II
Las flechas surcaron el estrecho espacio que había hasta los arboles, en su mayoría, yendo a parar a algún tronco o simplemente al suelo. Lugh intentó parar aquel ataque, pero fue inútil, ya que los elfos tomaron esa respuesta como una emboscada y respondieron de la misma forma.
El albino, fastidiado y frustrado de que todo su plan se fuera a la basura, caminaba como fiera enjaulada entre sus hombres, intentando pararlos y protegiéndolos de la lluvia de proyectiles que caían de los arboles.
Entre aquel desorden escuchó un breve grito agudo y vio que de un cedro viejo, un bulto blanco cayó al suelo, estrellándose contra la tierra húmeda. El hechicero corrió hacia aquel lugar apartando a los arqueros que se acercaron con intención de ultimarlo. Se agachó y vio a aquel elfo tendido boca abajo, con cuidado lo dio vuelta, por sus ropajes y su tamaño era un elfo joven, podría decirse que incluso de la edad de nuestro protagonista. Por el fastidio que sentía al ver que su plan se había ido al cuerno y el hecho de tener que desviar su atención a algo que él creía igual de importante, el muro de protección que antes intentaba cubrirlos a todos se redujo solo a él y a aquella victima.
《Maldición, el campo… no puedo tres cosas al mismo tiempo…》
Pensó Lugh mientras examinaba aquel ser, seguía vivo solo tenia una flecha clavada en su abdomen, pero era de las que rebotaron contra aquel muro de protección, era una flecha elfica, de esas que llevaban un veneno mortal en su punta. La criatura abrió sus ojos y los posó en los de él con una expresión de terror. Bajo su mascara de mármol, el druida, sonrió apaciblemente, intentando con su energía decirle que no tuviera miedo, con su mano izquierda tomó la flecha y tiró de esta con fuerza, quitándola de su abdomen, para luego tomar de un pequeño morral, que colgaba de su hombro, un frasco con un emplasto grisáceo y una pócima de un sabor amargo y un color verde musgo. Le hizo un vendaje, rompiendo su camisa y la embadurno de aquella pasta asquerosa. Le abrió la camisa a aquel elfo, descubriendo así, que era una elfa, sonrió divertido ante esa estúpida confusión. Dio otra mirada en al torso de la victima, un collar con una runa. Le pareció un tanto conocida, pero no había tiempo para pensar de donde era.
《Ya habrá algún momento… no creo que sea relevante》
Se dijo y le colocó la venda dándole después a beber aquella pócima .
—Ya sé… es asqueroso, pero créeme, te salvará…— le dijo ante la expresión de desagrado de la joven.
Todo este hecho no tomó más que un par de minutos, unos minutos que fueron fatales. Notó que aquella muchacha intentaba decirle algo, pero fue tarde. Para cuando se dio cuenta, se vio rodeado por un tropel de elfos y con un puñal apoyado peligrosamente en su garganta.
—Bueno… ¿Así pensáis agradecer al sujeto que intenta salvar la vida de uno de los suyos?— musitó sin ningún asomo de emoción en su voz.
El elfo que estaba amenazándolo con el puñal, enfurecido ante ese reproche, escupió el suelo con asco.
—¿Qué mierda creeís que hay que agradecer? Sos un cerdo humano y que nos ayudes no es un favor. Es un insulto.
Y dicho esto golpeó fuertemente a Lugh en la cabeza, haciendo que este perdiera el conocimiento.
…
Algo acariciaba su frente, acomodándole el cabello que llevaba tapándole la cara. Sintió una suave voz femenina tarareando con calma, mientras que en su nariz se impregnaba de un dulce aroma floral. Ese aroma ya lo conocía, desde años que ya sabia de quien era. Lugh sonrió, aun con sus ojos cerrados, y tomó aquella mano que le acariciaba distraídamente la mejilla.
—Estarás bien…— le susurró la muchacha, cuyo nombre sabia, pero que el tiempo lo había borrado de su memoria.
—Lo sé…— respondió en un susurro ronco, agregando. — Lo sé, pero igual admito que esta situación me da algo de miedo.
—¿Por qué?— indagó con cierto tono de preocupación.
Lugh abrió los ojos y suspiró con desdén.
—Se fue todo al carajo.— fue su respuesta.—No debería morir ningún humano… pero no pude hacer nada y para colmo me capturaron. Son rebeldes, me matarían en la primera oportunidad que tengan.
Levantó un poco la vista y pudo verla a los ojos. Aquellos ojazos verdes mostraban un pequeño brillo de tristeza. Él, sonrió intentando tranquilizarse y levantó su mano para acariciarle la mejilla.
—Creo que no deberías preocuparte tanto. Eres un hombre muy inteligente y sabes aprovechar tus oportunidades… Ya se te ocurrirá algo. No dudo de ti— lo alentó ella mostrando en sus ojos una determinación increíble para él.
Lugh, se sorprendió de sus palabras, para luego sonreír con algo de complicidad.
—Tienes razón, pequeña… tienes razón…— le dijo a la vez que tomaba su mano y le besaba los nudillos.— Además… tengo que seguir con vida, recuerda mi promesa…
Ella se ruborizó por aquel cambio repentino de actitud, desvió un poco la mirada mientras lo veía levantarse del suelo. Él la miró a los ojos, consiente de todo aquello, la tomó por la cintura y la acercó hacia su pecho. Estuvo a escasos centímetros de sus labios, pero algo lo golpeó en las costillas y todo se volvió negro.
…
Abrió sus ojos con fastidio, solo había sido un sueño, ya lo sabia, no era la primera vez que soñaba con ella, ni tampoco podría ser la ultima. Notó que la muchedumbre de elfos que lo rodeaban y todos los arboles a su alrededor estaban vueltas de cabeza, miró hacia abajo – o hacia arriba- y se dio cuenta que tenia los pies atados a una rama de cedro viejo, oscilaba como péndulo a un metro del suelo.
《Uh… que bueno que estos rebeldes no sepan de anatomía humana, sino no seguiría vivo.》
Ironizó Lugh a la vez que se daba cuenta que no llevaba su mascara puesta y que aquellos elfos le habían quitado su báculo y sus armas.
《Mierda…》
Se dijo a si mismo dándose cuenta de la situación, viendo como un elfo de larga cabellera rubia platinada y porte guerrero se le acercaba con una sonrisa maliciosa en su rostro.
—Je, je, je— comenzó riéndose entre dientes— así que eres el druida que el idiota del gobernador quiere mandarnos para que recapacitemos ¿verdad?
El albino entrecerró sus ojos y resopló con cansancio, ya podía oler los problemas y darse cuenta como tendría que enfrentar esa situación… quizás, con un poco de suerte saldría con vida de todo aquello.
—Si… pero, está en ustedes escucharme o no… lo unico que deberían hacer es dar una respuesta al asunto…— fue su respuesta omitiendo aquel “dejadme bajar, malditos orejudos” que luchaba por salir de su garganta.
El elfo se le quedó observando, con aquella sonrisa sádica impregnada en sus labios. Luego de un rato se echó a reír estruendosamente.
—Oh, claro que vuestra majestad va a obtener mi respuesta… junto con la cabeza de tus compañeros y la tuya clavada en las empalizadas— comentó sin dejar de reir, como si su plan fuera un chiste.
《Un chiste demasiado macabro》
Se dijo el druida preocupado, no tanto de perder la cabeza sino más bien de todo el revuelo que ocasionaría con eso. Para el hechicero, que el plan de aquel elfo fuera ese, equivalía a hacer estallar una guerra en la que los elfos no llevarían las de ganar.
No por si solos…
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