O.V.A. [3] (Aquella vez cuando nos conocimos) {Raiser x Yubelluna}
Turquía, años 20s del siglo pasado. La situación del otrora poderoso Imperio Otomano es lamentable. Tras el tratado de Sèvres del 10 de Agosto de 1920, el Imperio con capital en Estambul ha sido cercenado a antojo de las potencias europeas: Mesopotamia se independizó con el nombre de Irak, el Levante fue otorgado para Francia y para Gran Bretaña, Siria, el Líbano y Palestina serían repartidos entre ambas. Incluso la antigua capital, Estambul, sería cedida a Grecia, junto con la costa del Egeo. Algunas islas del Egeo y el sur de Anatolia sería para Italia, y el este de Anatolia seria otorgado para una Armenia independiente.
Pero la situación interna es muchísimo peor. El sultán turco, Mehmet VI, ha decidido que la nación turca ya no tiene nada por hacer. Las naciones europeas se han repartido el Imperio como si un pastel se tratase y las distintas etnias dentro del imperio (griegos, armenios, kurdos y árabes) se están levantando en contra de sus señores turcos. El país está al borde del colapso total. Colapso que se precipita con las recientes noticias de la invasión griega a Anatolia y la intervención de los aliados en suelo turco. Sin lugar a dudas, la situación no podía ser peor.
Sin embargo, un grupo de jóvenes oficiales del ejército que habían participado en las Guerras de los Balcanes (1912-1913) y en la Gran Guerra (1914-1918) no estaban por la labor de rendir su nación tan fácilmente. Sabían que si se organizaban bien y llamaban a todos los buenos hijos de Turquía a las armas, podrían repeler a los invasores de Anatolia. Y uno de los primeros obstáculos que tenían que superar era al mismo sultán Mehmet VI. Una vez fue apresado y retenido, pues el nuevo sultán era un pusilánime sin carácter alguno, estos oficiales trasladaron la capital a Ankara, una ciudad relativamente neutral, lejos del poder real y califal de la capital Estambul.
Es en esta ciudad donde el grupo de oficiales, entre los que se encontraban Ali Fuat Paşa, Kazım Karabekir Paşa, İsmet Paşa, Kevzi Paşa y el futuro presidente de la República de Turquía: Mustafá Kemal Paşa, que acabaría siendo apodado "Atatürk", se encontraban todos reunidos en una sala de una casa palaciega, todos juntos hablando entre ellos en voz baja, bebiendo té, pero el nerviosismo era claramente palpable en la sala, pues estaban hablando sobre el futuro destino de la Nación turca.
-¿Estás seguro que ésto nos ayudará a salvar a la Nación? -preguntó cauteloso İsmet a quien les había reunido aquí, Mustafá Kemal.
-Sí. Sólo un milagro podría salvar al país, y si el milagro no viene del Cielo, tendrá que venir de otro sitio... -respondió "Atatürk" con claro nerviosismo en su voz al terminar la frase.
-¿Pero qué te hace pensar que un demonio nos ayudaría? Alá lo dice claramente, los demonios son egoístas, caprichosos, lujuriosos y malvados. -habló seriamente Ali Fuat, con cierto tono de enfado sorbiendo su té.
-Ya, pero no hay opciones. La orgullosa nación turca está en peligro, y solamente alguien con tal poder podrá salvarla. -admitió con cierto desdén Mustafá Kemal terminándose su té y levantándose del sillón donde estaba sentado. -Caballeros, si me disculpan. -se despidió de sus camaradas del ejército y se fue de la sala para dirigirse al coche que le estaba esperando en la puerta.
Cuando entró en el auto, a su lado estaba su "hija". Una chica que él mismo adoptó cuando se la encontró en la calle de Izmir viviendo como mendiga. La chica era, ahora, una adolescente bien desarrollada, con su pelo negro al aire y ojos morados. La chica cerró el libro que estaba leyendo y le habló.
-¿Qué tal ha ido, Ata? -preguntó la chica a su padre adoptivo.
