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T.4.23.

Si algo odiaba de verdad con toda su alma la joven Jean es el clero. Cualquier clase de clero, ya sea abrahámico, budista o sintoísta. Algo se revolvía en su interior cuando pensaba en esos hombres manipuladores, mentirosos, corruptos, quienes habían atrasado el avance científico en Europa y en Oriente Medio, quienes acaparaban toda la tierra y la hacían trabajar a los pobres e ignorantes jornaleros sin tener que sudar ni una gota, quienes abiertamente exaltaban a unos criminales de guerra... Pero no siempre pensó así del clero la joven Jean. Desde que era pequeña en un pequeño pueblo francés de la región de la Vendée, siempre sintió devoción por el sacerdote del pueblo, el cual siempre ayudaba a los más necesitados y cumplía al pie de la letra los buenos preceptos de la Biblia. Pero el sacerdote murió muy joven y vino a sustituirle otro sacerdote proveniente de la región de Normandía.

Sería este nuevo sacerdote en el pueblo el que provocó total repulsión en Jean a la Iglesia, aunque al principio fuera poco a poco: ya no atendía a los más necesitados del pueblo, las misas siempre se hacían pesadas y cada vez asistían menos y menos feligreses. Todo iba cuesta abajo en la feligresía y el sacerdote tampoco ayudaba a guiar al rebaño. Un día se le encontró a las afueras del pueblo en un prostíbulo, algo que para asombro de una joven Jean no causó ninguna alarma en el pueblo o en la archidiócesis de Poitiers. Cada vez Jean no sabía cómo reaccionar ante el estado de la Iglesia, y viendo como la acción social que el anterior sacerdote había dejado de hacer la estaban realizando ahora el principal sindicato obrero francés, decidió unirse a éste.

Una cosa llevó a otra y Jean escaló en el sindicato obrero gracias a la ayuda que había ofrecido, las huelgas que había promovido en contra de los terratenientes franceses de la región en favor de los campesinos, las agitaciones y propaganda que había ido difundiendo por toda la región. Llegó entonces un día a la sede local del sindicato un portavoz del Partido Comunista Francés, pidiendo en el sindicato una muestra de hermandad obrera y lealtad a la causa proletaria francesa. Fue en ese momento que la joven Jean, ya muy experimentada y versada en la lucha de clases y la solidaridad obrera se ofreció para esa prueba: ella sería la que, con sus manos proletarias, liberaría a su pueblo del sacerdote que le había hecho perder la fé. Así hizo una noche cuando se coló en la casa donde vivía el clérigo y lo mató a sangre fría con su propia sábana. Pero sucedió algo que no se esperaba: despertó un poder oculto que tenía desde que había nacido, una Sacred Gear con la que Dios la bendijo. Irónico cuanto menos que la despertó matando a un ministro de Dios, por muy descarriado que estuviera. 

Su Sacred Gear, "Blade Blacksmith" era capaz de crear espadas de aura sagrada con distintos atributos y habilidades que ella quisiera. Sería su Sacred Gear la que llamaría la atención de la Komintern, la Unión de Partidos Comunistas del Mundo. Pero de la Komintern que ella tenía constancia, la que coordinaba la acción política y activista de los distintos partidos comunistas, no, sino de su Sección Sobrenatural. Ésta estaba formada por humanos que, como ella, tenían armas con las que podían combatir a los seres sobrenaturales, incluso a los mismísimos dioses. Sería en su sede en Hunan en la República Popular China donde ella iría a una especie de campamento en la que a partir de entonces entrenaría junto los demás humanos, versarse en el materialismo histórico y marxismo-leninismo, así como conocer a su amor platónico: Guillermo. 

Pero ahora, en tierras vampíricas, es a donde el Secretario General de la Sección Sobrenatural les había mandado a ella y a Georg, un chico alemán que tenía una Sacred Gear muy poderosa, junto a varios miles de soldados humanos, tanques, carros de combates, acorazados. El objetivo de la misión era simple: llevar a Hunan a la portadora del Sephiroth Graal y, de paso, matar a cuantos seres sobrenaturales se encontrasen. La misión hasta ahora había ido sin complicaciones, pero cuando se encontraron con que la portadora no estaba, y que la Alianza Sobrenatural había contraatacado con dureza, la misión parecía abocada al desastre. Es por eso que Jean, nuevamente, se ofreció voluntaria para enfrentarse a los seres sobrenaturales. 

Pero cuando vio que, entre todos los seres sobrenaturales que estaban asediante el castillo en Cluj-Napoca, había tres exorcistas cristianos, su sangre hirvió de rabia e ira. Alzando su estoque, la forma en la que la Sacred Gear estaba desactivada, y apuntándolo a los tres exorcistas les desafió a un duelo. Los tres exorcistas desenvainaron sus fragmentos de Excalibur, Destruction, Mimic y Nightmare, mientras que Jean desenvainó su estoque y, de un rápido movimiento de esgrima, invocó dos espadas medievales europeas con una potentísima aura sagrada. 

―Bis! ―pronunció Jean en francés haciendo un gesto con la mano a los exorcistas, quienes se abalanzaron contra la francesa. 

Así dio inicio un baile de espadas sagradas a pocos metros del castillo Țepeș. Jean tomó entonces una pose defensiva ante las acometidas del ucraniano, quien había usado ya su fragmento para hacer varias copias de sí mismo y poder distraer a Jean. Por su parte, la anglicana Irina había transformado su Mimic en una katana y se intercalaba con los clones de Igor para atacar ágilmente a Jean, pero la francesa era horriblemente rápida, tan rápida que incluso a Raynare le costaba seguirla con los ojos a través del muro que había creado Ladón. No solo era su endiablada velocidad la que estaba poniendo contra las cuerdas a los exorcistas, sino su habilidad en el esgrima: ella se había centrado en su entrenamiento en Hunan en dominar su destreza con las espadas. 

Los clones de Igor, que al principio eran tres, pasaron a cinco para igualar la situación del duelo, mientras que Irina seguía atacando por sorpresa a Jean, la cual sabía contrarrestar eficazmente los ataques tanto de Irina como de los clones de Igor. Mientras, Xenovia había desenvainado su fragmento Destruction y, despacio y cautelosa, iba acercándose a Jean por un lateral que ella creía estaba al descubierto. Cuando al fin pudo detectar una finísima apertura en Jean, desplegó sus alas de ángel puro y se abalanzó con Destruction hacia un costado de Jean. Pero amarga fue su sorpresa cuando la francesa vio por el rabillo del ojo la intención de la de pelo azul y, de un salto acrobático, esquivó el ataque provocando que Xenovia cortase por la mitad a un clon de Igor. Jean sonrió con aires de superioridad y volvió al ataque. 

El duelo, que hasta ahora había estado más o menos igualado, se estaba empezando a inclinar por Jean: los clones de Igor iban cayendo rápidamente debido a la gran distinción que Jean supo detectar, no tenían iris y la pupila era un simple punto morado; la Katana de Irina era demasiado previsible y no suponía ningún desafío para la experimentada Jean, al igual que Xenovia, su Destruction era pesada y poco manejable. Sin duda estos exorcistas de pacotilla no le estaban siendo ni de aperitivo... ¿por qué no se enfrentaban a ella el actual portador del dragón galés? ¿O el Cadre Kokabiel o el mismísimo Arcángel San Miguel? Esto no era serio, ¿así pensaban vencer a Jean?

Pero Jean no pudo prevenir cómo Igor había desenvainado su arma secreta, la que había usado en el Torneo de Entrenamiento contra la ángel caída Raynare: la Maza Negra de los cosacos zaporogos ucranianos. Con renovadas fuerzas, el ucraniano y la de pelo azul, que también había invocado su arma secreta Durandal, arremetieron contra Jean, la cual aún con su velocidad no era capaz de responder: da igual qué tipo de espada sagrada invocase: de fuego, de hielo, de electricidad, gruesas, delgadas, estoques, mandobles, bastardas, nada servía contra la combinación de la Maza Negra y Durandal. Pareciera cómo si el combate estaba estaba inclinándose a favor de los exorcistas, cosa que se confirmó cuando fue Irina la que, convirtiendo Mimic en un látigo atrapó a Jean de una pierna y la derribó al suelo. 

―¡Mierda! ―exclamó Jean intentándose poner de pie, pero Irina apretó el agarre del látigo para que Igor y Xenovia se acercaran amenazantes con sus armas. 

―¿Unas ultimas palabras, sucia roja? ―preguntó frio Igor balanceando su Maza Negra horizontalmente. 

En ese momento se le vinieron a la mente a Jean recuerdos de cuando llegó por primera vez al Cuartel General de la Komintern Sobrenatural en Hunan, de cómo fue recibida como una miembro nuevo de una familia por el Secretario General Cao Cao, de cómo fue haciendo amistades con sus nuevos camaradas internacionales, en especial el español Guillermo y su pareja Cristina. De cómo fue estudiando y practicando con su Sacred Gear con todos los miembros de la Komintern, de cómo, en general, era su nueva vida como miembro de la Sección Sobrenatural de la Komintern. Entre todos esos recuerdos, evocó uno en especial...

Flashback: varios meses antes.

En la habitación donde Jean estudiaba, descansaba y dormía, la rubia francesa estaba tumbada en la cama leyendo un libro de Gramsci mientras esperaba a cenar. El entrenamiento de hoy ya había acabado y cada uno se había ido a sus respectivas habitaciones para descansar y esperar a la cena. Mientras leía el libro, alguien llamó a la puerta de Jean. Con un escueto "pase", la puerta se abrió y de esta entró Guillermo con un libro de historia. El andaluz vio a la rubia francesa y se lo dio. 

―Toma Yin, un paharito me a dixo que hoy era tu cumpleañô... ―dijo Guillermo en su típico acento cerrado andaluz dándole el libro envuelto en papel de regalos. 

―Merci beaucoup, camarade... ―agradeció la rubia tomando el regalo con sus manos dejando el libro de Gramsci en la cintura. ―¿Por qué lo haces? Si hoy cumple también Cristina... ―se lamentó la francesa abriendo el libro, uno sobre dragones y sus tipos. 

―Aunque haya paçao un año ya de çu muerte nunca la orbío, ¿Cómo podría orbidâh a la xica que me traho acá? ―sonrió melancólico al recordar a Cristina, su pareja, que había sido asesinada mientras recopilaba información de los demonios estando infiltrada en el séquito del Duque Astaroth. 

―Cierto... ―musitó Jean pasando las suaves páginas del libro que le había regalado el andaluz. 

En ese libro Jean leyó que había todo tipo de dragones, dragones que escupían fuego, dragones que manejaban veneno, hielo, incluso la electricidad. Pero el que más le llamó la atención fue el dragón que tenía su escamas de hierro y acero y su aliento era metal fundido correoso. Resistente y fuerte, los dragones de metal eran majestuosos y cautivaron la mente de Jean. Dragones de metal... 

Fin del Flashback.

¡Eso era! ¡Dragones de metal! Con renovados ánimos tomó su espada, hizo la croqueta lateralmente y, una vez se alejó lo suficiente de los exorcistas, se puso rápidamente de pie. Miró a sus alrededores y vio a muchos dragones: Bova, el hijo del Rey Dragón Tannin; Tiamat, la Reina Dragona del Karma; Ladón, el Guardián del Jardín de las Hespérides; Apophis, el temible dragón que se comía el Sol y lo vomitaba todas las mañanas; el portador del Dragón Celestial Draig Goch y la portadora artificial del Rey Dragón Dorado Fafnir. ¿Quién dijo que la humanidad no puede crear dragones? 

―¡Contemplad Dragones del Mundo Sobrenatural! ―exclamó Jean con los brazos extendidos llamando la atención de los dragones. ―¡Las manos proletarias son imparables! ¡Dragon d'Acier Prolétarien! ―pronunció en voz alta Jean invocando un gran círculo mágico rojo con una hoz y una martillo en su centro

La tierra donde estaban los Aliados empezó a temblar cuando Jean pronunció su nuevo hechizo. Con los brazos alzados, Jean fue invocando espadas sagradas, muchas espadas sagradas, incontables espadas sagradas. Estas fueron acumulándose en un punto concreto tomando una forma muy conocida para todos: un dragón. Un dragón inmenso, de casi cincuenta metros de alto y cien de largo, hecho exclusivamente de espadas sagradas: dientes y garras eran espadas sagradas, sus hojas eran sus escamas... Tremendo dragón de metal hizo estremecer a los guerreros humanos de a pie e imponer respeto en algunos dioses. Pero en los dragones...

Los dragones entraron en cólera. ¿Cómo era posible que una mísera humana atea fuera capaz, no sólo de tener un Bendición de Elohim, sino de con ella ser capaz de crear un dragón artificial? ¡Los Dioses Dragones deberían estar llenos de ira en estos momentos! Draig tampoco estaba muy calmado. ¡Si pudiera saldría de ese trasto en el que le encerró Elohim y haría añicos a ese dragón de pacotilla! Jean sonrió soberbia al ver como los dragones estaban que se rasgaban las vestiduras, si tuvieran, al ver su magnifica creación. ¡Ahora sí podrá aprovechar lo que leyó en ese libro!

Irina, Xenovia e Igor vieron con pánico tremendo reptil de metal que Jean había invocado de la nada. Pero no podían rendirse tan fácilmente: Igor volvió a juntar su fragmento de Excalibur Nightmare con la Maza Negra para invocar a la Hueste Zaporoga, a la vez que Xenovia decidió blandir al mismo tiempo Destruction y Durandal, mientras que Irina invocó dos aros de luz y desplegó sus alas de ángel puro. La hueste zaporoga empezó a disparar y a cargar contra el dragón, pero de un simple coletazo los barrió a todos los soldados y a los clones de Igor que estaban infiltrados entre ellos. En cuanto a Xenovia, ésta logró hacerle un leve rasguño en el lomo del dragón con Destruction, pero de un manotazo la mandó a volar al muro de Ladón. Irina no tuvo mayor suerte y el dragón la mordió y, como si fuera una presa a merced de un carnívoro, la zarandeó  y la arrojó a varios metros. Todo parecía acabado para los exorcistas, sólo un milagro podría salvarlos... 

Detrás del Muro de Ladón, Lucille Wand, ante la reverenda paliza que le estaba dando el dragón metálico al trío de exorcistas humanos reencarnados en ángeles puros, había invocado un círculo mágico de comunicación con su Señor Sir Arthur Pendragón. Estaba segura de que él sería capaz de de hacer frente a esa comunista francesa. Sir Arthur no es sólo el descendiente directo del caudillo britano-romano Uther Pendragón, sino que es también el portador de una de las espadas sagradas más poderosas: Caliburn. Más destructiva que Durandal y Destruction juntas, sería capaz de cortar el metal de ese dragón de pacotilla. Pero cuando llegó al fin Arthur vino con alguien que hizo emocionar a cierta humana reencarnada en ángel puro...

―¡Papá! ―exclamó Irina emocionada al ver a su padre, el reverendo Andrews Clarke, capellán de la casa Pendragón y el mejor exorcista de las Islas Británicas. 

El sacerdote, un hombre de unos cincuenta años rubio con gafas venía vestido con una sotana y un crucifijo de metal en el cuello. Tenía, al igual que Freed Sellzen, una pistola con balas bendecidas por la Reina Isabel II y el Obispo de Londres y dos espadas de luz en la cintura. Pero eso no era lo que hacía peculiar al reverendo Padre Andrews Clarke, sino que, como su hija, había recibido un fragmento de Excalibur por parte del príncipe de Gales Carlos: Ruler. Ruler es el fragmento de Excalibur más poderoso por encima de Destruction. Ambos ingleses desenvainaron sus espadas sagradas para confrontar a la comunista francesa. 

Ambos ingleses vieron a la comunistas francesa con rechazo y animadversión pero por motivos bien distintos. Sir Arthur Pendragón veía a la francesa desafiante, como una digna rival frente a Caliburn por lo que su sirvienta Lucille le pudo describir a través del círculo mágico de comunicación, una Sacred Gear que invocaba cualquier tipo de espada sagrada y que acababa de invocar un dragón metálico artificial de la nada; el Reverendo Padre Andrews Clarke la veía con repudio y asco pero con una mirada compasiva, como si fuera un enfermero que fuese a matar a un perro enfermo. Había oído hace años de un sacerdote católico francés que había sido asesinado por una joven en su propia cama. ¿Sería esta la asesina? Pues claro, apestaba a ateísmo y barbarie comunista.

―¿Eres tú la asesina del Padre Gascoigne? ―interrogó el padre de Irina desenvainando su fragmento de Excalibur Ruler.

―¡Nunca tuve el placer de saber cómo se llamaba ese viejo cura, ni cuando lo conocí ni cuando lo ahorque con sus sucias sabanas! ―exclamó saltando Jean para dar un tajo al aire invocando cientos y cientos de espadas sagradas que fueron lanzadas contra los dos ingleses.

Esquivando precisamente las espadas lanzadas por la francesa, el Padre Andrews y Arthur corrieron a toda prisa hacia el dragón de metal. Debían neutralizarlo antes de centrarse en la comunista francesa. Ese dragón les estaba atacando todo el rato con coletazos, zarpazos, rugidos de metal fundido y lluvias de espadas. Cuando llegaron al dragón, escalaron por sus gruesas patas y llegaron hasta donde estaban las alas, las cuales cortaron de un tajo de sus respectivas espadas Caliburn y Excalibur Ruler. Cercenadas las alas, saltaron al suelo acrobáticamente y, de paso, cercenaron sus brazos de un limpio tajo. Sin alas ni brazos, el dragón cayó al suelo y se deshizo en partículas que regresaron a Jean. 

Ambos ingleses no bajaron la guardia ante lo que pudiera hacer a continuación la francesa. Y no erraron en hacerlo: Jean tomó su estoque y, absorbiendo todas las partículas que el dragón emitió al caer, alzó su estoque al cielo haciéndolo brillar en un blanco intenso en todo el área. Una vez el brillo se disipó los ingleses pudieron ver sin perturbar las miradas cómo la armadura naranja de Jean había sido sustituida por una armadura típica de la Edad Moderna, de pies a cabezas, con solamente una visera para poder ver, pero todo el conjunto de la armadura estaba hecha de hojas de espadas sagradas que podía electrificar o arder a voluntad. Pero lo raro no era eso, sino que sus piernas habían sido sustituida por una cola de serpiente. Se había convertido en una lamia de metal. Y para acabar, su estoque se había convertido en una espada doble con un aura sagrada tan potente que se podría comparar con Destruction o Ruler. 

―Bis! ―exclamó Jean en un tono de voz serpentino abalanzándose contra ambos ingleses con su espada doble. 

―Encore! ―exclamaron ambos ingleses cargando con sus Espadas Sagradas contra la forma monstruosa de Jean.

Así inició uno de los duelos más intensos que jamás tuvieron Arthur y Andrews: Jean en su modo lamia era demasiado ágil como para asestar un golpe y si lo llegaban a asestar por algún azaroso motivo, las escamas electrificadas o ardientes repelían  las hojas de Caliburn y Ruler. ¿Cómo demonios no eran capaces de hacerle ni un rasguño? Jean contraatacaba rápidamente, forzando a ambos ingleses a ponerse a la defensiva. Jean estaba ganando el duelo, un duelo que determinaría sin dudas el destino de la Alianza: si ganaba Jean la Alianza se quedaría sin dos grandes espadachines, si perdía la francesa la Komintern posiblemente se tuviera que retirar de las tierras de los vampiros. 

El destino era caprichoso por naturaleza, eso lo sabían todos los presentes. Y lo confirmaron cuando Jean logró penetrar el estómago del Padre Andrews en un rápido movimiento que no supo prevenir. Arthur, sin saber cómo reaccionar, tomó Ruler con la mano que tenía libre y, de un aún más rápido movimiento de tijeras, logró decapitar a Jean, la cual cayó muerta al suelo deshaciéndose la armadura en partículas blancas. Se acabó, la Komintern había sido derrotada, o eso creían. 

Irina estalló en llanto cuando vio caer el cuerpo medio moribundo de su padre Andrews. Corrió hacia el cuerpo y lo abrazó fuertemente contra su pecho. Todos los dioses aliados, una vez Ladón deshizo el muro protector, se acercaron a Arthur e Irina con los corazones encogidos al ver a la humana ángel pura llorar desconsoladamente. Pero vieron un rayo de esperanza cuando llegó el Arcángel San Miguel de entre todos los dioses congregados y le mostró a Irina una carta del póker, más concretamente una Reina. Irina quedó muda de sorpresa al darse cuenta lo que haría San Miguel: reencarnaría a su padre en un ángel puro, es más, lo reencarnaría en la misma baraja donde estaba su hija. 

Pero esos momentos de esperanzas y alegrías se fueron al traste cuando la neblina que rodeaba el castillo Tepes en Cluj-Napoca se disipó. Se disipó la neblina y de esta pudieron ver cómo un chico de pelo marrón, gafas y ojos violáceos salían con un cáliz en la mano y sonrisa triunfal siendo escoltado por los soldado humanos chinos. Había logrado su objetivo, el Sephiroth Graal había caído en manos de la Komintern. Una vida por una vida. Jean, la comunista francesa, por Valerie, el As bajo la manga de la Alianza. ¿Qué deparará ahora a la Alianza? ¿Qué pasará ahora con una facción de los vampiros sumergida en el caos?

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Palabras: 3592

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