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Capítulo 29

Capítulo 29

—¿Qué haces con el celular de Jessica? —chilló Zoey, saltando de la cama e ignorando el dolor—. ¿Dónde está ella?

—Ese es el tema —terció Adam de mala gana—. Me vio, me vio en el bosque. No tengo idea de qué diablos hacía ella en los jardines del colegio tan tarde. Me siguió.

—¡Te mataré si algo malo le sucede! ¿No te has dado cuen- ta de que ya la has lastimado demasiado?

—Dame con ese enfermo —pidió Zack, dando cuenta de quién era. Zoey extendió una mano hacía él, deteniéndolo.

—¿Dónde está Jessica?

—¡Ya te dije que ese es el tema! Jessica no está conmigo. ¡Ella nunca llegó hasta mí!

—¿Qué?

Adam no parecía contento, incluso parecía preocupado.

—La vi perseguirme hasta el bosque. Planeaba girar para detenerla y convencerla de que volviera al colegio, pero solo encontré su celular en el suelo. Llevo buscándola varios minutos. Da igual que grite su nombre, ella no me responde. No tengo idea de dónde está Jessica.

Zoey se puso más pálida que antes y aflojó el agarre del teléfono. Zack aprovechó para quitárselo de las manos.

—Ahora tú, imbécil, vas a decirme que está sucediendo—ordenó. Él escuchó toda la historia en silencio y, cuando Adam se calló, tan solo dijo—: ¿Y cómo me aseguro de que no fuiste tú él que se llevó a Jessica, eh?

A Zoey le pareció que Smith contestaba: «¿Eres estúpido?». Pero a ella le parecía que esa había sido una buena pregunta. ¿Cómo podían confiar en lo que decía?

—Discúlpame —rió Zack, siniestramente—, pero tu prontuario no está muy claro, Smith. Un día quieres dispararle a mi chica y al siguiente la besas contra su voluntad. Creo que tengo razón al no confiar en ti.

Ella intentó ignorar el tierno «mi chica», puesto que el paradero de Jessica era más importante. Y al final, él estaba muerto y por lo tanto tampoco podía ser su chico. Se puso unas botas, a pesar de que sentía el corazón hinchado de orgullo por su chico, y se calzó un abrigo sobre el pijama.

—Sí, mi chica —repitió Zack ante la pregunta formulada por Adam que ella no oyó—. Qué sé yo si no estás confabulado con ese Jude para matarla, ¿no es cierto que ella te vio en el bosque con él junto al templo?

Zoey tembló. ¿Qué tan lejos habría ido Jessica en el bosque y por qué había dejado caer su celular? ¿Y si Jude la había atrapado?

Estiró la mano para recuperar el celular.

—Habla claro, Smith. Necesito saber en dónde viste a Jessica la última vez.

—Te digo que no estaba muy lejos de mí —explicó Adam—. Iba a emboscarla. Tampoco iba a dejar que se acercara al templo.

—¿Y si ella está cerca de ahí ahora?

—Pues no será muy bueno si es así —masculló él—. Te dije que Jude no se detiene por unos huesos rotos, sé muy bien que está rondando la zona. Sé muy bien que está aprovechando el momento para atraparte. ¿Crees que él no sabe que Jessica es tu mejor amiga?

Eso era lo que ella temía. Que Jude la estuviera usando de carnada no era justamente lo mejor que podía sucederle.

—¿Con quién diablos estás en este juego, eh? —inquirió entre aterrada y enojada—. ¿Estás con Jude?

—Claro que no, idiota —Adam bufó.

—¿Entonces qué tienes con Jude?

—Yo no tengo nada con él

—Qué raro —Zoey se rió histéricamente—. No te creo.

—Mira, me da igual si me crees o no, Scott. —Él suspiró—. Yo no estoy aquí para matarte, ¿de acuerdo? No justamente a ti —hizo una pausa—. Yo no soy un asesino. No asesino a inocentes. Tú eres más inocente que todos nosotros juntos, Zoey. Incluso Zackary tenía su grado de inocencia; él es bastante ignorante en todo este asunto. Lo entregaron como un corderito al asador, sin tener ni la más puta idea de lo que se colgaba en el cuello.

—¿Y eso qué?

—¿Y eso qué? ¡Yo no estoy asociado con Jude! Si lo dices porque sé cosas, porque amenacé con dispararte... Esas son estrategias, niña —dijo—. Si hubiera querido matarte, ya lo hubiera hecho antes.

—No confío en ti.

—No es necesario que lo hagas. ¿Quieres saber dónde está Jessica? Yo solo te aviso que no la encuentro y que tal vez Jude pueda tener algo que ver en esto. ¿Vendrás por ella o no?

Allí, Zack recuperó el teléfono.

—Eso no es algo que te importe —le escupió, habiendo escuchando la última pregunta—. Tú no sabrás nada de Zoey y de mi, menos qué decidimos hacer —y le cortó.

Zoey no dijo nada. Discutir con Adam era una pérdida de tiempo, más si Jessica estaba en manos de Jude.

—Hay que ir por ella —susurró.

—¡Ah, no! —Zack la detuvo.

—¿Cómo que no?

—¿Y si tal vez eso es lo que quiere Adam? ¿Que te lleve al bosque conmigo, en una estúpida carrera por salvar a Jessica?

—¿Pretendes que la dejemos allí? —inquirió, horrorizada.

—¡No! Lo que digo —Zack se pasó las manos por la cara—, lo que digo es que quizás ella ni siquiera salió del colegio. Digo que esto puede ser una trampa.

—¡Adam tenía su celular!

—Pudo haberlo robado, Zoey.

Ella se frenó delante de la puerta. Tal vez él tenía razón, ¿pero cómo lo comprobarían? Tomó el celular nuevamente y marcó el número de Tamara.

Ella respondió y para su desgracia, le dijo que no había visto a Jessica desde hacía rato.

—¿Y ahora qué?

—Pasaremos por la biblioteca. Quizás aún esté allí —dijo Zack.

Salieron del cuarto a los pasillos, con él como conejo por si se cruzaban a alguien. Algunos de sus compañeros salían del comedor, por lo que pasaron junto a ella comentando que estaba en pijama. Zoey los ignoró y bajó los escalones tan rápido como pudo.

La biblioteca ya estaba cerrada, y la bibliotecaria estaba marchando por el pasillo en dirección al comedor.

—¡Señorita Andrade! —llamó Zoey. La mujer de mediana edad se volteó a verla—. ¿No ha visto a Jessica?

—¿Jessica?

—La chica de cabello corto y marrón, que ha venido a estudiar los últimos días.

—¡Oh! —La mujer sonrió—. Ella estuvo aquí hasta las siete, tal vez algo más. Supongo que habrá ido a cenar.

Zoey asintió, preocupada.

—Sí, supongo lo mismo. ¡Gracias!

Se giró rápidamente para alejarse de allí.

—Esto lo complica. —Zack estaba tan preocupado como ella.

—¿Entonces? ¿Vamos al bosque?

—Tú no iras a ningún lado. 

Zoey se detuvo, molesta.

—¿Cómo que no? —le increpó al conejo.

—¡No voy a exponerte! —Él tomó forma humana, sin preocuparse por si alguien los veía.

—¿Y si esto es lo que ellos quieren? —Ella dio vuelta a su inquietud—. ¿Y si quieren que me dejes sola aquí?

Zackary se mordió el labio inferior.

—Esa también es posible. —Se quedó callado, pensando. Tenía dos opciones y las dos eran igual de peligrosas y complicadas. ¿Llevarla o dejarla sola? Sabía muy bien que Zoey haría lo que fuera por ir con él. Y de primera mano, ya habían pasado otras oportunidades en las que ella se salía para perseguirlo—. Bien —gruñó—, vendrás conmigo. Tengo la leve impresión de que si no te llevo, te las arreglarás para ir al bosque igual.

—Claro que sí —afirmó ella.

Él caminó hasta la ventana para cerciorarse de que fuera no quedara ningún guardia cerca del edificio. Abrió la ventana y le tendió la mano a la chica, que se estaba ajustando la capucha.

—Espero que me lleves y no me hagas correr —le dijo—. No creo que pueda ir muy rápido.

Zack sonrió y ella se subió a su espalda. Estaban a punto de saltar, cuando alguien detrás de ellos ahogó un jadeo. Se voltearon para ver el rostro estupefacto de Mariska.

Ella no dijo nada, solo se quedó allí, viéndolos, blanca como la pared y temblorosa como una hoja de otoño.

—Hola, Marie —saludó Zack con un gesto de la mano—. Tú no viste nada, ¿cierto? —Arqueó una ceja.

Mariska negó rápidamente y retrocedió tantos pasos como pudo.

—¡Mantén tu boca cerrada! —le gritó Zoey, antes de que él se lanzara de la ventana.

Corrieron por el bosque, mirando en todas direcciones. No había rastros de Jessica, y tampoco de Adam. Zack no quería ir directamente al templo, porque pensaba, al igual que ella, que Jude podía estar allí esperándolos. Y no iban a entregárseles de esa forma.

Se detuvieron después de peinar el bosque silencioso.

—Ella tampoco está aquí —masculló Zack—. Jessica no deja ninguna estela visible. Y tampoco percibo otra más que la de Adam dando vueltas por aquí. Lo más extraño, es que tampoco percibo la de Jude. Puede que ella se haya perdido o asustado con algún animal...

—No queda otra que ir al templo.

—Ella no está en el templo —intervino la voz de Adam, al tiempo en que salía de atrás de unos arbustos. Se lo veía algo demacrado, como si no hubiera dormido en un tiempo. Tenía el celular de Jessica en la mano—. Tampoco lo está Jude. He estado buscándola desde que los llamé.

Zack y Zoey no se movieron, y ella apenas lo espió por detrás de la cabeza del chico.

—Ya sabes que no confío en ti. ¿Dónde encontraste el celular de Jessica?

—No muy lejos de aquí. —Adam señaló con el dedo—. Ya se los expliqué. Les juro que he estado buscándola. Que la haya engañado para llegar a Zoey no quiere decir que desee meterla en esto.

Zoey frunció el ceño.

—La metiste en cuanto te acostaste con ella. Rompiste su corazón.

Adam sonrió.

—Y tú rompiste el mío. 

Entonces, Zack chistó.

—No me vengas con eso, Smith. Como si ahora fueras la víctima de un amorío que no pudo ser.

—No veo cómo pensabas ganarte mi cariño lastimando a Jessica.

—A veces hay que dejar el cariño a un lado por otros motivos. —Adam miró directamente al dije que pendía de su cuello.

Los chicos lo miraron en silencio, desconfiados. De pronto, un grito agudo, no muy lejos de allí, los puso alerta.

—¡Es Jess! —chilló Zoey, clavando las uñas en el cuello de Zack.

—¡Por allí!

Los tres se lanzaron en la dirección correcta, siguiendo la pista del grito de Jessica. Corrieron, saltando ramas y troncos, y Adam se quedó rápidamente atrás.

Debido a las sensaciones del dije, Zoey supo que se habían pasado del templo. Se detuvieron. Adam llegó un minuto después, jadeando.

—Qué... necesidad de ir tan rápido —jadeó. Zack lo fulminó con la mirada.

—Jessica puede estar herida.

Volvieron a oír un grito. Esta vez, mucho más ahogado, por lo que Zack enfiló, sujetando bien a Zoey, hacia el este. Adam los siguió de cerca.

—Alto —susurró Zackary. Se paró en medio de un claro. Confundida, Zoey recorrió con la mirada el pequeño sitio sin árboles. Sus ojos se centraron en Jude, cuyo enorme cuchillo brillaba a la luz de la luna. El muy cínico sonreía encantado.

—Ya me estaba preguntando dónde estaban.

Jude no parecía molesto por su brazo roto. ¡Es más! No parecía tenerlo roto... e hizo una demostración de eso segundos después, estirándolo.

Zack gruñó, al tiempo en que Adam lo sujetaba del brazo, impidiéndole que se lanzara a matarlo.

—¿Dónde está Jessica? —le gritó Zoey, irguiéndose sobre la espalda del muchacho que la cargaba.

—¿Jessica? —dijo Jude, parpadeando inocentemente—. ¿Te refieres a esa chica de pelo corto que andaba por aquí, perdida? ¿Ella se llama Jessica? ¿La conoces?

—¡No te hagas! —masculló Zack—. ¿Dónde está?

—Da igual. —Jude sacudió su cuchillo—. No hay mucho que puedan hacer por ella.

Zoey casi se derrumba. Jude sonrió, mirándola fijamente, pero ella estaba estancada, con su mente en Jessica y en lo que ese maldito le había hecho. ¿Dónde estaba ella ahora? ¿Esta- ba... muerta? ¿Jessica estaba muerta?

Sollozó, embargada por el pánico y el dolor. Aflojó el agarre que mantenía alrededor del cuello de Zack y este tuvo que sacudirla para llamar su atención.

—¡No, Zoey! Aún no sabemos si ella...

—¿Si ella qué? —interrumpió Jude—. ¿Si la asesiné? —Los chicos, incluso Adam, se quedaron duros—. Pueden ir a comprobarlo si quieren. —Él giró la cabeza hacia un lado.

Zoey siguió la línea de su mirada y descubrió un bulto uniforme en el suelo, junto a los árboles. Aquel bulto se veía pálido en la noche, pálido debajo de una falda escolar.

—¡JESS!

