Las vistas desde las alturas, es de las pocas audacias y privilegios que tiene un bailarín, sobretodo si tienes a alguien que te sostiene.
El apoyo del compañero es tan importante como lo es para él que tu hagas de manera eficaz los movimientos que le permitan acoplarte a los suyos y que al elevarte la forma de ambos sea la correcta. Para una chica tiene distinta dificultad que para el chico; mucha de la fuerza ejercida que se requiere en las alturas depende un ochenta por ciento en él. Es decir, que en esencia el trabajo compartido no es compartido en su totalidad.
Henrie y yo nunca hemos compartido demasiado. Nuestros padres se conocen mucho mas de lo que lo hacemos, pero se ha debido a la presión ejercida sobre ambos, donde estábamos siendo asociados y existía la confabulación de un nosotros siendo marido y mujer; siempre fue así. ¿Por qué querría ser amiga de quien me han recalcado como el perfecto para mí por veinticinco años? ¿Por qué él querría estar con la niña a la que debía ver en los tiempos libres cuando pudo estar con sus amigos, en un campamento, disfrutando de las vacaciones?
Puede que esté siendo invasiva e injusta siendo que tenemos ese tipo de historia conjunta. Verme... tal vez le recuerde con mas ahínco a su papá, pero cuando me dijo que sí, que vendría conmigo y que se esforzaría por seguir adelante, no desperdicié la oportunidad.
Quería sostenerlo.
Quería ser su compañera, la que tiene brazos fuertes y permite que te luzcas mientras ella también se luce.
Quería ser su amiga, una amiga de verdad y no lo que fuimos.
—Deja de toquetear mi asiento.
Son las primeras palabras que me da en un largo rato, pero no evita que me sienta ofendida.
—¡No estoy tocando nada!
Además, él está hojeado un libro de la prehistoria, ¿cómo se fija en otra cosa?
—Sí, lo haces, Tintín. —Pasa página; mira de reojo a la bebida en su bandeja; vuelve a ver el libro, con un aire indiferente que podría crispar mis nervios si no fuese porque estoy acostumbrada—. Y no entiendo porque.
—Estás siendo quisquilloso —digo a punto de rodar los ojos, pero en el fondo estoy contenta de que interactuemos.
Al estar en el aeropuerto, en el tiempo de espera, en la aduana y al subir al avión no intercambiamos muchas palabras. Unas cinco por cada hora, pero ahora que llevamos unas horas de vuelo el ambiente está tranquilo; cada uno está haciendo algo diferente, yo mas que todo porque Henrie está hipnotizado leyendo y si yo hubiera sido mas avispada habría traído un libro... O pedido a él, en tal caso.
—Mira quién habla... Pediste que cambiaran tu fruta.
—Tenía una apariencia extraña.
—Nadie pide que le cambien su fruta.
Resoplé.
—Ahora estás diciendo cualquier cosa.
Se rió.
Él. Rió.
Bien podría dejarlo en paz solo por ello.
—Bien, bien. No te digo nada mas, pero no tamborilees en mi silla, ¿sí?
Se me ocurre algo:
—¿Y si eso quiero? ¿Molestarte?
Pasa a la siguiente página, serio y concentrado en no cambia el curso de sus ojos.
—Lo consigues, como todo lo que te propones. ¿Ahora podrías ser buena y no hablar por unas horas?
Medio refunfuñé, pero le hice caso.
No sé cuánto tiempo va a extenderse la gira. Puede ser el mes que fue pautado como pueden ser dos, dependiendo de la exigencia de extensión de acuerdo al lugar en que nos presentemos. Henrie sabe esto y estuvo de acuerdo en venir con esos riesgos. Tuve unas tres semanas de presentaciones sin tener que abandonar mi ciudad, las suficientes charlas con los que quiero para que supieran que no estoy loca y al tener fechas directas reservé dos boletos. Pude haber reservado habitaciones dobles pero es suficiente de mí para Henrie por un viaje así de largo. Él tendría su propia habitación e independencia, siempre y cuando me tenga en cuenta, así le fastidie. Me da exactamente lo mismo.
