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Capítulo 16: El error de Japón

Dos semanas después de enviar la carta, NamJoon ingresó a sus aposentos agitado. YoonGi se levantó de la cama y se colocó una bata al verlo en ese estado. NamJoon, en todos esos años como su consejero, jamás había entrado de esa manera a ese lugar que era casi sagrado para él. JiMin también se levantó y se colocó una bata, con su brazo medianamente curado y el susto de haber sido levantado tan precipitadamente. 

–Atacan el pueblo, emperador.

Por lo que YoonGi podía ver era de madrugada todavía. ¿Por qué atacaban ahora? Jodidos locos desquiciados ¿no podían esperar a la mañana?

Cuando salieron, TaeHyung, BeomGyu y YeonJun estaban ahí. Sin pensarlo lo envió a ellos y JiMin a uno de los cuartos seguros del palacio. Pero su esposo, terco e indomable, negó la oferta y le pidió a BeomGyu que le trajera sus abanicos antes de regresar con su hijo. YeonJun se veía renuente a obedecer, pero al final se fue cuando TaeHyung lo jaló de la muñeca.

–Tu brazo no está del todo curado todavía–dijo YoonGi mirando a JiMin, quien poco después de dar la orden a BeomGyu, recibió sus tres abanicos–. No lucharás.

–No me mandas–dijo JiMin mirándolo–. Necesitas que alguien te proteja y ese es mi deber.

–Ya no eres mi guardia personal, eres mi esposo. Ya no cumples esa función.

Que para variar, solo la tuvo para que estuviera a su lado y no realmente para que lo protegiera.

–Siendo tu esposo con mayor motivo debo protegerte–dijo JiMin mirándolo–. Ahora deja de discutir y vamos a ver qué está pasando en el pueblo.

A regañadientes YoonGi aceptó. Corriendo con JiMin llegaron al balcón donde una luz casi roja llamó la atención de ambos. Fue cuando vieron, desde esa altura, el infierno mismo. El pueblo ardía en llamas que los demonios parecían haber traído desde el fondo del averno. Calor asfixiante y gritos desesperados de la gente. Era un escenario que no se esperaron presenciar nunca. 

Ahora más que nunca YoonGi afianzaba su deseo de que JiMin no estuviera a su lado.

–Estamos juntos en todo–dijo JiMin tomando su mano para que lo mirara a él–. Somos los emperadores de Corea, no vas a luchar solo. 

Todavía con la corazonada de que JiMin debería estar con su hijo, YoonGi aceptó su compañía y juntos fueron con NamJoon, quien hablaba con Jung. Era la conversación más desesperada e histérica que tuvieron alguna vez.

– ¿Qué ha pasado exactamente? –preguntó YoonGi al llegar.

–Se camuflaron en la oscuridad y atacaron. Han incendiado viviendas y asesinado familias. Estamos intentando mantener a salvo a los que sobreviven–dijo Jung–. Y estamos intentando que no entren a palacio, estamos seguros de que buscarán entrar para venir por usted. 

–Bien, asegúrense de mantener a salvo a los sobrevivientes que encuentren. Envía a proteger el exterior pero más aún el interior, tenemos que descartar que hayan entrado ya.

Jung asintió y se marchó deprisa, NamJoon desenfundó su espada y decidió ser uno de los encargados de asegurar la seguridad interna del palacio. YoonGi dudó de hacer lo mismo, más que nada porque él era uno de los principales objetivos.

–Vete a un lugar seguro, que no sea fácil encontrarte–dijo NamJoon mirándolo–. JiMin, debes cuidarlo.

–Lo haré. 

En cuanto NamJoon se marchó, YoonGi miró a su esposo.

–Iremos a un lugar seguro por ti, no debes estar aquí. También eres un objetivo.

–Y mi mayor prioridad es tu vida, no la mía–dijo JiMin desenfundando su abanico más grande–. Vámonos, tienes que estar en un lugar seguro. Ellos pueden encargarse del pueblo y de proteger el palacio. Yo debo encargarme de ti.

El lugar seguro del palacio era una habitación subterránea que se encontraba en las últimas habitaciones. Ahí debía estar su hijo con TaeHyung y BeomGyu, y la familia de NamJoon. Todos protegidos del infierno que estaban viviendo afuera el pueblo coreano. Hecho que pasaría definitivamente a la historia.

Aunque muchos sucesos serían borrados.

Bajando la escalera del palacio, para dirigirse a las últimas habitaciones, se encontraron con los infiltrados que ya temían que estuvieran ahí. JiMin, tomando la delantera, los enfrentó sin temor, desenfundando su abanico mediano también. Luchó contra los dos que fueron por ellos y los asesinó antes de que siquiera pudieran llegar a YoonGi. 

–Vamos, JiMin, por aquí–dijo YoonGi llevándolo al pasillo de las habitaciones.

Pero tras ser interceptados, JiMin tuvo que cambiar el rumbo hacia el patio donde YoonGi había sido testigo de decenas de decapitaciones. Campo abierto sería arriesgado, así que lucharon y asesinaron sin llegar a ese sector. Pero no pudieron avanzar a los cuartos ya que vieron a algunos japoneses dirigirse hacia ese lugar. Aunque ellos dudaban seriamente de que supieran que allí había una habitación subterránea. 

–Aquí–dijo JiMin haciendo que se escondieran entre las columnas–. Necesitamos un plan para llegar hasta allá.

–JiMin, mírame–pidió YoonGi con su espada en mano–. Pase lo que pase, tú avanzarás y te pondrás a salvo. No importa si tienes que dejarme atrás.

–Te lo diré mil veces de ser necesario: estamos juntos en todo. Esto no es la excepción. O llegamos juntos allí o…

–Ninguno–interrumpió YoonGi mirándolo–. Ni tú me dejarás atrás ni yo te dejaré atrás a ti. Así que llegamos juntos o ninguno de nosotros llega. 

JiMin apretó los labios pero asintió. Sabía que JiMin querría que él estuviera a salvo, pero YoonGi no deseaba lo mismo. La vida de su ángel era mucho más importante que la suya. 

JiMin miró atrás y se dio cuenta que ellos se acercaban donde estaban escondidos. Actuando rápido se escondieron en las columnas, por la parte del patio para que no los vieran. Ellos pasaron de largo, haciéndolos suspirar silenciosamente aliviados cuando un grito los alarmó por completo.

– ¡Aquí! –miraron a tiempo para esquivar la flecha que el japonés que estaba en lo alto había lanzado.

Genial, ahora no solo era un ataque terrestre, sino también uno aéreo. YoonGi se defendió de dos japoneses que se lanzaron hacia él y JiMin se enfrentó a los otros dos con sus abanicos. El tipo de las flechas no perdía oportunidad y lanzaba una tras otra. 

YoonGi confirmó que JiMin había sido meticulosamente entrenado, porque a pesar de la lucha lograba usar sus abanicos para protegerlos de las flechas. Su ángel era un prodigio de lucha que no tenía debilidades. Era rápido y fuerte, los dos japoneses a los que se enfrentaban solo tenían una pequeña ventaja por el compañero que lanzaba flechas tras flechas. Pero estaba seguro que si él no estuviera jodiendo, ellos habrían ganado.

Apuñaló a uno, dejándolo fuera de combate, antes de enfrentarse al otro. JiMin, en una ventaja, con su abanico grande, les cortó el cuello a los dos japoneses con los que peleaba y se encargó de protegerlo del tipo de las flechas. YoonGi se encargó de darlo todo antes de asesinar al tipo con el que luchaba, sonriendo aliviado. El de las flechas no sería molestia, solo necesitaban correr y ponerse a salvo de él.

Miró a JiMin, para indicarle que era momento de irse, pero sus ojos alarmados agitaron su corazón. Cuando estaba a punto de preguntar, JiMin lo empujó y se enfrentó al japonés que lo iba a atacar por la espalda.

– ¡Vete! –gritó mientras retenía al japonés de las dos espadas con sus dos abanicos. 

–No te dejaré solo–afirmó antes de atacar al tipo que retenía JiMin.

La espada se manchó de nuevo con la sangre del enemigo. Espesa y oscura, iluminada con las llamas del infierno. YoonGi logró asesinarlo antes de que dañara a JiMin. 

– ¡YoonGi!

Cuando miró a JiMin, se dio cuenta de que este había sido empujado lejos de él por otro soldado japonés cuya espada no dudó en intentar clavarle en el pecho. YoonGi lo detuvo con sus manos, sintiendo el filo cortar las palmas y temiendo que la sangre hiciera resbalar la espada. Cuando pensaba patearlo, una flecha atravesó su pierna y lo detuvo, haciéndolo perder fuerza y casi dejando que el japonés que quería asesinarlo lograra su cometido.

Fue cuando todo pasó muy rápido. JiMin se había levantado y usando su abanico grande, atravesó el pecho del japonés profundamente haciéndolo escupir sangre mientras protegía a YoonGi con el mediano.

