Capítulo 7
"Me gustaría inclinar estos escritos a mi segunda persona favorita en el mundo; su nombre es Alexander.
Sus hermosos ojos verdes y su característico cabello rojizo es de las cosas que se mantienen frescas en mi mente, el como adoraba admirarlo pero siempre fui demasiado orgullosa para confesarle lo que sentía.
Nos conocimos cuando apenas teníamos trece años, siendo apenas jovencitos. En una de mis tantas caminatas pude ver como un grupo de chicos golpeaban hasta cansarse a un pequeño de cabello rojo, Alexander estaba abrazando sus piernas y protegiendo su cabeza en un intento de ocultarse de sus acosadores.
No evite verme reglejada en él, no pensé mucho en asesinarlos para que finalmente lo dejaran tranquilo. Recuerdo ver como Alexander se cubrió los ojos para no ver la masacre, tratando imaginar que nada de eso estaba ocurriendo.
Cuando todo finalizó, él finalmente abrió los ojos. No había miedo en su mirada y para mi sorpresa; me estaba agradeciendo por haberlo salvado.
Ese día pude notar varias cosas sobre este desconocido: lo primero es que vivía en las calles y eso explicaba su aspecto sucio y desaliñado.
Lo segundo es que era demasiado tímido al hablar, parecía que sus habilidades sociales eran mínimas y eso le dificultaba el poder comunicarse.
Lo tercero y más importante, es que también poseía telequinesis. Siendo apenas un niño fue arrojado a las frías calles, el abandono por parte de sus padres le dejó una profunda marca de la que jamás puso liberarse.
Por muchos años en la soledad decidió esconder su poder de telequinesis, se detestaba a si mismo y se culpaba de que sus padres no lo amaran.
Pobre Alexander, él se negaba a creer que en realidad si hubiese sido alguien "normal" sus padres no lo hubieran deseado de todos modos.
Mi corazón se compadeció del jovencito, le extendí la mano para llevarlo conmigo. No fue difícil convencer a mi padre para permitir que Alexander se quedara, él siempre fue tan bondadoso y gentil con aquellas almas heridas.
El jovencito siempre se mostró agradecido con el techo y alimentos brindados, siempre fue servicial y sonriente conmigo.
Quizá por eso comencé a sentir un cosquilleo desconocido en el pecho, parecía el aleteo de una mariposa cada vez que veía su hermosa sonrisa o el brillo inocente de sus ojos.
Pero nunca se lo dije, siempre fui tan orgullosa y decía que el amor era para cobardes.
Con el paso de las semanas comencé a tener pesadillas; poco a poco se volvían más y más horribles. Tanto fue así, que mi almohada tenía rastros de manchas rojizas por la sangre que goteaba de mi nariz.
Algunas veces tuve ataques de tos incontrolables, Alexander se asustaba cada vez que me veía en uno de esos episodios en su intento de ayudarme. La situación se volvió tan preocupante que finalmente tuvimos que contarle a mi padre.
-Ese síntoma tiene explicación, tu cuerpo está tratando de avisarte su límite acerca de tu manifestación con la telequinesis
Por ese instante quise que la tierra me tragase, la mirada de decepción de mi amado padre es de las cosas que mi sensible corazón nunca podrá olvidar."
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