Nos ofrecen unas bebidas antes de que falten pocos minutos para el aterrizaje. Henrie declina y en mi caso opto por beber agua mientras asimilo varias cosas por suceder.
Estoy en el extranjero y no están mis padres conmigo.
Mamá sigue sin disculparse y no lo hará, pero no hace mas sencillo el haberme despedido solo de su esposo.
Es la primera vez que viajo sin alguna de mis amigas y, por descontado, con un hombre al que espero pronto llamar un buen amigo.
Van a verme bailar en España.
Las críticas fueron la mayoría excelsas desde la primera función y yo no cabía en mí de la felicidad, igual que mis compañeros. Fue un trabajo tan duro y extenuante, pero a su vez lleno de gratificación, de gozo, que ver que el público y los grandes del ballet como la crítica pesada, no la que hace popular, sino la que cuenta en verdad, pusieron a Giselle como una obra maestra interpretada con elegancia, carisma y técnica impecable de la mano de Alec García, nuestro coreógrafo. Mantuvo todo aquello que hace especial, única a Giselle y siempre me transmitió lo que quería con respeto, disciplina y perseverancia. Y la crítica lo creyó antes de que hiera mención de ello en la rueda de prensa.
Y por si fuera poco, la crítica hacia mí encogió mi corazón y lo ensanchó, en una misma vez.
«Magnifica y con finura, de expresiones distintivas»; «Con tal sentimiento en sus movimientos y gesticulaciones que no puedes apartar tus ojos de ella»; «Sin duda de las bailarinas más destacadas de la temporada, si no es que llega a ser de las mejores de su generación. Giselle la posicionó justo donde quiere estar cualquiera con talento, pero que solo logran las que respiran por alcanzar su máximo»; «Estoy extrañado de que no hubiera resonado el nombre de Christina Blackmore los últimos años. Pero me emociona haber tenido el privilegio de ver su interpretación de Giselle. Sin dudas, de las mejores».
No supe que era un sueño, hasta leerlas. Hasta escucharlas, porque no las podía leer sin llorar. Mi interpretación y la de mis compañeros no solo convenció, hizo sentir el cumulo de sentimientos que experimenta Giselle como un todo en los dos actos y que sé, hará que mas se sumen al amor que le tenemos al Ballet clásico.
*****
No hemos terminado de pisar el hotel cuando soy recibida con lo que será el itinerario de mañana. Algunos de los bailarines tardarán en llegar, pero los principales debíamos llegar antes, por lo que Miles ya ha concertado que compartamos la cena al igual que con Lidia. Henrie y yo nos dividimos a nuestras habitaciones y aprovecho para hacer una llamada de larga distancia.
—Alica... ¡Alica! ¡Mujer, que no te escucho!
—Es porque no estoy diciendo algo, Chris. No grites.
—¿Por qué suenas cansada y... un poco lenta?
Hay un gruñido, o varios, dependiendo de cómo se vea. Intento no impresionarme cuando no sé qué pasa.
—Porque estoy cansada y las chicas también. Digan hola.
Se oyen los diversos hola, deja dormir, ¿cuándo regresas? Y te perdiste la diversión.
—Así que ustedes son los ratones que hacen fiesta cuando no está el gato.
—Quejas y quejas pero bien que no nos ofreciste ir contigo.
—Porque todas trabajan y pedir licencias es imposible en estas fechas, sobretodo para América, ¿o no, Ame?
—Los diseños se hacen en cualquier lado, pero diré que sí para que no quedes mal.
—¿Qué has dicho?
—Lo que oíste, ¿cómo estuvo el viaje? ¿Henrie?
Les resumí el viaje lo mas que pude, ya que debía organizar mi equipaje y tomar un baño. No son demasiadas horas de vuelo pero al ser sin escalas pesa mas en ciertas áreas del cuerpo que debo estirar. Esperaba con ansiedad los ensayos en este teatro, sobretodo por los distinto que es el espacio y el ambiente.
—¿Creen que venir conmigo le haga bien?
—No conozco mucho a Henrie —responde Winnifer con la misma cadencia que Alica al principio—. Pero si está dispuesto, seguro lo superará; necesita tiempo y tener otras experiencias.
—Y tu lo obligaste a tener esta contigo —agrega Alica—. Date unas palmaditas por la espalda.
—Toma muchas fotografías —pide Francine y en ella sí que noto la diferencia en su voz: media ronca y algo constipada.
—¿En dónde estuvieron? —pregunto necesitando saberlo con esa vena chismosa que pocas veces saluda.
—En mi casa —dice Alica y gime causando que ría—. Estamos celebrando el último contrato que firma ExpectAcción con Burgeos Ruiz Palacios asociado a...
Mi mente se queda con los apellidos que mencionó al principio, sin entender nada. Tuve que detener su entusiasmo mientras me sentaba en la cama.
—¿Cuál Burgeos Ruiz Palacios?
—¿Eso fue lo único que escuchaste? —dice con picardia.
—Prácticamente.
—El único que conocemos, Chris. No somos tan populares...
—Hacerse la lista no entra en tus gracias, Al.
—Pero sí bromear y mentir al mismo tiempo —comenta Winnifer con aire inocente. Hay un ruido seco, como si se calló un saco—. Mantengo lo que dije.
—No es una broma. Tenemos una cuenta pendiente y seguramente vendrán a las reuniones quincenales obligatorias. Esta es una campaña muy buena pero necesita de la aprobación de todos y...
—¿Y por qué estamos hablando de eso? —cuestiona Francine—. ¿Quieren que hable de los poderes que tienen las plantas o su clasificación?
—Puedo explicarles el proceso para tintar un cabello virgen —opina Winnifer empezando a emocionarse. Mi Dios.
—O podría...
—No, no. Silencio, Ame. Chris tiene que ducharse e ir a cenar, ¿no?
Río un poco y me pongo en pie. Lo de la cuenta o lo que sea que haga Alica no es mi asunto.
—Sí, Al. ¿Podemos hablar mañana?
—Hace falta café para hablar en estos horarios raros —farfulla América.
—Café no, que hace mal —reprende Francine consiguiendo que inicie una discusión en pro del café mañanero.
Aprovecho de oírlas un poco más, porque las extraño y cuelgo con la despedida de Winnie, que es la única que se digna a hacerlo sin incluir bebidas.
No sé si es buena idea ir por Henrie, pero no me detengo a pensarlo lo suficiente para sentir arrepentimiento y le envío un mensaje para que nos encontremos en el recibidor del hotel, sin opción a réplica.
Me ubico cerca de los ascensores, que son ocho por le dimensión del hotel y dos de ellos se utilizan para ciertos fines que no incluyen a los huéspedes. Curiosa, veo cómo desplazan dos carritos con suministros y en lo que se adentran a los ascensores, mi vista se suspende entre la incredulidad, el agrado y mucha mas incredulidad. Como no estoy para juegos o suspender lo inevitable, me acerco; no tengo idea de cómo luzco, pero ella luce asombrada.
—Señorita Blackmore —dice al estar una frente a la otra.
—Señorita Burgeos —imité su tono formal con una mueca. Ya varias semanas sin hablar de esta forma, ni siquiera en la presentación a la prensa.
Miramar sonríe y rueda sus ambarinos ojos.
—¿Qué la trae a estas tierras? —dice haciéndose la chistosa.
—Trabajo. ¿Y a ti?
—Lo mismo pero prácticamente vivo aquí. Viajar por trabajo, así sea con tu hermano, no es tan placentero como suena.
Aquello me hizo gracia porque podría compararlo con mi situación con Claudio, pero no suena justo hacerlo.
—¿Justo ahora ibas a algún lado? —preguntó antes de que pudiera responderle lo anterior.
Ella lucía como quien viene de una reunión, en un vestido tipo cóctel ceñido azul cielo y un cinturón delgado, rojo, acompañado de unos botines negros de altura media. En el brazo trae una bufanda de varios estampados y una gabardina roja.
—Algo...
—Perdón por tardar.
Nos giramos a medio lado hacia Henrie, que se dio una ducha y tiene el cabello húmedo y peinado hacia atrás. Carga jeans e imagino que son de buena calidad porque hace frío. Una franela ajustada marrón con relieves blancos en el cuello y mangas, que son cortas y bajo el brazo trae un abrigo que se ve sospechoso.
—Qué bueno que llegas —digo con verdadero gusto—. Le decía a Miramar que íbamos a dar un paseo aprovechando el tiempo libre.
Henrie la mira y asiente, ofreciendo su mano.
—Soy Henrie. ¿Te nos quieres unir?
Miramar acepta el saludo y nos pide un minuto para sacar su celular con la capacidad de doblarse a la mitad. En su posición inicial es un celular cualquiera, pero al extenderse, parece una tablet. Desliza sus dedos en él, hace algunos mohínes y acaba sonriendo. No una sonrisa espontánea, mas como una calculadora.
—¿Y si mejor les soy de guía?
Sonreí e iba a responder, pero Claudio se me adelantó y dijo algo como evitarle molestias pero si a ella le complacía a nosotros también. Supongo que ese tipo de contestación la complació lo suficiente para tomarlo del brazo que le ofrecía y ser ignorada casi por completo.
¿Qué estaba sucediendo?
¿Estoy... interpretando de manera correcta?
—¡Chris!
Me suspendo un segundo y tardo en registrar que me hablan hasta que están frente a mí. Lidia me toma de brazo, obliga a seguirle el paso con premura y dolor incluidos. Miramar y Henrie nos miran, por lo que les hago señas de que sigan y ellos ni cortos ni perezosos hacen eso, seguir y dejarme atrás.
No tengo tiempo para digerir la ofensa.
Miles se encuentra enfrentado a Cole, uno de los bailarines principales y junto a él esta Sandra. Los miro sin comprender porque el ambiente está enrarecido, como si una sombra un poco terrorífica se posara sobre ellos y sus rostros reflejan cuanto desagrado sienten por el otro, y no tiene sentido que eso pasara en unas horas de vuelo.
—¿Qué pasó? —pregunté, cortando el silencio que había. Lidia tomaba mi brazo con fuerza y no disminuía su agarre.
—No pasa nada —dice Sandra, mirando fijamente a Cole—. ¿Cierto?
—No pasará en Nueva York, pero aquí sí que pasa —repone Miles haciendo lucir mas sus dientes, como si siseara.
—¿Dices que tenemos problemas desde antes? —ironiza Cole.
—Al menos ahora dejas ver a tu verdadero yo.
—¿Y el tuyo cuál es? ¿El que se la vive babeando por Lidia?
—No te permito mencionarla en una discusión que solo nos compete a ti y a mí. Al menos, finge ser el caballero de Giselle en la vida real.
Tanta confusión no me permitía entender. Si están hablando de una enemistad que tiene tiempo viene a ser irrelevante ya estando a las puertas de la primera presentación en Europa.
—¿Y a qué viene esto? —pregunté, obstinada de no entender y de que nadie explicara, solo Lidia me atrajo para ser no sé, la chismosa—. Si se han sabido comportar hasta ahora, pueden hacerlo hasta terminar la gira y no darse puñetazos ni estarse molestando como niños, ¿o no son lo suficiente profesionales para lograrlo? ¿Tendré que ponerles una campanita que suene cada vez que caminen para seguirlos y que no se vayas de manitas?
Los dos, uno mas tarde que el otro, me voltean a ver y niegan. Lidia me suelta y vuelve a tomarme pero de la mano, dando un apretón. No le devuelvo el gesto con el mismo sentir.
Llevo un tiempo notando cosas entre ella y Miles. No me gusta presionar, pero si Cole está presionando, no me importa la razón, solo que no arruinen la gira.
—¿Van a comer aquí o prefieren acompañarme? —pregunto por cortesía.
Todos se negaron de maneras distintas, unas mas cortantes que otras, pero sinceras al fin y al cabo.
No tenía forma de comunicarme con Henrie salvo por alguna aplicación. Le envié un audio preguntando dónde está y si sigue con Miramar. No tardó en darme respuesta, no él, Miramar habló y se disculpó por llevárselo sin decirme antes y prometió (una promesa vacía, no nos conocemos) traerlo de vuelta antes de la medianoche.
El viaje no estaba saliendo como esperé, pero no quiero cerrarme a descubrir qué seguirá ocurriendo.
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