Mustafá Kemal la miró a los ojos. Suspiró, miró por la ventana. Volvió a suspirar. Miró de nuevo a su hija adoptiva. No quería mentirle, ella ya era una mujer hecha y derecha. La chica le miró queriendo decir con su mirada que no hacía falta que le mintiera. Mustafá rodeó el cuello de su hija adoptiva y le habló lo más tranquilo que podía sonar.
-Yubelluna, hija mía... el país está en la ruina. La guerra que hemos perdido nos ha costado muchos hombres y muchas vidas. ¿Lo entiendes? -habló seriamente Mustafá a su hija, de nombre Yubelluna.
-Sí Ata, la guerra es dura y horrible. Cuando vivía en las calles de Izmir veía a muchos soldados con sus fusiles marchar al frente. También oí sobre la masacre de Galipoli. Qué horror... -recordó la joven su dura vida en las calles de Izmir.
-Sí... muchos chicos jóvenes han muerto bajo mi mando. Aún recuerdo sus voces en mis sueños. -confesó el hombre con una mirada perdida, recordando sus batallas durante su carrera militar. -Lo que quiero decir es que yo y mis camaradas del ejército queremos salvar a la orgullosa Nación turca. -Yubelluna apoyó su cabeza en el hombro de su padre adoptivo. Él había sido su figura paterna desde que la recogió de la calle. Ningún hombre se había preocupado tanto por ella.
-¿Entonces, Ata, qué pienas hacer? No creo que quedarte de brazos cruzados sea una opción plausible. ¿O me equivoco? -le respondió Yubelluna seriamente a su progenitor. Mustafá sonrió para sus adentros con seguridad en sí mismo. Le dijo al chófer que quería ir a su casa de campo, en Capadocia. Y para allí se dirigió el chófer en un viaje que duró unas 3 horas.
-Cuando lleguemos a casa hija mía, ve a la biblioteca y agarra el último libro a la izquierda del último piso empezando desde abajo de la primera estantería a la derecha. No preguntes porqué, pero la Nación turca lo necesita. -especificó Mustafá Kemal a su hija sobre la localización de cierto libro. Yubelluna simplemente guardó en su memoria la localización.
Tras un viaje desde Ankara a la región de Capadocia, más concretamente en una casa de campo no muy lejos del pueblo de Kayseri, Mustafá Kemal se acomodó en la mansión. En cuanto se cambió de ropa a una más cómoda, se preparó un té caliente y se sentó en un mullido sillón que miraba a la ventana de la mansión que el sultán Mehmet V, el padre del actual sultán, le había obsequiado gracias a su encomiable labor en la Guerra de lo Balcanes, hacía unos 8 años.
Por su parte, la joven pelinegra de nombre Yubelluna, hizo caso a su padre. Se cambió a una ropa más cómoda (un traje blanco de corset que acentuaba su crecido busto, una falda larga que permitía avistar sus largas piernas blancas y unas zapatillas sin tacón) y se dirigió a la biblioteca, la cual se encontraba en la planta baja, en el primer sótano. (La planta baja era la recepción, donde estaban la sala de estar, la sala de conversaciones, el recibidor y las escaleras, hacia arriba y hacia abajo. En la planta de arriba estaban las habitaciones, en total unas 10, y los cuartos de baño -12-. A su vez, en el segundo sótano, estaba la cocina, el almacén, el matadero adaptado al islam, y la alacena.) Una vez en la biblioteca, Yubelluna siguió el recorrido que le había dicho su padre adoptivo.
-La primera estantería a la derecha, en el último piso empezando desde abajo, y el último libro a la izquierda... -se dijo a si misma la joven subida a una escalera. -¡Al fin te encontré! Ven con mami... -dijo suavemente agarrando con cuidado el viejo libro con sus delicadas falanges. Una vez lo tuvo en sus manos, bajó de las escaleras con sumo cuidado. Cuando al fin sus pies tocaron el frío suelo de la biblioteca, se dirigió a donde estaba su padre, en la sala de estar de la mansión.
Su padre, que se estaba acabando el té caliente que se había servido, avistó de reojo a su hija, con el viejo libro entre sus brazos. Mustafá dejó su vaso para el té en la mesita y le dio el "pase" a su hija. Yubelluna se acercó a su padre y dejó el pesado libro en la mesa al lado de la ventana, con la luz del sol penetrando suavemente por el amplio ventanal. Mustafá se colocó unas gafas para ver de cerca y abrió el libro.
-¿El Ars Goetia? -preguntó Yubelluna sentada enfrente de su padre adoptivo. -¿Cómo tienes este libro, Ata? -cuestionó inquisitiva la chica, a lo cual su padre la miró sobre las gafas y suspiró.
-¿Tan preguntona y curiosa como siempre, no hija mía? -Yubelluna hizo una mueca de superioridad. -Bien, te lo contaré. -habló Mustafá pasando las hojas del viejo y polvoriento libro. -Mi abuelo, que Alá lo tenga en el Paraíso, en su peregrinación a la Meca, cuando ya volvía de allí, se pasó por Jerusalén, no sé para qué exactamente. Lo único que sé es que un viejo judío vendía este libro como la panacea que resolvería todos los problemas de aquel que lo tuviese en su posesión. Cuando mi abuelo regresó a casa, lo guardo en lo más profundo de su biblioteca y mi padre lo ha tenido como herencia. Ahora soy yo quien lo tiene. -terminó de explicar Mustafá Kemal a la vez que había llegado a la sección donde ponía "demonios".
-¿Acaso crees que...? -dudó Yubelluna cuando consiguió leer de una rápida ojeada el título del capítulo donde se había detenido su padre adoptivo.
-Sí hija. Si el Cielo no salva a la Nación, lo tendrá que hacer el Infierno. -sentenció Mustafá deteniéndose en la página de un demonio en específico "El Marqués Phoenix". -Ahora hija mía, léeme lo que pone sobre este demonio Phoenix.
Yubelluna tragó saliva. Aún no procesaba en su mente que su querido Ata y sus compañeros del ejército, quienes habían fundado a los "Jóvenes Turcos" como un grupo que proponía la modernización del país, el laicismo, la superación de la superstición y la renovación de Turquía, esos mismo jóvenes oficiales llenos de esperanzas y sueños que cumplir, vayan a acudir a lo sobrenatural, en concreto a demonios, si es que éstos seres existían en verdad, para salvar a Turquía de la devastación total. Pero si es lo que su Ata quería, no se lo iba a negar.
-Por supuesto Ata. Vamos allá... -dijo Yubelluna colocándose las gafas de ver, colocó su dedo en la primera palabra y comenzó a leer. -"Phoenix es un gran marqués, que aparece como el ave Fénix teniendo una voz de niño: pero antes de presentarse frente al mago, canta algunas dulces melodías. Entonces el exorcista y sus compañeros tienen que procurar no oír la melodía, pero al poco rato deben pedirle que pase a forma humana; entonces él hablará sobre las maravillas de todas las ciencias. Es un excelente poeta y obediente, espera volver al Cielo tras 1.200 años, pero se engaña a sí mismo con esa falsa ilusión. Gobierna el Gran Marquesado Phoenix y comanda veinte legiones." terminó de leer Yubelluna quitándose las gafas de leer.
-¿Así que ama las artes y las ciencias... no? -preguntó Mustafá a su hija, la cual asintió. -Supongo que habrá que agasajarle con todo lo relacionado con ciencia y arte que tengamos. Además hay que evitar escuchar su canto y pedirle que se convierta en humano... -anotó en su mente los pasos necesarios.
-Entonces Ata, le tendremos que invocar usando este circulo en el suelo de la sala. -dijo Yubelluna mostrándole a su padre adoptivo un boceto de un circulo de invocación mágico.
-Entendido... déjame que avise a mis camaradas. Esta misma noche después de cenar lo invocaremos. -anunció Mustafá Kemal a su hija, la cual cerró el libro memorizando lo que había leído y el símbolo que había visto.
Tras esa pequeña conversación, Yubelluna se fue con el libro a la biblioteca, dejándolo donde su padre le dijo, en la primera estantería a la derecha, en el último piso empezando desde abajo, y el último hueco que dejó el libro a la izquierda. Por su parte, Mustafá Kemal avisó mediante un telegrama a sus camaradas del ejército, con los que se había reunido esta mañana: Ali Fuat Paşa, Kazım Karabekir Paşa, İsmet Paşa y Kevzi Paşa. "Paşa" es un término turco que designa a un funcionario turco que tenía un cargo superior semejante al de virrey o gobernador. Éstos la mayoría fueron oficiales del ejército turco durante la Gran Guerra y la Guerra de los Balcanes.
Cuando al fin llegaron todos los oficiales, Mustafá Kemal les invitó a pasar uno a uno, ofreciéndoles comida, té, aperitivos o lo que ellos quisieran. Al poco tiempo, Yubelluna salió de su cuarto vestida con un traje largo rosa, con los labios pintados de púrpura, con su cabello peinado de tal forma que estaba ondulado en las puntas y liso en las raíces. Bajando por la escalera, resplandecía como una estrella, dejando embobados a los oficiales y a su propio padre también.
-¿Cómo me veo? -preguntó coqueta Yubelluna acariciando su pelo.
-Hermosa... -susurró su padre al contemplar a Yubelluna.
-Digna de una buena mujer turca. -alagó Kazım Karabekir a la hija de su jefe.
Y así sucesivamente todos los oficiales compañeros de su padre le alagaron a su manera. Todos juntos entonces se fueron a cenar al comedor. El menú de la noche era una típica comida turca: Patlıcan salata (ensalada de berenjena) de acompañante, el plato principal era un Beyti (plato turco a base de carne de oveja o cordero, lavaş {un tipo de pan típico de Turquía y Armenia}, yogur y una salsa especial de tomate) así como agua y té de bebidas. De postre cacık (una sopa fría de pepino y yogurt) y baklava (pastel de hojaldre con nueces o pistacho y jarabe de miel)
Una vez acabada la cena, que acabó sobre las 11 de la noche, los oficiales, Mustafá y Yubelluna se fueron a la biblioteca, tomaron el libro, el Ars Goetia, hicieron espacio en el medio de la sala para el círculo de invocación, Yubelluna lo pintó con una tiza blanca, mientras que los demás se sentaban en sillas. Como carta de presentación al demonio, se trajeron una gran cantidad de cosas: microscopios, teléfonos, gramófonos, maquetas de barcos y carros blindados, así como ejemplares de las grandes obras de la literatura turca y oriental. Todo estaba preparado para invocar al demonio Phoenix.
De repente, el círculo mágico de invocación brilló intensamente de color naranja amarillento. Con este brillo, una llamarada de fuego explotó y las llamas alcanzaron el techo de la biblioteca. Algunos libros no sobrevivieron al calor, calor que los oficiales, Mustafá y Yubelluna no lo sintieron demasiado. De la llamarada de fuego surgió una pequeña ave de fuego que cantaba melodías bellas. Los humanos presentes recordaron lo que decía el libro y se taparon los oídos. Yubelluna, con los oídos tapados con sus dedos, le pidió al ave que se mostrara como persona. El ave se posó en su hombro, cantó otra vez y regresó al círculo.
Tras unos minutos, casi un cuarto de hora, en el círculo de invocación apareció un hombre joven, de unos treinta años en apariencia, con una chaqueta roja, camisa blanca, pantalones de pana rotos y una sonrisa confiada, casi burlesca. Cuando la llamarada desapareció, el demonio Phoenix de pudo ver ante los ojos de los oficiales, Mustafá Kemal y Yubelluna. El demonio dio un paso adelante y habló solemnemente.
-Ah, el Mundo Humano... ¿cuánto tiempo llevo sin pisar su suelo ni oler su aire? -se preguntó a sí mismo el demonio Phoenix estirándose el cuello y bostezando.
-Señor Demonio Marqués Phoenix... bienvenido a Turquía. -habló Mustafá Kemal al demonio, el cual sonrió complacido y se fue a sentar en la silla que estaba reservada para Yubelluna.
-No hace falta que me halague tanto humano. Para eso están mis sirvientes y succubus. Tutéeme por favor. -demandó el demonio Phoenix contemplando atentamente el gramófono.
-¿Entonces, cuál es tu nombre? Si no, no le podré tutear. -respondió Mustafá Kemal con sumo respeto al estar frente a un ser sobrenatural.
-Raiser, Raiser Phoenix. Y no, no soy el Marqués. El Marqués es mi hermano mayor, Ruval Phoenix. -explicó Raiser al humano. -¿Sabe? Me gusta lo que veo... -dijo Raiser Phoenix al ver a Yubelluna, quien estaba sonrojada al ver al demonio.
-¿El gramófono? -preguntó Mustafá a Raiser, al cual negó con la cabeza.
-Sus inventos están muy interesantes y sin duda el Infierno y la raza demoníaca necesita avanzar, pero eso no es lo que me interesa de lo que veo aquí. -respondió Raiser abriendo ahora un libro cualquiera que había tomado de la biblioteca. -Como ya sabrán, me han invocado para que resuelva algún problema que tienen. ¿Cuál sería éste? -preguntó Raiser devorando con su mirada a la pobre Yubelluna, la cual le miraba sonrojada sintiéndose pequeña.
-Verás Raiser, Turquía está en grave peligro: hemos vivido varias desastrosas guerras desde que comenzó el nuevo siglo. Los Aliados se están repartiendo la Nación entre ellos como si fuese un pastel, y nuestros anteriores súbditos, los griegos, kurdos, armenios y árabes se están levantando en contra de nosotros. Si no hacemos algo, la nación turca morirá... -explicó Kazım Karabekir sorbiendo su taza de té.
-Entiendo... ¿me habéis invocado para que os ayude en salvar a vuestra nación, no es así? -preguntó Raiser dejando el libro que estaba leyendo posando su vista en los morados ojos de Yubelluna, le encantaban esos ojos morados.
-Así es Raiser. Sólo un ser como tú puede ayudar a revertir la situación que sufre nuestra gran nación. Por favor, ayúdanos, te daremos lo que quieras... -suplicó Mustafá Kemal agarrando la mano del demonio con sus dos manos.
Yubelluna miró al demonio Phoenix a los ojos. Ella no podía creer que un demonio fuese tan atractivo. Apariencia de un hombre maduro, de unos treinta y pico años, aspecto desarreglado, una cierta banalización al hablar y esa mirada, esa mirada que parecía querer desnudarla con pasión y fogosidad. Su mirada recorría al demonio desde sus pies a su ojos. Raiser, por su parte, miraba a Yubelluna con deseo: puede que tenga un harén de hermosas reencarnadas, pero en el fondo, ninguna de ellas o alguna súcubo sabía satisfacerle correctamente.
Pero todos sus deseos carnales parecieron desaparecer al instante al ver a esa chica turca. Pelo negro, liso en las raíces y ondulado en las puntas; piel pálida, pero no enferma; busto generoso, y eso solo teniendo 18 recién cumplido; cadera estrecha delgada, pero no famélica; piernas largas y elegantes y pies delicados y bonitos. Raiser, definitivamente, tras una larga vida (había nacido a mediados del siglo XIII) se había enamorado de una humana. Pero si llegasen a salir, su relación sería prohibida y, probablemente, Yubelluna sería asesinada y él sería un paria en la sociedad demoníaca. Pero tuvo un plan.
-De acuerdo. Os ayudaré en vuestro problema. -aceptó Raiser las súplicas de los oficiales y de Mustafá Kemal. -Pero me tenéis que dar algo a cambio... Ningún trato con un demonio es gratis. -declaró seriamente el demonio Phoenix rubio, a lo que los humanos temblaron ligeramente por lo dicho por Raiser.
-¿Y qué quieres de nosotros, Raiser? -preguntó İsmet cauteloso de lo que el demonio pediría a cambio de su ayuda. Se esperaba cualquier cosa salvo lo que terminó escuchando.
-Quiero una cita con ella. -respondió Raiser señalando con su dedo índice a Yubelluna, la cual sintió como si los ángeles se la llevasen al Cielo.
-¿Con...migo.... tú? -tartamudeó Yubelluna cubriéndose el rostro con sus manos, ocultando su tremendo sonrojo.
-¡¿Con mi hija?! -exclamó Mustafá Kemal al escuchar la proposición del demonio.
-Sí. ¿O no queréis salvar a vuestra Nación? -respondió desafiante Raiser mirando seriamente a Kemal y a los demás oficiales.
Todos enmudecieron. Los oficiales no se esperaban esa respuesta por parte de Raiser. Ellos esperaban que demandase cualquier otra cosa: dinero, sangre, el alma de alguno de ellos, libros, inventos científicos, cualquier cosa. Cualquier cosa excepto a la hija de su jefe. Ya sabían que Yubelluna era bella y la endiablada representación de cómo una mujer turca debía verse. Pero jamás imaginaron que Raiser les pediría, de alguna u otra manera, la mano de una humana. La sala estaba en silencio hasta que Ali Fuat habló en voz baja.
-El destino de la Nación turca bien valdrá una cita. -dejó caer la bomba entre los oficiales, Mustafá Kemal y Yubelluna, la cual más que disgustada estaba feliz e ilusionada, al igual que Raiser.
Raiser sonrió confiado. Yubelluna estaba que saltaba de la alegría. Su padre adoptivo, más que enfadado o indignado estaba triste. Los oficiales se lamentaban de que el destino de Turquía estaba en lo que Raiser y Yubelluna acabarían haciendo en un lecho. Antes de que el demonio se fuese al Inframundo a prepararse para la cita, advirtió a los presentes.
-Ah, una cosa antes de que me vaya. Os enviaré a dos legiones del ejército de mi hermano Ruval. Un total de 12.500 demonios que se harán pasar por humanos. Estoy seguro que os ayudarán, eso sí, no esperéis que sólo se limiten a los soldados enemigos... -terminó por advertir Raiser teletransportándose al Inframundo para prepararse la cita que tendría con Yubelluna ese mismo sábado.
Cuando Raiser se fue, los oficiales no sabían qué decir o cómo actuar. Sólo sabían que esa noche dormirían en la mansión de Kemal mientras que Yubelluna se prepararía para la cita con Raiser. Cuando se fueron a acostar, todos los oficiales se habían ya ido a sus habitaciones, excepto Yubelluna y Mustafá Kemal, los cuales estaban hablando como padre e hija por primera vez desde que la adoptase en la calle. Al borde de la cama de Yubelluna, Mustafá le hablaba con voz paternal.
-Yubelluna hija mía. ¿Estás segura de lo qué vas a hacer? -preguntó serio Kemal a su hija adoptiva. Ella únicamente se estaba acicalando el cabello.
-Sí Ata. Mi corazón me habla. Puede que sea un demonio, pero lo veo como el hombre de mi vida. -confesó Yubelluna con un tono de chica adolescente ilusionada.
-¿Así que el hombre de tu vida, eh? Si eso es lo que crees, te dejo ir con él. Yo también noté que se fijaba en ti. Creo que es sincero lo que ese demonio siente sobre ti. -le dijo suavemente Mustafá Kemal a su hija, la cual estaba nerviosa por la cita del sábado. -Buenas noches hija... -dijo el padre adoptivo de Yubelluna apagando la lámpara y yéndose a dormir él mismo.
El Viernes pasó rápidamente y el Sábado llegó más pronto de lo usual para Yubelluna. Los oficiales y Mustafá Kemal ayudaban a la chica pelinegra a escoger la ropa para la cita, la cual será en Estambul. El problema es que todos eran hombres y no tenían ni idea de conjuntos y de moda femenina, por lo que Yubelluna tuvo que escoger por ella misma. Tras casi tres horas de preparación, al final escogió un traje elegante púrpura, que resaltaba su busto y sus piernas. Para sus pies eligió unos tacones negros con un tacón de 5 cm.
Una vez vestida y maquillada, Yubelluna bajó de su habitación hacia el recibidor, donde estaba su padre adoptivo. Los oficiales decidieron irse cada uno a su respectivo frente: al este contra Armenia, al oeste contra los griegos e italianos, el noreste contra Rusia, al noroeste contra las fuerzas aliadas y al sur para sofocar las revueltas kurdas y árabes. Por su parte, Yubelluna y su padre adoptivo estaban esperando pacientemente al demonio Phoenix, quien estaría por venir a través de un círculo mágico de teletransporte. Yubelluna taconeaba nerviosa mientras que Kemal miraba al reloj de cuco cada cinco minutos.
Tras unos 10 minutos, al fin apareció el círculo mágico del Marqués Phoenix, del cual salió Raiser con una llamarada que, esta vez, no quemó nada cercano. En esta ocasión vestía más arreglado, con una chaqueta azul oscuro, una corbata rojiza, unos pantalones de chaqueta negros y unos zapatos mocasines negros.
-Tan hermosa como siempre... -dijo Raiser haciendo una reverencia a Yubelluna agarrándola de la mano y besándosela.
-Raiser... -logró decir entre suspiros Yubelluna al sentir los labios del demonio en su delicada mano.
-Raiser, cuida de mi hija. -advirtió Mustafá Kemal al demonio rubio, el cual sonrió con sinceridad.
-No se preocupe, su hija estará a buen recaudo. -respondió amablemente Raiser haciéndole también una reverencia.
En ese momento, Yubelluna agarró del brazo a Raiser, se metió dentro del círculo mágico y se teletransportó a la vieja capital del Imperio Otomano: Estambul. Yubelluna le guió por la ciudad mientras iban agarrados de las manos. Todo el viaje fue bonito y romántico, pero Raiser intentaba evitar Hagia Sofía, pues era el gran centro del Islam y del cristianismo ortodoxo. Los demonios no podían pasar cerca de un templo sagrado, pues el aura sagrada que éste emitía, aura invisible para los meros humanos, era como un cortafuegos para los demonios.
Tras el paseo turístico, Yubelluna y Raiser decidieron ir a comer a un famoso restaurante y tetería de la antigua capital. Ésta era un restaurante pequeño y acogedor, lo ideal para una cita a solas entre una humana y un demonio. Una vez se sentaron, en el exterior, ambos pidieron su comida, acompañado del inseparable té. Ambos se agarraron de las manos y empezaron a hablar entre ellos.
-Entonces... ¿cómo te enamoraste de mí? -hizo el primer movimiento Yubelluna. Raiser carraspeó.
-Cuando te vi por vez primera, hace unos días, me fijé, perdón por la cursilería que voy decir, en tus ojos. Jamás vi unos ojos morados naturales en una humana. -respondió Raiser agarrando de la mano a Yubelluna mientras esperaba la comida del restaurante.
-Vaya, nunca me llegue a imaginar que un demonio pueda ser sensible jaja. -rió entre dientes Yubelluna ante la indignación de Raiser.
-¡Oye! ¡No todos los demonios somos iguales! -se quejó Raiser sobre el estereotipo del típico de demonio, él sólo conocía a una diablesa así. -Mira, mi hermano es el Marqués Phoenix, Ruval Phoenix. Él ama el arte y la escultura, tanto humana como demoniaca. Mi hermana pequeña, Ravel Phoenix, es una adicta a la estrategia y se la pasa estudiando a los grandes estrategas humanos. Y luego estoy yo, que amo a las mujeres y el buen vino. -terminó de replicar el demonio Phoenix a la chica humana, la cual se le quedó mirando con ojos enamoradizos.
-Pues a partir de ahora amarás el vino y a mí, ¿entendido? -respondió sugerente Yubelluna sorbiendo el té que habían traído a la mesa hacía unos 5 minutos.
Así siguieron con la conversación mientras esperaban la comida. Tras 20 minutos escasos al fin llegó el camarero con su orden: de primer plato una sopa caliente denominada "Tavuk", luego un segundo plato que consistía en una serie de aperitivos de nombre "Meze" todo esto acompañado de un buen vino de Jerez. El postre era un helado para compartir entre dos. Una vez comieron, Raiser pagó la cuenta y ayudó a Yubelluna a levantarse de su asiento. Cuando la levantó le acarició sutilmente la nalga y le dijo al oído algo sugerente.
-¿Por qué no acabamos la cita con un broche de oro? -preguntó Raiser haciendo sentir su aliento en el oído de Yubelluna, la cual se estremeció al pensar a qué se refería con ese "broche de oro".
Dicho y hecho. Ambos se levantaron y se fueron andando a un hotel cercano que ofrecía hermosas vistas al Estrecho del Bósforo. Raiser y Yubelluna entraron en la recepción, pidieron una llave para una habitación por una noche. El recepcionista les dio la llave "23" que correspondía a la segunda planta a la habitación 3. Subieron las escaleras besándose con pasión, Raiser cargaba a Yubelluna a cuestas hasta la habitación. Cuando llegaron, Raised abrió la puerta, tiró las llaves por el piso y se fueron agarrados de las manos hacia la habitación.
Y así fue como el demonio Phoenix y la joven turca, con los sentimientos a flor de piel, se declararon sin palabras el amor que floreció cuando Raiser la vio por primera vez. Pasaron las horas, los gemidos y el sudor inundaron la vieja habitación del motel. Raiser puede que tenga en el Inframundo un harén de bellas y exuberantes reencarnadas y succubus, pero en esa noche a Raiser se le olvidó por completo. Su mente y cuerpo estaban concentradas en la joven y bella dama turca de la que se había enamorado. Eran casi las 6 de la mañana cuando, cansados y sudorosos, se acostaron en la cama a descansar.
Pasaron las horas, y ya era la hora del desayuno. Raiser y Yubelluna se levantaron de la cama, prepararon un desayuno típico de Turquía y se sentaron a comer. Entre caricias en las manos, risas y piropos por ambas partes desayunaron tranquilamente, sin nada que les molestase. Entonces Raiser se acordó de algo y le preguntó si podía hacer unas gestiones en el Inframundo. Yubelluna, extrañada, dijo que sí. Raiser se fue en un círculo mágico y tras una media hora, media hora en la que Yubelluna recogió los platos y los lavó, el demonio Phoenix rubio regresó. Raiser llevaba algo en las manos que Yubelluna no supo reconocer. El demonio se arrodilló ante la joven turca y pronunció con voz dulce y melodiosa algo que cambiará la vida de Yubelluna para siempre.
-¿Yubelluna, quieres ser mi Reina y pasar el resto de la eternidad conmigo en el Inframundo? -preguntó emocionado Raiser abriendo una casita de fina madera de caoba con el escudo del Marquesado Phoenix sobre ella.
Y así fue como Yubelluna se volvió parte del séquito de Raiser Phoenix como su pieza Reina. Desde el año 1920 hasta su muerte, en el año 2011 sirvió a Raiser en lo que el le pidiese. Conoció al resto del séquito del rubio, de las cuales cuidó como si fuese una madre. Organizó el harén para que cada chica tuviese su momento de intimidad con el rubio, así como enseñarles a leer y escribir árabe, pues es la única lengua abrahámica que Yubelluna dominaba relativamente bien.
Pero al final, su padre adoptivo, Atatürk, jamás supo que Raiser se la llevó al Inframundo. Cuando éste murió en el 1938, Yubelluna y Raiser estuvieron presentes en el entierro, pero alejados. Ella jamás se olvidó de su padre, al cual le dedicó una canción que solía cantar cuando estaba ocupada. Esta seria la llamada "Balada de Esmirna" cuyo estribillo reza "Larga vida a Mustafá Kemal Paşa".
________________________________________________________________________________
Palabras: 5097.
He aquí el primer O.V.A. de la segunda temporada.
Un cordial saludo.
Atte.
E.S.Z.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro