Lunes 8/9/2020

Esperé días enteros para tu respuesta. Veía constantemente la pantalla de mi celular, tratando de divisar algún mensaje que llevara tu nombre.

Días pasaron, y no se halló la esperada respuesta.

Como si nada hubiera acontecido, al fin dignaste a tu ser a teclear seis míseras letras...

Debía ser un chiste, esperaba que en algún momento apareciera algún otro mensaje, donde explicaras el porqué de tu desaparición. Sólo veía tu conexión y desconexión pero la preocupación constante corrompía mi paciencia y coherencia.

Tus palabras me hicieron molestar aún más...

..."¿Por qué tan seria?"

Debía ser un chiste. Claro que debía serlo.

Me digné a responder inteligente y calmadamente, sintiendo cómo empezaba una tormenta interna, de molestia y angustia por cuestionar lo obvio.

Crucé un par de palabras frías, estabas impresionado. He corrido detrás de ti por tanto tiempo, que ni siquiera pudiste creer que estuviera hablándote con extrema frialdad y seriedad.

¿Qué te impresionaba tanto, querido compañero?

¿Recuerdas que escribí que en algún momento mi paciencia se llegaría a agotar? No, no lo sabes, nunca tuve el valor de decir de frente esas palabras que plasmé en papel, entre lágrimas y frío; el frío viento que se colaba por mi ventana.

No lo sabes, pero yo estaba más que segura de lo que iba a pasar. Estaba más que segura que ese momento debía llegar.

Vi en la pantalla ese último mensaje, al que, dándome la correspondiente dignidad, decidí no obsequiar respuesta...

"No te entiendo, estás tan rara".

Lo leí, cerré mis ojos, y suspiré, mas...

Algo en mi plan había salido mal.

Lágrimas.

¿Por qué lloraba? ¿Acaso no te lo merecías? ¿Por qué mi corazón se retorcía en deseo de disculparme y decir que estaba bien?

¿Por qué?

¿Acaso no había aprendido algo?

No te intereso, no te gusto, no me amas, no estás enamorado, no compartimos metas, no me quieres, no te importo...

... Pero en el fondo sabes que aún muero por ti.