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Capítulo 4: La Boda del Enemigo

[[ParteI]]

En el horizonte, se dibujaba el ocaso de un esplendido día. Lugh se encontraba observándolo en silencio, apoyando sus antebrazos en el barandal del barco de Aire que surcaba los cielos rumbo al archipiélago de Brianna, rumbo a su hogar. Ocupado en pensamientos vagos no se dio cuenta que alguien se le acercaba por la espalda.

—Hey ¿Cómo has estado?— le dijo aquel desconocido captando su atención a la vez que apoyaba una mano en su hombro.

Lugh ladeó su cabeza en dirección a este, el druida llevaba enfundada la mascara de mármol, para minimizar su poder. El desconocido, un joven adolescente pelirrojo, lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja, como si hubiera encontrado a su mejor amigo. Bajo la mascara, el druida sonrió al reconocerlo.

—Connor… pues, lo usual, intentando sobrevivir…— respondió vagamente mientras le palmeaba la espalda.— ¿Y tú? ¿Tu hermana?

Connor borró su sonrisa, pues los motivos de su viaje no eran muy alegres que digamos.

—Yo bien, tomé tu consejo y me fui a entrenar a la academia de Morrigan. Y mi hermana , decidió actuar como dryade viajera hasta encontrar su lugar. Está conmigo en este viaje.— le respondió censurando sus ganas de comentarle el viaje que tenían que hacer.

—¡Connor, aquí estas! Te estuve buscando.- le dijo una joven a la vez que se les acercaba y se paraba en seco al ver al druida.— ¡Lugh!

Dicho esto la joven se  abalanzó contra el albino abrazándolo con fuerza y sorprendiéndolo por aquel acto tan repentino.

—Verena… que bueno verte… tan enérgica.— saludó el hechicero un tanto incomodo ante esa reacción.

—Lo mismo digo, Lugh O’Briam… se han contado muchas proezas de ti desde la ultima vez que nos vimos.— le respondió Verena separándose y sonriéndole satisfecha.— Oye, Connor ve a buscar a tu amigo y espérennos en el comedor, ya pronto va a ser hora de la cena y tengo algo que hablar con Lobo Blanco.

Lugh no dijo nada, pero por alguna extraña razón, instintivamente ese “tengo que hablar” le daba mala espina. A Connor tampoco le agradó esa orden de su hermana, lo hizo notar en su rostro, advirtiéndole algo al druida con la mirada, el albino lo ignoró.

Una vez solos, se quedaron un momento en el barandal viendo el ocaso. Verena observaba los péndulos que el druida llevaba en su cuello, uno era de ella. Lugh se dio cuenta, se lo quitó con un suspiro y se lo dio sin mediar palabras.

—Gracias, aunque te debo el dinero…— puntualizó la joven de cabellos rojos.

Lugh negó con la cabeza bajando su mascara y mirándola a la cara.

—Nada de eso, no hace falta que me devuelvas nada.— le respondió haciendo una pausa para luego agregar.— A decir verdad, tu péndulo me sirvió en el tiempo que lo estuve usando. Espero no esté muy cargado.

Verena sonrió y se llevó el péndulo al pecho, cerrando los ojos se dispuso a sentir la energía de este. Con un leve suspiro abrió otra vez sus ojos, mirando al frente.

—Tienes una energía muy suave, aunque sentí un par de veces algunos exabruptos… ¿Peleaste con un grupo de Kelpies y con un Cambión? — comentó mirando al druida un tanto divertida.

—Algo así… no quiero recordar  eso.— cortó el asunto de raíz para luego indagar.— ¿Tenias algo que decirme?

—Si, tuve unas visiones que creo te interesaran…— comentó cambiando el tono de voz, poniéndose seria.— Algo sobre una boda…

El druida alzó una ceja, dando a entender que la escuchaba atentamente. Verena continuó.

—Algo extraño está pasando en tu casa, la boda no es consentida por ambos cónyuges. Tu padre está siendo manipulado por eso. Ten cuidado, mucha sangre será derramada en esa boda.— mencionó un tanto entristecida por lo que decía.— Las Banshes, en tu casa están gimiendo y llorando de pena, anunciando las posibles muertes. Alguien muy querido te traicionará.

Lugh la observó de soslayo, sabia que había algo más que no quería decir, algo estaba ocultando aquella muchacha.

—Algo que viste no me lo puedes decir, al menos no ahora ¿verdad?— indagó recibiendo un asentimiento de cabeza por respuesta.— ya me lo imaginé… ¿es inquebrantable esta visión?

—No… por eso te estoy previniendo. Solo ten cuidado, usa tu buen tacto para estas cosas y trata de atar los cabos que encuentres en el camino. No te dejes llevar por lo que pase, se frio como la nieve de invierno. Recuerda… no todo será lo que parece ser. — le previno Verena a la vez que le daba la espalda y cambiaba su tomo de voz por uno más amigable.— ¿Vamos? Mi hermano no soporta que esté mucho tiempo sola en compañía de hombres…

Lugh se encogió de hombros y la siguió por los pasillos del barco. Percatándose del motivo de la desconfianza de Connor.

—¿Será acaso que tu hermano desconfía por la Esencia de la Seducción de las sacerdotisas y Dryades de Angus Mac Og?— consultó sin tapujos, al darse cuenta de ese detalle.

La vez que él la había conocido no tuvo tiempo de darse cuenta de aquel olor dulzón que despedía aquella joven, pero ahora que estaban muy cerca lo percibía, era tangible y uno de los más fuertes que había sentido en todo su tiempo.

—Así es… pensé que eso era un secreto que pocos druidas conocen, solo los hechiceros de Angus Mac Og.— comentó la chica sin darle importancia.

—En realidad, si lo es, pero, conocí varias sacerdotisas que me lo demostraron. Ese don es bastante útil… aunque puede ser peligroso, ya que afecta al hombre que lo siente enloqueciéndolo, sintiendo la necesidad de poseer a quien es dueña de ese perfume. Sienten algo parecido a la locura del guerrero de Morrigan, solo que en este caso es distinto.

—No sienten odio… sino lujuria.— terminó la explicación a la vez que entraba en el gran salón comedor — Mira, allí están.

Lugh ensanchó una sonrisa al reconocer al compañero de Connor. Se apresuró, sondeando las mesas y acercándose a ellos. El hombre, un tipo fornido de cabello negro y unos centímetros más bajo que Lugh, también lo reconoció y a su vez se paró bruscamente y rodeó el mesón yendo en dirección al albino. Se abrazaron unos segundos palmeándose la espalda.

—Hey, Rumpel ¿Qué haces aquí?— consultó el hechicero sin soltar el cuello de aquel viejo amigo.
Este, a su vez, también lo tenia asido del cuello.

—Creo que lo mismo que tú, yendo a ver a Moira…— comentó sin poder borrar la sonrisa que tenia en su rostro, producto del reencuentro con ese gran amigo suyo.

Al menos, Rumpel podía sacar algo bueno de todo este amargo viaje. Un reencuentro con alguien que hacia unos cuantos años no veía. Sentándose a la mesa, ambos amigos comenzaron a indagarse mutuamente sobre cómo había sido la vida de cada uno después de tomar rumbos separados. Se preguntaron cosas como “¿Cómo te ha ido? ¿Tu madre como está? ¿Te acuerdas de…?” y así siguió esa charla, con breves interrupciones de parte de Connor y Verena.

Así siguieron poniéndose al día, hasta llegar al motivo de ese viaje al Archipiélago de Brianna. Allí sus sonrisas se borraron y comenzaron a hablar con seriedad.

—Moira hace unos días me envió una carta.— comentó el guerrero sacando de su morral una hoja arrugada y mal doblada, pasándosela a su amigo para que la leyera.

《AYUDAME, RUMPEL… AYUDAME POR FAVOR, ESTOY EN PELIGRO AQUÍ》

Leyó el albino, sintiendo las lagrimas que su hermana había derramado en aquella carta. Todo iba cuadrando cada vez más. Miró a su amigo a los ojos.

—¿Sabes algo de lo que pasa?— interrogó Rumpel dejando su tazón de estofado.

—Si… creo entender algo.— le mencionó en un susurro al guerrero, a la vez que sacaba la carta que su padre le había mandado y se la pasaba.— Lee…

El guerrero la leyó, abriendo su boca sorprendido y con una expresión de horror en sus pupilas. Miró a su amigo interrogante, mas no recibió respuestas de su parte. Verena le arrebató la carta y la leyó, haciendo una mueca de desagrado al notar ciertas cosas que ya intuía.

—No tiene energía…— comentó en un susurro, mirando ambos hombres.— Es como si lo hubiera escrito un…

—...Muerto…— susurró Lugh, completando la idea de Verena, a la vez que  sentía un nudo en su garganta por la posibilidad de perder a su padre, pero lo disimuló con un semblante frio, a la vez que agregaba. — No descarto esa posibilidad.

Los cuatro se quedaron en silencio, cada uno planteándose la situación de forma distinta. Cada vez iban entendiendo más la situación, pero a su vez se daban cuenta lo peligroso que seria este asunto. Solo quedaba una duda para el druida ¿Quién estaba detrás de todo esto y por qué?

...

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