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Capítulo 39: Tensión y Rivalidad absurda

Oteo los ojos de Terry.

¿Qué está pasando? ¿Por qué siento cierta tensión? Pero es de esa tensión como una premonición. Va a pasar algo y parece que él sabe lo que es, solo que no abre la boca y mientras mas tiempo pasamos juntos, mas entro en cuenta de que me frustra que no hable conmigo. Así sea de pequeñas cosas que para mí no son nada pequeñas.

Me gusta el lugar en el que estamos. No solemos ir a lugares donde se requiera vestir se decir manera —elegante o medianamente delicada en elección—, es una sorpresa, pero me sabe bien que el sitio tenga música bailable, porque también hay donde bailar; hay gente variada, algunas mas elegantes que otras y no hay ninguno que vea feo a otro. Tener niños comiendo a su manera y que no hayan gritos al cielo es, por poco, un soplo de aire fresco.

También me gusta la forma en que Terry me mira. No es igual que mi mirada. Yo lo veo queriendo respuestas que no tengo. Él lo hace como si yo le produjera muchas cuestiones y no le molesta.

—¿Vas a bailar conmigo? —pregunta, con una sonrisa sugerente. ¿Estamos coqueteando? Me apunto.

—¿Me estás invitando? —le regreso la pregunta en la misma tónica.

—Sí.

—Debías afirmar.

—¿Por qué? —Lo divierto. A mí igual.

—Porque sabes que habría dicho que sí.

Ríe provocando que suspire. Eso lo tiene sonriendo halagado.

—Y todo se debe a mí...

—No hay que ser presuntuoso —digo señalándolo con advertencia astuta.

—¿No? —frunce el ceño—. Pero si es de lo que mas te gusta de mí.

—Ah, ¿me gusta que seas presumido?

—Y mi cabello.

—Puede ser.

—No te gusta cuando tengo barba.

—Me gusta tu cara —le aclaro.

El suspiro que suelta es tan elaborado que me invita a reír.

—Qué alivio saberlo. Me quitas un grandísimo peso de encima, Chris.

Paso mi cabello sobre uno de mis hombros, haciendo gala de mis habilidades.

—Para eso estoy: para quitarte pesos.

—Y darme alegrías.

Estar derretida es algo a lo que me cuesta acostumbrarme, pero la sensación se está volviendo mas y mas adictiva. Tener a Terry en mi vida supuso muchos cambios, pero nunca imaginé que éstos serían internos; que me vería distinta aunque muy parecida a la Chris de principios de año.

Le ofrezco mi mano y él no lo piensa dos veces antes de darme a suya. Demasiado confiado, en sí mismo y en mí. Aun creo que está pasando un asunto misterioso y no darle mi atención cuesta lo suyo, pero intento que esta cita y nosotros sea lo mas importante.

La mezcla de un tango y una balada en vivo es escuchada y bailada. Con firmeza, Terry pone su manos en mi cintura y otra en mi mano, y es él quien inicia los movimientos, guiándome en todo momento. No hemos bailado todo lo que me gustaría y el que me permita disfrutarlo cuando no es asiduo en ello añade alegría a mi humor. Tal vez soy feliz con cositas pequeñas.

—A ver. Suéltalo.

Terry sonríe y me acerca otro poco, como si de por sí no estuviésemos cerca. Acerca sus labios a mi oído, dejando una caricia cerca del lóbulo que me insta a removerme.

—¿Soltar qué? —pregunta con inusitada inocencia. Volteo mi cara para no ver la suya.

—Te haces el loco...

—No necesito hacerme el loco. ¿Por qué crees que me hago el loco?

Le doy una mirada y expresión que indica que aquí la loca no soy yo.

—Porque estás raro, Terry.

—¿Yo?

—¡Sí, tú!

Ríe y me guiña uno de sus ojos, mostrándose todo lo atractivo que es. Y eso me molesta mas. La distracción es absurda y funciona.

—No estoy raro, mi amor —asegura y deja un beso en mi mejilla—. No hemos podido estar juntos. Tengo un trabajo en marcha y toma tiempo, sobretodo porque ya sabes... Me involucro demasiado.

Tiene toda la razón. Él es así con su trabajo. A pesar de que tiene diseñadores y obreros trabajando en la línea de joyas que están a punto de sacar, no puede evitar estar en cada rincón dando su toque, como si fuese un hada madrina. Admiro que tenga tanta pasión y dedicación por lo que hace; que lleve al siguiente nivel lo que emprende porque lo desea y no se pone límites. Se podría decir que nos parecemos en eso y en la persistencia.

—Ser obsesivo se te perdona.

—No estaba pidiéndote perdón —ríe.

—Habría sido tan bonito que no dijeras tal cosa —digo sarcástica.

De pronto la música termina e inicia otra melodía. Terry arquea sus cejas, pidiendo permiso para continuar. Cambiamos posiciones, él con ambas manos en mi cintura y yo en su cuello.

—Todo está bien, Chris —me promete.

Niego. No le creo y no sé cuál es el problema mas grande: el que sé que hay algo oculto o el que Terious me subestime.

—¿Bien cómo?

Me asombra la revelación de su rostro. Es la viva imagen de la consternación.

—¿Bien cómo, es tu pregunta? Christina —exhala mi nombre con sufrimiento—, ¿es que no estamos bien y me lo imaginé todo? ¿Imaginé que me enamoré y que la chica de quien me enamoré también me quiere, tanto, que dejó todo su mundo para acoplarse al mío? ¿Imaginé que ella quería estar siempre conmigo?

—Por supuesto que nada es tu imaginación —aclaro, ignorando la chispa de molestia y ofensa que pudiera sentir—. Y no es la pregunta que hice.

—¿Hay algo más importante?

—Es mi pregunta, Terious —contesto—. La pregunta. ¿Estás seguro que vinimos a cenar porque sí?

Es que su cara de pesar y algo de pena está para hacerle foto y burlarse, pero no estoy para bromitas. En serio creo que se está cociendo un guiso y él es quien lo prepara. Lo huelo.

—No es «porque sí»; se trata de nosotros y de que... de que no quiero convertirme en esos hombres frívolos, de los que ignoran a sus novias o mas que novias por el trabajo. ¿Te hace sentir mal que vengamos a cenar juntos porque sí?

—¡No! —digo preocupada y paso mis manos a sus mejillas—. No, eso está muy bien y quiero hacerlo mucho, mucho, Terry.

Dios, esto se está poniendo intenso. Además de la sensación del principio, se le agrega el que haya dicho "mas que novias" como si nada. Si es una táctica de distracción es bueno en ese trabajo.

—Quiero estar contigo —insiste, como si quisiera convencerme de lo que salta a la vista. Desde la primera vez.

—Lo sé.

Sonríe, olvidando la preocupación de antes.

—Y que te jactes de ello como yo todo lo que quieras.

—No tengo a quiénes presumirles pero colaboro en hacerlo público, por si tenías el pendiente.

—Gracias, ya no lo tengo pendiente.

La música cambió dos veces. No cambios radicales, pues pudimos continuar en la misma postura y modular los movimientos. Tampoco es que estén pendientes de nosotros. Es lo bueno de un restaurante que se consideraría familiar.

—Me gustaría regresar —comento al aire. Los ambientes que inviten a volver son de los mas adictivos que hay.

—Volveremos, cielo. Y por cierto —se acerca y deja un beso corto en mi boca—. Felicidades.

Río con gusto y le doy otro beso.

—Pero si me lo haz dicho centenares de veces.

—Una más no sobra, ¿o sí?

—No, no sobra.

***

La prueba empieza con Katerina y termina con Katerina.

Creí que lo peor con lo que tendría que lidiar sería el escrutinio o la reunión con el director, pero ambos fueron restando importancia mientras pasaba el día y se rumora que la siguiente pieza será El Cascanueces, dado que diciembre está a la vuelta de la esquina. No quiero que mi ambición me juegue en contra, pero apostar por ser Clara es el objetivo de toda bailarina, sea nueva y veterana.

Empezando por Katerina Kuznezova.

La encontré en la presentación de los bailarines. Fue sutil y esperado. Vestía igual que yo excepto por su leotardo de color negro y la falda de chifón blanca. Escuchamos lo que se vendría, lo que se esperaba y a lo que estamos acostumbrados cada bailarín. El lugar que tenemos fue un esfuerzo individual, pero el lograr llevar adelante una obra es trabajo de todos, hasta los suplentes. Me gustó el modo en que habló el director artístico, sin dejar a alguno por fuera.

Mi día iba de maravillas. Olvidé que existía alguien que me conociera un poco mas que el resto y que tiene un ligero capricho conmigo. Como una montonera, Katerina me esperó a las afueras del edificio del Royal Ballet. Ella se cambió, supongo que a la vez que yo y se apresuró en parecer que me llevaba esperando muchísimo tiempo. Le di mi mejor sonrisa. Quien pone tanto esfuerzo en mí merece una sonrisa.

—No lo creí hasta no verlo —dijo ella, a brazos cruzados—. Estamos en la misma compañía.

—Hola, Katerina.

—Si no viniste a molestarme... —ignora mi saludo—, ¿viniste a lo que todos, Chris Blackmore?

—¿Sirve de algo que me defienda de lo que crees creer?

Dijo algo a lo que no le entendí. Posiblemente era ruso e impronunciable para mi lengua.

—Inténtalo.

—Bien —puse las manos en mis caderas y miré al cielo pidiendo clemencia—. Katerina, tu no eres el centro de mi baile. El que estemos en la misma compañía tiene que ser una molestia para ti; lo entiendo. Pero no me fijo en ti y tu no deberías fijarte en mí.

Ella parpadea un par de veces y se ríe, en mi cara. Con muchas ganas.

—¿Eres tonta? —su acento casi hace imposible entenderle el insulto.

—¿Cómo dices?

—Que si eres tonta, ¿o simulas serlo para despistar? —Vuelve a reír—. No me fijo en ti por gusto. ¿Me dirás que no sabías que estoy en esta compañía?

—No, no lo sabía. Verte ese día fue una sorpresa como lo fue para ti.

—A mí no me sorprende.

—Eres incomprensible.

—Por Dios, mujer ciega. ¿Por qué iba a aceptarte otra compañía? Solo existen dos opciones y una es mas peligrosa que la otra.

Di un paso al frente y expuse esa dos opciones:

—Talento o contactos y de lo segundo no me sobra, Katerina. Así que adivina qué —palpé su hombro y me alejé antes de recibir una mordida—, tengo talento.

»No sé cuáles son tus planes futuros, si hacerme la vida imposible o no, pero no me voy a quedar quieta dejando que hagas lo que te plazca. Preferiría que no, por supuesto. Estás advertida.

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Holaaaaa

No hay mucho para decir, excepto que YA FALTA NADA PARA EL FINAL. Yeih:)

Liana

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