Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 37: La audición


A mi regreso de Londres con lo primero que me encontré fue con una nueva compañera de piso.

Miramar es una persona ordenada a la que le agrada su espacio personal casi tanto como a mí, pero su orden y el mío no son iguales. Ella prioriza aspectos de su persona que no van conmigo; yo cuido mi cuerpo y mente con constancia, ella tiene sus etapas y son variadas durante el día. Yo soy mañanera; a Mima no le interesa levantarse temprano si no está obligada a ello. Aun no tengo razones suficientes para declarar que no seremos buenas la una para la otra, pero tengo mis serias dudas.

Y sus ronquidos son para hacer una mezcla o burlarme de ellos todo el año.

No soy la ejemplar compañera. Intento que nuestros gustos y comodidades no se junten o estropeen los de la otra, pero para llegar a una justa y agradable comodidad nos falta trecho.

Era la quinta mañana que regresaba de correr. Me sigo impresionando de la calidad del ático que posee Miramar. Al entrar cruzas un largo pasillo de frente, en cuya pared izquierda está el baño de visitas. Al terminar te topas con una sala confortable, con un mueble acolchado, blanco y que tiene la facultad de despegarse como sillones individuales. Lo adornan cojines negros y grises y rodean una mesa de madera clara en forma de trébol de tres hojas con pequeñas gavetas en él. Hay una alfombra bajo él, afelpada y color durazno. La sala se une a una cocina abierta y bien ocupada, con todo los electrodomésticos necesarios; encimera oscura, gabinetes de un audaz verde aceituna, igual al de la campana sobre la cocina a gas. A un costado de ella hay unas escaleras en forma de caracol que llevan al piso de arriba, pero la sala tiene todo ese techo alto que no ocupa el primer y único piso, así que los ventanales llegan de arriba hacia abajo y sus cortinas también. Las habitaciones se separan por otro pasillo y ambas tenemos nuestro propio baño.

Todo un sueño que, con mala convivencia, se vuelve pesadilla.

—No sé cómo lo haces.

Antes de rodar mis ojos me quité los auriculares y fui por un vaso de agua. Miramar bajó trotando las escaleras y empezó por abrir todas las gavetas buscando algo.

—Se le llama rutina —dije a su comentario, que ya he oído antes—. Tu también tienes una.

—¿Ah, sí?

—Sí. Se llama vagancia.

Veo lo que pone en el mesón e intuyo qué preparará.

—Ay no, Chris. Bien sabes que no funciono antes de las nueve, ¡y menos un sábado!

—O el lunes, o el martes, o miércoles...

Ella ríe.

—Así sueno a una persona floja.

—No eres floja para lo que te conviene, igual que yo.

—Tu no eres floja, te haces la floja. Dejas pequeñas cosas aquí y allá pero luego vas y las recoges. Un poco tarde para mi gusto pero no esperaba una compañera que hiciese el aseo y las camas, Chris. Quiero compañía humana.

—Adiós a tener un perrito —bromeé.

—El edificio no lo permite, pero lo tendría.

Imagino a un perro diminuto correteando por este suelo y se esfuman las ganas de tenerlo. No estoy lista para cuidar de otro ser viviente hasta que no esté segura.

—¿Vendrá mi hermano? —pregunta, llenando la encimera con harina, azúcar, huevos, mantequilla, esencia de vainilla, sal, leche líquida. Pasa a mi lado y lava sus manos con jabón.

—Tu hermano está de viaje, lo que es conveniente para mis ensayos. ¿Quieres un bol?

—Sí, por favor.

Me doy vuelta y busco en una de las gavetas superiores un bol de vidrio que extenderle para que haga su mezcla.

—¿No lo extrañas? Yo me estaría volviendo loca.

—Claro que extraño a Terry —digo con una mueca. No sé cómo puedo dejar de extrañarlo—. Es el precio a pagar para estar con alguien ocupado, lo mismo va para él.

—Sí... —dice de forma distraída, batiendo las claras de huevos a mano. La admiro por unos segundos; no me atrevería a hacer eso si tenemos batidor—. No sé si los admiro o los llamo idiotas.

—¿Un poco de los dos?

Se carcajeó batiendo con furor.

—Eso lo define. ¿Querrás panqueques?

—Ni cómo rechazarte, maga chef.

Su sonrisa ilumina mi día lo suficiente para olvidar por un rato que extraño a Terry horriblemente.

Pero es cierto lo de convenir que no nos veamos. La rutina que usaré para mi audición apenas y me convence... No sé si es que soy demasiado autocrítica y estoy tan ansiosa porque resulte que no me entra en la cabeza no hacerlo perfecto. Y la perfección nunca es completa, incluso en la danza.

Me doy una ducha y acompaño a Miramar a comer mientras tenemos una charla. Su relación con Henrie tiene una denominación rara. Al menos entre Terry y yo hay claridad; sé lo que quiero de él y lo que quiere de mí, así que vamos hacia ello con un camino claro, pero Claudio y Miramar son como amigos que no quieren serlo, dando vueltas alrededor del otro y creen que eso durará mucho. No apostaría a que salga bien su treta.

Un momento de silencio es todo lo que necesito para que Mima me vea con sospecha.

—Tu cara te delata. ¿En qué estás pensando?

—No quiero sonar entrometida, Mar... Pero, ¿te gusta Henrie?

Ella ríe.

—Siento un deja vuh, ¿ya no tuvimos esta conversación?

—La tuvimos pero fue como no tenerla. No está claro qué pasa y me preocupo por él y que dejara todo por estar aquí.

—Lo que haya o no dejado fue porque quiso, Chris. ¿Estas segura que tu preocupación es por mí o es porque tienes cositas pendientes a las que no le pones atención?

—¿Cuáles cositas?

—Pudiste casarte con él.

—Pude.

—¿No hubo sentimientos?

—Henrie es como mi hermano, no me imagino besando a mi hermano y menos casándome con él aunque las gentes que querían conservar la pureza en la sangre creyeran que era buena idea.

—No sé qué tiene que ver una cosa con otra, pero te lo vuelvo a repetir con toda responsabilidad: Henrie y yo nos estamos conociendo; me gusta y quiero saber a dónde nos puede conducir. ¿Él ha hecho un movimiento? Lo hizo y yo le di una respuesta. En lo que tenga algo concreto te lo diré, Chris. ¿Eres un poco mas feliz ahora? —La sonrisa que me regala al decirlo es de pura burla.

—Ya era feliz, tonta. Es que... —hago una mueca—, quiero verte bien a ti también. Con o sin Henrie.

Abre su boca sorprendida.

—¿Te importo así de mucho? —dice con un chillido dramático.

Extiendo mis brazos a cada lado como si diera un abrazo.

—Así de mucho.

—Si sigues abriendo tu corazón no dejaré que te vayas jamás.

Reí con estruendo y respiré profundo con un buen sabor de boca. Supongo que ella se siente igual de bien, porque me dio otro panqueque. Pero eso es normal en Miramar: lo poco egoísta que es.

****

—Escuché que ella hizo el Baile de las Zapatillas Rojas...

Aquel comentario había hecho que me volteara lentamente y le diese un poco de atención a lo que se murmuraba por el pasillo del School Royal Ballet. Éste fue desocupado para las audiciones y los que encuentro en mi camino son aquellos que ya audicionaron, que están por hacerlo o los de primera división. Pero a quien dijo aquello no logro registrar a qué grupo pertenece.

Tuve que retomar el camino, pero no perdía detalle. ¿Quién audicionó con el Baile de las Zapatillas Rojas? No es extraño de cierta forma; se suele audicionar con piezas que existen y son muy aclamadas, sin embargo también eso trae consigo una buena dosis de atención al perfeccionamiento. Si no es perfecta, no tiene sentido que la escojas.

—... año de Katerina, era como lo llamaban.

—¡Sí! Acababa de ser seleccionada para venir y quedarse con esta compañía, aun formando parte de una buena compañía Rusa.

—¿De verdad?

—Eso supe.

Me costó no fruncir el ceño. ¿Cómo? ¿Cuál Katerina?

—¿Blackmore Christina? —preguntaron en lo que saludé a quien recibe, sentado en una mesa baja y revisando si soy quien digo ser. Procuro no distraerme con el otro asunto y me cercioro de que sepa quién soy. Vuelvo a tener los papeles que me identifican en mis manos—. Sigue derecho y encontrarás la sala contigua al teatro.

—Gracias.

Apresuré el ritmo de mis pasos, aflojando mis hombros y seguido a mis brazos. La rigidez es la peor enemiga de un bailarín y no la necesitaba cuando hay la posibilidad de que una enemiga a la que no supe cómo gané sea una de mis posibles futuras compañeras.

No he sabido... No tengo idea de qué tan prominente ha sido la carrera de Katerina Kutnetzova. Si aquello me hace ignorante es claro que no se ha vuelto un ícono, pero los bailarines profesionales que ejercen no siempre lo son y no es un pecado. Existe algo que se llama <<temporadas>> y en ellas bailarines espectaculares han dejado una marca y una estela; como otros que no las tienen tan... vistosas.

Reviso que la hora siga a mi favor. Vine con una hora de antelación. Estoy sola en el espacio de espera, a un lado de puertas dobles. Por lo que sé seremos llamados por orden alfabético y estar antes me permite digerir el momento, antes de que este inicie incluso, porque necesito concentrarme.

Es tonto, pero pienso en la primera película de Cars, donde el Rayo McQueen hace todo ese proceso antes de ir a la carrera. No tengo un mantra como el suyo pero la concentración es similar: fijarte un objetivo y trabajar por alcanzarlo.

—Así que ahí estás.

Mi instinto en ponerme en pie, porque tengo mi cerebro listo para entrar. Lucho contra él y me acomodo mejor en la silla.

—No sabía que además de bailarina eres una acosadora.

Katerina ríe con sequedad y se sienta en las sillas en frente de las de mi extremo.

—Yo debería decir eso —pronuncia con su acento ruso marcado, aunque es perfectamente entendible—. Eres tu quien está aquí; precisamente aquí.

Suelto un suspiro de agobio y cansancio.

—¿No vas a darme una explicación? —bombardea con incordio.

—No quiero hablar contigo.

—¿Por qué estás precisamente en Londres? —Permanezco en silencio. Ella no se detiene—. ¿Qué buscas? ¿Estropear mi carrera? ¿Tienes rencor por como te traté en mi visita amistosa?

Mi teléfono indica que pasaron diez minutos. Si Katerina va a quedarse hasta que sea mi turno, será un largo tiempo.

—Christina —dice mi nombre con empeño, con autoridad. No la miro y su paciencia bulle—. No voy a permitirte arruinarme, ¿me oyes? Antes yo...

—No vine por ti —digo aun sin verla a la cara—. Espero ser tan poco relevante para ti como lo eres para mí. Y no puedes jurar que estaré en tu camino cuando no hago mi audición aún, así que, por favor, calla y permite que me concentre en cosas importantes. ¿O yo importo mas que tus otras cosas?

Cierro mis ojos y bajo mi cabeza, dependiendo de ella para tranquilizar los nervios. Hay una molestia en mi estómago y sonrío en medio de la incertidumbre, la ansiedad y la esperanza.

Todo cuanto quiero está cruzando las puertas al teatro. Creo en mí y que merezco la oportunidad de estar en otra compañía sin haber sido invitada, sin que hubiesen intercambios mas lujosos y apetecibles. Creo en que puedo llegar más alto de lo que se pensó y del linde que yo me impuse.

Abro mis ojos y Katerina no está, pero lo están cinco chicos y chicas. Les deseo buenos días, me regresan el saludo y cada uno se concentra a su modo. Yo sigo sentada, pero otros se pasean.

Y finalmente pasa el primero. Un chico que luce joven, tal vez diecisiete años. Intento no desalentarme antes de cumplir, porque es fácil hacerlo con talento recién pulido. Tengo mis años y eso puede darme ventaja como ser un punto negativo en comparación con el nuevo y fresco talento con sueños por cumplir. Decido apagar mi teléfono y desearles buena fortuna a los que pasan a hacer su audición. Me contenta que a pesar de la competencia, ese espíritu no haga a la mayoría un mal educado. Hay sus bemoles, como todo.

Al llegar mi turno, respiro profundo y piso firme. Es extraño, pero los nervios pueden ser engañosos. Un primer mal paso puede flexionar el tobillo o dejar una molestia. Algo tan sencillo y natural como caminar se estropea por los nervios, por la falta de control del cuerpo al no sentirlo por intentar menguar lo que sientes. Dominarlo en estrés es de las mayores armas y de las más subestimadas.

Así que pisar y llegar a mi lugar en medio del escenario fue lo mas difícil para mí. Ver a los jueces, dos mujeres y un hombre, lo que le siguió. Y hablar, lo último.

—Soy Christina Blackmore y bailaré una pieza clásica.

Digo su nombre y espero a que la música de inicio.

Y dejo todo lo que fui, lo que soy y lo que seré frente a estas tres personas que serán mis jueces y decidirán si tengo lo que se necesita para pertenecer al Royal Ballet.

Una vez lo creyeron en el Ballet de la Ciudad de Nueva York. ¿Por qué esta vez tendría que ser diferente?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro