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Capítulo 3: No creas en todo lo que piensas

—Detesto el break dance.

—Shhhh —dice Miles en un susurro—. Que no te oiga la señorita Melinda o te pondrá en el centro.

—Que lo haga. —Su falta de ánimo me sorprende, al igual que a Miles—. No haré peor ridículo del que ya he hecho.

Sonreí por el recuerdo de hace unos minutos, donde la señorita Melinda Contreras nos mostraba lo que un cambio de estilo puede influir grandemente en una pieza de baile, de ballet, contemporánea, jazz, tango, si se hace de manera correcta.

A Lidia le cuesta sobremanera adaptarse a otro estilo de baile. No lo hace mal, pero de ahí a destacarse... Es poco probable que consiga un papel protagónico, incluso secundario, en tal caso de que la siguiente pieza sea mezclada. Si ella está en esta compañía es por sus maravillosas representaciones de todos los estilos, salvo el break dance. Lo que la ha mantenido ha sido lo mucho que destaca, su dedicación y su bravura para obtener el mejor desempeño.

—No hiciste el ridículo —digo para defenderla de sí misma—. No es un secreto que no es tu fuerte. ¿Podemos revolver otro problema?

—¿Existe algo peor que mi problema? —cuestiona con un tonito indignante.

—Claro. El hambre.

—¡Eso! —chocó Miles los cinco conmigo y se ubicó entre ambas para que fuésemos caminando fuera del estudio de baile.

Miles, Lidia y yo nos conocimos en la academia de danza hace unos considerables trece años. Miles es el cemento que nos une, porque él tiene el compromiso exhaustivo de Lidia sin perder el norte de que extralimitarte nunca te llevará a lograr nada, menos si eres un bailarín. Aparte, por extraño que parezca, somos de los bailarines con ciertos atributos físicos que pudieron cernos de choque para entrar a cualquier compañía. Sin ir mas lejos, para estar en una academia cualquiera.

Lidia es de caderas anchas comparada con las caderas que suele tener una bailarina de ballet. Miles es de contextura fibrosa pero lo compensa con una altura justa. Y en mi caso, si los pechos de las chicas son copa A con relleno, los míos son una copa A ajustada. Estos detalles que parecen ínfimos nos trajeron problemas, sin embargo con trabajo duro y dedicación fue ignorado.

No tenemos ensayos en estos días y lo que me hace sospechar que vendrá una gran noticia es ese inaudito silencio de parte de la señorita Contreras, una eminencia del ballet que ha pertenecido a la compañía por mas de una década y que suele tener un ojo avisor encima nuestro. No solo de mí, o Lidia; de los tres. Con la demostración de hoy con el break dance...

—Necesito sushi —comenta Miles con una súplica.

Lidia hace cara fea y he de admitir, con todas las letras, que Lidia está buena. O sea, es preciosa hasta llorando y nadie se ve bello llorando. Su cutis es especialmente acanelado, con labios gruesos e hidratados, pómulos agradables y una simetría escandalosa, ojos marrones con motes grises que solo se logran observar de cerca o con el sol inyectando su fulgor y cabello rizado con mechones rojizos. Su estatura es promedio, pero al lado de Miles cualquiera es promedio.

Y Miles... ¿qué podría decir que él no supiera? Es un moreno de cabello lizo, cobrizo, ojos pequeños y ambarinos. Rostro anguloso, de secciones endurecidas pero con una nariz pequeña que lo hace aniñado dependiendo del perfil que muestre. Su sonrisa es admirable, puesto que al sonreír, la mitad de su cara desaparece para dejar ver sus agradables y blancos dientes, aunque uno de ellos no esté del todo derecho.

—Tu lo que necesitas es dejar de comer pescado crudo.

—Ya te he dicho que no está crudo, mujer.

—Van a tener que disculparme —interrumpí, ganándome la mirada de ambos—. Pero tengo una reunión.

—¿Con tu padre? —pregunta Miles.

Asiento y no hay mas qué decir. Les doy un abrazo y lo único que cambio de mi atuendo es el calzado para recorrer los pasillos del edificio, adentrarme al ascensor y llamar a Alica, que seguro no ha llegado.

¿Ya vas a llegar tarde, verdad? —es su saludo.

—Que va.

¿Estás vestida?

—Ni modo que vaya desnuda —bromeo. Mal chiste.

Vestida formal —corrige, ignorándome—. ¿Al menos usas un bleiser?

—Estoy en mallas, apenas voy saliendo de la compañía.

Ah. —Hay una pausa y viene el regaño—. ¿Por qué eres así? ¡Esta es la tercera vez!

En ascensor se abre en la planta y casi vuelo a través de las puertas de salida.

—Lo sé, lo sé y lo siento. Ya llego.

Pero mi <<ya llego>> se tomó unos buenos treinta minutos, que en una hora menos complicada me habría tomado diez. Mi vestimenta inapropiada me podía costar, pero qué otra opción tengo si necesito entrar al edificio. Un edificio donde lo que te topas son trajeados y lo menos los empleados de limpieza. Logré escabullirme por el estacionamiento. No he podido ser mas pretenciosa al entrar en él con un taxi y pagar una cantidad exagerada pero necesaria para deshacerme de él. Los de seguridad me identificaron y por ser el estacionamiento el ascensor de presidencia no está disponible salvo para bajar, así que subí a cualquiera que me llevara al último piso.

Me puse nerviosa. Estoy en botas de piel afelpada, un conjunto azul marino de falda corta que deja ver mis medias rosas y encima de mis brazos una pieza que se adhiere a mis brazos hasta las muñecas, juntándose la tela en una superposición a la altura del gancho del sostén. Mi cabello castaño rojizo sujeto en un moño señorial alto que junta cada mechón. Y llevo un gran bolso negro con mi ropa.

¿Es mucho pedir que no entre nadie?

En el piso de planta tuve suerte a medias. Los que entraron apenas se percataron de mí mientras tenían una entretenida conversación que fingí no oír. Se bajaron en el piso cinco y de allí estuve sola hasta el once, que se abrieron las puertas y entró un caballero al que luché por ignorar puesto que a él a mi no lo intentó ni un poquito.

Entró una llamada y al ver que decía papá solté un bufido.

Hija, ¿estás bien?

—Sí, muy bien. Me quedé estancada en el tránsito, en verdad lo siento.

La reunión terminó hace diez minutos.

—¿Qué...? —Separé el celular y miré la hora—. Pero si solo tardé treinta y cinco minutos —me quejé.

Lo sé nena pero era importante hacerla y no llevó tanto tiempo. Créeme que no estoy molesto, ve a casa.

Vi el techo del ascensor y suspiré.

—Vale. Te veo en la cena.

Quedaba un piso para llegar al quince y aproveché de llamar a Alica.

—Alica, acabo de enterarme que se acabó la reunión y voy a detenerme en cualquier lugar donde vendan comida decente.

Tampoco logré llegar a ella. Si quieres, espérame y vamos a comer juntas.

—Solo si tu pagas.

Yo pago.

Se abrieron las puertas del quince y el hombre a mi lado salió deseándome buenas tardes. No perdí tiempo y di al botón para cerrar las puertas e ir a la planta. Con algunas miradas curiosas me dirigí a uno de los baños y me cambié lo mejor que pude, tratando de que el peinado no se estropee. Alica me esperaba en la recepción y nos debatimos unos minutos en dónde ir a comer; le ganó la comida orgánica y de bebidas sospechosas.

Con mejor talante y el hambre aplacada, le di una mirada curiosa a mi amiga, que ha estado callada.

—¿Cómo estamos de ánimos? La boda es pasado mañana.

Alica gruñe.

—Ya sé.

—No imagino cómo te pondrías si fuera tuya —digo con una sonrisa irónica.

—¿Y dónde hay con quién tenerla?

Señalo el restaurante lleno de hombres y a las afueras, donde pasa uno cada vez que parpadeas.

—Que valgan la pena —se corrige.

—No seas injusta con aquellos que merecen el beneficio de la duda.

—Ay, no. —Se cubre los oídos —. Ya vas a empezar a filosofar.

Bebo de mi té helado aguantando la risa.

—Seguiremos estando juntas —le prometo—. No sé si es eso lo que quieres oír, pero una amistad no se destruye así como así; yo no lo creo, ¿y lo vas a creer tú?

—Un hombre puede transtornar a una mujer. Lo sé, lo he visto.

Asiento sin querer rebatir en algo que no me consta pero me preocupa que Alica crea eso aun si no estoy enterada de cómo es que lo sabe. Sin embargo, a solucionar un asunto a la vez.

—Conocemos a América. Dime, según su carácter, ¿ella puede ser persuadida?

No pasa mucho tiempo para que ella ponga cara de pena y admita, en voz alta y segura:

—No.

______________

¡Feliz navidad!

Viene otro capítulo, así que QUE LO DISFRUTEN. 

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