Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1. Once upon a... night

Louis se movió con discreción. No podía permitirse un error más hoy. Después de todo, acababa de tener un encuentro insoportablemente incómodo con un tipejo que, sin previo aviso ni escrúpulo, se le había echado encima esperando que lo sostuviera entre sus firmes pero selectivos brazos. ¿Qué clase de enfermo haría eso? Aquel maldito trasero no merecía su regazo, y el mero recuerdo le generaba escalofríos por todo el cuerpo. Su bigote perspirante, los lentes cayéndosele al suelo y su calva cubierta por un enclenque pañuelo grisáceo le provocaron un auténtico e insostenible asco. Y, de cualquier forma, todo había sido culpa suya.

Cuando tomó asiento, pidió un whisky escocés sin hielo, pues siempre era mejor sentir el calor de la bebida abrumándole la garganta y burlarse de sí mismo por el gesto que vendría después. Frotando el borde de la copa con la yema de su pulgar, resopló mientras observaba a la gente moverse en las aristas del pub y escuchaba las risas diversas y ávidas que, a la larga, le harían rodar los ojos con desgano.

Era una mierda terminar así. Hoy debía ser un día extraordinario de cabeza a pies. Por supuesto que debía. A fin de cuentas, conseguir la entrevista con Aveline Crest, la superestrella del momento, le aseguraría un reportaje sensacionalista en cuestión de horas. Su editor había sido tajante al advertirle que, si no lograba la exclusiva sobre la reacción de Aveline ante la infidelidad de su novio, el también célebre Ian Kingsley, recibiría una patada en el culo de The Spicy Post, el periódico de mala muerte en el que estaba obligado a trabajar mientras esperaba un jugoso contrato que su excuñado le había prometido meses atrás. Porque aquello era su única y última esperanza, la única forma de corregir los errores de un pasado que aún le cobraba factura.

En otras palabras, estaba en las tablas.

—Gran juego hoy en la Euro.

Louis levantó la cabeza, extrañado ante el comentario, mas tildándose de imbécil, recordó su camisa. Un hombre de saco negro se había acercado a él.

—Con ese acento inglés, no puedes no referirte a «nosotros».

El desconocido sonrió, y Louis observó en silencio mientras se acomodaba a su lado y aclaraba su garganta con una tos seca.

—¿Eres nuevo en esta zona? Nunca te había visto aquí.

Louis rio al dar un débil sorbo al whisky. La amargura se confundió con su inquebrantable sarcasmo.

—Joder, poli, ya te doy la licencia. ¿O estoy hablando con el dueño?

—Venga... —exclamó él, con una sonrisa y un par de hoyuelos que lucían encantadores en su rostro—. Me llamo Harry. —Se acarició el fino bigote y se acercó al barman para ordenar sutilmente—: Por favor, lo que ha pedido el chico también.

Louis rio una vez más.

—¿«Chico»? —preguntó, burlón—. Estás complicándole las cosas.

El extraño se quitó el anillo que reposaba en su anular y comenzó a juguetear con él sobre la mesa. Volvió a centrar su mirada en Louis.

—Nunca te había visto aquí —repitió Harry—. ¿Cómo te llamas?

—Eric —mintió, sin más.

—Eric... —Harry saboreó el nombre en sus labios como si estuviera degustando un buen vino—. No está mal, es un gran nombre... Lástima que no sea el tuyo —admitió, sin que su socarrona sonrisa se desvaneciera—. De cualquier manera, es un placer encontrarte, Eric.

—Me gustaría decir lo mismo —exclamó Louis. El rizado frunció el ceño—. No me malinterpretes, soy un desastre con gente desconocida.

—Vale, pero ahora nos conocemos, ¿no, Eric? —Harry le lanzó una mirada persuasiva—. Y mientras me confiesas tu verdadero nombre, ¿qué tal si me hablas de ti?

Louis rio de nuevo. ¿Cuántas veces más lo haría en esta noche tan surrealista? El extraño frente a él era un coqueto nato.

—Escúchame, no quiero ser grosero, pero no est...

Y en ese preciso momento, antes de que pudiera continuar y encarar al dueño de esos hipnóticos ojos color esmeralda que lo seguían, el barman le entregó su bebida a Harry. Él no tuvo reparo en exclamar:

—Mierda, ¿a secas?

—¿Demasiado para ti, Harry? —pronunciar su nombre le resultó inconteniblemente divertido—. Solo para hombres.

—Entonces será por ti, Eric —respondió el rizado, antes de llevarse un generoso trago a la boca—. Hostia, verdad que no es lo mismo sin el agua, ¿eh? —dijo, haciendo una mueca.

—Gracias —exclamó Louis, esbozando una sonrisa mientras se removía en su asiento.

—¿Gracias por qué? —preguntó Harry, arqueando una ceja.

—Por mostrarme las patéticas caras que yo mismo pongo —admitió Louis. Sintió diversión y vergüenza... ajena—. Y por regalarme un buen rato, pero ya me voy.

—¿Hostia, tan pronto? Te vi sentarte hace apenas unos minutos.

—Mierda, de verdad me estás asustando —Louis no se guardó nada. Frunció el ceño y empezó a sacar su billetera. Alzando la mano para llamar la atención del barman, continuó—: Das un poco de miedo, tío.

—Escúchame, ¿vale? No quería sonar as... —Harry se cortó, y antes de que pudiera evitarlo, estaba moviendo nerviosamente sus manos. Su inoportuna cabeza intentó hacer memoria de una situación similar para actuar correctamente, pero se encontró con la sorpresa de que nunca había estado así de nervioso con una conquista. Carajo. ¿Se le estaba acabando la batería con los hombres?

—Olvídate del cambio, hombre —dijo Louis mientras le tendía unos billetes al morocho detrás de la barra. Aunque tenía absoluta licencia para marcharse sin más, decidió dedicarle un último comentario al desconocido—. Hasta luego, Harry. Tómalo con calma, buena suerte con tu pesca.

Louis se levantó de su asiento sin esperar respuesta. Tragó saliva y se palpó el teléfono en el bolsillo como siempre, dominado por la paranoia de perderlo. Nunca era prudente por la información que allí guardaba, pero tampoco lograba deshacerse de la estúpida costumbre de meterlo en su bolsillo trasero. Terco como él solo.

Al salir del pub, el frío viento de la noche londinense le acarició el rostro y desordenó algunos mechones de su cabello. Estuvo a punto de cruzar la calle para tomar un respiro en una banca solitaria, mas una mano firme lo agarró del brazo.

—Eric, venga, dame una oportunidad. No soy tan malo como parezco, coño.

—Suéltame o juro que tend... —amenazó Louis, pero antes de que pudiera gritar, dar una patada o marcar a la policía para alejarlo, Harry liberó su agarre—. No me van los tíos, en serio.

—Lo sé.

—¿Entonces? —exclamó desafiante Louis.

—Dame tu número —contestó Harry con una naturalidad enfermiza—. Bloquéame luego, pero al menos dame la ilusión de poder contactarte.

Louis rio. Sí, una, otra y otra vez. Sin poder resistirse, se sintió halagado e incluso excitado ante el increíblemente guapo e insistente hombre que tenía al frente. Alto, rizado, seguramente de su edad, de piel blanca y con una mirada visceral que era imposible de esquivar. A lo lejos sonaba I Just Died in Your Arms, melancólica y única, cual destino encargándose rigurosamente de orquestar este instante para él. Mordiéndose el labio, asintió con la cabeza.

—Llámame... nunca —bromeó, dictándole su número al ojiverde unos segundos más tarde. Se guardó el teléfono de nuevo y enseguida notó que sus manos sudaban—. ¿Ahora sí?, ¿hasta luego?

—Bueno, ya que me has quitado de encima, ¿por qué no vuelves adentro? Vale que soy un pesado, pero te invito a una copa.

Louis se quedó en silencio. Esperó resoplar, pero en lugar de eso encontró en aquel extraño una necedad que, como muchas otras veces, le resultaba entretenida. Era contradictorio, coqueto, un completo desconocido. Y lo pensó. Por alguna extraña razón, conjugó sus primeros encuentros con Evelyn, su canción favorita y el apetecido frío en un cóctel que lo invitaba a salirse de lo convencional, tal como había intentado hacerlo un par de horas antes. Detalló sin reservas al hombre que tenía al frente y le pareció notablemente encantador, mucho más con sus mejillas enrojecidas, su pecho subiendo y bajando, y sus dedos largos y pálidos moviéndose para resaltar exageradamente sus tendones.

¿Ambos eran adultos? Sí.

¿Louis estaba soltero? Sí.

¿La noche era joven? Sí.

¿El hombre que tenía al frente era tremendamente atractivo? Por supuesto que sí.

Así que, sin mayor reparo, Louis sintió auténtica curiosidad y deseo. Porque tal vez, solo tal vez, un poco de aventura no le haría mal.

¿Sería demasiado rápido? Probablemente.

¿Eso importaba? Probablemente... no.

—¿Hay algún callejón cerca? —preguntó, y casi inconsciente, tuvo que bromear con la situación—. Por favor, no me digas que te llamas Harry Ripper.

Harry sonrió.

—¿Me sigues?

—No intentes asesinarme, será peor para ti.

Harry sonrió, otra vez. La idea del callejón era riesgosa e improcedente, pero se dejó llevar por el contexto. Caminó unos cuantos pasos, esquivó algunos charcos y evitó hacer una mueca de disgusto al ver el fango mohoso del suelo, pero Louis lo detuvo.

—En coche a mi apartamento. Ya.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro