
Ben gruñó y sintió como se formó un agujero casi tan grande como su cuerpo por debajo de él.
–Lo mismo que tú, por lo que veo– contestó sin vacilar.
–Lo dudo, no creo que en este momento nuestros pensamientos coincidan– Orión presionó su puño contra la mejilla de Ben y se acercó a su cara para dar más intimidación a su amenaza–. Te lo preguntó de nuevo; ¿Qué haces aquí? Y esta vez dame una respuesta buena, sino...
–Coger y tomar lo que me pertenece. Ella es mía y estoy harto de esperar.
– ¿Y pretendías obligarla?– preguntó Orión entre dientes.
Imaginarse a Ben, encima de ella mientras la mantenía atada para poder embestirla, fue el indicio que necesitaba pata motivarlo.
–Cuando le pusiera una mano encima, ella terminaría suplicándomelo. Sabes tan bien como yo, que no me haría falta violarla...
Antes de que Ben pudiera terminar esa frase se encontraba volando por todo el jardín hasta terminar en un lateral que limitaba el terreno donde unas macetas decoraban con flores de colores esa zona. Sin respirar y al rojo vivo, Orión volvió atacar con una violencia extrema a su primo, esta vez utilizó los puños.
Tras el quinto golpe, Ben espabiló y se quitó de encima a su primo de una patada, pero este alerta, y más motivado que nunca arremetió contra él de nuevo, sólo que uno de sus puños, que por suerte esquivó Ben, cayó directamente en el ojo de Denon, quien mareado ya no pudo tomar a su primo.
Los dos se sorprendieron al ver como el cuerpo de Denon cayó al suelo, pero a los dos segundo remontaron su pelea, una mezcla de puñetazos y patadas que se vio interrumpida por los cuerpos de Ramses y Lucas que toman a Orión con todas sus fuerzas. Ben aprovechó esa ventaja e intentó rematar la faena, pero Denon, ya recuperado, frenó su mano y lo inmovilizó con una de sus llaves clásicas, a tiempo.
Pero en el mismo instante que Lucas abrió la boca para callarlos, todas las alarmas estallaron y todos ellos se escondieron en el bosque antes de que fueran descubiertos.
Y ahora, por esos dos idiotas se encontraban en esa situación incómoda, observando como dos mujeres buscaban entre la oscuridad los causantes de tal jaleo.
Aunque las mujeres hacia minutos que habían desaparecido, incluso la oscuridad reinaba a sus alrededores, ninguno se había movido.
La respiración de Orión se había descontrolado, su propio cuerpo lo engullía en un oscuro trance del que no podía escapar.
La deseaba de una forma peligrosa.
Se imagina toda clase de torturas eróticas en su cabeza con ella como principal y única protagonista. Aun sabiendo que no era para él, una parte de su cuerpo le indicaba todo lo contrario, le dictaba que esa mujer era suya, que Valentina era su talla perfecta de camiseta, su coro en una canción, su mitad de pensamientos inacabados, su otra voz calmante; esa que te dice haz el bien y protege, su más perfecta cura, la envoltura de su órgano muerto; de un corazón que únicamente palpitaba cuando ella está cerca, la droga perfecta para controlar su otro demonio interno y el final de su mirada en el horizonte.
Valentina estaba tan metida en su cabeza que se despertaba, se acostaba y soñaba con esa cara, esos labios y esa mirada.
Sintió una mano deslizarse por su espalda, una mano que calmó su estado.
–Tranquilo hermano– susurró Ramses antes de ponerse en pie. Todos ya estaban levantados, esperando a que él moviera su culo del suelo.
Y en el momento que se incorporó, Ben lo empujó.
–Que sea la última vez, que de nuevo, interrumpes una de mis citas con Valentina...
En un arrebato de furia incontrolada, Orión arremetió contra Ben y le puso las manos en el cuello para estrangularlo con sus propios dedos de una forma que un mortal no hubiera sobrevivido.
–Como te atrevas a tocarla– la amenaza fue hecha con una voz tan feroz que hasta los presentes temieron acercarse a ellos–, te arrancaré las tripas lentamente y...
–Basta, Orión– interrumpió Lucas colocando una mano encima de su hombro–. Suéltalo. Este comportamiento no te ayudará, déjame a mí– le pidió con la voz calmada y el cuerpo completamente controlado.
Trató de trasmitirle a su primo su don, sólo que la persuasión no funcionaba tan bien con un demonio que llevaba dentro una vena psicópata. Apretó ese hombro con sus dedos y Orión, finalmente soltó el cuello de su primo y se giró para enfrentarse a Lucas.
–Coge a este perro y átalo porque juro que yo no me haré responsable de lo que suceda a partir de ahora...
–He dicho que basta– interrumpió Lucas, con su voz marcando la autoridad sobre ellos.
–Eres un maldito bastardo hijo de...
La queja de Ben se cortó en el mismo momento que su hermano lo tomaba del cuello y lo estampaba contra un árbol, manteniéndolo preso con su mano.
–Ni se te ocurra, Ben– amenazó. Después miró por encima de su hombro hacia donde se encontraba Ramses–. Será mejor que volváis a casa, Guideon quiere hablar con todos nosotros. Yo arreglaré vuestro destrozo y volveré enseguida.
Todos obedecieron, el último en salir fue Orión, quien a regañadientes le dedicó una mirada asesina a su primo y después la dirigió a la ventana de Valentina.
–No te preocupes, Orión. Yo me encargo– aseguró Lucas leyendo cada uno de sus gestos o esa preocupante visualización al hogar que tenían justo delante.
Orión no dijo nada, simplemente desapareció en la noche como sus hermanos.
Una vez solos, Lucas dejó caer su mano y su hermano inmediatamente se retiró de él, se arregló la camisa con movimientos exagerados y le dedicó a Lucas una mirada rabiosa.
–Ese bastardo, estropea mi cita ¿y tú lo defiendes?– preguntó Ben, incrédulo.
–Colarte por su ventana, para obligarla hacer algo que no quiere, ¿lo consideras una cita?
–Ella es mía...
– ¿Y Beth?– preguntó Lucas oliendo lo que se distinguía a metros–. ¿Ella también es tuya?
Ben se tensó y su mirada adquirió el tono del cielo que se posaba sobre sus cabezas.
–No te metas en eso, Lucas, ese no es tu problema.
El pecho de Lucas se hinchó al escuchar la voz amenazante y poco respetuosa que le lanzaba su hermano.
–Valentina es mi problema– declaró con la mirada baja y el rostro furioso–, y si le haces algo, seré el primero en joderte vivo.
Hubo un silencio entre los dos, un reto que se dedicaron mutuamente con la mirada, con los cuerpos en alerta y con gestos de miradas oscuras, pero se quedó en sólo una amenaza silenciosa, ninguno hizo nada por hacer esa lucha real.
–Ni tú, ni nadie me apartará de su lado.
Dicho eso, Ben se fue.
Lucas miró el espacio vacío que había dejado su hermano y negó con la cabeza asumiendo que su propio hermano, sangre de su sangre, se estaba volviendo loco. Algo dentro de él le indicó que debería hablar con Guideon, tratar que entrara en razón y dejara este asunto en manos del destino.
Se materializó en la zona donde estaba el mayor destrozo, miró las macetas destrozadas y comenzó arreglarlo como pudo, una vez terminado, levantó la vista a ese balcón donde dormía Valentina.
–Estás ocasionando grabes problemas– mencionó con cariño.
De pronto, un aire frío lo envolvió y la piel se le erizó.
–Entra– susurró el viento–, entra a por ella.
Reconoció la voz de esa mujer y el corazón dejó de latirle.
– ¿Kasandra?– preguntó al mismo tiempo que miraba de un lado a otro.
El viento lo azotó con fuerza, pasando por su lado, levantando las hojas que se arremolinaban a su alrededor hasta alcanzar las plantas que colgaban del balcón donde Valentina tenía su habitación, y entonces, se perdió en el cielo oscuro junto con la manta fría que lo había rodeado.
Todo había desaparecido instantáneamente.
Sacudió la cabeza, creyendo que todo había sido efecto de su imaginación, y se desmaterializó para aparecer de nuevo justo en la entrada de su hogar, en cuyo sitio estaban todos sus primos, reunidos ya en el salón donde Guideon, con mala cara los observaba sentado en su sillón predilecto.
Todos tomaron asiento alrededor de la mesa central, su tío observó a cada uno, sacando conclusiones de que motivo los había retrasado tanto.
Denon tenía el ojo morado, mientras que Orión sangraba por el labio, pero Ben, el de peor aspecto, sangraba por unas cuantas partes más, sólo que esa sangre ya parecía seca. Las heridas infringidas de cada uno de ellos, por suerte, estaban cicatrizando correctamente y con gran rapidez.
Cada uno esperaba pacientemente, su tío ya había dado el veredicto, y era uno negativo, se veía claramente por las facciones que adquirió su rostro.
–Os recogí en mi casa y os crie como a mis hijos–, cada una de sus palabras iban dirigida a sus sobrinos, es más, su mirada en ningún momento se quedó parada en ninguno de sus hijos–. Os he tratado siempre a todos por igual, nunca un mayor favoritismo. Cada vez que os veo, observo a mi mejor valor, mi propia sangre y os quiero a todos por igual–. Guideon levantó sus brazos y apoyó los codos encima del cristal, luego alzó el mentón mientras su voz adquiría el tono de jerarquía–. Simplemente os pedí una única cosa; que os respetarais y que jamás os enfrentarais–. Soltó la respiración lentamente, negó de nuevo con la cabeza y miró directamente a Orión–. La situación se nos ha ido de las manos, así que, he tomado una decisión inflexible–. Se giró para colocarse justo delante de Orión y clavó unos ojos oscuros en él–. Si no te alejas de ella y la olvidas para siempre, le borraré la memoria y haré todo lo posible para alejarla de ti– amenazó–. Pero si por tu bien, te alejas de Valentina, sin formar más escenas, respetando de ese modo la decisión del consejo, no me involucraré a partir de ahora en ninguna de tus decisiones. Te doy mi palabra.
Corto y conciso, una amenaza fulminante fue lanzada con una voz serena y seria.
– ¿Tu amenaza es desaparecer yo, o que ella desaparezca?– señaló Orión sin mostrar como esas advertencias lo habían fulminado.
–Así de simple– respondió Guideon sin mostrar absolutamente nada–. Tú decides.
–Y si me niego.
Guideon se cruzó de brazos y se apoyó en el respaldo de la silla.
–Sí verdaderamente te importa esa muchacha, por su bien, tomarás la decisión correcta.
–Tú decisión correcta– corrigió.
Su tío levantó una ceja y ladeó un poco su cabeza, mostrando un comportamiento completamente digno de un manipulador.
–Acciones problemáticas, requieren medidas desesperadas.
–Hacerme desaparecer de su cabeza.
–Completamente– continuó Guideon mientras, escuchaba las exhalaciones fuertes que expulsaban el resto de guerreros–. Valentina no recordará ni tu nombre, ni tu aspecto, ni siquiera mostrará un signo de recuerdo si te cruzas con ella, absolutamente nada.
–Me arrancarás de raíz.
–Arrancaré todo lo que ella tenga dentro de ti– concluyó con voz más grave.
La tensión los recorrió a todos como si fuera un aire contaminado. Guideon se mantuvo recto, esperando como el resto que había escuchado cada palabra del maestro con los ojos abiertos, ojos que ahora no podían quitar de encima a Orión.
Por su parte, la cabeza de él iba a mil por hora. No le gustaba ninguna de las dos ideas. Permitir que se la llevaran lejos le causaba tanto temor como pensar que ella jamás lo recordaría, pero verla al lado de Ben, le producía una dolorosa e insoportable migraña, y eso era aún peor.
Finalmente se levantó del sofá y se enfrentó a su tío con la misma pose que este lo afrontaba.
–Está bien, no me acercaré a ella– prometió.
Pero si ella es quien se acerca a mí, nada ni nadie podrán impedir que vuelva a besar, a tocar y a terminar lo que comenzó en el bosque.
Pensó a la vez que le lanzaba una mirada amenazante a su primo. Ben sonreía victorioso y no le retiró la mirada hasta que Orión salió del salón con Ramses y Denon pisándole los talones.
A la mañana siguiente, Valentina escuchaba por segunda vez el mensaje que su tío Gybons le había dejado en el contestador. Un mensaje donde dejaba clara su amenaza y donde también le informaba que había salido de viaje urgente y que pronto regresaría. Valentina bufó y borró ese mensaje mientras se pasaba la mano por el cuello, un músculo que se había tensado más de lo normal.
–Consuélate pensando que cuando regrese, el discurso será más soportable– le indicó Cat pasando por su lado.
Tristemente eso no era un consuelo agradable, ya que tenía que esperar esa ejecución con nervios hasta que sucediese.
–Preferiría quitarme esto de encima de una vez. La angustia es peor.
–No te amargues por eso, realmente eres mayor de edad para andar con quien te dé la gana, y mira el lado bueno.
– ¿Qué lo hay?– Valentina se burló de su amiga mirando para todos los lados–, ¿Donde?
–Muy graciosa. –Cat le palmeó el trasero y después tomó asiento en uno de los taburetes de la cocina–. Pero sí que lo hay.
–Sorpréndeme– le pidió apoyando la mitad de su cuerpo encima de la mesa y dejando el teléfono en la encimera.
–Que puedes ver a quien te dé la gana sin que nadie se entere.
–Mi tío es una máquina de la verdad, seguramente a puesto cámaras por todas partes.
–No alucines. –Valentina le dedicó una mirada de advertencia–. Está bien. Tu tío es un retorcido policía controlador que pasa por un dictador...
–Yo no he dicho eso– se quejó.
–Pero– la calló Cat con un dedo en alto–, él no me ha prohibido a mí nada.
Cat sonrió y se cruzó de brazos. Tanto esa sonrisa como la postura mostró que su amiga se traía algo entre manos, y como en el pasado sus locas aventuras habían resultado ser un desenfreno, la animó simplemente para saber que se traía entre manos ahora.
– ¿Qué quieres decir?
–Que esta noche tengo una primera cita con Mat...
– ¿Quién es Mat?
–Te hable anoche de él, ¿lo recuerdas?– Valentina comenzó a pensar y Cat bufó–. Mi consuelo para pasar del dolor de cabeza de Denon.
Valentina analizó todo lo sucedido la noche anterior y aunque en su cabeza únicamente aparecían retazos de su encuentro con Orión, reconoció esa conversación y lo fascinada que había hablado su amiga del hombre que la había conquistado y ayudado a recuperarse de su desafortunado rechazo con Denon.
–Así, lo recuerdo, el sustituto de Denon.
–Correcto– coincidió Cat al tiempo que le dedicaba una sonrisa–. Bueno, pues esta noche he quedado a cenar con él, y como odio lo de las primeras citas, ya sabes, eso de hablar y hablar para conocernos, hacer tiempo para que llegue el postre y poder largarte a comértelo tranquilamente a casa con...
–Deja las descripciones soeces para ti y tu mundo ninfomaníaco– pidió Valentina tomando asiento justo delante de ella.
–A lo que quiero llegar es que; esta noche tú seas mi carabina y como una carabina, necesitamos un acompañante para ti.
Su amiga se mordió los labios en un gesto coqueto y sonrió con picardía.
– ¿Qué intentas?
Cat puso los ojos en blanco.
–Que corta eres– resopló–. Que llames a tu Hamlet y lo invites a cenar con nosotros esta noche.
–No creo que sea buena idea llamar a su casa y preguntar por él.
– ¿Por qué?
–Por Ben...
–Que le den a ese– la interrumpió, Valentina la miró sin entender–. Al muy cerdo lo vi anoche largarse con la tipeja que vino con Orión, la golfa esa que se creía la reina del lugar con su vestido ceñido y marcando las largas y...
Cat continuó hablando, quejándose sobre esa mujer, y aparte de compartir la misma opinión junto con algún comentario más, ya que Valentina había hablado con ella, su comentario del principio se había metido en su cabeza como la punta de un clavo, con fuerza y rapidez.
– ¿Estás segura? –preguntó Valentina cortando el discurso de Cat.
– ¿De qué?
– ¿De qué Ben se fue con ella?
–Muy segura. Se fue sonriente y cogiendo su cintura.
El muy cerdo se había pasado toda la noche detrás de ella, murmurándole en la oreja toda clase de poesías romántica, e incluso había pensado en darle una oportunidad, hasta que había aparecido Orión y Ben había dejado de existir. Ella también se había ido con otro hombre, pero a diferencia de Ben, Valentina no prometió nada, no aduló de forma exagerada su anatomía o le pidió un beso. Ben era el que había ido detrás de ella y, ¿para qué? Para liarse con la novia de su primo, de un familiar.
Era un pedazo de... Y ella un pedazo de...
Sacudió la cabeza. Sabía que todo lo que Cat le acaba de contar era algo más que bueno, buenísimo, pero una parte de ella no pudo evitar sentirse traicionada.
La antena del teléfono le rascó la nariz y Valentina dejó a un lado todo su resentimiento para mirar a su amiga. Cat jugaba con el teléfono moviéndolo en el aire mientras se lo mostraba cada vez que lo pasaba por delante de sus morros.
– ¿Llamas tú, o llamo yo?
Valentina finalmente le arrebató el teléfono de las manos.
–Llamo yo– dijo.
La casa de los Hamlet estaba extrañamente silenciosa. Lucas y Denon se encontraban en la planta baja, justo en el gimnasio insonorizado, Ramses se aplicaba a fondo en su habitación adelantando un trabajo que tenía que presentar para poder quedar esta noche con Noel, y Ben deambulaba por la cocina mirando que podía comer.
El teléfono de casa sonó y decidió dejar que el mayordomo contestara, pero al ver el gesto dudoso que mostraba su rostro, Ben se acercó.
– ¿Quién es? –preguntó con autoridad.
Theo se quitó el teléfono de la oreja y tapando la zona baja del aparató, contestó:
–Una señorita, pregunta por el señor Orión.
– ¿Qué señorita? ¿Es Beth?
–No. Es la joven Valentina.
Al escuchar el nombre sintió el aleteo de mariposas de su estómago, pero al recordar por quien preguntaba su rostro se desencajó y le arrebató el teléfono de las manos al hombre.
–Yo me encargo– indicó con gesto adusto y con un movimiento de manos le ordenó que se fuera.
Ben respiró y se concentró en la llamada. Se le pasaron millones de opciones por la cabeza pero una, muy rebuscada le resultó muy buena.
Hacerse pasar por Orión y destruir, con una educación sorprendente lo poco que esos dos llegarían a compartir jamás.
Se aclaró la voz lo más seca posible para imitar a la de su primo y atendió a Valentina.
– ¿Hola?
–Orión... Hola, perdona, no quería molestarte, es...
– ¿Qué quieres niña?
El nombre que había utilizado era el más adecuado para llamarla, era ofensivo y supo que había acertado, escuchó un chasquido molesto a través de la línea que produjo un silencio interminable en la comunicación. Ben casi podía ver el rostro de espanto que se la había quedado a Valentina al escuchar, con la voz de su primo y en un tono asqueado como la llamaba.
Responder por su primo, copiando su voz, no había resultado ser tan mala idea.
–Pensé que ese apelativo ya era cosa del pasado. Imaginaba que después de lo que ocurrió...–Valentina se cayó, se aclaró la voz y habló con energía renovada–. Sabes, no importa, si continúas en tus desvaríos mentales yo simplemente...
–Disculpa– la interrumpió antes de que tomara la decisión de colgarle, luego tomó una intensa bocana de aire para que no se le notase tan desesperado al hablar de nuevo–, estaba ocupado y ahora mismo tengo muchas problemas en la cabeza.
–Si quieres puedo llamar más tarde.
–Estaré igual de ocupado. No importa, dime lo que tengas que decirme y se rápida.
Imitar al cabrón de Orión, no era tan difícil. Pensó con una sonrisa de victoria.
–Vale. ¿Quieres venir a cenar con Cat, un amigo y yo esta noche?
Ben lo pensó y por su cabeza pasaron una barbaridad de insultos dedicados a su primo. Había conseguido que ella lo llamara para invitarlo a cenar, él había desaparecido de su cabeza, pero de pronto, una idea se le cruzó por la mente y sonrió al verse de nuevo cerca de ella.
–No sé cómo tengo lo planes de hoy... ¿Es en tu casa?
–No. Cenaríamos fuera. –Hubo una pausa que aprovechó Ben para ultrajar su gran venganza–. Oye si no puedes no pasa nada...
–Está bien, iré. Pasaré a por ti a las ocho. Trata de estar lista.
–Vale...
Ben colgó sin despedirse.
Había matado dos pájaros de un tiro; quedar con Valentina para una cena donde atacaría a su presa sin piedad y dejar a su primo enterrado.
Sonrió, felicitándose a sí mismo, y se dirigió a su habitación para prepararlo todo. Estaba dispuesto a todo para qué nada ni nadie estropeara su magnífica noche. Al llegar al pasillo se cruzó con Ramses, que pálido se apoyaba en el marco de la puerta, Ben se acercó a él para saber si estaba bien, pero su primo lo evitó y salió corriendo.
Sus visiones resultaban ser un terrible dolor de cabeza que se metían en su cabeza como un proyectil a toda pastilla. A veces claras, otras difusas e incorrectas que no había por dónde cogerlas, y está, la que ahora mismo atormentaba a Ramses era de las chungas. Veía rostros borrosos, sangre y oscuridad, pero lo que más veía con claridad era a Valentina.
Sin pensarlo salió corriendo, sintiendo como los flases de esa horrible predicción le daban un descanso para saber a dónde dirigirse. Entró a trompicones al gimnasio, deteniendo en seco la lucha que mantenían Lucas y Denon. Ambos asustados se dirigieron corriendo a Ramses que se acuclillaba en el suelo intentando no vomitar.
– ¿Qué sucede, enano? –preguntó Denon a su lado apoyando su mano en la espalda. Ramses con los ojos vidriosos miró a su hermano.
–Es Valentina.
– ¿Qué pasa con ella?– preguntó Lucas, preocupado, arrodillándose en el suelo con ellos.
–Algo terrible va a suceder.
Y los primos se miraron mutuamente mientras la preocupación reinó en el ambiente.
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