Capítulo 6
─ No digas mamadas, Anell.─ dice Richard, quien es el primero que habla después de un incómodo silencio.
Anell los mira a todos, sus rostros denotan confusión, enojo y en menor escala, decepción, cuando Rose toca su mano y la mira como su madre lo hacía, ella comprende que no tenía sentido aquello que habría dicho, no hay manera de probarlo, la tacharían de loca y todos podrían intentar hacer algo al respecto para ayudarla, en este momento un psicólogo era lo que ella menos necesitaba, que en cierto punto lo tendría, pero en un nivel moderado. ¿Qué pasaría si ellos acudieran a su madre para decirle que lo acontecido dejo severas secuelas psicológicas en ella? No podía dejar que eso pasara, eso era un hecho.
─ Anell, no juegues con nosotros de esa manera, somos tus amigos. ─ alega Rose.
─ Solo bromeaba, creí que estaría bien romper esa burbuja de lástima que todos sienten por mí en este momento. ─ dice Anell mientras se recuesta de nuevo y pone su mano en su cara, esperando oír la respuesta de los demás, de nuevo el silencio se hace presente en aquella habitación.
El resto de la tarde fue como cualquier otra, los chicos habían traficado algunos dulces a la habitación, así que pasaron los minutos comiendo y riendo, platicando todo lo acontecido durante los días de ausencia de An, eran vacaciones, así que no veían a muchos de sus compañeros de escuela, de una u otra manera ya no los verían con la misma frecuencia, inclusive entre ellos se dejarían de ver con la misma regularidad; la mayor parte de su generación entraría a la universidad en la siguiente temporada, muchos de ellos permanecerían en la isla, otros no.
Para cuando la noche callo y los amigos de An se fueron, ella se quedó una vez más sola en aquella habitación. Rose le había llevado un presente el cual no se lo dio hasta que todos los chicos habían salido, era un reproductor mp3, pequeño, a decir verdad, no más grande que la mitad de una tarjeta de crédito; tenía un aspecto antiguo, no era táctil y aún conservaba aquellos botones para volumen a los costados, el de pausa y los de cambio de canciones a lado de su pantalla en la cual se podía observar la canción que estaba reproduciendo y dos más que continuaban después de esa. An tomo los audífonos que venían en la pequeña bolsa donde se encontraba aquel reproductor y se los puso en los oídos, no tardó mucho en dormirse profundamente, justo en ese momento la música le hacía tanto bien.
Aquella noche, cuando se sumergió en el mundo de los sueños se encontró en un lugar el cual nunca había visitado; su aspecto era sombrío, parecía una bodega enorme, el techo era tan alto que a Anell se le dificultaba verlo, había utilería como aquella que se utilizan en las películas regada por todo el lugar, no había ninguna ventana o puerta a la vista, y el único foco que estaba en aquel lugar tan solo iluminaba unos metros alrededor de donde se encontraba colgado, justo a la cabeza de ella. La curiosidad la consumía, por alguna razón no tenía miedo de adentrarse más a aquel lugar, así que comenzó a caminar hacia la oscuridad. Entre más caminaba más dejaba de ver, cada paso que daba producía un eco en aquel lugar el cual se perdía después de unos segundos, y la luz que iluminaba el pequeño en el que estaba parada con su caminar se hacía cada vez más tenue. No paso mucho tiempo para escuchar algo que no fueran sus propios pasos, era como un rechinido, muy parecido al de pisar tablas de madera viejas, ella se detuvo y se le erizo la piel, cuando volteo la cabeza para poder ver aquella luz que había dejado atrás no pudo ver nada, gracias a la oscuridad que había en el lugar ni siquiera había podido notar cuando se apagó, no le dio mucha importancia, seguía sin tener miedo, pero por primera vez en aquel lugar sintió que debía retroceder y regresar por el mismo lugar que había llegado, con cada paso que daba aquel rechinido se hacía más fuerte, parecía venir de donde se encontraba el foco así que corrió, sus pasos acelerados se escuchaban fuertemente y producían un eco estruendoso en todo el lugar hasta que se escuchó algo más, se detuvo un momento y piso de nuevo, parecía que había agua en el lugar donde estaba parada por el sonido que su pisar producía, lo repitió un par de veces más y posteriormente se agacho, con la mano tentó el piso y su palma se humedeció, no sabía lo que estaba tocando, lo oscuro del lugar le impedía ver incluso la punta de su nariz así que se llevó la mano a la cara para poder olerla, cuando lo hizo, aquel pequeño foco se prendió de nuevo a lo lejos y pudo ver su mano chorreando de sangre, volteo al piso y noto que estaba lleno de aquel liquido rojo.
─ Sera un baño de sangre. – dijo la misma voz de aquel ser que la había visitado una noche atrás, ella rápidamente volteo para verlo, pero no había nada, solamente el foco y el estruendoso sonido como de una cascada venir hacia ella.
Era sangre, sangre en grandes cantidades inundando el lugar rápidamente, chocando agresivamente entre sí y llevándose la oscuridad a su paso, cuando logro llevarse al foco y todo lo que había a su alrededor ella comenzó a correr en dirección contraria en dirección contraria a aquel líquido. La oscuridad era inmensa y ya no solo se escuchaban sus pasos, si no toda la sangre correr detrás de ella. Su corazón se aceleró fuertemente y de repente fue alcanzada, aquel liquido la arrastro entre la nada mientras se la tragaba hacia lo más profundo de él, Anell zangoloteaba las manos intentando salir a flote y poder respirar, pero todos sus intentos fueron vanos.
De repente despierta, Anell lanza un grito ahogado y se toca el cuello mientras respira profundamente. Se encontraba en su cama de hospital, aún era de noche y aquel reproductor mp3 que le había dado Rose yacía en el piso con la pantalla encendida. Lo levanto y se recostó de nuevo, desconecto los audífonos y antes de apagarlo vio la pantalla, se estaba reproduciendo Hotel California, de The Eagles. Ella sonrió, lo apago y se volvió a dormir.
-
El día en el hospital era un caos. Normalmente durante las noches todo era aplacible, la tranquilidad inundaba cada uno de los pasillos en los que tan solo saliera el sol, se llenarían de gente esperando ser atendida.
Aquella mañana dieron de alta a Anell, el Dr. Molina le dio especificaciones exactas a la Sra. Miller para poder llevársela, así como una docena de medicamentos para distintas cosas. Su salida fue escandalosa, mucha gente se aglomero a la salida del estacionamiento para darle obsequios deseándole una pronta recuperación, así que cuando la camioneta de la madre de Anell salió a la luz, todos se amontonaron a su alrededor.
─ Eres una estrella de Rock.─ dijo la Sra. Miller.
─ No es gracioso mama. ─ respondió An mientras saludaba a todos los jóvenes del lugar y bajaba su ventanilla para poder verlos a todos. ─ Chicos, hola, no saben lo feliz que me hace verlos a todos aquí por mí. ─ dijo mientras todos gritaban e intentaban alcanzarla. ─ Pero por ahora no me siento muy bien, en serio, pronto les daré detalles de todo lo acontecido, así que por el momento les pido espacio, créanme que ese será su mejor regalo hacia mí. ─ An saca las manos para poder tomar algunos de los obsequios que le estaban dando. ─ Los amo a todos. ─ finalizo mientras se metía de nuevo completamente a la camioneta y se recargaba en su asiento. ─ ¿Un chocolate? ─ le pregunta a su madre mientras le mostraba una caja repleta de estos.
─ Qué más da. ─ responde su madre mientras se ríe.
─ Tienes tus beneficios por yo ser tu hija.
Las dos se ríen fuertemente mientras An le mete un chocolate a su madre en la boca y ella se come otro.
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