El Guardian
Generalmente, los sucesos en este mundo no siguen un orden lógico; de seguro ya te percataste de eso. Más bien, lo ilógico y lo sin razón manejan los hilos de estas historias. Narradas desde las profundidades de los recuerdos de algún viejo borracho de cantina, de algún marinero que se volvió loco por tanto tiempo sin pisar tierra o de un viejo sabio que se la pasaba estudiando y leyendo sin tener contacto humano más que el propio al hacer introspecciones. De ahí el hecho de que encuentres datos incompletos o que sean recreados sucesos que en verdad nunca sucedieron. Pero si tú estuvieras en este mundo, te pregunto: ¿Cómo te gustaría que fueran narradas las historias? Quizás es una pregunta un poco personal y no existe respuesta correcta para ella. Quizás podrías entender un poco más si te lo comienzo a explicar desde un principio, o al menos lo intentaré.
Año 0
Un hombre yace dentro de un bote que se encuentra varado en las orillas de una isla. No respira, no se mueve y carece de color, carece de vida. Los sonidos que acompañan esta escena no son más que los del mar y del viento, como manifestaciones de lo único que en este mundo es posible oír, ver y sentir. El hecho de que solo sean estos elementos los que se presentan manifestándose, controlando todo a su alrededor, a ratos entonando canciones armoniosas muy bellas que nacen al cruzarse esas grandes ráfagas de viento junto al mar, provoca que salpique agua dentro del bote y el hombre sea rociado, pero sin reaccionar a esto. Pero estas gotas, junto al viento recio e inagotable, parecen decididos a querer que algo más suceda, como si con la música que crean no fuera suficiente, como si necesitaran a alguien para que pudiera escucharla y disfrutarla.
La nula reacción por parte del hombre provocó un enojo desproporcionado tanto del mar como del aire, provocando en conjunto enormes tornados y tormentas eléctricas que, por alguna extraña razón, parecían solo estar limitadas a las cercanías de esta orilla. Si la intentamos rodear por cualquiera de ambos lados, llegaríamos al mismo lugar. Y desde cualquier punto, se divisaban tornados enormes que giraban sin cesar rodeando la isla, y las grandes marejadas golpeaban estas costas, empujando el bote donde se encontraba el hombre cada vez más dentro de la isla, como si esas olas estuviesen empujando a este bote conduciéndolo lo más hacia el centro posible. Cuando el bote llegó a tal punto que parecía estar en el centro exacto, este mismo desapareció, mas no su contenido.
Ahora presenciábamos a este cuerpo sin reacción alguna. Los tornados, aún más enojados, crecían cada día, algunos fusionándose y creando mega tornados que, si pudieran hablar el idioma de los tornados, lo habrían entendido; estaban furiosos e impacientes. Las marejadas intentaban llegar a este cuerpo inerte, pero yacía ya muy profundo e inalcanzable para ellas. Sin embargo, el agua parecía ser más paciente y solo concentró sus fuerzas en un punto de la isla, creando un río desde un extremo que conducía hacia el centro de la isla, donde pudo realizar su cometido: envolver al cadáver por completo. Este cuerpo quedó flotando en el río que parecía querer entregarle vida, su propia vida.
Todos los tornados cesaron y las grandes marejadas se calmaron. El único vestigio de todo lo sucedido era el río, que aún estaba formando un camino serpenteante conectando el mar con absolutamente nada, ya que el hombre se encontraba flotando sobre él; ya no formaba parte de él, o solo en parte, ya que este cuerpo, aún muy empapado, se encontraba cada vez más provisto de color, en donde la humedad de su cuerpo lentamente se iba adhiriendo a su piel, lo que generó una especie de túnica translúcida que cubría todo su cuerpo. Esta túnica, al estar terminada, culminó con un estruendo muy luminoso, acompañado por la primera apertura de los ojos de un ser vivo para contemplar este mundo.
Fueron unas primeras horas muy intensas. Nada más estaba este cuerpo flotando sin más sobre el río, pero ya con vida y tomando los primeros respiros del aire más puro jamás respirado, hasta tal punto que las ideas parecían venir en conjunto con esta pureza que ingresaba. Eran ideas de un mundo rico en naturaleza, rico en personas sabias e inteligentes y rico en magia. Los mares volvieron a rugir, los vientos comenzaron nuevamente a tomar parte de la sinfonía que junto al mar resonaban, pero que ahora tenía un compositor: era este hombre, capaz de controlar viento y mar.
Los pensamientos estaban claros respecto a lo que esperaba para este nuevo mundo, pero sabía que debía hacer sacrificios propios para que eso pudiera resultar. Lo primero que pensó es que, para que las cosas resulten, debe ser uno el primero en involucrarse y también estar totalmente dispuesto a tomar acción y asumir las consecuencias de estos actos.
Se imaginó en cada posible evento que pudiese ser desencadenado de ahí en adelante. Se imaginaba esa isla llena de gente, viviendo feliz y en armonía, pero para ello se necesitaba de algún guía que tomara la iniciativa y fuera un ejemplo para esas personas. ¿Qué mejor persona que nuestro hombre, quien desde sus meditaciones tomaba parte de estas situaciones futuras? La decisión que más le costó tomar fue el hecho de que, al tener que tomar parte en cada situación en ese mundo, él debía ser inmortal. El no poder morir era algo que intentó no pensar mucho en los primeros cientos de años, pero le pasaría factura. Más que eso, debía estar preparado para ser quien participara en cada una de las acciones de este mundo. Si se formaba una batalla y alguien iba a salir herido, debía manejar la situación para que el herido fuera él; y si debía morir, eso sucedería, y volvería a ese mundo como más lo necesitase. Tal vez como un estudiante que debía morir para enseñar a sus pares a ser más empáticos, o tal vez como un pirata, que a través de la traición enseñara a los demás a enfrentar los males del mundo y no temer, incluso tomar el lugar de un viejo anciano y enseñar a los más pequeños sobre la importancia de la magia y de nunca dejar de soñar. El nombre de este sujeto no importa; puede tomar uno u otro dependiendo de la situación. De hecho, quizás algún día tenga que tomar prestado el tuyo.
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