T.2:25
Los dioses del Olimpo y sus invitados abrahámicos estaban atónitos por lo que estaban viendo a través del Olimpo: legiones romanas comandadas por Marte, el ex-dios etrusco de la guerra se mostraba desafiante ante los dioses griegos. Los soldados romanos marchaban a través de las planicies que se situaban a los pies del Olimpo. Al son del cornu, la trompeta que usaba el cornicen, las legiones marchaban al unísono.
Las legiones que les estaban asediando otra vez, al igual que ocurrió en el año 146 antes del nacimiento de Yeshua, estaban formadas por tres tipos de soldados. La infantería ligera, los llamados Velites, estaba posicionada detrás de las legiones, armadas con una daga y una jabalina que se podía lanzar. Delante de ellos la infantería pesada, los legionarios, los cuales estaban bien armados con su armadura: el casco (Galea), la armadura que le cubría el pecho, la famosa Lorica Segmentata, y unas sandalias, las Caligae. En cuanto a su armamento, estaban armados con los inigualables Gladius, armas cortas parecidas a un alfanje, y sus Pilum, las jabalinas que lanzaban.
Detrás de los Velites, apostadas en la planicie, estaban la principal preocupación de los dioses del Olimpo y los invitados abrahámicos, la artillería romana. Balistas, Onagros y Escorpiones* apuntaban amenazantes a la sala de reuniones, la cual estaba en la cima del Olimpo. Y a los flancos de la artillería, la caballería romana protegiendo a las armas de madera.
*Los Onagros y Escorpiones, a pesar de sus nombres, eran piezas de artillería que se apostaban cerca del asentamiento que se quería asediar. El Onagro era una catapulta de tamaño más bien pequeño, mientras que el Escorpión era una ballesta medieval anclada al suelo. El Onagro disparaba rocas y el Escorpión lanzas.*
Estas piezas de artillería estaban resguardadas, obviamente, aparte de por la caballería romana, los llamados Equites, y por una suerte de barricadas fabricadas por heno, piedras y trozos de cerámica.
Los dioses griegos no sabían qué hacer. Legiones y legiones de soldados romanos marchaban hacia la sala de reuniones, y los invitados abrahámicos estaba rezando a Padre de que no alcanzasen su objetivo. El único que no estaba preocupado o rezando era Issei. El joven castaño observó a las legiones y se puso a pensar inmediatamente en qué podían hacer para detenerles.
-Draig, si tu fuesen un general griego y vieses como un inmenso ejército va a asediar tu ciudad, ¿qué harías? -preguntó el castaño al dragón en su interior, el cual se puso a pensar también.
-[Dydw i ddim yn adnabod Aibō. Draig ydw i, nid cadlywydd byddin. Nid meddwl yw fy hil, ond gweithredu'n gyflym ac yn gryf.] -dijo Draig molesto por haber supuesto su compañero que él era un estratega. (No lo sé Aibō. Soy un dragón, no un comandante de un ejército. Mi raza no es de pensar, sino actuar rápido y fuerte.)
-¡Cierto, argh! -recordó quejumbroso el castaño agarrando su pelo con sus manos.
Entonces recordó que, cuando salía del palacio de Ra, pudo ver por unos momentos soldados egipcios de la época faraónica. Él no lo sabía en ese momento, pero Anubis los había convocado desde el Mundo de los Muertos. Éste era un mundo paralelo al Sobrenatural y al Humano. Era en esta dimensión donde iban todos los fallecidos del planeta, desde la Prehistoria hasta la Actualidad, siendo indiferente la etnia, la religión, la nacionalidad o la época histórica. A Issei entonces se le iluminó la bombilla.
-¡Claro! ¡El Mundo de los Muertos! -exclamó en voz alta para que los demás le escuchasen.
-¿Qué pasa Κόκκινο Δράκο? -habló Hades con un tono evidente de curiosidad. Él era quien tenía dominio de esa dimensión en su Panteón.
-Hades-sama, ¿conoce el Mundo de los Muertos? -preguntó el castaño al dios griego, el cual se había sorprendido por haber escuchado al joven castaño hablar del Mundo de los Muertos.
-Claro. Tengo acceso a él al igual que otros dioses como Anubis, Hela, Mictlantecuhtli o Lama. ¿Por qué lo preguntas Κόκκινο Δράκο? -cuestionó el dios griego teniendo una leve idea de lo que el castaño tenía en la mente.
-Podría invocar guerreros griegos y formar un ejército para poder defender el Olimpo. -explicó Issei. Hades se lo pensó. Era buena idea la que había tenido el portador de Draig. Invocaría a los soldados griegos paganos de todas las épocas para poder defender el Olimpo.
-Tienes razón Κόκκινο Δράκο. Eso haré. -dijo Hades a Issei, el cual ya se había armado con su armadura roja y una Katana de luz roja. -¡Hermanos dioses, escucharme! -levantó la voz Hades a sus compañeros dioses del Olimpo.
-¿Qué pasa hermano? -cuestionó Zeus a su hermano.
-Voy a invocar a soldados humanos para esta batalla. Dadle las gracias al portador de Draig. -explicó Hades a Zeus, quien sonrió y alentó a su hermano a hacer el hechizo correspondiente. En cuanto a Issei...
-¡Detente Afrodita! ¡Le vas a ahogar! -intento detener Atenea a su hermana, la cual estaba abrazando a Issei, el cual se estaba ahogando debido a los voluptuosos pechos de la diosa. Raynare ardía de celos, pero se aguantó.
Mientras, con Hades, éste tenía los brazos levantados hacia el cielo y comenzó a pronunciar en griego clásico un hechizo. El hechizo decía así: "Oh, hombres libres de la Élade, ¡escuchad la llamada de vuestros dioses! El Olimpo está en peligro, ¡así que levantad y defended vuestra patria y vuestra cultura!
Entonces, en la planicies a las faldas del Olimpo, surgieron del horizonte un gran ejército griego. Estaba formado por guerreros griegos paganos de todas las épocas: minoica, micénica, clásica y helenística; infantes, arqueros y caballería, incluso había traído algunas piezas de artillería iguales a las romanas y había invocado a dos humanos excepcionales para dirigir la batalla: Alcibíades y Alejandro Magno.
En cuanto a los soldados que comandaban, estos eran de todas las épocas y de todas las clases que los griegos habían tenido desde la época minoica hasta el fin de su civilización en el año 146 a.C. guerreros de la edad del bronce minoicos y micénicos, hoplitas y toxotes de la era clásica y piqueros, peltastas y caballeros "Hippeus" de la era helenística.
Los dos generales griegos observaron a los soldados que habían sido invocados junto a ellos. Estaban confundidos, pero algo dentro de ellos les decía que tenían que hacer lo que mejor sabían hacer: comandar hombres en la batalla. En mismas condiciones estaban los guerreros griegos. ¿Qué hacían aquí? Hasta hace nada estaban en el Mundo de los Muertos y ahora estaban con las armas de nuevo.
En eso apareció un círculo mágico en los oídos de todos los presentes.
-¡Hombres libres de la Élade! ¡Escuchadme, a mí, Zeus, vuestro Dios! -empezó a hablar el rey del Olimpo.
Los hombres no se lo creían: los dioses existían y ahora mismo les estaban hablando a través de unos círculos brillantes extraños. Por su parte, Alejandro Magno y Alcibíades escuchaban igual de sorprendidos que sus hombres, pero lo intentaban disimular de la mejor manera posible.
-¡Ante vosotros tenéis a un enemigo que quiere destruir el Olimpo! ¡Quiere arrasar la Élade! ¡No dudará en masacrar, asesinar, violar y saquear todo lo que se encuentren a su paso! Pero no, no lo harán... Os prometo que no lo harán... -pronunció su discurso motivador Zeus. Estaba igual de emocionado que esos soldados que estaban ahí abajo.
-¡No lo harán porque vosotros, hombres libres de la Élade, lo impediréis! Con espadas, lanzas, hachas, flechas y jabalinas, con sangre y sudor, ¡impediréis que esos bárbaros imitadores de nuestra cultura lo hagan! Demostrémoles a esos saqueadores romanos lo que pasa si se meten con nosotros. ¡Acabad con ellos! -terminó el discurso Atenea, también visiblemente emocionada.
Mientras tanto, los invitados abrahámicos hablaban entre ellos. No querían quedarse aquí sin ayudar a la facción que tanto les había ayudado hace tanto tiempo. El Arcángel Miguel votaba por luchar, al igual que su hermano Azazel y los demás Cadres y Arcángeles. El problema es que ellos sólos no podían enfrentar a un ejército tan inmenso como el que estaba atacando el Olimpo. Issei entonces les dijo lo mismo que le había dicho a Hades.
-Miguel-sama, Azazel-sama. -habló Issei al Gobernador General de Grigory y al Arcángel más fuerte del Cielo.
-¿Qué pasa Hyōdō-aj? -preguntó el Arcángel Miguel al castaño.
-¿Por qué no podemos hacer lo mismo que ha hecho Hades-sama? -cuestionó el portador de Draig a los Cadres y Arcángeles.
-Porque no tenemos ninguna relación con el Mundo de los Muertos Issei. Si la tuviésemos, sería pan comido... -le explicó Raynare a su novio, el cual sonreía confiado.
-Nosotros no, pero cierta vampira sí... -dejó caer Issei a sus compañeros abrahámicos, los cuales se echaron las manos a la cabeza por no haber pensado en eso.
-¡Claro! ¡Valerie! -exclamó Kalawarner dándose una cachetada en la frente. -¡Que alguien contacte con Valerie! -dió prisa la ángel caída peliazul a sus hermanos ángeles.
-Yo mismo lo haré Kala-chan. Vosotros preocupaos por proteger la entrada a al Olimpo. -ordenó Issei a sus superiores. ¿Por qué le obedecieron? Estaban en una situación de urgencia e Issei parecía tenerla bajo control.
-{¿Aló? ¿Quién es?} -pronunció Valerie al otro lado del circulo mágico de comunicación.
-{Soy yo, Issei. Necesitamos tu ayuda} -dijo Issei a la semi-vampira rumana, la cual estaba nerviosa al haber escuchado el tono de voz del castaño.
-{¿Qué necesitáis?} -preguntó Valerie con preocupación al imaginar que estaba pasando en el Olimpo.
-{Soldados humanos. Preferiblemente aquellos que hayan profesado una religión abrahámica.} -manifestó Issei decidido que acabar esta batalla y pagar com la misma moneda a la facción que había ayudado a la suya.
-{Está hecho Issei. Cuenta conmigo.} -colgó Valerie al castaño, el cual había empezado otra vez a rezar para que saliese bien el plan.
Mientras tanto, en Grigory, Valerie se había sentado en el suelo de su salón, en posición de loto, con las manos en las rodillas, respirando profundamente y con suavidad. Akeno estaba a su lado, preparando incienso y encendiendo unas velas para ambientar la sala. Una vez listo, Valerie empezó con el hechizo.
-Ho mortinto de la planedo, aŭskultu mian vokon! Mi, Valerie Țepeş, portanto de la Sephirot Graal, ordonas al vi stariĝi kaj defendi la Abrahaman Kredon. De la landoj Kanaanaj ĝis la sabloj de Arabio. Ekstaru! -pronunció el hechizo Valeire. El círculo mágico donde estaba sentada brilló con intensidad y ese mismo círculo fue copiado en le campo de batalla en Grecia. (Oh, fallecidos del planeta, ¡escuchad mi llamada! Yo, Valerie Țepeş, portadora del Sephirot Graal, os ordeno que os levantéis y defendais la Fé Abrahámica. Desde las tierras de Canaan hasta las arenas de Arabia. ¡Levantaos!)
Justo después de pronunciar el hechizo, Valerie cayó inconsciente en el suelo. Akeno fue a donde estaba y la levantó para llevársela a la cama para que descansase.
Entonces, en el campo de batalla en Grecia, en el flanco derecho del ejército romano, apareció otro ejército. Este era de la mitad de tamaño del griego y estaba conformado por guerreros israelitas y de los soldados romanos tardíos, ya cristianos. Además tenían caballería catafracta bizantina, una de las mejores caballerías de la Edad Media.
El ejército de los israelitas estaba formado por dos principales grupos, uno por cada reino (Judah e Israel) y estos a su vez estaban divididos en 6 legiones cada uno, en total 12, una por cada tribu hebrea (Aser, Neftalí, Zabulón, Isacar, Manasés, Dan, Efraím, Benjamín, Gad, Rubén, Judá y Simeón.). Sus soldados estaban armados con armas de la edad del bronce, primitivas, pero su espíritu de lucha y supervivencia lo compensa.
Por su parte, el ejército tardoromano estaba formado por 15 legiones de seis mil soldados cada uno (en total 90.000 soldados). Estos iban armados con armas parecidas a las que tendrían los reinos cristianos en la Edad Media, por lo que eran tecnológicamente superiores a los demás ejércitos que se enfrentarían.
Los guerreros invocados por Valerie estaban en ese mismo momento muy confundidos. ¿Qué hacían ahí? ¿A quién se tenían que enfrentar? Porque estaban armados como para ir a la guerra. Entonces un círculo mágico apareció en sus oídos, al igual que había ocurrido con los soldados griegos.
-Escuchad, fieles al Señor. -escucharon al Arcángel Miguel hablar lleno de ira, algo inusual en él. -¡Αnte vosotros tenéis a un enemigo cruel y pagano, que no dudará en saquear y arrasar todo a su paso, incluido el sacro Templo de Jerusalén! Es fuerte y poderoso, ha derrotado a muchos imperios y civilizaciones, pero tenéis a un aliado que ha ayudado al Señor y a los ángeles en muchas ocasiones. El resto ya sabéis qué hacer. -terminó el Arcángel Miguel de hablar, a lo cual los soldados estaban emocionados. Habian escuchado la voz del Arcángel Miguel y les había dicho que el Señor estaba con ellos. Así que no iban a defraudar a Dios, iban a demostrar que eran capaces de derrotar al enemigo, quien quiera que sea.
-¡Adonaim Anachnnu! -exclamaron los hebreos mientras alzaban sus armas al cielo, algunos golpeaban sus armas con sus escudos y otros aplaudían
-¡Deus Vult! -gritaron los romanos al unísono que los hebreos levantando sus gladius y golpeando sus escudos con el suelo.
La batalla por la paz en el mundo sobrenatural estaba a punto de comenzar, el Olimpo sería sus escenario, los campos se teñirán de rojo y el portador del Draig sería un fiel testigo para las generaciones futuras de cómo en la Batalla del Olimpo se reforzaría la recién formada Alianza Sobrenatural.
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Comunistas. Si algo odiaba Ígor, aparte de los demonios, eran los comunistas. Desde que Ígor nació, a finales de los 80, había visto como el modelo socioeconómico que se autodenominaba "Dictadura del Proletariado" había caído. "Al fin" pensó cuando el Muro de la Vergüenza era derrumbado a base de martillazos. La libertad y la Democracia había vencido a la plaga roja.
Pero, por lo que estaba viendo, la plaga roja aún no había acabado. Frente a él estaban dos rojos. Uno era un chico joven, escuálido y pálido, estaba leyendo un libro y tenía un fuerte acento andaluz al hablar. El otro era todo lo contrario. Era más alto que el otro, más fornido y tenía un tono de piel más normal, más oscuro. Este tenía un acento relativamente neutro y llevaba colgado del cuello un subfusil, un subfusil que Igor conocía bastante bien: un AK-12. Un último modelo.
Igor apretó los puños con ira. Si quería que la plaga roja acabase, tendría que hacerlo por sus propios medios. Desenvainó su fragmento Excalibur "Nightmare" y se replicó el máximo de veces que podía, 20.
El original apuntó su espada al fornido, de nombre Sergio, y habló en voz alta.
-¡Tú! ¡Rojo! ¡Es hora de que pagues por los crímenes que habéis cometido! -exclamó en voz alta Ígor, haciendo un gesto para que sus clones atacasen a Sergio.
Sergio estaba distraído discutiendo con su compañero andaluz, pero Guillermo, el chico con el acento cerrado, giró la cabeza y gritó a su compañero para advertirle.
-¡Quierê parâh de criticâh mi forma de ablâh y ten cuidao! ¿No bêh que eçe çaçerdote êttá atacando? -advirtió Guillermo a su compañero Sergio, quien simplemente agarró su arma y comenzó a disparar indiscriminadamente a los clones.
-¿Así que eres quien posee el fragmento de Excalibur? Veo que no eres tan débil como pareces... -dijo recargando su arma con un nuevo cartucho. -Suerte que yo también tengo un juguete... -pronunció misterioso Sergio estirando su brazo izquierdo hacia su lado izquierdo, consiguiendo abrir un portal de donde salió una espada.
-Colada... -susurró Xenovia al ver esa espada.
-¿Qué pasa, papista? -preguntó Irina a su compañera católica.
-Esa espada fue la que portó en vida el Cid Campeador. Tras su muerte, Dios decidió convertirla en Sacred Gear. -explicó Xenovia a Irina, la cual estaba sorprendida. Aunque no era la primera vez que Dios convertía en Sacred Gear alguna que otra espada, ejemplo de ello era Excalibur.
-Eço no êh der tó çierto, monha peliaçûh. -habló de repente el chico escuálido poniéndose de pie dejando el libro en el suelo. -Er Çîh no çólo portaba a Colá, también a Tiçona. Pero eça êppá ya no tiene portadôh... -terminó de decir Guillermo con un tono melancólico al decir que ya no tenía dueño.
-¿A qué te refieres con que no tiene dueño? ¿Ha habido algún portador tras el Cid? -preguntó Xenovia al chico pálido, el cual miró a la peliazul con tristeza y melancolía.
-Çí, tenía. Era mi nobia y la ermana de Çerhio. Fue çecuêttrá por lô demoniô abrahámicô. -confesó Guillermo ante las dos monjas, las cuales se acordaron inmediatamente. Era aquella chica que no era precisamente una monja y que Asia se había encargado de matar en la Batalla del Cielo.
-Pues sí, la conocemos. La hermana Asia la mató en la Batalla del Cielo. -confesó la peliazul al andaluz, el cual abrió los ojos y empezó a temblar de ira.
-¿Êttá muerta? ¿La an açeçinao? ¡Quién quiera que çea buêttra ermana Açia, lo pagará! -terminó exclamando lleno de ira Guillermo arrancandose la fima ropa que tenía.
Mientras tanto, a unos metros de donde estaban Xenovia e Irina junto a Guillermo, Ígor se había clonado otras veinte veces, mientras que Sergio blandía la espada Colada con sus dos manos, contrarrestando los clones del ucraniano, los cuales blandían sables de una mano y escudos de luz, mientras que el original Igor se mantenía camuflado.
Sergio entonces dio un rodeo con su espada de dos manos para librarse de tres clones. Luego, esquivó agilmente las lanzas de luz que otros clones de Igor le habían arrojado. Saltó sobre ellas y corrió hacia los clones, a los cuales decapitó de un solo tajo. Los demás clones se lanzaron contra Sergio otra vez, quienes consiguieron herir levemente el brazo derecho del español. Igor sonrió viendo que le había herido. Pero su sonrisa se desvaneció cuando vio como Sergio clavó Colada en el suelo, provocando que los clones se cayeran por el ligero temblor que había causado. Ahora solo quedaba el original Igor.
-¡Mierda! dijo en voz baja Igor al ver que solo quedaba él. Por ahora, estaba seguro escondido arriba de un árbol del Jardín.
-Te encontraré, sacerdote de pacotilla... -silbó Sergio sacando una pistola de su pie. -Sal de ahí... rata... -susurró el español buscando al sacerdote ortodoxo ucraniano.
Entonces Sergio lo encontró encima de una rama, escondido de cuclillas sin hacer mucho ruido. Entonces Sergio apuntó su pistola modelo Makárov PM a la pierna de Igor y disparó. La bala atravesó la pierna de Igor y provocó que cayese de la rama y se golpease la cabeza con una piedra. Si fuese un humano normal hubiese muerto, pero era un ángel, por lo que sobrevivió de milagro. Pero Sergio no sabía ese hecho, por lo que pensó que había muerto, emprendiendo su retirada.
Pero, mientras tanto...
Mente de Igor Doroshenko.
El sacerdote ortodoxo ucraniano, cuando cayó de la rama había quedado inconsciente. Ese mismo golpe hubiese matado a un humano normal, pero Igor era un humano reencarnado en ángel, por lo que sobrevivió a duras penas.
Él estaba en un espacio en blanco infinito, no sentía el tiempo, pero sí un espacio físico, pues estaba tumbado en éste. Igor abrió los ojos y se sentó en esa especie de suelo. Una vez sentado, colocó sus manos sobre su barbilla y reflexionó sobre el porqué estaba en ese momento ahí. No era el Cielo, eso es obvio, pero tampoco parecía el infierno.
Él entonces pensó. Habia sido entrenado por el mismísimo Patriarca de Moscú, Cirilo I. Le había entrenado para exorcizar demonios, apoyar a los ángeles puros, evitar a los ángeles caídos. Y cuando recibió la noticia de que en Kiev había una guarida de demonios, para allá fue. Él consiguió acabar con algunos demonios de la guarida, pero llegó la demonio Sitri y, en un enfrentamiento muy igualado, lo hirió de muerte.
Fue entonces cuando Igor pensó que acabaría su corta vida. Comenzó a rezar fervientemente, con esperanzas de no morir en ese charco de sangre en el que estaba empapado. Pero sucedió un milagro: un círculo mágico dorado con la señal de una cruz ortodoxa apareció en el suelo. Y del círculo mágico salió el Arcángel Uriel, con sus 10 alas doradas resplandecientes y su aro sobre la cabeza. Escuchó un "Levántate y sirve al Cielo" y poco después se desmayó.
Desde entonces, cosa que ocurrió hace casi 6 meses, ha servido a su Salvador, el Arcángel Uriel, al principio como un simple cartero, llevando cartas de un lugar a otro, pero ascendió y poco después ya estaba haciendo pequeñas incursiones contra el territorio de los demonios, haciendo sabotajes, o matando a algún que otro demonio en específico. Estaba pensando en su vida cuando escuchó una voz estridente gritar algo que él entendió a la perfección.
-¡Hey, Cosacos! -gritó la voz, perteneciente a un hombre joven.
Entonces pudo ver como una horda de personas montadas a caballo iba galopando en su dirección. De repente, ese espacio blanco infinito que le rodeaba se había transformado en una verde pradera con colinas y árboles. La horda que galopaba en su dirección se detuvo a unos metros de él. El que parecía el líder del grupo hizo un gesto con su mano.
-Deteneos cosacos. ¿No veis que hay un santo Padre a vuestros pies? -recriminó el cosaco que parecía el líder.
-Sí señor, vamos a auxiliarle. -le respondió avergonzado uno de los jinetes que le acompañaban.
Se bajó del caballo y ayudó a Igor a sentarse cerca de un árbol. Le acomodaron, le dieron de beber y le preguntaron que hacía un Padre en medio del campo.
-Parecía que estaba usted desmayado. ¿Podemos saber su nombre Padre? -preguntó el líder desde la montura de su caballo.
Igor estaba en ese momento muy confuso y desorientado. Hasta hace unos segundos estaba en un espacio mental blanco infinito. Y ahora mismo un ejército cosaco había detenido su marcha y le estaba ayudando. Igor, lo primero que hizo tras beber un poco del agua que le habían ofrecido, fue algo muy obvio.
-¿Se puede saber qué estabais haciendo por aquí antes de que me encontraréis? -preguntó Igor confuso pero más tranquilo que antes.
-Marchabamos hacia Kiev. Habíamos derrotado a los polacos y nos estábamos dirigiendo hacia la ciudad para comunicarlo a los fieles cosacos de Ucrania. -respondió el líder al exorcista.
Igor entonces abrió los ojos de par en par. No podía creer lo que estaba contemplando. Ese hombre con el que estaba hablando era Bogdán Jmelnitski, héroe nacional de su país y primer Hetmán de Ucrania. Tenia muchas cosas que preguntarle, pero no podía decir nada de que venía del futuro o ni siquiera de que el Mundo Sobrenatural existía; dudaba que lo llegasen a entender. Igor se levantó, hizo la señal de la cruz sobre él y sobre el ejército para darles su bendición, aunque él sabía el destino del Hetmanato que Bogdán fundaría.
-Gracias Padre por la bendición. Ahora si nos disculpa, tenemos que dirigirnos hacia Kiev. -se disculpó el futuro Hetman a Igor, quien sonrió y les dejó marchar.
Pero algo ocurrió. Uno de los soldados que marchaban le guiñó el ojo y susurró algo que hizo que Igor se sorprendiera para bien. Le susurró "Vamos Padre, vence a los demonios y a ese sucio rojo. No querrás decepcionar a tu antepasado, ¿no?" Fue entonces cuando Igor despertó del sueño en el que estaba.
Fuera del espacio mental de Igor.
Igor había abierto los ojos rápidamente y, en un abrir y cerrar de ojos, se levantó, invocó su Nightmare y se replicó ahora con más fuerzas, 35 veces en total. Los clones emprendieron el vuelo y consiguieron acorralar a Sergio, quien ya estaba a punto de irse del Jardin de las Hespérides. El original Igor se abrió camino y se puso delante de los clones.
-¡Escucha rojo de mierda! Soy Igor Doroshenko, ucraniano de pura sangre, descendiente del Hetman cosaco Petro Doroshenko. ¡Ríndete o te haré los mismo que les hicisteis a miles de ucranianos en el Holodomor! -amenazó Igor apuntando un sable de luz amarillo hacia el gaznate de Sergio. Sergio solo rió fanfarroneando.
-Quiero verte intentándolo, cura de pacotilla. -regresó la amenaza Sergio volviendo a invocar a Colada.
Pero un desgarrador grito se había escuchado en todo el Jardín de las Hespérides. Era Guillermo, el compañero de Sergio. Habia activado sin querer aparentemente su Sacred Gear: un conjunto de oro que le servía de corona, pechera, hombreras y protector de los brazos, aparte de que ya no tenia camiseta, solo unos pantalones vaqueros. Pero lo más extraño de todo es que ahora, en vez de ser un chico escuálido y pálido, parecía ser un hombre de mediana edad, moreno y sin gafas.
-¡Ahg, ahora me habéis enfadado, palomas de mierda! -exclamó lleno de ira incontrolable Guillermo, ahora irreconocible y sin su acento tan característico.
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alabras: 4163
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