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11

—Ahora que ya estamos listos —habló Keizar refiriéndose a todos—, vamos a zarpar rumbo a la tercera misión de Mizu.

El aludido tragó saliva. Su corazón empezó a latir como loco, quiso aprovechar que aún tenía encima la túnica que Keizar le compró para cubrir su rostro en ella; pero eso sería muy cobarde. Él jamás volvería a mostrarse débil frente a los demás. En vez de eso, se cruzó de brazos e irguió su espalda esperando las indicaciones. El capitán sonrió de lado al verlo listo para el ataque.

La tripulación, que antes estaba animada y relajada, se volvió silenciosa y expectante. Todos estaban presentes ya que el barco aún no había zarpado. El viejo espeluznante que lo vigilaba dijo que avisaría si veía algo sospechoso acercarse. Pero Mizu no confiaba tanto en él y por lo visto Keizar tampoco porque Mizu podía ver a veces que miraba a escondidas a lo lejos, como si estuviese esperando un ataque repentino.

—Capitán, a pesar de que disfruto mucho las pruebas de Mizu —empezó diciendo Neim.

«Bueno, al menos alguien se divierte», fue el pensamiento del chico

—¿Qué hay con eso, Neim? —el capitán la alentó a continuar.

—Me veo en la obligación de preguntar qué pasa con los contratos que tenemos pendientes —agregó con severidad—. Si seguimos postergándolos, podríamos quedarnos sin recursos para los próximos meses.

—Entiendo tu preocupación, pero todavía tenemos ahorrado lo suficiente, Neim. Además, con esta prueba, estaríamos ocupándonos también de eso —Todos se miraron entre sí confundidos por la confianza repentina del capitán.

—¿Acaso Mizu deberá llevar a cabo un contrato por sí mismo? —preguntó Bastian con estupefacto y mirándolo con miedo.

La espalda erguida de Mizu ya empezaba a verse un poco más jorobada a medida que avanzaba la conversación.

—No es mala idea —soltó Keizar y el chico le lanzó dagas imaginarias por los ojos que el capitán decidió ignorar—. Pero no es así. Es algo mucho mejor —sonrió con malicia.

—¿Podrías irte ya al punto en cuestión? —murmuró Mizu con nerviosismo.

—Sin dudas, todos conocemos al Pirata de Fuego. Hemos escuchado de sus grandes hazañas, de sus batallas legendarias y consigo, los tesoros que llegó a acumular en toda su vida antes de ser atacado por sus antiguos aliados. Algunos dicen que antes de la Alianza Altamar, el Pirata de Fuego guardó su tesoro en un lugar que solo él y algunos miembros de su tripulación conocían, pero que, al morir todos en combate, nadie pudo llegar a él.

—Conozco esa historia, escuché que muchos buscaron sus riquezas dentro de la embarcación antes de que se hundiera, pero no hubo resultados —soltó Theo, absorto en la historia.

—Así es, pero también, se dice que alguien encontró el mapa donde el Pirata de Fuego escondió el tesoro, pero que, al morir en el enfrentamiento, el mapa se perdió en medio del combate. Bueno, al menos eso contaron los sobrevivientes.

—¡Mi abuelo fue uno de los sobrevivientes! —agregó Theo con orgullo—. Él dijo que el antiguo mejor amigo del Pirata de Fuego fue quien encontró el mapa, que, de hecho, él fue una de las pocas personas a quien le contó aquel secreto, pero que la codicia pudo más con él y lo apuñaló por la espalda buscando quedarse con todo.

Mizu sintió un poco de empatía por aquel pirata. Debió haber sido una sorpresa descubrir que su mejor amigo, a quien le confió todo, le había traicionado por la espalda. ¿Y si el haberse ganado el corazón de la diosa solo fue una excusa para poder atacarlo? ¿Y si lo que en realidad buscaban era el mapa?

—A pesar de las múltiples versiones que hay, nunca sabremos con exactitud la verdad detrás de las leyendas; pero una sí sabemos, y eso es, la ubicación de la batalla librada por la Gran Alianza Altamar contra el Pirata de Fuego. Lo que debemos hacer, es simple. O mejor dicho, lo que debes hacer —Esta vez el capitán se dirigió solo a él—. Tendrás que encontrar el mapa perdido en lo profundo del océano donde yace el antiguo barco de nuestro legendario pirata.

«¡¿Qué quiere que haga qué cosa?!»

Mizu estaba tan estupefacto que no pudo hablar por varios minutos. Al igual que el resto.

—Pero capitán, ¿cómo hará Mizu para entrar tan al fondo del océano? —preguntó Ágata.

—Bueno, encontraremos la forma. Lo importante es que Mizu acepte la misión. ¿Qué me dices, niño? —Keizar se dirigió a él.

—¿Acaso me viste retroceder antes? —replicó. Estaba molesto. ¿Pero cuando no tratándose de las disparatadas misiones de Keizar?

—Eso es lo que quería escuchar —soltó de manera arrogante. Mizu ya tenía miles de imágenes mentales donde lo asesinaba sin piedad—. ¿Zarpamos?

—¡Sí, capitán! —gritaron todos.

Mizu tenía la urgente necesidad de encerrarse y gritar a todo pulmón, pero no le daría aquella satisfacción a Keizar. Era solo encontrar un mapa, ¿qué tan difícil podía ser encontrarlo?

—¿No vas a dirigirme la palabra durante todo el trayecto, niño? —preguntó Keizar en una de las tantas noches donde Mizu intentaba dormir bajo la luz de la luna. Desde que lo había hecho una vez, no volvió a pasar la noche en la habitación de Theo. Sin embargo, le gustaba escuchar el sonido de las olas y admirar el paisaje mientras se acurrucaba en la manta que alguien le había dejado mientras dormía.

Mizu ignoró a Keizar. Es verdad que no le habló durante varios días desde que zarparon e incluso trató de evitarlo todas las veces en donde sus caminos terminaron cruzándose, pero no pensó que el capitán se daría cuenta de eso.

—La misión del tigre albino fue más peligrosa, pero no refunfuñaste tanto por ella —Keizar tuvo el descaro de sentarse a lado de Mizu aun sabiendo que este quería estrangularlo.

—Tal vez se deba al hecho de que a pesar de que hubiese sido peligroso, al menos podría, no sé, respirar —gritó la última palabra para darle a entender lo demente que estaba por esperar a que Mizu, prácticamente, respirara bajo el agua.

—¿Es eso lo que te preocupa? —soltó con intenciones de burlarse, pero viendo que Mizu estaba enfurruñado y enojado, se lo guardó—. Cuando me contaste tu historia, también me dijiste que estuviste en lo profundo del océano por varios minutos antes de que Grimor te recogiera. ¿Me equivoco?

—Eso es diferente —se sacó la manta que tenía encima y se sentó para mirarlo de frente—. ¿Cómo podré ir tan profundo? ¿Cómo soportaré la presión del agua? Mientras más profundo vaya, habrá menos oxígeno. Sé que soy solo un mendigo, pero al menos sé cosas básicas como esas —Mizu lo miró con tal ferocidad que lo dejó desconcertado un momento.

—No eres un mendigo, eres un pirata ahora, te guste o no —las palabras firmes de Keizar sorprendieron a Mizu—. Escucha, esto iba a decírtelo más adelante, pero en vista de que estás un poco desesperado tal vez deba adelantártelo. El hecho de que nos quedáramos en Agamar no fue solo para conseguir alimentos y otras necesidades, ¿te acuerdas del viejo que cuida la costa? Él era lo que se diría, un botánico, uno muy adiestrado en la medicina, se dice incluso que hasta la realeza de Hadria una vez recurrió a él para pedirle ayuda, el pendiente que tiene es una joya que solo se les da a las personas que se vuelven valiosas para los reyes.

A Mizu le costaba entender que aquel viejo podía llegar a ser tan importante, pero de nuevo, sintió que estaba siendo muy prejuicioso.

—¿Qué hay con él? ¿Sabe dividir océanos? Genial, tal vez deba enseñarme esa habilidad —replicó con sarcasmo.

—Te estoy haciendo un favor maldito niño, al menos deberías guardarte el sarcasmo para cuando te lo pida — se acercó a él para amenazarlo, aunque eso nunca lograba tener un efecto en Mizu. Bueno, tenía uno, pero no el que Keizar esperaba.

—Lo siento, mi señor capitán. Lamento interrumpir esta reconfortante plática, ¿podrías decirme el resto si tu alma misericordiosa lo quiere? —le sonrió con total descaro a pesar de que Keizar estaba a solo unos milímetros de distancia.

—Tú... —Keizar le agarró de la desgastada remera de flash que se negaba a tirar y lo atrajo aún más para reprenderlo, pero en cuanto se acercaron lo suficiente algo cambió en el ambiente. Por un breve momento, Mizu se quedó aturdido al tener tan cerca al rostro del joven y malhumorado capitán, sintió como su respiración se volvió entrecortada al conectar su mirada con la de Keizar y al percibir la fragancia a cítricos que emanaba de él. Su concentración se centró en el movimiento que Keizar hizo con los labios para humedecerlos inconscientemente para luego volver a fijar su vista en él. El ojo izquierdo del capitán resplandecía como si estuviera hecho de fuegos artificiales, el mismo estaba tan absorto en él que, por alguna razón, le hizo sonrojar un poco y desviar la vista.

El capitán lo lanzó un poco lejos de él, lo que pasó fue tan fugaz que Mizu se replanteó el habérselo imaginado. En cambio, Keizar, en vez de lucir confundido, parecía estar molesto.

—Como te decía, el viejo sabe de botánica y me dio un líquido que puede hacer que aguantes la presión del agua y la respiración por varios minutos. No deberías preocuparte más por eso.

Keizar se levantó como si hubiese lava en el piso y desapareció tan rápido como llegó mientras que Mizu se quedó estático en el lugar sin entender qué fue ese choque de adrenalina que sintió por un momento emanando de su cuerpo.

Varios días luego del incidente, los papeles se invirtieron para Keizar, en vez de que Mizu le ignore y evite con descaro, era él quien desviaba la miraba cada vez que se encontraba con la suya y pretendía estar ocupado cuando Mizu estaba cerca. No era como si el chico quisiera afrontarlo tampoco. En primer lugar, estaba demasiado confundido y en segunda, le preocupaba no encontrar el mapa a tiempo y terminar aplastado por el océano en cuanto la medicina termine de hacer efecto.

El lugar donde tenía que bajar se encontraba ahora a solo unos minutos de distancia. Todo era azul, tanto el cielo como el océano, le era difícil asimilar que hubo una matanza en ese lugar hace décadas.

—Te ves algo extraño, Mizu. ¿Te preocupa la misión? —preguntó Bastian llegando a él—. No deberías hacerlo, yo estaré aquí para ayudarte si lo necesitas.

—Gracias Bastian, pero es mejor que te mantengas al margen, lo que voy a hacer es peligroso —Mizu le acarició la cabeza como siempre.

Bastian iba a decir algo más, pero vieron como Evan fue corriendo hasta el capitán para decirle algo cerca del oído.

—¿Estás seguro? —preguntó. Evan asintió con mortal seriedad.

El capitán dejó lo que estaba haciendo y fue con él.

—¿Qué crees que pasa? —Mizu se inquietó. Ya eran demasiados nervios para manejarlos en un solo día como para tener que añadir más.

—Sabemos que Evan es quien se encarga de la vigilancia, tanto fuera como dentro del barco, si está así es porque hubo algún alboroto dentro o sino...

—Que alguien se acerca —terminó Mizu deseando que no fuera la última opción, pero su instinto le decía que no se confíe.

Keizar volvió minutos después y para su sorpresa, se dirigía directamente hasta él.

—Ya casi estamos en el lugar de destino —los demás se iban reuniendo con ellos, pero muchos no estaban presentes, se preguntó por qué—. Este es el líquido que te comenté la noche anterior —al decir esto, Mizu se tensó un poco y desvió la mirada—, debes tomarlo en cuanto te de la señal y saltar al agua. Según mis cálculos, en unos minutos debería estar el barco del antiguo Pirata de Fuego debajo de nosotros. Tú solo espera mi señal. ¿Entiendes?

Keizar le entregó el frasco a Mizu y en cuanto sus dedos se rozaron, el capitán apartó la mano con rapidez.

—¿Pasa algo malo, capitán? —preguntó Bastian.

—Al parecer hay un barco intruso que se acerca hasta nosotros —dijo en voz alta para que el resto también lo oyera—. Debemos prepararnos, si son otros piratas, se trataría de un ataque al que debemos enfrentar.

A Mizu le sorprendió la información, pero el resto parecía estar acostumbrado a este tipo de situaciones. A lo mejor las batallas eran una constante para los piratas y Mizu solo tuvo la suerte de librarse de ellas hasta el momento.

Keizar se fue tan rápido como llegó, dejándole a Mizu el frasco de líquido semi trasparente. No le daba mucha confianza el viejo ese, pero si ayudó incluso a la realeza no tendría por qué desconfiar tanto, más si fue Keizar quien se lo dio. A veces, el hombre parecía lanzarle directo al suicidio, pero no es como si quisiera que Mizu muriese. ¿Cierto?

Sus apesadumbrados pensamientos fueron interrumpidos cuando un ruido potente se escuchó a lo lejos, antes de preguntarse qué era, vio con horror como un cañón aterrizó en la superficie del barco rompiendo la madera en un estruendo ensordecedor. Su corazón se paralizó del susto. El estallido hizo estruendo en sus oídos mareándolo por completo, el olor a pólvora inundó sus fosas nasales dándole la sensación de que invadía cada retazo de su piel. Las astillas de la madera le rozaron la cara, dejándole rasguños en la mejilla. No bien recobró un poco de estabilidad ante el repentino ataque, se escuchó una voz potente a lo lejos.

—¡Abajo! —gritó alguien, Mizu no pudo distinguir quien fue.

El barco hizo un movimiento que le dio a entender lo profundo que fue el golpe que recibieron. Mizu cayó al piso junto con Bastian al tratar de recobrar un poco de estabilidad. Las personas a su alrededor gritaban hasta quedarse con la garganta seca a la vez que corrían por todos lados para poder contraatacar. La desesperación invadió por un momento al chico.

En su intento de amortiguar el golpe del menor, soltó sin querer el frasco que le dio Keizar, lo vio rodar por la orilla, hubiera ido por él, pero su preocupación por Bastian era mayor.

—¿Estás bien? —le preguntó al chico.

—Sí, no te preocupes por mí, Mizu, debes ir por el frasco —le contestó Bastian habiendo presenciado lo que pasó.

—Debo ponerte a salvo primero —replicó.

—¡No! ¡Déjame aquí! La medicina es más import—

—¡Bastian, no voy a dejarte! Eres mi único amigo aquí y voy a protegerte sin importar qué.

Bastian lo miró anonadado con sus enormes ojos avellanas plagados de impotencia, pero a la vez, conmovido. Asintió con la cabeza aceptando que lo lleve a un lugar seguro.

Toda la tripulación estaba gritando, se movían como hormigas perdidas por toda la embarcación, Mizu no vio a Keizar por ningún lado y eso lo preocupó, hasta que escuchó su voz desde lejos.

—¡Levanten los cañones, vamos a demostrarles que se metieron con los piratas equivocados! —Todos vitorearon al escuchar a su capitán más firme que nunca. Sin embargo, antes de poder contraatacar, otro cañón retumbó llegando a ellos en menos de tres segundos.

El barco volvió a tambalearse con fuerza, esta vez, Mizu pudo sostenerse de las cuerdas que sostenían las velas. El chirrido que hizo la madera no era un buen augurio para los tripulantes. Por otro lado, Bastian era tan pequeño que, si no lo sostenía como si su vida dependiese de ello, podría salir volando.

Luego de ese segundo ataque, el Drágora por fin pudo hacer gala de sus maniobras de combate y al igual que el enemigo, en un ruido ensordecedor que hizo vibrar hasta al último de ellos, contraatacó.

—Ya estoy seguro ahora, Mizu. ¡Debes ir ahora por el frasco y bajar cuando el capitán te dé la señal! —Bastian se refugió en uno de los cubículos donde se guardaban bolsas de harina.

—¿Estás seguro de que estás bien? —le preguntó de nuevo. No quería dejarlo.

—Tranquilo, lo estoy, siempre que hay batallas el capitán me dice que me esconda aquí —le agarró de las manos—. Gracias por ayudarme. ¡Ahora, ve!

Mizu decidió dejarlo con la esperanza de que no le sucediese nada malo. Fue hasta el otro lado del barco para buscar la pequeña botella que se le había caído, pero el lugar era un caos. Había retazos de madera volando y personas histéricas que se chocaban entre sí mientras intentaban tomar posición para poder defender al Drágora. Mizu no era el único que se sentía sobrepasado por la situación, pero tal y como los demás, intentó mantener la compostura a pesar de que sus manos temblaban y su corazón se le salía del pecho. El barco se tambaleaba con cada ataque, para su horror, vio como ahora lanzaban contra ellos bombas y otros proyectiles que no conocía, dejando fuego, hedor a batalla y miedo en cada explosión.

En su intento de encontrar su cometido, el chico se puso erguido para poder buscar con mayor precisión el frasco, pero sus ojos se ampliaron con temor en cuanto se fijó por primera vez en el enemigo. Era un enorme barco adornado en negro desde la superficie hasta las velas gruesas y magnificas. Sobre el mástil, flameaba una bandera igual de oscura que el resto de la embarcación, con la diferencia de que esta tenía manchas amarillas que parecían estrellas flameando como símbolo personal. El Drágora era un juego de niños comparado con la magnitud de su rival.

El temor que le sobrecogió en ese momento le dio escalofríos por toda la piel.

«¿Qué era lo que buscaban estas personas?», se cuestionó, ya que aquel ataque había salido de la nada, destruyendo todo a su paso.

A pesar de que sentía temor en ese momento, no pudo evitar mirar aborto la embarcación. Sin embargo, un objeto brillante lo distrajo. El frasco con el líquido que debía tomar estaba rodando por el barco como si fuese un ratón. Mizu corrió para poder agarrarlo, pero había tanto movimiento en la superficie que el frasco fue a parar aún más lejos que antes. Gritando improperios, se movió hasta el lugar donde quedó estancado y lo agarró justo antes de que de nuevo empezaran a tambalearse.

«¿El Drágora podría aguantar más tiempo?». La sola idea hizo que el pánico lo invadiera.

—¿Qué haces? ¿Te escondes como el cobarde que eres? —le preguntó Theo, quien estaba llevando vendas para los heridos que atendía Ágata. Él también lucía temeroso, no obstante, su tenacidad lograba eliminar la preocupación para darle paso a la acción.

—Cállate, ¿no ves que estoy buscando algo? —replicó enojado al ser descubierto en plena crisis por nadie más que la persona que más lo odiaba dentro del Drágora.

—Tu valentía de seguro —antes de que Mizu pudiese responder de nuevo, este ya se había ido, pero algunos que escucharon la plática también se quedaron mirándolo con desaprobación. Con toda la dignidad que tenía, se levantó del lugar y fue hasta la popa para poder cumplir con su misión.

Solo quería que Keizar le diera la señal para poder lanzarse al agua.

Como si hubiese oído sus pensamientos, escuchó al capitán gritar su nombre desde el otro lado, la potencia de sus cuerdas vocales logró que toda la embarcación se diera cuenta de que ya era hora de que Mizu actuase. Keizar estaba con el rostro rojo por el esfuerzo de mantener al Drágora a salvo, por lo que pudo deducir, estuvo abajo dando instrucciones para los cañoneros y ahora se dirigía a los demás tripulantes para darles instrucciones. Mizu no pudo evitar admirarlo por unos minutos, aquella fortaleza física y mental era algo digno de admirar.

Aunque él jamás lo admitiría en voz alta.

Sin pensárselo mucho tiempo más y confiando en Keizar, destapó la botella y bebió todo el líquido. No sabía si eso haría o no un efecto inmediato, pero ni bien la sustancia amarga y espesa pasó su garganta, se quitó sus harapientos zapatos y se lanzó al vacío.

El atardecer que se cernía en el lugar ocasionó que las aguas se sintieran aún más frías que la primera vez que Mizu las tocó. Sin embargo, al entrar a ella, fue como si hubiese sido acogida por una vieja amiga. Sintió que todo el combate que se libraba arriba de él quedaba en segundo plano. Solo eran él y el agua. No se había sentido así de relajado desde hace muchísimo tiempo.

El líquido empezó a hacer efecto en cuanto se sumergió, sus pulmones se ampliaron como si tuviesen oxígeno de reserva para toda la vida y su cuerpo se aligeró como un retazo de papel. ¿Qué clase de medicina era esa? Debía darle el crédito que se merecía al viejo extraño.

Aun cuando estaba disfrutando de la sensación del momento, no podía quedarse a disfrutar como le hubiese gustado. Tenía que llevar a cabo su misión para poder huir del combate lo más pronto posible. A pesar de que los demás parecían disfrutar de la batalla, tenían que frenar de alguna manera los daños que aquel combate le estaba ocasionando al Drágora, pero la decisión final la tenía el capitán, el chico esperó a que el hombre pudiera entender que continuar el enfrentamiento podía ser fatal para ellos.

Mizu nadó más abajo hasta que las aguas se volvieron oscuras, todo a su alrededor era silencioso, algunos peces se quedaban cerca de él curiosos por lo que estaba haciendo y otros animales que no conocía lo seguían cada vez que se movía. Era tan maravilloso que tuvo unas enormes ganas de mostrarle a Keizar o Bastian aquel lugar.

Recordando a aquellos dos, se apresuró a terminar su viaje. Pensó que tal vez no encontraría nada ya que era muy oscuro, pero notó algo una tenue luz resplandeciente a lo lejos. Mientras más se acercaba, fue descubriendo que la misma venía de pequeños peces que parecían luciérnagas del mar, quienes descansaban sobre un barco completamente destruido y viejo.

Era la embarcación del antiguo Pirata de Fuego.

«¡En verdad lo encontré!», se llenó de júbilo. Ahora nada más tenía que descubrir la manera de encontrar un pedazo de papel en medio del agua.

«Es imposible», el rumbo de sus pensamientos se dirigió a un lugar peligroso.

A medida que se acercaba, algunos de estos animales se movieron, pero otros se quedaron a ayudarlo a alumbrar el lugar, como si confiaran en él. Tenían características muy extrañas, algunos eran tan pequeños que podrían caber con facilidad en la palma de su mano, otros eran casi la mitad de su tamaño. Pero no les temía, se sentía seguro con ellos alrededor.

Mizu volvió su atención al objetivo. Sintió una extraña tristeza mientras veía los restos de la embarcación, pasó sus manos por la madera que sobresalía y le dieron escalofríos de tan solo imaginar lo que ocurrió en ese barco hace tanto tiempo. Las velas estaban cortadas y llenas de agujeros, las cuerdas ahora solo eran delgados hilos que podían llegar a deshacerse ante el mínimo contacto. Se preguntó si aquel legendario pirata hubiera imaginado alguna vez que la embarcación por la que tanto luchó terminaría siendo nada más que un punto en el océano.

Las luciérnagas del mar lo siguieron cuando fue adentrándose más dentro del paupérrimo barco. Todo estaba desolado, ni siquiera había rastros de los cuerpos de los navegantes. Mientras más exploraba, la soledad más lo invadía. Profundizó un poco más, pero solo encontró pedazos de botellas y bolsas descocidas. Estuvo a punto de abandonar su búsqueda, cuando sintió una urgente necesidad de avanzar más adelante. Siguió su instinto y encontró una vieja puerta destartalada e inclinada en un ángulo lamentable, Mizu pasó a través de ella y llegó a lo que parecía ser un viejo cuarto, lo dijo porque tenía casi la misma estructura que la de Keizar, sin embargo, los muebles estaban de cabeza y la litera destartalada. Mizu empezó a revisar los cajones para ver si el mapa no estaba en una de ellas, algunos eran más difíciles de abrir que otros. Cuando por fin llegó en el último que quedaba por ver, encontró un tubo de metal con una tapa cerrada herméticamente. Lo movió para saber si había algún objeto dentro de él y se alegró al sentir algo ligero moviéndose dentro.

«¿Será el mapa?»

Su corazón le decía que sí. Siguió mirando el objeto y vio que tenía un nombre escrito en él.

«Faex Fénix».

Aquel nombre solo podía ser de una persona.

Mizu se llenó de júbilo al pensar que había encontrado lo que buscaba. Salió del lugar rumbo a la superficie con la compañía de las luciérnagas, quienes permanecieron a su lado para que no se perdiera ahora que ya entró el sol, o al menos, eso era lo que le gustaba pensar.

A medida que iba subiendo, el paisaje empezó a tornarse más pesimista. Un pedazo de madera se hundió cerca de él y luego fue subiendo de a poco, podía ver un poco de fuego desde su posición. Cuando por fin salió a la superficie, tomó profundas respiraciones para adaptarse de nuevo al aire en sus pulmones. Miró a su alrededor y vio que no solo era un pedazo del barco lo que había salido volando, sino que varias partes de la embarcación. Su corazón se encogió de miedo al imaginar lo peor para el Drágora.

—¡Por fin subes! —casi se hundió de nuevo por el alivio de escuchar a Keizar desde arriba.

Antes de poder responder algo, le lanzó una cuerda para que pudiese subir. Mizu colocó el tubo en su cintura y se sujetó a la soga para que el capitán pudiera subirlo.

La atmósfera de arriba, era devastador comparado con la calma del océano.

Todo estaba destruido, había hombres tirados al suelo y sangrando mientras que otros seguían contraatacando. El barco enemigo, que hace pocos minutos estaba lejos, ahora rozaba al Drágora. El barco tenía múltiples daños, tanto en la cubierta como en las velas y otras partes. Para su alivio efímero, al menos pausaron el ataque. Mizu podía ver como la esperanzas de poder salir ilesos de esta, abandonaba a los tripulantes y en vez de eso, el ambiente se llenó de incertidumbre y sobre todo, temor.

—¿Estás bien? —le preguntó Keizar tomándolo de los hombros. Aquel simple contacto, logró tranquilarlo un poco. Asintió—. No tenemos tiempo, niño, nos van a emboscar ni bien terminen de orillarse. No podemos huir ahora porque la mayoría está herido, por lo que solo nos queda hacer una cosa.

«Luchar hasta el final».

—Hagámoslo. Después de todo, ahora ya soy parte de esta tripulación —Mizu sonrió al ver la cara de confusión de Keizar, luego se levantó la vieja prenda que tenía dejando ver lo que llevaba en la cintura. Los ojos de Keizar resplandecieron.

Una pequeña chispa de esperanza volvió a él. Al chico le alegraba poder aportar al menos en algo para levantar los ánimos. Los demás navegantes se fijaron en lo que Mizu trajo consigo y al igual que Keizar, se sintieron renovados al saber que un tesoro de gran magnitud podría caer en sus manos.

Ahora al menos tendrían de nuevo ganas de luchar.

—Eso es, niño —Keizar sonrió de alivio—. Aunque ahora debo decir, ¿pequeño pirata? Antes de celebrar, debemos mostrarles a estos idiotas de qué estamos hechos —Keizar le pasó la espada de Fuego.

Ya que Theo y Agata estaban atendiendo de ese lado a los tripulantes por órdenes del capitán, estos pudieron escuchar lo que dijo el capitán. Vitorearon por la pequeña victoria, como si el espíritu de lucha se hubiese renovado. Incluso Theo lucía aliviado. Mizu ahora estaba más que orgulloso de haberlo logrado.

Sin embargo, la celebración no pudo durar mucho tiempo.

«Ellos están aquí».

Un golpe fuerte se sintió en el otro costado del lugar, como si algo se hubiese incrustado a ellos. Mizu perdió el equilibrio, pero fue interceptado a tiempo por el capitán.

Ambos fueron corriendo a la zona donde hubo el ruido y se encontraron con un ancla siendo incrustado por la madera mientras que una plancha era puesta desde el punto enemigo para conectar ambos barcos.

Mizu se alegró de ver a Neim, Evan, Torment, y demás caras conocidas todavía de pie, le preocupó Bastian, pero confió en que aún estaría donde lo dejó.

Todos estaban en alerta y esperando al enemigo, unas personas vestidas de negro cruzaron la plancha. Tenían espadas en la cintura y contrario a ellos, lucían impecables. Luego, como si disfrutara de su entrada triunfal, pasó el que parecía ser el capitán. Su chaleco negro estaba bordado con hilos dorados en patrones complejos y detalles en rojo, una espada colgaba de su cintura con galantería, los pantalones, oscuros como el resto de su atuendo, combinaban con el paisaje lúgubre del momento; y, como cualquier capitán, un sombrero adornaba su cabeza dejando entrever una cabellera oscura y atada en una cola.

—¡Eres tú! —Keizar afirmó insólito al ver a la persona que estaba viniendo a pasos lentos junto a él.

Lo sorprendente del hecho era que Mizu también reconoció su rostro.

—Polaris —murmuró. Ahora Mizu estaba aún más confuso.

—¿Me conoces? —replicó el hombre acercándose a ellos. En cuanto se acercó lo suficiente, reconoció tanto a Keizar como a Mizu que también estaban estupefactos al verlo.

—Cuando Mizu me dijo tu nombre, no pensé que en realidad se tratara de uno de los piratas más conocidos del océano. Pero mírate, eres tú, Polaris el saqueador.

A medida que se acercaba, Mizu confirmó que tal y como pensó, ese hombre era el mismo que estuvo llorando para que no lo delaten frente al vendedor de Agamar. No podía creer la dicotomía entre aquel hombre tembloroso y miserable al que no pudo negarse a ayudar y el majestuoso pirata que estaba frente a él haciendo alarde de la tecnología que poseía y que era capaz de derrotarlos sin siquiera mover el dedo.

—¿Quién diría que el capitán del Drágora era realmente aquel hombre huraño que me hubiese delatado sin piedad ante la más mínima oportunidad?

—¿Cómo supiste donde encontrarnos? ¿Nos estuviste siguiendo todo este tiempo? ¿Qué es lo que quieres?

—Una pregunta a la vez, querido capitán. Pero antes, me gustaría saludar a mi dulce salvador —Polaris desvió la atención hacia Mizu.

—¿Qué quieres de nosotros? —Mizu no estaba siendo nada amable.

«Si tan solo no lo hubiera dejado escapar, nadie hubiera resultado herido», pensó con impotencia.

—Creo que ya no seré tratado con la misma gentileza de antes —Polaris hizo una exagerada mueca triste—, es una lástima, podríamos haber sido muy buenos amigos —le acarició el mentón. Mizu se alejó de él.

—¿Vas a dejar de jugar y decirnos lo que quieres de nosotros? —Keizar estaba furioso, Mizu pocas veces lo había visto así. No era para menos considerando que el Drágora estaba a punto de ser saqueado y hundido.

—Sé que están pensando que los manipulé para poder seguirlos, pero no es así, incluso yo estoy sorprendido de encontrarlos aquí —Polaris empezó a caminar alrededor. Todos estaban tensos esperando la confrontación. Neim vigilaba cada movimiento que hacía como si su vida dependiera de ello. No por nada era la segunda al mando—. Digamos que me ha llegado la información de que un grupo de piratas iba a buscar el mapa del antiguo Pirata de Fuego.

«¿Cómo puso haberse enterado de eso?».

—Fue ese maldito viejo, ¿no es así? —gruñó Keizar.

Mizu retiró todas las palabras de agradecimiento que le dio antes al anciano, ese hombre nunca le cayó bien, debía hacerle más caso a su instinto.

—En efecto —Polaris se mostraba cada vez más divertido a medida que avanzaba en su relato. Caminaba con gracia por la superficie que había sido violentada por órdenes suyas como si disfrutara del paisaje desolador que ocasionó—. Al principio no le di importancia porque ustedes saben, muchas personas han intentado buscar el mapa antes, pero no han podido encontrarlo por los animales peligrosos que rondan el antiguo barco. Algunos pocos que se han atrevido juraron que parecían guardaespaldas custodiando a la antigua embarcación, listos para devorarlos en cuanto se acercaran lo suficiente.

—¿Animales peligrosos? —murmuró Mizu para sí mismo. Estaba bastante seguro de que aquello no podía ser cierto, ya que con él se comportaron como si fuesen viejos amigos.

—Pero esta vez, el viejo guardián de la costa me dijo que sería diferente, me lo juró inclusive —continuó Polaris—. Por lo general no creo en delirios de personas mayores, pero algo me decía que lo escuchara. Eso y el hecho de que la información que quería venderme, me resultó muy cara. No tuve más opción que asegurarme de que fuera verdad.

—Tonterías, nosotros no tenemos ningún mapa. ¿Cómo podríamos haber llegado tan profundo? —replicó Keizar, sus hombros estaban hundidos por el cansancio, pero su mirada no perdió el brillo tenaz que lo caracterizaba—. Tus ataques fueron en vano.

—Mientes. El anciano me dijo que ustedes tenían una forma de hacerlo. Si no, ¿por qué mi dulce pirata está empapado de pies a cabeza? —Era verdad, Mizu estaba mojado hasta las narices y encima no llevaba zapatos. A pesar de que no era prueba suficiente de que había ido en lo profundo del océano, Polaris no parecía ser de los que aceptaban una negativa con facilidad.

—Codiciar lo que los demás tienen al punto de robarlo, es algo que viene de sangre, por lo que veo —Neim se metió en la conversación.

Aquello fue como si hubiese prendido una chispa dentro de Polaris.

—¡Eso no es verdad! ¿Quién te dio el derecho de hablar? —El hombre reaccionó con bravía—. Contrario a lo que ustedes piensan, mi abuelo jamás traicionó al Pirata de Fuego, ¡él era un hombre con honor!

—¡Un hombre con honor no planea una emboscada en contra de su mejor amigo para robarle lo que acumuló en toda su vida! —vociferó Keizar.

Polaris perdió la compostura y sacó su espada para atacar a Keizar, pero el capitán no se dejó llevar por el cansancio y se levantó justo a tiempo para contrarrestar el ataque. El choque de espadas tintineó en todo el barco. Los tripulantes que todavía estaban quietos mirando la confrontación, se movieron para tratar de ayudar a su capitán, pero los guardaespaldas de Polaris también se movilizaron y empuñaron sus espadas colocándose en modo de ataque. Uno de ellos levantó la mano y desde el barco enemigo, decenas de cabezas se asomaron para demostrarles que estaban listo para la batalla.

«¿Polaris era en verdad el nieto del aquel que traicionó al Pirata de Fuego?», las palabras de Neim y Keizar quedaron resonando en su mente mientras que su cuerpo se tensaba al igual que el del resto.

—¡Él era un buen hombre! —Polaris exclamó moviendo su espada sin detenerse—. ¡El gran Sirius jamás codició lo que su mejor amigo tenía! Incluso pidió varias veces a sus demás aliados que no llevaran a cabo el ataque. ¿Pero sabes lo que hicieron aquellos malnacidos? ¡Lo amenazaron para que fuera con ellos! ¡Él no tuvo otra opción! —Las venas sobresalían del cuello de Polaris a medida que gritaba.

Atacó una y otra vez a Keizar, quien a duras penas se estaba conteniendo con movimientos que ya estaban siendo más lentos debido al desgaste físico del ataque anterior. Tanto Mizu como el resto de la tripulación, tenían las armas listas para también atacar, pero no podían moverse debido a la amenaza que ejercía el enemigo sobre ellos.

—¿Pues qué diría el benevolente Sirius si viera lo que su nieto está haciendo ahora mismo? —lo provocó Keizar. Su cuerpo podría estar agotado, pero su lengua era tan aguda como siempre.

—Sin importar o no el honor que tengamos, seguimos siendo piratas —Polaris pausó el ataque para poder recobrar la compostura.

—¿Estás bien? —Mizu fue con tanta rapidez como pudo hasta Keizar, quien no se veía bien. El capitán asintió con la cabeza sin apartar la mirada de Polaris.

—Contrario a las historias que cuentan, Sirius intentó ayudar al Pirata de Fuego en la batalla a pesar de que su vida y la de su familia estaban en riesgo, cuando ya no había esperanzas de poder huir, él mismo le entregó el mapa a mi abuelo en señal de que no importaba lo que había hecho, peleó a su lado hasta el final. Pero ni siquiera él pudo sobrevivir. Jamás hallaron su cuerpo, ni la del Pirata de Fuego ni la del resto de la tripulación. Todos ellos desaparecieron.

Mizu era testigo de aquella afirmación, en todo el recorrido que hizo en el océano, no vio restos de nadie, ni siquiera huesos o alguna tela que fuera parte de la vestimenta de los navegantes.

—¿Cómo sabes que esa es la verdadera versión si tu abuelo murió en combate antes de decírtelo? —soltó Neim con escepticismo.

—Un pirata que mi padre acogió en su tripulación me lo confesó antes de morir. Todo ese tiempo pensé también que mi abuelo era un traidor, he vivido con la vergüenza de ser el nieto de Sirius, el codicioso. ¡Pero ya no más! No dejaré que nadie pisotee su nombre de nuevo y reclamaré lo que me pertenece por derecho. El tesoro del Pirata de Fuego. Por tanto, lamento decirles que tendremos que matarlos para encontrar lo que vinimos a buscar.

—¡No tenemos ningún mapa! —mintió con descaro viendo que era la única opción que tenía. No le daría a nadie algo que consiguió mediante su esfuerzo.

—¿Entonces, ¿qué es eso que llevas en la cintura? —Polaris fue tan rápido, que nadie pudo reaccionar cuando blandió la espada haciendo un corte perfecto en su camisa, poniendo el tubo en descubierto

—¡¿Mizu, estás bien?! —vociferó Keizar, quien estuvo a punto de ir a su lado para poder ver si tenía heridas, pero Polaris fue más veloz y ya tenía la espada apuntada hacia él para que no pudiera moverse.

—Ese objeto coindice con la descripción exacta que me dieron del mapa—los ojos de Polaris brillaban de malicia—. Ahora dámelo

—Hablas mucho de honor, pero veo que contrario a tu abuelo, tú careces de él —dijo el chico.

—¿A qué te refieres, mi dulce pirata? —replicó.

—Te declaraste en deuda conmigo y me juraste por tu honor que me devolverías el favor —Mizu recordó la promesa que le hizo Polaris cuando lo ayudó.

—¿Hice eso? —preguntó.

Polaris fingió quedarse pensativo unos segundos y luego, en un abrir y cerrar de ojos, llevó su espada para hacer un corte en el pecho de Keizar, el hombre se defendió como pudo del repentino ataque, su resistencia ya iba menguando debido a la lucha que había llevado a cabo desde el principio. En uno de esos ataques, Polaris rozó la garganta de Keizar, quien en su intento de defenderse, chocó su espada contra la de él. Sin embargo, a pesar de que no resultó herido, la hoja de la espada de Polaris se desvió hacia la cabeza de Keizar, cortándole unos mechones de pelo y haciendo que el parche que llevaba siempre consigo, cayera al suelo luego de ser cortado por accidente.

Con tanta rapidez como le fue posible, Keizar se llevó una mano para tapar el ojo vendado ocasionando que bajara su defensa ante el enemigo. En ese momento, Polaris aprovechó para arrojar la espada de su contrincante lejos y apuntar su hoja a la yugular de Keizar, quien ahora se encontraba inmovilizado.

—Es verdad, te debo un favor —empezó diciendo Polaris sin dejar de vigilar a Keizar—. Tenía planeado matar a todos en esta tripulación —en cuanto dijo esto, todos sus compañeros avanzaron unos pasos más cerca de Mizu y los demás—, pero en vista de que mi deuda debe ser saldada, te concedo la oportunidad de elegir entre dos opciones: Dame el mapa o mato al resto de la tripulación empezando por tu capitán. El mantenerlos vivos, depende de ti.

Mizu estaba sudando por los nervios, aquellas manos que sostenían la espada del Fénix, se sintieron pesadas e inútiles. A pesar de que pareciera que Mizu tenía el poder de decisión, no era de ese modo, no importaba el resultado, Polaris se quedaría con el mapa. Keizar lo miraba con ferocidad, como si estuviera incitándolo a luchar a pesar de todo. El resto, intuyendo que la animosidad que demostraron hacia el chico daría lugar a una negativa para salvarlos, se tensó y de inmediato todos ellos se esparcieron alrededor para empezar la batalla.

—¡Alto! —gritó Mizu—. Quieran o no ahora soy parte de esta tripulación, por lo tanto, no dejaría morir a mis compañeros —agarró el mapa que llevaba colgada de la cintura y lo tiró a las manos de Polaris—. Ahora, suelta a mi capitán y déjanos en paz.

Todos estaban tensos y expectantes a la decisión de Polaris, pero manteniéndose fiel a su palabra, bajó la espada y dejo libre a Keizar.

—Haz elegido bien, Mizu. Gracias a ti, mantendré libre a tu tripulación —En medio de todos, abrió el tubo con el nombre de Faex Fénix grabado y del interior sacó un papel amarillento por sus años de vejez—. ¡Este mapa no está completo! —Tanto Keizar, como el resto, estaban anonadados también por el descubrimiento de Polaris.—. ¡¿Dónde está la otra parte?! —preguntó con furia.

—¡Así fue como la encontré! ¡Lo juro! —gritó Mizu.

—Antes me has mentido a la cara también diciendo que no lo encontraste, ¿cómo podría creer en ti ahora? —replicó Polaris. Se lo veía desconcertado y fuera de sí.

—¿Qué ganaríamos nosotros partiendo el mapa a la mitad? ¡Ni siquiera tuvimos tiempo de abrir el tubo debido al ataque! Eso que está ahí es lo que encontramos, no tenemos más. ¿Por teniendo en cuenta nuestra situación? —lo defendió Keizar todavía con la mano tapando su ojo derecho. Se notaba a simple vista que aceptar que estaba a merced del enemigo, era humillante para él.

Polaris estaba iracundo, Mizu podía ver su rostro decorado en rojo debido al enojo, pero luego de pensar en las palabras de Keizar, entendió que tenía razón.

—No importa, tarde o temprano tendré la otra mitad —se dio la vuelta para volver a su embarcación, pero Neim lo atajó.

—¡Detente! ¿Qué pasa si te digo que sé donde descansan los restos de tu abuelo, el gran Sirius?

La mujer estaba tensa por la clara derrota de su tripulación, pero todavía había fuego en su mirada. Se mordió los labios en cuanto atajó a Polaris, como si no hubiera querido decir lo que salieron de sus labios. Su ceño fruncido se profundizó aún más que antes debido al conflicto que se libraba dentro de ella.

—¡Neim! ¿Qué estás haciendo? —le preguntó enojado el capitán.

Mizu no entendía qué estaba pasando, pero podía darse cuenta que lo que Neim estaba por hacer, era una terrible idea desde el punto de vista de Keizar.

—Cuida tus palabras, pelirroja —contestó Polaris con mortal seriedad al darse la vuelta para enfrentarla.

—No estoy mintiendo, yo sé donde yace el cuerpo de tu abuelo, incluso sé que todavía está en perfecto estado, tal y como el día de su muerte —Neim dio un paso al frente para enfrentar al enemigo—. Si quieres verlo de nuevo, yo tengo la solución.

—¿Cómo podrías saber eso? ¡Nadie lo hace! —Ahora, en vez de lucir como un hombre poderoso, Polaris se veía un poco vulnerable.

—Neim... —advirtió Keizar negando la cabeza con resignación.

—Está bien, capitán, sé lo que hago —volvió a fijar su vista en Polaris—. El cuerpo de tu abuelo se encuentra en el clan Fénix, pero solo puedes llegar a ese lugar con la ayuda de alguien que pertenezca a él.

—¿En el clan Fénix? ¿Cómo es eso posible? —La postura firme del hombre dio paso a unos hombros caídos por el impacto de la noticia.

—Eso no es lo importante ahora —Neim se notaba tan segura que era imposible dudar de lo que estaba diciendo—. Hagamos un trato, si te entregamos el cuerpo de tu abuelo, nos darás el mapa.

—¿Cómo sé que puedo confiar en ti? —replicó, ofuscado por las palabas de Neim—. Dijiste que solo un miembro puede llegar al lugar.

—Porque yo soy un miembro del clan Fénix.

Mizu quedó con la boca abierta ante tal revelación.

«¿Qué acaba de decir? ¿Neim? ¿Del clan Fénix?».

Al parecer la noticia no solo sorprendió a Mizu, sino también al resto del Drágora. A todos menos a Keizar, que miraba a Neim como si hubiese tomando la peor decisión de su vida.

—Entonces, pelirroja, tenemos un trato. 




FINAL DE LA PRIMERA PARTE: LAS PRUEBAS DE MIZU.



Hola a todos, ¿qué les va pareciendo la historia hasta el momento? ¿Tienen algún favorito? ¿Alguien que no les termina de agradar? ¿Shipps? Me gustaría leerlos. 

Por cierto, les traje una imagen de cómo me imagino a Polaris, pero es versión 2D, tendría que buscarme uno de carne y hueso para la próxima xd

No se asusten por las palabras de arriba, lo que está finalizando es solo la primera parte, continuaré con la segunda en este mismo libro. 

Nos vemos y recuerden que los quiero ♡


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