Capítulo 41: el mejor regalo
Opulencia.
Engreimiento.
Pomposidad.
Todos esto tiene sentido. Es decir, si das todo de ti para tener quieres disfrutar de aquello que lograste. Al menos es mi forma de verlo puesto que fui criada por un hombre que se esforzó parte de su vida por tenernos a mi madre, y a mí y a sí mismo en una comodidad que podría ser envidiable. Incluso, cuestionable.
Nunca cuestioné de verdad las acciones de mis padres. Como hija, esperaba que hicieran lo mejor para mí. Y veía cuánto luchaban por lograrlo, pese a sus defectos y sus errores. No tengo una gran lucha en contra de su crianza para conmigo y puedo ser y estar agradecida por lo que obtuve, por la persona que me permitieron y educaron para ser.
Tengo que recordar esto cuando veo a la familia de Terry y Miramar. ¡Que personas! Y qué forma de hacer una fiesta. La temática de Halloween no puede importarme menos, lo que me tiene delirando es la cantidad de comida, la cantidad de brillo y la cantidad de sonrisas. No digo que no sea divertido presumir, pero me cuesta acostumbrarme dos ideas.
La primera: Terry se ha esfumado y nos dejó a su hermano y a mí sufriendo.
La segunda: que no importa cuántas veces comparta miradas con mis futuros suegros, ellos no van a dignarse saludarme o, mínimo, ofrecerme disculpas. Miramar jura que eso jamás pasará y le creo, totalmente.
Así que hemos decidido pasarlo bien entre nosotras y lo estamos logrando. Mima es divertida y algo grosera cuando empieza a tener esa chispa que deja el alcohol, pero sigue sorprendentemente lúcida y relajada. Bailamos, comimos y nos dimos aire en una de las terrazas de la casa, que es grande pero tiene un aire cálido al que no le tengo raíces. Recibimos invitaciones para bailar, un vampiro y un capitán américa. Miramar aceptó bailar con ambos y yo me quedé apreciando las bonitas vistas y las endulzadas bebidas color verde.
—Buenas noches.
Giré mi cuello para ver de quién se trata, pero no lo reconozco y menos con una máscara de búho muy bien elaborada y solo le pude responder de la misma manera. Me sonrió y señaló el panorama que tenemos por delante.
—¿Lo disfrutas?
—Disculpa, pero no hablo español.
—Tranquila —dijo en mi mismo idioma y le sonreí agradecida—. Te pregunté si disfrutas la vista.
—Bastante —respondí—. Madrid me ha dado muchas cosas buenas, entre ellas sus vistas hermosas.
—Parece que le estás correspondiendo.
—¿Lo hago?
—Sí, al estar aquí y no en tu país natal.
Dudé si aquello era cierto.
—Extraño mi casa —admití.
—¿Madrid no es tu casa? —pregunta en un tinte curioso.
—Mi segunda casa —afirmo—. Se siente como mi casa de vacaciones pero no a la que extrañas regresar.
—¿Y si recibieras algo de tu país, te sentirías mas en casa?
Con sinceridad y abriendo un poquito mi corazón, dije:
—Claro.
A causa del silencio, lo miré de frente y solté un grito agudo, echando mi cuerpo hacia atrás y recibiendo el impacto de mi impulso en mi espalda baja causando dolor. No me dura el momento para registrar lo que siente mi cuerpo, porque estoy impresionada.
Francine.
Francine está aquí, junto al hombre máscara de búho.
Y está vestida como un cisne.
—Hola, nena.
Corrí hacia ella y la abracé, soltando una risa.
—Hola —dije sonriendo con tanta felicidad que me iba a explotar el pecho.
—Te amo, Chris —susurró en mi oído y la abracé mas fuerte—. ¿Tu también me amas?
—Claro que te amo, Cisne.
Permanecimos un rato juntas dándonos cariño y al separarnos me fijé en que el búho era Darío. Reí cortamente y le abracé también. Que me trajera a Cisne es de los mejores regalos de cumpleaños que me han dado y que lo haga precisamente su novio me produce una sensación difícil de explicar.
—Gracias por traerla pero... pero ¿cómo fue....?
—No fue solo cosa mía.
—¿Ah, no?
—No has visto a Terry en todo el día, ¿verdad?
—Pensé que lo vería aquí... ¿y tu como sabes eso?
Intercambió miradas con Francine. Me crucé de brazos y les apremié.
—¿Dónde está?
—Se suponía que fuese por nosotros en la mañana pero tuvimos problemas para venir directamente —explica Francine—. Hasta hace una hora fue que logramos aterrizar.
—Terry ha estado esperándonos desde temprano —completó Darío.
—¿Era una sorpresa?
Cisne me vio con evidencia y rodé los ojos. Podía ser transparente la idea pero no tenía conocimiento de ella así que puedo asumir lo que quiera. Como el que se olvidaron de mí.
—¿Y dónde está?
Darío se acercó a Cisne y rodeó su cintura, luciendo todo inocente y natural.
—Poniendo en orden las cosas antes de dar el anuncio.
Elevé mis cejas, sintiendo la ofensa velada sobre que él no esté conmigo cuando faltan pocas horas para que acabe mi cumpleaños. ¿Prefiere resolver equis cosa que estar conmigo, abrazándome como abraza Darío a mi Cisne?
—¿Qué anuncio? —pregunté por preguntar.
Francine tomó mi mano y balanceó de lado a lado.
—Tranquila. No es nada malo.
—Eso espero. Recuerden: es mi cumpleaños y ponerme contra espada y pared no se los voy a perdonar.
Cisne me miró burlonamente, sabedora de que estoy diciéndolo de la boca para afuera. No soy vengativa y no empezaría a serlo, pero que me oculten cosas...
Me fastidia estar frente a una de mis mejores amigas y no poder disfrutarlo del todo por tener a Terry pegado a mi cien. Necesitando ponerle remedio, tomé a Francine del brazo y la fui a presentar con Miramar. Estoy segura de que se llevarán fenomenal.
***
Reí con fuerza al escuchar las tonterías que podían decir entre Miramar y Francine. Al igual que Darío, que lo está pasando con tan como yo e intercambiando comentarios ambiguos en comparación a lo que ellas logran decir en menos de un minuto. La frescura y el desenvolvimiento que respiro con los tres me dio un poco de nostalgia, pero de la buena. Puede ser que quiera llorar, pero no lo necesito.
Lo que necesito justo ahora, faltando minutos para las doce, no me lo pueden dar ninguno, sin embargo.
Se me descompone el cuerpo de la molestia cuando asumo que Terry no estuvo ni un segundo conmigo este día. Esta sorpresa es hermosa y se la voy a agradecer en el futuro, pero justo en este instante poco me interesa ser agradecida si me ignoran.
—Te quedaste callada —dijo Darío para mí.
Noté que Francine y Mima hablan animadamente y no nos prestan oído por el momento, así que le fui sincera:
—Pienso en Terry. ¿En serio es tan importante ese dichoso anuncio?
—Te prometo que lo es.
—¿Y por qué me lo dices tú y no él? Perdóname, Darío, pero todo lo dudo a estas instancias... ¡Si vieras cómo me miran sus padres!
—¿Cuántas veces te he dicho que no los notes? —preguntó Miramar.
—¡Imposible no hacerlo, Mar!
—Lo sé —dice ella, con gesto afable—. Pero debes ignorarlos, por tu propio bien. En mi caso...
—Ah. ¿Ya es hora?
Encoge sus hombros y acomoda sus senos por encima del vestido que usa, haciendo que riamos.
—Es hora. Si oyen gritos, vayan por mí.
—Miramar... —advertí, pero cómo me divierte.
La vimos marchar y suspiré, puesto que este día resultó ser de bonitos encuentros y emociones anhelantes, pero le faltaba algo.
Terry falta.
Y no voy a seguir esperando a que aparezca.
Si creí que representar a Giselle era lo más desafiante de mi carrera, es que aún no he aprendido nada.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro