19. Visitas Inesperadas
Este será un amor eterno
Este es el amor por el que tanto he esperado
Esta será la primera vez que alguien me haya amado
Y estoy tan contento
De que él me encontró a tiempo
Él arregló mi mente
Este será un amor inolvidable.
Amarte es algo maravilloso
Porque me mostraste cuánto te importo
Me diste la emoción de mi vida
Y me hiciste creer que hay más emociones por conocer
Oh, este será un amor eterno.
This Will Be (An Everlasting Love), Natalie Cole
📚
En el pueblito donde vivía la madre de KyungSoo, los días de verano parecían sacados de una vieja película familiar de comedia. Para JongIn la comodidad desde el primer día, había sido inigualable; aunque claro que habían usado la excusa de que él tenía un amigo a pocos kilómetros. La señora Do era algo chismosa, pretendía saber el nombre y apellido de la familia para así reconocerla, pero KyungSoo también se había encargado de cubrirlo, diciéndole a su madre que era una familia nueva con varios hijos y que se habían mudado hace menos de un año, por lo que no tenían espacio para recibirlo.
Si había sido convincente, JongIn no podía jurarlo, pero la señora Do tampoco era tan desagradecida como para negarle unos días a quien también había recibido a su hijo durante un mes completo. Los motivos de su visita al pueblo a fin de cuentas, no debían ser de su incumbencia y KyungSoo también se lo había dejado en claro a ella, por lo que los días habían sido tranquilos, limitándose a preguntas sobre sus estudios y trabajo, y claro que también a si tenía alguna novia; a lo que con gracia había negado rotundamente.
La señora Do era amable y también perspicaz, cambiaba de tema con rapidez, por lo que no le importaba lo que pudiese llegar a pensar ni a corto o largo plazo de él, no se notaba ciertamente prejuiciosa, aún si las apariencias engañaban de vez en cuando. Quizá a la señora Do no le importaba realmente lo que cada uno hiciese de su vida siempre que a ella no se la involucrase, ni le afectase de forma directa en su rutina diaria.
JongIn tenía una habitación aparte, la del padre de KyungSoo, pero la idea de permanecer cada noche en la habitación de alguien que ya había fallecido, no le hacía mucha ilusión. Por lo que KyungSoo le cedió su cuarto construido en la azotea, algo que de todos modos, acabaría siendo en vano. Porque si KyungSoo no iba cada noche a su habitación, entonces JongIn iría a hurtadillas por él.
El cuarto de KyungSoo permanecía en cierto modo, intacto y acogedor. La señora Do se había encargado de mantenerlo siempre tal cual su hijo lo había dejado tras la partida a la ciudad. Los estantes tenían polvillo pero acumulaban novelas y revistas de cómics. En el techo habían unos stickers de estrellas amarillentas, obviamente ya desgastadas, que se iluminaban al apagar la luz; el escritorio y armario estaban notoriamente gastados pero no menos brillantes, tenían una evidente coloración y marcas pronunciadas por el paso de los años.
Afortunadamente tenía también un baño propio, pero eso no era lo importante, mientras que la habitación de la señora Do estuviese abajo, a ellos les bastaba; JongIn sólo tenía que ser silencioso al bajar las escaleras e ingresar por la cocina, para avanzar hasta el pasillo principal y KyungSoo tenía que regresar al amanecer, para evitar levantar sospechas.
—¿Tú mamá te deja salir a estas horas? —murmuraba al tocar la puerta de KyungSoo.
—Sí, pero no sé si me dejaría con mi novio.
—Bueno, entonces no le avises.
—No planeaba hacerlo... No de momento —sonreía KyungSoo—. Espérame arriba, iré por té helado.
La semana en la casa de los Do había transcurrido con mucha rapidez y calidez para su gusto, acostumbrarse pronto a otro lugar nunca le había costado demasiado. Las noches en la azotea, recostados en el suelo mirando las estrellas, bebiendo té y comiendo galletas, era algo que nunca había realizado con nadie, ni siquiera en el jardín de su propia casa.
La comodidad iba más allá de lo esperado, quizá se debía a que conocer personas nuevas y cederles su espacio era algo natural en su vida, y el hecho de que alguien lo hiciese con él, le hacía sentir extremadamente bienvenido. Era de las pocas veces que experimentaba la agradable sensación de ser el invitado y no el anfitrión, de ser el mimado sin pedirlo.
Dentro de esos pocos días, la última noche, KyungSoo había estado igual de ansioso que él mismo, por cumplir finalmente aquella parte pendiente entre ambos. El furor del calor y la adrenalina tras unos cuantos besos a la medianoche, las caricias por la espalda, torso y roces sin contención alguna, habían acabado en una primera vez apasionante y llena de afecto. JongIn se había encargado de comunicarle cómo y cuándo lo deseaba, en qué momento debía adentrarse, moverse y besarle al mismo tiempo; y KyungSoo le había obedecido sin contradicciones, entregándose por igual y con la mayor dulzura posible a su primera relación con otro hombre.
JongIn sabía que estaba cayendo tan rápido en el enamoramiento, que temía que fuese KyungSoo mismo quien no estuviese del todo comprometido con aquello. Ahora el temor parecía provenir de él, y es que la intensidad siempre era más de su parte, porque sabía que KyungSoo tendía más al desapego; aún cuando JongIn se le acercaba y recibía una entrega completa, deseaba también que KyungSoo tuviese grandes iniciativas que le quitasen el aliento más seguido.
El resto del mes dejó en el olvido los pequeños temores, KyungSoo había pasado a buscarle por la casa un par de veces cuando el señor Kim salía a almorzar con sus colegas, su madre estaba en Jeju con TaeYeon, por lo que JongIn por un tiempo se había ahorrado los comentarios obvios de ellos de invitar a KyungSoo nuevamente a la casa. Sabía que tarde o temprano pasarían la vergüenza de un bombardeo de preguntas, sus padres cuando se lo proponían podían ser tan pícaros como él y no tenía como protestar, el factor travesura era hereditario.
Por lo que hasta el fin del mes, se limitaron a largas citas desde el inicio del día, yendo al cine o simplemente caminando por algún parque o el centro comercial, dividiendo los gastos hasta la noche, cuando cenaban y KyungSoo quería pagar todo, pero JongIn no se lo permitía a sabiendas de que estaba a punto de mudarse.
Como esa tarde después de merendar en una cafetería del centro, KyungSoo había renegado testarudo con que él pagaría ese día o sino le llevaría directo a su casa y se acabaría el paseo. JongIn cual niño que debía hacer caso había aceptado con resignación, pero formulándose grandes expectativas. KyungSoo sonreía más de lo usual mientras conducía por una avenida poco transitada, estaba notoriamente entusiasmado y eso lo contagiaba también a él, haciéndole sentir orgulloso de que compartiese más de su vida con él.
—Quiero que me acompañes a un lugar.
—¿A conocer a tus amigos?
La curiosidad en JongIn por saber del círculo amistoso de KyungSoo, era mero interés celoso por conocer más de la clase de personas con las que se relacionaba. Habían otros colegas, también profesores y profesoras con las que salían al igual que su padre a cenar y beber hasta perder la conciencia en las noches, y también estaban sus ex compañeros de la universidad y secundaria, aunque de ésta última, sólo le habían quedado dos amigos: JunMyeon, y el buen YiXing, el psicólogo que le había ayudado en el pasado; no obstante, ahora KyungSoo no veía a ninguno hacía casi un año.
—Dije lugar, no a alguien. Ya sabes que no tengo muchos amigos, no de confianza realmente. Además es algo mejor.
—¿Me llevarás a conocer tu nuevo departamento?
—Bingo.
—¿En serio? —le observó atónito.
—La semana que viene me mudo.
—¡Eso es genial! Estoy muy feliz por ti, KyungSoo.
—Y yo de que estés conmigo para compartirlo —aseveró.
—¿Compartirlo?
De repente la palabra salida del propio KyungSoo, le sonaba tan a concubinato que se imaginó buscando tres trabajos para ayudar a pagar las cuentas del lugar.
—Quiero decir, no es como si fuésemos a vivir juntos, apenas estamos saliendo hace un mes, pero... Te daré una llave para que vengas cuando quieras.
—Gracias... —suspiró en un inesperado alivio y sonrió—. Eso es lindo de tu parte. Por un momento pensé que estabas diciendo de vivir contigo.
—¿No te gustaría?
—Claro que sí. Obviamente que quiero algo serio contigo, pero vivir ya juntos, ¿no sería un poco precipitado?
—Es cierto, después de haber pasado un mes en tu casa, con tu habitación al lado...
—Ey, ¿estás diciendo que sería una molestia?
—No, sólo que deberíamos conocernos bastante, así sabremos qué tanto seremos capaces de soportar.
—No lo haces sonar bonito.
—¿Cuándo fue agradable convivir contigo en todo ese mes?
—No lo sé... —murmuró persuasivo y sonrió—. Tú lo sabrás, por algo estoy en tu auto en este momento.
—Muy cierto.
KyungSoo asintió al frenar ante el semáforo y se estiró para besar en un rápido chasquido sus labios. Volvió con las manos al manubrio y le observó con la dulzura que rebalsaba de vez en cuando en su frío semblante.
—Porque te quiero mucho, JongIn.
Quizá le faltaba un poco de acción a KyungSoo, pero cuando cometía esos pequeños actos desprevenidos, cuando le besaba sin permiso y decía cosas tiernas salidas de la misma nada; ahí era cuando JongIn sabía que no debía temer, ese era KyungSoo, el hombre de quien se había enamorado, a quien había conquistado duramente tras varios intentos osados. Quien se animaba cada día a un poco más junto a él, haciéndole sentir encantadoramente especial, como si fuese la mezcla perfecta entre el estudiante desastroso y el ejemplar.
El balance ideal para su aprendizaje.
***
A días finales de julio y con las clases a punto de comenzar nuevamente, la mudanza era agotadora; sin embargo JongIn trataba de ayudar a KyungSoo tanto como le permitía. Ambos tenían sus obligaciones, JongIn un último cuatrimestre para terminar su carrera, y KyungSoo una nueva tanda de estudiantes tan emocionados por la literatura así como JongIn lo había estado hacía dos meses al descubrir que un huésped invadiría su hogar.
Un huésped que había acabado convirtiéndose en su primer novio oficial ante la sorpresa y buen recibimiento de sus padres. Para cuando JongIn comenzó a quedarse a dormir los primeros días en el nuevo departamento, su madre no había tardado en comentarle que sabían perfectamente dónde estaba.
Los primeros días de agosto, KyungSoo ya había sido invitado a pasar un fin de semana a la casa de los Kim, pero éste de momento, no se atrevía a volver. Ahora era un nuevo miembro de la familia, uno que su madre había aprobado desde el inicio pero que tenía completamente curioso y anonadado a su padre, como si hubiesen jugado al mejor truco de la historia delante de sus ojos.
Para la tarde de un lunes, JongIn cansado pero contento, llegaba al departamento de KyungSoo; las clases que daba a los estudiantes de primer año eran agotadoras pero reconfortantes, y se sentía en gran parte apoyado y comprendido por KyungSoo a la hora de exponer sus miedos como futuro profesor. La paciencia aún era algo que debía cultivar, cada tanto se le salía un tono sarcástico con algunos jóvenes que cometían errores, y no lo podía evitar, es que después de todo, él también seguía siendo un estudiante y no le agradaba la idea de ponerse como figura de autoridad; todos eran sus semejantes, y ser superior ante otros era algo que no lograba considerar.
No obstante, la paciencia tendría que seguir creciendo y ejercitándose en otros ámbitos fuera de las clases. La paciencia, el caos, las inseguridades y el poco control sobre sus impulsivas emociones que KyungSoo tanto colaboraba en moderar al tomar un poco de ellas. Ambos seguían constantemente probándose que estaban dispuestos al cambio y a seguir mejorando. Ni KyungSoo quería ser tan cerrado y desapegado al punto de parecer desinteresado, ni JongIn quería ser tan intenso y absorbente al punto de agotar a quien más atesoraba en ese momento.
Pero los hilos del destino parecían no querer colaborar aquella tarde cuando en la puerta del edificio, un joven más bajo que él, aproximadamente de la altura de KyungSoo, igual de pálido, con cabello negro, pero labios finos y ojos serenos, estaba tocando exactamente el timbre donde convivían esporádicamente.
—¿A quién buscas?
El joven se giró sorprendido hacia él, y para JongIn la sorpresa tampoco fue menor, un extraño augurio se apoderó de su ser cuando se percató de la gran valija al costado del chico.
—A Do KyungSoo, ¿lo conoces?
—Sí, pero él ahora no está, aún no llega de su trabajo.
—Oh, ¿podría pasar al menos?
—¿Quién eres?
—¡Cierto! Mucho gusto —se inclinó y sonrió—. Soy Zhang YiXing.
Ahí estaba el mal augurio, incrustado en las mejillas del joven, en forma de un par de hoyuelos blancos como la más refinada azúcar.
—Claro, pasa —extendió la mano para abrir la puerta y dejarle entrar.
¿Sería tan dulce como se veía? ¿Por qué de repente estaba aquel olvidado y viejo mejor amigo chino, en la puerta del nuevo departamento como si estuviese auto invitándose a vivir allí?
—Un gusto en conocerte YiXing, oí un poco de ti —comentó a medida que avanzaban hacia el ascensor.
—Ya veo. Eso es bueno, porque tú... —titubeó deteniéndose ante las puertas que se abrían de par en par y le miró curioso—. ¿Quién eres?
Y con su mejor sonrisa, lejana de instaurar incomodidad, pero ocultando un gran cuestionario hacia el joven, respondió feliz, contento de tener un firme puesto donde no dudaría en considerarse superior.
—Soy Kim JongIn. El novio de KyungSoo.
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Acá vamos con esta pequeña parte extra <33 💜 que lo disfruten 🌸😘 muchas gracias por esperar~ 🌺
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