II
Los cuatro estaban en silencio, sintiéndose pesados ante las posibles magnitudes del peligro. Lugh intentó no darle vueltas a esas ideas, sabiendo muy bien que hacer eso es malo, porque te obstaculiza y enceguece. Rumpel por su parte, trataba de mantenerse tranquilo, pero su mirada, sus actitudes lo delataban. Estaba nervioso, ansioso y preocupado por Moira, el druida lo sabia muy bien y lo entendía.
—No descarto esa posibilidad…—repitió el albino mirando seriamente a Rumpel.— pero tampoco le daré vueltas al asunto, hasta que estemos allí. Si bien, puede que este muerto, pero ¿han pensado en la posibilidad de que hayan anulado su voluntad?
Verena levantó los ojos , observando el pálido perfil del locutor, sonrió orgullosa y asintió concordando con él.
—Así es, en mis visiones no pude determinar si esta vivo o muerto.—habló por lo bajo mirando a aquellos hombres.—Una persona a la que le obstruyen la voluntad es como un muerto en vida para el Awen. Es cierto lo que dices, Lobo Blanco, no deben pensar siquiera en la situación, vayan con la mente en frio.
Rumpel la miró con recelo. Para ella era fácil decirles eso, porque ella no era cercana a la familia y menos conocía a Moira. Iba a decírselo, pero la mirada del hechicero lo detuvo, lo conocía bien y lo respetaba a tal magnitud que prefería evitar sus regaños. Desvió su mirada. El druida suspiró, después hablaría con él.
—-El enemigo usa la psicología, nos hace temer antes de que lo enfrentemos…— comentó Connor, recordando algo aprendido por los guerreros de Morrigan.— Siempre nos advierten que debemos anular nuestros sentimientos, pensar lo menos posible y actuar todo lo que podamos, ya que, si nos dejamos envolver por esa táctica… la batalla esta perdida en un cincuenta por ciento.
Rumpel lo miró, sorprendido y orgulloso, ese adolescente, que él había tomado como pupilo, realmente seria un gran guerrero.
—Tienes razón, Connor, pero no siempre se puede y menos cuando algo importante está en juego.— le advirtió.
Lugh se cruzó de brazos, tirándose contra el respaldo de la silla.
—Rumpel, entiendo que te preocupes por esto, pero no tenemos muchas pistas como para entender la situación, debemos ser precavidos.— le aconsejó el albino mientras balanceaba la silla.— Entiéndelo así, yo también estoy preocupado, pero, como druida que soy, tengo que mantener la mente en blanco, es horrendo tener que hacerlo, mantenerte al margen siempre, aunque lo que está ocurriendo te destroce por dentro. Pero así es como se hacen estas cosas… un solo paso en falso y caes al vacío ¿A quien salvaría yo si me dejo llevar por mis emociones? A nadie ¿Y tú? Tampoco lograrías nada…
Rumpel, a regañadientes aceptó el consejo, pero le era difícil mantener la calma, tratándose de su amiga, de su Estrella.
Connor se levantó, avisando que buscaría otra porción de comida y un par de barriletes de mead, su amigo lo acompañó, dejando solos a los druidas.
—Esto será difícil para él.—mencionó Verena, refiriéndose a Rumpel.— ya que la joven es su…
—No lo digas… ya lo sé, pero como ellos todavía evitan mencionármelo, prefiero callarlo. —interrumpió el albino, sabiendo a que se refería. —Oye ¿Qué otras cosas has visto?
—No puedo decírtelo aquí… hay muchos ojos y oídos puestos a la vigilia en este lugar…—le respondió mirándolo fijamente
El albino miró de soslayo a ambos costados, podía sentir esas presencias, pero, como las sentía desde que se había metido en el terreno de Fionn, ya no les daba importancia. La miró, esperando a que le diera una alternativa de enterarse de algo.
—A la noche, cuando ellos se vayan a dormir, deja la puerta de tu camarote sin seguro, yo iré a verte y ahí te diré todo lo que sé.- le respondió y cambiando el tono le sonrió divertida.— por lo tanto, no vayas a tomar demasiado, hace falta que estés en tus facultades esta noche.
Eso ultimo al druida se le antojó como una propuesta de guerra, arqueó una ceja interrogante, al ver que ella seguía con su actitud cínica le sonrió cómplice. Algo iba a decir, pero se detuvieron al escuchar que los guerreros ya habían llegado con el cargamento de mead.
Pasó el tiempo y Verena, haciéndole una seña al druida, anunció que se iría a dormir. En la sala quedaron ellos tres, bebiendo y comiendo. Lugh en ese momento aprovechó la situación para hablar con Rumpel, tenia que dejar las cosas claras, ante cualquier posibilidad.
—Rumpel...— lo llamó esperando que el nombrado lo mirara a los ojos.— Hermano, te comprendo muy bien, no tomes a mal lo que decimos en cuanto a estar calmados ante esta situación. Solo lo hacemos porque…
—Porque se preocupan y porque un guerrero de Morrigan no debería tener sentimientos…— interrumpió el hombre, mirando su chop de cerveza con miel.
—Casi… pero te acercas. No es solo que nos preocupamos, es que el enemigo, si estoy en lo cierto de saber quien es, usará cualquier vulnerabilidad de nosotros para lograr su cometido. Lo hizo con Owan, te lo he contado.— le corrigió tomando un poco de su único vaso de mead que se tenia permitido.
Rumpel lo miró incrédulo. Aunque adoraba a ese amigo, debía admitir que detestaba ese aire de superioridad y esa actitud distante que solía usar para estas situaciones.
《Que joder, hombre. Claro que te es fácil decirme eso, ella es tu hermana, no la persona que más amas en el universo》
Pensó el moreno, levantando la copa y bebiendo a grandes tragos hasta acabar su contenido, para luego llenarlo de nuevo. Debía admitir que estaba ansioso, el alcohol podría calmarlo.
—Para ti es fácil decirlo, te enseñan desde niño a controlar y a anular tus emociones… además ella es tu hermana, no es tu…
—Ya, cálmate…— lo interrumpió el albino, haciendo caso omiso a lo ultimo que estaba por decir. — No es fácil decirlo para mi, no es fácil controlarme, tampoco y llevo años aprendiendo eso. No siempre lo logro, solo te estoy advirtiendo de que tengas cuidado. No soy tu enemigo, Rumpel, no me ataques con palabras que ni siquiera entiendes el peso que tienen.
《Y hoy no me lo digas… no me digas que la amas, porque no puedo asegurarte su bienestar. Rumpel, no pongas más peso en esta situación.》
Pensó el druida, lo que no se atrevía a decir, lo que ya sabia pero prefería ignorar, lo que quería ocultar, porque había gente enemiga escuchando eso y podrían usar aquello a su favor.
Suspiró sonriéndole de lado, palmeando su espalda. Debía finalizar aquello para poder ocuparse de otros asuntos.
—Me iré a dormir, es muy tarde.— Anunció a la vez que se ponía en pie.— Recuerda solo esto, debemos estar unidos, pase lo que pase, no nos ataquemos entre nosotros.
Dicho esto se dio la vuelta, pero Rumpel lo detuvo atrapando su brazo.
—¿Me puedes asegurar que ella estará bien? Lugh… solo eso pido ¡Prométeme que Moira estará bien!— le rogó el hombre, viéndolo desde abajo con un brillo de desesperación en su rostro.
El albino sintió pesar ante aquella cuestión, no podía asegurarle eso.
—Si…- mintió.— ella estará bien.
Dicho esto vio como le soltaban el brazo y se fue lo más rápido posible, esperando que esa mentira lograra el efecto deseado en su amigo, que se calmara y tuviera seguridad ante la batalla.
《Espero que se calme y logre tener la mente en frio como necesita.》
Se dijo a si mismo a la vez que entraba en su habitación y se tiraba en el camastro, mirando al techo pensativo. Alguien llamó a la puerta, podía sentir la esencia de Verena del otro lado. No se movió, le dijo que entrara y así lo hizo. La vio como una especie de ilusión, vestida con un camisón blanco, caminando hacia él con solemnidad. Notó una marca negra en el pecho de ella.
—Cuando me reconvertiste, algunas cosas quedaron. Los de Fionn no lo saben, pero puedo saber sus planes gracias a esta marca…— dijo ella dándose cuenta de lo que el albino miraba.— Espera un momento. Pondré el conjuro del silencio para que nadie escuche lo que pasará aquí.
Dicho esto, le dio la espalda y alzó su mano derecha conjurando una protección que hiciera que nadie afuera de esa habitación pudiera escuchar lo que pasara adentro, ni un conjuro podría romperlo. Hecho esto, volvió su atención al albino, este ahora estaba de pie al lado del camastro. Observándola a conciencia.
—Soy todo oídos…— le dijo para ahorrar tiempo demostrándole que prefería ir al grano.
Verena le sonrió, se sentó en una silla que estaba a su lado y se tomó el tiempo que quiso, meditando sus palabras, ante la mirada impaciente del druida. Lugh por su parte, comenzaba a sentir un leve hormigueo en su mandíbula, el ambiente en aquel lugar lo sentía tenso, al igual que sus músculos y una vaga excitación.
—¿Qué sabes de la dryade Roja?— consultó poniendo su mano en su barbilla a la vez que lo observaba con escrutinio.
—Pensé que era una leyenda…— exclamó el hechicero sentándose al borde del camastro, intentando recordar aquello que sabia.— La dryade Roja, hija de Ang Mac Og, no es una dryade en realidad. Era una sacerdotisa del templo mayor del dios del amor. Ella sabia muy bien que no debía enamorarse de ningún ser humano, pero no pudo con sus sentimientos, se enamoró del hombre que fue proclamado Gobernador de un condado de Navia. Este no sabríamos decirlo, la habrá amado, como se suele amar a aquellas sacerdotisas poseedoras de la esencia de la seducción. Enceguecido por aquel perfume. Como era sabido, el hombre encontró a su Estrella, la hija del alcalde de la ciudad de Morrigan. La amó, dejando a la Dryade Roja. Esta, enfadada y despechada, juró vengarse y lo hizo en la noche de la boda, matando a los súbditos y al rey… no sin antes desfigurar a su amada. Después dejó el templo, consiente de lo que había hecho… algunas versiones dicen que ella después se suicidó arrojándose a los limites del condado de Navia. Otras versiones, en cambio, aseguran que ella sigue con vida, es la amante de un nigromante poderoso.
Dicho esto, el albino entornó sus ojos, preguntando con la mirada qué relación tenia aquella historia con todo lo que pasaba en su vida. Verena, asintió satisfecha. Mirando al druida le sonrió complaciente.
—La Dryade Roja, existe realmente, no pasó hace mucho tiempo… ella está viva, ya la conocerás.— le respondió con simpleza.— ahora dime ¿qué tanta resistencia tienes ante esa esencia?
Lugh abrió los ojos sorprendido, no sabia que responder ante eso, ya que las raras veces que tuvo la oportunidad de conocer aquella esencia, simplemente no había necesidad de resistirse. Sonriendo un tanto divertido y otro tanto avergonzado se pronunció.
—¿Había que resistirse ante eso? Nunca hizo falta, ya que sabia para que era ese momento.
Verena rio estruendosamente, no podía culparlo, tenia razón en lo que decía. Pero en ese momento se daba cuenta que el druida tendría que aprender a controlar sus impulsos y los efectos ante aquel hechizo. Lo miró con seriedad, como si sus ojos penetraran en el pecho del druida, haciéndolo tensarse ante la situación y darse cuenta que ella expedía dicha esencia con más fuerza. Esto iba en serio.
—No siempre… pero en esta oportunidad tendrás que aprender a controlarte.— le respondió imperturbable, a la vez que se cruzaba de piernas.— Y si… estoy elevando ese poder para ver hasta donde llegas.
El hechicero resopló mordiéndose el labio inferior y cerrando los ojos, preparándose para lo que a su perspectiva, seria una noche muy larga.
—¿Estas segura que esto es importante?— indagó el druida a la vez que tensaba la mandíbula y deseaba rasgarle el camisón, pero intentaba contenerse.
Verena, haciendo alarde de su verdadero carácter cínico, le sonrió con soberbia a la vez que asentía con la cabeza y apoyaba un brazo en la pequeña mesita que tenia a su lado.
—Así es… no te olvides, que uno de los efectos de esta esencia es quebrantar tu voluntad, haciendo que tú creas que lo que ella te diga es lo que quieres hacer realmente…— le susurró con una voz ronca, que fue a dar a los oídos del druida, haciéndolo sentir que era lo más melodioso que hubiera escuchado en su vida.
Lugh suspiró, esperando conseguir controlarse, intentando calmarse, pensó un poco, algo debía hacer para contrarrestar aquello. Las nieblas de su mente se disipaban de a ratos, pero no lo suficiente como para pensar con claridad.
—A parte de la Dryade Roja ¿Qué te ha dicho el Awen?— indagó con dificultad a la vez que su cuerpo se tensaba más y más.
Verena permaneció sentada en su lugar en silencio, movió la cabeza de un lado a otro, controlando su esencia, sin aumentar su poder. El druida estaba mostrando bastante carácter ante aquello, pero todavía le faltaba mucho para demostrar que tenia templanza, lo cual era extraño que lo tuviera un joven de su edad.
—Las Banshees lloran los muertos de tu clan, pero no es una muerte definitiva, hay posibilidades de que se salven.— le comentó sin dejar de escrutarlo.
Lugh cerró sus ojos, intentando concentrarse, comenzaba a sentirse mareado y aplastado ante esa energía. Suspiró lánguidamente, concentrándose en si mismo, indagándose sobre sus sentimientos y necesidades. Ignorando de alguna forma aquel perfume de camelias que invadía el camarote.
—¿Se sabe quienes pueden ser los muertos? ¿Y el por qué?— consultó con los ojos cerrados.
A la joven aquello le hizo gracia, era una buena táctica, cerrar los ojos y centrarse en si mismo. Pero no siempre le seria útil. Chasqueó la lengua y movió su pierna tocando con la punta de su pie la rodilla del druida. Desequilibrando al hombre, arrancándolo de su ensimismamiento.
—No siempre podrás hacer eso… concéntrate con los ojos abiertos, de cara a la realidad, no en ti… sino en el entorno, deberías ser consiente de ti mismo y de tus deseos, ya deberías reconocer cuando algo que sientes no es tuyo, realmente.— le reprochó levantando las piernas y cruzándolas arriba de la silla , dejando entre ver los calzones de batista que llevaba puestos.— Mi hermano podría ser uno de los muertos… después, esta Rumpel. Con Connor, es inminente, él morirá salvándote, quizás no será en esta ocasión… pero en algún momento lo hará, está en su destino. Rumpel, si no aprende a controlar el amor que siente por Moira, morirá. Ten en cuenta lo que te digo, para saber aprovechar las circunstancias.
Lugh, en un intento de controlarse, se aferró a la cama con ambas manos y, mirándola fastidiado a los ojos, resopló con fuerza.
—Entiendo, ya lo intuía desde el principio en el comedor…—comentó con dificultad sin apartar la vista de ella.— Repito ¿es verdaderamente necesario esta tortura?
Verena se echó a reír, expandiendo su esencia sin quererlo, haciendo que el druida la deseara más aun. Lugh la observó reírse, por alguna razón, el recuerdo de Erika se interpuso en su mente, eso lo ayudó a concentrarse. Recordando a la persona que él amaba realmente, lograba tener un punto de donde partir y poder concentrarse.
Suspiró bajando la cabeza, un poco más tranquilo, sintiéndose dueño de su propio cuerpo. Volvió a levantar la cabeza, mirando a la dryade con una sonrisa triunfante. Ya podía darse una idea de como sobrellevar aquella prueba. Verena lanzó otra carcajada, aumentando su poder un poco más, desestabilizándolo un poco. Lo miró a los ojos y le devolvió la sonrisa. Bajando sus piernas, adelantó su torso.
—Buena jugada, Lobo Blanco… pero todavía hace falta que veas más que solo a tu Estrella desnuda.-le advirtió la joven aumentando aun más su poder.— Y si, créeme que si logras controlarte, esto te ayudará. El enemigo va por ti, la boda es solo una fachada para atraerte a ellos y conseguir que te apartes del lugar.
《¿Qué me aparte del lugar? 》
Se cuestionó el druida dejando a un lado sus deseos y logrando, así, atar cabos, dando como único resultado que el Clan de Fionn estaba atrás de todo aquello.
—Fionn…— susurró pensando en todo el asunto, dándose una idea de lo que podría haberle pasado realmente a su padre, la miró a los ojos.— ¿El clan de Fionn está detrás de todo esto? ¿Solo para quitarme de en medio?
Verena, sorprendida por aquella actitud se preguntó si aumentar su poder o mantenerlo. Pero era más importante hacer que el druida conociera los entretelones de su situación a que se controlara. Así que mantuvo su nivel, acomodó su espalda en la silla y se volvió a cruzar de piernas, haciendo de cuenta que la situación no importaba, que ella estaba ausente, indolente, ante todo aquello.
—No te creas tan importante…—argumentó haciendo un gesto vago con la mano, que al druida por leves instantes se le antojó tentador, eso no pasó desapercibido para la pelirroja, sonrió divertida al notar aquel brillo libidinoso en esos ojos escarlatas y prosiguió hablando como si nada ocurriera— Van por ti, pero no eres el único motivo de esa boda. Recuerda que tu familia esta en las altas esferas dentro de los druidas. Eso es algo conveniente para el clan de Fionn… están buscando el poder de toda Eireann, el cual casi lo consiguen con las gemelas… pero ya sabes lo que pasó.
Comenzaba a entender todo aquello, pero intentaba entender más, mas el ser consiente de nuevo sobre la esencia le dificultaba el raciocinio y esta vez, ni el recuerdo de Erika lo ayudaba. En un intento, un tanto desesperado, recordó algo que una sacerdotisa de Ang Mac Og, le había dicho hacia un tiempo.
—El don de Ang Mac Og, existe para enseñar a amar…— susurró levemente.- los portadores de aquel don sufren mucho por esto, tanto es así que casi siempre deciden terminar con su vida. Ellos no tienen una Estrella predestinada, como los demás seres, pueden enamorarse libremente, pero deben acostumbrarse y aceptar migajas de aquellos a los que aman, ya que saben que ellos no los aman realmente, solo siguen un instinto, solo son movidos y atraídos por aquella esencia. Los portadores de aquella esencia sufren inclusive cuando ambos se unen en aquella danza milenaria llamada “danza del amor”, ya que sienten lo que un ser con Estrella sentiría al unirse a la persona que no es destinada. Vacíos… así se sienten cuando todo culmina.
Dicho esto bajó su mirada planteándose que tenia la obligación de no fallar en esta prueba, no quería herirse, ni herirla. Sabia muy bien como se sentía aquel vacío, él mismo lo experimentaba en las raras ocasiones que se dejaba llevar por su instinto y por su libido. Levantó la cara mirándola a los ojos, le sonrió.
—Entiendo como se sienten, yo lo siento de esa misma forma. Lo sentí la primera vez que lo hice y así siguió en todas mis experiencias.— le comentó con una sonrisa un tanto amarga.— Pienso que es injusto que te expongas ante esto de esa manera, Verena. Realmente te lo agradezco, pero creo que no hace falta que te expongas a esto, que sufras de esa forma solo por algo así.
Verena lo escuchó en silencio, meditativa. Era cierto lo que él decía, pero solo en parte tenia razón. Ella sabia que los limites de lo bueno y lo malo, de la justicia y la injusticia, eran relativos, según donde lo viera y quien lo viera. Por ende, ella pensaba que esto era importante ¿Qué le haría una mancha más al tigre? ¿No valía la pena sufrir ese vacío y soledad una vez más con tal de tener una posibilidad de que su hermano siguiera con vida? Inclinó su rostro, sonriéndole y aumentando su poder. El druida lo sintió pero logró contenerse, logrando conectar con ella. Sus deseos, sus sentimientos, sus pensamientos, ahora eran parte de él. Comenzó a entender aquella táctica, comenzó a sentir que la quería, inclusive pudo discernir en su pecho una leve llama de amor ágape, como el que sienten los hijos de Ang Mac Og.
—Estas cerca de encontrar la respuesta, Mi Lobo Blanco…— lo felicitó la dryade a la vez que volvía a aumentar su poder.— Estas muy cerca… pero te falta algo más para entendernos… aunque eso es irrelevante en realidad. Te puede ayudar, pero también es peligroso, porque al conectar conmigo, te puedo hundir
Dicho eso ultimo Verena se mordió el labio inferior y con un solo movimiento de su dedo índice hizo que el druida se levantara de la cama, como un títere, se arrodillara a sus pies, besándoselos.
—Entiendo eso. Pero ¿Qué tal si te digo que ya no quiero resistir? ¿Qué simplemente me interesa estar a tu lado esta noche y hacerte sentir amada por una vez en tu vida?— le preguntó el druida encontrando una leve oportunidad de desestabilizar a su captora, mirándola a los ojos con una sonrisa sugerente.— ¿Acaso es necesario que resista el impulso del deseo? Con solo ser consiente de mi mismo y de mi entorno ¿No basta?
La pelirroja lo miró sorprendida, nunca se había encontrado con esas palabras, por un momento se preguntó qué pasaría si tensara las cuerdas un poco más y aquel albino que estaba hincado a sus pies la poseyera, mirándola de esa forma, entre el deseo y la necesidad, el amor y la lujuria. Tomó aire reteniéndolo en sus pulmones. Sintió como él le besaba sus tobillos, aprovechando aquella duda en ella. Sintió las manos del druida subir por sus piernas, acariciarla con detenimiento, con cuidado como si de una frágil pieza de cristal se tratase.
—¿Qué crees que haces? ¡Eso no es jugar limpio!— le reprochó la joven viéndolo besar su rodilla.
El albino sonrió con su boca pegada a la pierna de ella, lamió la zona y levantó la cabeza , mirando con picardía a los ojos azules de la mujer.
—¿Acaso tú estuviste jugando limpio desde que entraste?— le cuestionó meneando la cabeza, en una rotunda negativa, y, poniéndose a la altura de ella, paseando sus ojos sin disimularlo por aquellos pezones rosados que se podían entre ver en la tela traslucida del camisón.-—¿Acaso la Dryade Roja lo hará?
Dicho esto, dio en el blanco, desestabilizando a su victima, sintiendo que ella también estaba entrando en el juego y era presa del deseo. Ensanchó su sonrisa de triunfo, con una mano la tomó por la cintura, mientras que con la otra la asió firmemente del muslo. Besándola con la pasión momentánea que sentía, logrando por fin que ella se desarmara al completo y lo abrazara por el cuello estrechándolo aun más.
La levantó en vilo y la depositó con suavidad sobre el camastro, desabrochándose la camisa y tirándola al suelo. Sin dejar de mirarla a los ojos, se quitó las botas y se desabrochó el pantalón. La besó con suavidad, dándole lo que sabia que deseaba, la oportunidad de sentirse amada. Le quitó el camisón de la misma forma ceremoniosa en la que la acariciaba. Susurrándole cosas al oído, la amó, como si realmente creyera que la amaba.
La besó en los labios poniéndose encima de ella, bajando su boca por el cuello hasta la clavícula, jugando con aquel hueco, sintiendo como ella se movía hacia adelante, reprimiendo los suspiros y gemidos que rogaban por salir de su pecho. Bajó a un más, deteniéndose en sus pezones, succionando y besándolos con el amor y respeto que él sentía hacia ella. Deseaba seguir su camino, hundirse en su interior, pero siguió explorando el terreno de su cuerpo hasta sentir como ella rompía sus propias barreras y se dejaba caer en las inmensas aguas del placer. Podía escucharla, pidiéndole que se detuviera, que tenia miedo. A la vez que sentía como las pequeñas manos de la dryade se aferraban a su blanca cabellera impidiéndole apartarse. Bajó un poco más, a su templo y bebió de sus aguas. Provocando en Verena gemidos y suspiros que ella misma no podía controlar, explotándola hasta sentir como las piernas delgadas de la joven se tensaban para volverse una madeja de lana blanca, suaves, sintiendo como las manos de ella soltaban su pelo. Levantó su rostro , viéndola satisfecho con una sonrisa inocente, de enamorado y un brillo cómplice en sus ojos. Tomó una de sus piernas y besó su muslo inferior sin dejar de sonreír.
—Si va a doler cuando llegue el momento, al menos haré que te sientas bien mientras dure.— le dijo el druida volviéndose a posicionar arriba de ella, besándola con el tacto necesario, la pasión justa y la devoción exacta que la situación exigía.
Apretó su cadera contra la de ella, simulando un leve vaivén, demostrándole a su vez cuanto la necesitaba. Siguió así un poco más, esperando con una paciencia sobre humana el momento justo de hundirse en ella, culminar aquella danza. Verena lo abrazó, aferrándose a su espalda. Estaba desesperada y aterrada por aquellas sensaciones. Deseaba que terminara aquello pero a la vez no quería que lo hiciera. El druida pudo sentirlo, tensó un poco más las cuerdas de aquel momento, jugando con su lengua en el lóbulo de la oreja izquierda de la pelirroja. Susurrándole cosas al oído, diciéndole que se veía hermosa, que la deseaba y necesitaba, incitándole a perder el miedo y hundirse en ese torrente de pasión.
El druida sintió como ella dejaba de abrazarlo y metía las manos en su pantalón, sintió como encontraba su pene y con cuidado lo sacaba, mirándolo avergonzada, pidiéndole con su propia energía que lo hiciera. Sonrió triunfante, se acomodó aun más entre sus piernas y lo hizo, levantando la cabeza un poco, siseando al sentirse por fin dentro de ella.
Pudo sentir como ella le clavas las uñas en su espalda, gemía y gritaba, enceguecida por el placer. Él, por su parte no dejó de besarla en todo ese momento, mientras se movía, intentando concentrarse en ella, sin dejarse envolver por la esencia de la seducción. Al cabo de un buen rato culminó, esparciendo su semilla en el vientre blanco de la dryade y dejándose caer con cuidado sobre ella, jadeando por todo aquel esfuerzo, sintiéndose libre de culpas, sintiéndose verdaderamente bien por primera vez en su vida.
Ella lo seguía abrazando, pero conforme comenzaba a sentir el peso del hombre arriba suyo, se movió un tanto incomoda. Lugh rio por lo bajo, al darse cuenta de aquel detalle, se recostó a su lado, atrayéndola a su pecho, mirando en la oscuridad el techo del camarote. Buscó aquel vacío que solía sentir cuando todo acababa y no lo encontró, escrutó a la joven a su lado, buscando indicios de aquella angustia que sabia que solían sentir las hijas de Ang Mac Og, tampoco encontró nada. Suspiró extenuado y satisfecho por los resultados. Entrecerró sus ojos aletargado, haciendo un esfuerzo por no dormirse. No aun, necesitaba estar despierto un poco más.
—No lo entiendo.—susurró pensativo.— No siento ese vacío…
Verena, acariciaba su pecho a la vez que sonría atontada.
—Y dudo que lo vayas a sentir, cuando lo haces consiente de la persona que tienes al lado y sobre todo, sin buscar en ella una forma de apaciguar el recuerdo o la soledad que te deja esa persona que es tu Estrella, no lo sientes. Diría que estas preparado para todo el asunto de la Dryade Roja. — le respondió sintiendo como el corazón del albino latía con fuerza.— Descansa… sé que es eso lo que quieres ahora.
—No ahora… dime algo ¿Cómo te sientes tú? Realmente ¿estas bien?— le preguntó demostrando que realmente se preocupaba por ella.
—Si, estoy normal a lo que suele ser este tipo de encuentros. Una vez que te acostumbras el vacío no es tan malo…— le respondió besándolo en la mejilla.— Y menos lo es, si tienes la suerte de que esa persona te demuestre preocupación por ti.
Apoyó su cabeza en el hombro del druida, sintiendo como él la abrazaba con fuerza. Sintiéndose amada, por primera vez en su vida. Deseando que fuera él su Estrella, pero sabiendo que eso no podría ser. El hechicero se dio cuenta de los sentimientos de ella y la besó en los labios. Apartándose un poco, buscó su laúd y se sentó de piernas cruzadas, afinándolo un momento.
—En el país de la luna oscura, en la habitación deshabitada. Vive una bella criatura, es la dama descorazonada.—comenzó cantando por lo bajo, siguiendo el ritmo de sus acordes.— Apuestos galanes la acortejan, aquellos que la han conseguido, después del tiempo la dejan. Y ella llorando escoge el olvido. De olvido vive de olvido muere, como planta en jardín olvidado, sabiendo que nadie la quiere, sabiendo que nadie la ha amado…
Verena al escuchar aquella canción comenzó a llorar, el hombre había tocado en sus sentimientos. Sintió como él la rodeaba con sus brazos, abrazándola y consolándola. Acariciándole el pelo y besándola en la boca.
—Sé que no eres mi Estrella…— le dijo con franqueza.-—Pero sé que yo no te olvidaré. En la vida, nada es eterno. Hay amores que duran años sin dejarnos huellas y también los hay que duran una noche y nos hacen crecer. Tú eres eso, gracias… y perdón
Verena no sabia como responder aquello, lograba entender al corazón del albino, lograba quererlo y a la vez desear que él fuera feliz con quien debía serlo. Limpiándose la cara le sonrió, se le colgó al cuello y lo besó, tirándolo a la cama de nuevo, rogando con su energía que hubiera alguna posibilidad de repetir lo ocurrido. El druida estaba exhausto, pero le siguió el juego, divertido por aquella situación.
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