Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

3. Los Puntos Ciegos de la Amabilidad

No digas por favor ni gracias
Hago lo que quiero cuando quiero
Y mi alma, es tan cínica.
Así que eres un tipo duro
Realmente un tipo difícil
Del cual nunca obtengo suficiente
Siempre conteniendo el aliento
Y yo soy el tipo malo
El tipo que pone triste a tu madre
El tipo que vuelve loca a tu novia
Y el que podría seducir a tu padre
Soy el chico malo.

Bad Guy, Billie Eilish




📚





Era la primera vez que devolvía una sonrisa mentirosa hacia un joven que notoriamente estaba burlándose en su cara. Pero al estar bajo el mismo techo que su superior, no podía evitar pensar en que debía mantener primordialmente los buenos modales con la gente que estaba cediéndole una parte de su casa.

Tras haber oído desde el corredor la pequeña plática del par de hermanos, supo que su presencia no era bien recibida por nadie más y nadie menos que el mismo señor Kim. Había presentido con el radar de un profesor experimentado, que el agua en su habitación había sido intencional, y no le hubiese sorprendido tanto el hecho, si la obra hubiese idea de una adolescente como SeulGi; pero al recordar que se trataba ya de un joven de veinticuatro años, recordó también a los cientos de jóvenes malcriados que habían pasado por sus aulas, con una tarjeta de crédito que "papá mantenía para los gastos personales", como le había insinuado cierta vez una chica que quería invitarlo a un 'café' a cambio de una buena nota en su examen final.

El hecho de que el hijo del señor Kim hubiese tocado su puerta y ofrecido ayuda en cualquier momento del día, podía tener sólo dos intenciones; una quizá sería el trato normal que su padre le había inculcado y enseñado desde un principio para con los invitados, y otro era muy lejano y perverso; uno que prefería evitar pensarlo, porque recién se acababan de conocer y presentar. Al menos durante un buen tiempo quería creer que se trataba de una familia tan educada y solidaria como el mismo Kim TaeIn, y no de una gran apariencia, o mejor dicho mera ilusión y reflejo, de lo que admiraba de su superior.

Lo último que podía imaginar de momento eran alcohol, drogas, sexo y rock and roll; pero como en toda familia, siempre había algo de ello, debía estar preparado para cualquiera de las opciones. Aún no conocía a la señora Kim, pero deducía que si el señor TaeIn era las drogas de sus curiosos años hippie, SeulGi el rock and roll de sus sueños de ídola, entonces sólo le quedaban dos opciones... Y por los años del matrimonio Kim, no creía que la señora fuese el sexo, sino el alcohol donde ahogaba sus penas.

Lo que le dejaba en la otra mano, las intenciones más oscuras que habían siempre entre los más jóvenes, en la gran predisposición que JongIn había tenido al decirle que tocase su puerta cuando lo desease.

Y en la osadía de éste al entrar sin aviso alguno al traerle el trapo de piso.

KyungSoo se sobresaltó, estaba guardando ropa en el armario y JongIn le miraba arrepentido con la mano en alto.

—¿Permiso?

—Sí —asintió y notó como éste iba hasta cerca de la ventana a secar el charco en el suelo—. No, por favor deja el trapo ahí, yo luego seco.

—No me cuesta nada. Además fue mi culpa.

—En serio, insisto.

—Bueno —se incorporó con rapidez y encogiéndose de hombros le tendió el trapo—. Limpie usted, se pierde del servicio completo.

—¿Sí? Qué pena —rio con desinterés, agachándose para secar.

—¿Quiere algo más?

La respuesta era que sí, quería que se largase ya mismo de su habitación, pero aún se sentía un intruso, y no podía evitar la incomodidad, ya que de hecho esa era primero: la casa del hijo del señor Kim.

—No, por favor. No quiero molestar a nadie —se reincorporó extendiéndole el trapo—. Gracias.

—Ah, bueno, pero ya es costumbre. No me refiero a usted, sino a la gente que papá trae en general. Estamos acostumbrados a las molestias.

—Ya veo, quizá no esté tanto tiempo aquí como lo imaginaba.

—¿Por qué?

—Porque comprendo que es una molestia.

—Sí... —se silenció unos segundos y sonrió retrocediendo varios pasos, alcanzando la puerta—. Pero no significa que no me guste. Nos vemos en la cena, que descanse... —titubeó un instante antes de cerrar—. Y perdone también mis molestias, profesor Do.

Perdonar lo que se decía perdonar, no creía que fuese capaz de suceder. La fría ironía que cargaba cada palabra del hijo del medio de los Kim, era suficiente para analizar que, les gustasen o no las visitas y servir a los huéspedes, había una gran incomodidad propia de la tensión que se acababa de generar.

KyungSoo comprendió que mantener las buenas formas con JongIn, sólo le afectaría a sí mismo. La amabilidad como siempre lo había sabido, tenía que venir más tarde y no antes de tiempo, porque estúpidamente había caído, y JongIn con su falsa honestidad, acababa de tomar provecho de su lado carismático, intentando instalar una confianza inexistente, sólo por presumir su estatus dentro de la casa.

KyungSoo sentía que implícitamente el privilegio de tratarle irrespetuosamente se había instaurado, y lejos de sonar educado, el «profesor Do», había tenido cierto acento presuntuoso y soberbio, como si fuesen un par de amigos de igual edad y que se conocían hacía años, pero que se encontraban en plena competencia.

Así como lo hacían los jóvenes con los que había lidiado cientos de veces, y a los que creía haber superado, otra vez le tocaba tratar con uno, pero para su desgracia, no era su verdadero estudiante. KyungSoo se preguntaba hasta qué punto, debería aceptar y tomar de esa falsa confianza amistosa que JongIn le ofrecía, porque ponerse en el papel de profesor así como JongIn lo había llamado, no era lo que correspondía en esa ocasión.

No era una institución, era una casa y ambos tenían un lugar allí, anfitrión e invitado. No se trataba de educar a nadie, ni de evaluar conductas o exámenes. Lo mejor que podía hacer era tratarlo con sinceridad, como lo haría con un pariente lejano, pero a quien debía acercarse cautelosa y honestamente, porque a final de cuentas el señor Kim era el padre, y le había ofrecido la confianza de una verdadera familia.

***

La cena había sido tranquila y la sensación de incomodidad se había disuelto cuando la señora Kim llegó de su paseo. El señor TaeIn había subido a tocar su puerta e invitarle a bajar a comer lo que la señora Lee había dejado preparado en la tarde.

JongSeun, tal y como había deducido,
era una mujer de rasgos duros y piel asoleada, tenía el cabello corto y recto, y aunque lucía bastante cansada y ojerosa, se mantenía coqueta con sus labios al rojo vivo. Era de voz suave y baja, pero de palabras filosas y contundentes cuando se ponían a hablar de la escuela. Para sorpresa de KyungSoo, todos conversaban sobre política y en su buena medida, los jefes de la familia, derrapaban contra el gobierno de norcorea. La señora Kim parecía que masticaba caramelos ácidos de naranja fingiendo dulzura en su tono, cuando en realidad era todo vómito verbal.

Sin embargo eso no quitaba el hecho de que fuese menos amable, quizá era rigurosa, pero sus hijos y esposo, le restaban grandes cuotas de seriedad cada vez que ella abría la boca, motivo por el que permanecía callada y la mayoría reía; incluso KyungSoo aunque no lo quería, no podía evitarlo, y es que JongSeun tenía algunas ideas tan cerradas en su cabeza, que le era imposible creer el hecho de que había seguido a su actual esposo a una vida de hippie durante tres años.

—Como has visto, KyungSoo, aquí hablamos de todo y nos reímos de todo y de todos, así que no te cohíbas. Estaremos ansiosos por escucharte —le despidió el señor Kim al pie de la escalera, una vez finalizada la cena—. Espero que duermas muy bien esta primera noche, y las siguientes te sientas más a gusto.

—Gracias, muchísimas gracias —acentuó.

—Ahora a descansar que todavía queda un largo mes de trabajo antes de las vacaciones.

—Así es... No veo la hora de descansar y buscar dónde vivir.

—Sin prisa ni presión —palmeó su hombro—. Tómate tu tiempo, aquí eres parte de la familia, que ninguno de mis hijos te haga sentir lo contrario.

—No lo harán... —sonrió con esfuerzo —. Son muy amables.

«Amables y desconsiderados» diría KyungSoo, o mejor dicho sólo «desconsiderado» por JongIn, cuando a medianoche oyó provenir el sonido de la música clásica, que si bien era relajante, no era lo que más deseaba tras un largo día de viaje y desempaque. El sueño era pesado y cuando sintió que pese a la música, sus ojos estaban cediendo y cayendo rendidos, el estrepitoso ruido de un mueble arrastrándose por el piso lo sacudió. Tenía no muchas, sino muchísimas ganas de ir a maldecir en cara al hijo del medio como si fuese de hecho su propio hermano menor, pero nadie le había forzado a estar allí.

Sabía de sobra que los primeros días en todo lugar siempre eran los más difíciles y que eran cuestión de acostumbrarse, así como también lo debían ser para los hijos de los Kim, quienes no estaban ansiosos por una visita pero ya sabían cómo manejarlo. Sin embargo, KyungSoo sintiendo la angustia y vergüenza de su situación, se desveló considerando toda la madrugada las posibilidades de irse al siguiente domingo a lo de su madre; aún si eso le costaba menos horas de descanso y más de viaje, no estaría ocupando un espacio que no le correspondía en una casa ajena.

***

El desayuno había sido abundante y armonioso, el señor Kim le había servido café y jugo de naranja, había tostado varios panecillos, ofrecido jalea y manteca, y finalmente cuando se estaba haciendo la hora de irse, le entregó una banana y una manzana para el resto de la mañana.

Los lunes KyungSoo empezaba dando clases en la facultad de letras hasta después del mediodía, y por la tarde y noche en la de ciencias económicas, afortunadamente los edificios estaban dentro del mismo campus, a menos de un kilómetro. El martes, su sorpresa y vergüenza aún eran ineludibles, el señor Kim le dijo que no necesitaba irse por su cuenta, que si estaba de acuerdo, podían ir y volver juntos y así ahorrarían gasolina. El señor Kim incluso lo pasaba a buscar por su edificio a última hora y a KyungSoo no le quedaba más que aceptar y agradecer humildemente, porque el señor Kim se rehusaba a recibir dinero a cambio.

Sin embargo los viernes y sábados, KyungSoo sí volvía con su auto ya que sólo trabajaba hasta el mediodía, lo cual era un alivio, se encerraba en su habitación, descansaba y se dormía temprano; con suerte apenas había alcanzado a cenar junto a SeulGi y JongSeun esos dos días, ya que JongIn cursaba en horarios salteados, entre el turno tarde y noche.

Para cuando finalizó la primera semana y se halló durmiendo hasta tarde el domingo, se dio cuenta de lo rápido que había pasado, de lo increíblemente soportable que le había resultado. Y es que pese a sus inseguridades e incomodidades, se dio cuenta que prácticamente no había visto a nadie de la familia por más de cinco minutos cada día. KyungSoo y el señor Kim se iban media hora más temprano que el resto, y para cuando ellos dos estaban saliendo, los demás apenas estaban despertándose. La señora Kim era directora en una escuela primaria en las cercanías y sólo caminaba unas diez calles, por lo que era la primera en llegar a la casa.

Una semana se había pasado con velocidad, y supo que podría soportar, que quedarse allí era una alternativa viable, hasta que por desgracia en plena tarde de domingo, la puerta abierta de su habitación para ventilar mejor el ambiente, le permitió a un curioso JongIn espiarle desde la entrada; quién sabía cuántos minutos había estado allí parado mientras él de espaldas en el escritorio cercano a la ventana, corregía trabajos prácticos reimpresos.

—Usted es el hombre más aburrido que ha traído mi padre a esta casa hasta el momento.

De no ser porque JongIn decidió delatarse a sí mismo, probablemente no se hubiese percatado de su silenciosa e invasora presencia. KyungSoo se giró alzando una ceja con intriga y acomodándose sus gafas. No habían intercambiado más conversación desde el primer domingo, y las pocas frases que se habían dicho en la semana, eran para saludarse en las mañanas.

—¿Y eso se supone que es algo bueno o malo?

—Bueno, muy bueno —se atrevió a ingresar sin permiso y avanzar hasta quedar parado frente a la ventana, y a su lado—. Siempre suele ser gente entrometida, confiada, que curiosea en nuestros cuartos sin permiso y toma cosas privadas.

—¿En serio? —obvió su sarcasmo sonriendo—. ¿Por qué será?

—No lo sé. De hecho yo no suelo ser así.

JongIn le miró conteniendo una notoria sonrisa, porque era exactamente todo lo que éste estaba haciendo, y se notaba que era a propósito, sólo para ponerlo tontamente a prueba.

—Una vez, una señora entró en la habitación de TaeYeon cuando éramos más chicos, y usó sus maquillajes. También hubo un estudiante de papá al que le dieron asilo hace unos años, él agarró una camisa de mi armario mientras yo no estaba y luego andaba luciéndola por la casa sin vergüenza alguna.

—Deberías poner llave en tu puerta.

—Comencé a hacerlo después de eso. Igual lo que siempre más me ha molestado, es que son tan charlatanes. No te dejan ni siquiera pensar en paz.

—A tu padre le gusta mucho conversar... —comentó mientras continuaba leyendo redacciones llenas de errores.

—Sí, pero me refiero a conversar sobre temas banales, sobre cosas que a nadie le interesan, como por ejemplo: grandes ofertas que encontraron en la feria y de las que alardean porque creen que es súper inteligente aprovechar los descuentos, cuando en realidad sólo están aumentando los precios. O las mil anécdotas de la vida sufrida que tuvieron y que ya todos saben, pero que vuelven a repetir sólo para agarrarse de eso único. Gente que le gusta dar lástima. No lo entiendo, ¿por qué trae ese tipo de gente papá?

—Tal vez más bien la atrae, ¿no? —dejó las correcciones para mirar unos instantes a JongIn, quien ahora parecía ser uno de los charlatanes de los cuales tanto renegaba—. Es que es muy compasivo, y aunque no lo podamos evitar, acabamos ayudando por error muchas veces a quienes no lo necesitan, sino a quienes sólo quieren atención. El juego de la víctima funciona más veces de lo que crees, es hasta que aprendes a reconocer los patrones.

—Entonces supongo que papá ya se dio cuenta de dónde estaban sus errores. Porque no te pareces en nada a otros invitados. Claro que han habido visitas agradables, pero siempre son más memorables las malas que las buenas.

—Entonces mi presencia es positiva.

—Más o menos.

—¿Por qué?

—Es positiva, pero aún no me convence, profesor Do.

—¿No?

—No. Me da curiosidad el hecho de que papá te tenga tanto aprecio. ¿Qué es exactamente lo que ve en ti, que siente que eres como un hijo?

—Tal vez lo que nunca pudo enseñar al suyo propio.

—¿Qué estás queriendo decir?

—Que a veces las cosas no salen como queremos. Y por eso las buscamos afuera.

—Que estupidez.

—No, es sólo un recurso. El exterior está lleno de recursos que van y vienen y que no podemos moldear, pero el interior, la familia, son raíces que crecen al libre albedrío y aún si intentamos direccionarlas a un único lugar, acaban torciéndose, convirtiéndose en el recurso de alguien más.

—No me venga con frases pseudo reflexivas de sus libros complejos —jugueteó con los dedos sobre algunas hojas dispersas en el escritorio, revisando indirectamente.

—No lo son. JongIn, si tienes algún problema con tu padre, espero que lo hables pronto. No creo que sea sano que demuestres a estas alturas celos. No estoy aquí para ocupar tu puesto, ni para sacarte nada. Sólo estoy de paso y deseo encontrar un departamento pronto para no molestar. Sé que no debe ser fácil para ustedes, pero tampoco lo es para mi. Así que sólo intentemos llevarnos bien.

—Por favor, no son celos. No puedes estar tan ciego con esas gafas —le señaló sonriente.

—¿De qué estás hablando?

—¿Le molesta si vengo más seguido a hablar con usted?

—¿Conmigo?

JongIn sólo hizo un gesto fruncido con sus labios y alzó las cejas como si no fuese gran cosa.

—No veo el problema. Mientras que dejes de tratarme de usted y de profesor.

—Perfecto, lo haré —aceptó, pero su discurso continuó siendo formal—. De repente siento que no quiero que se vaya tan rápido.

—¿Por qué?

—Porque... Tengo curiosidad —susurró alejándose otra vez hacia la puerta—. También quiero aprender de usted aún si no quiere ser llamado mi profesor.

—¿Qué quieres aprender?

KyungSoo se iba girando sobre su asiento, siguiendo con la mirada a un JongIn cada vez más distante y cercano al corredor.

—A encantar.

—¿Encantar?

—Sí. Algo así como... Lo estás haciendo conmigo.

El murmullo se esfumó junto el cuerpo de JongIn, éste había desaparecido de su vista, dejándole atónito y lleno de dudas. Si había algo que nunca se había propuesto era el encantar. No era como si él fuese una clase de hechicero. Pero de repente JongIn quería aprender algo que no tenía forma ni método. Algo inexacto y que sonaba incluso mágico. Y KyungSoo estaba seguro que fuese lo que fuese que JongIn tenía en mente, no era algo fácil de comprender.

Apenas le conocía, pero era como ver la tapa de un libro lleno de polvo, tentador. KyungSoo quería averiguar qué encanto era ese del que JongIn hablaba, quería explorar el significado entre líneas de un complejo libro humano y demostrarle que él no tenía nada para enseñarle allí, sino todo lo contrario. JongIn le debía una explicación respecto a ese repentino interés en él.

📚










El próximo capítulo es bastante corto creo, pero bueno, algunos son así <3 ❤ gracias por leer 🤭😘

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro