15. Prácticas Inusuales
Di mi nombre
Pon tu cuerpo contra el mío
Y haz que lo malo sea bueno
impuro lo bendeci'o
Ya me rezas sobre tu cuerpo
Y en la esquina de tu cama
Y en el último momento
dime mi nombre a la cara.
Y en el último momento
dime mi nombre a la cara
Ay, Ali, Ali, Ali, Ali, Ali, Ali, Yali ya.
Di Mi Nombre, Rosalía.
📚
Tras una mañana de eventos notoriamente afortunados, y luego de un viaje en auto cargado de la excitación causada por JongIn y sus osados toques y caricias, KyungSoo creía que podría tener un paro cardíaco en cualquier momento; porque la forma en que se sentía constantemente era un estallido de adrenalina.
Aún no se le quitaba de la cabeza la idea de que tenía una prima inventada a punto de casarse; de que de la noche a la mañana había pasado a estar interesado en la danza y que JongIn no había hecho más que reírsele en la cara, lo cual aunque le ponía los nervios de punta no podía negar que apasionadamente le encantaba, aquella chispa de espontaneidad en JongIn era la que los hacía arder en cada situación.
El almuerzo había sido mucho más tranquilo, pero al regreso los toques y dedos traviesos de JongIn se habían repetido. Tener a SeulGi de espectadora no aliviaba las cosas, además de que un extraño presentimiento de que la señora Kim le miraba de a ratos con una nueva curiosidad, le inquietaba. Por primera vez de entre todos los Kim, no era JongIn quien le daba mala espina.
Sin embargo, agradecía igualmente que ya estuviese a menos de una semana por mudarse a lo de su madre. Así que se ahorraría más momentos bochornosos. Eso siempre y cuando JongIn no se pasase de la raya. El señor Kim era serio cuando lo quería, pero eso no le restaba lo distraído. De hecho era como si anduviese en las nubes, y comprobó uno de los motivos esa misma noche en el jardín, cuando el señor Kim le invitó una copa de coñac y un cigarro del cual JongIn ya le había advertido.
—Vamos, estamos en confianza. Hace tiempo que no fumo marihuana con un colega, ¡cada vez que lo hago tengo que alejarme de ellos porque les desagrada el olor!
KyungSoo quería negarse, tal y como JongIn también le había recomendado que hiciese, o de otro modo el señor Kim lo arrastraría a sus placeres culposos; sin embargo, le resultaba muy difícil negarse cuando el hombre era tan amistoso y le había dado tanto hasta la fecha, incluso a su hijo servido en bandeja. Y pese a que eso último no había sido adrede, no dejaba de sentirse culpable en menor medida, como si hubiese tomado mucho más de lo que le habían ofrecido.
—La verdad es que no estoy acostumbrado, hace años que no fumaba uno de estos... Ya hasta me olvidé de sus efectos —aceptó y agradeció cuando el señor Kim acercó el encendedor a su barbilla.
—Si en el barrio no fuesen tan puritanos, podría venderle aún a algunos vecinos.
—¿Usted los arma?
—¡Esos arbustos cerca de la ligustrina son mi vida!
—¿Y ningún vecino ha sospechado?
—Son tan ignorantes que les digo que el humo es por un ritual pagano de mi esposa, eso los espanta también, pero no pueden denunciarme —guiñó un ojo y KyungSoo rio incrédulo.
—Vaya... No lo hubiese imaginado de usted.
—Todos merecemos nuestras distracciones, y si no perjudican a nadie excepto a mi, ¿para qué contarlas? ¿Para que nos juzguen luego? Mejor me lo dejo para con quienes más quiero.
—¿Usted me quiere? —le miró asombrado.
—¡Como a un hijo más! ¡Espero que algún día puedas venir incluso cuando formes tu propia familia!
KyungSoo estalló en risas, pero por supuesto que no eran de nervios. O tal vez sí, pero ya estaban algo mezcladas con los efectos de lo que acababa de fumar sumado a esos minutos de tragos. Luego volvió a reír cuando el señor Kim dijo que su esposa era «infumable», y más fuerte cuando confesó que la juventud estaba perdida; y más, más fuerte cuando dijo que tenía los huevos inflados por ya no recordaba qué cosa.
Simplemente estaban riéndose sentados en el césped sin saber de qué. KyungSoo movía sus manos y los dedos, mirándolos con atención porque sentía que se movían rígidos cual robot; el señor Kim hablaba entrecortado, también de modo robótico, o eso le parecía, haciéndole reír sin entender nada. El tiempo parecía lento pero KyungSoo miraba hacia mil lados en cinco segundos y la luz de la luna se introducía en sus ojos en espirales.
Hasta que finalmente cuando quiso tomar la copa de coñac reposada en el suelo, las yemas de sus dedos anestesiados no sintieron el vidrio y se le resbaló regando el césped. El señor Kim soltó unas estrepitosas risas y amagó a levantarse.
—Ah... KyungSoo, no sé cuánto tiempo hemos estado aquí, seguramente que una hora, pero ya siento que han sido treinta. Mejor iré a dormir...
—Sí, yo también...
La falta de una brisa fresca tras el día húmedo y lluvioso, había concentrado el fuerte olor del cigarro en el jardín. KyungSoo con dificultad tomó la copita y mareado se levantó, siguiéndole el camino al señor Kim, quien le susurraba una vez dentro que tuviese cuidado al subir las escaleras. Sus pies y piernas se movían con letargo haciéndole trastabillar, se sentía flotar en el suelo por lo que extendió los brazos para aferrarse de la baranda con ambas manos y subir pesadamente paso a paso.
Aunque su consciencia se encontraba adormecida, distinguía dónde estaba, qué había hecho y hacia dónde quería ir; sin embargo su mente trabajaba veloz, dándole cientos de ideas. Y la única que repercutía una y otra vez al llegar al piso, era la de entrar en la habitación de JongIn. Con indeseada pereza, golpeteó lentamente la puerta, los pensamientos que se cruzaban por su mente eran simplemente repetir la noche anterior, dormir junto a JongIn y despertar con otro beso. Pero cuando la puerta se abrió y notó el rostro juzgador de JongIn, KyungSoo sólo pudo sonreírle plácidamente y mover sus dedos frente a éste.
—Hola JongIn.
—Ah, qué mal hueles —espetó frustrado, jalándole de la mano hacia dentro.
KyungSoo se lanzó a abrazarle, queriendo un poco de mimos, porque lo único de lo que era plenamente consciente, era de lo suavecito que se sentía todo su cuerpo, por lo que el contacto enardecía su piel y la hacía vibrar en frecuencias olvidadas; JongIn le devolvía el afecto, envolviéndole y diciéndole: «eres un tonto, ahora no te podré hacer enojar, estás todo blandito y relajado».
Repentinamente, KyungSoo recordó el incidente de la mañana, donde el señor Kim casi los atrapaba, entonces su boca habló por si sola, sin meditar demasiado el asunto.
—¿Bailamos?
—¿Tú quieres bailar en este estado?
—Sólo unos pasitos. Hasta caer en el suelo y dormirme.
—No te voy a dejar caer... —murmuró JongIn haciéndole danzar apenas, sosteniéndole con una mano en la cintura y la otra en su hombro.
KyungSoo estaba en el ojo de un huracán; cada paso atrás y adelante era una tempestad y no era capaz de seguir ritmo alguno, de repente arrastraba a JongIn bruscamente hacia la pared, y luego hacia el armario. Oía sus risas y veía en el rostro ajeno la diversión ante su estado. Hasta que sintiéndose y sabiéndose plenamente desinhibido, lo empujó hasta caer ambos en la cama. KyungSoo encima le miraba ansioso, la excitación que había retenido durante ese duro día lo tenía eufórico mentalmente pero sedado en cuerpo.
—JongIn... —murmuró juntando sus frentes y sin titubeo alguno besó con delicadeza los labios de quien acariciaba su mejilla—. Te deseo...
—Lo sé, pero no es así como yo lo quiero. No estás consciente.
—Si esperas a que lo esté, no sé cuánto te pueda hacer esperar...
—No importa, lo haré. Yo también puedo ser muy paciente.
—JongIn... —susurró otra vez, deleitándose ante las imágenes lujuriosas que corrían por su mente, pero que aún no serían una realidad—. JongInnie...
—¿Qué?
—Di mi nombre —sonrió.
—KyungSoo...
—¿Qué?
La risa de JongIn era un espectáculo, y es que probablemente no tenía sentido nada de lo que le estaba pidiendo en ese momento, pero en su cabeza las imágenes se pintaban cual diáfanas epifanías; JongIn no dejaba de frotar con las manos su cuello y avanzando con sus labios hasta debajo de su oído.
—Te quiero, KyungSoo...
—Te quiero —le sonrió y llevó sus labios hacia la boca en busca de un beso más profundo y del cual JongIn también tomó.
La somnolencia estaba llegando con prisa, escondió su rostro en el pecho de JongIn y allí reposó, con las caricias tibias en su espalda y la erección que inevitablemente se habían causado ante la constante fricción de sus entrepiernas. JongIn tenía paciencia, él inseguridades, pero ese día el deseo y la osadía, habían pesado más que cualquier otra cosa. Sus sueños durante la madrugada no fueron mucho más tranquilos y para cuando despertó, notó que por la oscuridad, aún era de madrugada. Ahora era JongIn quien estaba acurrucado de espaldas a su cuerpo, y KyungSoo completamente lúcido, sentía el fuego arder en su interior. El cosquilleo de su estómago bajaba hasta su ingle, allí donde el trasero de JongIn se acomodaba fácilmente.
