T.3.13
El aire nauseabundo olía a azufre y a alquitrán, los caballos de las tropas del Lahak Yeshu'a en las caballerizas del fortín estaban relinchando nerviosos. Todos los ángeles, tanto caídos como puros, sintieron un escalofrío sentir en la lejanía las pisadas de demonios, muchos demonios. Eran las legiones del Gran Marqués Samigina. Lo que ellos no se esperaban es que junto a las tropas del Marqués estuvieran también soldados de élite demoníacos, soldados de la Guardia Real de los Grandes Reyes del Infierno, Lucifer, Leviatán, Beelzebub y Asmodeus.
El fortín que los soldados del Lahak Yeshu'a habían construido hacia unas horas estaba siendo asediado por una horda de demonios que el Marqués Samigina había movilizado rápidamente. Issei y las chicas no sabían como reaccionar en esta situación, pero el castaño japonés sacó fuerzas de sólo Dios sabe, se vistió en su armadura del Balance Breaker y se dirigió a las tropas que se habían agolpado para ver la ejecución de Tnufael de esta manera:
–¡Sen'yū! ¡Los demonios traidores nos están atacando con viles intenciones! Ya sabéis que tenéis que hacer... –pronunció Issei en voz tenebrosa dirigiéndose a donde su caballo, Flóga. –Akeno, lleva a las súcubos a un lugar seguro, si no es molestia. Quiero que vivan como ellas deseen. –habló esta vez a la hija de Baraquiel para que llevase a Namtaga y sus hijas a un lugar a salvo.
–¡Diĝir-Ereškigal te bendiga, Ušumgaldara! –alabó Namtaga a Issei, el cual quedó en silencio dirigiéndose a su montura. Pero justo antes de subirse en el caballo, un ligero "De nada" se escapó de su boca.
–Rápido, seguirme, os llevaré a un sitio resguardado. –apresuró Akeno guiando a las súcubos al almacén donde estaban los suministros del Lahak Yeshu'a. Una vez allí, Akeno las envió a Grigory a través de un circulo mágico de teletransporte.
Estando las súcubos y Namtaga a resguardo, Akeno volvió al centro del fortín y, juntos a las demás chicas y a Issei, planearon la defensa del fortín. Como vieron que los números no les eran favorables -eran 10 demonios contra un ángel- la estrategia a seguir fue la siguiente: los arqueros de Akeno y los ballesteros de Asia se quedarían en las murallas del fortín disparando a los demonios; la caballería ligera de Mitelt y la caballería pesada de Issei y Raynare harían una carga suicida contra las tropas del Marqués Samigina. Por último, la infantería pesada de Raynare y los alabarderos de Asia se quedarían atrás a la espera de que los demonios carguen contra ellos con números disminuidos.
Lo más seguro es que salgan derrotados, pero al menos provocarían el mayor número de bajas posibles. Los ángeles puros y los caídos tragaron saliva, pero este era el clímax de la Ius in Bello, Yihad o Milkhemet Mitzvah: dar tu vida por tu fe en la guerra a manos de la espada demoníaca o pagana. Sibael, el ángel puro, desenvainó su espada de luz, la alzó al Cielo y pronunció el grito de guerra alto y claro "Elohim Ne'edar, Deus Vult, Allahu Akbar". Los ángeles del Lahak Yeshu'a le siguieron junto con Raynare y las chicas. Así iniciaría la batalla que sería un punto de inflexión en la vida de Issei.
P.O.V. Mitelt.
Ante el grito de guerra de Sibael, me dirigí rápidamente a mi montura Semnótita, la cual estaba en las caballerizas reservada para los caballos de Issei-Akh y las demás chicas. Me subí en Semnótita, le acaricié el cuello suavemente para relajarla. Entonces me dirigí a fuera de las caballerizas y las tropas bajo mi orden ya estaban montadas con sus armas de luz en las manos y armaduras puestas.
Jinete del batallón de Mitelt
–Esta será nuestra primera y última batalla juntos, ¿no es así Mitelt–Achot? –me dijo el ángel que llevaba el estandarte del batallón que yo comandaba.
–Así es, Rashaquel... ¡Así que demos lo mejor se nosotros mismos! –alenté a las tropas a luchar bajo el estandarte del Lahak Yeshu'a y el de mi batallón alzando el sable de luz rosa con mi mano. –¡Elohim Ne'edar! –alcé el grito de guerra azotando con las bridas a mi montura para cargar a la batalla.
Los caballos relinchaban galopando por el valle donde habíamos construido el fortín. La caballería que yo comandaba galopaba en busca del enemigo por el valle donde nos habíamos asentado para descansar. No tardamos mucho cuando un ángel caído avistó a unos metros lo que parecían ser honderos demoníacos. No pudo avisar cuando un proyectil hecho de magia de aire y agua cayó al lado y mató de una explosión a unos 15 de los nuestros.
–¡Honderos del Marqués Samigina! ¡A por ellos! –ordené a los jinetes alzando la voz. A mi orden los jinetes comenzaron a galopar contra los honderos.
La caballería ligera apresuró su galopar, los ángeles desenvainaron lanzas y sables de luz dorada o de colores. Mientras, los honderos nos seguían disparando proyectiles de magia, matando a decenas de compañeros por cada proyectil, los cuales explotaban al contacto con el suelo o con sus armaduras. Cuando estuvimos a punto de arrasar con los honderos, estos se teletransportaron mediante círculos mágicos y en su lugar aparecieron, desde un bosque cercano, caballería ligera demoníaca.
Ésta caballería estaba conformada por demonios con escasa o nula armadura, para mayor movilidad, y estaban armados con hachas, espadas, lanzas y jabalinas Sin embargo, lo llamativo, es que estas armas estaban acabadas en un filo de magia de Poder de la Destrucción. Lo que implicaba la intervención del Gran Rey Lucifer en esta batalla, aun con tropas de su ejército personal.
Ambas caballerías chocaron en un combate encarnecido y brutal: los jinetes ángeles puros y caídos que yo comandaba se defendían como podían de las armas de Poder de la Destrucción de los jinetes ligeros demoníacos. Mis camaradas en armas caían uno tras otro, los ángeles somos vulnerables ante el PoD, y un mínimo roce de éste con nuestra piel o nuestras armas de luz hacía que el PoD se tragase la luz o se metiese en nuestro interior y nos destruyese por dentro. Mis hermanos en armas iban muriendo con gritos horribles de dolor, algunos eran decapitados, otros eran destripados de un solo corte, muchos estaban cayendo y eso provocó que algunos hubieran empezando a huir del campo de batalla.
Mientras que mis camaradas en armas luchaban hasta la muerte contra los demonios, yo me defendía como podía: bloqueaba hachas y espadas demoniacas, lanzaba jabalinas de luz con mi otra mano. Mataba a cuantos demonios se me ponían delante, los degollaba, los decapitaba, los destripaba, caían ante mí como trigo ante la hoz. Pero mi combate acabó de un instante a otro cuando una esfera mágica de aire comprimido estalló en mi espalda, dejándome inconsciente y teletransportándome a lo que parecía una mazmorra.
Fin del P.O.V. Mitelt.
A lo lejos, a no más de 100 metros de donde Mitelt había caído inconsciente, una diablesa iba montada en lo que parecía un caballo morado no muy grande. La diablesa sonrió ampliamente con una bola mágica en la mano mientras que con la otra sujetaba la brida del caballo. La diablesa iba vestida con una armadura bastante simple, una coraza de mallas, unas botas de acero pero sin casco.
–Una menos Marqués... –dijo la diablesa a su montura, el cual relinchó agresivamente y le respondió. –Solamente quedan 3 más y nuestro deber aquí ya ha terminado. –explicó para sí la diablesa, de pelo negro con puntas anaranjadas, ojos naranjas y rostro juvenil.
–Pero recuerda que el Gran Rey Lucifer nos los pidió vivos, no muertos... Kurat. –habló el caballo morado comenzando a trotar al compás de sus tropas, 10 legiones de su Gran Marquesado junto con 4 legiones de cada Gran Rey, Lucifer, Leviatán, Beelzebub y Asmodeus, es decir, en total comandaba a casi sesenta mil tropas demoniacas
P.O.V. Issei.
Cuando Mitelt marchó junto con sus tropas, yo me encargué de organizar a las tropas restantes, los arqueros y samuráis de Akeno-san, los ballesteros y alabarderos de Asia-chan, los rodeleros de Ray-chan, la infantería pesada de Kala-chan y la caballería pesada que yo y Ray-chan comandábamos. Aprovechando el fortín y el terreno circundante, organicé a las tropas del Lahak Yeshu'a de la siguiente manera: los arqueros y ballesteros se apostaron en las murallas y almenas del fortín, junto con Asia y Akeno protegiendo los estandartes de sus respectivos batallones.
Afuera del fortín, los alabarderos de Asia-san y la infantería pesada de Kala-chan se intercalaban en una línea de varios metros de largo. La caballería pesada que comandábamos Ray-chan y yo les ordené que se colocasen en los flancos de la infantería. Toda la infantería sería comandada por Kala-san, mientras que Ray-chan y yo nos serviríamos de círculos mágicos de comunicación para dar ordenes a distancias.
Pero antes de que empezase la batalla, un jinete del batallón de Mitelt llegó galopando desde el campo de batalla. El jinete llegó al centro del fortín, se bajó de la montura y se dirigió ante mí nerviosamente, parecía que me tenía miedo de lo que me iba a decir. Le tranquilicé como medianamente pude y, una vez relajado, me habló.
–Issei-aluf, Mitelt-achot ha sido derrotada. –me comunicó la fatal noticia haciendo una reverencia, cosa que me extrañó bastante. –Una esfera de magia extraña la golpeó en el pecho y desapareció, como si hubiera sido... –no pudo seguir hablando cuando Kala-chan, llena de ira y enfadada, con su bardiche de luz azul oscuro decapitó de un solo tajo al pobre ángel caído.
–¡Maldita sea! Hay que derrotar a esos perversos y asquerosos demonios. -vociferó Kala-chan agarrando con su mano el estandarte de su batallón y con su otra mano señaló el campo de batalla con su bardiche.
Fin del P.O.V. Issei.
P.O.V. Kalawarner.
No pude soportarlo más. Cuando ese ángel caído le dijo a Hyōdō-kun que Mitelt-achot había sido derrotada y teletransportada algo surgió en mi alma, una sensación de querer protegerla, de rescatarla. Desde que la conocí en el instituto, me hice amiga suya junto con Raynare y Halima. Ella ha sido como una hermana pequeña para mí y Raynare, y ahora me vengaré en su nombre y en el del Lahak Yeshu'a.
–¡Yedidim! ¡Seguirme y derrotemos a esos demonios! ¡Por Mitelt-achot y por Padre! -alenté a mis tropas y a los alabarderos de Asia-san. Agarré mi estandarte y me coloqué en mi espalda, al igual que Akeno-san.
Salimos entonces de las puertas del fortín para confrontarnos contra los demonios del Marqués de Samigina. Yo iba enfrente de la tropa que yo comandaba, todos armados con hachas de dos manos o escudo y hacha de una mano. En los flancos, los alabarderos de Asia-san actuaban como un muro de lanzas para protegernos de posibles cargas de caballería enemiga por los flancos. Estuvimos marchando unos minutos hasta que nos encontramos con la infantería del Marqués Samigina: infantería pesada con escudos grandes y espadas, cota de malla y cascos de metal.
Me acerqué a donde estaba el capitán de la infantería pesada demoníaca, un demonio tan grande y fuerte como un armario empotrado. El demonio apuntó con su espada de dos manos hacia mi, a la vez que yo le apuntaba con mi bardiche de luz azul oscuro. Ambos nos miramos con odio y sed de sangre y muerte. El aire era denso y asfixiante, pues mis camaradas de armas no estaban atacando, al igual que los suyos. Parecía que querían esperar a que nosotros dos iniciaremos el combate. Si eso es lo que querían, eso es lo que le daremos.
–A la de tres, sucio demonio... –dije a mi contrincante, el cual sonrió perversamente con un aura de superioridad. –Uno...
-Dos... –susurró el demonio poniendo su espada en posición de cubrirse.
–¡Tres! –exclamé a todo pulmón balanceando verticalmente en dirección a la cabeza del demonio capitán mi bardiche.
Fin del P.O.V. Kalawarner.
La ángel caída peliazul dio inicio al singular combate con un potente tajo vertical de su bardiche, el cual fue bloqueado por la espada de dos manos del demonio. En un intenso combate de fuerza y resistencia por parte de ambos seres sobrenaturales, la espada y el bardiche chocaron, saltando chispas que iluminaban sus rostros. Ambos ejercían fuerza para vencer el duelo, duelo que acabó venciendo el demonio por poco.
