Capítulo 5: El final de un ciclo, principio de otro
[[Parte I]]
Darhiel se paseaba como bestia enjaulada por el centro del bosque, aquel lugar que era en donde se celebraba las reuniones. Los recién llegados estaban sentados en varios troncos de arboles caídos, mirándola con temor, expectantes a lo que pudiera decir a continuación.
— Veamos, si os he entendido…— comenzó la líder parándose en seco y dándoles la espalda.— ¿Me decís, que simplemente el Nigromante de Fionn atacó al clan O’Briam y pide la cabeza de Lugh para un conjuro de sangre?
Se dio la vuelta esperando alguna respuesta, los humanos asintieron en silencio.
—Bien… ahora ¿Por qué es que Lugh no me ha llamado para esa guerra? Él, bien podría haber usado el poder del anillo que yo le he dado la ultima vez que lo vi…— Indagó sospechando el motivo, a la vez que posaba sus ojos en Verena.
Ella por su parte le sostuvo la mirada. Intuía lo que pensaba aquella elfa. Iba a responderle, pero fue Moira la que interrumpió aquel silencio repentino.
—Eso es tema de mi hermano. Bien pudo haber sido porque no quiso meterlos en el medio, sabiendo que ustedes debéis sed neutrales a los asuntos nuestros. Bien, pudo haberse olvidado… O bien, simplemente no se le dio la gana. Lugh siempre ha sido así. Cuando despierte, pregúntaselo directamente a él. Nosotros solo hemos venido por refugio, a sabiendas de que vuestro bosque nos podría albergar hasta que recuperemos fuerzas y hombres para quitar al usurpador de mi casa.— Respondió la joven poniéndose de pie y demostrando que no estaba de humor para preguntas que no les correspondía responder agregó.— Solo, os pido que ayudéis a mi hermano y nada más, la comida y todo lo demás, nos arreglaremos nosotros.
Dicho esto, dio por finalizada la charla y se fue a vagar por el bosque, seguida por Rumpel. Darhiel la observó alejarse, para luego dirigir la mirada a los dos hermanos pelirrojos que quedaban allí.
—¿Su hermana?— indagó con altanería, recibiendo en respuesta un tímido asentimiento mudo, sonrió.— El Lobo Blanco tenia razón en compararme con ella.
…
La pelirroja se paseaba entre los arboles, en su mirada se notaba el fastidio y la frustración de haber perdido aquella batalla, con la peor baja posible: su hermano herido de gravedad y su otro hermano desertado por traidor. Deseaba tener algo para calmar aquellos sentimientos que la invadían, romper todo, gritar, llorar, maldecir. Cualquier cosa habría servido con tal de que ese ruido sordo en su mente callara. Pero, sabia que eso era inútil, nada podría calmarla más que la sed de venganza. No sabia cuanto estaría allí, esperando la recuperación de su hermano, ni menos como recuperaría su clan. Pero algo si tenia en claro, no descansaría hasta ver al traidor de Querran implorando clemencia y tener la cabeza de Fionn en sus manos.
Se paró frente a un abedul joven, posó su mano en la piel de aquel dios silencioso y se concentró en sentir la savia fluir. Procurando calmarse, cerró sus hijos, implorándole a Danna por consejos o cualquier que sirviera para echar un poco de luz en su oscuro camino.
—De nada te servirá ese truco, sino logras callar a tu corazón y tirar por la borda el rencor…— le susurró la voz de un hombre bien conocido por ella.
Masculló un insulto dirigido a la nada y se dio la vuelta para verlo a la cara, deseaba estar sola y se lo haría saber. Pero al verlo a los ojos, esa frustración y odio desapareció, dejándola expuesta y vulnerable, como la joven niña que realmente era. La joven niña, que Rumpel conocía.
—Vamos, niña… a mi no me engañas. Me dirás que quieres estar sola, pero te conozco bien y sé que eso es a lo que más temes. Estas asustada y esta bien. Yo también lo estoy. Asustado, frustrado y me siento traicionado por alguien que yo llamaba mi hermano, mi camarada…— habló con supuesta tranquilidad, pero sintiendo un nudo enorme en su garganta, al igual que ella, se sentía derrotado y necesitaba sacar ese sentimiento de si mismo para sentirse menos solo.— Te entiendo muy bien, pero no te recomiendo, estar sola, caerás si lo haces. Y lo sabes.
Moira lo miró en silencio, sentía la tristeza de aquel hombre en si misma, pero era orgullosa, no admitiría que tenia razón. Sacando fuerzas de donde no tenia se dio la vuelta y volvió a posar su mano en la corteza de aquel abedul.
—Vete Rumpel… por favor.— le susurró con aparente frialdad.
El nombrado se acercó bruscamente a ella y la tomó por el brazo, obligándola a verlo a los ojos.
—No me pidas algo, que sabes bien, que no hare. Tú misma me pediste que viniera y luchara contigo en esta batalla, aquí me tienes y, sabes bien, que sola no te dejaré… Mi Estrella..
Él, así, lo había dicho, “mi estrella”, esas dos simples palabras que siempre le recordaban a Moira el por qué estaban juntos compartiendo el mismo destino, por qué se sentían y reconocían como uno y sobre todo, por qué nunca podían alejarse demasiado el uno del otro.
Las piernas de la joven temblaron, intentó rebatirle sus dichos, pero la voz no le salió, en cambio, sus ojos se llenaron de lagrimas y se tiró a sus brazos. Llorando cual niña, indefensa e invadida por el miedo.
Se besaron y amaron en el silencio y secreto de aquel bosque. Se necesitaban, hacia tiempo que no se veían. Y ahora que al fin estaban juntos, aprovecharon aquel momento para esos abrazos furtivos, antes de volver a salir a la luz y actuar como hermanos frente a los demás.
—¿Estas más tranquila?— indagó Rumpel, acariciándole distraídamente la mejilla.
Moira se abrazó más a él y asintió en silencio. Lo cierto era, que aquel hombre podía ser un idiota que hablaba sin pensar, muchas veces. Pero, a fin de cuentas, era el que más fuerza le daba para seguir adelante, mucha más fuerza que su propio hermano.
Se vistieron en silencio y caminaron con completa tranquilidad, sintiéndose juntos el uno del otro, sin la necesidad de algo más.
…
Corría por un bosque, solo escuchaba sus pasos y su respiración jadeante. Algo lo perseguía, no se atrevía a mirar, pero sabia bien que era. Una sombra gigante, con la forma de un lobo.
Llegó a una bifurcación, marcada por un roble joven, en él, un circulo grabado a fuego. No lo pensó, eligió el camino de la izquierda.
《… Y te veras, cantando una canción.
Los ecos de un viejo conjuro…》
Escuchó la extraña voz que salía de algún lado, a la vez que seguía corriendo y veía que en los arboles había más círculos grabados en fuego.
《No, puedes escapar…
No debes escapar…
Da la cara al circulo de fuego..》
Seguía escuchando ese canto en su mente. Otra vez calló al suelo, tropezándose con una rama y girando para, otra vez, ver como la sombra en forma de lobo lo devoraba. Sumergiéndolo en la oscuridad.
…
Lugh O’Briam, despertaba sobresaltado, incorporándose en el camastro y sintiendo la frente y el cuerpo sudoroso.
—Ya esta bien, estas a salvo, Lobo Blanco… solo ha sido un sueño.— lo tranquilizó la voz de Darhiel, que se le acercaba con un vaso de agua, sin atreverse a verlo a los ojos.
Lugh bebió con avidez, sentía la garganta seca y el paladar pastoso. Hecho eso, se tiró de nuevo, sintiendo como el cuerpo le dolía sórdidamente.
—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? ¿Cómo se encuentra Verena? ¿Mi hermana, esta con ella?— fueron las preguntas que le vinieron a la mente.
Habría seguido indagando, pero Darhiel posó su dedo índice en sus labios, indicándole que se callara de una buena vez.
—Verena, Connor, Moira y Rumpel se encuentran con nosotros. Están bien, preocupados por ti, ya que hace dos semanas que has estado inconsciente. Balbuceando una letanía en la lengua antigua… Algo sobre los círculos de fuego... — respondió la elfa.
Lugh entrecerró sus ojos, llevándose una mano a la frente, quitándose un mechón que tenia pegado en su cara, estorbándole. Algo más estaba diciéndole ella, pero él no la escuchaba, se quedó con lo ultimo.
《Balbuceabas una letanía en la antigua lengua, algo sobre los círculos de fuego》
La vieja lengua, la de los elfos. De repente, todo cuadraba para él. Quizás, solo quizás, si le contara aquel sueño ella podría descifrárselo. Abrió los ojos repentinamente y dio vuelta la cara en su dirección, tan rápido que necesito un momento para enfocar la vista y así poder hablar.
—Necesito preguntarte algo, quizás, tú sepas sus significados…— le pidió interrumpiéndola con descaro.
Ella, de mala gana, ya que odiaba ser interrumpida, aceptó y lo escuchó. Así fue, como se enteró Darhiel de la sombra que lo perseguía por un bosque, de los círculos de fuego y de la voz que le exigía que diera la cara a esos círculos, que no podía escapar de su destino. Todo eso lo escuchó en un silencio meditativo.
Al terminar de contárselo, el albino hizo una pausa y la miró expectante, rogando en su interior porque ella supiera el significado. La escuchó suspirar y hablar en su lengua.
—El lobo significa que todo sigue su curso, si te detienes, será tu fin… el circulo de fuego es el eclipse, el fin de un ciclo y el comienzo de otro…— comenzó hablando, pausadamente, hizo un silencio para observar a aquel humano que la miraba con los ojos entrecerrados — lo que dice aquella voz es lo que debes hacer. No le des la espalda al ciclo, no debes escapar...
El albino la escuchó atentamente, pero seguía sin entender lo que significaba. Frustrado, se llevó las manos a su frente.
—No entiendo ¿Qué debería hacer?— indagó para si mismo.
—Cuando vuelvas a soñarlo, sabrás lo que debes hacer en el sueño y en la vida real, puede que sea un poco distinto. Pero...— respondió la elfa, que lo estaba escuchando atentamente.— también, por como me cuentas el sueño… tienes que cortar el ciclo, darlo por finalizado ¿Cómo? Eso solo lo sabrás tú. Escucha a tu interior, él sabe la respuesta. Ahora descansa, créeme lo necesitas.
Dicho esto, se levantó de la silla donde estaba y se dirigió a la puerta. Pero la mano de Lugh la retuvo, tomándola por el brazo.
—No, lo que necesito ahora es…
Darhiel no supo lo que el druida necesitaba, ya que, unos gritos afuera lo interrumpieron.
— ¡Ya, apartansen malditos orejudos! ¡Por enésima vez, necesito hablar con Lugh! Juro por Ariadnae, que vengo en paz.— escucharon la voz gruesa de un hombre suplicar casi al punto de sonar desesperado.— ¡Díganle que Owan esta aquí, que tiene un mensaje de Daragh!
—¿Owan? ¿Cómo puedo saber que eres tú?— gritó el albino, intentando levantarse del camastro y fracasando en su intento.
El cambión escuchó lo que su amigo dijo, sonrió con sorna.
—“Gana el que pelea sucio, golpeas primero, golpearas dos veces y dale directo a las bolas ¡Idiota!”— susurró Owan.
El hechicero sonrió al escuchar aquello. Pues, cuando nadie allí lo hizo, él si entendió a que se refería el recién llegado.
...
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