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🐲1. Sky: Mi amigo no tan imaginario 🐲


Kayda

En el imperio moderno de Zhayna Zodiac, el reino dragón, ha gobernando sobre los doce reinos por más de cinco mil años. Aunque, tiene muchos secretos ocultos que mantienen su inestable poder en la actualidad.

—¡Qué tontería! —dijo Sky, mi amigo imaginario.

El pequeño dragón de escamas azules y ojos dorados, tenía llamas escapando de su mirada por el enojo. Si no supiera que era un producto de mi imaginación, incluso habría dicho que parecía más enfadado que yo.

—Es una invitación de la emperatriz viuda. Esta vez no puedo rechazarla aparentando un resfriado, pero lo intentaré —suspiré, terminando de colocarme los incómodos zapatos de tacón alto, que llevaría para visitar el palacio.

—¿Cómo se atreven a llamarte a estas horas de la noche? Tu padre dijo que lo arreglaría todo y no lo hizo ¿Por qué deberías ir al palacio cuando apenas y dormiste cinco minutos? —reclamó Sky, observándome, mientras desarreglaba el elaborado peinado  que me hicieron mis damas hace apenas unos minutos, para lucir agripada.

—A mi padre, tampoco le gusta el compromiso con el emperador, es por eso que inventó lo de mi enferma, sin embargo, la emperatriz viuda sigue presionando para que conozca a su hijo y no puedo negarme esta vez —me incliné hacía delante, para tomar la fotografía que había puesto en el marco del espejo.

Aquella imagen me mostraba con el modesto vestido que usé, para mi celebración de cumpleaños número dieciocho. Hace una semana atrás cumplí la mayoría de edad y eso solo significaba que el compromiso con el joven emperador, estaba cada vez más cerca.
Slang Jett, era el emperador de Zhayna Zodiac, que con solo diecinueve años de edad, debía aceptar un matrimonio arreglado para tener un heredero, antes de que la maldición se hiciera presente.

—Sky, ¿dónde estás? —pregunté al notar que había desaparecido de mi habitación.

Como era usual, mi imaginación se iba perdiendo con forme crecía y las veces que hablaba con Sky, eran cada vez menos.

Suspiré al pensar que tal vez ya era demasiado mayor para tener un amigo imaginario, pero no había podido olvidarme de él.
Sky estuvo conmigo desde mi infancia, durante los tiempos difíciles cuando estuve realmente enferma a los cinco años y también cuando tuve dificultades dentro de la academia. Con el tiempo Sky pasó de ser mi amigo de juegos a ser un compañero con el que podía desahogarme, de tanto tristes como de enojos, él solía ser mi apoyo cuando estaba triste y molestarse por mí cuando estaba enojada, ya sea por el compromiso o por vivir fingiendo ser frágil por mi bien, él me ayudaba escuchando mis problemas.

Y es que siendo la hija del duque Galar; un héroe militar, perteneciente a la casa del dragón azul y nombrado mano derecha de la corona; mi vida era muy diferente a la que pudiera tener cualquier otra noble de bajo rango en el imperio.

Mi compromiso con el emperador no era casualidad, así lo había decidido la emperatriz viuda incluso antes de mi nacimiento. Y es que debido a la maldición, no solo los dones de nuestra gente fueron robados, sino también los años de vida de los descendientes directos de la familia imperial.

—Kayda, ¿por qué tardaste? ¿no sabes que es peligroso de noche? Tus padres ni siquiera están aquí, solo enviaron una limusina para llevarte —reclamó Sky, estaba esperándome en la puerta del auto para que entráramos juntos.

—La emperatriz fue muy amable al enviar un auto por mí —sonreí al tipo que abrió la puerta para dejarme entrar.

—Cuando se trata de la señorita, la emperatriz siempre está muy feliz de poder ayudarla —mencionó invitándome a pasar—. Sus padres esperan en la fiesta, el duque Galar me indicó que la llevará de forma segura al palacio, no tiene de que preocuparse —añadió al verme subir.

—Gracias por todo —sonreí y esperé a que la puerta de la limusina se cerrara para hablar con Sky—. Como sospechaba, la emperatriz viuda, retuvo a mis padres para asegurarse de que esta vez fuera a verla en persona —suspiré sabiendo que lo tendría difícil intentando evadir un encuentro con el emperador.

—No los entendiendo, ¿por qué desear tan desesperadamente un heredero, y no pensar en comprometer a otra joven para tenerlo?

—Yo también me lo preguntó —respondí a Sky, aunque sabía que era algo tonto de mi parte pensar en ello—. Por lo que sé, el emperador es muy guapo. Aunque, oculta su belleza detrás de un antifaz, he escuchado rumores de que sus ojos son hermosos —añadí recordando algunos cotilleos, de los ayudantes en la mansión, eran personas que antiguamente trabajaban para el palacio.

—Si no fueras la hija del único ducado, que todavía no tiene relación con palacio, podrías hacer lo que quisieras —soltó de pronto, jamás imaginé que mi subconsciente o cualquier parte de mis pensamientos que diera vida a Sky, estuviera tan molesto y reflexivo aquel día.

—Bueno, no es algo que yo pueda cambiar. La familia imperial ha estado buscando hacer a sus herederos más fuertes mediante uniones con la nobleza —recordé, pues era una práctica común en los matrimonios de la familia imperial.

Los antiguos emperadores desde hace doscientos años, empezaron a tomar como esposas a las hijas de los ducados que tenían como ancestros a los espíritus primordiales de los dragones elementales. Aquellos dragones eran subordinados fieles del sagrado espíritu dragón, con ellos pensaron que en algún punto sus descendientes superarían la maldición y los dones regresarían al reino. Pero, hasta ese momento, no había funcionado y mi familia era la única que les falta, para unir a todos los dragones elementales en la siguiente generación.

Existía la ambigua esperanza de que mi unión con el emperador, diera inicio a una nueva era, donde los dones regresarían y el reino del Dragón volvería a levantarse junto con el imperio a su antigua gloria. Algunos lo llamaban profecía, otros destino, en lo personal me gustaba llamarlo una absurda tontería.

—No se merecen volver a tener los dones —replicó Sky dando un resoplido, exhaló un poco de fuego por su boca.

—Ya cálmate, resolveremos esto pronto. Recuerda que hay quienes propusieron a Abby Colinson, del reino de Horse para ser la esposa del emperador en mi lugar —recordé con alegría—. Ella heredó los dones de velocidad y teletransportación por ser familiar del rey de Horse, Abby es la sobrina del rey. Es una buena candidata a esposa para el emperador, estoy segura que él también lo sabe.

Y es que si Abby se convertía en la madre del heredero, los dones de su reino podrían transmitirse a la siguiente generación de la familia imperial. Además, el reino Dragón y el reino de Horse siempre tuvieron una buena relación diplomática. Aquel matrimonio era una buena oportunidad, para asegurar una alianza mucho más estrecha con el reino, que tenía una posición privilegiada cerca al enemigo.

—El reino Serpiente, no volverá a ser una amenaza, si esa unión se concreta. Algunos nobles ya lo saben —mencioné, recordando todos los datos que había logrado reunir, para enviárselos a la facción que no me quería como emperatriz.

Les otorgué una oportunidad de oro, para que cooperarán indirectamente e interfirieran con mi matrimonio arreglado. Aunque, estaban tardando más de lo que imaginaba, al menos llegué a saber de una buena fuente, que ya habían invitado a la señorita Abby Colinson al palacio. Si lograba que la emperatriz viuda le diera la oportunidad de casarse con el emperador, podría ahorrarme el trabajo de escapar el día de la boda, pero antes que nada debía asegurarme de que todos creyeran en mi enfermedad inventada. Así nadie apoyaría el matrimonio entre el emperador y una chica que era tan frágil como una hoja.

—¡Kayda! —gritó Sky en señal de advertencia.

En ese instante las alarmas empezaron a resonar dentro de mis pensamientos, muy superficialmente sobre una sospecha que tenía desde hace un tiempo. Pero, no era el momento para eso, porque mi vida estaba en peligro.

—¡Kayda! —repitió en un segundo llamado.

Ya había volteado a verlo, sentí cuando el auto se detuvo y también escuché algunos estruendos en el cristal blindado de la limusina, pero todavía no entendía porque mi cuerpo no se movía. Sky estaba a mi lado, lo imaginaba flotando a mi alrededor en su pequeña forma de dragón, él si podía moverse, pero yo no.

La puerta de la limusina estaba siendo abierta a la fuerza, todavía no habíamos llegado al palacio y no habían guardias cerca. El vidrio empezaba a ceder y al grietarse tomaba color aunque, yo aún no podía ver quienes eran los atacantes. Aquel que diseño ese auto debió ser un tonto, por no colocarle lunas polarizadas que dejarán ver desde dentro del vehículo hacia fuera.

—¡Kayda reacciona y salgamos por la derecha! —Sky se acercó y chocó su cabeza en mis manos alentándome a moverme.

No entendía como, pero mi cuerpo que antes parecía una roca pesada, se aligero con su toque. Me apresuré a sacarme uno de los tacones para usarlo como arma y con el que me quedaba abrí la puerta del auto, desde dentro con una patada. Había solo una persona encapuchada tratando de abrir la puerta de ese lado y otras dos más al lado izquierdo del auto con los rostros completamente cubiertos.

Fue una buena decisión haber salido por la derecha, de otro modo habría sido atrapada, por los otros dos que me esperaban a la izquierda. Ahí tuve una segunda alerta, ¿o había tenido suerte confiando en mi subconsciente, o mi mejor amigo, Sky, me ocultaba algo?

Le tiré al tipo frente a mí el tacón a la cabeza y así fue como emprendí una carrera por mi vida. El vestido era incómodo para correr, pero, ya que no tenía cintas o vuelos era más fácil de transportar. Agradecí a los cielos ese día, por vivir en una época en donde los vestidos son más modestos y ligeros, porque eso me ayudó a seguir corriendo para perder a mis perseguidores dentro de aquel tenebroso bosque.

Y es que cuando salí corriendo sin dirección fija, noté dos cosas. La primera, era que el auto se detuvo en medio de un bosque oscuro, que no llegaba a reconocer por lo oscuro de esa noche y, la segunda, fue que el conductor de la limusina no estaba. Eso me hizo pensar, que probablemente él fuera parte del plan para capturarme. De cualquier modo, no me detuve a pensarlo y seguí corriendo esperando que el bosque me ayudará a ocultarme.

—Kayda, por aquí —me avisó Sky, de una cueva en medio de los árboles en donde podría ocultarme.

—¿Cómo supiste qué eso estaba ahí? —cuestioné sintiendo más qué confundida.

Quizá debía decir, ¿cómo supe yo, qué eso estaba ahí? De todos modos, cuando escuché pasos por el césped, me oculté en el lugar indicado junto a Sky.

Mi corazón latía más fuerte de lo que mis oídos podían soportar escuchar, y ese latido opacaba el sonido exterior al que debía estar atenta para escapar, pero era difícil controlar mis impulsos en una situación como esa.

—Tranquila, todo estará bien —susurró Sky, rodeándome con su cola sobre mis hombres para consolarme.

Estaba aterrada, pero sus palabras y su tacto cálido me hacían sentir un poco mejor. Aquella sensación, aunque, resultara ser un producto de mi imaginación, se sentía real y reconfortante. Nunca entendí la razón por la cuál podía tocarlo y sentir su calidez, cuando se suponía que mi amigo no existía realmente.

Esa fue la tercera señal, pero no tuve tiempo de reconocer y unir todas esas piezas en su momento, porque pronto la sensación de alguien observándome me escarapelo la piel.

—¡La encontré! —gritó la persona que me había encontrado escondida en aquella cueva.

No tenía escapatoria, lo supe en el instante que observé al tipo sacar un arma de viento. Solo los descendientes del sagrado espíritu Gallo, tenían la habilidad para crear cuencas de viento y usarlas como municiones de bala.

Mis atacantes pertenecían al reino del Gallo, aliados del reino de Horse. Ya había escuchado esos rumores antes, se decía que ellos buscaban unir a la princesa Abby con el emperador Slang, buscando formar una alianza para su propio reino, mediante el Reino de Horse, que ya era su aliado, entablarían un convenio. Por supuesto, solo sería posible después de que Horse, tuviera un vínculo directo con el reino Dragón. Para mi desafortunada suerte, como prometida del emperador, yo era el mayor obstáculo a para sus planes.

Por los siguientes segundos que observé al sujeto delante de mí, desenvainar el arma, lamenté terriblemente haber sido quien difundió la idea, para que la princesa Abby fuera candidata a esposa del emperador. Pero, solo fue por unos segundos, porque al momento de disparar algo particularmente interesante sucedió.

Cabello marrón oscuro y tan brillante como la cubierta de un pastel de chocolate recién horneado, ojos color dorado infernal con ese destello particular que había visto antes y se me hacía muy familiar. Vistiendo un antiguo atraje de príncipe, con un saco color celeste, que parecía de una época pasada, estaba un chico parado delante de mí.
Se encontraba deteniendo las balas de aire con una sola mano y desviándolas a las esquinas de roca de la cueva.

Cada impacto en la piedra se escuchaba claro, el sujeto que seguía disparando y no sabía lo que ocurría a su alrededor. Desde su perspectiva posiblemente me veía parada detrás de un escudo invisible, con una tenue luz brillante de color azul que desviaba las balas, impidiendo que me hiciera daño.

—¿Quién eres? ¿Qué demonios está pasando aquí? —gritó cuando llegó al límite de sus habilidades. Ya no podría seguir fabricando balas de aire con su don.

Sin embargo, era muy pronto para pensar que estaba a salvó. Pues sus amigos llegaron junto a él y tenían dos armas de viento más con ellos.
En ese momento, cuando todo era más peligroso, la figura de aquel chico que parecía que solo yo podía ver, se giró y me miró directamente a los ojos.

Solo entonces, logré darme cuenta de su identidad. Se trataba de Sky, mi amigo imaginario, o quizá debería decir que no era tan imaginario como yo pensaba.

Continuará...

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