Capítulo 1: Entre recuerdos
La suave brisa marina acaricia mi rostro mientras miro las olas romper entre las rocas, cerca de donde estoy sentada, abrazando mis piernas y apoyando la barbilla en mis rodillas.
Bahía está tumbada cerca de mí, con la cabeza apoyada entre sus patas delanteras. La miro y me da la impresión de que tiene la mirada triste. Ella también te echa de menos, lo sé. Cada noche se tumba en el suelo de casa, donde dormía junto a tus pies en ese rincón del sofá. Tenía una gran devoción por ti.
No me sorprende, siempre tuviste ese algo especial que atraía a todo aquél que se te acercaba.
Estiro la mano hacia ella y la coloco sobre su cabeza. Ella la levanta por un momento para mirarme y vuelve a posarse sobre sus patas, dejando ir un pequeño llanto. No era la primera vez que lo hacía. Ambas sentíamos lo mismo.
—Ojalá pudiera aliviar tu dolor —digo con la voz rota acariciando su cabeza y su cuello.
El sonido del móvil interrumpe mis pensamientos. Me llevo la zurda al bolsillo de mi chaqueta de punto marrón y saco el aparato. Deslizo el pulgar hacia abajo para leer las notificaciones; varios mensajes sin leer del grupo Los Cardinales, un par de llamadas perdidas de Barry y un mensaje de Tyrone.
Suspiro mirando la pantalla, sin ninguna intención de leerlos ni de responder.
Lo bloqueo de nuevo y hago el amago de guardarlo otra vez en el bolsillo, pero de pronto vuelve a sonar. Lo miro; es una llamada de un número desconocido. Por un momento me recorre un escalofrío y no puedo apartar la mirada, pero en seguida pongo los pies en la tierra y niego con la cabeza ligeramente, mientras apoyo el codo en mis rodillas y la diestra en mi frente. Cuelgo y lo guardo.
Miro a un lado y cojo una piedra más o menos plana, entre el pulgar y el índice, y la lanzo al agua haciéndola rebotar una sola vez. Repito una vez más con una segunda piedra, y mientras está rebotando, otra piedra golpea a la mía, la desvía y cae. Miro lo ocurrido sobresaltada y me giro rápidamente, con los ojos y labios entreabiertos por la sorpresa.
—¿Es que no me vas a contestar? —inquiere en tono calmado, entre molesto y comprensivo.
Está mostrándome su móvil, donde puedo apreciar que ha sido él quien me acaba de llamar.
Vuelvo a relajarme y le sostengo la mirada por un segundo para después volver a mirar al frente.
De todos ellos, al que menos esperaba era precisamente a Ethan.
—¿Cuánto llevas ahí? —pregunto sin apartar la mirada del mar.
—Lo justo para ver como ignoras a tus amigos. —Espeta en tono burlón mientras se acerca a mí y se sienta al lado de Bahía. Le miro de reojo y vuelvo la mirada al frente sin articular palabra. No le falta razón, así que no puedo reprocharle esa pulla. —Sólo quieren saber cómo estás, llevan días sin saber de ti.
—Pues ya ves que estoy bien.
Resopla y me mira.
—Necesito estar sola, ¿podéis entender eso? —prosigo en tono calmado, molesta.
En seguida me doy cuenta de mi actitud. Siento que la que habla no soy yo. Es como si hubiera algo o alguien en mi interior actuando por su cuenta, y por más que intento retenerla está tan descontrolada que se me escapa de las manos.
Noto que la mirada de Ethan sigue clavada en mí, aunque en seguida la desvía hacia el frente.
Cruzo los brazos sobre mis rodillas y oculto el rostro en ellos.
—...Perdona —logro decir.
—No tienes que disculparte conmigo. —Alzo un poco la cabeza para mirarle. Está sosteniendo una cajetilla de tabaco con una mano, y con la otra está rebuscando el mechero en el bolsillo del pantalón. —Sé que necesitas soltar tu rabia, y no tienes un culpable para hacerlo. Me importa una mierda que te descargues conmigo; no me voy a poner a llorar —dice mientras me acerca la cajetilla, ofreciéndome un cigarrillo.
Me mira y sonríe levemente tras sus palabras.
Extiendo la mano y acepto, sacando un cigarro. Me lo llevo a los labios.
—Pero a cambio quiero que escribas a estos y les digas que estás bien —concluye.
Me acerca el mechero. Le miro durante un momento y finalmente dejo ir un suspiro de resignación mientras le quito el mechero de la mano, aceptando el trato sin decir nada más.
Lo enciendo colocando una mano a modo de barrera y se lo devuelvo, dedicándole una sonrisa de forma casi imperceptible. Él también se enciende un cigarrillo.
Le doy una calada y miro a Ethan de nuevo, sumida en mis pensamientos. Miro al cielo y echo el humo muy despacio tratando de recordar.
Si no hubiera sido por él... probablemente tú y yo no nos habríamos conocido.
Hacía tan sólo una semana que mi mejor amigo, Tyrone, y yo nos habíamos mudado a Venice, Los Ángeles, movidos por las oportunidades de trabajo. No es que faltasen ofertas en San Diego, pero buscábamos un pequeño cambio de aires. Además, aquí podíamos alojarnos en el apartamento que me cedieron mis abuelos.
En el caso de Ty, tenía varias entrevistas pendientes. Yo ya había estado viajando entre San Diego y Los Ángeles porque estaba a punto de abrir un estudio de tatuajes y tenía varias gestiones que hacer al respecto.
También teníamos a un par de amigas viviendo aquí desde hacía algo menos de un año, así que era otro motivo más por el que venir.
—¿Tenías alguna entrevista hoy? —pregunté mientras seguía desempaquetando una de las últimas cajas de la mudanza, alzando un poco la voz para que me escuchara.
—Hm... Sí, tengo una más tarde, no muy lejos de aquí —respondió desde la otra habitación. —Oye K, ¿seguro que no te importa que me quede aquí hasta que encuentre otro sitio?
—¿Qué me va a importar? Por un poco más que te aguante... —sonreí.
—Ja, ja. Qué graciosa —dijo en tono jocoso.
Me levanté del suelo y me dirigí a la nevera. Cogí un par de cervezas y me acerqué a su habitación. Me miró y le ofrecí, sonriendo, uno de los botellines, que por supuesto aceptó de buen grado.
—¿Y tú estás seguro de haber vendido tu coche? —ese coche había sido su mayor tesoro durante el último año.
Se encogió de hombros sin dejar de mirarme y le dio un trago a la cerveza.
—¿Acaso tenía otra opción? —hizo una pausa dirigiendo la mirada a su caja, frunciendo el ceño. —Estoy hasta los huevos de las cajas.
Me reí.
—Pues haberte venido con lo puesto, ¿qué quieres que te diga? —le contesté sin dejar de sonreír, levantando una ceja a su vez.
—Anda, acércate, vamos a hacernos una foto para Keisha y mi madre.
Sonreí, esta vez con cierta dulzura. Dejé el botellín encima de la estantería, me senté a su lado cruzando las piernas y me llevé un mechón de pelo detrás de la oreja, dejando ver la dilatación y los piercings. Por aquél entonces tenía el pelo corto, un poco más abajo de la barbilla, y siempre lo adornaba con dos pequeñas trenzas que ataba por atrás.
Él dejó su botella encima de la mesita de noche y me rodeó el hombro y el cuello con el brazo, y puso su móvil en frente para grabar ese momento en el que, a pesar de decir que estaba "hasta los huevos" se le veía feliz sonriendo de oreja a oreja. Aunque tan solo su madre y yo sabíamos que esa sonrisa no era del todo sincera por más que se esforzase en aparentar lo contrario. Lo que sí era real era el amor que sentía por su hermana pequeña y las ganas de salvar a su madre.
De pronto, tras sacar la foto, su móvil empezó a sonar.
—Es Ethan —dijo tras acercárselo.
—¿Ethan?
—El tío que conocí en el gimnasio que hay cerca de la playa —contestó, y tras un breve silencio me miró. —El rubio -puntualizó para que hiciese memoria.
—Ah -hice una mueca disimuladamente.
Le conoció el mismo día que llegamos a la ciudad. No me caía mal, pero sabía que se traían algo no muy legal entre manos y eso me preocupaba. Ty estaba dispuesto a ciertas cosas, y yo nunca me entrometí porque sabía qué le llevaba a hacerlas. No me hacía gracia, pero llegamos a un acuerdo en el que me informaría de lo justo y necesario por si ocurría algo.
Me levanté del suelo, cogí mi cerveza de la estantería y le di un trago mientras salía de la habitación para dejarle hablar con él.
—Eh, K —me llamó al cabo de un par de minutos asomándose por la puerta. —Dice que nos pasemos un rato por el gimnasio. ¿Vamos?
Negué con la cabeza, sonriendo.
—Tú con tal de no seguir con las cajas... Vamos, anda.
—Llegaremos en media hora —dijo mientras sonreía victorioso.
Llegamos al gimnasio que había al aire libre, cerca de la playa, y allí le vimos. Yo apoyé ambos brazos en la barandilla mientras Ty llamaba su atención gesticulando de forma un poco exagerada con las manos.
Él se acercó y se colocó una toalla sobre los hombros.
—¿Cómo vas? —le preguntó Ty.
—Bien, sudando un poco. ¿Vosotros qué tal? ¿Habéis terminado ya con la mudanza? —intercaló su mirada entre los dos.
Tyrone hizo una mueca.
—Mira, no me hables de la mudanza...
Me reí. Ethan soltó una pequeña risita al entender la situación y en seguida me miró.
—Contigo quería hablar. Dame un momento —dijo alejándose.
Arqueé una ceja extrañada y crucé la mirada con Ty, que me miraba algo confuso también.
Volvimos la mirada al frente y vimos a Ethan hablar con una chica. Ella nos miró y volvió a mirarle a él mientras asentía con la cabeza. Se secó la cara con una toalla y se acercaron a donde estábamos. Entonces noté que me miraba directamente a los ojos. Su estilo me llamó bastante la atención; era rubia, pero tenía el pelo completamente rapado. Llevaba dilataciones en las orejas, algo más grandes que las mías, y tenía parte del cuello y ambos brazos tatuados.
—Bueno, me dijiste que querías buscar a algún tatuador para tu local —comenzó a decir él. —Pues ella es tatuadora y está buscando curro, así que le hablé de ti.
Aquello me pilló completamente por sorpresa. Sonreí porque Ethan acababa de ahorrarme un montón de entrevistas si aquello salía bien. Al menos para empezar.
—Buenas —dijo ella simplemente sin apartar la mirada, con una medio sonrisa.
—Buenas -respondí también, devolviéndole la sonrisa. —Pues... uhm —miré alrededor y la volví a mirar. —Si quieres podemos apartarnos y hablar sobre eso.
Abrió un poco los ojos, sorprendida.
—¿Aquí?
—Bueno, si te parece bien... —titubeé. —Es que, bueno... no me gustan mucho las formalidades —dije con una sonrisa nerviosa.
Ella contuvo una sonrisa.
—Ah, sí, sí. Me parece... me parece genial.
Nos alejamos un poco de ellos, y entonces comencé con la entrevista.
—Vale, pues... —le ofrecí mi mano. —Yo soy Casey. Casey North —me presenté.
Tras unos segundos, ella estrechó mi mano con seguridad.
—Chambers —respondió. —René Chambers —sonrió de lado y se le formó un hoyuelo en la mejilla.
Recuerdo que no pude evitar ponerme más nerviosa al darme cuenta que en ningún momento dejaste de mirarme directamente a los ojos.
Tus ojos eran de un color azul que me recordaba al mar. En ese momento no le di demasiada importancia, pero lo que yo no sabía por aquél entonces...
...es que iba a perderme en ellos en más de una ocasión.
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