T.2:28.
Mientras que Issei y los demás luchaban en el Olimpo contra Marte, en el otro extremo del Mediterráneo se estaba llevando a cabo una lucha igual e incluso más importante. Lucha en la cual los exorcistas abrahámicos, Ígor, Xenovia e Irina acabaron imponiéndose por las mínimas. La pelea acabó cuando la peculiar pareja de comunistas huyeron en un círculo mágico rojo con una hoz y un martillo como símbolo. Los exorcistas enfundaron sus armas y entablaron conversaciones de lo que acababa de ocurrir.
–¿Qué se supone que acaba de pasar? –se preguntó Xenovia desempolvándose las vestiduras.
–Pues que nos hemos enfrentado a unos rojos asquerosos y que acaban de huir como ratas. –explicó Igor haciendo énfasis en "asquerosos" y en "ratas".
–Ya, eso se ve a la vista Ígor. El caso es qué hacemos. ¿Se lo decimos a los Arcángeles y a los Cadres? ¿Nos lo callamos? –cuestionó Irina tapándose el cabello con la túnica.
–Es mejor que se lo digamos en persona a los Arcángeles. Así tendremos una respuesta inmediata acerca del modo de actuación. –le respondió Ígor a la castaña con un tono severo en su voz.
Acabada esa charla, se dieron la vuelta para poder recoger las Manzanas Doradas, el verdadero motivo por el que habían venido hasta el rincón más occidental del Mar Mediterráneo. Cuando Xenovia levantó la mano para poder recogerla, se escuchó un leve rugido desde atrás, alertando al trío de exorcistas.
–Δεν ξέχασες να ρωτήσεις κάποιον? –habló el dragón protector del Jardín de las Hespérides a los exorcistas. (¿Acaso no se os olvida preguntar a alguien?)
–¡Joder Ladón! ¡No nos des esos sustos! –se llevó la mano al pecho Ígor, mientras que Irina y Xenovia ya habían desenvainado sus fragmentos de Excalibur.
–Χαχαχαχα πλάκα έκανα! Φυσικά, μπορείτε να επιλέξετε αυτό που θέλετε. Επιπλέον, να σε πάω στην Ιερουσαλήμ? –rugió el dragón sarcásticamente, a la vez que se pegaba al suelo para que los exorcistas se pudiesen subir a su lomo (¡Jajajaja, sólo bromeaba! Claro que podéis recoger las que queráis. Es más, ¿os llevo a Jerusalén?)
–No hace falta Ladón, tenemos que regresar a Gades para informar a Melqart. –explicó Xenovia enfundando su "Destruction" en un espacio mágico.
–Eso sí, tenemos que hacer una cosa antes de irnos. –dijo Irina santiguándose al ver a los cadáveres colgantes de las ninfas.
Ladón dirigió su reptiliana mirada a donde se habían dirigido los morados iris de Irina y quedó atónito, lleno de ira, al ver como las tres ninfas que él se suponía tenía que proteger, estaban muertas, ahorcadas y difamadas. En ese momento rugió tan fuertemente que hasta Melqart en su palacio lo pudo escuchar, es decir, su rugido se escuchó a más de 65 kilómetros a la redonda.
–Αααααααχ! Ποιος τόλμησε να κάνει τέτοιο κακό! Όποιος κι αν είναι πρέπει να πληρώσει με τη σάρκα και το αίμα του! –rugió lleno de furia incontrolable Ladón, revoloteando salvajemente por el Jardín, escupiendo una especie de ácido de su boca. (¡Aaaaaaaaah! ¿¡Quién se ha atrevido a hacer tal maldad!? ¡Sea quién sea deberá pagar con su carne y su sangre!)
–¡Tranquilo Ladón! Aún no sabemos quién ha sido, ¿vale? –intentó convencer Ígor culpándose de haber tenido que mentir en el proceso.
Tras casi unos 20 minutos de intentar convencer al reptil, al final lograron tranquilizarlo, diciéndole que si encontraban al culpable, o culpables, él sería el primero en darles su merecido. Convencido Ladón, el trío de exorcistas bajaron los cuerpos de las tres ninfas, Egle, Eritea y Hesperia, las limpiaron, esculpieron sus nombres en trozos de corteza de los árboles, cavaron tres nichos y ahí mismo las enterraron, no sin antes rezar los cuatros presentes por el alma de las tres ninfas.
–Si nos lo permites Ladón, nos vamos hacia Gades. –habló respetuosa Irina dándose la vuelta y mirando al dragón.
–Φυσικά, μπορείτε να πάτε. Τώρα άσε με ήσυχο. –dio un leve rugido de tristeza el reptil, dejando al trío de exorcistas marchar hacia Gades, la actual Cádiz. (Claro, podéis iros. Ahora dejadme solo.)
En ese momento, el trío de exorcistas dirigieron sus pasos hacia la ciudad portuaria comercial de Gades. En su camino, el trío de exorcistas hablaban entre ellos, como no, de sus diferente puntos de vista teológicos, así como del modo en el que la Iglesia Cristiana debía funcionar. Ígor abogaba por la supremacía de los Siete Patriarcas, es decir, el de los arzobispos de Moscú, Constantinopla, Atenas, Antioquía, Jerusalén, Alejandría y Roma. Este sistema descentralizaría la iglesia cristiana en 7 "distritos" (Moscú, sería la cabeza de la iglesia ortodoxa eslava oriental, Constantinopla sería la cabeza de todas ellas, Atenas sería la líder de la iglesia ortodoxa balcánica [Serbios, griegos, búlgaros y rumanos], Antioquía seria la de la iglesia ortodoxa oriental, Jerusalén sería la segunda cabeza más importante, Alejandría la cabeza de la iglesia ortodoxa copta egipcia y Roma sería la sede la hipotética iglesia ortodoxa occidental [Península Ibérica, Francia, Islas Británicas, Alemania, Escandinavia e Italia].
Por su parte, Xenovia, como buena católica y "papista" defendía la supremacía del Sumo Pontífice de Roma sobre toda la cristiandad, ortodoxa o protestante. Su principal argumento es que Yeshua en vida dijo "sobre esta roca construiré mi iglesia" señalando a Pedro*. Como Pedro moriría martirizado en Roma, la cristiandad tendría por consiguiente su sede en Roma y no en cualquier otra ciudad. Por su parte, Irina atacaba a ambos y defendía que la cristiandad no debía ser una religión dirigida por un hombre con muchas riquezas (como en el caso del Papa) o con mucho poder político en su respectivo país (como el Patriarca de Moscú), sino que debía ser una religión privada, más espiritual, más interior.
Al final estaban a las puertas del Palacio de Melqart y aún no habían terminado de discutir entre ellos.
*El nombre de Pedro en griego es "Petros", que se traduciría como "piedra". La confusión vendría dada debido a que el Nuevo Testamento, donde se puede leer el pasaje que hace mención Xenovia, se escribió originalmente en griego, por lo que Jesús, estaría diciendo o "sobre esta roca" o "sobre ti, Pedro"*
–¡Podemos parar de discutir, aunque sea por cinco minutos! –terminó exclamando Ígor para que Xenovia e Irina parasen de discutir, las cuales llevaban enfrascadas en una pelea teológica desde hacía media hora.
–Claro que sí Ígor... ¿A que no estábamos discutiendo Irina? –preguntó retóricamente Xenovia con una mano en el cuello y la otra en el hombro de Irina. Claramente estaban nerviosas.
–¡No no, claro que no! Sólo hablábamos de manera distendida entre dos hermanas cristianas ¿a que sí Xenovia? –respondió con una pregunta retórica la castaña a la peliazul con mechón verde.
–Mejor. –respondió secamente el ucraniano mientras daba golpecitos en la enorme puerta de madera del palacio de Melqart.
Cuando Ígor escuchó el "pase" de Melqart, procedió a abrir las puertas del templo-palacio donde vivía actualmente recluido Melqart, el dios fenicio hijo de Baal y Tannit, sobrino del dios abrahámico y nieto de An, el dios sumerio del Cielo. Los tres exorcistas entraron en el amplio pasillo a paso lento pero firme hasta llegar al trono donde se sentaba el dios fenicio y se arrodillaron ante él como habían hecho antes de marchar hacia el Jardín de las Hespérides.
–Veo que al fin habéis regresado de la península. ¿Cómo os ha ido en vuestra misión? –preguntó amablemente el dios fenicio, a lo que el exorcista ucraniano respondió.
–Ha sido un éxito Melqart. Fuimos, hablamos con el dragón protector del Jardín, Ladón, y nos dejó pasar y recogimos las Manzanas Doradas. –dijo el ucraniano sacando de su sotana una manzana dorada, al igual que Xenovia e Irina, las cuales sacaron sus respectivas Manzanas Doradas.
–Me alegro por ustedes, lo habéis hecho bien. ¿Ahora supongo que queréis regresar a Jerusalén, cierto? –preguntó el dios fenicio a los tres humanos reencarnados en ángeles.
–Claro que sí Melqart... –estaba hablando Ígor cuando un par de fenicios, con vestimentas lujosas y joyas caras entraron en el palacio muy deprisa con algo en sus manos.
–¡Señor Mío! ¡Señor Mío! –se escuchó la voz estridente de una fenicia que venía acompañada de lo que parecía ser su marido.
–¿Que te trae por aquí, Batnoam? –habló el dios fenicio al ver a la fenicia y a su esposo tan nerviosos.
–¿Adad? ¿Qué haces aquí? –preguntó por su parte Ígor al ver al marinero que les llevó desde Tiro hasta Gadir.
–¡Ígor amigo mío! ¿Qué tal estás? –preguntó muy alegre Adad al exorcista que le salvó la vida frente a las costas de Sicilia.
Ígor le explicó que había venido hasta Gadir para recoger las Manzanas Doradas del Jardín de las Hespérides para poder curar a Asia Argento del estado comatoso en el que entró tras la Gran Batalla del Cielo. Adad empatizó con el ucraniano y le dijo que él y su esposa, vecinos naturales de Gadir, eran una de las familias más ricas y prósperas de la ciudad debido a los negocios que tenían en Gadir, Cartago, las islas de Sicilias y Cerdeña y la ciudad fenicia de Tiro.
–¿Entonces, qué te trae por aquí Batnoam? –preguntó comprensivo Melqart a la esposa de Adad.
–Mi señor, acaba de llegar una carta de nuestra Señora Tannit. Está sellada con su sello personal. –respondió Batnoam entregando al dios fenicio una carta en papiro con un sello particular.
Melqart agarró la carta en papiro y comenzó a leerla en voz alta para que los exorcistas y la pareja fenicia se enterasen de lo que su madre Tannit había escrito.
–"Melqart, hijo mío, rey de Gadir, Cartago, Cerdeña y Sicilia. Salud y gracia. Seguramente ya sepas que tu difunto tío El, como legado tras su muerte, quiso traer la paz al Mundo Sobrenatural. Aunque tu tío causó tanto sufrimiento y muerte tras su victoria contra Tinia, él en el fondo sólo quiso la paz y estabilidad del Mundo Sobrenatural. Para ello, hemos tenido que esperar más de 150 años desde su fallecimiento, pues ahora se escuchan noticias entre los mercaderes y comerciantes de Fenicia de que los comerciantes y mercaderes tanto del Khêmi como de Grecia han empezado ha tener relaciones cordiales y amistosas entre ellos. Como civilización de comerciantes que somos, esta situación nos beneficiaría enormemente, por lo que yo, Tannit, viuda de Baal, reina y señora de Tiro, Biblos, Arvad, Trípoli, Baalbek, Beritos, Sidón, Sarepta, Acre y Dor, así como madre tuya, acepto y promuevo la entrada en la Alianza Sobrenatural, así como la aportación de 25 navíos de guerra y 45 navíos comerciales a la dicha Alianza. Que esto que yo he dicho sea firme y estable." –terminó de leer Melqart, quedando gratamente sorprendido por lo que había escrito su madre.
–Entonces el Panteón Fenicio se une formalmente a la Alianza. –dijo Ígor también muy sorprendido.
–Así es Ígor. Ahora seguirme. Un navío os espera en el puerto para que lleguéis a tiempo a Jerusalén. –habló Adad, quien agarró a Ígor por el cuello de manera amistosa.
Por su parte, Xenovia e Irina, al ver que Ígor se dirigía a fuera del templo-palacio, se miraron entre ellas con una mirada sombría y se amenazaron entre ellas sutilmente. Dicha amenaza no fue inadvertida, pues Batnoam y Melqart vieron al par de exorcistas mirarse sombriamente y con ganas de matarse ahí mismo. Lo único que hicieron fue cruzarse de hombros y esperar que no se matasen entre ellas en el barco.
Mientras, en el puerto de la ciudad de Gadir, Ígor contemplaba cómo los artesanos de la ciudad construían y ultimaban el barco que les llevaría hasta Jafa, ciudad hebrea portuaria que conectaba de manera directa mediante una vía con Jerusalén, el objetivo final del trío de exorcistas. Iban para Jerusalén porque era en esa ciudad donde podrían hacer el circulo mágico al Cielo sin ser espiados por alguna facción contraria. Ígor contemplaba el barco a medio construir y no dudó en preguntar al veterano navegante fenicio.
–¿Así que que estos barcos los usará la Alianza, no? –preguntó anonadado el ucraniano al ver el imponente barco fenicio.
–Sí. Éstos en concreto los usará para el comercio entre las distintas facciones. –explicó Adad al exorcista ucraniano. –Cada facción dispondrá de un puerto comercial donde podrán intercambiar productos con otras facciones.
–Tannit en su carta mencionó algo de "navíos de guerra". ¿A qué se refería? –preguntó curioso Ígor al navegante gaditano.
–A navíos que están específicamente fabricados para la guerra. Verás, estos de aquí –dijo Adad señalando el navío mercante– tienen una potencia máxima de 24 cañones. Mientras que los de guerra tiene una potencia mínima de 40 cañones, además de las tablas de abordajes. –explicó el fenicio señalando las diferencias entre los dos tipos de embarcaciones.
Estaban conversando entre los barcos cuando las dos exorcistas regresaron del templo de Melqart y contemplaron también anonadadas el barco que estaba casi a punto de ser terminado. Adad les explicó también a ellas lo que ya le había dicho al ucraniano, acerca de la diferencia de navíos mercantes y navíos de guerra. Se quedaron a conversar cuando un obrero de origen íbero se acercó a Adad con una sonrisa en su polvoriento rostro.
–Señor Adad, el barco ya está listo para zarpar. –dijo el obrero.
Y dicho y hecho. En cuanto el obrero dijo el estado del barco, el trío de exorcistas, Adad y un grupo de 300 gaditanos armados a la manera hoplita (con lanza y escudo) se echaron a la mar para llegar, si el viento les era favorable, en unos pocos días, tal vez una semana y pico. El barco en sí era un navío mercante, con 24 cañones, bodegas para mercancías, así como un pequeño despacho para el jefe de la embarcación, en este caso Adad. En el despacho había un mapa del Mundo Sobrenatural, con las distintas facciones y puertos comerciales; un escritorio, para poder escribir las bitácoras, un armario y un pequeño amuleto que tenía Adad, el cual era una pequeña joya de lapizlazuli que compró hace unos años en un mercado de Tiro y se lo regaló a su esposa Batnoam.
Tras un viaje de casi una semana, el navío al fin llegó al puerto de Jafa, en la costa de Palestina. En el puerto, Adad se despidió de los exorcistas y volvió a embarcar para realizar su primer viaje a otro Panteón, en este caso al Griego, donde establecería un pequeño puerto y centro de comercio en la isla de Egina, al frente de Atenas. Con el trío de exorcistas, éstos se unieron a una caravana comercial hasta llegar a Jerusalén, viaje que les tomó unas pocas horas. Cuando llegaron a la ciudad, estos llegaron hasta el lugar más santo que había en la ciudad: el Templo de Salomón*.
*El Templo de Salomón fue el sitio sagrado construido por el rey David para alojar en él la Arca de la Alianza, donde guardaba las Tablas de la Ley. En el Mundo Sobrenatural este templo sería el lugar donde El vivía cuando no estaba en el Cielo, rara vez a decir verdad. El Templo fue destruido en la vida real dos veces, y ahora sólo se conserva el llamado "Muro de las Lamentaciones". En el Mundo Sobrenatural, aunque fue asediado por muchos dioses, nunca llegó a destruirse.*
Una vez en el templo, Ígor, Irina y Xenovia se agarraron de las manos, rezaron un "Padrenuestro", un "Ave María" y un "Credo", cada uno en su respectivo idioma sagrado (Eslavo eclesiástico en el caso de Ígor, Inglés en el caso de Irina y latín en el caso de Xenovia). Tras los rezos, un gran círculo mágico de color azul con una cruz en él les rodeó y les teletransportó al Cielo, más precisamente a sus puertas, donde estaba Pedro sentado leyendo un libro tranquilo.
–¿Oh, ya estáis aquí? ¿Traéis las Manzanas Doradas? –pregunto Pedro levantándose para abrir las Puertas del Cielo.
–Sí. –dijo escuetamente el ucraniano a la vez que él y las dos exorcistas mostraban las Manzanas Doradas.
–Perfecto. Ahora sólo queda que se lo mostreis a Yeshua y que avise a los demás. –dijo Pedro dejando entrar a los exorcistas al Cielo.
Los exorcistas pasaron entonces por el Primer Cielo. Éste era el lugar donde los ángeles puros vivían y socializan entre ellos. Tiene el aspecto de una ciudad moderna, con rascacielos y tiendas de productos básicos, productos que eran producidos en el Segundo Cielo. Éste era el lugar donde los ángeles trabajaban en distintas labores: agricultura, ganadería, artesanía así como una de las labores más importantes: atender a las plegarias de cristianos, judíos y musulmanes. En el Tercer Cielo estaba el Jardín del Edén; al contrario de los mitos, el Jardin del Edén era el principal lugar de ocio de los ángeles, donde se podían ir a relajar y pasar el rato. A continuación estaba el Cuarto Cielo, en el que estaban los cuarteles y barracas donde los ángeles que no trabajan en el Segundo Cielo entrenam para ir a la guerra, armados con equipamiento similar a la Edad Media europea. En el nivel superior estaba el Quinto Cielo, donde los humanos reencarnados en ángeles por los Arcángeles vivían y entrenaban; es el lugar donde vivían Xenovia, Irina e Ígor. A continuación estaba el Sexto Cielo, donde los Arcángeles vivían en casas similares a las Villae romanas y donde también se reunían en una sala aparte. Por último estaba el Séptimo Cielo, donde se sentaba El cuando estaba vivo, y ahora Yeshua Ibn Mariy. Aparte del Trono, también se localizaba los aposentos de Yeshua.
Llegaron a al Séptimo Cielo y encontraron a Yeshua sentado en su Trono, con mirada serena pero aura imponente. Cuando les dejó pasar, los exorcistas se arrodillaron ante Cristo y le comunicaron que ya habían acabado la misión que éste les encomendó hacia unos días. Mostraron las Manzanas Dorada Y Yeshua sonrió aliviado.
–¡Por fin! Con esto curaremos a la hermana Asia. Enhorabuena Ígor, Xenovia, Irina. Ahora podéis ir a vuestros aposentos, comunicaré a mis hermanos Arcángeles y Cadres que ya pueden venir de Grecia. –explicó Yeshua con voz dulce y tenue.
–Gracias Majestad. ¡Viva Cristo Rey! –exclamaron los exorcistas con sus fragmentos de Excalibur apuntando al aire.
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Palabras: 3022.
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En algún lugar en medio de China, en la provincia de Hubei, un círculo mágico rojo con una hoz y un martillo como símbolos se abría a las puertas de lo que parecía ser un cuartel general. A las puertas había un cartel rojo con caracteres chinos en el que se podía leer "¡Proletarios de todo el Mundo, uníos!". Sergio y Guillermo llamaron a la puerta. Tras un momento de espera, abrió una chica pelinegra, de rasgos orientales. Ésta, al ver en que estado se encontraba Guillermo, les dejó pasar rápidamente.
–¡Xiè Xiè, Xiang! –habló Sergio poniendo a Guillermo en una camilla que se trajo un guardia que vigilaba el recinto.
–Méi wèntí, Sergio. ¡Rápido, llévenselo a la enfermería! –ordenó la chica de nombre Xiang al guardia, el cual empezó a correr con la camilla.
Una vez estabilizado y en la enfermería, Guillermo y Sergio estaban esperando al Secretario General del Komintern. Lo que ellos sabían es que el Secretario General tampoco era un humano normal y corriente, como Xi Jinping, sino alguien que sí tenía conocimiento del Mundo Sobrenatural y era portador de un arma devastadora para cualquier dios de pacotilla que se dignase a enfrentarse frente a él. Tras una espera de unos 20 minutos, al fin apareció a quien estaban esperando.
–Nǐ hǎo, Sergio-tóngzhì, Guillermo-tóngzhì. –saludo el Secretario General.
–Cao Cao-tòngzhì... –habló débilmente Guillermo ante la presencia del hombre más poderoso del Mundo Humano y, posiblemente, del Mundo Sobrenatural.
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