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Capítulo 10: La verdad.

La noche de bodas, donde YoonGi debió dormir con su esposa, fue la única en la que ellos durmieron juntos. Luego de eso JiMin no volvió a aceptarlo en su cama. Jamás creyó que las noches pudieran ser tan frías, incluso en verano. 

Seguía siendo su guardia personal pero ya casi no hablaban y no pasaban tiempo juntos. Por lo general estaba rodeado de NamJoon y su esposa, quien solía ir con él a alguno de los lugares que debía visitar. Ella era amable y gentil, pero pronto descubrió que ninguno de los dos se veía de otra manera que no fuera amistosa. Aunque ella le dejó en claro que si algún día él necesitaba un heredero, ella estaba dispuesta a dárselo. 

Lady Yi solía pasar su tiempo estudiando y aprendiendo idiomas que no conocía, como también filosofía y economía. Aunque a YoonGi al principio no le gustaba pasar tiempo con ella porque le recordaba a su padre y el chantaje que le hizo, pronto descubrió que podía tener charlas interesantes con ella. Era un pequeño consuelo que no fuera como Yi y sí como su madre.

Las cosas en el consejo habían cambiado. Obligadamente YoonGi tuvo que favorecer a Yi y dejar de lado a Kang. Había sido la peor decisión de todas.

En algunos pueblos, los más lejanos, había escasez de arroz y verduras que mayormente cosechaba Kang. Eso había comenzado a traer hambre y quejas, no solo del pueblo coreano, sino también dentro de las reuniones. Algunos ancianos, los pocos honestos, se habían mostrados descontentos con los cambios y lo habían acusado de favorecer a Yi porque estaba casado con su hija. Song y Oh lo defendían también solo porque los favorecía a ellos también. 

YoonGi jamás pensó sentirse tan mierda. Y lo peor era que se guardaba todo eso para sí ya que se negaba a contarle a NamJoon y menos a JiMin. Sabía que su pequeño ángel se preocuparía. Así que calló y siguió adelante con todo, él podía soportarlo. Podía hacerlo sin duda alguna. 

A pesar de que los meses pasaron y él se sentía cada día con menos ganas de despertar. En su cumpleaños veinticuatro no hubo más que una fiesta vacía que detestó y una noche solitaria sin el calor de JiMin. Incluso su aniversario se sintió vacío y tuvo que volver a la habitación de su esposa, donde supuestamente se esperaba que hicieran al heredero. 

–Emperador–llamó ella mirándolo–, lamento si soy muy atrevida, pero lo he visto muy triste últimamente. ¿Hay algo que le pase y le gustaría decirme? Podemos hablar si eso lo hace sentir mejor.

–No, está bien, no tienes de qué preocuparte. Son solo mis responsabilidades, nada más.

Lady Yi tomó su mano y lo llevó a la cama donde ambos se sentaron.

–Algo pasa, emperador, y no quiere hablarlo. Madre dice que eso es malo, dice que envenena el alma. –ella acarició su mano con dulzura.

–No tienes de qué preocuparte, de verdad. Puedo resolver esto solo–dijo YoonGi girando a mirarla–. Eres muy amable, te mereces a alguien que de verdad te ame.  

–Gracias, pero soy feliz llevando honor a mi familia con nuestro matrimonio. –lady Yi sonrió con una pizca de tristeza.

YoonGi la abrazó, sintiendo que necesitaba que alguien lo abrazara también. Necesitaba sentir que alguien estaba ahí para él y lady Yi era lo más cercano que tenía. Era una buena amiga, era comprensiva y amable, una mujer educada y madura. YoonGi desearía que ella de verdad pudiera casarse con alguien a quien amara en verdad y la amara también. 

De repente recordó a NamJoon, quien era con quien ella pasaba la mayor parte de su tiempo. Ellos parecían llevarse bien y según lo que escuchó de su consejero, ella era realmente interesante. La duda había comenzado a generarse en su cabeza.

– ¿Puedo preguntarte algo? –dijo separándose de ella.

–Por supuesto, emperador.

– ¿Qué piensas sobre mi consejero, Kim NamJoon? –ella bajó la mirada avergonzada.

YoonGi iba a decirle algo más cuando sintió un tirón en su espalda que lo hizo quejarse. Había dormido mal las noches anteriores y eso había repercutido en su cuerpo. Lady Yi al verlo le pidió que se acostara para descansar. No se lo negó, realmente estaba agotado. Ella se acostó a su lado. 

–Es un buen hombre, realmente interesante. Me gusta hablar con él–dijo ella luego de acostarse, apoyando su cabeza sobre la almohada.

Con una mano comenzó a sacar las cosas que las mujeres se colocaban en el cabello y que a YoonGi realmente no le interesaba conocer. Cuando ella se dejó el cabello suelto sobre la almohada, él estiró una mano para correr un mechón que le caía en la cara.

–A él parece que le resultas igual de interesante.

La blanca piel de lady Yi se tornó rosada, tan adorable que YoonGi sintió como si estuviera hablando de novios con su hermana menor. 

–Tal vez, no lo he querido pensar. 

–No me molesta–confesó YoonGi sonriéndole–. Te mereces a alguien que te haga feliz.

–Es realmente amable conmigo, emperador. –lady Yi parecía dudar de preguntar algo, pero al final se animó–Emperador, si no estaba interesado en casarse, ¿por qué me aceptó como esposa?

YoonGi se levantó de la cama y la rodeó sin decir una palabra. Se inclinó sobre ella y besó su frente.

–Descansa–susurró antes de salir de ahí.

No quería que ella preguntara algo que difícilmente podría contestar. No quería decirle que su padre lo había obligado. Ella y su madre no se merecían la deshonra que traería la verdad. 

Caminó sin demasiado ánimo a su cuarto, donde al llegar se encontró con JiMin guardando su ropa en un bolso. Abrió los ojos sorprendido y se acercó a él.

–JiMin, ¿qué haces? 

–Creo que es mejor que ya no duerma contigo. Hay un cuarto cerca del tuyo, podré estar atento a quien entre o no sin necesidad de que durmamos en el mismo lugar–informó JiMin sin mirarlo.

YoonGi tomó su mano, prohibiendo que guardara más ropa.

–Puedes quedarte, sabes que no me importa.

–Yoon…Emperador–YoonGi jamás pensó que una palabra pudiera herirlo tanto–, es lo mejor. Usted tiene una esposa, no me necesita aquí.

–JiMin, por favor, sabes que puedes seguir aquí. Ella ni siquiera duerme conmigo. –se negó a soltarlo, en su lugar lo sostuvo, haciendo que dejara a un lado el bolso en el que JiMin guardaba ropa–Ella no me importa como tú sí, ángel.

–Tal vez, pero ella puede darte el heredero que yo no. –JiMin suspiró–Lo entiendo, entiendo si lo que quieres es tener hijos. No me enojo contigo porque es un deseo normal. Pero…no me pidas que siga aquí…no quiero ser el otro en esta relación. –los ojos de JiMin se llenaron de lágrimas–Lo siento, pero no puedo hacerlo.

–Ángel…lo siento, lo siento, cariño. Pero no me interesa tener hijos con ella, no me interesa tener una familia con ella…Es todo más complicado, yo…no puedo decírtelo, pero tienes que creerme, cariño. –YoonGi sentía su corazón romperse al ver las lágrimas que caían de los bonitos ojos que solían mirarlo con tanto amor–Por favor, no te vayas. Quédate conmigo.

–No…no puedo–dijo JiMin separándose de él a la fuerza–. Lo siento pero…no puedo seguir contigo. No así, YoonGi.

JiMin tomó el bolso donde había guardado la ropa y se encaminó a la puerta para salir. YoonGi, quien sentía que el dolor aumentaba en su pecho, hizo lo que jamás creyó que haría por nadie. Corriendo hacia JiMin lo giró y se arrodilló frente a él, abrazándolo de la cintura y hundiendo su rostro en su vientre. 

Podía aceptar que JiMin ya no quisiera estar íntimamente con él, pero que se fuera del cuarto era otro tema. Sentía que si se iba su relación se volvería más lejana y, eventualmente, lo perdería. La sola idea estaba haciendo sentir enfermo a YoonGi. No podía imaginarse un mundo sin JiMin. 

Podía perderlo todo, pero no a JiMin. No a su ángel.

–Por favor–susurró–, no me dejes. Quédate, quédate aquí conmigo. Por favor, te lo suplico.

Que un emperador suplicara por algo que no fuera su país, era casi una fantasía. Pero ahí estaba Min YoonGi, el emperador de Corea, suplicándole de rodillas a quien tenía su corazón. 

–YoonGi…no hagas esto, por favor–pidió JiMin poniendo sus manos en los hombros de YoonGi.

–No me dejes…Por favor, ella no me importa. No me interesa, tampoco quiero tener hijos con ella, ni con nadie. No la amo, no quiero un heredero. Solo te quiero a ti. –Hacía años que YoonGi no lloraba, pero ahora ni siquiera podía retener las lágrimas–Por favor, te lo suplico…no me dejes, JiMin.

El dolor insoportable en su pecho era devastador. YoonGi no podía compararlo con ningún otro dolor que hubiera sentido antes. Realmente no podía recordar algún dolor, físico o no, que se igualara a ese. A la posibilidad de perder a JiMin. 

Podía perder a Corea, su poder, su dinero, todo. Pero no a JiMin.

JiMin lo abrazó y aflojó el abrazo para arrodillarse frente a él. Sus manos acariciaron las mejillas de YoonGi y con sus pulgares secó sus lágrimas. Podía ver, en medio de la poca iluminación del cuarto, que estaba llorando más que antes. 

– ¿Por qué te casaste con ella, YoonGi? –preguntó en un susurro JiMin mirándolo–Dímelo, por favor. 

YoonGi tomó sus manos, manteniéndolas en sus mejillas. No quería dejar de sentir el tacto de su ángel. No quería que se volviera a separar de él. 

–Ellos lo saben…el líder del clan Yi–dijo con la voz rota por el llanto.

– ¿Qué es lo que sabe, YoonGi?

–Sobre nosotros, lo nuestro. –JiMin se sorprendió, lo vio en sus bellos ojos aguados–Su sobrino comenzó el rumor. Si no me casaba con su hija iba a confirmarlo frente a todo el pueblo coreano. No quería…no quería que eso te afectara. Tu familia…ellos no iban a estar felices…JiMin, no quiero que eso te lastime. –tomó del rostro al menor, sintiéndose desesperado, queriendo que no lo dejara–Lo siento por no ser tan fuerte, pero no podía dejar que tu familia lo supiera. No quiero que eso te afecte, cariño.

–YoonGi…–JiMin apoyó su frente contra la suya–no me importa. Lo que piense mi familia no me importa…lo único que quiero es tu felicidad. 

–Entonces quédate conmigo–pidió en un murmullo–. Tú eres mi felicidad. 

JiMin lo abrazó, ocultándose en su hombro. YoonGi se aferró a él, sintiéndose completo otra vez al sentirlo de esa manera. Al abrazarlo como hacía un año no hacía. Jamás hubiera esperado que un abrazo pudiera sentirse tan bien, tan renovador. Era como si le diera una inyección de vida. 

Pasaron varios minutos abrazados en silencio, hasta que el llanto pasó y pudieron separarse. 

– ¿Por qué no me lo dijiste antes? –preguntó JiMin acariciando con su pulgar la herida del ojo derecho de YoonGi.

–No quería preocuparte…–susurró.

– ¿Y acaso crees que esto fue mejor?

–No, no lo fue–reconoció apoyándose en el hombro de JiMin–. Lo siento…pero por favor, no me dejes. Quédate conmigo.

JiMin le dio un beso para callarlo. YoonGi correspondió aferrándose a él.

Después de más de un año, ambos volvieron a hacer el amor y YoonGi sintió que volvía a vivir.

Nos vemos en el siguiente! Besos❤️❤️❤️

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