Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5

Capítulo 5

Zoey se puso la bata encima y corrió a sacar la ropa del cesto. Zack se miraba una pata con enfado.

—¿Cómo que era para ti? ¿No querían matarme a mí?

—Esto me hace suponer que ellos no saben que tú tienes el dije —murmuró él, con el ceño de conejo fruncido—. Deben pensar que lo sigo teniendo yo.

—Pero el collar se desprende cuando alguien muere. ¿Es que no se dieron cuenta de que estás muerto?

—Tal vez piensan que es una treta. —Zack saltó del cesto, aún mirando su pata delantera—. Imagina que me vieron transformarme en hombre contigo en el cementerio. Pueden creer que fingí mi muerte para que dejen de buscarme.

—Y eso... —Zoey se agachó para quedar a su altura—, ¿es bueno o es malo?

—Ninguna de las dos cosas —soltó el conejo—. Puede que no te persigan a ti por ahora, pero que yo esté cerca para cuidarte de otros puede ponerte en peligro.

—Entonces, separarnos es lo mejor. En seguida, Zack bramó:

—¿Estás loca? ¡Claro que no! Zoey, no hay un único enemigo. Estos pueden creer que yo tengo el dije, pero otros no lo harán y empezarán a preguntarse por qué te sigo a todos lados.

Zoey se sentó en el suelo, enfurruñada y cansada de no ver los límites de ese problema.

—Esto parece no tener salida.

—Claro que la hay. No llamar la atención, esa es la salida. Siempre deberé mostrarme como conejo. No deben verme en forma humana. Mientras nadie más me relacione contigo, no deberías tener grandes problemas en la proximidad. Hay que mantenerlo en secreto.

—¿Y cuánto durará esto, eh?

Él estrechó los ojos.

—Ese no es el punto ahora. ¡Mira esto! —Extendió la pata, la que tanto había mirado, hacia ella. Tenía una pequeña marca negra, un arabesco.

—¿Qué es eso?

—La marca de un hechizo —dijo entre dientes el conejo—. No sé qué efectos puede tener en mí. Seguramente la flecha estaba contaminada con este embrujo. Como primer efecto, no puedo transformarme en humano ahora mismo. Llevo intentándolo desde te amenacé con hacerlo.

Zoey se quedó callada, viéndolo despotricar en voz baja, mientras iba y venía por el baño. Sinceramente, no tenía idea de nada. Cada cosa que mencionaba Zack la confundía más y comenzaba a marearse por tanta información. ¡Y ni hablar de todo lo que no sabía!

—Cuándo... -susurró, e hizo que Zack se detuviera en medio de su caminata—, ¿cuándo vas a contarme en su totalidad qué es todo esto? —La chica tomó el collar entre sus dedos.

Zack suspiró.

—El dije... lo que es no es fácil de explicar, Zoey. Es algo muy poderoso, peligroso, que tiene conciencia propia; no hace lo que el humano le dice. Tan solo nos usa de transporte —aclaró—. Yo tampoco estoy tan seguro de qué es con todas las letras. Hay cosas que nunca me dijeron ni se molestaron en explicarme, y tampoco me interesó. Siempre es así, nunca hay que inmiscuirse demasiado.

—Si no hace lo que el humano le dice, ¿por qué hay gente que lo quiere? ¿De qué le serviría? —preguntó ella, sin encontrarle sentido.

—Muchos se creen capaces de dominarlo. Siempre me pareció estúpido, la verdad. El dije no es una cosa que ceda a la voluntad humana. Mi familia... —La voz del conejo se volvió ronca—. Mi abuelo obtuvo el collar cuando era joven y se encargó de protegerlo de esas personas que creen poder controlarlo. Se supone que la gente quiere usarlo para hacer cosas horribles. Decía que había alguien que podía forzar al dije a hacer su voluntad, pero ni él sabía quién era. Yo creo que... eso de que «hay alguien» -agitó las patas como si estuviera haciendo comillas con los dedos-, es interpretado por los que lo buscan como una leyenda. Ya sabes, piensan que ese alguien especial son ellos. —Zoey se quedó callada, atenta, y él continuó sin más—. La idea era que el collar siguiera en nuestra familia. —Zack bajó las orejas—. Nosotros nos caracterizábamos solo como portadores, no como utilizadores del poder. Nunca fue nuestra intención controlarlo.

