13. Sin Compromiso no hay Aprendizaje
No estoy enamorado
Así que no lo olvides
Sólo es una tonta etapa que estoy atravesando
Y sólo porque te llamé no me mal entiendas
No creas que ya lo lograste
No estoy enamorado
Es sólo que me gusta verte
Pero eso no significa que signifiques algo para mi
Así que si te llamo no te emociones
No le digas a tus amigos de nosotros
No estoy enamorado, no, no
Es porque...
I'm Not In Love, 10 cc.
📚
Los ojos tristes de JongIn, claro que habían sacudido en la conciencia y el corazón de KyungSoo. Pese a que no tenía excusas ni motivos actuales para desconfiar en él, sabía que necesitaban más tiempo para conocerse; pero también que en parte había un gran problema en sí mismo. Pretender fingir que estar solo era lo que quería para el resto de su vida lo convertía en alguien tan miserable, justo como se había comportado hacía minutos.
Cuando JongIn cansado se largó sin pedir un beso de buenas noches, ahí sintió por primera vez el gran vacío, la resequedad en su boca y alma. Esa noche no sólo le faltaba contención y un mimo a JongIn, sino que KyungSoo también sentía como dolían los sentimientos al no haber besado la boca a la que velozmente se había acostumbrado en esos pocos días.
La consciencia le gritaba que hasta allí había llegado la soledad. No había más espacio para días sin compañía, y aunque JongIn fuese un joven de carácter osado y desvergonzado, eso no lo hacía menos honesto con sus intenciones. Para bien o para mal, KyungSoo tenía que aprender a lidiar con diferentes niveles de intensidad que no todos los días se manejaban, y que ahora en un mes lo habían descolocado por completo. No se trataba de un estudiante al que iba conociendo poco a poco a lo largo de un semestre, era JongIn quien se mostraba sin tapujos con toda seguridad y avasallando su integridad.
Era a JongIn a quien no podía calificar como a otro más de la lista de estudiantes típicos, porque aún si intentaba hacerlo encajar en algún lado, simplemente no cabía, porque no tenía otro lugar donde residir que en su cabeza, allí donde se había instalado a la fuerza día tras día y últimamente en su corazón, provocando un desastre mental del que quería salir pronto.
Si olvidarse del pasado fuese tan fácil como sacar la basura, probablemente viviría más feliz; pero así no trabajaba su cabeza, sino que acumulaba, reciclaba, recordaba, enterraba, desenterraba y volvía a analizar. Era como una computadora, pero a la que se le agregaban emociones, memoria emocional que convertía todo en un desencadenante de patrones autolimitantes al deducir que la historia se repetiría si caía por determinados aspectos.
Pero el lado racional también tenía que ceder de vez en cuando. Después de muchos años, su cabeza le decía que cerrarse al amor era patético, porque era donde perdería las mejores oportunidades e historias de su vida, esas que le harían superar finalmente las del pasado. Porque eso era el pasado, algo que no se olvidaba nunca, sino que se superaba, dispuesto a cambiar los métodos de actuar para así obtener mejores resultados.
Esa noche KyungSoo se durmió sabiendo que había algo que reparar. Soñó con un JongIn feliz en compañía de alguien más que no era él. Soñó que le dejaba vivir en paz y le evitaba ese drama innecesario donde quien parecía el adolescente alborotado no era JongIn, sino él, quien deseoso estaba por experimentar la aventura del amor. JongIn era su yo de hacía diez años, con la ilusión de un gran amor para toda la vida, sólo que en lugar de haberlo vivido felizmente, se había forzado, y luego le habían rechazado.
¿Por qué le hacía pasar por lo mismo cuando su corazón latía igual de acelerado? Cuando ambos estaban sintiendo la misma energía chispeante incendiar sus cuerpos ante cada roce y las miradas se decían a gritos que los besos durasen más de la cuenta, que pasasen a algo más excitante y apasionante. Si JongIn era apresurado en demostrar sus sentimientos, entonces KyungSoo era consciente de la prisa en sacar conclusiones erróneas. ¿Cómo se suponía que iba a juzgar los sentimientos de alguien si no se daba el tiempo adecuado para descubrirlos, apreciarlos y sentirlos? ¿Cómo iba a dejar ir tan pronto a JongIn cuando todo apenas había comenzado?
