¡Pelea!¡Pelea!
Los alaridos y gritos animales de las personas alrededor del círculo que se formaba en torno a ellos, terminaban por abrumar a Etsu, sacándole uno que otro gruñido de molestia. El rostro de aquel hombre, con ojos entrecerrados. Parecía estar más dormido que despierto, su postura algo torpe y sosa dejando en claro que estaba pasado de copas. Su cabello desaliñado, su ropa mal oliente y en un estado deplorable.
Etsu lo examina detenidamente, sin duda alguna no estaba en condiciones de ganarle a él. Además de no tener un cuerpo fornido como el suyo. Agradecía los entrenamientos que le habían hecho tomar en el curso que tuvo que hacer antes de entrar al FBI. Aunque solo aprobó el combate cuerpo a cuerpo, por un amigo. Le había puesto una calificación aceptable para que él pudiera entrar a ello.
Por una parte se lo agradecía, pero por otro lado no lo hacía. Ahora él estaba en un problema. No de tal magnitud que tuviera que dar su vida por esa pelea.
Toma una gran bocanada de aire, poniéndose en posición de combate. Tal vez la postura del boxeo lo ayudara a defenderse.
Los gritos y barullo no se detenían, mientras más pasaba el tiempo, más grave se hacían las protestas de las personas encolerizadas en aquel lugar, que ahora le parecían molestas.
-Etsu, no lo hagas. –Escucha un grito sobre todos los demás.
Sabía de quién se trataba. Más la rabia acumulada en el momento y las imágenes de segundos atrás, lo hacían volverse hacia donde estaba aquel tipejo, darle un par de golpes y salir de ese lugar con su chica.
Se suponía que ellos iban a disfrutar de la velada, en un ambiente diferente fuera del trabajo y los estudios, más el destino no pensaba lo mismo que ellos.
Anneliese no estaba tan tranquila con ello. Su novio era el protagonista en una pelea, que no viene al caso. Ahora su mente formulaba ciertas interrogantes, el alcohol en su sistema no la ayudaba del todo, a pensar con claridad. Y para colmo el mareo no había disminuido. Su cabeza comenzaba a doler, y los gritos de las personas eufóricas no la ayudaban a pensar algo claro y evidente.
La pelea comenzaba y con ello los gritos aumentaban, logrando así apagar la música del lugar y tener toda la atención esos dos hombres dentro del círculo. La tensión se lograba sentir, el calor de los cuerpos aglomerados igual. El pulso de la menor se aceleraba y los temblores en su cuerpo no tardaban en llegar. No dando tiempo a lo que se avecinaba.
El cuerpo de aquel hombre que trato de abusar de ella, estaba arriba del de su novio. Nadie se esperaba esa acción como primer movimiento de esa pelea. Dejando a muchos con interrogantes en su rostro.
Golpe tras golpe, gritos y aplausos retumbaba en el canal auditivo de la chica. Miraba como aquel hombre le propinaba puñetazos a su novio en el rostro. Quería intervenir, lo iba a hacer, estaba decidida, más una mano sostuvo su brazo con fuerza. Anneliese voltea hacia la dueña de aquella mano, llevándose la sorpresa de quien se trataba.
Los golpes seguían, Etsu trataba de parar los puñetazos con su antebrazo, aunque este movimiento no fuera muy efectivo, recibiendo varios golpes en su mejilla y labio.
Ese tipo lo había pillado de sorpresa, no dándole tiempo a reaccionar, maldecía internamente. De seguro se miraba ridículo en esa situación, un flacucho propinándole una paliza a un agente.
Los golpes cada vez se intensificaban, captando oda la atención de Etsu a su agresor. Flexiona sus piernas y con la ayuda de esta y la fuerza de voluntad, lanza a el hombre hacía un lado. Logrando así levantarse del suelo. Pasa su antebrazo por su labio, limpiando el hilo de sangre que recorría por éste.
Lleva su vista hacía el hombre que se había levantado con algo de dificultad, para hacer el mismo movimiento que momentos atrás. El mayor detiene su golpe, dándole uno al tipejo en su rostro y otro en su estómago, sacándole el aire. Y así se desarrollaba la pelea entre ambos, golpes, patas e insultos.
Anneliese solo miraba a la persona que la tenía prisionera entre sus manos.
-Kazumi, suéltame. –Pedía con suplica. Su cuñada negaba ante su petición.
Claro que no la iba a soltar. Si lo hacía ella era capaz de meterse en medio de esos dos salvajes y golpearla inconscientemente. Y ella no se iba a permitir eso.
-No lo haré, Ann. Te pueden golpear a ti.
La menor estaba desesperada, tanto que no reparo en que ella estuviera en la misma discoteca que ellos, y ni cuenta se había dado hasta el momento. Solo quería hacer que esos dos dejaran de pelearse.
-¡Kazumi, como puedes dejar que golpeen así a tú hermano! –El tono de su voz era alto. Trataba de hacer que la escuchara por arriba de las voces de los presentes que gritaban por la pelea.
-A mí también me duele que lo hagan, pero, ¿Qué podemos hacer nosotras?
Ella tenía la razón allí. Ellas no podían hacer nada.
De repente la pelea fue interrumpida, y las personas dispersadas por toda la disco. Captando la atención de las femeninas.
Ahora Etsu estaba siendo retenido de los brazos por aquel chico pelinegro que una vez le había ganado al ajedrez japonés. Si mal no recordaba, era Hiroki, el vago empedernido, amigo o novio de su cuñada. En realidad no sabía que eran esos dos, y ella tampoco lo iba a preguntar, menos ahora.
Y el otro tipejo siendo sostenido por un guardia de seguridad, ambos se miraban seriamente. El tipo que trato de abusar de ella forcejeaba en los brazos del guardia, sin embrago su novio estaba apacible, con su ceño levemente fruncido y su respiración agitada. No forcejeaba, no tenía ahora motivos para hacerlo.
Ann suelta un sonoro suspiro, estando más tranquilo por aquello. Se suelta del agarre de la rubia llegando sin titubeo al lado de Etsu. Dándose cuenta de su rostro, con algunos golpes y rasguños. Heridas superficiales que sanarían mediante los días pasaran.
-¿Te encuentras bien? –Toma su mejilla con delicadeza
-Sí, no fue nada grave.-Siente como Hiroki afloja el agarre hasta el punto de soltarlo, agradeciendo silenciosamente por su intervención en la situación.
-¡Me preocupaste!él se lanzó encima de ti y… -Lo mira con ojos llenos de lágrimas. –Estaba asustada.
Ese gesto enterneció a Etsu, estrechándola entre sus brazos con delicadeza.
-Estoy bien amor.
-Mira tu rostro.
Etsu soltó una pequeña risa debido a su comentario.
-No es como si la belleza que dices que posee se le haya acabado. –Interviene la rubia llegando a su lado.
Luego de haber hablado con el guardia que retenía al tipo. Y convencerlo de que solo fue una simple pelea. Claro, los atributos de la rubia no se vieron opacados, molestando a su ami-novio.
Etsu niega sonriendo un poco.
-Tan infame como siempre, hermanita.
-Te recuerdo que soy hermana mayor.
-Aun así soy más alto que tú.
-¡Eres hombre! –Se defiende.
-¿Qué tiene?, ¡Hay hombres pequeños!
Anneliese solo miraba la pequeña e infantil discusión de ellos dos. Sin duda alguna eso le aliviaba de sobremanera. Al ver como su hombre bromeaba y fastidiaba a su hermana luego de esa pelea.
-¿Te duele?
-No, pero no vayas a ponerlo tan… Ay… -Se quejaba.
-Lo siento, no quería causarte daño.
-Tranquila, es un ardor placentero.
-¿Seguro? –La chica arquea su ceja llevando su mano hasta el lugar afectado. – ¿Esto te duele?
-Arde un poco, pero es soportable.
-Ya solo falta poco. –Susurra colocando la motita de algodón llena de alcohol sobre su labio roto, sacándole una mueca a su novio de molestia.
Se encontraban en el departamento, más específicamente en la habitación que ambos compartían. Ann se había encargado de buscar el botiquín de primero auxilios de la casa, sacando lo necesario para tratar los rasguños y moretones que Etsu había recibido en la dichosa pelea en la cual él había participado.
–No tuviste que haberlo hecho. –Lo reprocha.
-No iba a permitir que, un pervertido tocara a mi mujer, como lo hago yo. –Esas palabras sacaron un leve sonrojo a la aludida.
-Pero no tenías que…
-Anneliese, si tenía que defenderte. Eres mi novia, mi responsabilidad, mi vida. No dejaría que cualquier ebrio se acercara a ti. Siento sí me tarde y por ello ese hombre se acercó a ti.
-Eres muy dulce conmigo, ¿Sabías?
El castaño solo sonrió en respuesta. Se acercó a su novia juntando en un acto de ternura sus labios.
-No soy tu novia. –Le recuerda la chica una vez terminan el beso.
-¿A no? –Arquea una ceja, esperando que ella le aclarara la situación.
-No- Lo mira y el teatro de Etsu se descompone, su mundo se venía encima, tantos interrogantes pasaba por su cabeza.
¿Tanto causó la pelea?
-Según el documento que me has dado en la mañana, yo soy tu esposa. - continúa
Y ahora lo comprendía soltando un suspiro de alivio. Etsu sonríe de lado asintiendo.
-¿Y eso te gusta?
-Tal vez. –Juguetea con los botones de la camisa de su ahora esposo. Y nadie podía decir lo contrario hasta que lo demostraran.
Etsu toma sus manos con delicadeza besando el dorso de éstas con ternura.
-Anneliese Johnson, te amo como no tienes idea.
-Etsu Ken. Yo también te amo.
Y con decir esas palabras ambos sellaron ese afecto y amor, en un largo y placentero beso.
-¿Tienes todo listo? –Preguntaba por enésima vez el castaño, llevando ropa de aquí para allá.
Habían pasado siete días desde el incidente de la discoteca, el rostro Etsu estaba en mejor estado, casi que ni se notaba que él hubiera estado en una pelea. Ahora se encontraban arreglándose a las cuatro y media de la mañana de un lunes. Para así poder llegar a tiempo al aeropuerto e irse de viaje al país originario de Anneliese.
-Solo me falta meter el regalo de Layla. –Contestó la menor, mirando divertida como su hombre daba vueltas por todo el departamento, buscando lo que le hacía falta para el viaje.
-Ann, ¿Has visto los pasaportes? Juraba que los había dejado en la mesita de la sala.
Ann ríe divertida. La situación era graciosa. Etsu a medio vestir, buscando los pasaportes que él mismo le había dado la noche anterior para que ella los guardara en su bolso. Despeinado y atareado por el viaje que iban a emprender en menos de cuatro horas.
-Los tengo yo amor. –Se los muestra cuando éste se detiene a mirarlos. –Estás algo distraído esta mañana. –Se levanta acercándose a él. Mete su camisa por dentro de su pantalón, pasa sus dedos entre las hebra de sus cabellos logrando así peinarlo. Sonríe satisfecha, dándole un casto beso.
-Es que es primera vez en mucho tiempo que hago un viaje largo con alguien. –Confiesa.
-¿Hace cuánto no lo haces? –Pregunta interrogante. Su mente comenzaba a hilar sus palabras. ¿Con alguien?
Etsu nota su rostro, había cambiado de expresión con tan solo esas palabras.
-Hace más de quince años.
-¿Quince años?
-Aproximadamente… -Se encoge de hombros. –Desde que nuestros padres decidieron mudarse a Japón.
Esas palabras descolocaron a Anneliese. Eso solo significaba una cosa y es que…
-¿No eres originario de Japón?
El chico niega para terminar de arreglarse.
-¿Entonces…?
Admitía a veces que su curiosidad era tremenda. Claro, en temas que, sabía que su novio le contaría sin problema alguno. Etsu forma una pequeña sonrisa en sus labios negando divertido.
-Un año después de que Sorato naciera, nuestro padre le propuso a mi madre que, nos mudáramos a Japón, para así buscar nuevas posibilidades de vida en un país lejano al de nosotros.
-¿Y ese país era?
-Eres muy curiosa amor. –Ríe y besa la punta de su nariz.
-Sabes que me intereso por ti.
-Lo sé. –Sonríe y toma el bolso colgándoselo en su hombro, con una mano las maletas de ambos y con la mano libre, la mano de su novia. –Europa, Francia.
Se había esperado cualquier otra respuesta, pero no esa. Su novio era de otro continente, tenía doble nacionalidad y hasta ahora es que ella se enteraba.
-¿Sorprendida?
-Mucho…
-¿Por qué no te volviste a ir a tu país natal? –Estaba intrigada con su respuesta.
Etsu cierra la puerta del departamento con llave, al asegurarse de que esta estaba cerrada correctamente bajan hacia el estacionamiento dejando las maletas en el baúl del auto.
-No vi la necesidad de volver. –Se encoge de hombros. –Además, casi toda mi vida estaba hecha en Japón, al igual que la de Sorato. Al ser los menores. –Entra al auto encendiéndolo. –cinturón. –pide a su novia. Ésta se lo coloca y mira, esperando saber más de esa parte de la vida de su novio que aún no sabía, y que cada vez se maravillaba más.
-Kazumi y…
-Ellos si vivieron más años allí, conocen mejor el país.
-Solo por un año. –Ríe bajo.
-Ciertamente, como te has dado cuenta en ocasiones, ella es más…
-¿Espontánea?
-Y, era más liberar, le gustaba mucho el libertinaje.
-¿Y tú no? –Alza una ceja. Él aunque no lo admitiera enseguida, sabía que era un mujeriego y eso lo llevaba al mismo nivel que su hermana.
-Tiempo pasado.
-¿No habrá más sorpresa de tu vida para mí, Ken?
-Tal vez sí…
Y con decir esas palabras Etsu pone en marcha la camioneta, rumbo al aeropuerto que los sacaría del país. Ann solo procesaba la información que acababa de escuchar de la boca de su novio. Ahora comprendía un poco más porque su pareja tenía distintos acentos al hablar, aunque el que más predominaba era el inglés y japonés. El español no se le daba del todo bien, solo sabía lo básico. Al igual que ella sabía solo lo básico del japonés. Más eso le había ayudado en ese año de soledad en aquel país extraño.
Los minutos pasaban de camino al aeropuerto, ambos conversaban de temas triviales. Ann estaba ansiosa. Al fin había llegado el día en el cual regresaría a su país natal, así solo fuera a pasar unas cuantas semanas en ella. Eso no importaba, solo le importaba el hecho de que volvería a pisar tierra Colombiana, sus raíces, la tierra que la vio crecer y volverse una chica fuerte. A pesar de todo lo que paso.
Eso no le iba a impedir que la sonrisa en sus labios se esfumara, no señor.
Ahora ella se encontraba en los asientos que proporcionaba el aeropuerto, estaba sola, debido a que Etsu había ido a llenar algunos papeles que le pedía pasar así poder mantener su auto en aquel lugar, hasta el día de su regreso. O eso era lo que ella pensaba. Aunque Etsu tenía otra cosa pensada.
Miraba a las distintas personas pasar por su lado, vestidas de diferentes formas y con costumbres desiguales. Personas de distintos países que salían y entraban a país, muchos en viajes de negociosos, vacaciones o incluso personas como ella, la vez que dejaría su pasado atrás para comenzar una nueva etapa de su vida, alejada de lo que alguna vez le hizo daño.
El teléfono de ella comenzó a vibrar en su pantalón, sacándola de su ensoñación. Nota al instante que era un número de otro país, más específicamente de Colombia, llevándose una gran sorpresa de quién se trataba. Su mejor amiga Layla. De seguro que la llamaba para saber si ella iría para su cumpleaños, aunque Anneliese sabía que contestarle. Tal vez la iba a ser sentir mal, pero valía la pena.
Contesta la llamada una vez toma una gran bocanada de aire.
-¿Diga? –ya no había vuelta atrás a lo que le diría. Estaba decidida. Esperaba escuchar la voz de su mejor amiga del otro lado de la línea.
-¡Hola Ann! ¿Cómo estás?- pregunta emocionada, era obvio, ya era legal.
-Excelente, aún más sabiendo que mi mejor amiga en pocos días será legal!- ríe- Feliz cumpleaños mi niña, te deseo lo mejor, espero que Dios te siga bendiciendo y te llene de salud y sabiduría amiga.
-Me vas hacer llorar- sorbe su nariz ficticiamente.
-De nada.
-Y...
-¿Y...?
-¿Vendrás?- se escucha esperanza en su voz.
Por un momento Ann quería decirle que sí irá, pero quiere darle la sorpresa.
-No amiga... No iré- la cara de sorpresa y confusión de Et por casi hace reír a Ann
-Yo pensé que...
-Lo siento mucho, pero los estudios me tiene ocupada, pero tu regalo estará mañana, lo prometo.
-Está bien... Ya me tengo que ir- cuelga.
-Pensé que le dirías que íbamos para allá amor.
-Prefiero que sea una sorpresa.
-Entiendo.
Se arrucharon para dormir y caminaban en el avión, ambos eran imperactivos, tanto tiempo les fastidiaba, hablaban de todo y de nada, los besos, los abrazos y las palabras lindas no hacían falta. Y así pasaron las horas, hasta que habían hecho la primera parada en México. De allí iban a hacer una tranferencia hacía Colombia. Iban a pasar por un transporte terrestre, éste los dejaría en la frontera de Colombia y de allí seguirían su recorrido a la casa de los padrinos de Ann. Pero primero, hicieron un recorrido por el centro de la ciudad. Mirando en el mercado muchas cosas lindas.
-Mira!- le enseña Ann a Et los recordatorios y pequeños adornos.
-Todo muy bonito. Ya vengo, no demoro, no te pierdan de vista- la toma de las mejillas mirándola. -Grita si necesitas algo. - Ann asiente, la besa y se va.
Ann voltea y se encuentra un almacén.
-Buenas días.
-Buenos días señorita ¿qué desea?
-Ese par de camisa. - señala un par de camisas de tela suave, una azul aguamarina y una verde manzana. -y ese joyitas- señala un collar, un par de aretes y unas pulseras que hacen juego con el vestido de Layla. Lo compra y se va en busca de Et.
-¿Qué es?- pregunta al verlo.
-Una caja musical para Layla.
-Es muy hermosa.
-Lo sé.
Van a comer, se deleitan con la comida y los nuevos sabores de ese país, caminan, se toman fotos, siguen comiendo y comprando. Aún Ann no le daba las camisas que le había comprado allí.
Al final del día ya cayendo la noche, inician su viaje a casa de los padrinos de Anneliese.
Al llegar a la casa de Layla. Era e dos pisos, el color de la casa es azul cielo, las ventanas eran negras y las cortinas eran blancas, la jardinera de afuera estaba bien cuidada, había césped por todas partes con excepción de un camino de piedra blanca que llevaba a la puerta de la casa.
-Al fin...- dice con nostalgia en su voz.
-Es bonita la casa.
-Lo es...- toma su teléfono y llama a su amiga.
Un tono... Dos tonos... Tres tonos...
-¿qué pasa Ann? Es de madrugada. Es la dos de la madrugada.
-Me han llamado y me dijeron que tu regalo ya está en la puerta de tu casa.
-¿ya?
-Sí, pero baja antes de que se vaya. - cuelga y ve como la puerta se abre y muestra la cara de una amiga muy sorprendida y con lágrimas en sus ojos.
Buenas noches queridos/as lectores/as, les hemos traído su capítulo semanal! Espero que les haya gustado.
Sí les ha gustado voten y cometen!
Los amamos.
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