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4. Una mesa para tres

Insensato, por ser el hombre que se codeaba con su hermana.

Mentiroso, porque a pesar de que nunca se lo inquirió, no mencionó que tenía pareja.

Vil, porque su pareja... su pareja era nada más y nada menos que Grace, su propia hermana.

Vil.

Mil veces vil.

—¿L-Louis? —Lily tuvo que levantarse para agarrarle un brazo. Su compañero palidecía por una razón que ni en sus mejores fantasías podría dimensionar—. Amor, ¿estás bie...?

—Louis... —Harry se despeinaba sin querer el cabello. El corrientazo que atravesó todo su cuerpo y se detuvo en su pecho lo tenía al borde de la locura—. Louis... —no se lo podía creer. Esto era una pesadilla... o un sueño. Una tragicomedia escrita al estilo Shakespeare en los mejores tiempos de la humanidad. (¿Eso era posible?).

—Maldita sea —siseó el ojiazul—. Maldita sea, maldita sea.

No sabía qué hacer. Lily seguía preguntándole qué sucedía. Si levantaba a puños a aquel hombre, se formaría el escándalo de su vida. Si se lo decía a su hermana, terminaría perdiendo la hombría que había construido con tanta laboriosidad estos años. Si se lo decía a Lily, terminaría espantándola de saco.

—¿Louis?

Las palabras de Grace a lo lejos fueron en vano. Su hermano se había echado a correr camino al ascensor despavorido. Lily intentó seguirlo, pero unos tropiezos con una mesera y dos clientes de traje granate se lo impidieron. Chilló por él, pero el elevador ya tenía destino por unos dedos temblorosos y huesudos que habían empujado con fiereza los botones alumbrados por una luz cándida.

Si no lo mataba el impacto por un ascensor torpemente instruido, lo mataba el corazón que martillaba en su pecho sin misericordia.

Louis se puso una mano en el pecho porque juraba que se iba a morir. Que hoy sería el fin y que la vida misma, los dioses, la burla a la naturaleza, su intransigencia, cualquiera de las cosas que había hecho mal en su existencia, se confabulaban para escribir este nefasto capítulo en su vida. ¿Qué probabilidad había de encontrarse con ese sujeto entre más de ocho millones de personas en esta ciudad? ¿Una en un millón? ¿Quizás en dos?

¡Maldita sea!

Llegó a la planta más baja al cabo de unos segundos. La zona era tan exclusiva que sabía que un coche a estas horas era una muerte económica segura. Ni siquiera tenía la tarjeta encima ni suficientes euros para fugarse. Era tan poco hombre que se había dejado traer por Lily y aceptado el estúpido ritual de permitir que su hermana pagase todo.

¡Mierda!

Su hermana. Por supuesto. ¿Qué se supone que debe hacer uno cuando se encuentra en una situación así? Joder. ¿Cómo carajos le iba a decir que ese tal Harry había pasado una noche en su apartamento? Si ahora era su cuñado... ¿esa mierda era incesto? ¿O más bien una perversión?

¡Puta mierda!

Por ahora, estaba claro que tenía que alejarse.

—¡Louis, Cristo, para!

Lily. Carajo, carajo. Lily.

Louis volteó, porque sin poder evitarlo estaba corriendo otra vez. Lily tenía el rostro desfigurado y se había puesto los lentes. Seguramente los había necesitado para ubicarse y no tropezar de nuevo. Pobrecita, joder. Lo peor que le puede suceder a un ser humano cuerdo es empujar a la gente que más ama a una fosa que le corresponde exclusivamente a él. Oscura y desapacible. A él, por cabeza dura, por pecador, por desviado.

—Lily... —gimió, deteniéndose. Lágrimas caían por sus mejillas. Las razones eran disímiles, el propósito, mismo—. Lily... soy el peor hombre de este mundo. Lily, voy a morirme.

—L-Louis... —susurró, asustada. Él se había acercado hasta apoyarse en su hombro—. ¿Q-qué te pasó...?

El castaño se removió en sus brazos. Quería arrancarse la ropa, chillar en casa y darse un baño de agua hirviendo para tostarse la piel indigna. Quería quedar sin identidad y por lo menos olvidar que tenía una hermana y un alma a las que había faltado al respeto por una carnal necesidad. Una noche lo había condenado y ahora pagaría las consecuencias por ello. Le costó respirar, pero esta vez diferente. No con aquel ojiverde aplastándole las costillas o tocándose mientras observaba su cuerpo húmedo y ardiendo.

No.

Pero estaba a tiempo.

Claro.

No habían tenido sexo (en el sentido estricto del término, sin permisiones). Se habían jurado olvidar esa noche. Eran dos hombres, números, estadísticas de este país. Ajenos a sus realidades... Él era Harry, él era Louis. Se conocían por primera vez hoy. El guarro de esa noche era Eric, no Louis. No Louis William Tomlinson.

—No me sueltes, Lily. Aférrate a mí, no me sueltes... —chilló, sin poder controlarse—. No me juzgues, no... Diablos.

Gruñó y se separó con el único fin de acunar su rostro. Vio sus ojitos, dos piedras relucientes cuyas pupilas dilatadas eran prueba fehaciente de su preocupación. El polvo blanco se quedó pegado a sus palmas. Con su dorso se limpió la corriente que descendía de su nariz y las lágrimas frías que estorbaban en sus pómulos puntiagudos.

Se acercó lo suficiente para susurrarle encima de los labios. Lily se quedó inmóvil y cerró los ojos con fuerza, temerosa. Louis no podía hacer más que besarla, y así actuó.

Sus labios se estamparon con necesidad. Debía borrar esa nefasta huella que había plantado Harry en sus labios. Su lengua, la sensación de sus dientes, los pliegues resecos que se resistían a su deseo. Lily lo abrazó, pues sentía que al menos lo estaba ayudando, y ella amaba infinitamente a Louis. La sensación era extraña porque no correspondía a la de los amantes o amigos, ni siquiera a la de dos exnovios. Era una mitad de nada. Un punto medio, más o menos... nada. Él necesitaba consuelo, ella estaba ahí en el lugar adecuado.

—¿Estás... bien? —apenas podía hablar. Louis besaba su frente enfermo, casi succionando la piel que tenía lisa y limpia—. ¿Necesitas que hable con ella?

—Me siento mal, no puedo volver adentro.

—Pero Grace...

—Llévame a casa, Lily, y te prometo que tendrás derecho a olvidarte de mí a partir de hoy.

—Louis... —rio nerviosa, puesto que quería llorar de repente. Si lo de Louis era una epidemia, ella sería la primera víctima—. Vámonos a casa.

Grace lloró por un buen rato. Harry palideció y su forma de rascarse el mentón era una señal clara de su impresión e incomodidad desgraciada. La abrazó y le dio besos en el cabello carmesí recién tinturado y ondulado. La mimó, le susurró fingiendo imparcialidad; juró que algo muy fuerte y singular había sucedido para provocar su repentina ida. Que era su hermano, sangre de su sangre, y la amaba, pero que no debía darle tanta importancia a aquello de presentarle un novio, pues eran cultos arcaicos y a la vez rutinarios que solo dejaban tiempo malgastado y deudas.

Eso y unos detalles sin amplitud salieron de los labios rosados y aterciopelados de Lily mientras le preparaba un té en la cocina. El sábado había prescindido de cualquier tarea remota y se levantaba después de un par de siestas que, en conjunto, no representaban un cuarto de una noche bien llevada.

—Dijo que vendría —susurró, porque a pesar de que tenía que decírselo, le daba vergüenza alterarlo de nuevo—, pero sola... si te preocupa.

Louis suspiró. Se sentó en el taburete.

—Mira, Lily, sé que puedes tener preguntas y tanto Grace como tú merec...

—No tienes que rendirme cuentas, corazón —su voz dulce intentó relajarlo—. Es decir, si quieres desahogarte conmigo, está más que perfecto, pero eres un hombre y yo una mujer, Lou. Tú eres consciente, yo soy consciente. ¿Me explico?

—¿Confías en mí?

Lily se detuvo un momento.

—Siempre lo he hecho.

—G-gracias... —musitó, mordiéndose el labio. Apretó los ojos antes de soltar el aire que tenía acumulado en el pecho. No tenía palabras para continuar, pero de alguna u otra manera debía pasar página con Lily, pues durante la noche había trazado caminos, rumbos y atajos imaginarios que podrían darle solución óptima a su dilema—. ¿Podría contarte algo... aparte? —fue el comentario preciso para oxigenar la afuerina conversación.

Ella se sentó a su lado y le ofreció la tacita blanca de té. Louis habría negado con la cabeza, pero se sintió más incómodo ante la idea de rechazarla. Prefirió formar una sonrisa y extender la mano.

—Sorpréndeme.

—Aveline amenazó con demandarme.

—¿Q-qué? —Lily alejó el té cuando Louis sacaba el teléfono del bolsillo de su bata afelpada—. ¿Qué te dijo?

—Léelo por ti misma —susurró él, dándole el teléfono. Rio cansado. Lily abrió los ojos y lo miró cada vez que avanzaba de izquierda a derecha en la pantalla.

NP (A. Crest): No puedo creer lo que has hecho, Louis. Mentiste, dijiste cosas que nunca sucedieron en la entrevista... fantasías, y ahora tengo a medio país creando notas cada vez más retorcidas y maquiavélicas sobre mí. ¿Cómo te atreviste a decir que yo misma vi a Ian teniendo sexo con otra en mi suite? Estoy enferma. Me tienes enferma. Nunca debí confiar en ti. Fui tonta, sí, pero no merezco esto, Louis. No lo merezco. Mis abogados se comunicarán contigo a través de medios formales. Olvídate de mí, te llevaré a los tribunales. Vete al infierno. MENTIROSO. 19:43.

—Louis... —musitó ella, intentando no llevarse la mano a la boca para no extremar el hecho—. No puedo creerlo... ¿crees que ella...?

—No sé, Lily. A ver, mi nombre firma, pero William y Ryan inventaron datos, fechas, escribieron un titular de mierda... Yo envié mi artículo limpio y bien escrito a su correo, pero ellos tergiversaron todo e inventaron... —suspiró—. Inventaron mierda, Lily. Me siento mal con Aveline, claro, no soy de piedra, pero ¿qué se supone que debo hacer yo? El periódico me importa una mierda, y aunque eso me ha traído un par de llamadas nuevas y aficionadas, no puedo evitar sentirme mal, pero...

—¿Pero...?

—Quiero ser sincero contigo. Aveline firmó antes de hablar conmigo.

A Lily se le abrieron más los ojos, si acaso era posible.

—Entonces por eso estás tan seguro, hombrecillo.

—No sé cómo debería estar. En un sentido práctico no puede hacer nada en mi contra, a menos que ella y su equipo formulen toda una...

—Aveline no es así —lo interrumpió.

—Aveline es una súper estrella. Rubia, guapa y risueña. Y yo soy un periodista de quinta. Un muerto de hambre.

Lily negó con la cabeza.

—Odio cuando hablas de esa forma, Louis. La forma en cómo hablas de ti, de nosotros, de todo... Es como si estuvieras rindiéndote a... No sé, por Dios. ¿Quién eres ahora, Louis? Me exiges una nueva oportunidad, pero cuando te pido que salgamos me das un millón de excusas. ¿Lo recuerdas, no? A mí sí que me hiciste una kingsleydada con Evelyn.

—Lily, por favor... —buscó sus manos pálidas sobre el mesón, pero ella se distanció.

—Te amo, Louis. Y te amo de una forma tan... rara. Intenté amarte como mi novio y fallé en el intento, pretendo acompañarte como amiga y me vuelves a besar como si no hubiera hecho suficientes esfuerzos para sacarte de mi corazón... ¿Y sabes qué es lo peor? Oh, no, no lo sabes. Que yo, Lily Russell, no puedo hacer nada para alejarte, porque siempre pareces roto.

—Tú... ¿estás escuchándote?

Lily no quería llorar. No de nuevo. Echó la cabeza a un lado, suspiró y terminó sobándose las sienes con sus pulgares prolijos.

—No quiero verte solo, Louis. Habla con tu hermana, soluciona cualquier problema que tengas con ella y, por favor... no sigas poniéndome a prueba. No tienes idea de lo mucho que el beso de ayer me ha afectado.

—Lily...

—Apóyala. No permitas que se equivoque más con sus parejas y cuida su corazón... Cuídalo porque es tu hermana, no Evelyn, no Lily. Es tu hermana, Louis. Y tú eres lo único que tiene.

Silencio.

Lily tragó nerviosa. Si él no iba a ser sincero... al menos ella sí. No quería que pensara que estaba enojada, pues así no era. Lisa y llanamente, había sentido la necesidad de poner los puntos sobre las íes de una vez por todas.

Y Louis no era tonto. Íntegramente sabía que las cosas con Lily se habían excedido y su actitud pacifista y pasiva tendría un tope. Tomó el móvil otra vez y observó que había un mensaje.

Grace: Necesito hablar contigo. Harry es mi novio y todo va muy en serio entre los dos. Tenía una cena programada solo con él hoy, pero me gustaría que estuvieras con nosotros. Ven a mi casa, Louis. Hablemos las cosas con calma. No hay rencor. Te quiero. 9:17.

Louis: Estaré ahí. 9:22.

La respuesta llegó rápida.

Grace: Prepararé la mesa para los tres. No me dejes sola. Por favor. 9:23.

Louis exhaló. Si el destino lo ponía a prueba, por una vez en su vida tendría los huevos para afrontar la corrupción que manchaba otra vez a su familia.

Miró a Lily y suspiró.

Suspiró de nuevo.

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