—¿Y te criaron solo para portarlo?

—Por lo que durara mi vida. —Sonrió tristemente, con las orejas aún caídas—. Mi abuelo, antes de morir, decía que yo iba a vivir mucho porque era muy bueno en mi entrenamiento. Todos creían que iba a lograrlo... ¡Pero no! —Su voz sonó alegre esta vez, como si estuviera feliz de haber decepcionado a su familia entera—. Yo era rápido, muy fuerte para mi tamaño y edad, pero nunca fui muy diestro con la magia y los hechizos que usaba sin el poder del dije eran muy básicos.

—No te entiendo, Zack —admitió Zoey entonces, ladeando la cabeza con pena. Se miraron a la cara hasta que él se sentó en el suelo frente a ella.

—¿No entiendes qué?

—Primero decías querer ver a tu familia, que ellos sufrían por ti, pero luego me dices que ellos te entregaron, y no parecías feliz por eso.

Zack negó.

—¿Quién lo sería? Amo a mi familia, pero yo no quería esto. Amé a mi abuelo y durante mucho tiempo entendí sus razones y las seguí con fervor. Sin embargo, cuando él murió y me tocó seguir sus pasos, supe que no era tan buena idea. Aprendí a ocultarme y a disimular, pero nunca pude soñar con algo más.

—¿Entonces es eso? —preguntó, cayendo en la cuenta de lo que en verdad significaba—. ¿No hay futuro con esto?

—¿Futuro? Yo estoy muerto y tú puedes morir en cualquier momento —le dijo, suavemente—. Odio tener que decírtelo, pero aunque yo esté aquí, cuidándote, nunca podrás volver a pensar en la vida como la veías antes. Siempre vas a estar midiendo tus pasos —explicó, haciendo eco de los pensamientos que ella acababa de establecer.

Sorbió fuertemente por la nariz y se quedó en silencio, sopesado las emociones que la estaban hundiendo.

—No es fácil de digerir —admitió, tragando saliva—. Ya sé que lo dije muchas veces, pero no quiero morir.

—No vas a morir. —Zack bajó las orejas—. Pero tienes que saber que nada va a ser igual.

—¡Me acabo de dar cuenta! ¡Sé que nada va a ser igual! —exclamó, con las mejillas rojas.

—Esto no va a acabar mañana, Zoey.

Se miraron otra vez, pero ella apartó la vista, entre asustada y cansada, y él negó con la cabeza.

—Y es aquí donde debería decir que estoy muy interesado por ver cómo te duchas, pero al final tenemos asuntos de los cuáles ocuparnos.

Zoey enrojeció como un tomate, esta vez por vergüenza, y alcanzó a darle un manotazo en la cabeza de algodón.

—Desubicado —dijo entre dientes. Zack suspiró.

—Soy un hombre de mente pura y sana. Tengo el recuerdo de tus nalgas y piernas grabado en mi cerebro, ahora solo me falta completarlo con la memoria de tus pechos... —susurró como si se tratase de una poesía.

Ahora, enojada de verdad, Zoey se paró de un salto y lo apartó con un pie.

—¡Si hubiera sabido que eras así de desubicado...! —Empezó, con un tono duro.

—¿Si hubieras sabido... ¿qué? —la desafió él, cruzándose de patas.

Ella volvió a renegar. La ponía nerviosa con sus comentarios. Esa era una de las razones por las que se enfadaba: claro que le encantaba que él dijera algo sobre su cuerpo, pero la verdad es que la burla no la encontraba divertida.

«¿Qué más da?», pensaba su cerebro durante los escasos segundos en los que tardaba en reaccionar... «Si el acoso viene por parte de Zackary Collins...».

«¡NO!», gritó otra voz dentro de ella. Debía recordar que venía del MUERTO de Zackary Collins.

Sacudió la cabeza.

—Entonces... —susurró—, dejando de lado tu lado poco educado —dijo, acentuando las palabras—, ¿qué haremos con lo de la flecha?

—Debemos quitar el hechizo. Creo que esta cosa puede afectar mis poderes en todo sentido. Si pierdo el control sobre mis transformaciones...

—¡Jessica podría verte!

—¿Jessica? —gruñó él—. Jessica es lo de menos. Imagina que estoy en tu mochila, con forma de conejo en medio de una clase y sin poder controlarlo me vuelvo humano. Reviento tu mochila y todos los presentes ven cómo el chico muerto aparece de la nada... —La miró, arqueando una ceja de conejo.

—Oh..., oh —respondió Zoey. Claro que entendía: pánico total en toda la escuela por la vuelta del fantasma de Zackary Collins. Si solo Jessica lo viera, sería fácil contenerla comparado con explicarle a toda una manada de alumnos qué era lo que sucedía—. ¿Cómo... cómo quitamos el hechizo?

—Bueno, el dije claramente podría sacarlo —contestó Zack muy, muy serio—. Pero es obvio que habría que forzarlo. Para él sería un poco de magia y nada más —Señaló su pata—, ya que sospecho que no debe ser un hechizo complicado. Sin embargo, puede que con mis nuevos poderes pueda deshacerlo. Tengo que probar.

—¡Entonces hazlo!

Zack negó rápidamente.

—No puedo hacerlo aquí. Jessica está del otro lado y no sé qué puede salir mal, porque no conozco a fondo mis nuevas habilidades. Tengo que probar —repitió.

—¿Ah, sí? ¿Y con el dije no sería más... fácil, entonces?

—¿Más fácil? —repitió él con cinismo—. ¿Sabes lo que te haría a ti intentar usar su magia? No está hecho para humanos, te dejaría en KO., o al menos muy lastimada.

—¿Pero y si tu magia no funciona y no puedes quitarlo? —razonó ella.

—No lo sabemos.

—No tendría mucho sentido que estés aquí si no podemos quitarte el hechizo. No podrías cuidarme bien.

—Ya sé que si no puedo cuidarte... —murmuró, sin completar la frase—. Pero no lo sabemos. Me niego a usar el dije, a menos que sea de vida o muerte.

—Todo es de vida o muerte ahora, Zack —le recordó ella.

—No esto.

—¿Y si te hace más daño? ¿No es conveniente usar el dije ahora a esperar que pruebes tus truquitos?

—¡No vamos a usar el dije y punto! —la cortó él.

Zoey se cruzó de brazos y lo miró fijamente. Se quedaron callados, tan solo intentando convencer al otro de que lo mejor era lo que decían. Estrecharon los ojos casi al mismo tiempo al notar que ninguno de los dos cedía.

—Zack... —amenazó ella—.Si no puedes transformarte... ¿al final quién es la más grande ahora? Podría obligarte.

—No lo haremos —gruñó él—.¡Y es mi última palabra!

Zack masculló. Sacudía su pata delantera como si quisiera desprenderse así de la mancha negra que en ella llevaba. Aquel día había sido una tortura. Que la policía, que su familia, que las familias de los demás niños... la familia de Zoey. Todos estaban histéricos. Los padres llegaban como desesperados a sacar a sus hijos del colegio. Especialmente, los padres de los niños que habían ido al entierro.

Cuando los Scott supieron que a su hija casi le perforaban la cabeza, llamaron a la directora y a la misma chica para avisar que iban a llevársela hasta que las cosas se calmaran. Parecía realmente un apocalipsis antes de tiempo.

Zack caminó por la habitación vacía, muy nervioso al estar separado de ella y del dije, pero ella estaba con sus padres y con la directora. Habían llegado al cuarto y la habían sacado de él tan rápido que el conejo no había podido irse con ellos.

¿Y si le pasaba algo mientras no estaban juntos? Ya tenía demasiado con no poder transformase y mucho más con no haber podido encontrar una solución al hechizo en esos dos días. Había probado todo y nada había quitado la marca de su pata.

Entonces cometió el gran error de aceptar lo que menos deseaba hacer. Estaba enfadado por eso, también. Ella había insistido y él había tenido que reconocer que el sentido común lo empujaba a realizar el acto. En esos días había notado que su magia se había limitado bastante. Zoey tenía razón. ¿Cómo pretendía liberarse del hechizo él mismo si el hechizo arruinaba sus poderes? Había protestado todo el camino por los pasillos a oscuras del colegio en la madrugada, hacia la escalera que llevaba a la terraza. Pero debía admitir que había tenido fe.

—Ya no te quejes... —Lo había regañado Zoey, mientras él se cruzaba de brazos, sentado en su hombro. Ella empujó la puerta pequeña de metal que le permitía salir al techo del colegio.

—Claro que me quejaré —dijo—, lo haré todo lo que quiera. No estoy de acuerdo. Cuando salgas lastimada no vengas a llorar conmigo.

—Hay que creer, ¿no? —susurró ella, intentando tener confianza. Él le contestó con un gruñido.

Tranquila y con el aire frío de la noche golpeándole el rostro, Zoey había caminado hasta el centro del techo y se había sentado en él. En ese momento, Zack habría querido morderle la mano para quitarle esa sonrisa emocionada que llevaba en la cara. Ella necesitaba entender cómo eran las cosas, no ponerse contenta por unos truquitos.

—Entonces... ¿qué hay que hacer? —había dicho la chica.

Zack se bajó de su hombro y cruzado de patas, le dio la espalda.

—No estoy de acuerdo —repitió, enajenado como un crío. Zoey puso los ojos en blanco.

—¡Ya dime qué debo hacer! —gritó dándole un golpe con la mano abierta en la cabeza blanca. Zack se volteó de mal humor y ahí juró que la mordía. ¡Incluso con saltarle encima, a lo conejo loco, bastaría!

—¡No me golpees, niña!

—¡Debo hacerlo para que dejes de actuar como el gran héroe!

Con ese comentario, Zackary se había enfadado y había sacado a relucir su perfecto orgullo.

—¡Soy un gran héroe! —protestó, ofendido—. Pero si no quieres mis servicios, podría irme tranquilamente de aquí, ¡a descansar en mi tumba como corresponde!

Zoey le había dirigido una mirada divertida, justo después de poner en blanco los ojos; pero se mordió la lengua para no lanzar más cosas que lo molestaran. Debían hacer la magia y no seguir perdiendo el tiempo. Zack, en cambio, subía las cejas en desafío.

—Ya... eres un héroe —corroboró Zoey llevándose una mano a la frente—. ¡Dime qué hacer de una vez!

Él había suspirado y fue allí cuando se rindió de verdad.

—Bien... —dijo entre dientes—. Para forzar al dije, hay que decirle las cosas en latín. Probablemente esto ni siquiera funcione. Algunas veces he probado usar su magia y me he ganado hasta huesos rotos. Debes repetir lo que yo te diga tal cual es.

—Bien.

Zack se paró frente a ella y le tendió las patas.

—Sujétalas. —Como si se estuvieran tomando de las manos, se sujetaron. Zoey lo miró fijamente, a la expectativa—. Repite, ¿sí? —Ella asintió—. Libera tua potestas.

—Libera... tua... potestas —repitió Zoey frunciendo el ceño. Vale, eso no era tan difícil.

Committe hoc mihi cum fide et frangit incantatus.

Con la boca abierta, balbuceó algo parecido hasta que el conejo bajó las orejas.

—¿Qué?

—¡Lo que tu dijiste!

Committe hoc mihi —dijo Zack con tono duro—. Anda.

—Committe hoc mihi.

Cum fide et frangit incantatus.

—Cum. —Había alzado las cejas a medida que lo decía, insegura, y Zackary asintió, recordándole el poco tiempo que tenían para ello—. Fide et... frangit... ¿incantatus? —«Avada Kedavra».

En ese mismo segundo ocurrió una explosión. El dije brilló y una fuerza invisible los empujó, a cada uno, con un poderío sobrenatural, hacia atrás, a una caída inminente de más de cuatro pisos de altura.

A Zack solo le quedó el eco de los gritos de Zoey y, a medida que caía, fue consciente de que ella moriría al llegar al suelo y de que él no podía convertirse en un humano para salvarla.

Con sus pequeñas patas se aferró del alféizar de una ventana y se impulsó hacia arriba. Cruzó el techo casi volando y realizó un clavado épico. Ella no había tocado el suelo, así que se aferró al torso de la chica, se colocó debajo y desde su propio cuerpo creó una esfera semitransparente que operó como una pelota blanda. Como un colchón salvavidas.

Cayeron sobre la extraña burbuja, pero el rebote los lanzó metro y medio hacia arriba antes de golpear finalmente contra el suelo cubierto de pasto. Su quejido quedó amortiguado por tener la cara contra la tierra.

—¿Estás bien? —le preguntó, tirando de su cabello para moverle la cabeza y ver su rostro.

—Genial —había mascullado ella—. Héroe.

¡Sí, todo un héroe! Casi la mataba y eso era porque se había dejado convencer. Luego tuvieron que esperar toda la noche fuera a que Jorge abriera alguna puerta de servicio para poder colarse dentro.

Ahora, los padres de Zoey no sabían que había volado por el aire, pero estaban muy conscientes de que un aura de peligro rondaba a su hija y no querían tener que perderla en un horroroso accidente.

Agitó las patas una vez más, tratando de quitarse de la mente el nefasto intento por volver a recuperar el control. En todo el día no había parado de intentar transformarse, de probar la poca magia que le quedaba.

Sacudió su pata por enésima vez y cuando fijó sus ojos de rayas en ella, estas casi se vuelven tan circulares como platos. Su pequeña manito se estaba... ¡deshaciendo! Aterrado, ahogó un gemido. ¿Cómo podía estar desapareciendo?

Sin pensarlo dos segundos más, se lanzó hacia la puerta del cuarto. Debían repetir el hechizo en un lugar más seguro, ¡pero debían repetirlo! Si el cuerpo que le habían prestado comenzaba a desarmarse, Zoey estaría en más peligro que antes.

Como un peluche, corrió y saltó por los pasillos del colegio, rumbo a la dirección donde esperaba encontrar a la niña, por lo menos, antes de que sus padres se la llevaran lejos. Se ocultó cuando algunos alumnos pasaron y avanzó más aprisa cuando ellos se alejaron. Parecía una carrera contra reloj, puesto que a medida que se acercaba a su destino, su pata se iba escamando cada vez más en pedazos blancos de cenizas.

Eso era exactamente lo que pasaba, se estaba volviendo cenizas.

Llegó a la dirección preocupado por su propia integridad antes que por Zoey, pero lo único que vio a través de la ranura de la puerta de la dirección fue a la directora hablando con los padres de Jessica.

¿Y Zoey?

Suponiendo que esta había vuelto a su cuarto por el otro camino por sus cosas, se volteó y emprendió el viaje de vuelta. Bajó unas escaleras y subió otras, atravesando primero el ala de los cuartos en los que él solía dormir. Tan solo tenía que atravesar el pasillo principal y correr por el secundario hasta el cuarto de las niñas, pero unas voces conocidas lo detuvieron antes de ser visto.

Mariska gritaba como una loca.

—¡Sé que sabes algo!

—Por favor, Marie, no sé de qué hablas. ¿Cómo crees...? —Adam Smith se alejaba de ella. Pero la chica no pensaba retirarse sin las respuestas que buscaba.

—No te hagas el idiota, Adam. ¡Zack y tú eran buenos amigos! Y ese día él actuó tan extraño...

—Él nunca me decía nada, Marie. Ya te lo dije, no sé de qué hablas.

—¡Haz actuado extraño desde que murió! ¡No como un amigo normal! Murmuras cosas... ¡Sé que sabes algo de su muerte, Adam! ¡Dímelo!

Zack apenas si miró su pata deshaciéndose. La conversación lo había dejado pasmado. Adam y él nunca habían hablado sobre sus vidas privadas, eso era lo cierto. Él no le contaba nada y viceversa. Eran solo... compañeros. Pero nunca buenos amigos. Sabía muy bien qué clase de persona era ese chico, era de aquellos que poco le importaban los demás, pero de ahí a tener algo que ver con su muerte...

Adam negó nuevamente y, cada vez más impaciente, se alejó de Mariska por el pasillo principal hacia los dormitorios. Ella lo siguió, insistente, y, recordando que él tenía que llegar a Zoey, Zack volvió a correr tan rápido como pudo.

Los gritos provenientes del cuarto de las chicas eran bastante sonoros a distancia. La puerta se abrió antes de que pudiera llegar a ella y ante los vivos, así que no tuvo otra que dejarse caer en el suelo como un objeto inanimado.

Zoey empujaba a sus padres fuera del cuarto.

—¡Olvídenlo! ¡No me iré! Lo que pasó fue algo trágico, lo sé, pero no volverá a pasar. ¡No me marcharé de este colegio!

—¡Zoey Corinne Scott! —bramó su madre—. ¡Harás lo que te diga!

—¡No me digas Corinne! ¡Es horrible! ¡Y no! ¡No me iré! ¿Es que no lo entienden?

—¿Qué es lo que no entendemos? —masculló su padre—. Han pasado ya demasiadas cosas y no puedo concebir que peligres de esta forma. ¡Casi te atraviesan la cabeza, por el amor de Dios! No estamos para nada conforme con las medidas de seguridad de esta escuela.

La chica los empujó aún más y entonces vio al conejo tirado en medio del pasillo.

—No, es que se equivocan. Esas cosas fueron accidente y lo de Zack fue imprudencia propia. ¡La escuela no podría haberlo prevenido! ¿Es que creen que iré a meterme al sótano? —les dijo, agitando las manos.

—¡Pues eso hiciste cuando hallaste al chico! —chilló su madre.

—¡Y menos mal que lo hice! —ladró ella, corriendo para tomar a Zack. Retrocedió hacia el hueco de la puerta antes de que pudieran secuestrarla—. Hubiera deseado no hacerlo, de verdad. Pero no pueden arrancarme de este lugar solo porque él fue un idiota y otro loco atacó al autobús. —Su padre apretó los labios, justo cuando la señora Scott se preparaba para lanzar más gritos—. ¡Por favor, quiero estar aquí con mis amigos!

—No estoy nada seguro de esto.

—¿Y si te pasa algo? —dijo su madre con un tono contenido—. ¡Eres mi hija!

—Estaré bien —recalcó Zoey, apretando a Zack contra su pecho con nerviosismo—. ¿La directora tomará medidas ahora, o no?

Su papá asintió de mala gana.

—Si tan solo vinieras unos días con nosotros.

—¿Y qué tal si ustedes se quedan unos días por aquí, eh? ¿No sería lo mismo? ¡No pienso perder clases!

Allí, de alguna forma, los atajó a ambos. El señor Scott asintió lentamente y su madre, a pesar de la necesidad de seguir gritando, se lo aguantó.

—¡GENIAL! —chilló, desesperada por huir—. Ahora lárguense.

—¡Zoey! —protestó su madre, pero ella negó rápidamente.

—¡Tengo mucho que estudiar! Para eso pagan el colegio, ¿no?

El señor Scott puso los ojos en blanco, besó rápidamente a su hija en la cabeza y apuró a su mujer cuando está abrazó a Zoey con más fuerza de la posible.

Apenas la soltaron, ella huyó al interior del cuarto y cerró la puerta de un golpe.

—¡Vaya que eres dura! —exclamó Zack.

—¿Dónde estabas? —susurró Zoey.

—¡No hay tiempo! —El conejo le mostró la pata—. ¡Me desintegro!

Observó embobada cómo la pata de Zackary se deshacía en cenizas blancas. Seguramente era producto del hechizo y era culpa suya que no hubiera salido bien el antídoto por la noche. Asustada y confundida, sin saber bien qué hacer, empezó a girar en círculos.

—¿Y qué hago? ¡Dime qué hago!

Zack señaló la ventana.

—¡El bosque! ¡Debemos ir al bosque y repetir el hechizo!

Aterrada, Zoey corrió a la ventana y tiró de ella para abrirla por completo. Estaba tan alto de allí al suelo que llegar sería una misión suicida. Ya había volado en la madrugada y no le apetecía hacerlo de vuelta.

—¡Vamos! —la apuró el conejo—. ¡Salta!

—¡Estás loco!

—¡Confía en mí! ¡Rebotaremos!

Lo miró brevemente a los ojos y, luego, fijó su mirada en la pata que cada vez era más corta. Cerró los ojos y, tan nerviosa como la vez que lo había visto aparecer en su cuarto, saltó por la ventana.

Rebotó en esa esfera gigante y transparente que Zack podía hacer y cayó en el pasto sentada. Le dolió, pero no tenía tiempo de pensar en eso. Al usar su magia, él ya había perdido gran parte de su brazo.

Se levantó y corrió hacia el bosque tan aprisa como pudo. Nunca había pasado por encima de las cercas del colegio. No eran muy altas, pero nunca se le había ocurrido escalarlas para pasar al bosque.

Con un nudo en el estómago, ancló los brazos en la verja y se impulsó hacia arriba. Pasó las piernas con una pequeña ayuda de otra esfera transparente del conejo, que la empujó desde abajo, y llegó al otro lado sana y salva.

Corrió en medio de la creciente oscuridad de la tarde. No sabía a dónde iba ni cómo iba a recordar el camino de regreso. El bosque estaba húmedo por la cercanía al río y los árboles y pinos eran tan frondosos que dejó de ver el colegio muy pronto.

—¡Ya! ¡Detente! —ordenó Zack.

Zoey clavó los talones en el suelo y Zack se liberó de su agarre.

—¿Aquí?

—¡Sí! ¡Vamos!

Entonces, miró a su alrededor. Parecía que estaban a kilómetros de distancia, pero no era así; sin embargo, sentía que debían ir más allá. Su mirada se perdió entre lo tupido de las ramas y troncos, en dirección noreste. Dio tres pasos hacia allí.

—¡ZOEY! —Zack la llamó con autoridad—. No te muevas —le ordenó.

—¿Qué... qué pasa? —susurró, incapaz de quitar los ojos de aquella nada, que por alguna razón la llamaba casi con tanta fuerza como el chico.

—Aquí está bien —dijo él con seriedad—. Ni te atrevas a ir más lejos.

Con un esfuerzo casi sobrehumano, ella se volteó.

—¿Por qué?

—Te prohíbo que entres al bosque, ¿de acuerdo? Nunca lo hagas, y menos sin mí.

Extrañada, pero pensando que quizás él temía que la atacaran en aquel sitio, asintió y regresó.

—¿Me recuerdas las palabras? —susurró, tratando de adivinar cómo era que iba a tomarlo de las patas si a él ya le faltaba una. Pero Zack no perdió el tiempo: le tendió la pata que estaba sana y comenzó a recitarle las palabras en latín. En cuanto sus dedos tocaron el peluche blanco, más cenizas se desprendieron de aquella extremidad que hasta ese momento había estado intacta. Él realmente iba a desaparecer si no hacia eso bien.

Repitió las palabras sin poder sacar los ojos de su amor platónico deshaciéndose delante de ella. Bien podía estar muerto, pero todavía... ella no estaba lista para dejarlo ir.

Ante la última frase, se produjo la misma explosión de poder. Zoey salió despedida hacia atrás, golpeó contra el tronco de un árbol y cayó boca abajo. Se quedó en esa posición durante segundo, mientras rezaba para qué todo hubiese funcionado.

En seguida, unas manos masculinas la voltearon.

—¡Zoey! ¡Zoey! Oh, dime que estás bien. ¿Te duele? —le dijeron los ojos grises y humanos de Zack. Había funcionado. Pero en cuanto él le preguntó si le dolía, se hizo evidente. Todo le dolía. Le ardían los brazos, las manos, la espalda y le quemaba el pecho, como si le hubieran clavado un hierro caliente—. ¿Ves por qué te dije que esto era peligroso? —replicó él con dulzura—. Ven.

La levantó con cuidado.

—¿No... vas a desaparecer?

Él sonrió.

—No. Esto funcionó. Extrañamente, el dije deshizo el hechizo.

-

-

¡Y se nos fue el quinto capítulo! Espero que les haya gustado, espero sus comentarios y su hype extremo para este libro <3 Recuerden que subo un capítulo nuevo cada sábado y que la historia completa pueden conseguirla en cualquier momento tanto en físico como en ebook (la información está en el capítulo titulado: Distribución...)

¡Gracias a todos!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro