O.V.A. (9) [El Rayo de Kami-Sama]
El olor de la cena inundaba las fosas nasales de la hija del Cadre Baraquiel, el Rayo de Dios. Pero su cerebro no estaba pendiente a la comida que preparaba su padre desde la cocina de la casa donde vivía con su progenitor. No, su cerebro no prestaba atención a tan banales sensaciones, no mientras estuviera haciendo lo que la ha tenido entretenida todas las noches antes y después de cenar: leer. Akeno leía y releía un libro en específico que se encontró un día en el despacho de su padre. Estaba en japonés a diferencia del resto: "Memorias de una Miko" era el título y su autora era Shuri Himejima, su madre.
Su era cautivada por las vívidas palabras y descripciones que su madre dejó por escrito en el libro. La joven nephilim apenas se acordaba de ella, solamente tenía 6 años cuando fue secuestrada por los demonios, por lo que sus recuerdos era muy vagos y borrosos. Recordaba ayudarla limpiando la entrada del templo donde ellas dos vivían, situado en Kuoh. También se acordaba de asistirla en los diversos ritos sintoístas del templo, a los cuales asistían muchas personas, entre ellas un joven castaño de ojos color miel. Esos eran los únicos recuerdos que tenía de su madre Shuri, por lo que sus Memorias eran para ella como ver por una ventana que había sido cerrada de golpe hace doce años.
Acostada en su cama, ella leía y leía haciendo oídos sordos a toda cosa ajena que no estuviera relacionada con ese libro o su difunta madre. Ese libro se había vuelto la adicción de Akeno estos últimos días desde que había regresado de su cautiverio en Lilithbēt, pues en lo más oscuro de la mazmorra, su madre era un faro que la alumbraba en esos momentos. Es por eso que cuando regresó a casa, le pidió a su padre el libro que estaba en su despacho. Quería saber más de ella y Baraquiel no rechistó en dárselo, sabía que esa curiosidad era normal en ella.
Pero ahora, que estaba la cena lista y servida en la mesa, el Cadre estaba arrepintiéndose de habérselo dado. Sin lugar a dudas, el chantaje emocional lo había heredado de su madre. El Cadre se asomó al cuarto de su hija para verla acostada en su cama leyendo el libro de su difunta esposa. Era un calco a Shuri y un vivo recordatorio del amor que se tuvieron ambos, el Cadre de Grigory y esa humana miko que conoció hacía exactamente 18 años.
―Akeno hija, la cena está preparada... ―dijo el Cadre a su hija, la cual parecía ignorarle completamente estando absorta en su lectura.
Baraquiel sabía qué hacer en estos casos. Si ella estaba tan interesada en su madre, él le contaría cómo la conoció y cómo Padre les bendijo con su concepción aquella lluviosa noche de marzo. Era hora de que ella supiera esa historia, aunque le tardara toda la noche relatarla. El Cadre sonrió afligido rememorando a su difunta esposa y habló.
―Hija, ¿quieres saber cómo conocí a tu madre? ―pronunció el Cadre con una voz tranquila y amorosa a su hija, quien dejó el libro en su regazo y miró a Baraquiel con ojos cristalinos.
―¿Enserio? ―dijo Akeno con voz de corderito como si fuera una niña pequeña ante la idea de que su padre le contara de primera mano la historia de su madre.
―Así es. Pero vente a cenar, te lo contaré después de cenar. ―contestó el Cadre saliendo de la habitación de Akeno para ir al salón a cenar con su hija.
Mientras ambos cenaban amenamente, la bella nephilim no paraba de preguntar a su padre todo tipo de cosas acerca de su madre, a lo que a todo el Cadre le respondía con un cariñoso "Todo a su debido tiempo hija". Terminaron de cenar en menos de media hora y, una vez recogido la mesa y colocados los platos en el lavavajillas, ambos se sentaron en el sofá frente a la chimenea para que Akeno escuchara al fin la historia.
―¿Cómo la conociste papá? ―preguntó su hija a lo cual Baraquiel giró su cabeza hacia la chimenea y comenzó a narrar.
―Verás, todo comenzó... ―inició el relato el Cadre ante la atenta mirada y oídos de su hija Akeno. Esto iba a ser largo.
Flashback: 18 años atrás, 1992
En el despacho del Cadre Baraquiel, en el Meskom-Heskemin, el ángel caído de 10 alas estaba sentado en el escritorio intentando encender una máquina que Azazel le había traído del Mundo Humano: la llaman ordenador de sobremesa y el pobre Cadre estaba teniendo dificultades en comprender cómo funcionaba. Dichoso Azazel y su manía de hacer que Grigory esté al nivel humano en tecnología.
―Maldita sea, ¿Cómo decías que se encendía este trasto, Halima? ―gruñó el Cadre examinando la máquina que se había apagado de repente mientras transcribía unos documentos que tenía escritos a mano.
―En ese botón de la esquina inferior derecha Señor. Púlselo y se encenderá. ―explicó con toda la paciencia del mundo Halima a Baraquiel, el cual se veía frustrado. Las nuevas tecnologías definitivamente no eran lo suyo.
El Cadre le dio al botón y, tras unos minutos de intenso ruido por parte del ordenador, por fin se encendió mostrando el típico fondo de pantalla de un prado verde con cielo azul. En la esquina, escrito en hebreo ponía "Papeleo". Baraquiel dio gracias a Padre y entró en el archivo para seguir escribiendo los documentos que tenía en el escritorio, los más antiguos databan del siglo XVII y los más recientes de principios del siglo XX.
―Muchas gracias Halima, puede retirarse. ―dijo el Cadre a su secretaria, la cual sonrió y se marchó a su casa a descansar. Ya era mucho trabajo por hoy.
Baraquiel seguía con su laborioso y largo trabajo cuando, en medio del despacho del Cadre, un círculo mágico morado con una estrella dorada de cinco puntas y otro celeste con una cruz dorada y dos letras griegas se manifestaron con una luz cegadora. De ambos salieron Azazel, el Gobernador General de Grigory, y el Arcángel San Miguel, Regente del Cielo desde la muerte de Padre hacía poco más de un siglo.
―Shalom, Baraquiel-ach. ―saludó Miguel a su hermano caído, el cual ni siquiera le miró debido a que tenía toda su atención en el ordenador.
―Creo que fue buena adquisición para Grigory esas computadoras jejeje. ―se río entre dientes Azazel al ver a su hermano tan absorto en la máquina.
―¿Qué hacéis aquí, achim? ―preguntó Baraquiel apartando su mirada de la pantalla para ver a sus dos hermanos delante suya.
―Tenemos una duda sobre ti, hermano. ―pronunció con su típico tono de voz suave y dulce el Arcángel a su hermano caído.
―¿Sobre mí? ¿Qué duda tenéis? ―alzó una ceja extrañado por el motivo que les había traído hasta aquí a sus hermanos.
―Tú... ¿tienes conexiones o conocidos en el Oriente? ―cuestionó Azazel a su hermano, quien se extrañó de sobremanera ante la pregunta del Gobernador General.
―Japón, para ser más precisos. ―apuntilló Miguel a Azazel, quien asintió a lo dicho por el Arcángel.
―Japón... ―susurró Baraquiel a sí mismo. ―Sí, claro que tengo. Estuve un tiempo en esas tierras hace unos 3 siglos, ¿por qué lo preguntáis? ―dudó el Cadre cruzando sus brazos mirando a los ojos a sus hermanos.
―Ha habido... un alarmante aumento de la actividad demoníaca en ese país. ―explicó Azazel a su hermano Baraquiel, el cual abrió los ojos sorprendido.
―¿La Duquesa Gremory y la Princesa Sitri siguen ahí, cierto? ―cuestionó Baraquiel para asegurarse que al menos esas dos estaban controladas.
―Así es, siguen en la aldea de Kuoh en la Prefectura de Hyōgo. Pero la actividad demoníaca se ha intensificado en las prefecturas de Okayama, Tottori, Shimane, Yamaguchi, en la propia Hyōgo y en Osaka. ―explicó el Arcángel Miguel al Cadre de Grigory, quien puso sus manos sobre su barbilla procesando la información recibida.
―Todas esas prefecturas... ―sugirió Baraquiel a Azazel, quien asintió sabiendo lo que pensaba su hermano.
―Así es, son las que más fieles a Padre contienen en ese país. Sin contar Hiroshima y Nagasaki, esa región es la que más cristianos tiene. ―explicó San Miguel a Baraquiel, quien suspiró amargamente ante la idea de lo que estaba pasando.
―¿Y sugerís que yo vaya a Japón a inspeccionar qué está pasando? ―concluyó Baraquiel ante la atenta mirada de sus hermanos quienes asintieron.
―Está bien, está bien... iré a ver qué pasa. No creo que necesite mucho tiempo si os soy sincero. ―intentó engañarse a sí mismo el Cadre levantándose de su asiento dirigiéndose a su habitación. Sin duda Halima tendrá trabajo extra unos días.
Y así fue como, tras unos días de preparación por parte del Cadre Baraquiel, por fin pudo dirigirse a Japón. Halima estuvo en el puesto del Cadre todo el tiempo pasando a ordenador los documentos. Azazel y Miguel le ordenaron que investigase las prefecturas y les mandara informes de lo que viera u oyera -o incluso- oliera. Sea lo que sea que estuviera pasando en Japón, la Duquesa Gremory y la Princesa Sitri debían estar, no solo al corriente, sino implicadas incluso.
Llegó entonces a Hiroshima, apareciendo de un círculo mágico en un callejón del puerto de la ciudad nipona. Anduvo por el puerto hacia el centro, la catedral de Hiroshima, Catedral de la Asunción de María. Baraquiel entró en el templo y se dirigió a la sacristía del templo, del cual salió un sacerdote católico japonés, con alzacuello y sotana.
—La Paz sea con Usted, Padre... —saludó Baraquiel haciendo una reverencia al ministro de Dios.
—Amén hermano. ¿Qué le trae por aquí, buen hombre? —preguntó el sacerdote de la catedral al Cadre.
Baraquiel simplemente desplegó sus 10 alas de ángel caído provocando que el párroco se asustara, retrocediendo unos pasos hacia atrás, cochando con la pared. El Cadre rio entre dientes y aclaró el asunto al sacerdote: él no era un demonio, sino un ángel caído de la Gracia de Dios -algo muy distinto- y venía aquí por un aumento alarmante de la actividad demoniaca. El sacerdote asintió a todo lo dicho por el Cadre.
—Ya veo... el Arcángel San Miguel te envía, ¿no? —Baraquiel asintió. —Últimamente sí es verdad que están ocurriendo cosas... Pero no aquí en Hiroshima, sino en Kuoh. —explicó el sacerdote japonés al Cadre, quien anotó en su mente el nombre de la ciudad, Kuoh.
—¿Kuoh? ¿Qué está sucediendo por allá? —preguntó curioso Baraquiel al sacerdote.
—Cosas... extrañas. Están habiendo desapariciones extrañas en ese sitio... casi todas por la noche. —aclaró el sacerdote al ángel caído. —Y una cosa más. —dijo de repente el nipón al Cadre. —Ten cuidado, hay muchas presencias de la noche en Kuoh.
Y con estas últimas palabras del sacerdote nipón, Baraquiel marchó desde Hiroshima hasta Kuoh, en la prefectura de Hyōgo. Durante su camino -fue andando para poder examinar mejor el área que le había informado Azazel- fue anotando lo que veía, escuchaba u oliera. Todo aparentaba normalidad, pero todo el área parecía estar imbuida en oscuridad y tinieblas, sin lugar a dudas a causa de Gremory y Sitri.
Iba escuchando los relatos de los habitantes del área. Es cierto, estaba habiendo desapariciones en la comarca de Kuoh, normalmente una a la semana, casi siempre de chicos y chicas jóvenes, no más de 25 años. Pero escuchó también otros rumores. Una madre había denunciado a la policía local la presencia de un vagabundo en el parque municipal. Sería un vagabundo cualquiera si no fuera por un pequeño detalle: sólo estaba con niñas y niños pequeños, hablándoles siempre de lo mismo: las virtudes de la carne y la majestuosidad del cuerpo femenino (en el caso de los niños) y del cuerpo masculino (en el caso de las niñas). Claramente un pedófilo en potencia.
Llegó entonces a Kuoh, cruzando el puente de la ciudad. Se dirigió entonces a la vieja iglesia del pueblo, fundada por los portugueses en el siglo XVI. Entró en la iglesia, realizó una reverencia a al dejado altar, se santiguó y oró un Padrenuestro. Sintió entonces una ráfaga de viento a sus espaldas y, mirando al cielo estrellado, salió de la iglesia y decidió alojarse en un hotel, barato a ser posible, para descansar en la noche y ya mañana por la mañana seguir investigando.
Una vez alojado en un hotel que encontró a las afueras de Kuoh, se puso en contacto otra vez con Azazel para informarle sobre las novedades en la investigación.
—¡Ey, hermano! ¿Qué tal por haya en Japón? Hic~ —dijo Azazel en un tono jocoso. Se notaba que estaba un poco ebrio.
—¿Has bebido? —sabía que estaba ebrio, pero quería hacer como que no lo sabía. —Da igual, tengo información nueva acerca de lo que está ocurriendo en Kuoh, Azazel-Ach. —manifestó Baraquiel a su hermano, provocando en el Gobernador General de Grigory estupor.
—¿Qué has descubierto..? —dijo Azazel dejando atrás un poco su embriaguez.
—Un posible pedófilo en el parque infantil de Kuoh. Puede que no sea nada...
—O lo sea todo... —dijo Azazel terminando la frase que dejó caer Baraquiel.
Después de eso Azazel se despidió de Baraquiel y ambos apagaron la conexión. Baraquiel se echó a dormir en el hotel a descansar. Tenía que investigar qué estaba sucediendo en ese lugar y ya sabía a donde ir al día siguiente en la mañana: el parque infantil de la ciudad. Pasó la noche y dicho y echo: en la mañana temprano oró, desayunó y se dirigió al parque de la ciudad, donde ya había algunos niños y niñas jugando acompañados de sus padres, madres o abuelos.
Baraquiel se sentó en una banca, leyendo un periódico, y entonces lo vio: un vagabundo con harapos y apestando a alcohol se acercó a donde estaba los niños: primero apartado, luego poco a poco se acercó a los infantes, y después, ya estaba hablando obscenidades a los niños, sin ningún tipo de pudor, teniendo en cuenta que los progenitores o parientes de los niños estaban ahí. Baraquiel dejó el periódico y decidió acercarse al viejo vagabundo.
—Y ya sabéis chicos, cuando seáis mayores, follaos a todas las mujeres posibles: ¡castañas, rubias, pelirrojas, morenas, tetonas, culonas, altas, enanas, japonesas, extranjeras, humanas... da igual! ¡Bocas, coños, culos, todo sea para daros el más exquisito placer carnal a vuestros viriles miembros! —terminó exclamando el vagabundo a su infantil audiencia, quienes le miraban con cara de no entender mucho lo que estaban escuchando.
Baraquiel suspiró aliviado de que la audiencia no entendiese lo que escuchaban. Pero el Cadre se asustó por otra cosa: el olor del vagabundo. Sí, apestaba a alcohol, pero había otro olor camuflado en el alcohol: azufre. Ese vagabundo era un demonio, por eso se embriagaba, para camuflar su olor. Los demonios que quieren vivir entre humanos, siempre camuflan su olor: alcohol, perfumes... todo vale para esconder ese pútrido olor.
—Demonio... —susurró Baraquiel pasando por la espalda del vagabundo, quien erizó la piel al escuchar la voz del Cadre.
—Cuervo... —refunfuñó el vagabundo levantándose del suelo para irse del parque: no sabía quién era ese caído, pero era muy poderoso, lo notaba en su asfixiante aura sacra.
Ambos seres sobrenaturales se alejaron del parque a la vez que los niños y niñas también se iban del parque. Era sábado y hoy tocaba almuerzo en familia. Baraquiel veía a las familias ir a los restaurantes, con sus hijos y mascotas. El imperturbable Cadre Rayo de Dios veía a las familias con cierta indiferencia: él tenía hermanos, muchísimos hermanos, y otros muchos sobrinos, pero la idea de tener un hijo biológico no le llamaba la atención. Su hermano Kokabiel tiene uno, Abhainn Bar Ma'or, y le tuvo que cuidar a veces. No, no tendría un hijo biológico, aún cuando Gabriel-achot estaba atenta a si alguno de los Cadres tenía descendencia.
Iba andando por la ciudad, la ráfaga de viento que había sentido en la vieja iglesia la volvió a sentir. No era un viento normal, parecía ir en una dirección concreta. El Cadre decidió hacer caso a sus instintos y siguió el viento. Le siguió durante varios minutos, casi media hora, cuando el viento se paró. Le había conducido a lo que parecía ser un templo, pero no abrahámico, sino sintoísta. Baraquiel entró al templo, parecía que no había nadie cuando vio a una mujer. Pelo negro largo y lacio, rasgos finísimos, vestida con las vestimentas típicas de las miko japonesas: un blanco kosode y la escarlata hakama. Enganchada al pelo, un lazo naranja oscuro.
—Kon'nichiwa. —dijo la mujer en un tono de voz muy dulce al Cadre. Esa dulzura en el hablar solamente la había escuchado una vez en toda su larga vida: Padre.
—Shalom... —fue lo único que dijo Baraquiel a la joven. Sus ojos se posaron en los de la miko, la cual le sonrió amablemente.
La miko alzó una ceja al escuchar el saludo del hombre que había entrado en el recinto del templo. No era japonés, eso estaba claro. Llena de curiosidad, le invitó a pasar a tomar un té (ya era la hora del té) para hablar un poco más con ese hombre. Baraquiel rechazó en primera instancia la invitación, diciendo que estaba aquí por trabajo. Pero la excesiva amabilidad de la joven y, de alguna manera, la exótica belleza de la nipona, convencieron a Baraquiel de quedarse un rato en el templo.
Se adentraron en el recinto y el Cadre se sentó en lo que parecía ser el salón privado del templo. La energía sacra del templo era fuerte, pero no era la energía sacra abrahámica, sino sintoísta. Le era extraña, sí, pero acogedora también. Estuvo esperando en esa salita unos minutos cuando la miko llegó con una bandeja con dos tazas de té. Las sirvió y se sentaron ambos en dos colchones.
—Y bien, ¿de dónde es Usted? —preguntó la miko amablemente sorbiendo el caliente líquido.
Baraquiel no podría decir qué era, ni porqué estaba ahí. Su mente trabajaba a mil por hora. Tenía que inventarse una excusa factible que convenciera a la joven miko. Ya sabía qué decir.
—De Israel señorita. Vengo de Israel. —dijo el Cadre sorbiendo un poquito de té, ante la cara afirmativa de la Miko.
—¿Israel? ¿Qué le llevaría a un hombre de Israel a este país? —cuestionó la Miko sorbiendo otro poquito de té mirando al Cadre a los ojos.
—La empresa en la que trabajo tiene mucho interés en la industria tecnológica que se está desarrollando aquí. Soy el representante de la empresa en Japón. —se inventó la primera excusa que se le ocurrió. Bendito Azazel y su genial idea de poner tecnología humana en Grigory.
—Interesante. Hoy día los niños no sueltan esas dichosas maquinitas. —se quejó la miko, que veía como los niños no apagaban sus consolas portátiles aún en los ritos públicos.
Baraquiel se rio entre dientes ante la impotente mirada de la miko. El ambiente era distendido y ambos se habían acabado el té y habían pasado a algo un poco más fuerte. El sake o alcohol japonés en base de arroz. No llevaban muchos tragos cuando Baraquiel, sin apenas síntomas de embriaguez, le preguntó a la miko algo importante: su nombre.
—Y dígame señorita, ¿Cuál es su nombre? Me gustaría saber el nombre de tan bella joven. —preguntó el Cadre dejando el sake en la mesa.
—Es Usted todo un galán, ¿no? Bueno, me llamo Shuri Himejima... Hic~ —dijo la Miko con claros síntomas de embriaguez. Los japoneses no están muy acostumbrados al alcohol.
—Shuri Himejima... Bonito nombre. —alagó Baraquiel a la joven miko, quien se sonrojó debido a la embriaguez y la amabilidad del Cadre. —Pero ahora creo que deberías descansar, no creo que a tus fieles les agrade que estés así mañana... —dijo Baraquiel agarrando a Shuri al estilo princesa llevándosela a su habitación. La recostó en su futón y antes de caer dormida le preguntó al Cadre.
—¿Y cuál es su nombre, buen señor? —preguntó Shuri con voz adormecida mientras el Cadre la arropaba en el futón.
—Baraquías, Baraquías ben Eloí. —dijo el Cadre a la joven que ya había caído dormida. Baraquiel la miró dormida, siendo su rostro iluminado por los últimos rayos del sol. —Padre, ¿Qué quieres decirme con esto? —susurró
Eran las 20:00 de la noche y ya estaba oscureciéndose. Había escuchado en su viaje que las desapariciones ocurrían al anochecer en el polígono industrial a las afueras de la ciudad. Baraquiel se dirigió para allá andando poco a poco, no tenía prisas. Quería reflexionar sobre lo que acababa de pasar en el templo sintoísta local. Esa miko de nombre Shuri parecía un ángel de lo bella que es. Sin duda, esa ráfaga de viento era Padre guiándole hacia algo.
Iba andando por el polígono industrial cuando notó una presencia oscura en una de las naves. Una vieja nave abandonada hacía unos años. La presencia oscura apestaba a azufre y alquitrán. Un demonio se escondía en esa nave, eso es obvio, pero el aura no era tan fuerte, como mucho tendría la fuerza de un demonio de clase media. No era un aristócrata pero tampoco era un campesino. Un demonio de un séquito sin lugar a dudas.
Entró en la nave a paso lento, con cuidado, siempre con cuidado. El aire apestaba a azufre. Pero Baraquiel ya estaba acostumbrado a ese apestoso olor, había enfrentado a muchos demonios en su vida, y este no sería la excepción.
—Bueno bueno bueno... ¡Pero qué ven mis ojos! —se escuchó una voz de una mujer en la oscuridad, la voz era sensual y atrayente. —Un hombre nuevo a venido a mi casa... Ya no tengo ni que ir a por la comida, ¡la comida viene sola! —exclamó la mujer -claramente una diablesa- al Cadre desvelando qué era en realidad.
Una mujer con el cuerpo desnudo de cintura para arriba, mostrando sus turgentes senos, los brazos sobre la cintura. Pero de cintura para abajo no tenía piernas: era el cuerpo de una araña gigante, ocho patas de dos metros cada una levantaban a la diablesa quien veía al Cadre con ojos apetitosos.
—Demonio... —susurró el Cadre mirando a la diablesa a los ojos.
—Cuervo apestoso... ¡pensé que eras otro humano más! —exclamó enfadada la diablesa agarrándose los pechos, invocando en sus pezones dos círculos mágicos.
La diablesa empezó a disparar rayos mágicos de sus senos, pero el Cadre era más rápido. Desplegó sus alas, solamente un par de alas de cuervo. Cubrió las plantas de sus pies en electricidad, aumentando drásticamente su velocidad. Empezó a darle vueltas sobre las ochos patas con el fin de confundirla o marearla. Por su parte, la diablesa mutante intentaba aplastarle con las patas o con dispararle con los láseres, pero le era imposible atinarle. Baraquiel no corría por correr, no, corría para cargar eléctricamente sus miembros posteriores y delanteros. Dejó de correr y se acercó rápidamente a una de las patas de araña y, de cuajo, lo arrancó.
—¡Aaaaagh! ¡Mi pata, maldito cuervo! —escupió adolorida la demonio.
Entonces desde su ombligo, la diablesa soltó lo que parecía ser tela de araña fundida. Esta tela logró impactar en la pierna derecha del Cadre, atrapándolo, dejándolo inmóvil por unos momentos. Intentó hacer fuerza para quitarse las telarañas, pero no logró hacerlo. Fue el momento oportuno para que Viser, que así se llamaba la diablesa mutante, apuntase con sus senos al Cadre para poder acabar con él. ¿Enserio una diablesa descarriada comedora de humanos le iba a matar? No, no lo iba a hacer.
Volvió a imbuir sus miembros en electricidad y, toda esa electricidad recorrieron su cuerpo de pies a cabeza. Una vez cubierto en electricidad, movió su pierna derecha deshaciendo la telaraña, desplegó sus 10 alas, demostrando la jerarquía en la que estaba. La diablesa miró asustada al Cadre, no podía ser, no era un ángel caído normal ¿Cómo no podía haberle reconocido?
—¡¿Eres un Cadre de Grigory?! —gritó alarmada Viser al ver los ojos en blanco de Baraquiel.
—¡Silencio! —dijo con voz heladora el Rayo de Dios invocando un arco y flechas de luz con electricidad en la punta. —¡Flechas de Rayos Sagrados! —exclamó el Cadre disparando la flecha hacia el corazón de Viser mientras que, al mismo tiempo, recorría a toda velocidad alrededor de las patas restantes de la araña, cortándolas todas con un sable de luz sagrada con un aura eléctrica.
Viser cayó inerte al suelo, desparramando sangre y vísceras por el suelo de la nave abandonada. Baraquiel se acercó al cadáver y, asegurando de que no había nadie en las inmediaciones del polígono industrial, invocó una nube de tormenta y cayó un rayo, provocando un incendio que no dejó nada de Viser o de la batalla que hubo ahí. Una vez declarado el incendio, Baraquiel se dirigió de nuevo hacia el hotel a descansar. Mañana volverá al parque, por si el demonio vagabundo volvía.
Una vez llegó a la habitación del hotel, comunicó a Azazel que había neutralizado el demonio responsable de las desapariciones, una diablesa descarriada de algún séquito, pues pudo ver por el rabillo del ojo una pieza alfil muy corrompida. Azazel le dio la enhorabuena y le animó a que siguiera investigando ese demonio vagabundo. No tenía buenas sensaciones de ese individuo, no por ser un demonio, sino por quién pudiera estar relacionado.
Tras dormir en la habitación, bajó al comedor del hotel a desayunar. No había mucha gente en la sala, pero algo le llamó la atención. En la televisión, la presentadora daba las noticias y, entre ellas, una que le hizo alzar una ceja: "Posible incendio intencionado en el polígono industrial" Baraquiel terminó de desayunar y se fue directamente al parque. Era domingo por la mañana y hoy habría más gente y niños en el área, cosa que serviría de cebo para el vagabundo.
Baraquiel se sentó en el mismo asiento de ayer, con el periódico de hoy en las manos. Veía de reojo a los niños y niñas, a sus padres, madres o abuelos y el ambiente en general. Por ahora no estaba el vagabundo. Aprovechó entonces para leer el periódico -antes lo usaba como tapadera-: noticias económicas, geopolíticas, sociales... pero entre todas esas noticias le llamaron la atención dos en particular: la nave abandonada que salió ardiendo, supuestamente provocado, y el cumpleaños del hombre más anciano de Kuoh: Hideki Himejima, que acababa de cumplir 100 años.
—¿Himejima? ¿Ese no era el apellido de Shuri? —pensó para sí Baraquiel al leer el apellido del hombre anciano.
—¿Baraquías? ¿Eres tú? —escuchó el Cadre de Grigory una voz femenina que se le hacía familiar. Una dulcísima voz que le atrapó el día anterior, Shuri Himejima, la miko de Kuoh.
—Sí sí... ¿Qué haces aquí? —preguntó Baraquiel cerrando el periódico sonrojándose levemente.
—Todos los Domingos vengo por aquí a relajarme un poco de mis tareas. —dijo Shuri sentándose al lado de Baraquiel cruzando las piernas mientras veía el parque con los niños.
—¿No tenías que dar los cultos hoy? —cuestionó Baraquiel a Shuri, quien sonrió confiada en sí misma.
—No, hoy es un día especial para mi familia. —respondió Shuri al Cadre, quien hiló los puntos: ese hombre del periódico debería ser familiar de Shuri. —Hoy es el cumpleaños de mi Sōsofu-san. —indicó la miko Shuri mirando al cielo pensando en su bisabuelo y patriarca del clan Himejima en Kuoh.
—¿Es el cumpleaños de tu bisabuelo? No es por se maleducado pero, ¿Cuántos años cumple? —preguntó el Cadre curioso. Quería saber si era en verdad ese Hideki su bisabuelo.
—Cien años ya. Nació durante la Era Meiji. —dijo orgullosa Shuri a Baraquiel, quién miró asombrado a Shuri. Increíble que un humano viviese tanto tiempo.
—Impresionante... Dale felicitaciones de mi parte. —dijo el Cadre a Shuri, quien le miró extrañada, pues el Cadre se estaba levantando del banco.
—¿A dónde vas tan deprisa? —cuestionó Shuri a Baraquiel, el cual se giró para verla a los ojos.
—Nos veremos esta tarde, tengo una cosa que hacer antes. —dijo el Cadre levantándose de ahí.
¿Por qué se levantó el Cadre tan abruptamente? Fácil. Vio al vagabundo entrar al parque otra vez y, esta vez, no iba a dejar que siguiese hablando obscenidades delante de niños tan pequeños. Fue directamente contra el vagabundo y, agarrándolo del cuello, le arrastró hacia un callejón que había cerca del parque para decirle un par de cosas. Mientras, las madres y padres del parque veían asombrados a ese hombre. Shuri por su parte había visto todo impresionada. Sin duda tendría que decírselo a su padre.
Mientras, en el callejón, el Cadre invocó una barrera mágica que les aislase a ambos del exterior. Dicha barrera era de luz sagrada con recubrimiento de electricidad, haciendo que ningún demonio pudiera entrar o salir del área. Agarró al demonio de los hombros y le empujó a la pared amenazante. El pobre diablo no podía soltarse del potente agarre del Cadre quien estaba ejerciendo cada vez más presión sobre sus hombros.
—¡¿Quién eres? ¿Quién te manda, sucio murciélago?! —preguntó furioso el Cadre dejando sus ojos en blanco mientras que la electricidad comenzaba a subir de la planta de sus pies a sus manos.
—¡No te lo diré apestado cuervo! ¡Tendrás que arrancármelo de mi podrido cuerpo! —respondió el demonio vagabundo escupiendo en la cara al Cadre. Esto era inaceptable.
—¡Pues eso tendré que hacer! —exclamó el Cadre alzando por encima de sus hombros al demonio.
A continuación, le agarró del cuello con sus dos manos, apretando fuertemente. Antes que el demonio se ahogara, lo tiró al suelo como si de un trapo sucio se tratase. Lo volvió a levantar para conectarle varios puñetazos en el vientre, hígado y boca del estomago, haciéndole escupir sangre. Volvió a tirarle al suelo y empezó a patearlo con rabia e ira. Tras un buen rato de patadas, muchas de ellas en la cabeza y en el pecho, el demonio estaba ya casi muerto, pero el Cadre no se detendría ahí.
Encendió de nuevo sus puños y pies en rayos sagrados y comenzó de nuevo la paliza: puñetazos y patadas eléctricos quemaban poco a poco la pálida piel del demonio vagabundo. Los agónicos gritos de dolor del miserable y asqueroso demonio inundaban el callejón, menos mal que el Cadre había sellado el lugar y nadie podría oír a la rata chillar. Cuando por fin el demonio dijo "basta", Baraquiel se detuvo y, volviendo a agarrar del cuello al demonio, lo puso a la altura de sus ojos.
—¿Me dirás ahora quién eres o quién te manda? —preguntó el Cadre furioso al demonio, el cual asintió rápidamente mientras moqueaba moco con sangre y lloraba como niño pequeño.
—¡Me manda Sirzechs, Sirzechs Lucifer! —fue lo único que dijo el vagabundo antes de que Baraquiel le atravesará el pecho con su mano, aplastándole su pútrido corazón.
Se acabó. El posible pedófilo del parque ha muerto. Nadie le echará de menos, ni siquiera su maestro Sirzechs. Era un simple peón del Gran Rey Lucifer. Tomó Baraquiel el la Evil Piece de Peón que tenía el vagabundo y se la mandó a Azazel para que hiciera con ella lo que quisiera. Por su parte, el Rayo de Dios volvería al parque, a ver si estaba Shuri, quería saber más de ella, quería estar con ella. Sabía exactamente lo que pasaba: Padre le estaba diciendo ella era la indicada.
Regresó al parque para ver que Shuri seguía ahí, en el banco donde se había sentado antes. Y en efecto, seguía ahí, observando embelesada a los niños jugar en el parque. Hasta hacia poco como quien dice estaba ahí con su madre. Ahora, con 28 años, veía ese mundo infantil lejano, pero familiar. Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta que el Cadre -aunque la verdadera naturaleza del hombre que conoció ayer no la conocía-. Ambos se sentaron en el banco y, unos momentos después, Shuri inició la conversación.
—¿A dónde fuiste con ese vagabundo? Te vieron todos aquí. —preguntó Shuri mirando al suelo moviendo sus piernas como una niña pequeña.
—Fui a decirle un par de cosas sobre hablar obscenidades delante de niños pequeños. —dijo Baraquiel en un tono tranquilo reposando su espalda sobre el banco.
—Ajá... —susurró Shuri no muy confiada del hombre. Tenía manchas rojas oscuras en las mangas del traje que llevaba puesto. No le diría nada, esperaría que el propio hombre le explicara.
—Si ves algo raro, dímelo. No me gusta mentir, me lo prohíbe mi credo. —aclaró el Cadre a la mujer nipona.
—Entonces, ¿Qué son esas manchas rojas en tus mangas? —preguntó Shuri señalando las manchas.
—Sangre. He tenido que asustarle un poco, si no, no se marcharía de aquí. —explicó el Cadre levantándose del banco. Eran ya casi las 13:30 de la tarde. —¿Vamos a comer?
—Claro, ¿después me dejas en el Templo, no? —respondió Shuri afirmativamente sugiriéndole que la regresase a su casa después.
—Por supuesto señorita, soy un caballero. —expresó altanero el Cadre de Grigory sacándole una risa a Shuri.
Y así comenzó lo que se podría calificar como una "cita informal". Shuri y Baraquiel -que seguía llamándose ante ella "Baraquías"-. Fueron andando tranquilamente por las calles de Kuoh hasta un reconocido restaurante del centro de la ciudad: el Harimaya Honten Himejiten, una restaurante especializado en el arroz, más específicamente tortitas de arroz. Comieron allí muchos tipos de tortitas, pero el que más les gustó a ambos es el Omurice, esto es, una tortita rellena de arroz frito y salpicada con un poco de kétchup
Terminaron de comer y, en el camino de vuelta, Shuri y Baraquiel hablaron entre ellos de sus respectivos trasfondos (Baraquiel tuvo que mentir, no había otra): Baraquiel era el hijo de una familia numerosa: tenía 7 hermanos y 2 hermanas . Ellos habían nacido en Israel pero su padre, Eloí, había escapado del Holocausto y se había asentado en Jerusalén. Su madre no la llegaron a conocer, murió cuando parió a la menor de todas, Gabriel. Desde entonces han fundado una empresa de tecnología, y él era el representante en los demás países. Shuri quedó asombrada por la vida de Baraquías y su padre.
—Y usted señorita, ¿Qué hay de usted? —preguntó el Cadre a Shuri, la cual agachó su cabeza apenada. Su vida no era tan interesante como la de su acompañante.
—No tengo tanto que contar como Usted, Baraquías-san. Nací hace 28 años, en el templo donde vivo. Mi Okā-san, Mai, era una miko de Kobe y Otō-san era el sacerdote de Kuoh. Mi abuelo, que en paz descanse, murió en la guerra cuando mi padre apenas tenía diez años. Y solamente queda mi Sōsofu-san, que hoy cumple cien años. ¿Quieres venir? —volvió a preguntar Shuri al Cadre.
—No gracias, creo que no seré más que un estorbo en una celebración tan solemne jejeje. —río entre dientes Baraquiel, pero Shuri uso un arma mortal para los hombres: ojitos de cordero. Baraquiel se rindió.
—¡Bien! Creo que te presentaré a Okā-san y a Otō-san. Les caerás bien, estoy segura. —río entre dientes la miko actual de Kuoh- —¡Vamos!
Fin del Flashback.
—Y así fue como conocí a tu madre Shuri. —terminó de relatar Baraquiel a su hija Akeno, quien, emocionada y sin poder creérselo, quería saber más.
—¿Y conociste a los abuelos? ¿Y también al tatarabuelo? —preguntó excitada la joven Nephilim. Baraquiel asintió sonriendo. ¿Y cómo eran? ¿Qué te dijeron? —volvió a preguntar erráticamente Akeno a su padre.
—Eran muy amables, comprendieron que su hija estaba contenta conmigo. Me invitaron incluso a dormir ese día en el templo. —explicó Baraquiel recordando a los padres de Shuri.
—¿Y Sōsofu-san? ¿Qué tal? —preguntó Akeno con ojitos de cordero. ¡Quisiera haberlo visto!
—Un hombre muy mayor, pero apenas parecía que tuviera un siglo de vida. Es más, fue él quién intuyó que yo no era humano. —confesó Baraquiel a su hija, dejándola impactada con la información que le había dicho.
—¿¡Cómo fue eso!? —exclamó Akeno a su padre, quien sonrió al recordar lo que le dijo ese hombre cuando estuvieron solos.
—"Tú no eres de aquí muchacho" me dijo Hideki. "Tú eres Daten-shi" me dijo en voz baja dando golpecitos con su bastón. —le confesó su padre a la Nephilim, Akeno no salía de su asombro.
—Wow, ¡fue el único que se dio cuenta! Sugoi~ —exclamó Akeno ante la perspicacia de su tatarabuelo. —¿Y cuándo se dio cuenta mamá que eras un ángel de Grigory? —preguntó curiosa la nephilim, mientras que Baraquiel se quedó callado recordando el momento.
—Cuando le pedí matrimonio fue. Ya sabes que no me gusta mentir y antes de casarme con ella se lo confesé. —manifestó Baraquiel a su hija, la cual se imaginó el momento con ojos enamoradizos.
—Hermoso... ¿Podremos ir a Kuoh algún día? Quiero ver cómo ha cambiado la ciudad desde... aquello. —confesó Akeno tristemente a su padre, quien el acarició la cabeza amorosamente.
—Claro, cuando todo esto pase, podremos ir a ver el Templo de tu madre. —dijo Baraquiel levantándose del sofá para recoger los platos. —Pero ahora es momento de irse a la cama.
Sin rechistar, y satisfecha su curiosidad, Akeno se fue a la cama mientras que Baraquiel terminaba de limpiar los platos. Habían pasado 13 años, pero aún la echaba de menos. Seguramente Shuri les seguiría viendo desde el Cielo, día a día, como un ángel de la Guardia.
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Palabras: 6193.
Por fin, tras casi un mes inactivo debido a las vacaciones, por fin he terminado el primero de los tres O.V.A.s que haré antes de entrar de lleno en la Cuarta Temporada de mi obra "El Dragón Carmesí de Grigory". He recortado muchas cosas de este O.V.A. porque sino se os haría larguísimo. Los Lemons que os prometí en Julio, será solamente uno al final, (el del O.V.A. siguiente).
Un cordial saludo.
Atte.
E.S.Z.
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