Capítulo 1
"El mundo siempre ha sido cruel por las leyes de vida que los propios humanos han creado y establecido, incluso si algunos poseen habilidades que no pueden ser entendidas por las mentes más brillantes".
Mi nombre es Kitana Ryu, si alguien está leyendo estas notas; quiere decir que mi esfuerzo valió la pena. Con el pasar de los días o incluso las horas, puedo sentir como mi memoria se deteriora y este es mi método para evitar olvidar a las personas que más aprecio en esta vida tan miserable.
Esto es porque a pesar de todos los pecados que he cometido en mi vida, soy tan cobarde como para siquiera pensar en quitarme la vida. No es que piense que merezco algo mejor, al contrario, para personas como yo esto es lo más justo que pudo haberme ocurrido.
Incluso si trato de esforzarme sobre recordar alguna anécdota de mi niñez, solo atraigo recuerdos amargos que serían mejor olvidar por mi propia salud mental, al menos la poca que me queda.
Ahora quisiera hablar sobre mi amado padre, su nombre era Kenji. En vida fue el hombre más amoroso, amable y servicial; a pesar de cargar consigo un mal desde el día en que nació.
Permite que me explique, este mal se llama "telequinesis y atmoquinesis". Al menos en mi familia siempre se llevó esta enorme responsabilidad y terrible condición, aunque pueda parecer genial el poder mover objetos con la mente y provocar cambios en el clima, puedo jurarte que no lo es.
Tal vez al principio lo sea, puedo decirlo a base de experiencia propia, pero todo tiene un alto costo. Lo primordial es cuan fuerte es tu mente, no puedes forzar a tu cerebro a usar cantidades grandes de este mal sin terminar con dolores que causan un enorme sufrimiento físico y mental. Incluso si logras controlarlo, al final terminas dañando tu memoria.
Eso es lo más leve que puede suceder, a mi pobre madre le toco llevar una carga mucho peor.
Ahora que la menciono, no tuve el gusto de conocerla en vida. Cuando llegué a este mundo, ella ya había partido del mismo poco después, así que mi padre fue quien se encargó de mi crianza.
De las pocas cosas que recuerdo es como él siempre me decía que jamás usara mi habilidad, el como debía ser buena niña y lo más humana posible. Puedo decir que lo intente, aunque no me duró el gusto mucho tiempo.
Las personas de mi alrededor me reconocían como la hija de aquella mujer cruel y despreciable que arruinó tantas vidas de personas inocentes. El tacto del desprecio, el odio y el miedo en mi joven mente solo lograron mi desapego con las personas, mi mente de apenas ocho años de edad se volvió fuerte; allí fue donde comencé a practicar mis habilidades a escondidas de mi amado padre.
Me disculpo por estas notas carentes de raciocinio común para una persona ajena a la existencia de este mal, déjame contarte un poco más de mis memorias.
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