De un modo ya planeado, iba a recomponer lo apenas desarmado.
***
El sábado ya estaba libre de asistir a la universidad, las clases oficialmente se habían terminado y ya no tenía que ir hasta agosto. Temprano en la mañana, se filtraba la luz por la ventana y resonaba el canto de los pájaros; eran las diez y afortunadamente se sentía descansado pese a haber cenado y hecho karaoke con viejos compañeros que actualmente eran también profesores. El paseo le había relajado y ayudado a olvidar el deseo ferviente por querer reencontrarse con JongIn cada día de esa semana. Sin embargo al despertar, las tensiones regresaban y sabía que debía disculparse.
Tenía que darle una aclaración, tenían que ponerle nombre a lo que estaba pasando, porque JongIn lo necesitaba, quería saber qué eran, y KyungSoo también estaba curioso, preguntándoselo mentalmente. Nunca se habían llamado amigos ni compañeros, la confianza jamás había sido la suficiente; de a ratos KyungSoo quería sentirse como un profesor y ver a JongIn como su estudiante, pero tampoco era el caso. Sólo se reducía a Kim JongIn, el hijo del rector donde él trabajaba.
El señor Kim, un mentor, al cual admiraba noblemente, un hombre que había confiado en KyungSoo y que veía un gran futuro en él; el rector al cual no quería defraudar, sino seguir sus pasos como si se tratase de una tradición, como si él fuese un niño siguiendo a su ídolo, o los pasos de un padre proyectado en alguien más. No quería defraudarlo, no quería mezclar el trabajo y el sentimiento creciente por JongIn; ni siquiera había tenido tiempo en considerarlo como a una especie de hermano menor.
La única realidad era que JongIn nunca le había dado el pie para tratarlo con una confianza fraternal e inocente. Su actuar siempre había tenido otros fines, unos que intentaban saltar todas las barreras para convertirse en otro hombre más que dormía en la habitación de al lado y por el cual estaba perdiendo la cabeza. Un hombre que decía haber quedado encantado con él, que quería aprender de sus encantos, los cuales KyungSoo desconocía pero JongIn tanto le destacaba.
JongIn siempre le había tratado con la actitud que un hombre interesado y atraído en otro tenía por conocerlo, yéndose por las ramas directo hacia la seducción, pero KyungSoo lo frenaba para exigirle que vaya lento, tranquilo y sin apuros; algo que el menor había obedecido con dificultad, como si las normas le hubiesen costado desde siempre y con él estuviese haciendo un increíble esfuerzo. Un esfuerzo que valía absolutamente toda la pena, que KyungSoo reconocía cual gran desempeño.
Releía una y otra vez los poemas, algunos más románticos y sencillos, otros subidos de tono, y finalmente esos que le encantaban; esos que eran cómicos por la creatividad y poca rima, porque parecían los más improvisados y salidos desde lo más natural de su alma. Los que le mostraban que más allá de un joven apasionado, había un chico divertido y conversador con quien podría hablar de cualquier tema, desde las piñas coladas hasta «las risas saltarinas con gusto a caipiriña» que alababa de su rostro.
Estaba recopilando en una cartulina esas más locuaces e ingeniosas frases, donde las pegaría dispersas y le diría cuál sería la nota final; porque sí, pese a que había dicho que no lo corregiría, tenía en mente la idea de posicionar en primer lugar sus favoritas.
***
Inesperadamente la puerta de su habitación sonó después del mediodía. La voz apagada de JongIn le decía que los ánimos seguían en depresión «dice mamá que baje a comer, profesor Do». El final le supo amargo, no era como al inicio que le llamaba así sólo por molestarle, ahora la palabra “profesor” le sonaba altamente formal.
Aún si JongIn no le hablaba durante todo el almuerzo, KyungSoo estaba dispuesto a ir después por él a su habitación.
—JongIn, ¿no te quedas a almorzar? —miró SeulGi con decepción hacia su hermano.
—Voy a salir con los chicos, volveré a la noche. No me esperen para cenar.
—Qué te diviertas.
KyungSoo le despidió con una sonrisa sincera. JongIn parecía contener el asombro, pero él podía estarlo más al verlo tan apuesto y radiante en jean y remera blanca, bien peinado y notoriamente perfumado en vainilla, aún con un gesto enfurruñado y aura malhumorada.
—Usted también.
—Claro que sí, tengo muchos poemas que leer y elegir...
Atisbó la sonrisa escondida en JongIn al retirarse. Tal vez ahora se posponían también sus ideas de conciliar la pelea de la noche anterior, pero no iba a comportarse tampoco como JongIn. Los celos eran una parte de su vida que no quería volver a experimentar, y lo cierto era que tampoco le había gustado ese lado en detalle de JongIn. Ninguno de los dos tenía porqué avisarse qué iban a hacer de su día hasta el momento, porque simplemente aún no eran nada. Hasta que JongIn no regresase y aclarasen la situación, no merecían darse más explicaciones.
***
El resto del día, la puerta de su habitación permaneció abierta ya que no había posibilidades de que un intruso pasase sin permiso. La tranquilidad sin JongIn, era algo estable e intacto, podía limpiar la habitación o seguir leyendo en paz sin necesidad de ser interrumpido por la repentina presencia.
Alrededor de las seis de la tarde, SeulGi se apareció tocando despacio, asomándose apenas para invitarle a tomar el té junto a su madre. El señor Kim no estaba, todavía asistía a la universidad, era de los pocos que no podían faltar aunque no hiciese nada más que hablar con otros profesores ya igual de cansados y ansiosos por las vacaciones.
Después de una hora y media de té, galletas caseras y conversación con la señora Kim y sus preparativos de viaje a la playa con su hija mayor -sumada la ansiedad de SeulGi por viajar también con sus amigas de la agencia-, KyungSoo aturdido, subió otra vez a su habitación, dispuesto a comenzar la lectura de un nuevo libro.
La cartulina violeta con las frases seleccionadas de JongIn ya estaba terminada y aunque le parecía un poco infantil el haber pegado una debajo de la otra, le agradaba la idea. Era como cuando de niños, se entregaban cartas declarándose su amor, o mejor dicho como lo veía en las películas, porque lo cierto era que él nunca había hecho algo así. Consideró que si JongIn se esmeraba en dejar sus palabras prolijamente, entonces debería hacer algo bueno con las frases más allá de leerlas y deleitarse en silencio.
Puso música bajita en su celular y absorto por el anochecer se quedó contemplando el cielo desde la ventana. Estaba liberado del trabajo, pero no mentalmente de los sentimientos en su corazón. El asomo de la nostálgica luna, le mandaba susurros de que ya era hora de avanzar o acabaría convertido en un viejito amargado como los que vivían en su incendiado edificio. Probablemente por eso se había prendido fuego ese lugar, para quemar y enterrar allí a los cascarrabias y sacarlo a él del pozo en el que se hundía solo.
Rio al pensar en que una desgracia tan grande y que incluso podría haber sido mortal, tuviese algo positivo. No le importaba si había un anciano internado luchando por su vida, cada uno tenía diferentes cosas por las que pelear, y ahora en su situación se trataba de dejarse llevar por las emociones otra vez. De liberar el calor de su cuerpo, y volcarlo en la piel veraniega de JongIn, en sus sentimientos intensos y empalagosos como la miel hasta fundirse en el chocolate de sus ojos. Unos que ya le miraban pícaros desde la puerta.
KyungSoo no había necesitado su voz, esa vez simplemente lo había presentido.
