8. La Amargura del Saber
Oh, bebé, ¿cómo se suponía que supiese que algo no iba bien?
Oh, bebé, no debería haberte dejado ir
Ahora estás fuera de vista
Muéstrame cómo quieres que sea
Dime bebé, porque ahora necesito saber, oh porque
Mi soledad, me está matando...
Y yo debo confesar que sigo creyendo
Cuando no estoy contigo pierdo la cabeza
Dame una señal
Una señal, bebé una vez más.
Baby One More Time, Cover de The Marías
📚
Aquello era algo nuevo. JongIn jamás se había planteado escribir poesías, pero si ese era el encanto del que KyungSoo hablaba, si con eso iba a lograr que se fijase más en él, entonces podría probar; después de todo el libro que le había dado estaba lleno de composiciones cargados en rimas, incluso podría mezclar versos de diferentes hojas, inventar otros y armar su propia adaptación.
La idea no se le hacía tan mala y era bastante divertido, sobre todo ahora que cada vez le quedaba menos por hacer en la academia. Los exámenes teóricos se habían acabado y las prácticas sólo eran para colaborar con quienes aún estaban rindiendo sus exámenes. En parte JongIn ya se sentía profesor, sólo que a diferencia de KyungSoo, no podía fingir que apreciaría un baile que salía del corazón si los pies cometían fallas o un brazo estaba muy caído; también debía ser estricto. Sin embargo comprendía a KyungSoo y a sus padres, tendientes a dar más apoyo emocional del necesario.
Todos tenían que esforzarse un poco más de lo requerido, o sino era sabido que vendría alguien más a sacarle el puesto, y eso era lo que comenzaba a temer si no encantaba pronto a KyungSoo. La vida de él seguía siendo un misterio, y aunque quería avasallarlo, sabía que así no le funcionaba; no se trataba sólo de un hombre tímido que necesitaba un poco de osadía, KyungSoo le hablaba con naturalidad, le ofrecía sus libros y se acercaba lento.
Así de lento, haciendo que su corazón sólo se emocionase más. JongIn quería volcarse en KyungSoo y dar un dulce beso en los labios que le distraían cada vez que pronunciaba palabra alguna, pero no quería arruinarlo como lo había hecho en el auto. Quería que KyungSoo también lo desease, que desease besarle y acurrucarse en él tanto como deseaba perderse también en el aroma de sus camisas, ese perfume a vainilla que desprendía y enloquecía sus sentidos.
JongIn estaba seguro de que su próximo e insinuante paso no tardaría en llegar, estaba ansioso por contacto, por una caricia, por un simple roce cariñoso que le demostrase la paciencia del rostro y voz de KyungSoo.
En la semana, aún si no podía más que saludarle en las mañanas, le dejaba bajo la puerta una poesía por día. Quizá así el profesor podría evaluar su progreso con mayor precisión y darle una mejor devolución para el domingo. Sin embargo, esperar hasta el fin de semana se volvía un hastío. Sabiendo que KyungSoo salía al mediodía de la facultad, consideró en ir a presenciar el final de una de sus clases. Tal vez eso le serviría para conocer que tan diferente era su comportamiento y trato ante el público estudiantil.
Y hacia él, en privado.
***
El viernes JongIn se levantó temprano, dispuesto a marcharse en el auto con su padre hacia la academia por un lado. KyungSoo tenía una corta jornada y regresaría al mediodía, por lo que se marchó en su propio auto. Afortunadamente JongIn podía ahorrarse las preguntas sobre dónde daba clases KyungSoo, gracias a que su padre y éste trabajaban para la misma universidad. Aunque tuviese media hora luego para ir hasta el edificio de letras de regreso, prefería hacerlo de ese modo y evitar levantar sospechas.
Al mediodía, después de dar vueltas por el campus durante toda la mañana, haciendo tiempo y preguntando por el aula del Profesor Do, acabó dando con él. Quedaban quince minutos para el final de la clase y JongIn sin intenciones de interrumpirle para ahorrarse su malhumor, le esperó afuera. Le observó atentamente por la ventanilla de la puerta, oyendo su voz en eco y explicando sobre la falta de comprensión de textos que a todo mundo ponían a dormir, más por lo aburridos que eran que por su complejidad.
KyungSoo hablaba neutral, claro, alto y ligeramente pausado, era interesante, pero sólo hasta cierto punto; luego se volvía monótono y eso era notoriamente lo que generaba la somnolencia los estudiantes. No obstante el admirar desde ese lugar a KyungSoo, era algo que no sólo él hacía con gusto, habían unas cinco o seis mujeres que miraban hacia el profesor, asintiendo atentas y con evidente interés más en el hombre, que en la materia. Mantenía a más de uno en vilo por su atractivo carisma, más que por lo que explicaba, y eso era algo que a él también le encantaba. Tal y como lo lograba en su casa, lo encantaba, haciéndole hacer cosas de las que nunca se había creído capaz, como escribir poesías, sólo por ejemplo.
Los minutos de contemplación para JongIn, se pasaban rápidos ya que no estaba siendo partícipe de la clase como tal, pero cuando todos se levantaron casi desesperados por huir y respirar aire fresco, era su turno de ponerse a trabajar.
KyungSoo también salía veloz, perdiéndose en el gentío, por lo que tuvo que esquivar y empujar estudiantes en su contra que salían de otras aulas. No quería perderlo de vista y acabar encontrándose con que ya se había subido a su auto. No podía ser que el hombre huyese tan rápido, parecía que tenía cosas más importantes que hacer, que regresar a su casa.
—¡Profesor Do!
Corrió al notar que éste se detuvo en el hall de entrada y se giraba con una expresión resignada.
—Dios... ¿Qué haces aquí JongIn?
—Vine a buscarlo, pero camina muy rápido —sonrió.
Pero KyungSoo dándole la espalda avanzó en descenso hacia las escaleras.
—Sí, estaba intentando huir de ti.
—¿Me viste? —se apresuró tras él, rumbo al estacionamiento.
—No eres bueno escondiéndote.
—¿Y por qué huías?
—Porque no creo que vengas a hacer nada bueno.
—Qué mal concepto tiene de mi.
—¿Por qué viniste?
—Vamos a almorzar juntos. Yo invito.
—No. Y no insistas —espetó, señalándole al frenar delante de la puerta de su auto.
—Bueno, entonces lléveme a casa —se paró del lado del copiloto.
—¿No tienes que cursar?
—No. Ya terminé, sólo tengo que ir algunos días como apoyo, pero no es nada importante.
—Sí es importante.
—No le incumbe a usted así que no lo sabe. Por favor, vamos a almorzar, tengo mucha hambre —intentó una vez más con rostro lastimero.
—Espera a llegar a casa.
Al ver a KyungSoo entrar al auto, JongIn le siguió y se metió por igual; sentándose a su lado, notó el largo resoplido acompañado de los ojos cerrados. Probablemente KyungSoo intentaba contener las ganas de mandarle a la mierda, pero si no lo hacía, entonces ¿por qué debería detenerse?
—No sea así...
—¿Así cómo JongIn? —le miró con hastío.
—Tan poco cordial. No te gusta beber por la noches, está bien lo comprendo, suena aburrido pero...
—Nunca dije que no me gustase.
—Bueno, estás viejo y ya no tienes ganas, más o menos lo mismo, pero una comida no te pondrá ebrio, todavía podrás conducir de regreso.
—JongIn...
—Por favor, ¿sí? Estoy intentando hacer las cosas bien —susurró dedicándole una mirada anhelante.
—¿Qué cosas?
—Las que sean necesarias para encantarte.
El lento y suave cabeceo en negación de KyungSoo y la mano en el mentón, parecían tapar una débil sonrisa que a JongIn le supo a rendición; pero cómo se suponía que se tomase eso como un rechazo, cuando KyungSoo le miraba con la intensidad nostálgica de la Luna y le respondía con la seguridad del Sol.
—Vamos.
***
Por recomendación de KyungSoo, acabaron yendo a un restaurante de comida japonesa en una callecita oculta cerca del centro comercial. Allí pidieron unas piezas de sushi para compartir, JongIn eligió el pollo teriyaki y KyungSoo arroz con curry.
Descubrió que KyungSoo no sólo se comportaba como un hombre solitario, sino que de hecho por sus anécdotas, lo era. Iba a comer a restaurantes solo, iba al cine solo, e incluso paseaba por los parques solo, sentándose a corregir trabajos en alguna banca, pero a fin de cuentas, y según él mismo, disfrutaba estar así. Suficiente alboroto le era estar en constante contacto con los estudiantes y profesores; lo único que deseaba era quedarse en su casa todo el día, tomando té, leyendo, escribiendo, o en su defecto: durmiendo.
—Eres tan atípico a la gente que suelo conocer, que pareces salido de un libro.
—Y tú JongIn eres tan típico, que te vuelves predecible como un humano cualquiera.
—Ah, menos mal. Creí que podría estar comportándome como un extraterrestre.
—Sería interesante.
—Bueno, tú debiste serlo alguna vez.
—Así es, en algún universo debo tener otra atípica personalidad... —se silenció pensando un instante—. O tal vez tan sólo soy el mismo en todas partes.
—Pues no importa el lugar, me sigues encantando por igual —declaró—. Aquí almorzando relajado, en la facultad viéndote dar clases con entusiasmo, o en mi casa siendo amable y distante.
—Debería empezar a intentar desencantarte.
—No es algo que corra por tu cuenta.
—Entonces lo será el almuerzo.
—¿Qué? —observó a KyungSoo sacar su billetera—. ¡No, yo te estoy invitando!
—¿Y con qué pagarás?
—Con tarjeta.
—No aceptan tarjeta aquí.
—¿Qué?
KyungSoo comenzó a reír divertido, haciéndole avergonzar, hasta el punto en que alcanzó la indignación.
—Lo hiciste a propósito.
—Más o menos.
—¿Por qué eres así? Eso sí que es ser desagradecido, ¡no juegues con las buenas intenciones de los demás!
—No estaba jugando contigo, JongIn. Pero que pagues con una extensión de tu padre, no lo hace una invitación propiamente de tu parte, sigue siendo un gasto más en el cual no quiero incurrir.
—Si era en efectivo también iba a ser el dinero de él.
—Pero no lo fue.
—Eres un tonto —susurró, viendo a la camarera acercarse y tomar el dinero.
Podría haber ido a un cajero, pero la frustración era tal que no le importaba si KyungSoo gastaba todo su sueldo, en parte también le agradaba el hecho de que la invitación se hubiese invertido, o tal vez equilibrado. No era justo hacer todo el trabajo, y si KyungSoo quería colaborar entonces debía dejarlo; ambos estaban tirando y aflojando de una cuerda inexistente, atrayéndose mutuamente, y aún si KyungSoo pretendía que nada pasaba, JongIn sabía que era una completa mentira. KyungSoo seguía sin decir nada cada vez que le expresaba el profundo encanto que sentía hacia él, y quería suponer que era para ponerlo a prueba, como lo único que un profesor sabía hacer.
—¿Cuándo te vas a mudar?
—Los primeros días de julio.
—¿A dónde?
—Iré a lo de mi madre a vivir con ella un mes, y ya en agosto alquilaré un lugar, estoy juntando el dinero, ¿contento? —alzó una ceja denotando sarcasmo.
—¿Y por qué lo gastas en nuestra comida?
—Deja de hacer caridad con el dinero de tu padre. Mejor cómprate un libro, o guárdalo para irte de vacaciones.
—Es la primera vez que no quiero que empiecen. Quería pasar más días enteros... —pisó uno de los pies de KyungSoo y sonrió al notar su mueca de queja—. Molestándote.
—Ya encontrarás otro pasatiempo.
—¿Como irme de vacaciones contigo?
—Eso no es un pasatiempo.
—Depende cómo lo veas.
—¿Quieres que yo sea tu pasatiempo?
—Sí. Lo es si me sirve para seguir conociéndote.
—No hay más nada para conocer de mi JongIn. Ya lo has visto todo. Doy clases y vivo en tu casa.
—Qué superficial.
—Te aburrirías y cansarías de lo interno —dijo confiado—. No estás preparado.
—Diciendo eso, lo único que demuestra, es que usted es el único que no está preparado, ¿acaso se cree inalcanzable?
—Tienes razón. Sabes JongIn, deberías buscar a alguien con más autoestima. A alguien de tu edad.
—No sea ridículo. La edad aquí no es excusa. Más bien, sólo es excusa para ti, y así cubrir lo que no quieres mostrar.
—Otra vez tienes razón, si sigues así pronto habrás descubierto tanto que ya no tendrás más curiosidad, así que vamos, sigue lanzando tus verdades así nos largamos pronto y ya te olvidas de mi de una buena vez —entonó soberbio—. ¿Qué más quieres saber? No voy a ocultarte nada —se sentó firme y reposó los antebrazos sobre la mesa, observándole fijamente—. Hoy se acaba, aquí y ahora.
—Siga soñando —se levantó bruscamente, mirándole con desprecio—. Sólo quería acercarme a usted, pero me hizo sentir a cada segundo como una molestia. Y no, KyungSoo. No soy un perro al que le das el gusto cuando te place.
—Todo se resume simplemente a una mujer, JongIn. Era una relación muy dañina.
—¡Cállate! —exasperado se apresuró a huir del restaurante.
El hecho de que KyungSoo se estuviese soltando tan repentinamente y quisiese contarle todo lo que tanto trataba de arrancarle de la mente, se volvía irritante cuando sólo tenía el motivo de hacerle enojar. Claro que quería saber sobre esa mujer que acababa de mencionar, quería saberlo todo, quería oír toda su historia y el porqué no le daba una oportunidad ni abría su corazón.
Pero si sólo le lanzaba aquella historia de ese modo frío, como si no fuese realmente importante, como si él no mereciese oírla ni conocer nada de su vida; si le hacía sentir como un metiche, sólo caliente por conseguir sexo, entonces no quería saberlo. No quería escucharle cuando a él se le diese la gana, sólo para llenar su curiosidad y matar las ilusiones tan pronto.
Quería que KyungSoo se lo contase porque así lo sentía, no por obligación.
—¡Sube al auto!
Apenas iba por la segunda calle cuando KyungSoo exclamó bajando la ventanilla, el auto avanzaba lento al costado de la acera.
—Voy a tomar el bus.
—¡No seas dramático, hay mucho tránsito!
—No me importa. Quiere que me aleje lo haré, no hurgaré más. ¡Viajaré sólo, necesito estar solo!
—¡No voy a contarte nada que no quieras saber!
JongIn se detuvo ante aquello, KyungSoo acababa de sobrepasar sus nervios, lo dejaba estupefacto, porque la capacidad de comprensión le estaba confundiendo al punto de dudar, ¿cómo era posible que así fuese profesor? El auto frenó y JongIn avanzó hasta la ventanilla.
—No, no lo entiendes. Quiero saber todo, KyungSoo.
—Nadie quiere saber todo realmente. Y yo no quiero decepcionarte.
—Quiero que me tengas confianza de verdad.
—No te estaría pidiendo que subas a mí auto si no la tuviese.
—Lo haces por obligación.
—Puede ser. Pero no deseo que regreses solo después de haber discutido. Nunca es agradable despedirse con sabor amargo en el corazón. Y sí, lo digo porque tiene que ver con mi pasado. Así que sube, y hablemos. No me gusta estar peleado contigo.
—¿Sólo tres semanas y no quieres pelear conmigo? —alzó una ceja incrédulo y abrió la puerta del auto, convencido de que KyungSoo se notaba arrepentido de su comportamiento—. Supongo que eso es un buen indicio.
—Lo es, pero no me presiones.
Tal y como KyungSoo lo había pedido, no hubo presiones y por igual, tampoco grandes confesiones. Sólo le contó que había creído estar tan enamorado al punto de hacerse daño a sí mismo. KyungSoo había correspondido en el pasado a alguien a quien no amaba. Había dicho que no una vez, pero ante el miedo de seguir estando solo, prefirió luego de la insistencia, decir que sí.
Sin embargo eso lo había lastimado lo suficiente como para auto convencerse a preferir en el futuro la soledad, a intentar dar o recibir un falso amor otra vez.
—Así es más fácil.
—No es más fácil sólo porque no vuelvas a amar. Así no aprenderás realmente del amor fiel y sincero.
—No me interesa de todos modos —aseveró con la mirada fija en el camino.
—Bueno, no es algo que pueda creer, además, ¿qué pasó con ella?
—Tuvo un accidente de tránsito... Y murió —susurró sin rodeos, como si eso fuese algo muy olvidado y enterrado en el pasado—. Exactamente después de que la eché de mi casa.
—Sabes que no fue tu culpa.
—Lo sé. Tardé más de un año en asimilarlo. Y otro año en darme cuenta que al mismo tiempo, fue lo mejor y más liberador que había hecho en toda mi vida.
—Entonces deberías estar orgulloso. Sí, aunque suene amargo, estabas pensando por primera vez en ti —le sonrió amable—. En la verdadera felicidad.
—¿Y tú qué sabes de felicidad?
KyungSoo pretendía ironía y acidez en su hablar. Era una faceta claramente oscura y alejada de lo que había demostrado hasta el momento, tan desapegada y repelente que cualquiera hubiese querido huir ante alguien tan dependiente en su pasado. Pero de los errores, sabía que KyungSoo algo importante había aprendido, y lo notaba en su madurez al intentar mantenerlo apartado. Tenía miedo de volver a entregarse y cometer el mismo error.
Pero había una gran diferencia, JongIn sí sentía algo sincero.
—Lo sabía, eres muy joven aún para saberlo —acotó KyungSoo con una sonrisa tras el silencio—. Espero que no cometas el mismo error.
—No lo haré —declaró con firmeza, manteniendo la seriedad que se había instaurado y miró el paisaje por la ventana—. Porque sé que la felicidad no es lo que tú viviste. Nunca viene del miedo.
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💘 Muchas gracias por leers, besitos dulces 😘🌹
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