Capítulo 11: Salirme con la mía (¿Cómo es eso?)
El salón de estética en el que trabaja Winnie queda a unos buenos kilómetros. Lo lleva junto a su socia, Valentina, y hoy se pusieron de acuerdo para cerrar mas temprano y que fuésemos a arreglarnos, porque uno de los dicho populares de Winnifer es «nunca es demasiado cuando se trata de cuidar de ti mismo» y lo lleva como un estandarte; lo dice una de las paredes del local.
Cada una está en un ambiente distinto. Alica con Winnie depilando sus cejas; Francine se hace la manicura junto a mí y América tiene su cabeza ocupada mientras lee una revista.
Alica, de pronto y en medio de un tranquilizador silencio, intercede:
—¿No les conté?
—¿Qué cosa? ¿tus alergias?
—No, Ame.
—¿Tus acideces?
—Tú dices bastantes, Chris.
—¿La depilación que salió mal?
—Eso fue la semana pasada, Fran.
—Si no dices de una vez qué es, te voy a quitar una ceja —le advierte Winnifer—. Enterita.
Vino una risa colectiva, pero no le hizo gracia a Alica.
—¡No! —se cubrió ambas cejas, alejando a Winnie con sus herramientas para la depilación, que claro, soltó un alarido furioso.
—¡Que lo arruinas, tonta!
—No dejaré que me toques.
—Me estoy quedando con ganas del chisme —dice América, que lleva varios ganchos en el cabello enroscando mechones, como Doña Florinda, la del Chavo del Ocho.
—Nos estamos —le secunda Francine.
—¿Te gustaría que te llamen Uniceja?
Alica frunció sus, por ahora, dos cejas.
—Ayer me enviaron chocolates, de avellana.
Todas dimos un grito ahogado.
—¿Comiste? —preguntó Francine alarmada.
—Sí... Pero tranquilas, fui enseguida al médico y no fue para tanto. En tal caso, ese no es mi mayor problema.
—Eres extremadamente alérgica a las avellanas —digo con un tinte de molestia—. ¿Y no es tu mayor problema?
—No, porque estoy bien en cuanto a mi salud física, pero la mental va a pique. Me siguen llegando presentes de no sé quién; los mensajeros no me lo quieren decir o básicamente no lo saben. ¿Quién manda regalitos para nada? Así que estuve pensando...
—Uy, no —musitó Winnifer, que volvió a su labor con las cejas de Alica.
—Déjame terminar, molestia. Decía —hace una pausa dramática—, que sospecho de la visita que nos hizo la tal Miramar. ¿Recuerdas, Christy?
Necesité echar a un lado la pila de mis presentes pensamientos para recordar la ocasión en que la señorita Burgeos fue a una a medias reunión con la intensión de saber si Alica trabaja ahí.
—¿Crees que ella te envía regalos?
—No directamente. Acuérdate que ella era una intermediaria ese día, pudo serlo las siguientes veces.
—¿Por qué?
—¡Eso! —exclama Winnifer y me lanza una mirada fulminante—. Eso es lo que quisiera saber: ¿por qué la haces moverse?
—Yo no controlo sus reacciones, voluntarias o involuntarias.
—¿Acabaste? —Mira a Alica por encima de su cabeza y ésta tuerce sus ojos y decide permanecer recostada—. Gracias. ¿Qué tal tú, Fran?
—¿Yo qué? —Sonríe toda dulzona—. Me hacen manicura.
—¿Cómo es Darío?
—¿No tiene un pasado oscuro o algo turbio, no? —cuestiona Ame, que abandonó su puesto y hace la manicura a su lado.
Francine sonrió por el ataque que está recibiendo y asegura:
—Que tenga entendido, no. Dedica gran parte de su tiempo a su trabajo, otro poco a su familia y ahora a mí. No somos novios, así que no abran las bocas para preguntar lo que aún no sé. Chris sabe tanto como ustedes.
—Ah no —soplé, antes de ser soplada o convertirme en soplona—. No me miren. Esa noche fue tan rara que apenas me fijé en Darío.
Las tres, ahora cuatro con Valentina y casi cinco con la que arregla las uñas de América, me miraron con tal fijeza que sentí un poco de vergüenza.
—¿Qué tan rara? —pronunció Alica, curiosa pero más ansiosa que nada.
Así que tuve que soltarlo todo. Que esa noche, cuando Francine iba a verse con Darío por segunda vez para concretar en algo sustentable desde su primer encuentro en la boda, Terry estaba allí para celebrar su cumpleaños. Parecía que les contaba una novela. Francine ya lo sabía y disfrutó de las caras que ponían, pero no me gustaba contarles. Hay algo en mí que se enciende con expectativa al mencionarlo.
La expectativa es la peor hermana consejera cuando intentas olvidar.
Pero, ¿las puedo culpar por emocionarse? Definitivamente no.
Por lo que las oí hacerse mil y una hipótesis de cómo podría volver a verlo. De cómo será esa tercera vez y de que en ella no podré salirme con la mía.
Fruncí el ceño toda la noche de estética.
_______
Hello
Corto pero contundente.
Nos vemos en unos días con uno de mis capítulos favoritos. Desde aquí solo serán subidas y bajadas.
Liana
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro