12. Desencantos del Amor
Eres un peleador, y yo el fuego
Hago que te enamores en un minuto
Eres un abandonador, te creo
Me dijeron que no te comprometes
Dices que no es real
Pero estás muy cerca
No sé cómo te sientes, pero bebé
Sé que sabes que así es como debe ser
Un roce, eres mío
Puedo decir que tus labios no mienten
Cuando me besaste de regreso
Supe que tus labios no mentían.
Los labios no mienten.
Puedo decirte que tus labios no mienten.
Lips Don't Lie, Ally Brooke
📚
En la mesita de luz de JongIn, aguardaba la pequeña tableta de chocolate. Aunque podría decirse que más bien, era JongIn quien aguardaba por KyungSoo a que llegase junto a su padre de la universidad, para así correr a la habitación de al lado. Era prácticamente una especie de teletransportación, ya que no había muchos pasos que hacer; sin embargo, creía que ni eso sería suficiente. JongIn simplemente deseaba poder atravesar las paredes como un fantasma, y darle un susto también en la cama.
El ruido del auto estacionándose lo alertó y espió desde su ventana, habían días en que temía no verlo descender y que su padre le dijese que KyungSoo había salido con sus colegas, pero hasta el momento aquello no había pasado ni tampoco quería imaginarlo; no era como si quisiese retenerlo, pero sí temía que alguien más lo conquistase antes que él. JongIn creía haber tenido suficiente el domingo sin saber nada sobre su paradero, había sentido que todos sus esfuerzos por acercarse habían sido en vano; y lo cierto era que no sabía cómo reaccionaría si KyungSoo tras permitirle entrar más en su vida, de repente le dijese que había conocido a alguien más.
Media hora se hacía eterna cuando tenía que esperar sabiendo que ambos estaban bajo el mismo techo. Seguramente su padre le había dicho a KyungSoo que cenasen juntos y por eso el retraso, pero aquello no le iba a impedir de todos modos meterse en su cuarto. Aunque no era la idea original y tenía planeado tocar su puerta para respetar la privacidad que cada vez más le costaba otorgarle, la ansiedad ya había sobre pasado sus límites, por lo que decidió ir hacia la habitación y esperarle allí dentro. El ambiente oscuro era alumbrado sólo por el brillo de los faroles del jardín y JongIn se sentó en la punta de la cama aguardando hasta que KyungSoo subiese.
Apenas unos tres minutos transcurrieron cuando la puerta se abrió y él apareció, la figura opaca por la luz del pasillo al fondo, se iluminaba a medida que ingresaba cual luna creciente. KyungSoo cabeceó y sonrió amenamente hasta cerrar en silencio.
—No hay caso contigo, ¿no?
—Sí lo hay, sólo tienes que acercarte y darme el beso de buenas noches.
—No lo habrá si no sales de mi cama.
—En cualquier día de estos, vas a desear que me quede en ella —se levantó caminando hacia él y mostrándole la pequeña tableta.
—Así que compraste el chocolate...
—Pero no te voy a convidar —removió el envoltorio.
—Tampoco tengo ganas.
—Qué mentiroso —partió un cuadradito—. Estoy seguro que en tres segundos se te apetecerá demasiado.
—A ver —desafió KyungSoo, alzando una ceja con curiosidad y cruzándose de brazos.
Pero JongIn no le iba a dar tiempo a ver absolutamente nada. Veloz, llevó el pedacito de chocolate a su boca y lo sostuvo entre sus dientes, contando con torpeza y avanzando un paso por vez «uno... dos... tres», hasta quedar con su rostro frente a KyungSoo quien acababa de suspirar y descruzarse, para llevar las manos a sus brazos y detenerlo. Los ojos de ambos no mentían, el fuego en sus miradas podía derretir el corazón contrario, y el calor en JongIn seguido de su ansiosa salivación, ablandaba el chocolate en su boca.
—¿Qué vas a hacer?
KyungSoo tenía que estar bromeando si esperaba que le respondiese una frase clara y elaborada, mínimamente entendible. Las palabras sobraban y por igual una respuesta a su pregunta. JongIn no iba a detenerse por ese suave agarre que sólo lo incentivaba a atreverse de una vez por todas. Si no era él, entonces KyungSoo seguiría reprimiéndose, estableciendo un control utópico y límites descabellados que a ninguno de los dos favorecía, sino que desesperaba.
KyungSoo se apretaba más a sus brazos, como si fuese a caerse desmayado allí mismo por el abrumador calor y la excitación contenida, haciéndole sentir único en tal evento como un sencillo beso, poniéndole igual de nervioso. JongIn jamás había experimentado esa sensación, como si estuviese a punto de darle su primer beso a un chico virgen de pies a cabeza; como si él mismo también fuese a saber cómo era un verdadero beso, cargado en ilusiones y la dulzura del primer amor, el sello de que a partir de ese contacto no volvería a ser el mismo chico que se divertía y disfrutaba sin compromiso alguno.
Sin vacilar más, pegó el pedacito de chocolate a la boca de KyungSoo quien apacible, cerró los ojos. JongIn pronto sintió los labios amoldarse, tibios, tersos y tumultosos, hasta que con sus dientes KyungSoo mordió el dulce, entonces finalmente ambos chocaron en un chasquido. Era la sangre corriendo por todo su cuerpo, haciendo un desastre en su ardiente rostro, los labios de KyungSoo aprisionando los propios con deseo, era más de lo que había imaginado. JongIn creía que sería el encargado de fundirse y aprovecharse de la boca, pero era KyungSoo quien igual de experto se apoderaba sin censura y exprimía sus labios, subiendo con las manos hasta sus mejillas, elevándole a un paraíso en llamas. El chocolate se disolvía en su lengua y pasaba por su garganta con tanta dulzura que incluso le empalagaba.
—¿Y así me preguntabas qué iba a hacer yo?
Extasiado, JongIn susurró contra la boca de KyungSoo, llevando las manos detrás su cuello y pegando sus frentes para mirarlo fijamente.
—Quise seguir la lógica de tu juego y mi instinto. Y ahora siento que puedo volverme loco si no te vuelvo a besar.
—Entonces hazlo. No quiero que te detengas.
Con eso tenía menos de lo que deseaba y más de lo que podría pedir. Pero sabía que con KyungSoo cuanto más lento, sería más rápido. Y los besos que se habían dado a medianoche, los que tanto le habían costado detener, eran todo lo que necesitaba para sentirse seguro de que KyungSoo no iría tras nadie más; aún si nunca lo había hecho, JongIn sabía que KyungSoo sólo esperaba cada noche besar únicamente a un chico, a él.
***
Lo que restaba de esa última semana del mes, JongIn siguió dejándole poesías. KyungSoo había dicho que ya había comenzado a leerlas y estaba haciendo una recolección para que luego viese dónde estaba su mayor talento, dónde estaba su mayor admiración hacia él. Ese lugar donde no quería que se corrigiese absolutamente nada, y aquello le estaba haciendo una enorme ilusión al mismo tiempo que le avergonzaba. Claro que quería ser leído, pero saber que KyungSoo estaba al día con sus poemas, le daba intriga.
¿Le estarían gustando? ¿Habría notado cuán desesperado estaba a veces por entregarle su cuerpo y dejarse acariciar, por saborear más que sus labios, sino también sus puntos más bajos hasta exprimirlo del placer? Cuánto menos recordase lo que escribía, mejor para su inspiración, la cual no quería que se detuviese ahora que estaba en su máximo nivel creativo; podía describir lo que los besos, los anchos labios de rosas y la lengua bañada en chocolate habían causado el primer día y los siguientes, cuando iba a besarle por sus «buenas noches».
Para el viernes, cuando KyungSoo ni se asomó por la casa temprano como solía llegar después del mediodía, JongIn supo que algo había cambiado en su rutina. Ese día, con recelo y decepción tras el enojo de no saber nada de KyungSoo durante todo la jornada, comprendió que acababa de descubrir un nuevo lado de sí mismo. La infinita paciencia de la que sus padres tanto alababan al profesor Do, nunca había sido un rasgo propio, pero lo había trabajado bastante ese mes junto a él; sin embargo la actual impaciencia, la de ese viernes, provenía de una profunda desilusión por haberse creado expectativas respecto al querido profesor Do. ¿Por qué no imaginó que por ejemplo, KyungSoo tendría amistades por las cuales dejarle un día sin previo aviso?
Uno de esos aspectos que nunca había exigido a nadie y de los cuales él siempre había renegado, pero que ahora lo sentía eufóricamente; él no tenía porqué rendirle cuentas de lo que hacía o dejaba de hacer a los demás, y por igual el resto no tenía porqué hacerlo tampoco. Esa tarde, JongIn se había percatado de su obsesión por tener a sus seres amados bajo su control, bajo su mira y silenciosa voz. Podía negarlo con su familia, pero con KyungSoo las confabulaciones en su cabeza se hilaban veloces, los intensos celos por un ser imaginario que le quitaba su puesto de ser el favorito, el único, el especial, tomaban un ridículo sentido.
Se había dado cuenta en el momento en que KyungSoo regresó pasada la medianoche, sobrio por completo, pero notoriamente animado, como si alguien más hubiese sido el protagonista de sus sonrisas. Sin permiso alguno, JongIn volvió a invadir su habitación antes de que subiese. Se acostó en su cama y le esperó, con la mejilla enterrada en la almohada, aspirando el aroma incrustado a la tela, incomparable al perfume que ya le había regalado y ahora usaba diariamente.
KyungSoo no parecía sorprendido de verle allí acostado, se acercó hasta él y se sentó, el ceño fruncido de reproche nunca desaparecía, pero JongIn ya sabía que después de una frase traviesa, KyungSoo le sonreía amable y se rendía ante el encanto que poco a poco sentía que podría perder si no lo explotaba al máximo.
—¿Me estabas esperando? —alzó una ceja, denotando incredulidad.
—No dijiste que no volverías hasta tan tarde hoy...
—No creí que fuese necesario. Aunque sí le dije a tu padre, para que no se preocupe.
—¿No era necesario decirme nada a mi que todas las noches vengo en busca de un beso?
—Sólo salí con unos compañeros. Finalmente me invitaron a tomar algo —sonrió.
—Qué bien por ti.
Con brusquedad, JongIn se giró hacia el lado contrario y se sentó contemplando el cielo oscuro por la ventana.
—Ey —estiró la mano hacia su hombro—. ¿Por qué te pones así?
—Creí por algún estúpido motivo, que ahora éramos más unidos, que había algo entre nosotros, KyungSoo —soltó con la decepción atravesada en la garganta—. Pero veo que no somos nada. Un par de besos para ti son eso, nada. Creí que estaba siendo claro contigo, creí que ambos estábamos siendo sinceros respecto a nuestros sentimientos.
—Estoy siendo sincero, JongIn.
—¿Entonces qué es esto? —se volteó por completo y lo enfrentó—. ¿Qué somos desde que empezamos a besarnos?
La pregunta había dejado estupefacto a KyungSoo. Lo cierto era que JongIn tampoco se había cuestionado qué eran, porque apenas el lunes habían comenzado a besarse con el deseo de un par de amantes; pero si KyungSoo creía que continuar con su actitud distanciada mejoraría las cosas, si no hablar de sus vidas ni compartir momentos parecía estar en sus planes, entonces ¿qué más se suponía que debía esperar de KyungSoo? Eso era todo lo que le daba, unas caricias que lo volvían loco. Exactamente las que había querido deseoso y lo habían excitado al inicio, y por las que ahora exigía algo más, por las que pedía que tuviesen un nombre.
—Si te quedas en silencio no me das muchas esperanzas... —susurró acercándose a sus labios.
—No es bueno que nos veamos todos los días, JongIn —se alejó parándose.
—Más bien diría que el problema es no poder vernos lo suficiente para relacionarnos más. Pero no puedes evitarlo si vives aquí —espetó, avanzando de rodillas por la cama y bajando para quedar de pie frente a él—. Es el tiempo que tenemos, y no quise robarte tus madrugadas, sé que tienes responsabilidades.
—No te preocupes, la semana que viene ya me voy, entonces verás que no es lo que ambos creíamos.
—¿Ambos? Si tú también lo creías, ¿por qué te empeñas en negarlo? ¿No sientes nada sincero por mi?
—No es eso, JongIn...
—¿Y qué es? Porque intento ser paciente, comprenderte, y sentía que habías avanzado un montón, y ahora de repente dices todo esto... —se apagó en un murmullo—. Siento que mis esfuerzos por ir despacio, por demostrarte algo más, fueron inútiles.
—Veo todo tu esfuerzo, claro que lo veo y lo siento... —le tomó de la mano—. Pero luego yo volveré a vivir solo, y tú volverás a tus días normales como lo eran antes de que yo llegase; y entonces verás que este mes y todos estos días estuvieron condicionados.
—¿Condicionados? ¿Crees que tu presencia me condiciona? ¡Pues estás en lo cierto, si no fuese por tu indeseada estadía jamás me hubiese sentido así por nadie, y ahora me quieres arrancar esto como si no significase nada! —lanzó nervioso, soltándose del agarre, intentando contener las lágrimas por la frustración—. Como si tú me hubieses usado.
—¡Claro que no es así! JongIn, esto recién comienza.
—¡Entonces deja de ser tan dramático! ¡No es tan complicado comprometerse tan sólo un poco!
—Te pedí que no me presionaras —pidió.
—Pero me confundes.
—Por eso, te dije que vayas lento.
—A veces no parece como si tú quisieses ir lento —le apuntó en el pecho.
—Quiero estar seguro —le atajó la mano, encerrándola en su puño.
—Y yo quiero salir contigo, KyungSoo —espetó alterándose—. Quiero que tengamos citas. Quiero conocer tu apartamento cuando te mudes, quiero besarte allí y poder tener contigo buenas noches. Y yo estoy muy seguro —recalcó—. Pero el problema eres tú.
—Tienes razón —la voz de KyungSoo sonaba tan decidida como la propia—. Por eso, porque tú eres demasiado bueno para mi, y ya estás viendo el lado malo de esto, no quiero lastimarte.
—Oh, no KyungSoo —rio irónico, aguantando sus ojos lacrimógenos y con un nudo en la garganta—. No me estás lastimando a mi, el único que se sigue dañando eres tú al no dejarse amar.
Ante aquello JongIn se alejó definitivamente y salió de la habitación. Quizá a veces era demasiado emocional para KyungSoo, sus lágrimas eran algo que salían fácilmente, pero para lograrlas había que tocar sus fibras más sensibles, las del corazón. No eran llantos sin motivos, no eran por caprichos, eran por frustración, porque nunca parecía ser suficiente ni el trabajo más pesado para cumplir las deseadas metas. Porque siempre elegía mal, y pese a que nunca se había enamorado de ese modo hasta el momento, los únicos recuerdos que tenía junto a otros chicos, eran de éstos dejándole por alguien más.
Porque JongIn parecía demasiado para el resto, era un hombre completo y maduro, pero ante el espejo, se veía siempre insuficiente. Para sus amigos y para su familia. Para cualquiera a quien amaba, era una carga pesada de emociones con las que nadie quería lidiar, y aunque KyungSoo fingiese absoluta independencia y él todo lo contrario, sabía que en ambos casos era por falta de seguridad. A perderlo todo algún día y a no tener nada nunca. Todos deseaban cierto nivel de control, y ahora por primera vez, él tenía miedo igual que KyungSoo, de perderlo por completo si no se abstenía a ese fogoso deseo.
Sólo un mes del Profesor Do, para aprender que no era más libre quien menos sentía y se entregaba, sino quien daba y demostraba con sinceridad y respeto, allí radicaba la esencia de saber que había aprendido buena parte del encanto. El encanto de auto descubrirse como persona y comprometerse consigo mismo y el resto.
Con KyungSoo estaba aprendiendo del amor, de la intensidad, de la lujuria, y del control. De que si las cosas no debían ser, entonces ya no valía la pena forzarlas, sino quedarse con la satisfacción de que ya lo había intentado todo. Y hasta allí llegaba su paciencia, porque el amor también tenía sus límites, y traspasarlos sería convertir el sentimiento en una cosa fría e inerte, en una vacía obsesión.
📚
Dramaaaa, arre jajajajaja na mentira, no dura casi nada ♥️ muchas gracias por leer, ese capítulo que sale al inicio como primera parte, es porque sí, estuve pensando mucho en cómo sería el final de esta historia, y no siento que sea suficiente, por eso, tendrá una segunda parte que será publicada después de un tiempo de finalizar la primera en el capítulo 17 o 18, aún no lo decido. Pero habrá más cosillas aún por desarrollar de estos dos cabezotas que serán publicados en este mismo libro a su debido tiempo <33 🌹♥️
🥰😘
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