–Cura la herida, yo te cubro–dijo JiMin y YoonGi se apresuró a quitar la flecha de su pierna.

Tomando un trozo de tela de su bata se vendó lo mejor que pudo la herida para evitar que sangrara demasiado. Lo único bueno era que no había dado en un lugar crítico. Lo malo era que ahora le costaría correr. Pero soportaría el dolor si así podía mantener a salvo a JiMin. 

–Listo, vámonos–dijo YoonGi haciendo un esfuerzo por levantarse cuando de reojo vio algo a espaldas de JiMin–. El arquero se movió de posición–informó levantándose tan pronto como su pierna le permitiera para correr junto a JiMin.

Fue cuando JiMin lo jaló del brazo para cambiar de posición. YoonGi no había escuchado al japonés que se había acercado por detrás de él. Todo, esta vez, pasó en cámara lenta. Y YoonGi solo pudo observar.

JiMin usó el abanico mediano para insertárselo al japonés profundamente en el pecho, la sangre brotó en tanta cantidad que pudo haber formado un río. Pero no tuvo tiempo de sacarlo del cuerpo para defenderlo a YoonGi. Solo lo volvió a jalar para ponerlo detrás de él, sacó el abanico pequeño y lo lanzó con fuerza y abierto al arquero. Con una puntería envidiable, dio a la cabeza del arquero, dejando el abanico incrustado en la mitad de su cara Pero no fue el único con buena puntería. 

YoonGi vio, con el dolor más agónico del mundo, como una de las condenadas flechas atravesaba el pecho de JiMin, a la altura del corazón. 

Su ángel cayó al recibir el impactó y él se apresuró a recibirlo, cayendo ambos al suelo. La desesperación le corroía las venas y el miedo se apoderaba de él. La sangre salía del pecho de JiMin y de su boca se escurría también. Sus ojos comenzaban a perder brillo con rapidez. 

–Ángel, ángel, por favor, resiste. Te llevaré...con el médico y…te van a sanar. Lo harán–dijo haciendo un intento por levantarse con el cuerpo de JiMin, pero este tomó su brazo para que se detuviera.

–No…ya no se puede…–dijo con la voz quebrada y comenzando a apagarse poco a poco–Vete, mantente a salvo…por favor.

–No voy a dejarte aquí–susurró con la voz quebrada YoonGi.

Pero la diferencia con JiMin era que YoonGi intentaba controlar el llanto al ver que el hombre al que amaba estaba muriendo en sus brazos. 

–Tienes que hacerlo–la voz de JiMin perdía fuerza y apenas era un susurro–. Yoon…sálvate…

–No…no voy a dejarte aquí…JiMin…por favor–pidió dejando que las lágrimas cayeran, ya no importaba si alguien lo veía llorar–. Por favor, ángel, no me dejes…

–Yoon…–JiMin sonrió con las pocas fuerzas que le quedaban–te amo…gracias…por hacerme…tan feliz…

–Ángel…–YoonGi acarició su rostro–te amo. Gracias por haberme hecho tan feliz.

–Bésame…una vez más…

YoonGi se acercó y dejó el último beso en los labios de JiMin. Él sonrió y entonces la muerte se lo llevó lejos de él. Su último aliento YoonGi lo sintió mientras lo tenía entre sus brazos.

Y entonces se dio cuenta, con el fuego y gritos a su alrededor, que estaba en el infierno. Porque solo ahí no podían vivir ángeles como JiMin.

Ya sin soportar el sufrimiento en su corazón, dejó escapar un grito tan fuerte y desgarrador, que hasta los japoneses cercanos sintieron su dolor. Sintieron el dolor de la pérdida del ser amado. 

YoonGi gritó dejando salir el sufrimiento y el odio desmedido, todavía sosteniendo el cuerpo de JiMin entre sus brazos. Gritó sin importarle lastimar su garganta o si había alguien cerca. Lo único que podía hacer era gritar y dejar escapar lágrimas de ira y tristeza. 

Para cuando NamJoon llegó al escucharlo, para comunicarle también que ya no había intrusos, se encontró con la desgarradora escena de YoonGi sosteniendo el cuerpo sin vida de JiMin. 

El cielo había recuperado al ángel que el emperador Min le había robado.

|-|El emperador Min|-|

YoonGi se negó a soltar el cuerpo de JiMin por horas hasta que tuvo que dejarlo para llevar adelante el funeral. La situación en el pueblo había sido controlada y los japoneses que no fueron asesinados ahora estaban en el calabozo. 

El ataque sorpresa había sido tan duro que la tristeza inundaba las calles. Muchas familias habían perdido seres preciados o toda una familia completa había sido asesinada. Los incendios habían dejado casas destruidas y muchos sectores gravemente afectados. 

A YoonGi no podía importarle menos. Pero no dijo nada. Ya al mediodía se había dado la noticia de que el emperador Park había muerto a mano de los japoneses y muchos del pueblo lamentaban su perdida. Nadie lo haría más que el emperador Min y su hijo, quien lloraba desconsolado. Y al igual que él lloraba TaeHyung cuando se enteró que el general Jung había perdido la vida tras quedar atrapado en medio del fuego por salvar a la hermana y sobrinos de JiMin. Al final, el fuego los alcanzó a todos y murieron en medio de la casa donde vivió la hermana mayor del emperador Park.

NamJoon, quien apenas tenía unas heridas de lucha, no pronunció palabra. Solo se concentró en consolar a su esposa e hijo, quienes veían desolados y entristecidos el panorama que el ataque sorpresa a Corea había dejado. 

YoonGi se encargó de preparar el entierro de JiMin, porque su esposo merecía todos los honores y él no iba a darle menos. 

–Emperador–llamó con voz apagada BeomGyu llevando consigo una nota–, es del general japonés. Se acaba de enterar del ataque. Dice que nos dará una semana de paz para poder brindarle luto al emperador Park.

YoonGi asintió tomando la nota que arrugó en su mano. El ataque no fue planeado sin embargo, tampoco sería perdonado. 

|-|El emperador Min|-|

El día que velaron y enterraron a JiMin, fue un día hermoso de sol radiante. YoonGi no pudo detenerse a admirar la belleza del clima porque su corazón estaba lo suficientemente destrozado como para notar estupideces así. Lo único que podría alegrar su día sería ver de nuevo la radiante sonrisa de su ángel.

Pero él sabía que la única forma de ver la sonrisa de JiMin, sería a través de sus sueños. El único lugar donde los muertos volvían a vivir. 

YeonJun había dejado de llorar, pero el estado deplorable de su rostro lo decía todo. TaeHyung estaba igual que él. YoonGi consideró velar a HoSeok junto con JiMin también por su acto heroico al intentar salvar a la familia de su amado. Además de haber sido de confianza por tantos años y haberle brindado su apoyo incondicional. 

YoonGi no dio ningún discurso, el que se encargó de eso fue NamJoon quien habló triste con respecto a las muertes y la destrucción ocurridas dos días atrás. Él parecía haberse desprendido de la realidad hasta que su consejero tomó su hombro y le indicó que era momento de llevar a ambos al templo. HoSeok y JiMin serían puestos en templos diferentes, pero no menos importantes. 

Se levantó y caminó con YeonJun un par de pasos detrás. Cuando salió del palacio para encaminarse al templo, se encontró con una multitud esperando para seguirlo. Todos dándole el último adiós al emperador Park. 

YoonGi no ingresó al templo, dejó que los demás lo hicieran (su hijo primero) pero él no ingresó. Nadie lo cuestionó y simplemente ingresaron para dar el último adiós.

–Lo siento, emperador–dijo Seok Jin acercándose a él.

La edad ya se notaba en su cabello, que había comenzado a tornarse blanco. El experto en armas era mayor que él por diez años, por lo que ya superaba los cincuenta. JungKook, su aprendiz, ya no era un niño, sino un hombre de treinta y cinco años.

–Me sorprende verte aquí–fue lo primero que dijo en horas.

Su voz salía rasposa y como si no la hubiera usado en décadas.

–Me enteré de la noticia y quise venir a decir adiós. En mi pueblo vamos a extrañarlo–comentó mirando a la gente que entraba al templo. 

YoonGi reconoció a TaeHyun, quien ya había tomado el liderazgo del clan Kang, al lado de YeonJun.

–Fue un buen emperador–comentó JungKook bajando la mirada.

–Pensé que sería el primero en entrar–dijo Seok Jin mirando a YoonGi.

–Necesito tiempo a solas para despedirme de él–dijo YoonGi mirando hacia el templo.

Seok Jin asintió y en silencio se alejó junto a su aprendiz para dejarlo solo. 

Y cuando todo estuvo en soledad y la noche había llegado, YoonGi entró al templo y lloró sobre la tumba de JiMin. 

No me maten, plis ;-;

Nos vemos! besos❤️

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