Capítulo 26
Capítulo 26
Pero algo volvió a tirar de ellos en direcciones contrarias. Se separaron como si les hubieran dado una corriente eléctrica y durante un segundo se vieron a los ojos, afligidos.
—Oh, no... —gimió Zoey, retrocediendo otros dos pasos.
—Zoey, lo siento. —Zack se apresuró a disculparse. El idiota había sido él. ¿Cómo se le había ocurrido besarla, después de todo lo que habían hablado?—. Fue mi culpa, por favor, perdóname —suplicó pero no se acercó—. Te estoy fallando.
—No, yo... —Ella se calló y se tapó los labios rojos con la mano.
—Tú nada. Esto no es tu culpa. ¡El que lo arruina soy yo! —Zack se tapó la cara con las manos—. Soy el idiota más grande del universo. ¡Estoy muerto, carajo! ¿Qué estoy haciendo?
Zoey no contestó, ni tampoco se movió. Para ella ese beso había sido, otra vez, la cosa más maravillosa de este mundo y de cualquier otro existente. Los labios de Zack mordiendo los suyos, suspirando en su boca, sus manos acariciándola tiernamente... Todo eso, y más, volvía loco de amor a su corazón palpitante. Palpitante. Vivo.
Observó a Zack, tristemente. Él estaba muerto, ¿por qué no se convencían de eso?
—No volveré a tocarte, lo juro —prometió él.
—Es por eso que tampoco me has estado molestando —susurró ella.
Zackary gimió, entre molesto y amargado.
—¡Por supuesto! Zoey... —se detuvo—. Desde ese beso en tu habitación me cuesta horrores mantenerme alejado de ti... de esa forma.
Ante esa confesión, no pudo hacer nada más que mirarlo boquiabierta. Si bien un beso suyo siempre había sido un sueño que nunca creyó hacer realidad, que él le dijera eso era... más que irreal.
—¿Qué? —soltó, aunque había oído todo bien.
—Te deseo demasiado. —Zack cerró los ojos—. Siempre te he mostrado lo mucho que me gusta tu cuerpo, ¿verdad? Pero simplemente... Tu beso me desarmó —al abrirlos, sus ojos tenían un color más apagado. Despacio, él se alejó un poco más de ella.
No le respondió. ¿Qué podía decirle? ¿Que ella siempre había estado completamente enamorada de él? ¿Que había sido su mundo, su sueño, su fantasía? ¿Que no podía evitar comérselo con los ojos? ¿Que ahora mismo ansiaba arrojarse sobre él para volver a recibir esos besos fantásticos?
Zack debía saber todo eso, al igual que ella. Decirlo no tenía sentido, más cuando ambos estaban plenamente conscientes de que esto era más serio de lo que él incluso había pensado cuando comenzó a decir comentarios fuera de tono. Las cosas se habían... complejizado.
—Zack —gimió—. Esto me va a matar.
Lo amaba, ¡lo deseaba! A ella no le hubiera molestado seguir con eso hasta el final, solo si era con él.
—No, Zo —pidió él, acercándose a ella. La abrazó fuertemente, apoyando el mentón en su cabeza—. Tienes que rechazarme. Tienes que mirar a alguien más. Incluso aunque eso te cueste, incluso si eso a mí me... —Zack guardó silencio—. Yo seré tu mejor amigo siempre, sin importar de quien te enamores, con quien te cases, con quien tengas hijos. Yo siempre estaré ahí para cuidarte. Seré tu mejor amigo —repitió eufóricamente, casi para sí mismo.
—Mi mejor amigo... —sollozó Zoey. Eso era lo que menos deseaba de él.
Zoey debería haber sido muy feliz después de las excelentes notas que le quedaron en su boletín. Había aprobado todos y cada uno de los exámenes, y en algunos había obtenido los mejores resultados de su vida. Pero eso no era totalmente suficiente como para apalear la desilusión y la tristeza que le causaba recordar los intensos y maltrechos besos de Zack.
Desde esa noche, él había estado todavía más alejado de ella, más distante que nunca. Si bien seguía animándola, ayudándola, cuidándola, él ni siquiera la tocaba. Y en forma humana, siempre estaba a dos metros de distancia. Una posición segura, se ve.
Lo que sumaba e inflaba esa atmósfera pesada y angustiosa, era la actitud de Jessica frente a los exámenes que había desaprobado, que eran la gran mayoría. Jess dejó de fingir felicidad y cuando les llegó el rumor de que habían visto a un muchacho muy parecido a Adam Smith en el sur del país, a más de 1.000 km de allí, ella directamente se encerró en el baño por más de dos horas, a ahogar un llanto desconsolado.
Zack retuvo sus conjeturas sobre esa reacción, pero Zoey leyó muy bien su opinión. Él creía que aquella desilusión con Adam estaba yendo demasiado lejos y, al fin y al cabo, ella también lo creía.
Pero... ¿podía ser que Jessica estuviera en verdad enamorada de Adam, así como Zoey de Zack? Al menos, Jess nunca había sido muy expresiva conforme a sus sentimientos por los chicos, de modo que ella no tenía cómo saber hasta dónde habían llegado sus sentimientos por ese desgraciado.
Más tarde, días después de haber acabado los exámenes, los peritos que llevaban el caso de Zack declararon que no ha- bía pruebas de que la muerte hubiera sido provocada adrede, y la familia Collins se negó a hacer juicio al colegio y menos a recibir la indemnización adecuada. Solo Zack y Zoey sabían que eso se debía a que ellos comprendían la muerte de su hijo como algo más que posible en esas condiciones.
Pero ese anunció no fue muy bueno para el chico. Después de saber quién era su asesino, ahora que aquel tenía cara, estaba bastante disconforme con el resultado del caso. Para Zoey, era lógico que él quisiera justicia, aunque para Zack esta tuviera que ser por mano propia.
Casi al mismo tiempo, a los alumnos se les confirmó que se suspenderían las vacaciones de invierno. Algunos se quejaron, pero era esperable. Además, las cosas se tranquilizaron un poco después de tantas evaluaciones, por lo que Zoey aprovechó para volver a concentrarse en el cuaderno del dije.
Se dedicaba a ojearlo de arriba abajo en las noches, mientras Jessica intentaba estudiar para recuperar alguno de los exámenes que había desaprobado. Zack la observaba inmóvil desde su lugar junto a la cama, aquel que había tomado para mantener sus distancias.
Una de esas noches, Zoey estaba a punto de quedarse dormida. Jessica estaba estudiando debajo de una carpa de acolchados y Zackary miraba por la ventana, ausentemente. La tranquilidad en el cuarto se vio interrumpida por el melódico sonido de llamada entrante del celular de Jess.
Bufando, su amiga desarmó la carpa. Zoey se giró a verla, extrañada. Eran casi las doce de la noche, ¿quién podía llamar?
Jess hizo eco de sus pensamientos.
—¡Cuando una pretende estudiar, alguien se empecina en molestar! —masculló alcanzado su teléfono—. ¿Quién mierda es?
Pero al atender, Jessica se quedó muda, perdió el color que tenía en la cara y tembló ligeramente.
—¿Quién es? —preguntó Zoey, al verla tan mal de un momento a otro.
Jessica no le contestó a ella, sino a quien había llamado.
—Tú... ¿Qué quieres? —dijo en un murmullo—. ¿Zo... Zoey?
Zoey se sentó en la cama, pero comprendió luego que Jess había contestado una pregunta con su nombre.
—¿Quién es?
Su amiga bajó el teléfono, sin atreverse a mirarla.
—Es Adam. Y... quiere hablar contigo.
Zack, sentado en la ventana, giró su cabeza automáticamente, sin importar si Jessica podía ver lo tétrico que había sido. Sin embargó, se quedó quieto otra vez, sin decir nada. Tan solo miró a su protegida.
Ella se levantó de un salto, repentinamente hecha una fiera. Le arrebató el celular a Jessica de las manos y se lo puso al oído.
—¡Déjala en paz! —le gritó a Adam—. Me importa un comino lo que quieras hablar conmigo, no vuelvas a llamarla nunca en tu desgraciada vida.
Adam no le contestó en seguida, pero cuando lo hizo, lo hizo calmadamente.
—Escúchame bien, Scott. No tengo tiempo para escuchar cosas estúpidas sobre tu amiga. —Zoey sostuvo el teléfono, tan bruscamente que creyó que iba a romperlo—. ¿Crees que te llamó para hablar sobre ella? Por favor, sabes que hay cosas más importantes que esa.
—Déjame en paz, a mí, a Jessica y a Zack —dijo ella, olvidando brevemente que Jess seguía ahí—. Aléjate de nosotros.
—Tú tienes el dije. Eso es imposible —terció Adam, aún tranquilo—. Y hablando de Zack —entonces su voz se tornó burlona—, ¿por qué no le dices que Jude tiene preparado algo muy bonito para ti, eh? Romperle un brazo no va a detenerlo, debería haberlo matado en cuanto pudo.
A Zoey no le quedó la menor duda de quién era Jude. Ahora el asesino de Zack no solo tenía cara, sino también nombre.
—¿De qué estás hablando? —inquirió en voz baja. Jessica alzó los ojos hasta ella, interesada pero a la vez dolida. Zack se había bajado sutilmente del alféizar de la ventana.
—Jude va por ti, Scott. No hay tanta ciencia. ¿Quieres que te diga cómo planea matarte? Pues me ahorraría los detalles para no darte pesadillas. —Adam suspiró—. Si Zack quiere mantenerte con vida va a tener que hacer un esfuerzo mayor que andar rompiendo huesos por ahí. Jude puede tener altibajos, pero es una máquina de matar y un buen hechicero. Aprende de sus errores, mejora sus tácticas, y si quieres escapar de él la próxima vez, más vale que también tú aprendas de los errores de tu protector, o le irás a hacer compañía al cementerio.
Adam cortó. Zoey se quedó con el teléfono en las manos, dura como una roca. Esa había sido la conversación telefónica más corta y más aterradora de toda su vida. ¿Ahora Adam le advertía sobre el peligro que corría?
—¿Qué... te dijo? —preguntó Jessica, cabizbaja. Allí Zoey recuperó algo de compostura, ya que debía mentir.
—Quería decirme algo sobre Zack —murmuró.
—¿Sobre Zack? —Jess se mostró incrédula.
—Sí, él... —titubeó—. Él me dijo que Zack había tenido sexo con Mariska en su última noche de vida.
Con cada palabra, Jess parecía más reacia a creerle.
—¿Qué? ¿Por qué te diría eso?
—Creo que estaba drogado. —Zoey le devolvió el teléfono y se sentó en la cama junto a ella—. Solo quería molestar, Jess. Es una oveja muy descarriada. Huyó del colegio. Quién sabe en qué anda ahora. Solo quería molestar.
Jessica suspiró y se metió en la cama otra vez.
—Ya no tengo ganas de estudiar.
Zoey se levantó, caminó hasta la ventana, tomó el peluche de conejo del piso y se dirigió al baño.
—Ya me acuesto —le avisó a su amiga y cerró la puerta. Zack se liberó de su agarre suavemente.
—Palabra por palabra, ¿qué te dijo? —ordenó, serio como un dictador.
—Que el tipo ese planea algo para matarme —le dijo—. Lo llamó Jude. Dijo que... —se trabó—, dijo que me va a hacer algo horrible, algo que si me lo contaba me iba a dar pesadillas.
Zoey tragó saliva. No sabía si creerle o no a Adam, pero aunque siempre supo cuán cerca estaba de morir por miles de motivos, el hecho de saberlo y tener que esperarlo, como en este caso, era peor.
—No te hará nada, Zo —dijo Zack, tratando de sonar tranquilo, pero su voz estaba seca.
—Dijo también que debiste haberlo matado cuando pudiste, que un brazo roto no iba a detenerlo.
—Sí, debí haberlo matado —gruñó el conejo—. Y lo haré la próxima vez que pretenda tocar un solo cabello de tu cabeza.
—Zack...
—No es venganza —la interrumpió él—. Se trata de ti, no de mí. Si Jude intenta tocarte yo... —se quedó callado. Zoey, desganada, se sentó en el suelo—. Ya no sé qué papel juega Adam en esto.
Ella no le respondió. Eso nunca estuvo claro. Adam cambiaba de bando como un bebé cambiaba de pañales. O era un idiota muy inteligente, o tenía un trastorno de personalidad múltiple.
Y lejos de pensar que ese troglodita tenía algo de cerebro, prefirió quedarse con el trastorno de personalidad, un perfil que encajaba mejor con Adam Smith.
Posesión
Zoey observó la palabra escrita con tinta negra sobre el margen derecho de una de las hojas del cuaderno. Abajo, justo debajo, había un nombre propio:
J. D. Clarence
Escribió esas dos palabras en una libreta, y marcó la hoja con un rectángulo de cartulina, mientras pensaba cómo averiguar quién había sido Clarence.
¿Estaría en la biblioteca? Al menos debería haber algo en Wikipedia.
Alcanzó la notebook y tecleó en el buscador. Los resultados aparecieron segundos después, pero no había algo que concordara. Existía un hombre llamado Josh Dylan Clarence en Facebook y una tal Jane D. Clarence vivía en Sudáfrica, casada y con cuatro hijos. No tenía mucho que ver. Buscó durante algunos minutos más, y luego tecleó: «Dijes, collares embrujados», por si encontraba alguna relación.
Las fotos de los antiguos collares embrujados poco se parecían al dije. También podía jurar que no estaban embrujados en verdad. Cerró el buscador, con un suspiro.
—¿Algo importante? —preguntó Zack desde la ventana. Ella negó y cerró la tapa de la laptop.
—No. Nada, en verdad.
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¡Y se nos va otro capítulo! ¿Quién será Clarence?
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