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Capítulo 6

 Capítulo 6

—Vamos... —Zack la empujó hacia arriba con ambas manos.

—¡Ay, no! ¡Zackary! Quita tus manos de mi trasero, ¡no puedo subir así!

Él bufó.

—¿Y crees que yo estoy feliz con tus nalgas casi sobre mi cara? —Ella chistó y lo oyó ahogar una risa—. Bueno... sí. ¿Para qué miento? Estoy muy feliz aquí. Lástima que es una situación rara.

Zoey estiró un pie hacia abajo para llegar a patearlo.

—¡Inepto, súbeme de una vez!

De mala gana por la patada, Zack empujó hacia arriba sus manos, que seguían sobre las caderas y el trasero de la chica, y la hizo llegar hasta la ventana del tercer piso. Zoey entró por la ventana abierta, muy feliz de que Jessica no estuviera por ahí y él se metió por detrás de ella.

Justo en ese momento, como si la hubiera llamado con el pensamiento, Jessica abrió la puerta de un golpe. Zack cayó en el suelo con forma de conejo y Zoey se apresuró a ponerse delante de la ventana, como si su amiga pudiera adivinar que había salido por allí.

—¡Van a volverme loca! —chilló—. ¡Quieren cambiarme de colegio!

Zoey borró la sonrisa boba que había puesto sobre su cara.

—¿Quieren que te vayas?

—¡No voy a ponérselas fácil! —gruñó, meneando la cabeza—. Pero dijeron que podríamos charlarlo —hizo unas comillas con los dedos― si no pasaba nada en los próximos seis meses. ¿No crees que exageran?

Zoey hizo una mueca. ¿Cómo podía ser que sus padres pensaran exactamente de la misma forma que los de Jessica? O la cosa estaba más jodida de lo que podía ver o estaban todos locos.

Pero, a diferencia de Jessica, ella tenía una razón importante por la cual quedarse en el colegio. Si iba a casa pondría a sus padres en peligro también.

—Yo convencí a los míos de quedarme aquí por unos días más.

—¡Qué suerte! Debo irme con ellos ahora. —Jessica sacó su bolso de debajo de la cama y empezó a tirar ropa al azar dentro—. Por unas dos semanas, al menos. ¡Perderé las clases, están locos!

Zoey la observó, tristemente, guardar sus cosas. Tenía un mal presentimiento. Jessica se iba y quién sabía si volvería, pues ella sabía muy bien que algo malo pasaría de vuelta, y sería la que moriría o saldría herida; luego sería alguien más, alguien a su alrededor, quién pagaría las culpas. La muerte de Zack realmente había desatado una bomba de tiempo y el dije estaba arrastrando a un grupo de niños a un cruel destino.

—¿En dos semanas...?

Se acercó a ella y Jess se irguió mientras tiraba del cierre de su maleta.

—No estarás bien sola —gruñó su amiga—. ¿Quién va a apapacharte? —dijo ella, mirándola a los ojos—. Mariska aprovechará para molestarte...

—No le tengo miedo a Mariska —cuestionó Zoey—. Estaré bien, no te preocupes. Me adapto —añadió echándole un vistazo al conejo blanco en el suelo.

Jessica siguió la línea de su mirada.

—¿De dónde has sacado ese conejo? Lo llevas a todas partes.

—Fue un regalo. Él me hará compañía. —Y trató de sonreír. «¡Sí, vaya compañía!».

Con un ademán cansado, Jess suspiró.

—Bien —volvió a gruñir—, me largo a mi estúpida casa con mis estúpidos padres. —Le dio un corto abrazo y tiró de sus cosas hacia la puerta.

Zack, del otro lado del cuarto, se irguió despacio. Observó cómo Jessica tomaba sus cosas y de mal humor, se despedía antes de marcharse. En cuanto cerró la puerta, tomó forma humana. Miró a Zoey con los ojos brillantes.

Ella no vio su rostro y suspiró desganada. Caminó hasta la ventana, ignorando a Zack, y la cerró con un golpe.

—Al fin solos... —susurró, y una sonrisa traviesa apareció en su bello rostro. Zoey dirigió su mirada hacia su cara y abrió grande los ojos. Su expresión le decía que él estaba a punto de hacer comentarios raros—. Sácate la ropa.

—¿Qué? —chilló. Empujó a Zack antes de que él la tocara, pero no llegó mucho más lejos. La atrapó y la puso con cuidado contra la pared.

—No seas quejosa —le advirtió, blandiendo el dedo índice, retándola—, debo revisar tus daños.

—¿Que daños? —replicó ella con un tono agudo. Tenía que estar bromeando... Pero allí recordó lo mucho que le dolía el cuerpo.

Zack sujetó rápidamente su brazo, le subió la manga del

suéter gris y le mostró el corte largo y fino que tenía en él.

«Oh, vaya».

—Estás herida, y por eso —recuperó la sonrisa triunfante—, debes desnudarte.

Manteniendo la tranquilidad tanto como podía, ella frunció el ceño.

—No voy a desnudarme así como así, ¡muévete!

—¿Ah, sí? —susurro él, aferrándole ambas muñecas y poniéndolas contra la pared a la altura de su cabeza. Sus cuerpos quedaron tan pegados que Zoey comenzó a hiperventilar—.

¿Y quién va a curar tus heridas, eh?

«Mátenme», suplicó. Era mejor que estar así, tan cerca de él, provocándola de esa manera.

—Yo lo haré por mí misma —dijo sin mucha convicción.

—No, tú no puedes curar las de tu espalda —sonrió Zack, saboreando la victoria.

La alzó con una mano y antes de que llegara a protestar, él la acostó boca abajo en la cama. Todavía antes de que ella pudiera gatear para huir, se sentó sobre su cintura.

—¿Zack? Oye, ¡me aplastas!

Él nunca borró la sonrisa de su rostro.

—Bien... —se recostó con cuidado sobre ella—. Hoy seré tu enfermero.

—¡Tienes que estar malditamente bromeando!

Pero si estaba solo jugando o no, no podía chequearlo. Él comenzó a tirar de las prendas de Zoey, hasta sacárselas una por una. El suéter gris y la camiseta de manga corta cayeron a un lado de la cama.

Tarareando, llevó sus dedos al broche del corpiño en su espalda y allí ella le gruñó y lo amenazó, pero él fingió totalmente que no la escuchaba.

—¡Quítate ahora o voy a golpearte hasta que desees realmente estar recostado en paz en tu tumba!

—Ya, no grites —musitó él, poniendo la punta de los dedos en su piel—. La gente creerá que estás loca. —Miró de cerca los cientos de pequeños cortes en su piel y guardó silencio hasta que ella se calmó.

—¿Ya está? Me aplastas.

Él chistó.

—¿Aplastarte? —Se estiró nuevamente sobre ella, con cuidado—. Ni siquiera te estoy tocando con las piernas, Zo. Y además esto es más importante que gritar como una trastornada.

—¡No! ¿Qué? Aguarda, ¿qué cosa? —balbuceó, cuando él le puso una mano en la cintura.

—¡Hora de darse vuelta! —Palmeó el chico, como si estuviera en un cumpleaños y él fuera el animador que anunciaba la hora de cortar el pastel.

—¿QUÉ? —Zoey se aferró a su sostén y se aovilló lo más que pudo—. ¡Te juro que voy a matarte!

—Oye, no estoy bromeando. ¿Tienes idea de la cantidad de cortes que tienes aquí? —Insistió él, señalando uno por uno todas las heridas de su piel—. Son varios cortes. Hay algunos más jodidos que otros, en verdad.

—No te creo —gruñó ella, girando la cabeza contra la almohada—. Estás intentando aprovecharte de mí.

—Nooo, ¿cómo crees? Debo ver el resto de las heridas, debo curarlas —canturreó.

—Deja de repetir eso.

—¿Estás segura? Estaré muerto, pero aún soy muy hábil con las manos. —Zack volvió a inclinarse sobre ella, para hablarle al oído.

Zoey apretó los labios en una gruesa línea, mientras intentaba aspirar aire por la nariz. Estaba casi desnuda y él estaba sobre ella, susurrándole al oído, rozándole la piel con esos labios... Algunas fantasías afloraron por su mente.

El grito que salió de su boca esta vez tomó por desprevenido a Zack, que se alejó de ella preocupado ante el dolor que expresaba en sus notas. Zoey se giró sobre la cama, apretándose la piel de su pecho y con el corpiño casi suelto. Se bajó y se aovilló en el suelo, jadeando. El dije colgaba justo por encima de sus manos.

En un segundo, él estuvo sobre ella, asustado y deseando saber qué la lastimaba. Logró sacarle las manos y vio un pequeño círculo sobre su piel. Tenía la forma exacta del dije quemada en su tez.

—Mierda... —gruñó—. Ven, Zoey, ven. —Tiró de sus manos para levantarla del suelo. Ella no se movió durante unos segundos, bastante afectada.

Al final, logró levantarla y llevarla directo al baño. Abrió la canilla de agua fría de la pileta de manos y se encargó de humedecer la quemadura. Zoey lloriqueó, no por el agua fría que corría hacia su abdomen, sino por la herida y lo que esta le ardía

—¿Te duele mucho? —le preguntó él desde atrás. Con esfuerzo, ella se limpió las lágrimas del rostro.

—Sí —gimió, y miró su reflejo en el espejo. Zack tenía las dos manos mojadas encima de donde empezaban sus pechos, allí en el comienzo de su corpiño. Volvió la vergüenza, pero él no dejó que eso los detuviera. La volteó y sacó las manos con cuidado para ver la quemadura.

—Esto te acaba de quemar ahora... —murmuró, acercándose, tal vez demasiado, a ella. Zoey quiso irse para atrás, pero él la sujetó—, pero hay otra quemadura abajo. También debe de haberse hecho con el contra hechizo. ¿Recuerdas que te doliera antes? —La miró a los ojos.

Zoey no respondió y se limitó a mirarlo conteniendo el aire, con la cara de nuevo muy roja. Zack la miró expectante y entonces, entendió el porqué de su sonrojo. Automáticamente recuperó la sonrisa perfecta y pervertida.

—Oh... ¿te molesta que esté a nada de verte desnuda? —dijo con tono inocente, pero sus ojos grises y profundos mostraban diversión.

Tan roja como estaba, ella tembló.

—Sí, sí recuerdo que me haya dolido antes en el bosque —contestó a su anterior pregunta.

Zack se irguió.

—¿Sabes qué va a ser lo mejor? —preguntó con tono soñador y dulce. Zoey no respondió y trató de retroceder, pero justo detrás estaba la pileta del baño—. Que te des un buen baño.

Ella negó.

—¡No, alto ahí! —Extendió una mano hacia su pecho y lo detuvo a medio camino—. No es buena idea, menos mientras estés dentro del baño.

—Yo creo que sí —dijo él—. El agua fría te ayudará con la quemadura y limpiará las demás heridas. Deberías quitarte los pantalones.

Zoey frunció el ceño y lo empujó para intentar huir, pero el chico la sujetó de la cintura, la alzó y caminó a la ducha con paso resuelto.

—¡No quiero bañarme, cabeza hueca! —Lo golpeó en la cabeza y eso fue suficiente como para que Zack se detuviera, contrariado por el golpe. Si bien no le había dolido, estaba bastante desconcertado por la fuerza que había usado.

Entonces, la quemadura en el pecho volvió a arderle con fuerza. Gritó otra vez y se removió inquieta en sus brazos, desesperada por alejarse. Zack la atajó antes de que cayera al suelo; cuando él la aferró nuevamente, el ardor fue peor.

Contrariada por el dolor, Zoey se liberó de su agarre y se precipitó hacia la salida. No se preocupó por nada; llegó al cuarto y se dejó caer en la cama, apartando el dije de su pecho, que quemaba como el vidrio líquido.

—¿Otra vez? —gritó Zack, corriendo hasta ella. Intentó sentarla en la cama, pero otra vez ante el tacto, el dolor aumentó. Zoey volvió a apartarlo con las manos.

—¡No, déjame, me duele! ¡Me duele! —lloró, corriendo hasta la cama de Jessica—. No me toques.

—¿Cómo que no te toque? —Él jaló las sábanas de la cama y quiso envolverla en ellas, pero Zoey volvió a gatear para alejarse de él.

—¡Me duele más cuando me tocas!

Se paró en seco, con la tela en las manos.

—¿Cuando te toco? —inquirió incrédulo—. ¿Te quema cuando te toco?

Zoey se pegó a la puerta de entrada, todavía apartando el dije con sus manos.

—¡Me tocaste y me dolió más! —Se cubrió con el brazo libre el corpiño con moños, mientras Zack se acercaba con cautela.

—No tiene sentido.

—¿Qué más da si tiene sentido? —chilló, mirando la quemadura en su pecho. La carne ya estaba demasiado magullada.

Por más que deseaba mirar bien la herida, Zack no la tocó. Se retiró hacia atrás y fue hasta el baño. Regresó al segundo con unas vendas del botiquín de primeros auxilios.

—No te muevas —dijo, mientras preparaba una gasa, untándola con agua oxigenada—. Vamos a desinfectar esto. Creo que es una quemadura de primer grado. Si te sigue quemando se volverá en una de segundo grado y tendremos que llevarte al sanatorio. Realmente no queremos eso.

Zoey hizo una mueca.

—Me va a doler.

Él le respondió con otra mueca.

—No queda otra —admitió, serio. Con esfuerzo, ella sujetó el collar y se preparó para la posibilidad de que pudiera tocarla otra vez—. Te pasaré esto por la quemadura... sin tocarte —agregó.

Se miraron con algo de miedo y él, con mucho cuidado, estiró la mano para pasarle la gasa por la quemadura. Le ardió casi tanto como la quemazón en sí, pero sabía que debía aguantarlo. Se mordió los labios y clavó las uñas en su propia piel.

Zack trató de hacerlo rápido, sin exponerla a su toque. Así, quitó la gasa después de limpiar con eficacia. Entonces sí era eso. Piel con piel y el dije la lastimaba.

—¿Y ahora? —gimió, con lágrimas en los ojos.

—Iré volando a buscarte una crema antiinflamatoria.

Y eso hizo. Saltó por la ventana después de abrirla y la dejó completamente sola.

Aspirando el aire frío que se colaba por la abertura y le refrescaba la herida, Zoey tuvo la inmensa curiosidad de probar si el collar le seguía quemando. Despacio, lo dejó tocar su piel un leve segundo en un sitio bien sano. Nada. El dije estaba tan helado como en cualquier otro momento.

Miró el collar tan confundida que su rostro lo hizo notorio. Zack tenía razón. Aquello no tenía sentido.

—Esto está de lujo —gruñó Zackary desde su mochila, mientras ella avanzaba por la vacía fila de la cafetería.

—¿A qué te refieres? —dijo la chica entre dientes.

—A que ya estoy bastante frustrado con esto de estar muerto como para no poder tocarte ni por casualidad —dijo como si fuera obvio—. Es raro no poder darle ni la mano a alguien.

Zoey cerró los ojos con fuerza. Intentaba comprenderlo, pero no era fácil. Además, temía que esa idea de tocarla se desviara a uno de sus comentarios traviesos y hasta indecentes.

La verdad es que era un chico bastante suelto de manos.

Se sirvió comida en la bandeja azul y se alejó de las cocinas para ir a buscar una mesa apartada. Zack siguió despotrican- do, por lo que ella se distrajo y se fijó en la mochila. Estaba a punto de cerrar del todo el cierre cuando alguien tropezó con ella, haciéndole perder el equilibrio y que gran parte de la comida de su comida cayera directo al suelo.

—Oh, lo siento —le dijo una voz grave.

Estuvo a punto de insultar tanto como podía. Le tiraba el almuerzo y solo le decía: «¿Lo siento?». Fijó los ojos en el muchacho. Era Adam Smith.

Se le atoró la lengua. Él se veía muy malo y agresivo. Guapo, pero indiferente y calculador.

—¡Fíjate por dónde vas! Me has tirado todo —dijo ella, con mucho menos ira de la que quería en realidad.

—No todo —respondió Adam viendo lo que quedaba en su bandeja.

Las mejillas de Zoey se tiñeron.

—Deberías reintegrármelo —dijo con los labios apretados. Adam la miró seriamente y, entonces, sus facciones se suavizaron.

—Sí, tienes razón, lo lamento. Pero qué quieres que haga, ¿qué te pague? —Sacó de su bolsillo un billete de veinte y lo blandió delante de su cara. Zoey frunció el ceño y negó. Ella se refería a que le buscara más comida. Adam guardó el billete y suspiró—. Perdona mi actitud, han sido malos días. —Sonrió tristemente—. Adiós.

Zoey volvió a la fila entonces, mirando de reojo a Adam, que salía del comedor. Se sirvió de nuevo lo que había perdido y buscó una mesa.

En cuanto se sentó, Zack sacó la cabeza de conejo de la mochila.

—Imagino que está mal —susurró ella, tomando los tenedores.

—¡Mal! —exclamó el chico—. No sé. Hay algo raro en Adam.

Zoey bajó la mirada hasta él.

—¿De qué hablas?

—No quiero que te acerques a Adam Smith —gruñó el conejo de mala gana, logrando que lo mirara con las cejas arqueadas, confundida por demás—. No confió en él.

La chica frunció el ceño.

—No creerás que él...

—Sí, lo creo.

Zack se cruzó de brazos y miró la puerta, aquel lugar por donde había salido su supuesto amigo.

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¡FIN DEL CAPÍTULO! Pero no se preocupen, el próximo sábado tenemos uno nuevo y empieza la acción <3 ¡Gracias por estar aquí de vuelta acompañando esta historia. ¡Espero sus comentarios y sobre todo sus opiniones sobre Adam! ¿Qué piensan de él? :O 

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