Como pudo, se deshizo del agarre de Zack. Corrió hasta su amiga, sin importar lo que Jude pudiera hacer.

Claramente, eso era lo que el enemigo esperaba. Jude saltó en dirección a Jessica, dispuesto a bloquearle el paso para asesinarla, por lo que Zack tuvo que salir a la carrera. Chocó contra él y lo empujó varios metros más allá, detrás de unos cuantos árboles.

Para cuando Zoey llegó hasta Jessica, Adam había desaparecido del claro. Desesperada, volteó a su amiga, que estaba helada. No tenía ningún abrigo encima, tan solo el uniforme del colegio.

—Jess, Jess —gimió. Pero Jessica no despertó, estaba blanca como la nieve, y tan fría... Zoey se negó a aceptar eso. Hasta hace unos segundos, ella había estado gritando. Busco heridas y tan solo encontró un poco de sangre en su cabeza. Trató de encontrar su pulso, pero no lograba hallarlo—. Oh, Jess, por favor.

—¡Está muerta! —exclamó Jude, volviendo al claro—. Estallé su cabeza contra ese mismo árbol. ¿No ves la sangre, pequeña?

Zoey no lo miró. Llena de dolor, pasó los dedos por la san- gre en la frente de Jess.

—No... —lloró. Se arrojó sobre ella, incapaz de pensar en algo más. No prestó atención a los gritos de Zack, que peleaba nuevamente con Jude. Tampoco se interesó por Adam y, menos que menos, se dio cuenta del viento tormentoso que se había levantado en el bosque.

El dolor en su pecho se volvió insoportable. Gimió, incapaz de controlarse. Su mejor amiga había acabado metida en eso, en algo tan horrible. Y si ella era inocente en esa historia, Jessica lo era más. ¿Cuánto dolor le había causado por culpa del dije? ¿Cuánto habría sufrido ella antes de morir?

—¡Jess! —Tiró de sus brazos, de sus mangas, pero no hubo respuesta. Jessica siguió tan flácida como antes. Gritó, llena de ira y sufrimiento. Aquello había sido su culpa.

—¡Zoey! —gritó Zack. Sin embargo, ella no tuvo fuerzas para levantar el rostro del abdomen de Jess.

De pronto, los brazos de Zackary la alejaron de Jessica.

—¡NO! ¡Déjame!

—¡ZOEY, tenemos que salir de aquí!

Abrió los ojos, llenos de lágrimas, y lo que vio la dejó anonadada. Algo extraño estaba sucediendo.

El viento levantaba polvo y ramas, y los árboles se agitaban con furia. La lluvia cayó estrepitosamente sobre ellos y la visión que tenía por delante empeoró en un solo segundo. No podía ver nada más allá de un metro de distancia.

Estaban en medio de una poderosa tormenta. Se estremeció, mientras empujaba sus miedos hacia las tempestades al fondo de su cabeza. Eso no importaba en ese momento.

—¿Y Jessica? —gritó.

Zack la abrazó, tratando de cubrirla del viento, pero era imposible. Durante un breve segundo, creyó que ambos saldrían volando y el cuerpo de Jessica los seguiría.

—¡Zoey, Zoey! Tienes que escucharme. —Ella negó, estirando la mano para alcanzar a Jess, tirada en el suelo ya toda mojada—. ¡NO! —Zack la puso contra el árbol—. ¡Tú estás haciendo esto! ¡Mira al dije!

Zoey bajó la cabeza. El dije brillaba con fuerza en su pecho. Era casi un faro de luz en medio de ese huracán.

—¡Tienes que calmarte! ¡Jessica no está muerta! 

Ella lloriqueó.

—¡Sí, lo está!

Zack negó. Alcanzó el cuerpo de Jessica y lo puso a su lado, junto al tronco del árbol.

—¡Está respirando! ¿Lo ves?

Jessica se movió de forma tan imperceptible, en medio de todo ese caos, que casi le resultó imposible verlo. Pero lo vio.

—¡Ella solo está inconsciente!

Emocionada hasta la última célula de su cuerpo, abrazó a su amiga, ahora llorando de alegría.

—¡Jess, Jess, Jess! —La sostuvo tan fuerte como pudo—. Estás viva.

—¡Sí! ¡Sí lo está! —insistió Zack—. ¡Ahora detén esta tormenta!

Zoey lo miró.

—No entiendo de qué me estás hablando —dijo. Detrás de ellos, un árbol se rompió y cayó en medio del claro.

—¡Tus sentimientos están afectando al dije! Si esto sigue así, destruirá todo el pueblo. —Ella lo miró absorta. ¿La tormenta la había hecho ella? ¿Justo ella que odiaba las tormentas con todo su ser?—. ¡El creer a Jessica muerta ha desatado esto! ¡Tienes que pararla!

Sin soltar a Jess, Zoey parpadeó confundida. Estaba tan mojada y caía tanta agua del cielo, que se atragantaba cada vez que quería hablar.

—Pero... ¿cómo lo hago?

—¡Pues cálmate! —exclamó Zack, tan mojado como ellas. Él estaba usando su propio cuerpo para proteger a las chicas de las ramas que volaban para todas partes.

—¡Ya estoy calmada! —respondió ella.

Efectivamente, sentía un alivio terrible. Jess estaba viva y el dolor en su pecho había desaparecido. Pero la tormenta no. Seguían volando ramas, la lluvia que le golpeaba la cara era tan fuerte que le dolía y el viento era capaz de llevarse a cualquiera.

Si el dije estaba tomando sus sentimientos para desatar sus poderes, entonces eso quería decir que estaba fuera de control.

—¡Hay que movernos! —gritó Zack, por encima del ruido del huracán.

—¿A dónde?

—¡Solo movámonos!

Con una sola mano, Zack levantó a Jessica del suelo. Con la otra, alzó a Zoey.

—¡Haz un escudo!

—Aunque lo hiciera —dijo él en su oído—, la tormenta no va a detenerse.

—¡Pero es que no sé qué hacer!

Zoey se concentró, pensando una y otra vez en que Jessica estaba viva. Eso tenía que bastar, ¿o no? La tormenta no se detuvo y la lluvia siguió cayendo con creces.

Zack se frenó justo a tiempo, antes de que una rama les cayera en la cabeza.

—Zoey, ¡hazlo!

—¡No sé cómo!

Él se movió para esquivar otra rama voladora y se refugió con las dos chicas en medio de dos gruesos árboles que cre- cían juntos.

—Tú tienes el dije, tú eres la portadora. Si el dije ha hecho eco de tus sentimientos, tienes que forzarlo a entender ahora.

Ella lo miró, estupefacta.

—¿Quieres que lo obligue a parar? —chilló.

—Pende de tu cuello, pende de ti. ¡Él está conectado con- tigo en todo momento, sabe todo de ti!

—¿Y qué pretendes que haga? —terció ella, quitándose el pelo mojado de la cara. Más allá, el sonido del agua correr les alertó que estaban cerca del río—. ¿Que hable con él? ¿Que le pida que se detenga?

—¡No lo sé exactamente! Pero tú eres la única que puede hacerlo.

Se tuvieron que mover. Un rayo cayó cerca de ellos, partiendo un árbol por la mitad.

—¿Dónde está el maldito escudo? —reclamó Zoey, gritando como loca.

—¡No puedo hacerlo si tengo las manos ocupadas!

Zoey se liberó de él, dejándole una mano libre y el viento la arrastró lejos, tumbándola al suelo. Viéndose desprotegida, se tapó la cabeza con las manos, por si alguna rama le caía en la cabeza. Escuchó a Zack maldecir, seguido de un fuerte golpe.

Cuando levantó la cabeza, no lo vio. Él y Jessica debían de estar en algún sitio cercano, pero al menos no podía ubicarlo entre tanta agua, tierra y viento. Se arrastró por el lodo, buscando un lugar más seguro, temblando y sin saber realmente si lo que chorreaba por su cara eran lágrimas o agua.

Realmente, odiaba las tormentas.

Logró levantarse después de tropezar varias veces. Los rayos iluminaban el cielo nocturno y los árboles del bosque. Gracias a esa repentina luz, una que llegaba más lejos que la del dije, pudo ver qué tan cerca estaba del río. Tan solo a tres metros. El cauce estaba creciendo peligrosamente, con la amenaza de llevarse todo a su paso, incluso a ella.

—Oh, por Dios —gimió.

Del otro lado del río solo veía árboles que se agitaban con fuerza, lo que quería decir que estaban bastante lejos del colegio. Si Zack no ponía un escudo sobre ella y Jessica, no llegarían antes de que alguna rama o rayo les arrancara la cabeza.

Bueno, eso tendría sentido si ella supiera dónde estaba Zack. Lo llamó, pero no oyó respuesta. Volvió sus ojos al río, impresionada por lo que estaba sucediendo.

—Por favor, esto tiene que parar —susurró. El dije seguía brillando en su pecho, debajo de su mojada pijama—. Por favor, detente —habló—. Tienes que hacerlo, vas a matarnos a todos...

«... Por favor, para».

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