El capitán de la infantería pesada demoníaca se abalanzó sobre Kalawarner con un un rápido balanceo vertical de su espada, siendo esquivado ágilmente por la ángel caída, la cual dio un mortal hacia atrás para esquivar la hoja de la espada. Kalawarner contraatacó rápidamente balanceando su bardiche de luz horizontalmente, siendo esquivado por el demonio agachando su cuerpo rápidamente.
El combate entre ambos seres sobrenaturales seguía a la vez que las tropas del Lahak Yeshu'a de su batallón y las del Marqués Samigina se mataban en el valle a unos pocos cientos de metros del fortín. La pútrida sangre de los demonios salpicaba las armaduras de los ángeles y el suelo del campo de batalla. Las armas de luz mataban a demonios y las armas de hierro de los demonios mataban a los ángeles caídos y puros. La batalla se estaba convirtiendo en una carnicería. Pero de repente, un ángel caído exclamó a sus camaradas algo que le erizó la piel.
–¡Cañones! ¡En la cima de la colina! -fue lo único que pudo decir antes de que un demonio le destripase de una sola tajada.
Los cañones que estaban en la colina empezaron a rugir y sus proyectiles -esferas mágicas explosivas que congelaban en área- volaban por el campo de batalla e impactaban en la formación que comandaba Kalawarner, congelando a los ángeles que estaban luchando, pero no a los demonios, quienes aprovechaban para destruir las estatuas de hielo que habían sido ángeles.
–¡Mierda! ¿De dónde habéis sacado los cañones, sucio demonio? –vociferó Kalawarner empezando balancear y a dar tajadas más rápida pero erráticamente, estaba perdiendo la paciencia.
–¡Ni yo lo sé, caída! –respondió bloqueando los erráticos ataques de la ángel caída. –¡¿Bendita sea, me está ganando?! –pensó el demonio apunto de ceder en el duelo con la ángel caída.
Pero de un momento a otro, Kalawarner colapsó en el suelo dando un alarido de dolor. No había sido atacada por otro demonio o le había dado un infarto de tanto esforzarse. No, no era nada de eso lo que le había pasado a Kalawarner. Justo cuando colapsó en el suelo, el demonio que estaba combatiendo con Kalawarner pudo ver cuál era la causa. El Marqués Samigina y su jinete y Reina, Kurat con una esfera mágica de aire comprimido y un circulo mágico en el hocico del Marqués.
–Una menos Marqués... –pronunció Kurat confiada en sí misma por haber derrotado a otra capitana del Lahak Yeshu'a.
–Ahora a por el Sekiryuutei, la Portadora de Fafnir, la usuaria del Twilight Healing y la hija de Baraquiel. –pronunció el Marqués trotando hacia el fortín donde Issei y las chicas resistían.
Mientras tanto, en el fortín, Akeno organizaba a sus arqueros y samurais, Raynare e Issei alentaban a los rodeleros y jinetes, Asia rezaba junto a a los ballesteros por las almas de los alabarderos que habían caído en batalla, así como orar por la salud de Kalawarner y Mitelt, que habían caído en batalla. Todos estaban resistiendo en el fortín cuando las tropas demoníacas llegaron a no menos de cincuenta metros de la empalizada que separaba el valle del fortín.
P.O.V. Akeno.
Ya han caído dos de mis amigas en la batalla. Jamás me imaginé estar en una situación así en mi vida. Desde que hablé en el Mekom-Heskemin de rescatar a Valerie-san algo dentro de mí ha cambiado. Ya no soy tan tímida ni tan inocente. Cuando Isse-san decapitó a ese ser que se decía ser un ángel, cuando vi su cuello derramar sangre como una fuente y su cabeza salir rodando unos metros como una pelota, sentí algo que no pensé sentir nunca: satisfacción.
Mientras que Isse-san y Ray-san alentaba a las tropas y Asia-san oraba al Abuelo por la salud de Kalawarner y Mitelt, yo estaba apostada con mis tropas. ángeles arqueros con yumi y ángeles infantería con katana. Los arqueros tensaban los arcos y la infantería patrullaba por los muros del fortín cuando vimos las tropas demoníacas acercarse al fortín. De un momento a otro los arqueros y ballesteros comenzaron a disparar flechas y virotes de luz. Yo, mientras tanto, invocaba lanzas de luz púrpura y las arrojaba a las tropas que se iban acercando como una horda.
Los disparos mataban a algunos demonios, pero las bestias de Lucifer nos disparaban con ataques mágicos de aire comprimido que explotaba al contacto con las paredes del fortín o con las armaduras. Los arqueros de mi batallón hacían lo que podían contra los incontables demonios que nos asediaban. Estaba viendo a muchos caer ante mis ojos, rezando un último Padre Nuestro o exclamando la Shahada* en sus últimos alientos. Fue en ese momento cuando recordé algo que me dijo mi Padre justo antes de partir.
Flashback. 2 días antes de la batalla.
En la casa de Baraquiel, Akeno cenaba y Baraquiel se preparaba un plato para él. Se sentaron ambos a cenar no sin antes rezar por los alimentos. Mientras cenaban, Baraquiel le hablaba a su hija sobre el gran logro que había alcanzado en el Mekom-Heskemin ante toda esa gente.
–Hija, estoy orgulloso de ti. Has conseguido romper tu timidez ante tanta gente... Incluso tu tío Yeshua se sorprendió. –alabó el Cadre de Grigory a su hija, la cual sonrió por el alago de su padre.
–Arigatō, Otō-san. Sentí algo unos momentos antes de hablar, como si alguien o algo me alentara a dar un paso adelante. –respondió Akeno metiéndose un trozo del solomillo de carne que había cocinado su padre.
–El Rayo de Yahweh aceleró tu corazón en ese momento hija, siempre confía en el Rayo de Yahweh... –dijo Baraquiel haciendo referencia a su nombre, "Rayo de Dios".
Fin del Flashback.
–¡Eso es! El Rayo del Abuelo! –exclamé emocionada esquivando un proyectil demoníaco. –¿Qué pasará si mezcla la luz y el Rayo...? –dudé por un momento, pero cuando vi como una flecha demoníaca se clavó en el cuello de un soldado de los que yo comandaba agilicé mi proceso mental.
Y es que la flecha no era una flecha normal. Tenía la punta de acero pero chorreaba un liquido extraño, viscoso, de color verde oscuro. Cuando la flecha se clavó en el cuello del soldado, éste empezó a dar gritos horrorosos, parecía que lo estaban torturando. Entonces pude ver como la carne y la armadura del soldado se deshacía rápidamente a la vez que el ángel gritaba espantosamente. Solamente quedaron escoria y carne líquida.
–¡Padre nos auxilie, las tropas del Gran Rey Beelzebub nos están atacando! –exclamó otro ángel antes de que una flecha se le clavara en la muñeca, muriendo a los pocos segundos.
No pude soportarlo más, no pude soportar como mis tropas morían de maneras tan horribles y crueles. Sus gritos de dolor y oraciones desesperadas me alentaron a luchar como nunca antes había luchado. Desplegué mis alas de ángel caído y volé por encima del ejército demoníaco. Cuando estuve en medio de éste, y sin que se percataran me extendí como una estrella y creé un circulo mágico púrpura por encima de mi cabeza.
–¡Sufrid la ira de Abuelo! ¡Rayo de Yahweh! –exclamé a todo pulmón haciendo caer un enorme rayo dorado junto con lanzas de luz teledirigidas a los asquerosos y pútridos corazones demoníacos.
Fin del P.O.V. Akeno.
Cuando la hija de Baraquiel atacó al ejército demoníaco del Marqués Samigina con ese potente ataque mágico, Kurat y el Marqués vieron el espectáculo desde la cima de una colina. Kurat resopló por lo fácil que se lo estaba poniendo la hija de Baraquiel. Creó una esfera mágica de aire comprimido a la vez que el Marqués invocaba un circulo mágico de teletransporte en su hocico.
–No me lo pongas tan fácil, hija de Baraquiel... –pronunció en voz baja Kurat viendo caer a Akeno y ser teletransportada a las mazmorras donde habían ido Kalawarner y Mitelt.
Mientras todo esto pasaba, en el fortín, Issei, Asia y Raynare vieron como Akeno hacia ese ataque mágico tan arriesgado. Pero sus rostros se ensombrecieron cuando Akeno fue atacada por esa esfera mágica que venía de la colina a unos cientos de metros de ahí. Issei y sus parejas decidieron dar una última batalla suicida contra los demonios. Issei dio la estrategia a seguir.
–Bien, escucharme Ray-chan, Asia-chan. Akeno, Kalawarner y Mitelt han caído. Solamente quedamos nosotros tres... –se puso en situación el castaño japonés.
–Sí, hay que tener cuidado con lo que sea que atacó a las chicas. –aclaró Asia Argento a su pareja y a su amiga.
–Solamente nos quedan los rodeleros, los samurais, los ballesteros, los arqueros y la caballería pesada... –pensó para sí el Sekiryūtei. –Bien, la estrategia será esta: rodeleros al frente, ballesteros detrás y caballería pesada en los flancos. Nosotros tres cargaremos contra el enemigo, si salimos victoriosos, así sea. Si somos derrotados... Dios sabe qué nos pasará. –terminó de hablar Issei a sus chicas, las cuales se dirigieron a sus monturas, mientras que Issei se dirigió por el estandarte del Lahak Yeshu'a y lo ondeó para que toda la tropa lo viera.
Al ver el estandarte ondear, las tropas del Lahak Yeshu'a vieron una luz tenue al final del túnel. La moral de la tropa ascendió rápido al ver como el Sekiryūtei, con su armadura del Balance Breaker se montaba en su caballo y llevaba la bandera consigo. Si caía, caería con la bandera del Lahak Yeshu'a en la mano. Los soldados siguieron a los tres capitanes que quedaban y cargaron a la batalla.
La última batalla del día fue cruel y despiadada. Los rodeleros se enfrentaron a la infantería pesada y ligera demoníaca. Los ballesteros y arqueros disparaban proyectiles a las unidades de proyectiles demoníacos, así como a la caballería ligera demoniaca. Los samuráis flanqueaban la formación y mataban a los demonios de la retaguardia. Todo esto mientras que Issei y las chicas atacaban también los demonios en el frente.
La batalla siguió hasta que la caballería pesada del Lahak Yeshu'a cargó contra el enemigo, pero sucedió algo que nadie se esperaba. Las tropas del Marqués Samigina se retiraron y rápidamente las sustituyeron las tropas privadas los Grandes Reyes del Inframundo: los cañones de Leviatán, la caballería ligera de Gremory, los arqueros de Beelzebub y por último los piqueros de Asmodeus. Fue con estos con los que la caballeira pesada hizo frente, pero los piqueros Asmodeus tenían un arma secreta.
Las puntas de las picas estaban hechas de lo que parecía ser carne podrida de la que salía humo y mal olor. Cuando los caballos chocaron con las puntas de las picas, la carne podrida maloliente envolvió al caballo y al jinete y deshizo a ambos dentro de la punta. No les daba tiempo ni a gritar, pues a los pocos segundos la pica escupía la armadura y lo que no era comestible.
A la vez, las flechas de Beelzebub, las balas congelantes de Leviatán y las armas de PoD de Gremory destrozaban si piedad al ejército del Lahak Yeshu'a.
Al final, muy pocos ángeles sobrevivieron, pues o habían huido o se habían rendido. Issei y las chicas no pudieron hacer nada salvo rendirse ante la abismal diferencia de poder entre ambos ejércitos. Issei arrojó al suelo el estandarte del Lahak Yeshu'a y se arrodilló. Asia y Raynare le siguieron en esa acción. Los tres estaban de rodillas cuando el Marqués Samigina y su Reina llegaron a donde estaban los capitanes que se habían rendido.
–Vaya, no me esperaba que os rendiérais... Es lo mejor de todas formas. –dijo el Marqués ante la incrédula mirada se Issei y Asia al enterarse que el Samigina era un caballo parlante.
Y así, de un momento a otro, Kurat invocó tres esferas mágicas de aire comprimido y se las lanzó al pecho al trío y fueron teletransportados a la mazmorra donde estaban Akeno y las demás chicas.
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Palabras: 4041.
¡Y he aquí el nuevo capítulo! Tras casi tres semanas sin actualizar debido los exámenes, os traigo este episodio épico.
El Lahak Yeshu'a ha sido derrotado y se han llevado a los capitanes a una mazmorra recóndita. ¿Qué pasará con Issei y las chicas?
PD: ¿Podremos llegar a 15 estrellas para celebrar mi regreso?
Un cordial saludo.
Atte.
E.S.Z.
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