37 - Celebración (Continuación)
—Claro que no, sé que el amor fraternal que me tienes va por encima del sentimiento de traicionarme —expresó Naito con la voz cargada de ironía— Pero me preocupa que trates de ser la hija perfecta y con tal de cumplir todas las expectativas de nuestra madre, vayas más lejos, incluso al punto de olvidar nuestro lazo de sangre.
Naito tomo una botella de una mesa cercana y agarro a Hyorin con fuerza por la mano donde sostenía la copa sorprendiéndola— Deberías tener cuidado con el vino y con tus atrevidas palabras, te puedes atragantar —Comenzó a verter en ella vino de manera generosa mientras le decía a su hermana con baja y peligrosa voz— Deja de vigilarme y de estar tan atenta a lo que hago, a mis movimientos —la bebida colmo la copa y comenzó a derramarse en el suelo de manera generosa, resbalando por la mano de la joven como si fuera sangre mojando su piel.
—¿O qué? —lo enfrentó Hyorin hablando también en voz lo suficientemente baja solo para que él oyera mientras su sonrisa se ampliaba— Puedes ser buen guerrero, pero tu talento, tu habilidad principal es seducir mujeres —Naito soltó su mano y ella tomó un sorbo de vino de forma desafiante— Si por ti fuera ya te habrías acostado con la mitad de las nobles de la corte. No me asustas para nada, hermano, no eres ni de cerca como Seiken.
—Tienes toda la razón hermanita —concordó Naito con una voz dulcemente peligrosa acercando la mano lentamente hacia la cara de Hyorin, sorprendiéndola al tomarla por la barbilla con suavidad y alzar su cara para que lo viera directamente a los ojos— No soy tan temible como Seiken, pero podría sorprenderte, eso te lo aseguro...
Hyorin sintió un escalofrío recorrer su espalda ante estas palabras. Aunque el rostro de su hermano permanecía sereno, algo en su mirada hizo que tragara en seco. El Naito que conocía parecía haber cambiado de forma repentina. El hermano, que vivía de forma trivial disfrutando de vicios y placeres sin fin, exhibía un aura asesina en sus ojos. Se había sentido como si, en vez de a un familiar, estuviese viendo a un enemigo mortal, a alguien que podría eliminar sin sentir remordimiento alguno.
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