Capítulo 35: No se trata de...
Mis labios se sienten hinchados pero aun así no quiero detenerme. Y Terry piensa igual pues no me ha soltado ni permitido separarme para pensar que...
Atrapé su cabello entre mis dedos. Es uno de mis delirios: aquellas sedosas y espesas hebras que se ajustan a mis dedos y entre ellos. Creo que toco algo que fue prohibido y al tenerlo me volví codiciosa. Mi codicia, si la aprieto lo suficiente, me retribuye tanto que era instintivo que fuese esta persona a la que no le gusta compartir.
Reí en medio del beso y regresó a mí el cómo terminamos de este modo. No planeé tener un ataque de pánico y no estoy segura de qué fue lo que lo explosionó; pudo ser todo y nada, pero lo tuve. Nos mudamos a una mesa en que cupiésemos diez personas, se pidieron otras rondas, bebí refresco y antes de analizar lo que sucedía en la mesa al menos con dos de los amigos de Terry y las chicas que me socorrieron, porque era demasiado trabajo mental observar, me excusé por aire.
Y Terry se preocupó.
Y yo quería espacio.
Necesitábamos hablarlo, aunque fuese a medias para llegar a tener algo completo. Empezamos charlando, luego nos abrazamos y un beso corto no quedó siendo uno corto.
—Chris...
El jadeo que venía con mi nombre me puso en alerta e, inoportuna, vino la risa y meneé mi cabeza a los lados.
—Si te vieras —dije y toqué sus labios—. Cualquier sabría que estábamos muy ocupados.
—Lo estábamos —asiente.
Levanté mis cejas y no me privé del deleite de besarlo de nuevo.
—Vamos, volvamos —para ser enfática me alejé y jalé su mano—. Tengo serias sospechas de que John y Vanessa podrían matarse.
Terry cedió con desgana y nos acercamos a la puerta trasera del club.
—O hacer lo que hacíamos tu y yo.
Lo miré con grata sorpresa.
—¡También lo crees!
—Es obvio, pero espera.
Regresé y frené frente de él. Elevó su mano y recorrió mi mejilla.
—¿Qué harás, Chris? No voy a permitir que cambies todo para enfermarte, aunque yo sea el afectado.
—Lo seríamos los dos. ¿O por qué crees que quiero cambiarlo todo?
No se mostró seguro.
—Hay que pensarlo bien.
—Lo he pensado lo suficiente... Sabes que tengo miedo y no tiene que ver contigo. De todo, lo único que tengo seguro eres tú y el que voy a poner todo de mi parte para hacer funcionar mi carrera. ¿Voy a volver a tener un ataque? Tal vez, Terry. No importa cuánto intentemos controlarlo todo no podremos abarcarlo, hay que ir hacia adelante.
Medio gruñe.
—Aunque eso suena muy maduro y creo que pudo agregarte mas atractivo a mis ojos, no estoy esperando de ti madurez, Chris. Espero que seas sincera y nos abramos a las posibilidades.
—¿Y una de ellas es...?
Me miró con acritud. Sabía que no por mí. No era hacia mí.
—Tener que separarnos.
Mi boca se abrió, pero no lo suficientemente rápido para evitar que continuara.
—Al menos por un tiempo.
Negué con fervor.
—Ha sido suficiente tiempo, Terry. ¡Odio las relaciones a distancia!
Avanzó dentro del club y dijo antes de introducirnos en el bullicio:
—No más que yo.
Ahora yo medio gritaba.
—No me dijiste por qué estabas molesto hace un rato.
Su respuesta tardó en llegar. Quería saberlo sin sus amigos y mis nuevas cuasi amigas cerca.
—No preguntaste.
—Te lo pregunto ahora. Y por cierto —apreté su mano para dar énfasis—, no es lindo responder como si me creyeras tonta.
—No te creo tonta y no estaba molesto por algo en específico. Era por una montaña de cosas que han ido sucediendo y tienen que ver con David.
Pasamos alrededor de la pista de la segunda planta para llegar a las siguientes escaleras. Recordé que nos estuvimos besando y que mi labial seguramente está corrido, pero Terry caminaba con tranquilidad. Me pregunté si de hecho me importaba que lo supieran, en lo que estábamos... Y no.
Así que sonreí y saludé a los que para mí son todos nuevos conocidos. Me senté muy cerca de mi novio y no fingí estar mas que lo que estoy.
Enamorada.
***
—¡Pero qué...! ¿Qué estás haciendo?
Cerré de un golpe la puerta y corrí por el teléfono de la habitación para marcar a la recepción. No tardaron en contestar.
—Sí, buen día. ¿Por qué alguien llegó a mi cuarto sin mi autorización?
—La señora Blackmore nos explicó que era urgente dar con usted y que preferiría hablar en persona en un sitio privado.
—¿Y no era mejor llamarme y que bajara a recibirla?
La pausa que vino y mi mamá dando vueltas y tocando lo que le place me pusieron ansiosa.
—Ella insistió.
—Bien. ¿Podría enviar por mi equipaje en una hora, por favor?
No tengo que esperar la respuesta y estoy enojada, pero esperé.
Esperé.
Y solo fue colgar para acceder rápidamente a mi maleta apenas deshecha. ¿Cómo puedo deshacerla sin un armario? ¿Y cómo puedo pensar en tener algo propio, cuando tengo a la señora que se cree dueña de todo, viniendo hasta acá para probar sus puntos?
Mi molestia está presionando mis hombros y enviando palpitaciones en mi cabeza. Me siento humillada de distintas maneras; invasión a varios niveles. Invasión a la privacidad como persona independiente, como hija, como un adulto que tiene derecho a que lo llamen desde el hotel que se hospeda y no permitan que una mujer, quien sea esta, tenga libertades por poseer Dios sabrá qué para hacer de las suyas.
Nunca imaginé que me podría faltar al respeto...
—¿Será así?
Me muerdo el labio, resistiendo la tentación de despotricar. Quedan unos zapatos que dejé en el baño. Detuve mis manos y caminé hacia él, pero mi madre se atravesó. La divisé y no noté ninguna diferencia de la fiesta de compromiso que organizó y realizó para ella. Está orgullosa de ser quien es: impositiva, altiva y una mujer que ve por sus credos mas que por ser lo que decidió ser, una esposa y una madre.
Sé lo que piensa. Que estoy en pijama y son las ocho de la mañana. Ella no sabe que regresé tarde al hotel y que una hora de sueño es una bendición si te vas de fiesta. Porque <<ir de fiesta>> no está en su vocabulario. Pero estoy de vacaciones.
—¿No vas a hablarme?
Sonreí irónica.
—Mamá, si ya tu dijiste todo lo que había que decir con una sola acción. ¿Me puedes dar permiso para ir al baño?
—Christina, es necesario que hablemos de esta idea descabellada de venirte a vivir a... A Madrid. ¿Qué tienes tu que ver con España? ¡Dejaste a William para seguir con el ballet y también lo vas a abandonar!
—No estoy abandonando.
—¿Y cómo se le llama a esto?
—Voy a tener una nueva vida, mamá. Una que quiero y que voy a perseguir.
—¿Una vida nueva por un hombre?
Apreté mis dientes y dije como mejor pude:
—Se trata de mí.
—¡No es lo que parece!
—¡Si a ti nada te complace! —exploté, haciéndola mudar su rostro y estar más pálida de lo que es. Hasta mas pelirroja—. Primero salgo con Henrie —enumero con mis dedos—, como tú querías, pero las cosas no funcionan porque no, no debía ser. Luego dejo ese trabajo que no me llenaba lo suficiente y trato de decírtelo pero estás tan hundida en tus propios caprichos que no escuchaste cuando te lo dije, lo insatisfecha que me sentía. Me dediqué al ballet de lleno, ¡y fue tu luz verde para alardear! Alardeas de lo que te haga sentir bien en el momento, y una hija prodigiosa ¿cómo te hace sentir? ¿Como haber dado la vida de quien te hará quedar bien? —Me puse derecha y bajé mis brazos hasta que están a mis costados—. Te tengo una noticia: voy a dejar el Ballet de Nueva York.
Es una media noticia. Es una media mentira. Es un total desperdicio.
No me importa, no me importa, no me importa.
—¿Viniste sola? —pregunté ya que no se movía y no hablaba.
Parpadeó y se elevó su pecho en una aspiración tremenda. Movió sus labios, formando mohines. Abrió su cartera, me ignoró y puso el celular en su oreja. Fue mi señal para ir al baño y recoger lo poco que tengo ahí, guardarlo y ver si encuentro un hotel que me reciba sin reservación. Regresé al cuarto y ella no estaba. Al no tener que retener la respiración y concentrarme mas de lo normal, vestí un conjunto encima de la cama básico de pantalones, franela y zapatillas deportivas.
Mi teléfono vibró en mi mano. Le respondí a Miramar en lo que pude arrastrar mi maleta.
—¿En qué te ayudo?
—Hola, Chris. Estoy en la recepción de tu hotel y quise invitarte a desayunar. Necesito un momento de chicas; tener tantos hombres en mi vida queriendo hacer de amigas no está funcionando.
La risa acudió a mí, sincera y bienvenida.
—Voy a cambiar de hotel, ¿me ayudas con eso?
—Niña odiosa. ¿Por qué no aceptas vivir conmigo?
—Vives con Terry.
—Lo hago porque él es como una segunda madre que me cuida y cocina por mí, pero tengo mi propio ático.
—¿Un ático? —dije con asombro—. ¿Me dices que tienes un ático y prefieres los servicios de tu hermano por encima de la privacidad?
—Eso digo.
Su orgullo es inaudito. Pero ¿quién soy yo?
—Si a ti no te molesta, Miramar... En serio me urge. Eso sí —advertí—, no seré el sustituto de Terry.
—Nunca esperaría que lo seas. Te veo.
Ella cortó la llamada y tenía un mensaje de voz de Terry.
—Buenos días, bonita. Tengo un momento en el almuerzo, ¿me acompañas?
Fue difícil decirle que no podía porque mi madre vino. A él se le ocurrió invitarla a almorzar también y me habría parecido una ideal fenomenal si no estuviera molesta. Y se lo hice saber.
Llamada de Terry.
—Ya con esta son dos llamadas antes de las diez, ¿a qué debo el honor?
—A que... a mal paso darle prisa.
Aun decido si bajar a la planta o no y él quiere que decida si puede conocer a mi mamá. No sé si sigue en el hotel.
—Te prometí una alta dosis de drama y nepotismo propio, ¿verdad?
—Lo hiciste, cielo. Paga, paga.
Reí y lo quise mas por darme estas nuevas energías.
—¿Me dijiste cielo? —pregunté porque sí, quiero oírlo de nuevo.
—¿Prefieres que te llame Sky?
—Me gusta... eso que dijiste.
—Cielo, será —dijo en tono insinuante—. Si vamos en serio y a buen ritmo, tengo que conocer a tu mamá y a tu papá como es natural.
Sonreí al grupo que llegó al piso, deseando los buenos días y entré antes de arrepentirme.
—De acuerdo —dije de manera impulsiva. Ya qué importaba—. No estoy segura de que mi papá viniera con ella pero si están ambos no se irán sin conocerte.
>>¿Preparado para lo difícil?
****
Que miedo tengo.
Parece que merezco una explicación de cómo es posible si quiera que mi mamá tolere a otro ser humano al que acaba de conocer. Como sucede con Miramar. Pero no ha de saberlo ninguna, y no ceden un espacio en su charla para que pueda cuestionarlas.
¿Pero me quejo? No. Puede ser extraordinario y a la vez se siente un gran alivio dentro de mí. De preferencia el que se hagan amigas es mejor a retomar lo que viene sucediendo, sin embargo una pequeña paz no impide que tenga mis reservas.
Y por otro lado igual de inquietante...
Mi papá ama a Terry. O si no lo ama simula que le encanta hablar con él. ¡Y qué temas traen a cuenta! Política, historia, aeroplanos, y el tema que más les encanta es hablar de comida. Papá es un hombre al que le apasiona el buen comer y dedicó buena parte de su juventud a desarrollar un paladar sensible pero poco quisquilloso, es decir, que se atreve a comer de todo pero no a admirar de todo. Terry no ha viajado tanto como él pero ha logrado probar los suficientes platillos como para largarse a hablar y hablar.
—Mi Christy tiene buen gusto —dice papá y yo asiento, como es natural.
—Terry es igual a buen gusto, señor —comenta Miramar.
Rieron. Yo seguía siendo cautelosa.
—Me refería a la comida, muchacha. Pero tienes razón.
—La comida no es mi pasión como lo es para ti.
—Lo sé, siempre lo supe. Es por eso que nunca te insistí en mi afición, pero ahora... —mira a Terry con animosidad—, ya tengo quien me respalde.
—Terry es mío, papá.
—¿Y quién te lo está quitando?
—¡Tú lo haces! —dije con una sonrisa, como la suya.
—Nunca peleé con ella por un chico —dice en susurros, como si fuese un secreto—. Tengo que aprovechar.
—Voy a ganaaaar —canturreé. Qué asombroso es poder hacerlo.
Pero fue mirar a mi madre y todo el humor que reuní —y que ha sido creado por Terry y Miramar— fue ahuyentado. Ella está mas alegre que lo que estoy acostumbrada y sí, es genial que se compenetre con mi novio y cuñada, pero ¿es real?
Otra vez tengo esa aprehensión del comienzo de la comida.
—¿Cuánto tiempo vas a quedarte? —pregunta papá.
Terry es quien toma la palabra.
—Si me permite, creemos en un futuro y para tenerlo hay que hacer sacrificios.
Mi padre, William Blackmore, renunció al gesto satisfecho y humorista. Esa cara de que nadie le puede meter gato por liebre la conozco apenas, está en mis recuerdos de adolescente y no trae cosas buenas.
—Lo que he estado escuchando es que Christina va a abandonarlo todo y que es su decisión. ¿Y tú? ¿Qué harás para forjar ese futuro con ella?
—No puedo mentirle, señor y asegurarle que estoy sacrificándome al mismo nivel que ella. Dejará su cultura, su familia, amigos y una compañía que adora; no quería ni quiero que lo haga, pero para tener una vida juntos necesitamos estar juntos y luego de sopesarlo mucho llegamos a esa conclusión. Por mi parte —tocó su pecho, dando altisonancia—, se lo haré lo mas llevadero, pero prometerle que va a estar cómoda y feliz desde este instante y siempre es una promesa vacía. Lo que queremos lo tendremos y el primer paso es negarnos a la separación. Trabajar en nosotros, en que cumpla sus metas y que nunca se sienta sola e incomprendida será mi prioridad y esa promesa puedo hacerla, aunque no sé cómo avalarla que tenga seguridad para usted. Tendrá que darme un voto de confianza ciego hasta que pueda demostrarlo.
Pasaron una tela a mi mano y volteé para ver la sonrisa de Miramar.
—Para tus mejillas —dice ella.
Le frunzo el ceño.
—Mujer, lloras. Sécate las lágrimas.
Me sorprendo y seco mi cara con celeridad.
He tenido oportunidades varias de oír a Terry decir frases hermosas y otras tontas, burlonas y secas; no importa, porque son de él. Nunca las medí. Las di por normales porque son mi normalidad, pero que puedan presenciarlo mis padres y el que yo lo supiera, muy dentro, que se trata de nosotros y lo importante que él se lo ha tomado desde esa pregunta ridícula que no quería responder, a esta bella manera de hablar, provoca un desborde de mis emociones. Río un poco y sigo secando mi cara porque siguen cayendo lágrimas tontas pero que no puedo retener.
—Ella no llora con facilidad —dice mamá con extravagancia, a pesar de mantenerse estoica. Pongo cara de tener razón—. La conmoviste.
—¿Y a ti? —le pregunta su esposo.
—Lo que sé es que no regresará y no estoy segura de que sea lo mejor, pero nunca la hemos obligado a nada y esta no será la primera vez. Creeremos en ti, Terry. Y nos veremos pronto. ¿Quién sabe? Hasta puede que deje que me llames suegra.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro