Capítulo 27
Capítulo 27
El celular de Jessica vibraba olvidado sobre el escritorio. Zoey lo observó dudosa. Jess estaba estudiando en la biblioteca, y ella y Zack sabían muy bien que el que llamaba podía ser Adam otra vez.
—Yo lo hago. —Zackary estiró la mano, tomó el teléfono y contestó sin pensar—: dime qué quieres rápidamente y luego decidiré si te arrancó los ojos o no —dijo. Zoey puso los ojos en blanco. ¿Qué tal si no era Adam? ¿Y si se trataba de la mamá de Jessica? ¿Cómo le explicarían esa frase terrible de ultratumba?
Pero como Zack siguió serio y duro como una estatua, ella sí entendió que se trataba de Adam.
—¿Así que piensas que me creeré tus estúpidas amenazas? —masculló él—. Podrás asustar a Zoey, pero no a mí.
—Ponlo en altavoz —suplicó ella, sin entender bien de qué hablaban.
Zack obedeció, concentrado en escuchar a Adam, o al menos en insultarlo.
—Maldito idiota —dijo, justo cuando presionaba el botón de altavoz.
—¿Yo? ¿Maldito idiota? —repitió Adam, carcajeándose—. Sé más de lo que crees, Zack. Y a mí no me vengas con rodeos. Iré por Zoey y no vas a evitarlo. Tú no sabes cuidarla.
Zoey se congeló y Zack gruñó.
—¿Qué? —dijo—. ¿Piensas que te dejaré acercarte a ella, pedazo de imbécil? ¡Yo soy su protector! ¡Yo volví de la muerte para cuidarla! ¿Piensas que puedes venir y tomar ese papel cuando se te de la puta gana? Muérete primero, luego veremos si estás preparado para eso. ¿Sabes más de lo que yo creo? Nunca has tenido el dije encima, Adam. No creas que formas parte de esto. Zoey es mi responsabilidad y si tú pretendes rondar a su alrededor, no tendré reparo alguno en romperte más de unos cuantos miembros. Arrancarte las pelotas tampoco está de más.
—Mira, estúpido. —Adam ya no se reía—. Tu papel de héroe ya me sacó de mi sitio. Me vale mierda si alguna vez fuiste un portador. Tu sucia muerte solo explica que eras un desastre. Sigue rompiendo miembros por ahí, no soy tan imbécil como para permitir que lo hagas conmigo. No matas ni una mosca, Zackary. Tienes un problema con eso. Eres tan patéticamente débil que ella también morirá por tus estúpidos deseos de venganza. Y luego, claro, lo dejarás huir igual.
Zoey se adelantó, ya cansada de su parloteó.
—Si él no te arranca las bolas —terció—, yo lo haré, te las haré tragar —lo amenazó. Zack sonrió automáticamente, orgulloso de sus palabras, y Adam guardó silencio durante unos segundos.
—Ya la oíste, Adam —Él seguía sonriendo—, no tienes nada que hacer aquí. No tienes nada que buscar aquí. Quédate por donde estás. No vuelvas a llamar, no vuelvas a buscarla. Ella no es de tu propiedad como para exigir moverla de un lado a otro. ¿Lo comprendes?
—¿No es de mi...? —Adam sonó incrédulo, y bastante molesto.
—Como oíste. —Zack apretó el botón y cortó la llamada. Puso el celular en silencio, por si él volvía a llamar, y se giró a mirar a la pequeña rubia de ojos azules que lo observaba con los brazos cruzados y una expresión de mal genio—. ¿Ves que sí tienes una gran boca? —se rió—. Nunca me equivoqué con eso.
—No sé de qué hablas —Zoey bufó—. ¡Solo me molestó! ¿Cómo es eso de que dice que vendrá por mí, eh?
—Cree que él puede cuidarte mejor.
Zoey dejó caer la mandíbula.
—¿Cuidarme? ¿Ya se olvidó de que casi me hace tantos agujeros con ese revólver que podría disfrazarme de colador?
—Adam es un idiota, y aun así sigo sin entender para qué lado juega.
—Él estaba en el bosque con ese Jude la primera vez que lo vi. Es decir, no se atacaron entre ellos —repasó Zoey—. Y luego nos atacó en el sótano.
—Pero cuando te tuvo a solas no te hizo daño.
—Y ahora nos advierte sobre Jude.
—Y quiere protegerte.
—No lo entiendo —suspiró al final. Zack negó.
—Solo hay que ignorarlo. Nada de lo que nos diga es fiable.
Ella asintió, pensando cómo mantener alejado a Adam de ella, y también de Jessica.
Jessica dejó caer todos los apuntes y Zoey, con desgano, se agachó junto a ella para ayudarla a recoger las hojas. Durante los minutos que estuvieron juntando las cosas del piso, su amiga no dejó de despotricar.
«Al menos», pensó «ya no parece tener ganas de llorar en público». Ahora Jess se la pasaba protestando por todo.
—Vaya, que mal hablada, Jessica —dijo Mariska Sullivan al pasar. Jessica no se molestó en contestarle y estiró la mano para alcanzar la última hoja.
Zoey en cambio, miró con intención a Mariska.
—¿Qué tal te fue en los exámenes, Mariska? —le preguntó, sonando amigable. Mariska se detuvo. Bastante nerviosa, la saludó y le contó que había aprobado la mayoría de ellos. Luego, apresurada, se alejó por el pasillo.
—Tengo que aprobar Historia —suspiró Jess, acomodando sus apuntes, antes de meterlos en la mochila—. Mi mamá va a matarme si repruebo este recuperatorio. Me dejé estar mucho con los exámenes.
—Ha estado complicado, en verdad. Tampoco es anormal que te fuera mal en algunos —dijo Zoey, levantándose del suelo.
Jessica arqueó las cejas en su dirección.
—¿Algunos? No estudié nada para ninguno, Zo —le dijo, señalando lo obvio—. Solo aprobé Plástica porque me pasé toda la tarde arrojando pintura sobre un cartón.
Ella hizo una mueca. Ciertamente, Jess estaba abriendo los ojos, concientizándose de todo lo mal que había hecho debido a su depresión. Por supuesto, tampoco iba a nombrar a Adam como el culpable.
—Bien, lo sé —aceptó, tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse—. Pero han sido tiempos difíciles.
—¡Difíciles! —exclamó su amiga—. Tú lo has hecho mejor que yo. A mí solo me han engañado, pero a ti... te han quitado al único chico que querías.
Ante esa mención, Zoey no contestó. Jess no dijo nada más, tal vez porque no pretendía que ella dijera algo sobre su comentario. Caminaron juntas en dirección a la biblioteca. Si Jessica supiera que en verdad ella no había perdido a Zack, que aunque él estuviera muerto siempre estaba con ella, seguramente no se sentiría tan mal consigo misma. No se creería más débil.
Suspiró, dándose cuenta de que para ella, Jess siempre había sido la más fuerte de las dos. Ahora la cosa parecía haberse dado vuelta, o por lo menos eso creía su amiga. Pero, ¿quién decía que Zoey no se había vuelto algo más fuerte de lo que era antes? Sin duda alguna, todo lo que había pasado desde la muerte de Zack había cambiado mucho las cosas.
Doblaron en el pasillo de la biblioteca. A esa hora de la tarde, con la noche cerniéndose sobre el colegio, a nadie se le ocurría andar en la solitaria librería. Hacía frío, y la mayoría de los alumnos estaban esperando ya la cena en el comedor. Para ellas era un poco temprano para comer, así que gozaron con esa ventaja.
—¿El tomo III de Historia Latinoamericana? —preguntó Zoey en voz alta, mientras Jessica husmeaba en otros estantes, en otros pasillos repletos de libros.
—Búscalo rápido —dijo su amiga, desde donde estaba—. Ahora sí tengo hambre.
Zoey se paseó por las estanterías. Zack, entonces, sacó la cabeza por entre el cierre de su mochila.
—¿Qué tal si también llevas el tomo IV, eh? —le dijo—. Así podrás ir leyéndolo para el próximo examen.
Zoey hizo un mohín.
—Aún no hemos visto eso.
—Por eso —dijo Zack, señalando los libros indicados con su pata blanca—. ¿Quieres seguir con esas buenas notas o no?
Ella asintió y al final tomó los dos.
—Pero no empezaré a leerlo —le advirtió al conejo. Zack chistó, y ella, sin más, se propuso a buscar a Jess para volver al cuarto y luego marchar a cenar.
En cuanto dobló por uno de los pasillos, saliendo detrás de una estantería, se llevó una horrible sorpresa. Una masa negra, de más de dos metros de altura le cerraba el paso. Era una mezcla extraña entre una sombra y algo sólido, y esta no era la primera vez que la había visto.
—¡Ah! —gritó ella, y como automático reflejo, se dio la media vuelta y corrió hacia el lado contrario.
—Muévete, muévete —le indicó Zack, instándola a correr lejos de allí, en donde había tan poco espacio.
—¿Zoey? —preguntó a su vez Jessica, extrañada por su grito. Zoey no contestó y continuó corriendo, al ver por el rabillo del ojo como esa cosa iba tras de ella—. ¿Qué suce- de...?
Casi se chocan al girar en el pasillo. Jessica la observó, desconcertada.
—¡Corre! —Zoey tiró de su blazer, alejándola a ella también de la sombra que no había visto.
—¿Qué? —preguntó su amiga, pero aun así, terminó corriendo detrás de ella. Salieron de los abarrotados pasillos de estanterías hacia la puerta de la biblioteca, justo cuando la sombra les tapó el paso—. ¡Zoey! —Jess se detuvo abruptamente con los ojos como platos y tiró de su manga de vuelta hacia atrás.
—No, no —Zack le urgió en susurros—. ¡Hay más de una, deben salir!
Zoey no se movió, dubitativa, y en ese mismo instante, Jessica le confirmó, con un grito nervioso, que otra de esas cosas estaba detrás de ellas.
—Zack —gimió, sin saber qué hacer.
—¡Al suelo! —gritó el muchacho, y ella no perdió tiempo. Se arrojó sobre Jess derribándola, y un desastre se armó sobre sus cabezas. Apenas si pudo ver como conejo, salía de la mochila y saltaba sobre una de las sombras.
Una de ellas desapareció, en algún momento incierto, y mientras Jessica gritaba aterrada debajo de Zoey, la otra sombra salió despedida por la puerta de la biblioteca.
Entonces todo fue silencio. Ella levantó la cabeza.
—¿Qué... qué pasó? —Jess también se levantó, confundida y temblorosa.
—No... no sé. —Más que asustada, ahora Zoey estaba preocupada. Zack no estaba en la biblioteca y quería saber dónde se encontraba.
—¿Eran... fantasmas? ¿Nos atacaron fantasmas?
Le balbuceó una respuestas vaga. La verdad era que no sabía que eran esas cosas. Claramente iban tras ella, ya que la habían perseguido en el sótano una vez, y en ese momento ni siquiera Adam había comprendido qué eran.
—Oh, Jess —gimió, recorriendo la estancia con los ojos—. No podemos decirle esto a nadie.
—¿Cómo que a nadie? —Jessica se quitó el pelo de la cara.
—¿Estás loca? —preguntó Zoey—. ¿Quién va a creernos que... nos... atacaron fantasmas?
Obviamente que nadie y Jess lo notó al instante.
—Okey... como primera medida —dijo—, propongo que nos larguemos de aquí. Ahora.
Se levantaron tan rápido como pudieron, recogieron sus cosas y salieron corriendo por la puerta de la biblioteca, más veloces de lo que habían sido jamás.
—La seguí hasta el túnel —declaró Zack, rabioso.
Zoey le hizo un gesto con las manos, para que bajara la voz. Había abierto la canilla de la ducha para simular que se estaba bañando —cosa que debía hacer al final, si no a Jess le parecería raro—.
—Entraron por ahí, estoy seguro.
—¿Y entonces?
—Tendré que cerrarlo. De todas formas, ya no hay nada que rescatar de allí. —Zack se apoyó en la pared del baño—. ¿Fue eso lo que viste cerca de la caldera, no? Lo que Adam quiso balear.
Ella asintió.
—Sí, me agarró de la pierna.
—También estoy seguro de que lo que vimos la otra vez en el túnel moviéndose era una de esas cosas.
—¿Y qué son?
—¿Espíritus? ¿Espectros? —Él contó con los dedos—.b¿Demonios? No lo sé.
Con eso último, Zoey titubeó.
—¿De... monios?
—La magia del dije no es la única existente. Yo soy la prueba de que eso es así, aunque no recuerde ni entienda bien cómo llegué a este estado, por ejemplo. Ya sabes que solo sé cuál era mi misión —aclaró Zack—. Pero también hay miles de cosas desconocidas para el hombre, las cuales poco pueden entenderse.
—Entonces... quieren el dije —murmuró ella, tomando con las manos el pequeño objeto de cristal y plata.
—Sí, supongo.
—¿Por qué?
—¿Por qué no hay nada más poderosamente mortal que el dije? —inquirió Zackary—. En realidad no lo sé. Yo tengo entendido que es lo más poderoso en el mundo terrenal. Pero no hay nada que establezca que así sea —suspiró—. De momento, solo tengo que cerrar el túnel. Tú quédate aquí. Dúchate, volveré pronto.
Caminó hasta la puerta y empezó a girar el picaporte, cuando ella lo detuvo.
—¡Jessica está afuera! Zack chistó.
—Tengo que salir de alguna forma. Y además... no quiero quedarme aquí mientras tú te... —Él dirigió una rápida mira- da a la ducha.
—Bien —Zoey se quitó algunas prendas de ropa y Zack, al verla, se pegó a la puerta del baño.
—Zoey... —gimió, sin quitarle los ojos encima. Cuando ella se quedó en sostén, tragó saliva—, ¿qué haces?
—Finjo que estoy a punto de ducharme —explicó ella, bajándose los pantalones.
Zack cerró los ojos, pero volvió a abrirlos al segundo. La tentación de mirarla era terriblemente grande. Zoey se paró delante de él en ropa interior, ignorando su sufrimiento. El lindo conjunto color crema con moños negros le quedaba como un guante.
—Zoey —repitió Zack, sin poder evitar comérsela con los ojos. Ella, totalmente tranquila, lo ignoró. Había cosas más importantes en las que concentrarse.
—Conviértete en conejo, ahora.
Él obedeció sin que tuviera que rogarle. Zoey lo atrapó justo a tiempo y abrió la puerta del cuarto. Jessica alzó los ojos hacia ella.
—¿Aún no te metiste en la ducha?
Zoey le sonrió.
—Me distraje depilando mis cejas —mintió. Zack comprendió que Jessica la viera en ropa interior era justamente lo esperado. Ayudaba a la mentira, pero no lo ayudaba a él —. Me olvidé de agarrar bragas limpias —le aclaró a su amiga.
Jessica se encogió de hombros y volvió a centrar su aten- ción en la computadora.
—Estoy buscando cosas de fantasmas —le dijo. Zoey se detuvo a mitad de camino.
—¿Fantasmas? ¿Para qué?
—¿Cómo que para qué? —terció la jovencita—. Hoy nos atacaron unos espectros que se parecían al monstruo sombra sin cara de «El viaje de Chihiro». Debe de haber algo para protegernos.
Fingiendo que pensaba en eso, Zoey se acercó a la ventana. Abrió los vidrios unos diez centímetros, ante las quejas de Jessica.
—Es que hay un aroma extraño aquí, hay que ventilar —le explicó, al tiempo en que tapaba con su propia espalda a Zack, que se escabullía rápidamente al exterior.
—¡Ventila cuando haga calor, loca!
Para cuando el agua de la ducha le mojó el cabello, Zoey meditó sobre protegerse. ¿Qué tal si las sombras entraban por otro sitio? Aunque Zack cerrara el túnel del sótano, todavía esas cosas podían atraparla.... ¡Si es que entraban por ahí! Como todo en ese asunto, era algo sobre lo que no había certeza.
Comenzó a preocuparse por el asunto cuando Jess se durmió y su conejo protector todavía estaba ausente. Intrigada e inquieta, salió de la cama, se puso un abrigo y zapatos y abandonó la habitación.
Por supuesto, la puerta del sótano se había quedado, otra vez, sin cerradura. Si Zack seguía rompiéndolas, iban a terminar poniendo cámaras de seguridad. Pero con suerte, si cerraba el túnel, no tendrían por qué volver allí.
Caminó por la sala de máquinas, cuidadosamente.
—¿Zack? —preguntó. Las luces estaban encendidas, por lo que él tenía que estar allí. Llegó hasta el túnel y lo encontró todavía abierto. Ni siquiera tenía esa fachada ilusoria de ladrillos que Zack había puesto allí para que nadie lo viera.
Se asomó, pero era imposible ver algo. ¿Dónde diantres estaba Zack?
Esperó allí, sin atreverse a entrar sola. El túnel era húmedo y una pequeña corriente helada de aire le congeló las mejillas. Trató de agudizar la vista y pronto descubrió movimiento. Se asustó un poco, solo hasta que distinguió un cabello rubio claro.
Zack caminaba hacia el sótano, con los hombros encogidos y tensos. Cuando la vio, hizo una mueca.
—¿No te dije que te quedaras en el cuarto? —dijo llegando hasta ella—. ¡Y mira! Tienes el cabello húmedo, Zo. —Le tocó un mechón—. Te vas a enfermar.
—Me preocupé. ¿Por qué tardaste tanto?
—Fui a chequear una vez más, por si encontraba algún otro pergamino. Pero no hay nada.
Ella asintió
—¿Vas a cerrarlo ahora?
—Es la idea. —Él sonrió un poco.
Entonces, la oscuridad del túnel se salió de su sitio. Sombras se echaron sobre ellos, envolviéndolos. Asustada, Zoey ahogó un gritó, se aferró a Zack y escondió la cabeza en su pecho.
Pero algo no salió bien, porque en un segundo él la sostenía y en el otro, algo la arrastraba en el aire, a lo largo del túnel totalmente oscuro. Zack y la luz del sótano se alejaban de ella, tan rápido que lo perdió de vista.
¡Espero les haya gustado el capítulo de hoy! Gracias por estar aquí leyendo <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro