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Capítulo 2: El entrenamiento del futuro emperador

Los primeros días las heridas habían sido insoportables y YoonGi se encontró deseando dormir por días y despertar sin dolor. Para su suerte, lo único que podía distraerlo del mismo era el hijo menor del general Park que se colaba en su cuarto cuando su madre no se daba cuenta y le contaba las cosas que hacía y las que le gustaba. El pequeño Park JiMin de seis años era lo único que podía mantenerlo feliz en ese pequeño cuarto en el que descansaba. 

–Papá me está entrenando, dice que debo ser un hombre fuerte en el futuro–contaba JiMin sentado en la cama de YoonGi–. Me entrena con cañas de bambú, dice que así en un futuro podré utilizar una espada, pero yo no quiero luchar con espadas. No me gustan, me gustaría un arma más bonita. Como…como los abanicos, ¿a usted le gustan los abanicos? –YoonGi sonrió y asintió–Son lindos, tienen diseños bonitos, pero según mi hermano mayor no sirven para pelear. Dice que son inútiles. Yo creo que pueden ser buenas armas, hasta uno hace movimientos lindos con ellos. Mire, mire.

JiMin se levantó y ante la luz tenue de la vela, YoonGi le vio sacar un abanico blanco con flores amarillas. Movió el abanico como alguna vez YoonGi vio a unas chicas del palacio hacerlo elegantemente, aunque JiMin no podía imitar bien sus movimientos. 

–No te sale bien–comentó cuando JiMin terminó la muestra.

–Pero es porque me falta práctica–dijo JiMin haciendo un puchero y sentándose de nuevo en la cama–. Papá me reprendería si me ve practicando con el abanico en lugar de las cañas. Y no tengo muchos lugares donde pueda practicar sin ser visto.

– ¿Y por qué no practicas aquí? Mientras no seas muy ruidoso no me molestaría.

JiMin lo miró con una hermosa sonrisa en el rostro y un brillo en sus pequeños ojos.

– ¿De verdad puedo? –YoonGi asintió–Muchas gracias, joven Min. 

La imperiosa necesidad de decirle a JiMin que lo llamara por su nombre invadió a YoonGi. Acostumbraba que hasta niños más jóvenes que él lo llamaran de esa manera, pero escucharlo de JiMin se sentía incorrecto. 

–Debo irme–dijo de repente JiMin mirando hacia la puerta–. Mamá vendrá pronto a verlo. Nos vemos después, joven Min.

Sin darle tiempo a contestar, JiMin salió corriendo de la habitación y dejó solo a YoonGi. Sentado en su cama miró alrededor con el único ojo que podía por el momento. Cuando el pequeño Park no estaba con él, YoonGi solía comparar el cuarto que tenía actualmente con el que tuvo y con el que soñaba tener. Ese lugar era pequeño, con una cama, un mueble para la ropa y un banquito donde dejaban la vela que servía para iluminar el sitio. No tenía nada más. El cuarto que tuvo en el palacio era amplio, con una cómoda cama llena de almohadas, sus juguetes, libros y muebles ordenados. Ahí lo había tenido todo. Ahora no tenía nada. Al menos había conservado su vida. 

La señora Park ingresó y le proporcionó comida, cuidados y otra manta calentita ya que el lugar empezaba a enfriarse. Ella solía hablarle de cosas triviales y hogareñas que él respondía con educación. Si bien no le importaba lo que ella decía, agradecía que hablara con él. 

Ella y Park JiMin eran la única compañía que tenía en su cuarto.

|-|El emperador Min|-|

Unas semanas después YoonGi estuvo listo para salir y entrenar con Jin Hu, quien se había hecho un tiempo para brindarle la educación que debería tener si quería recuperar su trono. Los hijos mayores de Park le brindaron libros de filosofía, economía y política que serían útiles para avanzar en su aprendizaje. La señora Park, quien tenía ancestros chinos, le enseñaba el idioma para que ampliara su lenguaje. Aunque se disculpaba por no poder enseñarle otro idioma más que ese. YoonGi agradecía que ella fuera paciente y tomara un momento de su tiempo para enseñarle chino. 

La parte positiva de todo era que YoonGi se sentía cada día más capaz de llevar adelante el liderazgo de Corea. Pero la parte mala era que apenas y podía ver a JiMin cuando este se colaba en su habitación para practicar con el abanico. Descubrió que esa simple actividad era hermosa de admirar cuando JiMin la llevaba a cabo. Y supo también que tener al pequeño Park a su lado resultaba gratificante en los días largos de entrenamiento y estudio. 

–Joven Min–susurró JiMin ingresando a su cuarto cuando ya era medianoche.

YoonGi, con ya trece años, miró al pequeño Park entrar con algo en sus manos. Era un paquete torpemente envuelto en tela de seda que intentaba ocultar con su cuerpo. Pero era lo suficientemente grande como para que apenas pudiera cubrir una porción con sus manitos. 

–Si tu madre sabe que vienes a esta hora te va a regañar feo, JiMin–dijo YoonGi levantándose de la cama para acercarse al pequeño Park–. Es muy tarde, tienes que dormir.

–Iré pronto, solo quería venir a verlo.

– ¿Para qué?

JiMin extendió el paquete hacia él con una sonrisa que podía cautivar el corazón frío de YoonGi. 

–Feliz cumpleaños, joven Min.

YoonGi miró al pequeño Park detenidamente. Desde la muerte de su madre no había vuelto a celebrar su cumpleaños, sobre todo porque nadie podía recordar su nacimiento. Su padre había planeado darlo a conocer a sus diez años, pero murió antes y su madre había negado información alguna de él para protegerlo. 

Que JiMin recordara la única vez que le dijo la fecha de su cumpleaños, lo había tomado por sorpresa. Pero no lo había hecho menos feliz.

–Yo…JiMin–dijo aceptando el regalo sin saber qué decirle al pequeño Park.

–Espero que le guste. No es mucho, pero escuché a papá decir que te gustaban así que ahorré todo lo que pude para poder comprártela. –JiMin hizo un puchero frunciendo el ceño–Aunque…me avergüenza que sea de las más baratas…usted debía acostumbrar a tener cosas mejores. 

YoonGi abrió el paquete y descubrió, en medio de la tela de seda, una daga sencilla pero bonita. JiMin no se equivocaba, a él le gustaban las dagas. Aunque recordara la daga con la que le habían hecho la cicatriz del ojo derecho, no les temía. Creía que enfrentarse a sus miedos y hacerlos sus amigos era beneficioso a futuro.

Tomó la daga brillante y sonrió. Aunque se notaba que no era de las más costosas, para él era un bonito tesoro porque JiMin se la regaló. 

Era el primer regalo que tenía luego de la muerte de su madre. 

–Muchas gracias, JiMin–dijo sonriéndole y envolviendo de nuevo la daga con la seda.

JiMin sonrió feliz y miró hacia la puerta.

–Debo irme. Descanse, joven Min.

|-|El emperador Min|-|

Entrenar y estudiar no había sido lo único que YoonGi hizo en esos años con la familia Park a escondidas. Jin Hu lo había ayudado a encontrar personas que estuvieran en contra de la familia Lee. No tardó en hallar una buena cantidad ya que la familia Lee había traído al pueblo coreano pobreza y temor. Todos temían hablar o decir algo en contra del clan Lee porque la pena impuesta era la muerte. En esos años los pocos valientes que se enfrentaron a ellos terminaron decapitados por el verdugo, familiar psicópata de los Lee. 

Que los Lee hayan sido una mierda esos años, había sido beneficioso para YoonGi quien pensaba reclamar el territorio que le pertenecía. Reclamar el reino de su padre y ser el emperador. Sin embargo tuvo que esperar años para poder hacerlo. Años de preparación para llevar adelante a Corea y devolver a su pueblo lo que los Lee les arrebataron por ser ambiciosos y egoístas. 

YoonGi con ya diecinueve años decidió dejar de estar encerrado dentro de la vivienda Park y optó por salir a las calles del reino. Nadie podría reconocer al niño que creían muerto, salvo aquellos que estaban con Jin Hu y que eran de confianza. 

Caminó por las calles, pasando por el mercado y viendo tantas personas mendigando que el odio aumentó en él. Incluso los que tenían trabajo no parecían tan contentos. Se veían tristes y nerviosos, YoonGi no tardó en darse cuenta que llevar la comida a sus casas les estaba costando. Niños hambrientos mendigando pan duro, mujeres con bebés en brazos pidiendo unas monedas para poder alimentarse y por ende alimentar a su bebé, ancianos abandonados a su suerte pasando necesidades. ¿Este era el reino que deseaban los Lee?

Sus guardias pasaban de un lado a otro, vigilando al pueblo. Escuchó a algunos mandar en japonés a algunas mujeres que trabajaban honestamente vendiendo pescado, semillas o tela. YoonGi deseaba decapitarlos con su espada por maltratar a personas que no habían hecho nada malo. 

El carnicero, que se encontraba atendiendo a un hombre, lo miró cuando pasó. YoonGi le devolvió la mirada alzando levemente su cabeza para que pudiera verlo por su sugegasa que lo ayudaba a ocultarse de los demás. Tras conectar mirada volvió a desviarla para continuar su camino. El odio por los Lee aumentaba mientras más pobreza y dolor veía en el pueblo coreano que tanto quiso su padre. 

Lo único que lo reconfortaba era saber que pronto tomaría el control de nuevo.

Pronto él sería el emperador.

Sugegasa: si wikipedia no me mintió, es el gorro que lleva YoonGi en Daechwita. Hay más tipos de gorro y sugegasa es como una clasificación o algo así. Si ese gorro lleva otro nombre más específico, por favor diganme en los comentarios

Nos vemos! Besos❤️❤️❤️

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