Los efectos del alcohol y la marihuana se habían ido por completo, y recordaba todo lo hecho a la perfección. Recordaba a JongIn besándole, diciéndole que lo quería y él respondiéndole por igual. Pero por sobre todo tenía grabado el respeto del menor al no dejarse llevar por sus deseos, por contener el impulso sexual y simplemente permanecer junto a él. El destello de anhelo en KyungSoo se había intensificado enormemente, pero ahora ya no era momento de intentar algo; JongIn dormía plácidamente y era él quien también debía aguantar su excitación, por lo que resolvió que sería mejor ir al baño a acabar con aquella frustración cargada desde hacía días.
Se levantó con sigilo y avanzó en silencio hasta la puerta, pero su idea no parecía tener éxito, cuando al poner la mano en la manija, la voz levemente aniñada y adormecida de JongIn desde la cama lo sorprendió.
—¿A dónde vas?
—Al baño.
—¿Estás bien? —se sentó en la cama mirándole preocupado—. Creo que te pegó muy fuerte eso que te dio papá.
—Sí, estoy... bien, sólo que estoy —pronunció con dificultad, y tras un corto silencio exhaló mordiéndose el labio inferior con cuidado, ligeramente avergonzado—. JongIn...
Como si éste hubiese leído sus intenciones, y percibido el tono meloso, los ojos viajaron a lo largo de todo su cuerpo, deteniéndose por sus muslos y luego se clavaron en su mirada otra vez, con completa fijeza y contemplación. JongIn se llevó la mano a la boca y acarició sus labios en una contenida sonrisa.
—Vuelve a la cama...
Tembloroso por el éxtasis inminente avanzó, pero JongIn era más rápido, y para cuando KyungSoo reposó una rodilla en la esquina de la cama, fue atraído de la remera para ser besado por primera vez con una lascivia desconocida. JongIn abusaba con la lengua sus labios, sintiendo como se apoderaba de él; y la realidad era que quería dejarlo hacer lo que placiese con su cuerpo, porque poco sabía que esperar de la situación. KyungSoo se aferraba a su cintura con fuerza, pero JongIn más experto, procedió a sacarle la remera y girarle para hacerle caer de espaldas.
—Hace rato que quiero probar más que tus labios —susurró contra su boca antes de comenzar a descender por su torso y alcanzar el borde de su cintura—. ¿No hay nada que tengas que decirme, no? —le miró con fijeza.
—¿Cómo qué?
—¿No hay riesgos para mí una vez que haga lo que voy a hacer?
—JongIn, estoy tan sano que hasta podría curar tu locura...
—Mi locura no tiene cura... pero sí te creo a ti —sonrió.
La piel de KyungSoo era nieve derritiéndose entre las llamas de los dedos de JongIn, quien besaba con lentitud su cadera, pero bajaba con prisa su pantalón. La presión que tenía bajo el calzoncillo era una que no se igualaba a ninguna antes, o al menos no con la intensidad que radicaba también en su corazón. Había una salvaje dulzura en JongIn, había un sentimiento palpable entre ambos que aún se estaba desarrollando, pero el deseo por el contacto íntimo era intenso y sentía que estaba irónicamente, en las manos indicadas.
El suspiro salió desprevenido, cuando el torbellino de placer se arremolinó bruscamente en su entrepierna. Finalmente JongIn lo había desnudado tanto en alma como ahora en cuerpo; tenía en la mano toda su hombría, su miembro estaba expuesto a los ojos del primer novio de su vida. JongIn era el primer hombre que iba a complacerlo oralmente. Adrenalina y excitación era poco, era liberación, una que se vio desatada cuando la lengua paseó serpenteando a lo largo de su extensión.
—JongIn...
Cada segundo era una nueva experiencia y para cuando la boca de JongIn succionó tanto como podía; cuando el vaivén de sus labios se repitió tantas veces y los contenidos gemidos le obligaron a aferrarse del cabello para marcar el ritmo, derramó el éxtasis en su barbilla. La libertad nunca había sido tan violenta como hasta esa noche, ni el placer tan hermoso ni comparable como el que había sentido al estar con una mujer.
JongIn se alzó sobre él para besarle y ensuciarlo también con su propia mancha, para hacerle saborear aquello de lo que era capaz, y de que todo valía la pena en tanto siguiese atreviéndose a más.
—Hay muchas cosas que te quiero enseñar, KyungSoo...
—Seguiré todos tus pasos, en tanto me tengas paciencia —le contempló poseído aún por los rastros del orgasmo y apropiándose de los labios.
—Lo sé, cuanto más paciente sea yo, más rápido irás tú —rio JongIn, recostándose a su lado y sujetándose de su cintura, sin abandonar las caricias en su estómago también manchado.
—¿Debería... Devolverte el favor?
—De hecho... Preferiría otra cosa. Pero no creo que hoy sea el día, ni todavía el momento —besó su mejilla y murmuró en su oído con travesura—. No estoy preparado, y grito mucho.
—Entonces seré paciente también.
📚
<33 el próximo capítulo es prácticamente el final, porque el 18 creo que va a ser muy corto a modo de epílogo de esta primera parte, luego será paciencia hasta que me organice con lo siguiente! Así que sean como KyungSoo y JongIn y esperen 🤭❤️ muchas gracias por leer, besotes 😘📚
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