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T.4.21.

Hoy era, en apariencia, un día más desde que la Señora de los Vampiros, Valerie Țepeș, había vuelto de la Facción Abrahámica a tierras vampíricas en la Rumanía Sobrenatural. Su penoso estado físico y mágico en el que se encontraba la ha postrado en una cama en estado comatoso. Cuando llegó a Cluj-Napoca, su primo Marius y su sirvienta personal Elmenhilde Karnstein la alojaron en su antigua habitación en el Palacio Țepeș para que nadie perturbara a Valerie. Lo primero que hicieron para que se recuperase fue iniciar una campaña solidaria en todo el territorio de los vampiros (desde el valle de Bălti en la actual Moldavia, pasando por los montes Cárpatos y los llanos de Valaquia en Rumanía, hasta la gran depresión de Panonia, en Hungría) en la que cientos y vampiros donaron su propia sangre para que su Señora se recuperase pronto.

Gracias a la sangre de tantos vampiros de todos los rincones de la facción, el estado de Valerie ha mejorado relativamente: ya no necesita la respiración asistida que traía de Grigory y su aura mágica ya se había estabilizado, aunque todavía fuera débil. Pero eso no quitaba que siguiera sondada y tuviera una sonda nasogástrica para poder alimentarse. Es por eso que aún necesitaba que su sirvienta Elmenhilde estuviera con ella casi 24/7 para estar al pendiente de ella: alimentarla para el desayuno, almuerzo y cena, cambiarle la sonda cuando se llenase, ponerle la cuña...

Es por eso que hoy en apariencia era un día más en la rutina de Elmenhilde Karnstein: después de haber pasado la noche con Valerie, en la que tuvo que cambiarle la bolsa de la orina una vez y arroparla con una sabana a eso de las tres de la madrugada. Cuando el frío sol de Transilvania empezó a penetrar en la habitación, la sirviente se apresuró a cerrar las ventanas y a encender las velas del candelabro que tenían en las mesitas de noche y en el techo de la habitación. Los vampiros no pueden estar en contacto con la luz del sol para nada, pues el mínimo contacto les puede quemar la frágil piel o dejarles ciegos de por vida.

Llegó la hora del desayuno y Elmenhilde Karnstein le preparó la comida a Valerie: la coció dos veces, la trituró en una batidora también dos veces para evitar trocitos que obstruyesen la sonda y la terminó por colar para asegurarse que la papilla resultante fuese óptima. Asegurada, fue tomándola con una jeringuilla y se la pasó a través de la sonda hasta el estómago. Después de eso, revisó la bolsa de orina para asegurarse que no estaba llena, estaba a la mitad más o menos. Pudo notar como su Señora Valerie se iba recuperando muy poco a poco, de una manera casi imperceptible.

Estaba pensando en la recuperación de su Señora Valerie cuando llegó a la habitación el primo de Valerie, Marius. Vestido con un traje noble de la Edad Media, con cabello grisáceo, gafas de pasta roja, tacones masculinos y en sus manos una nueva bolsa de sangre fresca. Era la trasfusión del día de hoy. Los vampiros no sólo comen comida humana, sino que también se alimentan de sangre -pues esta tiene nutrientes que no pueden tomar de manera natural -como la vitamina D-. Marius colgó la bolsa del gotero y lo conectó a la vía que tenía Valerie en el brazo derecho.

―Veamos cómo te sienta hoy, văr... ―musitó Marius viendo cómo la sangre empezó a fluir de la bolsa a la vía.

―¿Cuánto tiempo la tendrá puesta? ―preguntó Elmenhilde viendo la roja sangre ir fluyendo.

―Hasta la noche, unas doce horas. ―respondió Marius dándose la vuelta de la cama. ―¿Ha desayunado? ―cuestionó el primo de Valerie a Elmenhilde, quien le respondió un escueto "sí"

Pasado ese breve intercambio de palabras, Marius se retiró de la habitación de Valerie a su despacho, en el ala este del Palacio. Desde el Palacio de Cluj-Napoca, los vampiros controlaban su territorio (desde la costa este del Tisza hasta el delta del Danubio y Moldavia). De vida nocturna mayormente, salían de noche a trabajar y a vivir entre ellos, mientras que de día volvían a sus casa a dormir. Sumado a sus costumbres nocturnas, los vampiros, al contrario que los dioses de los panteones o los ángeles y demonios abrahámicos, no dependen de un número de fieles para su poder, lo que los hace ser los más débiles de los seres sobrenaturales. Y si a eso le sumamos los números (poco menos de medio millón de vampiros en todo el territorio), empezaremos a comprender el aislamiento autoimpuesto por los vampiros para resguardarse de otros panteones. Pero ese aislamiento estaba a punto de quebrarse trágicamente...

Sería más o menos la hora del almuerzo para los demás seres sobrenaturales y humanos cuando algo sucedió que llamó la atención de Marius y Elmenhilde. La energía del sol se había apagado. No era de noche, era una locura que fuera ya de noche, pues apenas eran las dos de la tarde. Pero no fue sólo eso lo que llamó la atención de ambos vampiros, no. Lo que verdaderamente les llamó la atención a ambos era la espesa niebla que se empezó a condensar alrededor del castillo en Cluj-Napoca. Si bien no era raro que estuviera nublado o con niebla en Rumanía, lo que sí les preocupó es que la niebla se extendió por todo el territorio, desde el Tisza hasta el Danubio. Sea lo que sea no podía ser bueno lo que estaba pasando, lo que sospechaban por el extraño color purpura de la niebla.

Y ese sentimiento de que algo no estaba bien se confirmó cuando sintieron en todo el castillo un temblor, como si fuera un terremoto de gran escala. Alarmados, Elmenhilde y Marius se apresuraron a ver por las ventanas qué había sido ese temblor, y lo que vieron les puso los pelos de punta: columnas de tanques humanos venían aproximándose desde la lejanía, así como varias baterías de artillería fijas, decenas de carros de combates y varios destacamentos con cientos y cientos de soldados humanos armados con armas de fuego actuales. Todos ellos tenían en común una cosa: una bandana roja en el brazo en la que estaba dibujada una hoz y un martillo, mientras que en los tanques y los carros pequeñas banderas rojas junto con dos tricolores ondeaban.

Las baterías de artillería comenzaron a rugir y los carros de combate empezaron a marchar hacia las afueras del castillo de Cluj-Napoca. Marius y Elmenhilde, alarmados porque los humanos lograron derribar la torre oeste del castillo con la artillería, tomaron la cama donde estaba Valerie postrada y ordenaron a varios guardias vampiros de Palacio que se la llevaran deprisa y corriendo al sótano, donde estaría a salvo mientras el asalto de los humanos durase. Una vez resguardada en el sótano, Elmenhilde y Marius mandaron la orden a todas las aldeas y ciudades de la facción vampírica: necesitaban un ejército para repeler a los humanos.

Así hicieron los vampiros de Transilvania, los valles de Valaquia y Moldavia, así como los que habitaban en la llanura de Panonia: cañoneros de mano, ballesteros, infantería pesada y ligera, así como caballería pesada. También lograron reclutar murciélagos salvajes gigantes que los vampiros habían entrenado como monturas. En total un ejército de unos cinco mil hombres que intentarán poner freno a la invasión humana. Y al frente de todo esta hueste improvisada el capitán de la Guardia Personal de Valerie, Stefan Lunescu, un viejo vampiro experto en armas y en el combate.

P.O.V. Stefan Lunescu.

Cuando nuestro Señor Marius Țepeș me llamó diciendo que nuestra tierra estaba en peligro nunca me llegué a imaginar que el peligro provendría de humanos. Pero por lo que pude notar al llegar rápidamente al Palacio es que esos humanos no eran humanos cualquieras. Sea como sea, han logrado bloquear toda la tierra donde habitan vampiros de todo el Mundo Sobrenatural. Si ya estábamos aislados por voluntad propia, ahora estábamos totalmente encerrados en nuestra propia tierra. Sólo había una manera de salir de aquí: combatiendo.

Tomé mi espada, el estandarte de nuestra facción, y salí del castillo para comandar a nuestras tropas contra esos humanos, los cuales se habían distraído en los pueblos cercanos al castillo masacrando a la población civil cruentamente, fusilando a hombres, mujeres y niños sin ninguna clase de piedad, para enterrarlos luego en zanjas o colgarlos de los árboles. Las tropas que yo mismo comandaba ardía en deseos de vengar a nuestros congéneres y, cuando bajamos del castillo para enfrentar a los humanos, ordené a los cañoneros de mano y a los ballesteros que aguardasen en las colinas, mientras que la infantería pesada cargaba contra los humanos.

Fin del P.O.V. Stefan Lunescu.

Así comenzó una batalla tan cruenta en las cercanías de Cluj-Napoca que ninguno de los soldados vampiros que participaban en ella recordaban una cosa así. Los vampiros que estaban en las colinas actuaban como francotiradores, aunque lograban alguna que otra baja con sus ballestas y cañones de manos, no duraron mucho cuando los tanques humanos empezaron a disparar en su dirección, matándolos a todos en pocos minutos. Stefan vio como su apoyo quedó mermado y cargó junto con su caballería personal contra unos soldados que estaban distraídos arrasando unas tierras de cultivos. No quedó ninguno vivo.

Pero la caballería de Stefan fue derrotada por una salva de artillería, matando a todos los jinetes vampiros salvo a Stefan, que logró huir de la salva de artillería. Mientras tanto, los murciélagos gigantes consiguieron neutralizar algún que otro carro de combate y batería de artillería, pero fueron aniquilados por una salva de lanzacohetes. La batalla estaba decantándose por los humanos comunistas, y eso preocupaba a Elmenhilde y a Marius, quienes no paraban de recibir informes de masacres de civiles en todas las regiones de la facción. Estaban ciertamente desesperados, más desesperados que nunca no sabían qué hacer, pero no podían rendirse, eso jamás. ¡La orgullosa raza de los vampiros no se rendía tan fácilmente!

Resignada, Elmenhilde no tuvo otra que grabar un mensaje holográfico advirtiendo a la facción abrahámica que su facción estaba siendo invadida por humanos ateos. Para ello se encerró en el despacho de Marius mientras que el primo de Valerie veía cómo las tropas comunistas habían ya arrasado todo lo que alcanzaba la vista desde el Palacio de Cluj-Napoca: campos quemados, aldeas arrasadas y saqueadas, masacres indiscriminadas de civiles... Y todo envuelto en esa maldita niebla morada extraña que parecía haber bloqueado su panteón. Por eso Elmenhilde tuvo que grabar ese mensaje y no hacerlo em directo.

Salutări, no tengo mucho tiempo, pero debéis informar a vuestra Alianza: estamos siendo atacados, repito, estamos siendo atacados por humanos. ―grabó Elmenhilde el mensaje y, ni siquiera ella supo cómo, se lo mandó a Azazel y al Cielo. Esperaba que surtiera efecto...

En ese mismo momento, el Palacio volvió a temblar, la artillería estaba asediando el castillo, derribando algunas de las paredes y haciendo colapsar la torre oeste y la sur, El asedio era brutal, no sabían si Valerie sobreviviría al asedio... El asedio continúo varios minutos que parecieron horas para Elmenhilde y Marius, quienes ya estaban ambos juntos en el despacho del primo de Valerie. Sólo esperaban que la Alianza llegase al rescate pronto... Entonces sintieron unos disparos de pistola en la cerradura de las puertas y, de una patada, unos soldados humanos de rasgos asiáticos les apuntaron con fusiles de asalto gritando algo en su idioma. Instintivamente se colocaron las manos a la cabeza y se arrodillaron.

Los ataron a una silla y los humanos se comunicaron con walkie talkies con los que parecían que dirigían la invasión humana. No pasó menos de media hora cuando al fin los humanos llegaron: una chica rubia de ojos azules que vestía una armadura naranja brillante con una espada europea en la cintura y la bandana roja en el brazo izquierdo y un hombre joven castaño con ojos violetas, gafas amarillas cuadradas y pelo erizado y una sudadera roja, quien también tenía la bandana en el brazo.

―Maldita sea, ¡aquí no está la portadora del Santo Grial! ―exclamó frustrada la rubia al ver a Elmenhilde y a Marius atados a una silla.

―Jean-Genossin, sosegase... Si no está aquí estoy seguro que estos amables vampiros nos lo dirán, ¿acaso estoy en lo cierto? ―preguntó retóricamente el chico limpiándose las gafas con su vaho y la manga de la sudadera.

―¡Pero le prometí a Guillermo-Camarade que cumpliría la misión que nos encomendó el Secretario General! ―respondió hecha una furia la rubia, de nombre Jean, provocando en el chico una mueca complicada.

―Eso si estos dos murciélagos nos dicen dónde está la portadora del Santo Grial, ¿no? ―respondió el chico alemán aparentemente tranquilo dirigiéndose a donde estaban Marius y Elmenhilde, poniéndose en cuclillas para mirar a los ojos a Marius.

―¡Jamás te diremos dónde está nuestra Señora Valerie! ¡Por encima de nuestros cadáveres!―recriminó Marius lleno de ira e indignación, escupiéndole a Georg a la cara.

―Y eso que he sido amable... ―suspiró el chico tomando de nuevo sus gafas para limpiarla del gargajo de Marius. ―Creo que ustedes, los seres sobrenaturales, estáis todos cegados de orgullo y soberbia... ―musitó Georg llevando su mano a la cintura y apuntó con la pistola que tenía, una NP22 de fabricación china, a la cabeza del vampiro. ―Y sólo sabéis responder con violencia... ―fue a apretar el gatillo el alemán cuando uno de los soldados se apresuró al chico y le habló algo en chino.

En ese momento el semblante serio, casi psicópata, de Georg cambió a uno de sorpresa y, en parte, preocupación. En ese momento ordenó a las tropas que estaban con Jean y él que volviesen a su batallón mientras que ellos se quedarían con los vampiros. Si era cierto lo que el soldado le había comunicado estaban en una situación comprometedora: la Alianza Sobrenatural había respondido por un panteón neutral, pero la Komintern está dispuesta a enfrentarse a los dioses que fueran y a los seres sobrenaturales que fueran por la Humanidad Obrera.

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Palabras: 2555

Y con este capítulo entramos de lleno en el último Arco de la Cuarta Temporada, "Komintern". Espero os guste :D



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