—¿Ya estás aquí tan temprano?
—No podía esperar a saber cómo resultaron mis poesías... —la mirada tímida huía junto a la sonrisa contenida de la tarde—. Además tengo que darte la que hice ayer por la noche...
—¿Hiciste una?
—Cargada de odio —entró y cerró la puerta en silencio—. Pero hoy se me ocurrió una nueva, que no llegué a escribirla.
JongIn avanzó y le entregó el pedazo de papel doblado. KyungSoo lo agarró pero antes de abrirlo, detuvo su mirada en él. Esa noche los ojos de JongIn no brillaban en aquella contagiosa seguridad, parecían temerosos y su rostro era algo lúgubre. KyungSoo sabía que él había generado aquella situación y era hora de acabarla.
—JongIn. Perdón.
—KyungSoo...
—Por lo que pasó ayer.
—¿Qué? —soltó en un suspiro y luego frunció el ceño—. ¡Ya me estabas asustando otra vez!
—Perdón por ser tan inseguro, ya sabes que estoy tratando de mejorar —sonrió y desdobló la hoja para entonar firme—. «A la mierda contigo y tus miedos, puedo tocarme cuando quiero; no necesito tu pito dócil, con tu perfume y besos ya me manoseo. Te olvidaré pronto, querido profesor fósil».
—¡No tenías que leerlo en alto!
KyungSoo rio ante el sulfuro en el rostro de JongIn, entonces alzó una ceja en complicidad.
—Qué sugerente.
—¡Pero no es lo que verdaderamente siento! —negó con rapidez y le arrebató el papel haciéndolo un bollo—. Sólo fue la furia del momento. Ahora tengo otro.
—Y sin embargo es el mejor.
—¿Qué?
—Conserva la dosis romántica y divertida de los demás, pero también el desencanto del enamoramiento —le tomó la mano para abrirla y sacarle el poema, lo estiró y alisó contra su muslo para luego llevarlo al cajón del escritorio—. Pero éste no lo pondré en la cartulina.
—¿Cartulina?
JongIn le miraba absorto, incrédulo de lo que acababa de hacer, como si se tratase de magia delante de sus ojos.
—Aquí pegué los que más me gustaron —tomó el rollo y se lo entregó.
—¿En serio te tomaste ese trabajo?
—¿Qué se supone que haga con todo lo que escribiste? ¿Que lo archive? Es tuyo. Deberías guardarlo, entonces algún día cuando ya estés viejito, o como tu padre, sientas la vergüenza de la juventud.
—Eso suena como una divertida y buena idea.
—Lo es. Yo sigo leyendo las porquerías que escribía a tu edad y mucho antes. Y no importa cuánto tiempo pasa, si lo relees en uno, dos, tres o diez años, sigue siendo una porquería.
—Qué pobre autoestima, ¿y eso le dices a todos tus estudiantes? —reprochó con ironía.
—No. Ninguno me había impresionado tanto.
—Qué mentiroso. Estás exagerando.
—Claro que no —titubeó avergonzado, porque lo cierto era que jamás lo había imaginado, pero lo gustaba el hecho de que alguien se hubiese tomado semejante tiempo para escribir sobre él. Era lo más tierno y sincero que había recibido en años—. Nadie había intentado “conquistarme con poemas”.
—Y todavía no acabé, aún falta el de hoy... —murmuró acortando el espacio entre ambos, reposando el rollo de cartulina sobre el escritorio y sonriéndole con dulzura al volver a enfrentar su mirada.
—¿Vas a recitarlo?
—Si me dejas dormir hoy contigo.
—Despacio JongIn. Apenas y te pedí perdón.
—Deja de malpensar todo lo que te propongo —desprevenidamente, capturó sus manos y juntó sus frentes en una caricia—. Sólo quiero dormir contigo, abrazados, despertar a tu lado, y darte un beso apenas abras los ojos.
KyungSoo suspiró ansioso, expectante por lo que JongIn se traía en mente, y con aceptada resignación, murmuró complacido.
—Comienza.
—«Los poemas apestan, pero leer es peor que cuidar las plantas. No sé qué odio más, si hacer lo que me mandas o leer teoría de la danza» —sonrió al despegar sus rostros.
—Oh, eso sonó agradable. Pensé que habría algo subido de tono.
—No sé aún porqué me encantas. Pero supongo que tú también estás aprendiendo de mi propia magia...
—¿Sigue? —se sorprendió.
JongIn llevó las manos a su cuello y murmuró suave en su oído.
—KyungSoo, ¿ya te encanto?
—¿Eso es parte del poema?
—Si dices que sí, un beso será válido.
Los labios rozaron debajo de su lóbulo y KyungSoo dejándose llevar en el juego, se animó a la provocación.
—Oh, entonces qué pena. Creí que querías dormir en mi cama.
—Profesor Do, no juegue con sus mañas, que entre ellas usted mismo se enmaraña.
JongIn se deslizó hasta su barbilla, atrayéndolo para el beso que había quedado pendiente desde la noche anterior; la tibieza se palpaba en el aliento de los susurros, tentándose una y otra vez a finalizar con el deseo y sellar sus labios.
—Estoy aprendiendo de tu encanto JongIn. Pero no soy tan bueno para confesarme como tú.
—Sólo tienes que ser sincero como lo has sido hasta ahora.
—Me encantan tus poemas... Así que supongo que eso hace que me encante su autor y quiera aprender de él —se animó a sujetarlo con sus manos por la cintura.
—No habrá ningún problema —sonrió rozando sus labios y cerrando los ojos—. Aprenderás mucho, si aceptas algo muy notorio...
—¿Qué?
—Que quiero ser tu novio.
La mirada brillante de JongIn le atrapó sin remedio alguno, cual mosca en panal, la tentación por acabar con todo el miedo, el deseo y la represión, latían desenfrenados en su corazón, diciéndole que estaba bien rendirse. Estaba bien porque ceder no era ser débil, sino aprender de una nueva experiencia, y en ella estaba la posibilidad de besar una y otra vez a JongIn; tal y como se atrevía en ese momento, devolviéndole la dulzura y travesura de los poemas en sus labios.
«¿Qué podría rimar con novio?», se preguntó mentalmente antes de acabar con el beso, intentando poner la desfachatez de JongIn en letras, y de repente la inspiración divina nacida del fuego en sus bocas, le hizo acomodar la respuesta.
—De acuerdo, poeta sin oprobio.
Sin reflexionar más y cediendo al gusto, a la oportunidad, ahora y después de lo que se sentían como cientos de años en compañía de sí mismo, KyungSoo finalmente tenía un novio.
***
Hasta la hora de la cena, JongIn permaneció en su habitación, sonriendo con la inocencia y alegría que suponía era usual en un joven enamorado y que tenía oficialmente el “sí” dado. JongIn se había lanzado a su cama con la cartulina extendida en lo alto, leyendo lo que había escrito y el orden en el que él los había acomodado. Quejándose de que hubiesen sido las más bizarras, pero atesorando también el hecho de que fuese ese lado extravagante el que hubiese llamado su atención.
KyungSoo había entrado a bañarse y apreciaba que JongIn no se comportase como un pervertido, sólo por haberse declarado novios hacía una hora. Le gustaba que respetase el momento cálido que estaban compartiendo y hubiese dejado sus intenciones sexuales de un principio, para intentar agradarle con otras cosas que no fuesen su cuerpo, sino su mente.
JongIn le demostraba que se sentía cómodo con su presencia, como si pudiese simplemente hablar de lo que le placiese sin sentirse agua de otro pozo o que estaba fuera de lugar, como muchas veces, pese a la supuesta libertad que tenían, sus padres siempre le habían hecho sentir. Después de todo, la supuesta libertad de expresión iba tan lejos como las paredes de su casa se lo permitían; luego el mundo era otra esfera que enfrentar, donde no todos tenían el mismo nivel de respeto, y JongIn por ende, debía acomodarse.
JongIn también quería solamente ser comprendido y escuchado, no que le diesen el gusto por complacencia. Quería sentir que se lo había ganado. Ambos querían merecerse mutuamente y KyungSoo no creía que estuviese mal. Todos debían saber cuánto valían, y nadie valía más que otro. Debían encontrar su equilibrio, el cual no consistía en polos opuestos, sino en reconocer lo propio en otro en mayor o menor medida, e integrar en cada uno de lo que más se carecía.
Para cuando acabó su ducha, notó que había olvidado la remera y lejos de pensar en que eso provocaría a JongIn, salió en pantalones pero con el torso desnudo, sólo para llevarse con la sorpresa de que su habitación estaba más poblada de lo normal.
—Wow.
El suspiro de SeulGi no se hizo esperar, la menor le miraba asombrada y JongIn se levantó presuroso de la cama para empujarla hacia la puerta.
—¡Bien, muchas gracias por avisar que ya está la cena, en seguida bajamos!
—¡Pecadores! —exclamó SeulGi apuntándoles con el índice cual loca que acababa de descubrir un gran secreto.
JongIn cerró la puerta con rapidez y se volteó a verle con una sonrisa ladina al contemplar su torso desnudo, pero KyungSoo estaba aún aterrado por la escena y por lo que aquello implicaba.
—Me gusta tu pequeñita pancita sin ejercitar.
—JongIn, ¡esto es un peligro!
—Un peligro es que no te pongas una remera pronto, o querré besarte hasta el corazón.
—¿Qué hacía aquí tu hermana? —soltó espantado y tomó la remera del ropero.
—Ella ya sabe todo.
—¿Estás bromeando?
—Pero siempre ha guardado mis secretos. No tengas miedo. SeulGi es mi confidente.
—¿¡Y esperas que confíe en la inestable cabeza de una adolescente!?
—No, pero sí en la de mi hermana. Sabe que abrir la boca puede traer más problemas que alegrías. Yo me encargaré de comunicarles a mis padres las cosas en su debido momento.
KyungSoo al oír la confiada declaración, pensó fugazmente también en su madre y en todo lo que implicaría contarle en un futuro que estaba saliendo con un chico varios años más joven. Se imaginaba más que un rechazo, una gran decepción y cientos de argumentos para ir en su contra, y finalmente una resignación total, seguida del lento cariño que JongIn se haría ganar. Lo que menos quería era martirizarse con ello ahora, cuando la relación apenas comenzaba.
—Quisiera poder asegurarte lo mismo...
—No espero que lo hagas. No es como si estuviese desesperado por conocer a tu familia, es decir, me encantaría hacerlo. Pero entiendo que... Cada uno sigue teniendo su vida.
—Así es.
JongIn caminó un par de pasos hacia él y reposó las manos en sus hombros.
—Y me gusta que podamos tener privacidad, no necesitamos demostrarle a nadie... —juntó sus narices en una caricia—. Nuestro encanto.
El momento acabó con un beso en un suave y corto chasquido, KyungSoo lo apuró a que bajase primero y él iría en unos minutos para aminorar la inquietud que SeulGi le había generado. Sabía que bajar juntos sólo los dejaría más en evidencia, y no era como si fuese a poder ocultarle algo a la menor de la familia Kim, pero su vergüenza estaba intacta y necesitaba relajarse un poco antes de enfrentar a quienes aún desconocían, que ya eran sus suegros.
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<33 cómo andan, yo bien resfriada estornudando y con mocos jajajaja 🤧 espero que se cuiden muchito, muchas gracias por leer ♥️ ya falta poquito para acabar con esta parte, la segunda no será muy larga, a lo mucho serán unos diez capítulos más de lo que tenía planeado, hay más cositas que deben aprender, sobre todo JongIn que por ahora lo tiene más fácil que difícil jejejeje 🌟
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